Reprimir.
Todo el día reprimiendo.
Todos los días reprimiendo.
Toda la vida...
Impulsos y sentimientos.
No hago esto porque no debo.
No digo esto porque no está bien.
No me atrevo a esto porque me da miedo.
No quiero pensar en esto porque me hace infeliz.
No quiero ser consciente de esto porque me duele.
Me da vergüenza.
Va a salir mal.
Me engaño...
Y unos días estás mal, y otros, mejor.
Y unos días no estás tan mal, y otros, podrías estar mejor.
Pero hay días buenos, claro que los hay.
Los días en los que tus sentimientos están reprimidos.
Los días en los que tus pensamientos están escondidos.
Los días que no recuerdas todas esas cosas que duelen.
¿Son esos los días felices?
Las cosas no tienen por qué salir siempre como queremos,
pero al menos sí podrían de vez en cuando.
Y hablo de las cosas que queremos hacer pasar, no de las cosas que pasan.
Querer y no poder.
Necesitar y no tener.
Al final todo es ausencia.
Que no se puede llenar.
Que sólo se puede olvidar.
Olvidar temporalmente.
A veces lo pienso, pienso en lo triste que es.
Reprimir todo para poder vivir.
Vivir "bien".
Un mecanismo de supervivencia.
Un mecanismo para mantener la estabilidad emocional.
¿La cordura mental también?
Y cuando la presa se abre... ¡FIU!
Toda el agua te inunda y te arrastra con ella.
Tal vez esto lo que de verdad te mantiene cuerdo.
Y mientras tanto,
mientras la vida pasa, reprimes.
Reprimes para no sufrir.
Y sufres porque reprimes.
Reprimes para poder vivir.
Y no vives porque reprimes.
¿Y la conclusión de todo esto?
¿reprimimos porque somos infelices?
Somos infelices porque reprimimos.
Tal vez sólo hay que soltarlo
Destruir lo que te hace infeliz, y parar de reprimir.
Si no lo consigues, si fracasas, que ocurra intentándolo.
Siempre intentándolo.
Te diría que los días felices son los días en que,
todo lo que piensas y sientes está presente en ti,
y no reprimido.
Pero entonces mentiría.
No existen días felices.
Existen 'aquís y ahoras' felices
:)
English with Star
Trabajando en el libro y en el nombre que ponerle.
lunes, 4 de agosto de 2014
jueves, 22 de mayo de 2014
Capítulo 68: Paintball
Capítulo
68: Paintball
Cuando se fue, no sé qué se quedó más triste, si la casa... o yo. Me quedé mirando la puerta cerrada tras su ida. Sentí una punzada. Una descorazonada. Como si las cosas se fueran a volver a torcer la próxima vez que nos veamos. Recordé sus palabras antes de besarme la frente para marcharse después, <mañana a las siete de la mañana está preparada, Liam, Leo y Aaron van a pasar a recogerte>. Eso me tranquilizó. Un poco. Era un trocito de realidad en la magnitud de mis impresiones.
Me dejé caer en la cama y me puse a pensar en Karem. ¿Cómo estaría pasando estos días con su chico? Ojalá todo le esté yendo genial. El resto del día, lo pasé haciendo la maleta, comiendo, estudiando, y viendo la tele. Esa noche echaban en la tele una película basada en echos reales. "El intercambio". Iba sobre una madre a la que le secuestraban a su hijo, y al reclamar a la policía que lo encontrasen, le traían a otro niño que no era su hijo. Ella denunció una y otra vez que ese no era a su hijo, que encontrasen al de verdad, pero al resto del mundo le interesaba que ella lo aceptase y dejase de armar escándalos públicos que no le convenían. La vi con el corazón pendiendo de un hilo. Que llorera... madre mía... Y la interpretación de Angelina Jolie era magnífica. El problema, que toda la capacidad de la película para tocar la fibra sensible, lo comprobé en mis carnes.
Esta vez, me tiré en la cama, boca abajo, con el móvil en las manos. Le escribí un mensaje a Bryce, necesitaba una respuesta que calmase la intranquilidad que llevaba dentro, que me demostrase que seguía estando ahí aunque se hubiese ido. De que volvería. Y había tomado la decisión en el tiempo que tardé desde que dejé el suelo hasta que aterricé en la cama. <B, lo he decidido. Mañana no voy a la montaña. No se me ha perdido nada allí. Quiero pasar el fin de semana contigo.> Tenía miedo. Tenía un agujero en el pecho. Estaba convencida de que si me iba, ocurriría algo mientras estuviésemos separados, y nos diríamos adiós de nuevo. Mientras me mantuviese a su lado, todo estaría bien. Y quería cuidarlo, visitarlo al hospital mientras estuviese convaleciente y mimarlo. Quería simplemente estar con él...
En menos de un minuto, recibí su respuesta. <Ni hablar. Tú mañana vas a la montaña. Y punto.> Y demasiado tiempo tardó en contestarme para lo claro, corto y conciso que fue. Un segundo mensaje interrumpió mi cara de *¿esto es en serio?*. <No pienses mal, que te conozco. No podríamos vernos aunque te quedases. Son sólo tres días sin mí. ¿Podrás soportarlo?> Oh vaya, ¿qué tenía que hacer en esos tres días que le impedía vernos? Mis dedos se movían por las teclas del móvil sin que mi voluntad lo controlase. <¿Estarás cuando vuelva? Prométeme que no te habrás ido, que todo estará bien.> Y me di media vuelta en la cama con los brazos extendidos hacia el techo. Como una quinceañera que espera el mensaje del guapísimo chico por el que suspira, invitándola a salir. Esta vez Bryce tardó mucho en responder. Después de llevarme un rato mirando como una boba la pantalla del móvil, decidí que era hora de lavarse los dientes y acostarse, mañana madrugaba finalmente. O respondía pronto o lo llamaba, me negaba a estar desvelada esa noche pensando en su respuesta. Pero cuando volví, había un sobre en la barra superior de la pantalla de mi móvil. <Te prometo que estaré aquí esperándote. No me iré a ninguna parte.> Seguía sin estar tranquila. No había pasado por alto que no me había prometido que todo estaría bien. Y eso a él no se le había pasado. Sabía que no podía prometerme algo que no podía cumplir. Decidí que era mejor no insistir. No podía obligarlo a que me asegurase que todo irá como nos gustaría. Me bastaba con saber que haría todo lo posible porque eso fuese así. Y me bastaba con tener un motivo para irme y para volver. Me había prometido que me estaría esperando a mi regreso.
Me puse el pijama de pelitos y me metí en la cama calentita. No sin antes poner el despertador a las 6. Mañana me esperaba el comienzo de unos tres días que pintaban intensos. Me quedé dormida todavía intranquila, pero al menos pude quedarme dormida. Por la mañana, cuando el chirriante sonido de la alarma me despertó, me levanté, me duché, me desperté, me vestí y comí por ese orden. Y todavía me sobraban 15 minutos hasta que diesen las siete. Descubrí un nuevo mensaje de texto que me llegó anoche poco después de quedarme dormida. Era de Bryce. <Dos gotas se caen al agua. Las dos tiemblan, pero no por igual.> ¿Cómo? No entiendo. ¿Él es una gota y yo otra que caemos en la vida, pero tenemos distintas inquietudes? Y si es eso ¿qué me quiere decir? Decidí no darle muchas vueltas. Hoy iba a ser un día para disfrutar. Y una vez tomada esta decisión, cogí mi pequeña maleta de mano y bajé a la calle a esperar a estos. No iba a retrasar más este estupendo por estar todavía arriba cuando lleguen.
Llegaron a las 7.05. Se retrasaron sólo cinco minutos, pero como yo llevaba esperando diez, estaba ya un poco impaciente. Venía Leo conduciendo un todoterreno, Liam copilotándolo y para mi sorpresa, Aaron sentado detrás. Bryce me dijo nada de Aaron, aunque debí suponer que era raro que viajásemos tres de sus amigos en un mismo coche, y el fuese por libre. ¿Iba a tener que viajar atrás con él? Qué pregunta tan evidente... Algo se me revolvió dentro. ¿Por qué ahora tengo miedo a estar con Aaron? Tengo claro que no voy a fallar a Bryce, pero me da miedo cuantificar el poder que tienen Aaron en mí. Porque la otra noche... no nos besamos porque él no quiso, ¿o me habría apartado en el último momento? De todas formas, eran otras circunstancias. Aquella noche yo estaba al límite de mi aguante.
-Si esperas que me baje como un caballero a recoger tu maleta y guardarla en el maletero, la llevas clara. -El borde comentario de Leo me sacó de mi ensimismamiento. -Venga rápido que estamos aparcados en doble fila. -Leo no puede salir porque no tiene espacio para abrir la puerta y pasar, o que Liam y Aaron tampoco pueden abrir la puerta porque los coches pasan demasiado cerca. Pero claro, explicarlo así no hubiera sido borde. Y eso es algo que Leo no se puede permitir.
Como no se me ocurrió nada ingenioso que decir, me fui hacia el maletero sin decir ni pío, pasando de lado entre dos coches aparcados. Cuando apreté el botón, la puerta se abrió hacia arriba y un espaciosísimo maletero apareció ante mí. Los demás también llevaban minimaletas, del tamaño de la mía. Me sorprendieron tres estuches alargados que había, no eran más grande que donde se guardan las guitarras, pero tenían una forma totalmente destinto. Cuando me fui a agachar para alzar mi maleta, una mano se posó en mi hombro derecho. Me giré a mirar y vi la encantadora cara de Aaron mirándome alegre. Era tan distinta a su expresión vacía de la última vez que nos vimos...
