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Refranero

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Capítulo 31: Estampida de elefantes

Capítulo 31: Estampida de elefantes
Leo y Liam se quedaron un rato más. Siguieron metiéndose conmigo y yo mandándolos lejos. Vi cómo a Alan había empezado a caerles bien estos chicos. Incluso él se les unió en sus gracias. Si es que Dios los cría y ellos se juntan.

-Bueno, chica guerrera. –Dijo Liam. –Este y yo nos vamos yendo. Que hemos quedado con unas chicas para jugar a cierto juego donde hay que moverse con cuidado, estar pendiente de los demás, vigilar las espaldas, estar preparado para atacar y si te dan te dolerá mucho.
-Liam… Creo que somos bastantes mayorcitos aquí como para que digas esas cosas en clave…
-¿Qué cosas? –Respondió con cara de interesante.
-Pues eso, quedar con chicas para hacer…eso… -Me negaba a decirlo, es lo que él esperaba. –No lo voy a decir, ¡eso es lo que quieres que haga!
-¿Decir paintball? –Leo fue el que respondió, también quería intervenir en la broma… Los dos vieron mi cara de O_o y volvieron los tres a reírse a mi costa. En cierto punto era gracioso, pero ya se estaba volviendo pesado…
-Pues lo dicho, ya te veremos por la Uni. Y ten cuidado con Bryce, hasta que no se desquita a lo grande, no vuelve a ser él, y todavía no ha habido que lamentar grandes pérdidas. –Ahora Leo se puso serio. Y cuando se ponía así, debía ser grave de verdad. -A parte de venir a ver cómo estabas, veníamos también a avisarte de eso, ni siquiera nosotros dos podemos pararlo cuando se pone así. Sería como intentar parar una estampida de elefantes.

Los despedí a los dos en la puerta y se fueron.

-Valeria, no temas por lo que te han dicho de Bryce…-Empezó a hablar Alan cuando volví al dormitorio. Y lo corté antes de que siguiera.
-Alan, me encanta pasar tiempo contigo, pero creo que es hora de que deje de esconderme en los descansos. Si Bryce ha perdido la razón, tendrá que volverle en algún momento, y no quiero sentirme una cobarde. Es mi decisión. –Le dije muy seria, como auto convenciéndome a mí misma.
-Como quieras. Aunque tienes razón. Yo también he estado descuidando a mis amigos estos días. Pero me pasaré algunos a verte. –Y sonrió.
-¡Por supuesto! –y sonreí con él.

Al momento se fue, dijo que tenía que estudiar. Por la noche, vinieron a verme Ashley y Karem. Me encantaba Ashley, la conocía de dos días y ya me había cogido afecto suficiente para preocuparse por mí. Era una persona maravillosa, y Karem también. Las dos se merecían encontrar a otro hombre fantástico en sus vidas, aunque Ashley ya lo tenía.

Las dos llegaron casi al mismo tiempo, con comida que habían comprado para prepararme la cena. Tras una pequeña disputa graciosa y sin malicia, las dos decidieron cocinar para mí. Había que verlas trastabillando en la cocina. Parecían muy compenetradas. Ashley preparaba canapés suculentos y Karem estaba liada con los fogones, luego se cambiaron los roles.

-¿Puedo entrar a ver como vais? –Dije desde el sofá del salón. Estaba viendo la tele porque no me dejaban entrar para verlas o ayudarles.
-¡No! –Gritaron al compás desde la cocina. -¡Es sorpresa! –Volvieron a coincidir. Jajaja, qué graciosas las dos.
-¡Pues acabad pronto porque me muero de hambre! –Y era cierto. Mis tripas sonaban sin parar. Pasaron cinco minutos y hubo respuesta desde la cocina.
-Cierra los ojos Valeria, -dijo Ashley. –No quiero que veas nada hasta que no esté todo puesto sobre la mesa. –Tuve que hacerme caso.
-Ya puedes abrirlos. –Dijo Karem. Miré hacia la mesa y -¡¡TACHÁN!! –Me vi a las dos con los brazos abiertos mostrándome su obra de arte. Había de todo en la mesa, desde delicatesen de Ashley hasta platos comunes de Karem.
-¡Hala! Está genial, se ve todo riquísimo. –Me invitaron a sentarme, me echaron la silla hacia atrás, y cuando ya estaba sentada, hacia delante. Probé un bocado, estaba riquísimo. –Como dicen en mi tierra, ¡esto está de lujo!