-No es que sea ningún caballero que ayuda a las señoritas con su equipaje. Sólo quería ser el primero en ver tu cara. -Me quedé petrificada. No sé con qué cara, pero no quiero saberlo. ¿Cómo puedo estar yo haciendo todo mi esfuerzo por no dejarme atravesar por todo él y ahora me viene con esto que me deja totalmente desarmada? -Estás muy guapa hoy. -¡Reacciona Valeria! ¡¡Reacciona!! ¡Responde algo que no haga quedar lo que ha dicho como un cumplido sino como un comentario entre amigos!
-Tú también. -Y sigo sin querer ver mi cara de pasmada. Me sonrió, me eché a un lado y él cogió la maleta por mí y la guardó. Nos montamos los dos por el lado del coche que daba a la carretera. Yo entré primero, Aaron se quedó vigilando que no viniese ningún coche y después se montó. Antes de que hubiese cerrado la puerta por completo, Leo ya había dado un acelerón que hizo rechinar las ruedas del coche. El morro del coché llegó a la línea del semáforo en ámbar, y el culo, con el semáforo en rojo.
-¿Qué tanto hacíais ahí detrás? Un segundo más y entro con el semáforo en rojo. - Exacto... muy bien dicho... porque por supuesto no iba a esperar a que se pusiese en verde de nuevo. La diferencia radicaba en tener que darle algún dinerillo a la policía si le pillaba.
-¡Para! ¡para! ¡Con el acelerón seguro que se ha salido todo el agua de la pecera en la que llevo a Tommy! -Grité preocupada acercándome hasta el asiento de Leo y poniéndole una mano en el hombro.
-¿¡Qué quéee!? ¡¿Qué has mestido una pecera con agua en el maletero de mi coche?!- Leo sonó más preocupado por su maletero, que yo por mi ficticio pez.
-¡¿Y qué otra cosa podía hacer?! ¿Quién lo va alimentar estos días si no? -Con un estrepitoso frenón, paramos de nuevo en doble fila, pero ahora Leo no tuvo ningún problema para salir a pesar del poco espacio que había entre los dos coches. Estaba que le salía humo por las orejas. Rápidamente fue al maletero y abrió la puerta, para encontrase con... ¡NADA! Todo perfectamente seco, en su sitio, y sin rastro de ninguna pecera o pez. Para cuando volvió, Aaron y yo nos estábamos partiendo literalmente el culo, y Liam, que lo pilló todo en cuanto nos vio romper a reír, reía con nosotros. Humo por las orejas, rayos por los ojos y lava incandescente por la nariz. Esta vez el golpe eque le había dado a su orgullo había sido muy fuerte.
-Esta te la devuelo, Valeria querida. -Dijo sentándose de nuevo al volante con cara de muchos amigos, porque decir cara de pocos amigos era quedarse corta. Liam acercó una mano para chocar los cincos con la mía.
-¡Cuánto me alegro de verte! ¡V! No veas como está éste hoy. No me quiere decir qué le pasado pero no hay quien lo aguante. Jajajajajajaja.
-Dejad de tocarme las pelotas o los moratones que os voy a dejar en el paintball os van a durar dos semanas. -¿Estarían guardadas en los estuches sus pistolas? Recuerdo que cuando vinieron una vez a mi casa, las traían consigo, pero fuera.
-¡Venga ya! ¡Era sólo una broma! ¡Tú has estado muy borde conmigo! -Alegué en mi defensa.
-Eso es cierto, ella no tiene la culpa de tu mosqueo. -Liam salió en mi defensa. Eso me gustó mucho.
-Ni yo tengo culpa de que mi padre se haya levantado hoy con ganas de darme por culo. Me he ido sin su permiso. Seguro que encuentra la forma de joderme con algo cuando vuelva. -Y dicho esto, todas las caras de diversión se esfumaron. Liam se puso serio, y Aaron volvió la cara hacia la ventana. Silencio sepulcral. Oh. Esto es serio. No sé cómo es la vida familiar de Leo, pero por la reacción de todos, no especialmente buena. Parece tratarse de algo delicado, y ahora me siento mal.
-Lo siento Leo, no era mi intención fastidiar. -Y agaché la cabeza. Aaron me acarició la nuca para animarme y me miró arrugando una mejilla.
-Liam tiene razón, tú no tienes la culpa de mi enfado. -Parecía verdaderamente afligido cuando empezó a hablar después de un incómodo silencio. -Tus moratones sólo durarán una semana. -Concluyó intentando quitarle hierro al asunto. Prefería este final a un <siento mi reacción>, esto era más Leo, y yo prefería al Leo que bromea al Leo que está irritado.
El buen ambiente se fue recuperando un poco más con cada kilómetro que recorríamos. Cuando nos paramos a desayunar, ya estaba totalmente recuperado. Paramos en un bar de carretera bastante lujoso para como suelen ser los bares de carretera. Era un bar motero al estilo <los moteros del infierno>. Con todo la tapizable tapizado en cuero, y todo lo metálico en un color plata brillante. Los nombres de los distintos tipos de desayuno eran nombres de escuderías de moto. Liam se pidió un Honda, huevos revueltos con jamón. Leo se pidió un Yamaha, un gofre con chocolate y helado. Aaron un Suzuki, croissants dulces rellenos de jamón york y queso. Y yo, un Kawasaki, ensalada de fruta bañada en yogur líquido. Sí, ya había desayunado, y sí, aquel sitio era tremendamente caro, pero ya eran las 10 de la mañana, y mi estómago pedía ser llenado. Pero claro, yo no sabía que aquel lugar tenía convenios con la empresa Domioyi, por lo que, en la infinita ignorancia, nuevamente estaba siendo invitada. Por una parte me sentí frustrada, no hay por donde coger a esta familia, pero por otra, aquel desayuno estaba demasiado bueno para albergar arrepentimientos por habérmelo comido. Por curiosidad, leí en que consistía un Harley Davidson. Era un sandwhich gigante, de cuatro plantas, con lechuga, tomate, huevo frito, bacon, pepinillos, queso, salsas variadas y dos hamburguesas. Aquello debía ser el plato preferido de estos moteros, que llegan hambrientos tras un largo viaje en moto.
-¡Hey! ¿Por qué no jugamos a las palabras encadenadas? -Me atreví a proponerle a este trío cuando salimos del parking del restaurante de carretera. Lo había ascendida de lugar, un bar era un término muy pobre para aquel lugar.
-¡Vale! Empiezo yo. -Leo, en contra de todo pronóstico, se vio dispuesto a aceptar una propuesta mía. Hasta me sorprendí. -A ver... Mmmmm. NO. -Y Leo, a favor de todo pronóstico, me la había vuelto a jugar. -Que empezamos por ahí, y después querrás que continuemos con las típicas canciones de campamento. Que esto no es una excursión del colegio.
-Venga ya, Leo, si te has traído las cartas del tabú. -Liam abrió la guantera del coche, y sacó una baraja de cartas. Del tabú. ¡Qué puntazo! -A mí sí me apetece jugar a esto. Venga, empiezo. -Cogió una carta al azar, se giró un poco hacia el lado para poder mirarnos a los tres, y empezó a hablar. -Mmmm, a ver. Se come. Es amarillo.
-¡Plátano! -Grité entusiasmada, levantando mi espalda del asiento.
-Limón. -Dijo Leo. Al parecer, no tenía problemas en jugar a esta juego. Y yo menos, me gusta mucho. Si hubiese sabido que lo traían, lo hubiera propuesto antes.
-Piña. -Dijo con toda su tranquilidad Aaron a mi lado.
-Aaron. -Liam señaló con su dedo índice a Aaron, que había acertado.
-¿En serio vais a jugar a eso? La idea era jugar en la cabaña con todos. -Leo prostetó, pero no mucho, ya estaba poniéndose a tono.
-Que más da tío. Hay muchas. -Dijo Liam mientras le ofrecía el taco de cartas a Aaron, que elegió una al azar. No se lo pensó mucho, Aaron no es de complicarse, la primera palabra que leyó de las dos que trae la tarjeta, le pareció buena.
-Iglú. -Aaron sólo dijo eso. Me rezagué pensando por qué había dicho sólo una palabra y no una descripción, pero Liam, que ya le tiene pillado el tranquillo a Aaron, lo pilló al vuelo.
-¡Hielo! -Y la cara de Aaron, descubrió que era esa la palabra. Me quedé atónita. Años de amistad que crean conexiones mentales. -¡Bien! Llevo uno. Y me toca. -Sacó una carta, meditó cual coger de las dos opciones, y empezó a hablar. -Cuando tengo una idea...
-Bombilla. -No sabía si la frase de Liam acababa ahí o es que Aaron lo cortó, lo que sé, es que fue un relámpago acertando. -Blanco y negro. -Dijo tras repetir sus pasos de antes, coger la primera palabra que se le venía a la vista.
-Pingüino. -Respondió Liam inmediatamente. Miré a Aaron. Había acertado otra vez.
El juego continuó un largo rato en algo de dos. Liam y Aaron respondiéndose mutuamente. Ipsofactamente. Al principio disfrutaba quedándome embobada pensando el funcionamiento de sus mentes para acertar las palabras a la primera con las miles de posibilidades que tenían las pistas que daban. O sea... A mi me dicen que es amarillo y se come, y no me da por pensar en una piña. Aunque claro, si fuese plátano, no podría haber dicho amarillo. Con lo de la idea me quedé totalmente sin ideas, nunca mejor dicho. Y con blanco y negro... podría haber sido el ying y el yang. Aunque claro, en ese caso, blanco y negro serían palabras tabú, otra vez. Y si me dicen iglú, puedo decir esquimal... Se repetía la historia. O ellos eran unos genios que eran capaces de reprimir sus primeros impulsos obvios porque sabían que esas palabras empleadas no podían tener una relación tan evidente con la palabra a descubrir, porque serían tabú, sino que tenían una relación un poco más lejana. O, llevaban muchos años jugando a esta juego y habían creado su propio código de comunicación. O tenían conexión mental, de esas que tienen las verdaderas amistades. A medida que iba pasando el juego, me iba declinando más por una mezcla de las tres, principalmente de las dos primeras, porque Aaron tenía la misma amistad con Leo, y el pobre no daba una. O es que nunca ha sido un entusiasmado de este juego, o es que la conducción emplea bastante capacidad de concentración en su cerebro. O es que muy difícil crear una conexión mental con Aaron. Aunque realmente me quedaba impresionada con muchas palabras. -Flecha giratoria: brújula. -Alaska y Hawai son las dos últimas: Estrellas. -Tridentito: tenedor. -Buscador del astro: Girasol. -Bicho con jersey: Oveja. -Traje de bosque: militar. Mueve océanos: la Luna. Circunferencia anular: anillo. Blanco para tu blanco: pasta de dientes. -Hijo del árbol: Libro. -Plumas encerradas: almohada. Yo soy mi casa: tortuga.
Cuando llegaron al punto de acertar tras decir sólo una única palabra, pensé que ya no podían vacilarme de ninguna otra manera. Hasta que Liam dijo mirándome... <Roses are red, violets are cool, love is only one, and that one is you.> Y Aaron acertó diciendo azul. O sea... ¿Él le salta con un poema y a él se le ocurre pensar que azul + rojo = violeta? ¿O consistía en averiguar qué palabra había sustituido? En cualquier caso... ¿Cómo le sale la palabra azul y se le ocurre de repente ese poema? No pude seguir haciéndome preguntas porque Aaron empezó a hablar, era su turno. <¿No es cierto ángel de amor que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?> Dijo Aaron en un perfecto español. ¿Liam sabe español? Su respuesta me dejó claro que también sabe de literatura española. <Fox.> El autor del libro donde aparece ese verso es de José Zorilla. No sé que me deja más perpleja, que Aaron lea “fox” (zorro) y se acuerde de un escritor español y encima sepa recitar su frase más conocida, o que Liam sepa que toda ese verso iba por su autor y haya relacionado zorilla con fox, y no con algo que estaba o no ausente en lo que propiamente decía.
-Bueno, bueno, bueno, esto ya es demasiado. -Interrumpí indignada. -Vale que seáis unos fuera de serie en el tabú y los demás se tengan que conformar con veros jugar a vosotros dos solos. Pero ya vacilar recitando poemas... ¿Qué cachondeo es este? ¿Qué es lo próximo? ¿Vais a improvisar un rap sobre la marcha? -Intercambiaba mi mirada entre Liam y Aaron. El primero me miraba divertido. El segundo también. La respuesta vino de labios de Leo.
-No, lo próximo es usar anagramas. Desordenan las letras que forman la palabra y el otro tiene que... -Le corté.
-Sé lo que es un anagrama. -Miré asesinamente a Leo por el espejo retrovisor. Me devolvió un guiño de ojos. Sabe cómo hacerme rabiar...
-Vaya, la verdad es que nunca se nos había ocurrido. -Comenzó a hablar Liam. -Igual y podemos practicarlo un día. ¿Te parece? -Dijo mirando a Aaron. El cuál, asintió solemnemente. Yo no daba crédito. Lo peor, es que lo estaban diciendo en serio, no de coña. Flipo con estos prendas.
-Me rindo. -Me dejé caer derrotada en el asiento.
-¿Pero qué pasa? ¿No te parece mal que acaparemos todo el juego pero sí que recitemos poemas? -Aaron, como siempre, intentaba entender mi forma de pensar. Cosa que incluso a mí me cuesta.
-No es eso. Es que mi capacidad para asombrarme ha llegado a su máximo, y cuando eso ocurre, lo que me asombra tiene que parar. Da igual que sea algo bueno. El exceso de lo que sea siempre tiene esa repercusión en mí. Me colapsa. -Aaron no arqueó una ceja. No movió un músculo de su cara. Se quedó callado, pensativo. Intentando recordar, tal vez, un momento en el que algo parecido me haya ocurrido para así crear una conexión lógica con lo que acabo de decir. Tras unos segundos de infructuosa búsqueda, decidió seguir buscando mientras salía de su plena concentración, relegando la búsqueda a una tarea que ocupase menos espacio en su memoria RAM. Lo sé porque Aaron no deja nunca de tener algo en mente.
-Bah, te sorprendes demasiado deprisa. -Concluyó Leo.
-Eso será. -Dije sin ganas de replicarle.
En las dos próximas horas que nos esperaron, Leo y Liam estuvieron hablando de las posibles noticias que podría darnos Ashley. Surgieron ideas como, un anuncio de matrimonio con alguien que había conocido mientras estaba fuera, un nuevo contrato de trabajo con una famosísima multinacional, que iba a dejar el mundo del modelaje e iba a heredar ya su puesto de trabajo en la compañía familiar, que la habían escogido para ser protagonista en una película... A mí todas me parecían posibles, aunque ellos no estaban muy convencidos. Más de una vez estuvieron de acuerdo en que Ashley no nos convocaría a todos para eso. Pero también lo estuvieron más veces en que la noticia la daría aprovechando que estábamos todos juntos, que era el verdadero motivo de la invitación, pasar tiempo juntos. Yo me decantaba más por lo segundo, y por una noticia sencillita.
En algún momento, todo el pasiaje se volvió montañoso. Si no fuera porque no pasamos ningún control fronterizo o aduana, pensaría que estábamos en Canadá. Lagos, bosques y montañas aparecieron ante mis ojos. Todo cubierto de nieve. Blanca y reluciente, que quemaba la vista con su resplandor. <Ya estamos llegando> dijo una voz que procedía del interior del coche. Estaba demasiado ocupada admirando todo el paisaje como para procesar la información y ver a quién correspondía esa frecuencia de sonido. El sol brillaba en lo alto, ascendiendo lentamente hacia el centro de la cúpula celestial, pronto sería mediodía. El cielo, estaba coloreado con un azul intenso, dibujado con pequeñas nubes blancas que sobrevolaban bajas nuestras cabezas. ¿A qué altura estaríamos? Las nubes estaban demasiado cerca del suelo. Me dio coraje romper el encanto al recordar que si ponía las manos en la ventanilla del coche, Leo saltaría vociferando quejándose, pero se me pasó pronto al caer en la cuenta de que el encanto ya sería irrecuperable si eso hubiese ocurrido.
A partir de aquí, yo quedé absorta, atrapada en la belleza de todo lo que me rodeaba fuera del coche. Escuchaba voces lejanas. Al cabo de un rato, una mano se posó en mi antebrazo. Me giré sobresaltada. Era Aaron. La vuelta a la consciencia me hizo darme cuenta de que sólo quedábamos él y yo en el coche... bueno, su mitad superior, porque estaba de pie afuera pero con medio cuerpo dentro del coche echado hacia mí, apoyado con una mano en el asiento, aguantando su peso, y con la otra, en mi brazo.
-Es precioso. -Le dije sonriendo avergonzada por haberme descubierto embobada. Aunque claro, para él no era un descubrimiento, debía llevar bastante tiempo así. Pero yo no era consciente de que lo estaba.
-Menos mal que no te ha colpasado la belleza. Si no, no sé cómo hubiéramos podido cubrir los cristales. -Y dobló la sonrisa a su mejilla derecha.
-¡No seas malo!
-Jajajaja. Anda, venga, que nos están esperando. -Y sacó el resto de su cuerpo al exterior. Abrí la puerta y salí. Me dirigí hacia el maletero pero Aaron me hizo señas para decirme que la maleta ya estaba afuera esperándome. Escuché el sonido del coche al cerrarse con el mando a distancia. Leo apuntaba con la llave hacia él desde las escaleras del porche de la casa.
Y entonces, vi la casa. Era increíble. Estaba hecha totalmente en bloques de piedra de diferentes tono de gris y marrón, colores oscuros para guardar todo el calor posible en invierno. El tejado estaba hecho con tejas de pizarra. No tenía ni un detalle en madera, evidentemente, con la humedad de la nieve es impensable. No era muy grande, sólo dos plantas y tan ancha como cuatro veces el coche de Leo dispuestos en fila. Pero era una de esas casitas de navidad de ensueño. Me imaginé saliendo de la ducha con el pelo mojado cayendo sobre la gigantesca toalla que te envuelve el pelo, tomándote una calentita taza de chocolate caliente mientras te sientas al calor de la chimenea, acurrucada por el sonido de las brasas. Una ráfaga de gélido viento me devolvió a la realidad. Ashley nos esperaba en la puerta acompañada de O_o. Karem. Claro. Lo había olvidado por completo. Ella también estaba invitada. ¿Pero no iba a pasar esta semana en la montaña con el chico que había conocido? ¿Se habían ido al traste sus planes? ¿O se refería a Leo, que llegaba hoy y no al inicio de la semana? En cualquier caso, ¿había pasado todo este tiempo a solas con Ashley? ¿O no estaban solas? Daba igual. Estaba radiante como la nieve. Nunca la había visto tan feliz. Luego le preguntaría cuando nos quedásemos solas.
-¡Aaron! ¡Valeria! -Ashley ya no podía esperar más y salió corriendo hacia nosotros. Tan dolorosamente bella. Con sus botas de montaña blancas e impecables, sus calcetines calentadores del mismo color que ascendiendo hasta sus rodillas. Unas mayas térmicas negras y un jersey rosa. Y un gorro de lana blanco también. Se lanzó a nuestros brazos y nos abrazó a la vez. Enérgicamente. -¡Venga! ¡Entremos que aquí hace frío! -Se separó y nos miró llena de alegría. Qué encanto de chica. -Os he preparado té y café, y tenéis tarta para elegir entre varios sabores. -Y feli< de la vida, pegó sus manos en frente de su pecho, satisfecha. Hay que reponer fuerzas, que el día empieza fuerte.