Me fascinaba que una chica como Ashley, heredera de la Corporación  Godmes, que siempre habría tenido señoritas a su servicio, haya aprendido a cocinar tan bien, sabiendo que en el futuro también tendría señoritas que lo hicieran por ella. De Karem me esperaba lo estupenda que era, pero había cogido ya una concepción tan negativa de las niñas ricas, que todo lo relacionado con Ashley me parecía increíble. Y me encantaba que ella y Karem hubiesen conectado tan bien de esa forma. Nos pasamos toda la noche riéndonos. Incluso hicimos una fiesta de pijamas y empezamos a hablar de chicos. Ashley contó muchas anécdotas que tuvo de seguidores extremistas que la estuvieron persiguiendo, y Karem de historias amorosas de sus amigas. Yo tenía poco que contar, pero lo que más me sorprendió fue que ellas nunca habían tenido novio. Lo tuve que preguntar varias veces porque no me hacía a la idea. Ashley, la envidia de la diosa de la belleza, y Karem, una belleza latinoamericana de ojos negros y rasgados, cabello largo y ondulado y con un cuerpazo impresionante, ambas el triple de mujeres que yo, y no habían tenido novio nunca. De mí lo comprendía, pero no de ellas.

Pasamos la noche dormidas las tres en mi cama de matrimonio. Hice bien al elegir ese apartamento amueblado con una cama tan grande. Porque lo que le faltaba al piso de espacio, lo tenía la cama. Al día siguiente, nos levantamos las tres, y nos separamos en la puerta principal, cada una tiraba por un sitio distinto. Quedamos en volver a repetirlo algún día no muy lejano. Ese día, decidí ponerme la lentilla de color marrón en el otro ojo. Había dormido con la de color verde, para que Ashley y Karem no se dieran cuenta, y tenía el ojo muy mal. Bryce había hecho bien en comprármela de ese color. Me preguntaba qué le había pasado para ponerse así y no volver a visitarme.

En la Uni me encontré con Shelby.
-¡Valeria! ¿Qué te ha pasado estos días? He estado muy preocupada por ti. –Dijo con cara de preocupación.
-He estado enferma con fiebre, gripe creo que era. Y tienes mi número de teléfono, podrías haberme llamado. –Se lo eché en cara, ya no quería que Shelby siguiera riéndose en mi cara, poniéndose de súper buena amiga y no haciendo nada por mí. Ahora que tenía a Ashley, Karem Alan, Leo, Liam y Aaron como amigos, me había dado cuenta de muchas cosas.
-No me acordaba. –Dijo después de un tiempo en que hizo como que pensaba para acordarse de algo. –Lo siento de todas formas. Me alegro de que estés mejor. –Y se fue. No sé adonde, ni me importaba.

Las clases pasaron si mayor dilación. La normalidad había vuelto a la Uni. ¿Me habría retirado Bryce la tarjeta roja? Parecía ser que sí. En el descanso, me dirigía al estanque, quería pasar mi tiempo con Aaron. Pero cuando iba por el pasillo, vi como una gran multitud de gente corría hacia una misma dirección. < ¡Por aquí! ¡Mirad venid es por aquí! > ¿Qué pasaba ahora? ¿Es que lo raro en este lugar es que no haya problemas? Me abrí paso entre la gente como pude. Y por fin logré ver qué era lo que estaba pasando.

-¡Me has tocado la espalda con tu hombro! –Era Bryce. Estaba acosando a un joven. El chico estaba tirado en el suelo, bocabajo, y Bryce tenía su pierna apoyada sobre su espalda. Estaba echado hacia adelante en una postura desafiante.
-¡Lo siento! ¡No fue intencionadamente! ¡Perdóname! –El chico lloraba. Tal y como me dijeron Aaron, Leo y Liam; Bryce estaba totalmente ido, pude verlo en sus ojos.
-¡ESO NO ME VALE! –Ahora trasladó el pie de su espalda y lo puso sobre su cabeza de un golpe. Ni en sus peores enfados contra mi lo había visto así. Sentí mucho miedo. Ni siquiera yo podía hacer nada por evitarlo. Realmente me sentía miserable, me había unido al grupo de gente que sólo se limitaba a observar como torturaba a los demás. ¿Pero que podía hacer yo contra ese demonio con la fuerza de un tsunami?
-¡BRYCE! –Leo y Liam aparecieron al otro lado de la multitud. Por dios, que pudiesen hacer algo para solucionarlo. -¡Es suficiente, lo vas a matar!
-¿Y qué diferencia habría en este mundo con una lagartija menos? –Ahora la voz suya era calmada y pausada. Daba aún más miedo que cuando gritaba. Con esos ojos que no puedo describir, parecía poseído.
-Está fuera de sí. –Dijo Leo entre murmullos. Pude enterarme. Estaban a mi lado.
-No hay nada que podamos hacer ahora. No creo que ni Valeria pueda pararlo. –Liam estaba siendo realista. Aunque me tranquilizó pensar que alguien pensaba como yo. Que no podría detenerlo. Al menos mi sentimiento de culpabilidad disminuyó.
-¡¿Y tú que coño miras con esa sonrisita, eh?! –Dijo ahora dirigiéndose a un chico que estaba escondido entre la multitud. Lo había visto antes, no se estaba riendo… O Bryce alucinaba, o sólo buscaba excusas para desatar su ira. -¡Porque no me gusta nada! –Y lo cogió por el cuello, lo levantó una cuarta del suelo sin esfuerzo ninguno y lo lanzó escaleras abajo.
-Debemos agradecer a Dios que por ahora se está controlando un poco. –Dijo Liam. ¿Controlándose? ¿En serio? Pues no me gustaría verlo sin control. Nunca pude imaginar que la gravedad del asunto era tal cuando me avisaron antes en mi casa.