-Madre mía, me da a mí que nos vas a cebar en estos días. -Dije animada.
-Esa es la idea. En mi casa nadie puede pasar hambre. -Sonrió orgullosa.
-¡Pero qué dices! ¡Si a ti te convendría ganar unos cuantos kilos! -Karem apareció a mi lado. Saltó literalmente sobre mí para abrazarme. Yo me giré como pude para envolverla también con mis brazos y fundirnos allí en medio. -¡Anda que la que fue a hablar! -Y empezamos a balancearnos de un lado a otro mientras nos apretábamos más y más. Cuando nos separamos, Ashley y Aaron nos miraban entretenidos.
-¡¡Queréis entrar ya!! ¡¡Ashley nos ha prohibido empezar a hasta que no estemos todos!! -Gritó Leo desde el marco de la puerta de entrada. Este hombre...
-¡¡Quejica!! -Grité yo desde los alrededores de su coche. -¡Ya vamos! -Ashley se reía.
-Tú y Bryce sois los únicos capaces de reprocharle con ese estilo. -De repente, la energía se me fue del cuerpo. Lo echaba mucho de menos. Ashley debió notarlo. Intentó arreglarlo inútilmente. -Os convocaré de nuevo a todos después de navidades para que él también pueda estar. -¿Quién le habría dicho el motivo de su ausencia? ¿Leo o Liam? ¿Aaron? ¿El propio Bryce? ¿Y cuál era la versión de los hechos que conocía? -Al ver que nadie decía nada, optó por la mejor idea. -¿Vamos a comer? No es buena idea probar la paciencia de esos dos glotones. -Bromeó con su mejor sonrisa. Karem me miró, yo la miré a ella. Teníamos cosas que explicarnos.
Echamos a andar y Aaron llevaba mi maleta y la suya colgando de cada mano. Había demasiada nieve para llevarlas rodando. Menos mal que me traje mis botas de montaña. Me acerqué a él, le inmovilicé el codo con una mano y con la otra agarré el mango de mi maleta.
-Déjame llevarla. -Lo miré convencida a los ojos. Inamovible.
-Vale. -Me devolvió la mirada, también convencido. Nos quedamos unos segundos observándonos expectantes, sin movernos.
-¿Y cuándo me la vas a dar? -Acabé preguntando.
-Cuando haya subido las escaleras de la casa. -Acabó respondiendo. -¿Has traído guantes? -Bajé la cabeza para mirar mi mano posada sobre la suya.
-Sí.
-Pues sácalos cuando vayamos a salir.
-Vale. -Asintió con la cabeza a modo de aprobación. Solté su mano y su brazo y siguió andando. ¿Se había puesto así al salir Bryce en la conversación? ¿O al recordar por qué se hizo el daño en el pie? Alguien me tocó el hombro mientras miraba embobada a Aaron yendo hacia la casa. Era Karem.
-¿Vamos? -Dijo la dulce voz de Karem.
-Vamos.
-Dijo mi carrasposa voz.
Entramos
en la casa, era aún más acogedora de la impresión que daba vista
desde fuera. Las paredes también eran de piedra, había cuadros con
motivos forestales, alfombras cubriendo casi todo el suelo en colores
cálidos y muebles con tonos caoba. Me encantaba el diseño rústico
de la casa. Era tan hogareña y calentita. El agradable sonido de las
brasas en la chimenea inundaba todo el ambiente. Nos esperaba una
bandeja con humeantes tazas de café y chocolate caliente con una
caja abierta de repostería fina recién comprada de alguna
pastelería.
-Por
favor, no os cortéis. Tenemos provisiones para sufrir tres huracanes
seguidos. -Ashley fue hasta unos mullidos asientos que estaban
preparados para acoger nuestras posaderas.
Karem
y yo nos sentamos juntas en unos sillones del color del vino tinto
mirado a trasluz. Yo cogí un capuchino con espumosa nata y dulces
nubecitas, y Karem un chocolate caliente. Ashley se sentó en el
centro de un sofá de tres, custodiada a cada lado por Leo y Liam.
Aaron se colocó en frente de mí.
-Bueno,
¿y qué tienes en mente para hoy? -Preguntó Leo mientras se
recostaba de nuevo en el sofá después de haberse incorporado a
coger tres galletitas.
-Pues
había pensado en el paintball y los baños termales con sauna. Pues
son las únicas cosas que se pueden hacer aquí en el pueblo. Y
claro, pues ya el sábado y domingo, como subiremos a las pistas para
esquiar, o hacer snow, -dijo mirando a Leo, que seguramente en un
pasado, la corrigió al omitir snowboard, -pues ya está todo
preparado para las motos de nieve y los trineos con los perros. ¡Nos
tienen preparado una comida estupenda!
-¿Los
perros? -Preguntó como de la nada Aaron. O tal vez es que yo estaba
demasiado ausente intentando asimilar todas esas cosas que yo llevaba
años queriendo hacer, y que iba a hacer en sólo tres días.
-Los
perros no, bobo, los guías que nos acompañan. -Ashley alargó el
brazo hasta la rodilla de Aaron y le dio un golpecito amistoso, Aaron
sacó sacó la lengua divertido. Su demostración de confidencia me
sacó de la ausencia. Vale, ya está todo asimilado.
-Pero…
Yo no sabía nada… Quiero decir, ni aunque lo hubiera sabido, tengo
esquís o tabla de snow… -Me levanté del asiento, preocupada.
-No
te preocupes Valeria, contábamos con ello. Tengo equipación aquí
para ti y para todo el pueblo. -Karem me cogió una mano y tiró con
cuidado de mí hacia abajo, indicándome que volviera a sentarme y me
tranquilizara.
-¿Para
todo el pueblo? -Pregunté desconcertada.
-Sí,
bueno, te puede parecer algo excesivo, incluso arrogante, si no sabes
que en el pueblo sólo viven dos familias. El resto, son casas de
vacaciones de invierno. -Liam, como un caballero, me lo explicó
antes de darle un sorbo a la taza que sostenía en sus manos.
-No
intentes con la inútil pregunta del pueblo esquivar el hecho de que
ya no te puedes librar de esquiar. -Leo, tan encantador como siempre,
me lanzó una mirada victoriosa, dándome a entender que a él no se
le escapa nada. Maldito…
-Oh,
¿es que no sabes esquiar? -Ashely apareció preocupada. Como si sus
planes pudieran ser todos incómodos para mí y haya hecho mal en
elegirlos.
-Eh…
Esto… No. Mi mayor experiencia arriesgada con la nieve ha sido
subir una colina nevada y deslizarme cuesta abajo con un trineo.
-Confesé avergonzada. Escondí mi cara entre mi pelo, y me encogí
un poco más en el sillón.
-Pero
eso no es ningún problema. Yo me comprometo a hacerte perder el
miedo, a aprender, te lo encargo a ti. -Levanté la cara. Aaron me
miraba convencido. Inamovible. Todos giraron la cabeza hacia él para
mirarlo asombrados. ¿Qué? ¿Era la primera vez que lo veían
demostrando interés por una persona que no era Ashley o él mismo?
-Pero
eso te quitará tiempo para ti. -Respondí tímidamente.
-Y
eso es algo que tu ética y tu moral no pueden permitir. -Me miró
desafiante, dispuesto a destruir cualquier argumento que pudiera
erguir en su contra. Yo me limitaba a sostenerle la mirada, aunque no
hubiese nada con lo que defender mi posición, todavía me quedaba el
resistir su contacto visual y no apartar la vista. -Pues dile a tu
ética y tu moral que con su postura, me están privando de algo que
quiero hacer. -Concluyó obstinado. Disimulado una sonrisa.
Ashley,
Leo y Liam estaban anonadados. Todos menos Karem, que veía por
primera vez en vivo y en directo los tipos de cosas que yo le contaba
de Aaron, pero a ella le parecía lo más normal del mundo. Y yo no
estaba sorprendida por que quisiera ayudarme, sino de que me lo
ofreciera públicamente. Donde todos pudiesen enterarse. En otra
situación, Aaron se hubiera callado mientras lo dejaba estar, y al
día siguiente en la montaña se hubiera acercado para ayudarme.
-No
puedo negarme entonces. -Concluí. Y para intentar suavizar el
silencio que reinaba en la sala, Leo salvó la situación.
-Tú
lo que quieres ver es cómo se mete el castañazo de su vida. -Dijo
con si tal cosa tras darle un largo sorbo al té.
-¡Calla
tú! Con lo altruista que le había quedado. -Liam salió a su
encuentro.
-Bueno,
en ese caso está todo solucionado. Valeria, sabes que estoy aquí
para todo lo que necesites. -Ashley habló dirigiéndose a mí.
Contenta por cómo habían quedado resueltas las cosas.
¿Qué
estaría pensando al ver por sus propios ojos que Aaron ya no se
preocupaba sólo por ella? ¿Y qué pensarían Leo y Liam al ver que
Aaron ya no era el chico callado e introvertido que solía ser las
veces que me encontraba con el G3? Supongo que al igual que yo al ver
que ya no era así de cálido cuando está a sola conmigo, sino que
también cuando están todas las personas que son capaces de leer un
poco a través de su coraza.
Terminamos
de tomarnos las bebidas calientes y los pastelitos. Yo me limité a
alimentarme a base de galletitas de mantequilla, los pasteles de
repostería fina eran demasiado exquisitos para mi rudo paladar.