Bryce miró un momento hacia donde yo estaba. Sus ojos literalmente me traspasaron con la mirada. Me entró un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Daba auténtico pavor. Y volvió a mirar hacia el frente con la misma expresión ida. Pasó a mi lado disolviendo la multitud a su paso, que se retiraban para dejarlo pasar. Y acabado el espectáculo, fui al sitio donde me dirigía desde primer momento. El único lugar donde encontraba mi paz interior. El estanque. Aunque Aaron no estaba cuando llegué. Me tumbé en la orilla, sobre las piedras blancas pulidas, y me dediqué a mirar las nubes pasar por encima de mi cabeza. Que Aaron no estuviese allí, no quitaba que el lugar perdiera su poder tranquilizador.

Cerré los ojos, estaba empezando a quedarme dormida. Allí era todo tan tranquilo, el sonido del viento, el del agua, las ardillas jugueteando, los pájaros. Me sentí elevarme sobre el suelo. De repente algo me hizo sombra. Una nube habría tapado el sol. Pero me dio por abrir los ojos y vi una cara que me observaba con expresión alegre.

-Aaaaaaah. –Me asusté mucho, no me lo esperaba. Me incorporé de repente y nos chocamos de frente.
-Auch. Bruta. –Dijo poniéndose una mano en la frente.
-Oops. Lo siento. Pero que sepas que la culpa es tuya. ¿Cómo se te ocurre aparecer así? –Aunque el golpe había dolido. No quise ponerme la mano en la cabeza para no darle la razón respecto a lo de bruta. –Lo que pasa es que eres un nenaza. -Ya había empezado a bromear con él. Me encantaba tomarle el pelo como el me lo tomaba a mí.
-¿Así cómo? ¡Si no he dicho nada! ¡Sólo te estaba mirando! –Sólo me estaba mirando. Sonaba demasiado bonito como para llevar una intención sentimental.
-Bah. Sigo pensando que la culpa es tuya. –Me hice la obstinada.
-Como quieras, yo seguiré pensando que eres una bruta. –Dijo mientras se sentaba a mi lado. Cada segundo a su lado, era un precioso regalo del destino.

El resto del tiempo lo pasamos los dos tumbados mirando el cielo y cómo el viento se llevaba las nubes. No necesitábamos decir nada, el momento era perfecto así, no había un silencio incómodo, había un silencio que hablaba por sí mismo. Hablaba de felicidad. El timbre tocó, y los dos continuamos allí, embelesados. No sabía lo que pensaba él, aunque sí sabía lo que pensaba yo. Que el timbre no debió tocar nunca.

-Yo voy a clases. ¿Te vienes? –Dije incorporándome. La obligación me llamaba. Me habían pagado la beca de estudios para ESTUDIAR, evidentemente, y no debía mal aprovecharla, sería egoísta por mi parte.
-No, voy a quedarme un rato más. La clase de hoy es la repetición de la práctica individual del otro día que a los demás no les dio tiempo de realizar. –Dijo mientras continuaba mirando al cielo y con una mano acariciaba a una ardilla.
-Ok. Ya nos vemos otro día. Hasta luego. –Y salí de allí. Con todo mi pesar.

Las tres últimas clases transcurrieron con normalidad. Shelby y yo nos hablábamos como siempre. No se había molestado por mi comentario ni yo con ella. Luego rectifiqué, pensé que a lo mejor había estado muy ocupada y no se había acordado, o realmente había olvidado que tenía mi número. No debía juzgar a la gente tan a la ligera. Le pedí disculpas por lo dura que había sido antes. Y ella me devolvió la sonrisa.

A la salida. Iba yo andando por la calle de camino al trabajo. Fui a mirar la hora en el móvil y me percaté de que no lo tenía. Maldición. ¿Y si lo había perdido? No podía permitirme usar el dinero de mi salario para comprar un móvil nuevo… Tenía que hacer memoria y ver dónde podía estar. No era un grandioso móvil, a ningún rico de la Uni que tiene que tener la última tecnología punta en teléfonos podía interesarle. ¿Y si me lo había dejado en el estanque? Fui a mirar allí. Y efectivamente, no me había equivocado, allí estaba mi móvil. Sólo que no donde lo dejé. Estaban en las manos de Bryce, que estaba sentado en el banco incómodo, y lo que estaba lanzando al aire y cogiéndolo al vuelo.