Fuimos todos a los coches. Karem y Ashley al todoterreno de esta
última. Y los demás, en el que habíamos venido. Al parecer,
también tenían resuelto mi equipamiento y el de Ashley para jugar a
paintball… y para esquiar, montar en trineo de perros, motos de
nieve, sauna… Todo eso tenía que costar un dineral, y yo iba de
gratis. ¿Pero qué pensaba que iba a hacer en una casa de invierno
con unos multimillonarios? ¿Cosas que no costasen mucho dinero? ¿O
al menos que una persona de clase media se pudiera permitir? Me
estresaba pensar en todo eso… Que sé que lo hacen por disfrutar de
mi compañía y con su buena fe y buen corazón y todas esas buenas
intenciones. Pero los de mi clase económica no pueden parar de
pensar en el dinero. Me acordé de Bryce y de las palabras que me
dijo una vez. <Piensas tú más en el dinero que yo>. Supongo
que cuando se tiene algo en obscena abundancia, dejas de preocuparte
por él. Pero cuando lo tienes en excesiva escasez, no puedes
evitarlo. Decidí que no iba a darle mayor importancia que la que
ellos le daban, y me dediqué a mirar fascinada por la ventana el
resto del camino, intentando olvidar la presencia de Aaron a mi
derecha. Que me ponía especialmente nerviosa. Cada vez le daba más
razón a los temores de Bryce por perderme por Aaron.
Llegamos
tras veinte minutos en coche a un claro. A partir de ahí, andamos
unos veinte minutos siguiendo un sendero paralelo a un pequeño
riachuelo de aguas cristalinas y seguramente, de un frío cortante.
Era muy estrecho, se podía cruzar de una zancada. El camino no era
muy empinado, pero debido a la altitud y a que iba cargando con un
pesado maletín que llevaba mi propia arma lanzadora de bolas de
pintura prestada por Ashley, se me estaba haciendo muy duro. Tenía
que respirar por la boca y el aire helado me quemaba la garganta.
Intenté seguir elritmo, y a pesar de que no iban muy rápido, pronto
me quedé la última. Y eso que Leo, Liam y Aaron iban cargando con
medianos toneles con la munición… Gracias que Karem caminaba a mi
lado para no dejarme sola. Yo se lo agradecía con la mirada.
Pronunciar palabras emplearía un aire muy preciado que mis células
necesitaban. De vez en cuando escuchaba a lo lejos alguna que otra
queja de Leo hacia mi persona. Y la consiguiente queja de Ashley
hacia la persona de Leo. Liam se reía y Aaron se mantenía en
silencio. El día era estupendo. El sol calentaba, no los huesos,
pero sí al menos las capas más superficiales de la piel. Y no había
una nube en el cielo. Por fin llegamos a lo que parecía nuestro
destino, una zona con muchos pinos. ¿Sería un pinar? Un pino… dos
pinos… tres pinos… sí, debía ser un pinar. Además, de pinos
piñoneros. Veía las piñas colgando en el vacío balanceándose
formando círculos en trayectoria hacia mi cabeza.
-Aquí
es. -Ashley corroboró mis sospechas. Habíamos llegado. No me fijé
hasta entonces que los troncos de los pinos escondían una antigua
fortaleza construida en roca.
Soltamos
los maletines en el suelo. Empezamos a ponernos los monos de
camuflaje. Me sentía una militar con él puesto. No hacía falta
decir que me quedaba grande. Era uno que a Ashley le quedaba pequeño,
pero claro, mi esmirriado cuerpo no se podía comparar al suyo,
esbelto y estilizado. Las bolas de pintura eran azul eléctrico, para
no confundirlas con nada alrededor en caso de impacto. Así nadie
podría hacer trampas. Cuando todos estuvimos listos, Ashley comenzó
a hablar.
-Iremos
cambiando las reglas del juego a medida que empecemos nuevos. Como
Valeria y Karem no han jugado nunca, he pensado que sería mejor
empezar en grupos de tres, cada una en un equipo, para que los dos
estén igualados. Si os parece bien. -Esto último lo pronunció
mirándonos a nosotras dos. Asentimos. -Bien, como el resto somos
profesionales, he metido nuestros nombres en esta bolsita, que cada
una meta la mano y coja un papelito. -Ashley acercó la bolsita a mi
primero. El primer nombre que saqué fue el de Leo, que se acercó a
mí con expresión de sobrado, convencido de que conmigo en el
equipo, tenía la victoria asegurada.
-Ganaría
aunque no pudiera usar los brazos. -Sobrado…
Karem
sacó el nombre de Ashley. Yo el de Aaron y Liam ya fue directamente
con su equipo. Bueno, aunque Aaron estaba conmigo, me sentía más
segura teniendo a Leo al lado. Al menos no estaba a solas con él.
Ashley explicó las normas. Entramos en la fortaleza en ruinas, que
Ashley denominó como un antiguo monasterio que fue destruido por las
llamas. Sólo quedaban algún que otro muro derruido que se mantenía
a duras penas en pie, y un pozo en el centro de lo que antes podría
haber sido el patio principal. Había muchos sitios para esconderse,
pues todavía había escaleras que subían a lo que antes fue la
primera planta, y bajaban a hoyos de tierra, restos enterrados de
algún subsuelo. La misión consistía en coger la banderilla clavada
en los asideros del pozo y llevarla a la base. Como íbamos a hacer
muchos juegos al final de la jornada, se contabilizaron en puntos
individuales, que se contarían igual para cada miembro del equipo.
La persona que tuviese más puntos al acabar el día, recibiría un
masaje de media hora de la que tuviese menos puntos. Lo propuso
Ashley y todos estuvieron de acuerdo. Supuse que ese premio causa más
satisfacción que cualquier otro. Aunque después de oír que cada
vez que nos impactase una bola de pintura deberíamos ir adonde
teníamos todas las cosas, hacer sonar una bocina y después volver
al campo… no sé que me disgustaba más, sí pasarme todo el día
corriendo de un lado para otro o darle un masaje a Leo. Ya me había
hecho a la idea de que sería él el ganador, es demasiado
competitivo como para perder.
Teníamos
cronómetro. 20 minutos para el primer juego. Cada vez que un equipo
llevase la banderilla a su base, se apuntaba 20 puntos. Y después,
cada jugador individualmente, se restaría un punto por cada bola
impactada. Confiaba en el cariño que me tienen Karem y Ashley para
que no me humillasen demasiado. Y es que mi puntería es totalmente
penosa…
Y
así, comenzó el juego. Leo se empeñó en que cada equipo tuviese
nombre. No me pareció mala idea hasta que él los decidió y nadie
le replicó.
-Bah.
¿Y nadie me va a discutir? Así no tiene gracia. Aquí falta el
imbécil de Bryce. Ahora mismo estaríamos picándonos por ver cuál
de los dos le ponía el nombre al equipo perdedor. -Leo, airado, se
dio la vuelta y dijo todo eso yendo hasta nuestra base, que era una
de las habitaciones pequeñas que estaban subiendo unas escaleritas.
Y
es que mi equipo se llamaba piedra, y el de Karem, tijeras. Unos
nombres muy tontos que a nadie le importa y a todos les parecía
bien. Pero comprendía a Leo, yo también lo echaba mucho de menos.
Aaron lo ignoró, como sólo él sabe, y me habló.
-¿Sabes
usar el arma? -Preguntó tranquilamente. Yo tardé un ratito en
reaccionar, seguía pensando en la reacción de Leo.
-Eh,
creo que sí. Sólo hay que apretar aquí. -Y le indiqué el gatillo
con el gesto de apretar el dedo al disparar. Aaron rió para dentro.
-Me
refería a apuntar. -Dijo con esa expresión de <no puedo
reprocharle que no supiera de qué le hablaba, es culpa mía, debería
haber deducido que no lo entendería>.
-Eh,
pues no lo tengo muy claro. -”Pa quengañarno”…
-A
ver, cierra un ojo. -????????
-¿Cuál?
-Pregunté extrañada.
-Si
hubiera querido que cerrases alguno en especial, te lo habría
especificado. -Muy bien…
De
vez en cuando, cuando se pone así, me recuerda a Bryce. Aunque sé
que Aaron lo hace convencido de la lógica de lo que dice, y Bryce
por el placer de ser borde. Lo sé, porque el tono de Aaron fue
totalmente amigable, hasta con una ligera entonación didáctica. Le
hice caso y cerré un ojo. Acto seguido, se colocó detrás de mí
intentando respetar las distancias. Puso sus manos sobre las mías,
que sostenían el arma, y la colocó en posición de mira. Aun con
mis brazos totalmente estirados, los suyos, a pesar de venir desde
más lejos, no estaban estirados por completo. Sé que debería
haberme preguntado por qué me ha dicho que cierre un ojo y no estar
delirando como una adolescente hormonada, pero es que no puedo… Y
sé que debería acostumbrarme a las proporciones de los dos cuerpos
que encierran semejante genética, pero es que no puedo... Ni quiero.
Tras ese momento de lapsus mental, volví a las explicaciones que
Aaron me estaba dando simulando que me había enterado de todo lo que
me había dicho hasta entonces.
-Sostén
firmemente con tu mano izquierda la empuñadura, coloca la mirilla
alineada con tu ojo izquierdo, cierra el derecho, y cuando estés
segura, -dejó de hablar durante un segundo, sólo un segundo, y ya
eché de menos el cálido aire que salía de su boca y me acariciaba
la mejilla, -aprieta el gatillo. -Estas últimas palabras me las dijo
bajito al oído. Se me erizó toda la piel. Se separó, esperó a que
me girase para mirarlo, pues nuevamente me llevó un rato volver a la
realidad, y asentirle para hacerle saber que lo había captado todo.
-Espero que recuerdas hacer esto cuando encuentres al enemigo
corriendo y tu primer impulso sea disparar sin control a ver si
alguna le da. -Giró la cabeza hacia Ashley y dijo en un tono un poco
más alto del que suele hablar, es decir, todavía bajito para mí.
-Ashley, no has explicado lo que pasa por cada cargador que se
recarga.
-¡Oh!
¡Cierto! Se me había olvidado. Gracias Aaron. -Contestó Ashley a
20 metros de distancia. También hablando a un tono prudente. Con
esta gente tan elegante, me siento vulgar… -Se tiene que beber de
un tirón un vaso entero con el cóctel que preparo. Tantos como
recargas haya hecho. -A veinte metros no podía ver muy definida su
sonrisa, pero la intuí.
Si
pierdo habiendo sido la que más munición ha gastado, todos se
meterían conmigo. No puedo demostrar lo sumamente torpe que soy.
Tengo que hacer racionamiento de munición o me tocará aguantar las
bromas de Leo y Liam más de lo normal. Bueno, al menos tenía al que
yo pronostico como vencedor en mi equipo. Espero que nos haga ganar
muchos puntos para ver si tengo alguna oportunidad de no quedar la
última. Corrí hacia la base, donde ya me esperaban Leo y Aaron.
-¿Duele
mucho un impacto? -Pregunté escasos segundos antes de que el juego
comenzase.
-Sí.
Y no disminuye aun habiendo recibido muchos. Esta noche vas a estar
como un dálmata. Ya te veré hoy en los baños. Jajajaja. -Leo, tan
delicado como siempre. Y Aaron, tan silencioso como siempre.
Ashley,
tras encender el cronómetro, pulsó la sirena del megáfono. Era el
grito de salida. En ese momento empecé a sentirme como un conejo en
el momento y el lugar no indicado, tras ser inaugurada la temporada
de caza. Yo me mantenía sentada en el frío, duro y húmedo suelo de
piedra de nuestra base, sin poder pensar algo productivo por el que
empezar a intentar convencerme de que tuviera que llevarlo a cabo,
mientras agarraba con fuerza el arma y miraba a Aaron y Leo actúar.
Pero eso duró muy poco tiempo. Pues pronto salieron sigilosamente de
mi campo de visión, si tan siquiera darme cuenta yo, y eso que
ocupaban mi mismo espacio… Son buenos, son realmente buenos. Y yo
soy patética… Lo primero que se me ocurrió entonces fue seguirlos
con la mirada e intentar aprender algo de ellos, por ejemplo, la
forma de moverse. Contraje el primer músculo en mucho tiempo, y
decidí observar a Leo, que había salido por el pasillo de la
derecha, Aaron se había ido por la izquierda, y no quería pensar
que usaba la excusa de querer aprender de él, para tener un motivo
para observarlo.
Leo
ya bajaba las escaleras. Invisible como un bichopalo rodeado de
palos. El pozo con la bandera se encontraba en el centro del patio.
Había otras obstáculos por alrededor que podrían servir como
escondite, unas trincheras excavadas y unos muros levantados, pero
eso dependía de dónde se situaba el francotirador. Pues desde
nuestra base, ellos eran fácilmente alcanzables por un disparo, pero
desde la base del otro equipo, no. Pensé, pues, que sería más
productivo si me dedicaba a disparar a francotiradores del otro
equipo, que intentar coger yo misma la banderilla, pues ahí sufriría
una masacre. ¿Dónde se esconderían para no ser vistos y
dispararnos desde la invisibilidad? Eché un vistazo rápido a los
muros que se levantaban alrededor del patio, me inquietaba mucho
tener la cabeza al descubierto, aunque habría que ser muy
descabellado y muy patán para disparar a alguien en la cabeza, sólo
está permitido donde el mono cubre. Pero esta gente tiene los
sentidos muy aguzados, capaz que ven una masa apareciendo en su campo
de visión, y PUM! antes de pararse a mirar qué es. Mi vistazo
express me permitió crearme un mapa express de la zona. El patio
tiene forma rectangular, la base del enemigo está en el rincón
opuesto, a unos 120 metros en diagonal. El sol lo tengo a mi espalda,
por lo que a ellos les da totalmente de frente, eso les hace perder
visibilidad, es un buen punto que puedo usar a nuestro favor. Los
pasillos que conectan las esquinas del rectángulo están derruidos
en algunos puntos. No se puede ir directamente de una base a otra,
hay que bajar al patio y subir de nuevo, donde el pasillo se vuelve a
ser caminable. Así hay varios puntos. En uno de ellos, el corredor
está totalmente aislado, quebrado por un extremo y por el otro. No
tiene ningún sentido subirse ahí si no es para… disparar.
Volví
a echar un ligero vistazo, necesitaba más información. Cuando asomé
la cabeza, vi a Leo y Aaron escondido el primero en una trinchera y
el segundo tras un muro del patio, comunicándose unos a otro qué
era lo que veían. Eso me distrajo de mi misión, ver cómo podía
acceder a ese alto, pues ya no servía de pasillo, no conectaba nada,
y como tal, no se merecía ese nombre. Las paredes piedra que lo
cubrían estaban parcialmente en ruinas. Sólo quedaban dos muros en
forma triangular, separados un par de metros. Parecían dos montañas.
Me aseguré de que no había ninguna otra estructura con esas
características a lo largo de todo el perímetro del patio, y me
puse en acción. Era la primera idea inteligente que tenía y ya sí
podía convencerme a mí misma de que me pusiera en marcha para
realizarla. Miré una vez más al patio. Leo se estaba moviendo ahora
por la trinchera en dirección norte, como yendo a la otra base
enemiga. No sé adónde querrá llegar, la trinchera era en realidad
unos canales de agua que drenaban lo que antes fue un estanque amplio
que surgía de un chorro del muro que ahora era mi objetivo. Aquello
me recordó a las fuentes árabes. Una piscina rectangular con peces
y nenúfares y saltos de agua, conectada a otras más por medio de
canales. Sólo que estos eran muy profundos, y no eran de losa. Eran
excavaciones en la arena. Busqué a Aaron con la mirada, ya no lo
veía. ¿Dónde habría ido? Volví a mirar a Leo. También había
desaparecido. ¿Dónde se había escondido? ¿En algún giro del
canal fuera de mi campo de visión pero dentro del del enemigo?
Con
las piernas temblándome, me dispuse a andar por el pasillo oeste,
dirección al norte. Había momentos en los que los muros me cubrían,
y otras en los que estaba totalmente expuesta. Esos saltos los hacía
corriendo. Y el resto, intentaba caminar despacio, aguzando el oído
por si oía movimiento. Desde donde estaba, podía ver el final del
destruido pasillo a lo largo de sus 100 metros, ya llevaba recorrido
unos 20. En 30 llegaría a mi destino, que podía ver ya desde aquí.
Tendría que bajar por los bloques de piedra, que usaría como
peldaños, y volver a escalar hacia arriba. Estaba totalmente
descubierta en aquel lugar, cualquiera que se pusiera en cualquier
punto del pasillo, la paintball gun (como aquí la llaman) sería
capaz de lanzar la carga desde los 60 metros que me separan del punto
más lejano. Pero confiaba en que los muros fueran tan anchos como en
el resto del monasterio, y pudiera esconderme en su grosor. Llegué
al borde del camino, no se podía saltar de un lado a otro, ambos
bordes estaban como a dos metros de distancia. Sólo podía hacer lo
que ya tenía planeado hacer, bajar y luego subir.
Me
senté en el borde, puse mi pie sobre el primer bloque de piedra y
apreté, necesitaba saber que era firme y podía aguantar mi peso. Me
esperaba un descenso de unos tres metros y no quería hacerme daño.
Puse mi otro pie en otro peldaño y entonces lo escuché. Deseé
durante el escaso tiempo que tuve desde que lo oí hasta que sentí
el impacto, que no fuera para mí, pero ya vi que fue en vano. Sí,
dolía tanto como me habían advertido. Una bola de pintura me había
alcanzado a escasos centímetros de la espinilla. ¡Joder! Tenía un
plan magnífico y ya era la primera en ser dada! Me mosqueé. Me
dolía mucho la pierna. Se me quedó el músculo engarrotado y tuve
que agitarla un par de veces en el aire. Terminé de bajar por el
muro, ya sin ningún intento por disimular mi presencia. Aunque me lo
pensé mejor. Los otros componentes del equipo no sabrían si me
habían dado a mí o no, si me veían podrían dispararme por segunda
vez. Pero estaba demasiado ansiosa por ir a tocar la dichosa bocina y
volver rápido al campo de batalla, le había cogido gustillo a esta
tensión. Así que bajé rápidamente los siete peldaños más que
usé para descender, y salí corriendo con las manos en alto, que era
la señal que habíamos acordado para decirle a los otros que no nos
disparasen, que ya nos habían dado.
¡¡¡IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIH!!!
El chirriante y agudo pitido de aquel chisme me perforó el tímpano,
tenía que pensar en otra forma de hacerlo sonar, pues estaba segura
de que tendría que volver en repetidas ocasiones. Se escucharon unos
cuantos disparos más. No llegué a contarlos. Cuando regresé al
campo, mi equipo ya había llevado la banderilla a la base, habíamos
ganado y se escuchó otro bocinazo desde afuera. Leo sostenía
victorioso la banderilla. Se escucharon dos bocinazos más. Me
acerqué con cara de signo de interrogación.
-Gracias
a que te dispararon, Aaron vio de dónde procedía el disparo y
encontró la posición de Ashley y fue a buscarla. Salió corriendo a
la vista de todos, y cuando salieron de su escondite para
dispararle... ¡bam! ¡bam! Muertos. Los maté. Luego salí
tranquilamente a por la banderilla. -Leo me contó en voz baja
orgulloso la jugada cuando volví a la base.
-¿Y
Aaron? -Pregunté ya por curiosidad.
-Por
ahí, escondido. -¿Y este hombre cómo se atrevió a salir sabiendo
que estos dos podían dispararlo en cualquier momento? ¿Exceso de
confianza? -Toma, ve tu a llevarla, puede ser tu única oportunidad
para tocarla. -Lo miré malhumorada. -Mi posición es más valiosa de
proteger. Si ganamos otra vez, ya no serás la última en la
clasificación. Por ahora. -Me guiñó un ojo.