-Hola. –Me dijo sonriendo. Pero su sonrisa era diabólica. Y sus ojos tenían la misma expresión de antes. Pero quise hablarle con total normalidad.
-Me has asustado, no te esperaba. ¿Qué haces aquí? –Pregunté como quien no quería la cosa. Pero no dijo nada, siguió mirándome de esa forma totalmente salvaje y descontrolada. –Venía a coger mi móvil. ¿Me lo das por favor? –Y no hubo respuesta.

Tanto silencio me daba miedo, ni siquiera podía escuchar el agua del estanque. Seguía mirándome igual que antes, era como si el tiempo se hubiese parado, el momento se me hizo eterno. Se levantó del banco, y empezó a andar hacia mí. Yo empecé a retroceder hasta que di con la espalda en el tronco de un árbol. Maldición. ¿Quién había plantado ese árbol ahí? Ahora estaba acorralada.
-Realmente me has tomado por un tonto. ¿No es cierto? –Dijo mientras alargaba los brazos a cada lado de mi cuerpo, para evitar que me escapase. –Te lo voy a hacer pagar.
-¿De qué hablas? –No sé si se notaba en mi voz que estaba temblando. Era la primera vez en mi vida que temblaba de miedo.
-Te he visto hoy aquí con Aaron. Estás enamorada de él. No lo niegues. –No gritaba, hablaba muy calmado, pero se notaba que estaba intentado controlarse. Aun así, lo temía más a él que a un toro descontrolado.
-No tengo por qué responder a eso. –Dije mirando hacia otro lado. Era la segunda vez que salía este tema. La primera fue en mi casa, y lo hizo en modo de pregunta. Esta era una afirmación. ¿Era eso por lo que estaba así? –Y quita tus manos, me estoy enfadando.
-Has estado jugando conmigo. –Empezó a reírse irónicamente, mirando hacia el suelo para que no viese la expresión de su cara. Este chico era muy peligroso. ¿Vería como se movían mis piernas por el temblor?
-¡Yo no he jugado con nadie! ¡En ningún momento te he dado esperanzas de ningún tipo! ¡Todo te lo has imaginado tú! –Y cierto, nunca le había dicho nada. Tal vez me mal interpretó por aquellas veces que no puse oposición a sus besos. Pero de ahí a quererlo, había una gran distancia. Y sentía mucho herirlo, pero en el corazón no se manda. -¡Y suéltame ya! ¡O gritaré pidiendo ayuda! ¡Puedo gritar muy fuerte!
-Me las vas a pagar. –Estaba fuera de sí. No escuchaba lo que le decía. No entraba en razones. Estaba perdida. – Inténtalo, sabes que nadie en este lugar te ayudaría. Nadie tiene el valor de oponerse a mí en esta universidad. Ni siquiera el decano.
-¡SOCORROOOOOOOOO! –Ni siquiera sabía si vendrían a ayudarme o no. En ese momento, yo tampoco pensaba. Mi medidor de analizar las cosas con calma ahora marcaba cero. Bryce alargó el brazo y le dio un puñetazo al árbol que le hizo una hondonada de varios centímetros de profundidad. Increíble. Aunque mi medidor marcaba cero, lo que acababa de ocurrir era demasiado evidente como para que se le escapase a mi comprensión. Estaba en peligro.
-¿Lo entiendes ahora? –Dijo llevándose el puño a la boca, y chupando la sangre que le salía a borbotones.

Era una completa escena de película de terror. Y lo peor, es que yo era la protagonista que salía mal parada. Pero utilicé el factor sorpresa. Lo empujé hacia atrás, lo aparté y empecé a correr. Iba sin dirección, tantas emociones en mi pequeña cabecita habían colapsado mi capacidad de decidir con inteligencia. Realmente estaba tan nerviosa, que hasta mis pies se liaron y caí al suelo de bruces. Me hice daño en manos y rodillas, que empezaron a sangrar porque caí sobre grava, pero eso no era lo peor. Lo peor era que Bryce ya estaba allí, lo noté por el escalofrío inconsciente que me entró por todo el cuerpo. Porque realmente no había hecho ningún ruido, ni al correr, ni al respirar. Me giré sobre mí misma, aún seguía en el suelo. Y lo vi allí de pie. Mirándome muy seriamente, por lo menos ahora sabía que me miraba y que no me traspasaba. Se me erizaron los vellos. Empezó a andar lentamente hacia a mí. Y yo a retroceder arrastrándome por el suelo.