Me
repateaba lo que me decía, pero tenía razón. Tenía que pensar en
el equipo, no podía ser egoísta. Cogí la banderilla, la miré con
anhelo, apreté mis dedos para sentirla con más intensidad y salí
corriendo. La coloqué en el pozo y le hice un nudo bien fuerte,
tenía que empezar a sacar fuerzas. Sólo cinco segundos desde que
saliese corriendo hasta que el juego empezase de nuevo. Huí lo más
rápido que pude con las zancadas más largas que conseguí dar,
cuando todavía no tenía ni siquiera pensado dónde meterme. Cuando
escuché el primer disparo, salté al canal de agua al que me había
dirigido sin haber decidido querer ir a él. ¿Pero ya estaban en sus
puestos el equipo contrario? El impacto de la bola de pintura en el
lugar en el que había estado hace un segundo constituyó la
respuesta a mi pregunta. Estaba tan alerta, que ni noté cómo mis
tobillos se resintieron por la caída.
Bueno,
¿y ahora qué hago? Si me muevo, puedo aparecer en el campo de
visión de alguno de ellos, pero tampoco puedo quedarme quieta... Y
quien sea que me haya disparado, sabe que estoy aquí escondida.
Tengo que arriesgarme. Tal vez no me vea moverme por el canal y pueda
salir por un sitio que no se espera, eso me dará unos segundos de
ventaja para salir corriendo y que no me alcancen las balas. Pensé
en una ruta. Podía llegar hasta el muro arruinado en el que antes
intenté esconderme, subir por los bloques de piedra hasta el
corredor, y llegar hasta la base enemiga escondida tras la pared. No
iba a coger yo misma la bandera y llevarla hasta nuestra base, pero
sí dar a alguno. Ya sabrían Aaron y Leo cómo aprovechar esa
situación. Y así, agachada, empecé a caminar sigilosamente hasta
el punto que decidí que era apropiado no seguír andando lentamente.
Iba a salir a lo que antes fue el estanque, ahí estaría expuesta a
todo el que quisiera acertarme. Me armé de valor, me llené los
pulmones de aire y eché a correr hasta el escollo en el muro.
Si
hubiera sido un X-men, hubiera notado el corte en el aire que
producían las bolas de tinta al pasar, y las vibraciones del suelo
tras su aplastante impacto. Me escondí tras el borde del muro, lo
más que pude amoldar mi cuerpo a los sobresalientes que tenía.
Aguardé. No se volvió a escuchar un disparo más. No podía verme.
Desde la mitad del campo que pertenecía al enemigo, no podían
alcanzarme. Por muy buena puntería que tengan, no pueden atravesar
muros de piedra con las balas. Empecé a subir a toda velocidad.
Algunos bloques se movieron al depositar mi peso sobre ellos, pero no
dudaba más de una décima de segundo, y seguía con mi ascenso.
Cuando puse por fin la rodilla en el suelo del corredor, vi que Aaron
me observaba escondido detrás de una pared de la primera planta,
debajo de nuestra base. En un ángulo en que sólo yo podía verlo,
bueno, yo o cualquiera que se colocase con un ángulo de visión
similar. Me levantó el pulgar, ¿qué quería decirme con eso? ¿que
lo había echo bien? También levantó la comisura de los labios,
¿qué quería decirme con... ah no, era una sonrisa. Ya veo
mensajes encriptados donde no los hay. Le devolví la sonrisa y me
esforcé por volver a concentrarme y sumergirme en el instinto de
supervivencia.
Cuando
ya estaba de pie para echar a andar hacia la base enemiga, me giré
una última vez, pero Aaron ya no estaba. Al menos, no dentro de mi
campo de visión. Con fuerzas renovadas, empuñé el arma y la apunté
hacia el frente mientras me desplazaba. Nadie me aseguraba que un
contrincante pudiera aparecer frente a mí en cualquier momento
tomando el mismo camino que yo. Cuando llegué a la esquina, me pegué
a la pared, estaba casi segura de que en ese nuevo camino me
encontraría con alguien, y no precisamente de mi equipo. Volví a
tomar aire, y sin pensar, me expuse en mitad del camino apuntando
hacia adelante. Antes de que quedase totalmente estabilizada por el
repentino giro, ya había visualizado una figura y le había
disparado. Antes de que supiera a quien pertenecía, ya sabía que le
había dado. Era Karem. Una mancha amarilla cubría su hombro
derecho.
Me
encogí de hombros con expresión de disculpa y frunció el ceño y
adelantó el labio inferior a modo de penita. Se encogió de hombros
en señal de que no pasaba nada y echó a correr. En cuanto la
viesen, podrían averiguar mi posición los que supiesen donde ella
se encontraba. Eché a correr hacia su base mientras escuchaba otra
serie de disparos en el patio. No podía ver a través de la pared de
piedra. Aceleré el paso y llegué a la base justo cuando vi a Liam a
dos metros de ella portando la bandera. Apreté el gatillo. Tocado.
Le di en todo el hígado. Él no perdió el tiempo en mirarse el
lugar del impacto, me dedicó medio segundo una expresión menos
amistosa que la de Karem; frunciendo el ceño y apretando los labios,
tiró la bandera al suelo y salió disparado. Sin dudarlo en exceso,
me agaché a recogerla, dibujé un camino mental por el que llegar a
la base y me puse en marcha. No tenía que ponerme demasiado
nerviosa, no sabían que yo tenía la bandera, en teoría no debían
buscarme con más ahínco del que ya lo hacían. Pero los que
presenciaron cómo Liam cogía la bandera, estaba a punto de llegar a
la base y de repente aparecía corriendo con los brazos en alto,
debían estar seguros de que alguien del otro equipo la tenía.
Tomar
el camino que había tomado Liam era demasiado arriesgado. Y el que
había tomado yo no era una opción mejor. Me decanté por bajar las
escaleras del torréon en el que estaba la base, y moverme desde el
primer piso. Cuando alcancé la planta baja se escuchó el primer
bocinazo, debía ser el de Karem. Eché a correr por el pasillo con
la máxima velocidad que podía alcanzar mi menudo cuerpo. Se escuchó
el siguiente bocinazo cuando iba por la mitad. Debía se Liam. Sólo
tenía que girar una vez a la derecha y ascender por las otras
escaleras de caracol de nuestro torreón para llegar a nuestra base
en el primer piso. Y habríamos ganado el juego gracias a mí. Pero
tenía que ir con precaución. No podía ir corriendo y formando
tanto escándalo o me descubrirían. Empecé a andar muy velozmente y
haciendo mucho menos ruido, volviéndome mas insonora, más
imperceptible. De repente me paré en seco, iba a cruzar por una
hendidura en la pared, ahí podría estar esperando alguien para
hacerme una emboscada y aparece cuando esté a dos metros para
dispararme. Pero tenía que pasar, no iba a tomar ahora otro camino.
Retomé la marcha con la paintball gun lista para disparar.
Llegué sin apariciones sorpresas al borde del abierto, lo único que
me quedaba era pasar de una zancada ese espacio visible al enemigo. Y
así lo hice. Canalicé toda mi fuerza a mis piernas, cogí impulso y
pasé la puerta.
Dos
segundos me bastaron para constatar que conseguí pasar sin que me
disparasen. Pero no descartaba que me hubiesen visto, ahora tenía
que darme prisa. Justo cuando iba a poner pies en polvorosa, sentí
la presencia de alguien pasando por la puerta detrás de mí,
acompañada de una banda sonora de disparos que lo persiguieron. Iba
a dispararme y a mi no me daría tiempo de esquivarlo. No sé por qué
decidí girarme hacia quien acababa de entrar en ve de tirarme al
suelo de espaldas para así poder dispararle mientras caí. Tal vez
porque me daba más miedo hacerme daño por tirarme a las piedras que
el disparo que iba a recibir. Aunque el disparo me dejaría un
moratón que me dolería durante días y el suelo no me haría nada
más de lo que pasa en una caída normal, pero no me salía eso de
autoinfligirme dolor. En ese segundo que podría haber usado el otro
para disparame, me dio tiempo a mí de percatarme de su presencia y
empezar a girar. Otro segundo me llevó terminar de girar y
dispararle. Cuando vi a mi víctima, comprendí por qué no había
usado ese segundo para dispararme, y deduje que le habría sobrado
tiempo para ello, incluso.
Leo
se encogió con un acallado gemido de dolor. Le había dado en la
boca del estómago. Después me miró con ganas de gritarme muchas
cosas que no exteriorizó para que no descubriesen nuestra posición.
<Voy a hacer como que han sido ellos quienes me han dado y no te
descubran. Tú, gana> Me dijo bajito, haciendo un gran esfuerzo
por poder articular las palabras y con mirada asesina incluida. Salió
por donde había entrado con los brazos en alto. Vale. Tenía que
ganar. Me armé de energía y por fin puse los pies en polvorosa. La
había fastidiado. Leo debía saber que tenía la bandera y venía a
ayudarme, no iba a mostrar su posición y exponerse de esa manera
sólo porque quería que fuésemos juntos. Él vigilaría por que
llegase satisfactoriamente la bandera a la base, y yo lo había
disparado y mandado a paseo... Leo me iba a odiar. Sólo me quedaba
esperar que su reprimenda no fuese muy grande.
Llegué
a las escaleras de caracol que me llevarían a la base. Empecé a
subir rápidamente cuando noté presencia arriba. Sonaba como si
alguien acabase de llegar allí, sigilosamente. No me jodas... Que me
van a disparar justo cuando aparezca por la escalera y no me darán
tiempo a terminar de subirla... Hay que joderse... Pero no podía
quedarme esperando a que viniesen a buscarme escalera abajo. Estaba
muy cerca de la victoria, y tenía que ganar por Leo. Empuñé el
arma lista para disparar y silenciosamente empecé a subir, poniendo
toda mi concentración en mi sentido de la visión y audición.
Cuaquier mínimo movimiento o sonido no escaparía a mis
percepciones. Me quedaban cuatro escalones, ya visualizaba parte de
la base pero no veía a nadie. De pronto escuché un disparo a dos
metros de mí. Sonó en la base, pero no iba dirigido hacia mí. Ese
era mi momento, quien estuviera ahí y acabase de disparar no tendría
tiempo de colocarse de nuevo para dispararme a mí. Corrí los tres
escalones que me separaban del final en un segundo, disparé y acerté
en toda la espalda de quien acababa de asomarse al patio para
disparar. Justo sonó el bocinazo de Leo cuando me percaté de que le
había disparado a Aaron.
¿Pero
qué tipo de compañera soy? Había conseguido ganar esta partida a
base de matar a mis dos compañeros de grupo. Aaron se giró
rápidamente para mirarme a la vez que se llevaba una mano a la
espalda, que no tocó el sitio en el que le había dado porque no
llegaba. Vi su cara arrugada por el dolor. Vio la bandera roja
colgando en mi mano.
-Grita
y levántala. -Dijo con ese tono de voz que solemos poner cuando
acabamos de hacernos daño y nos duele.
-¡Bandera
en base! -Fue lo único que se me ocurrió decir. Rápidamente fui
hacia Aaron, que se había sentado en el suelo. -¡Lo siento! ¡Lo
siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! -Hablaba
tan deprisa que no sé cuántas veces pedí disculpas. Me puse de
rodillas delante de él.
-Bien
hecho. -Me dijo con una media sonrisa en la cara. Seguía con la cara
arrugada por el dolor.
-¿Bien
hecho? ¡Pero si te he dado! -Puse mis manos en sus zapatos.
-Me
refería a que hemos ganado gracias a ti. -Dijo con la voz más
normalizada.
-Oh.
Eso... No te creas. También le he dado a Leo por accidente viniendo
para acá.
-Jajajajaja.
-Rió levemente. -Tiene que estar muy cabreado contigo. Jaja. -Se
incorporó un poquito para revolverme el pelo.
-¿Duele
mucho? -Le pregunté angustiada. Seguía viendo su mueca contraída.
-Un
poquito más de lo normal. Me has alcanzado desde bastante cerca.
-Mis ojos se abrieron como platos. No había caído. ¡A los dos les
había dado desde menos de dos metros de distancia! Ahora entendí
que eso era una de las muchas cosas que quiso gritarme Leo cuando lo
alcancé. Oh wait. Menos de dos metros de distancia si calculo desde
donde está mi cabeza, al levantar el brazo para disparar son
menos... Me dio una punzada de dolor el disparo de mi espinilla.
-Lo
siento... -Agaché la cabeza avergonzada. Se escuchó otro bocinazo.
Debía ser quien recibió la bola de pintura de Aaron.
-Eh,
eh, que has ganado. Ánimate. -Me dijo alzando mi cabeza por mi
barbilla. - Vamos, que nos queda otra partida más. -Me sonrió
amablemente y se levantó sin dificultad. Haciendo como que no pasaba
nada. Pero tenía que dolerle. A mí no me engañaba. Cogió la
bandera, su arma, me guiñó un ojo y salió corriendo hasta el pozo
para dejarla. Pude ver la mancha amarilla en su espalda entre donde
se encuentra el omóplato.
En
esta partida, el equipo de Karem, Ashley y Liam arriesgó todo porque
era su última oportunidad para ganar como equipo. Karem, sin el
arma, ligera y rápida como un corzo, salió corriendo dando esbeltas
zancadas hacia el pozo, Leo y Aaron salieron a disparar, Liam le dio
a Leo y Ashley le dio a Aaron. Karem recibió los disparos, su
agilidad, velocidad y delgadez no son problema para estos dos
profesionales. Alguno de los dos, Liam o Ashley tenía que salir
ahora a coger la banderilla, y uno de los dos estaría vigilando.
¿Podría alcanzar a quien saliese antes de que me disparasen? Bajé
desde la base corriendo hacia el pasillo con salida al patio donde
disparé a Leo. Casi a la misma vez que Leo y Aaron salía corriendo
para la bocina. Ashley apareció de una de las aberturas como en la
que yo estaba pero justo en frente, yo salí corriendo hacia
disparando. A la tercera le acerté, y a la primera me acertó Liam,
que salió desde el mismo sitio que ella. Antes no porque el cuerpo
de Ashley me cubría desde su posición, y ella iba sin arma. Escuché
un pitido debía ser Karem. Pensé que Leo iba a permanecer en el
nivel superior, vigilando desde allí con toda la panorámica para
disparar a todo el que viese, pero no, siguió a Ashley cual
guardaespaldas, por si yo le disparaba, él dispararme a mí, coger
la banderilla rápidamente antes de que viniesen Leo y Aaron y ganar.
Sonaron los pitidios de Leo y Aaron y yo salí corriendo hacia la
bocina sin levantar las manos porque de los tres sólo podía
dispararme Liam, y ya sabía que no tenía que darme porque él mismo
me había disparado. Me había dado en el muslo, un sitio que no
contiene órganos vitales o no lo necesito para disparar, un experto
que sabe adónde apuntar, no como yo. Pero era la misma pierna del
disparo en la espinilla.
En el camino me encontré con Leo, Aaron debió tomar otra dirección para volver al monasterio. Aunque estaba yéndome del lugar, me dio tiempo de verlo todo por lo rápido que ocurrieron los acontecimientos. Leo disparó a Liam cuando él corría de espaldas hacia el pasillo de donde salió en el nivel inferior. Leo corrió hacia la banderilla, y de nada, apreció Karem y su arma, que acertaron en la espalda de Leo. Me quedé en esta parte de los acontecimientos porque ya salí del monasterio y no pude ver más. Cogí la bocina con la mano izquierda, extendí el brazo lo máximo que pude, giré mi cabeza hacia el lado contrario y me tapé con el brazo derecho la oreja izquierda ¡¡¡IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIH!!! El chirriante y agudo pitido de aquel chisme me perforó los tímpanos por segunda vez. Aunque esta vez un poquito menos que la anterior, no sé bien si por que me había alejado el chisme del cuerpo y había cubierto un poco mis oídos, o porque ya la sordera que me había dejado el primer pitido me había hecho escuchar el segundo más bajito. Tenía que pensar en otra forma de hacerlo sonar, pero ahora no, Ashley estaba viniendo hacia mí para tocar la bocina. Ella había recibido el disparo antes que yo, pero desde donde me dieron, yo estaba más cerca de la bocina.
Littleby little - Oasis
Salí corriendo para el monasterio y me crucé a Liam yendo hacia el destructor de tímpanos. Nos miramos de refilón. Leo estaba a cinco metros de él corriendo también en la misma dirección. Nos miramos de refilón. ¿Que estaría pasando en estos momentos? Aceleré. Fui directa a su base para ver si había alguna manera de poder evitarlo, aunque claro, en este tiempo a Karem le habría dado tiempo de ir a la base y volver tres veces. Aunque por intentarlo que no quede. Enfilé la escalera de caracol que lleva a lo que hubiera otra base si no fuera porque dispusimos las bases en los otros vértices opuestos, y tomé el mismo camino en L que hice en la partida anterior para traer la banderilla a mi base pero por el nivel superior y en sentido a la base enemiga, claro. Sabía que si no me agachaba me exponía a todo el mundo, pues el nivel superior es un balcón de recorre todo el monasterio, pero quería tener visibilidad y saber qué ocurría, no contaba con esperanzas de ganar esta partida como para resguardarme tanto. Cual fue mi sorpresa entonces cuando me encontré a Aaron corriendo hacia donde yo estaba con la banderilla en la mano. Me quedé alucinada. Había conseguido llegar a la base enemiga antes que Karem, le había disparado, había cogido su banderilla y ahora corría hacia nuestra base. Me paré en seco, ¿que hacía? ¿Lo seguía por detrás y me aseguraba de que nadie lo disparase? Entonces Aaron decidió por mí. Sin parar de correr, con la mano de la banderilla, porque en la otra llevaba la paint gun, agarró mi mano. Como estoy atontada y soy lenta procesando las cosas que importan, no fue hasta que noté el tirón de mi cuerpo cuando reaccioné y me puse a correr junto a él.
La escena era de película. Él y yo corriendo cogidos de las manos sosteniendo la banderilla entre nuestros dedos entrelazados. O al menos a mí me pareció de película. Aunque claro, a mi este día y este lugar y esta situación me había estado pareciendo de película desde que llegué. Igual este era un momento muy corriente dentro del juego que a mí me volvía a parecer exagerado porque todo me parece realmente espectacular. Pero no, ya puedo estar agarrada de la mano de Aaron esperando al metro en la estación más gris de Nueva York, que a mí me parecerá de película. Sentía su piel contra mi piel. La piel de mano apretándome firmemente la mía, lo suficiente para que no me suelte por accidente pero lo justo para no hacerme daño. Sentía su respiración y la mía al correr. Corriendo juntos como dos escolares en la hora del recreo jugando a un juego de parejas en la que se habían elegido el uno al otro para participar. Y sentía que Aaron quería hacer esto conmigo. Quería que los dos saboréasomos la victoria juntos y recordásemos este día, y recordásemos que esta partida fue de los dos.
Llegamos a la base. Alzó su brazo, y con ello, la banderilla y mi brazo.
-Hemos ganado. -Dijo mirándome a mí. Diciéndomelo a mí. A nadie más. Esto era algo nuestro. Algo de los dos. Y de nadie más.
No estaba viviendo una película, estaba viviendo la vida, con sus altos y sus bajos. Pero para mí, en ese momento él y yo éramos los protagonistas los protagonistas de mi vida, y estábamos en lo alto. En lo alto de un monasterio en la montaña jugando a paintball.
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