-No-no te acerques a mí. –Pero hizo caso omiso, siguió avanzando. -¡Aléjate! –Dije ya llorando.

Estaba aterrada, aterrorizada, no había manera de describir ese sentimiento. Ni siquiera sentí la ínfima parte de miedo cuando me encontré con los cinco chicos aquel día tras mi intento de denuncia en la policía. Ellos no tenían la expresión de Bryce. El cuál se echó sobre mí de un sobresalto y me inmovilizó de pies y manos. No podía deshacerme de su lazo. Leo tenía razón, no podía hacer nada cuando se ponía así, sería como intentar parar una estampida de elefantes descontrolados. Ahora comprendo por qué ellos no hicieron nada por pararlo antes en el pasillo. Si Bryce derrotó a cinco tíos sin recibir ningún rasguño, ¿qué podían hacer dos?

-¡NOOOOO! –La voz se me quebró, mis lágrimas no paraban se salir. Aparté mi cara hacia un lado, la suya se estaba aproximando mucho a la mía. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a besarme? No quería que fuese de este modo. Las otras veces que me dejé, la situación era diferente, no estaba siendo forzada.


Y me besó. Pero fue un beso muy tierno, no era para nada violento. Sin embargo, no se lo devolví, pero lo que él hizo valió por los dos. Mostró tanta dulzura, me tenía agarrada por las manos, pero me soltó de una y empezó a acariciarme. Deshizo el lazo del uniforme y empezó a besarme por el cuello, lentamente, como si fuera la cosa más delicada de este mundo.

-Para…–Le dije. Pero volvió a ignorarme. Lo que hizo fue pasar su mano de mi cuello, que ya tenía los botones desabrochados, hacia debajo de mi falda. Se me vino a la mente la sonrisa especial de Aaron. En un momento como ese, sólo podía pensar en él. –Bryce. Para por favor. No sigas… –La voz se me quebró de nuevo entre sollozos. Y esta vez paró. Me miró, y vi en sus ojos que entró en razón, su mirada ya no era la de antes, sus ojos asesinos habían desaparecido, ahora estos mostraban sorpresa, arrepentimiento, decepción, tristeza… Si la mirada también pudiera quebrase, la suya estaba rota en mil pedazos en el suelo.
-No llores. –Dijo trasladando su mano hasta mi cabeza. Yo me giré y puse de lado. No quería verlo. Por mucho daño que me hubiese hecho con sus actos imprudentes, su mirada me dolía en lo más profundo del corazón. Le había hecho daño y lo sabía. Sin querer le había dado falsas esperanzas. Él me besó en el pelo, con mucha dulzura. –No temas, no voy a hacerte nada más. No llores más, me partes el corazón. –Y permanecimos así unos momentos. Al parecer, había podido parar al final la estampida de elefantes.

Capítulo 30: Móvil en modo vibración

Capítulo 30: Móvil en modo vibración

Me desperté soñolienta a la mañana siguiente, un golpe me había despertado. Con los ojos todavía enfocando y medio pegados, miré la hora en el móvil. Eran las siete de la mañana. Me llevó un rato caer en la cuenta de que Aaron había pasado la noche en mi casa, y otro rato descubrir que el golpe que había escuchado era del sonido de la puerta de la casa al cerrarse. No estaba yo en ese momento en que mi capacidad mental estaba al 30%, para desarrollar conclusiones lógicas, pero si no me equivocaba mucho, Aaron acababa de irse… ¡AARON ACABABA DE IRSE! Estoy amamonada. En un acto desesperado por verlo una última vez hasta yo no sabía cuando, me dio por mirar por la ventana de mi cuarto. Y lo vi. Estaba saliendo del portal del edificio. Vaya, que casualidad tan inmensamente perfecta. Salí enseguida hacia afuera, quería despedirme de él. No sé como no me maté por las escaleras mientras bajaba. Sería un milagro. Porque iba sin control. Pero ni loca me hubiese metido en el ascensor.

-¡Aaron! –Grité desde la puerta principal, no quería salir a la calle, seguía en pijama. Aunque si hubiese sido necesario para estar con él aunque fuese un segundo, tenía por seguro que lo habría hecho. Nadie me conoce en esta ciudad, no me daría excesiva vergüenza. Eso sí, a él a lo mejor no le hubiese dado igual, pero eso era algo que no me planteé hasta después. -¡Espera! –Se giró a mirarme, y deshizo el camino para venir hasta mí. Que alegría. –Quería despedirme de ti. Ayer te quedaste dormido y no pude darte las gracias por quedarte.
-No tienes que agradecerme nada. Lo he hecho porque me apetecía, simplemente. No es ningún favor, si no hubiese querido no habría venido. -¿Debía tomármelo a bien o a mal? Bah, si puedo elegir, escojo la buena.
-Bueno ya, pero comprende que tenía que decirlo, por lo menos por cortesía. –Me había dado un corte con esa respuesta… Pero es lo normal en él. Me paré un momento. –Tú hubieras hecho lo mismo, ¿no?
-Supongo. –Y sonrió. Sonrió de la manera que me volvía loca y hacía que mi corazón fuera a un ritmo insalubre. Yo sonreí con él. –Por cierto, tienes una marca en la cara de un pliegue de la sábana de la almohada. –Dijo tocándome con sus dedos, suavemente en la mejilla. Sus dedos eran tan fríos. Pero aun así, por ser los suyos, se sentían tan bien… Parecía que estaba soñando, había esperado tanto un momento así… Y en mi ensoñamiento vi una luz que parpadeaba, fugaz. ¿Un flash de una cámara? ¿Quién nos haría una foto? Debía seguir siendo mi esquizofrenia.
-¡Y tú también! –Dije de broma. Quería tomarle el pelo, ya que ahora teníamos más confianza. O eso creía… por lo menos había pasado la noche en mi casa.
-Que va, buen intento, pero en el sofá no hay sábanas y ya me había mirado antes de salir. –Vaya, parecía que vivía todo el tiempo en su mundo, pero también se daba cuenta de las cosas de la realidad. Guau. Una gran capacidad de la que yo carecía.
-Aguafiestas. –Hinché mofletes en plan niña pequeña. Y con la mano le moví la cabeza a modo de bofetada cariñosa. Estábamos cogiendo una confidencialidad que me encantaba. Así se empieza, ¿no? Tal vez algún día podría decirle lo que sentía por él. Aunque supiese su respuesta. Simplemente por desahogarme. Saber que lo sabe. Pero era algo de lo que todavía tenía que convencerme. Y no había iniciado el proceso. No aún.
-Bueno, ¿Cuándo te veo por la Uni? – ¿Estaba preguntando por cuando podíamos vernos de nuevo? Tenía que estar soñando. Sería mera cortesía.
-No sé, imagino que mañana viernes ya estaré del todo bien. –Y me volvió a sonreír como si yo fuese la única en el mundo. Aunque claro, eso era sólo en mi imaginación. Estas eran las pequeñas cosas que me habían enamorado, por mucho que salieran de mi mente.
-Ok, ya te veré peleándote con las ardillas por el estanque. Jajaja. –Su sonrisa deslumbrante se tornó pícara. Empezó a morderse el labio. Y mi corazón a empezar a latir con fuerza. Bueno, con más que antes. Pero en mi felicidad había una mancha negra. Sentía que alguien nos vigilaba. No podía ser, miré hacia todos lados, tenía que estar volviéndome esquizofrénica. Un momento de plena felicidad y yo pensando que alguien me observaba con malas intenciones. Debían ser cosas mías.
-¡Hala! ¡Qué golpe bajo! ¡Qué descaro! ¡Pues que sepas que algún día me ganaré su aprecio! Jmm. –Me había indignado de broma. En el fondo estaba encantada por estar así con Aaron, era todo un sueño. Pero es que entre unas cosas y otras, hacía mucho tiempo que no teníamos estas conversaciones extrañas.
-Pues claro, ¿quién no se rendiría a los encantos de una preciosa chica extraña como tú? –A punto estaba de desmayarme de nuevo. Era la misma sonrisa de oreja a oreja que me dedicó el primer día al salir de su casa y encontrármelo. Si cuando estaba con él, sentía que la tierra dejaba de girar, ahora estaba dando vueltas a la velocidad de la luz. Porque lo veía todo borroso menos a él. –Por cierto, antes de irme. Me quedó la duda de con quién te gustaba a ti que se quedara la protagonista de la película. -¿Al final la había visto? Pues sí que tiene capacidad para desconectar mientras está conectado.
-Pues con el escritor. Su jefe sería su chico ideal y su amor de toda la vida, vale, muy bien, pero nunca había hecho nada por ella. Sin embargo el otro, a su manera, aunque no le saliese bien, había luchado por la chica y por lo que de verdad quería.
-Ok. –Dijo después de unos momentos de silencio. -Ya nos vemos mañana. –Y empezó a caminar para irse. Al cabo de unos momentos reaccioné, seguía pensando a qué venía la pregunta. Aunque claro, nunca había sabido de donde venía ninguna, mucho menos esta.
-¿Y tú? –Grité, él estaba ya un poco lejos. -¿A quién elegirías? –Se paró. Seña de que se había enterado. Pensó unos segundos y respondió.
-Pienso que el jefe, aunque se diese cuenta tarde, tendría el mismo derecho que el escritor para luchar y quedarse con la chica. Hay personas que se dan cuenta tarde las cosas y luego no luchan por lo que quieren porque piensan que ya no tienen derecho. –Y lo dejó ahí. Como siempre, para no variar, una respuesta de Aaron que no me resolvía la duda. Y me encantaba. Lo seguí mirando mientras se iba. Mis ojos y todo mi cuerpo se negaban a alejarse de él. Y los comprendía. Estaba tan absorta pensando en él, que ni supe leer entre líneas nuestra conversación. Lo estuve mirando hasta que desapareció de mi campo de visión, aunque desgraciadamente, mi sensación de estar vigilada no desapareció hasta que entré dentro de casa.

Cuando subí arriba, me di cuenta de que me dejó los platos lavados y otro post-it, ¿iba eso a convertirse eso en costumbre entre los invitados de mi casa? <Estabas durmiendo como un angelito y no me atreví a despertarte. Nos vemos pronto. Aaron.> Su letra era distinta a la del anterior post-it que encontré sobre llamar a mi madre. Al final hice bien en creer que era Bryce el que lo había escrito. Creo que sí que ha cambiado un poco. Tal vez debería confiar más en él. Confío en las segundas oportunidades.

Esa tarde recibí la visita de Alan. Ya se había curado. Me alegró mucho verlo. El pobre, tardé un rato en abrirle la puerta, tenía que ponerme la lentilla, iba con tantas prisas por una llamada a mi casa tan inesperada que en ese momento sólo podía pensar en <que no lo descubra>.
-¿Te pillo en mal momento? –Dijo cuando abrí la puerta de casa y él apareció al otro lado.
-Que va, es sólo que tenía que poder ciertas cosillas en orden. –Eso no era la verdad exacta pero tampoco era una mentira. Me valía como excusa. En el fondo era cierto, sin especificar el qué poner el orden, pero cierto.
-Bueno, ¿y cómo has pasado estos días? Desde luego… parece que tenemos conexión y todo, enfermo yo y enfermas tú.  –Estábamos ya en mi cuarto, yo me metí en la cama y él se sentó en el sillón que Bryce había trasladado del salón, que aún seguía allí. Cuando me di cuenta, una sonrisa se había escapado de mi cara al pensar en él. Que extraño, era la primera vez que me pasaba. No quise darle mayor importancia. Simplemente sería por ver que se había preocupado tanto por mí.
-Para que tú veas… casualidades de la vida. Pues estos dos días he estado muy bien. Han pasado tiempo conmigo Bryce, Karem, una amiga mía de la tienda de ropa, ya te la presentaré, y Aaron y Ashley, una amiga de la infancia de él.
-¿Cómo? De Aaron no me sorprendo, pero ¿me estás diciendo que Bryce ha estado aquí contigo? –No cabía en sí de su asombro. Incluso se echó hacia delante.
-Sí, sí. El mismo, Bryce Domioyi. –Me hacía mucha gracia la cara que puso. –Jajaja.
-¡No te rías! ¡A ver, me parece extraño que el causante de tus problemas se preocupe por ti! ¿Y eso? ¿Ha pasado algo en mi ausencia que yo no sepa? –Ojú. Me acordé del momento del cuarto baño y la cocina.
-No…nada…Es pura ida de cabeza de los ricos estos, que no saben lo que quieren. –Por algún sitio tenía que escaparme. Voy a cambiar de tema a ver si este se le olvida. –Los que no han venido nunca a verme son Leo y Liam. –Me hice la pensativa.
-¿Deberían? –Bien, funcionó, logré hacerle olvidar el otro tema.
-No sé… cómo esta gente se toma unas confianzas tan rápidamente… -Y ciertamente mi nuevo tema no tenía sentido. Lo dije porque fue lo primero que se me ocurrió. Aunque acerté de lleno. El timbre de la puerta sonó y ellos dos aparecieron al otro lado del umbral. Si es que no se puede hablar de nadie… parece que se los llama. Más que dos visitantes, parecía que había pagada a dos gigolós de lujo. Se los veía tan cañón a los dos. Sobre todo a Liam, no sabía si era por ser negro o por su apariencia caribeña, que tenía un algo exótico que me ponía. Pero era mera atracción, a mí quien verdaderamente me gustaba era otro con no poco sex-appeal precisamente.
-¿Es aquí donde se pidieron los dos mejores chicos por encargo del club? –Dijo Leo.
-¿Cómo? – ò_ó
-Somos Liam y Leo, sus gigolós particulares por esta noche. –Dijo Liam alargando la mano para que se la estrechase.
-Jajaja, muy graciosos los dos. ¿Os lo habías preparado por el camino? –Vaya, habíamos coincidido en pensamiento. Mira, así no era yo la única salida mental. –Pasad anda.  –Dije poniéndoles cara de resignación. ¿Cuándo habíamos cogido tanta confianza como para que se preocuparan en venir a ver cómo estaba? No lo sabía, pero no me desagradaba, es más, me gustaba. Señal de que puedo ganarme el corazón de la gente, de que hay personas que merecen la pena en la Uni, de que no tenían nada en contra mía, y de que eran buenas personas.
-¿Qué mierda es esa cara de resignación? –Dijo Leo.
-Eso. ¡¿Sabes cuántas mujeres pagarían por pasar tiempo con nosotros?! Siéntete muy afortunada porque queramos pasarlo contigo. –Liam puso voz de indignado.
-Ok, ok. ¡Oh! ¡Gracias! ¡No sé como podré agradeceros que me hayáis regalado este preciado momento de vuestra presencia! –Puse la voz todo lo irónica que podía.
-No te preocupes. Lo hacemos porque en el fondo nos interesamos por ti. –Dijo Leo entrando en el cuarto. –Hola. –Saludaron a Alan. Y éste les devolvió el saludo. Noté su cara de desilusión, quería que estuviésemos los dos solos.
-¿Ah sí? ¿Y eso? -¿Hablaban en serio?
-Porque nos preocupamos por todo lo relacionado con nuestros amigos. Nos referimos a Bryce. Él no lo reconoce pero se le nota un viaje que o está pensando en ti, o está pensando en cómo captar tu atención por medio de no sé que planes. –Respondió Liam.
-Exacto, aunque nos veas unos matones sin escrúpulos, que nos sentimos superiores al resto de gente y los despreciamos, entre nosotros somos incondicionales. –Vaya, me había emocionado saber eso. Yo sólo tenía una amiga incondicional, Karem, y ellos, a pesar de todo, tenían tres cada uno. –Por eso, y porque en el fondo también te hemos cogido cariño.
-¿Cariño? ¿A mí? Como si fuese una mascota… -Dije ya por fin tumbada en la cama de nuevo.
-Sí, ¡y eso es precisamente lo que eres! Jajaja. –Sin comentarios…- Hemos vivido y sufrido todos tus pasos y desaires con el G4. Nos has resultado muy graciosa, nunca nos habíamos encontrado con nadie como tú. Eres una especie de Xena, La princesa guerrera. Jajaja. –Liam… tan gracioso él…
-Sí. Sólo que hay una diferencia abismal entre una y la otra. Jajaja. –Típico chiste fácil de Leo. Incluso hasta Alan se rio. Eran de lo que no hay. –Que por cierto, no sé cómo seguirá Bryce cuando vuelvas. –Continuó Leo cuando ya se le había pasado la risa. –Está ido totalmente, sólo dos o tres veces lo hemos viso así en la vida. Y con quienes se topó, acabaron en el hospital en la UVI, muy graves.
-Y esta vez tiene la misma expresión que las otras veces, sólo que ahora no ha sido tan destructivo como las otras. Se ha controlado un poco más, dentro de lo posible. Creo que es por ti, Valeria, lo estás cambiando tú y tus discursos. –Acabó Liam.
-Discursos… -Estaba viviendo un déjà vu. Pero no quise decir nada de Aaron, por si las moscas. Aunque no estaba de acuerdo con ninguno. No eran discursos…eran opiniones… Dichosos hombres, les dices tres palabritas y ya se pierden, se bloquean y piensan que es un discurso…
-Bueno, Valeria, ¡me tienes realmente preocupado! –Dijo Leo con cara de compungido.
-¿Qué? ¿Por qué? –Dije yo con cara de compungida también.
-¡Tienes más mala cara que de costumbre! ¡Así no vas a encontrar nunca novio! –Desgraciado el nota este. No sé como pude esperarme algo bueno de Leo.
-Bah. Que te den por el culo. –Espera un momento, eso ya estaba muy visto, se me había ocurrido algo mejor. –No, mejor no, eso te daría gusto. ¿Por qué no te tragas un móvil en modo vibración y te llamas hasta que empiece a gustarte que te vibre el estómago? –Lo dije con la cara más de chula que se me ocurrió. Alan nos miraba extrañado, no podía creerse que esos chicos que pertenecían a las familias líderes en el mercado mundial, y que me habían hecho la vida imposible, estuviesen ahora en mi casa bromeando conmigo.
-Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja –Los dos no podían parar de reírse. Tenían que parar de vez en cuando para coger aire. Y su risa era contagiosa, de pronto estábamos ya los cuatro riéndonos sin parar en la habitación. Que escena tan memorable.
–Por eso es porque nos encanta meternos contigo. Eres única Valeria, ¡en serio! –Dijo Liam, Leo aún se reía. En el fondo, sí creía que me habían cogido cariño. Si no, nunca perderían su tiempo por estar conmigo. Y en el fondo también, yo les había cogido mucho aprecio.