Capítulo 30: Móvil en modo vibración
Me desperté soñolienta a la mañana siguiente, un golpe me había despertado. Con los ojos todavía enfocando y medio pegados, miré la hora en el móvil. Eran las siete de la mañana. Me llevó un rato caer en la cuenta de que Aaron había pasado la noche en mi casa, y otro rato descubrir que el golpe que había escuchado era del sonido de la puerta de la casa al cerrarse. No estaba yo en ese momento en que mi capacidad mental estaba al 30%, para desarrollar conclusiones lógicas, pero si no me equivocaba mucho, Aaron acababa de irse… ¡AARON ACABABA DE IRSE! Estoy amamonada. En un acto desesperado por verlo una última vez hasta yo no sabía cuando, me dio por mirar por la ventana de mi cuarto. Y lo vi. Estaba saliendo del portal del edificio. Vaya, que casualidad tan inmensamente perfecta. Salí enseguida hacia afuera, quería despedirme de él. No sé como no me maté por las escaleras mientras bajaba. Sería un milagro. Porque iba sin control. Pero ni loca me hubiese metido en el ascensor.
-¡Aaron! –Grité desde la puerta principal, no quería salir a la calle, seguía en pijama. Aunque si hubiese sido necesario para estar con él aunque fuese un segundo, tenía por seguro que lo habría hecho. Nadie me conoce en esta ciudad, no me daría excesiva vergüenza. Eso sí, a él a lo mejor no le hubiese dado igual, pero eso era algo que no me planteé hasta después. -¡Espera! –Se giró a mirarme, y deshizo el camino para venir hasta mí. Que alegría. –Quería despedirme de ti. Ayer te quedaste dormido y no pude darte las gracias por quedarte.
-No tienes que agradecerme nada. Lo he hecho porque me apetecía, simplemente. No es ningún favor, si no hubiese querido no habría venido. -¿Debía tomármelo a bien o a mal? Bah, si puedo elegir, escojo la buena.
-Bueno ya, pero comprende que tenía que decirlo, por lo menos por cortesía. –Me había dado un corte con esa respuesta… Pero es lo normal en él. Me paré un momento. –Tú hubieras hecho lo mismo, ¿no?
-Supongo. –Y sonrió. Sonrió de la manera que me volvía loca y hacía que mi corazón fuera a un ritmo insalubre. Yo sonreí con él. –Por cierto, tienes una marca en la cara de un pliegue de la sábana de la almohada. –Dijo tocándome con sus dedos, suavemente en la mejilla. Sus dedos eran tan fríos. Pero aun así, por ser los suyos, se sentían tan bien… Parecía que estaba soñando, había esperado tanto un momento así… Y en mi ensoñamiento vi una luz que parpadeaba, fugaz. ¿Un flash de una cámara? ¿Quién nos haría una foto? Debía seguir siendo mi esquizofrenia.
-¡Y tú también! –Dije de broma. Quería tomarle el pelo, ya que ahora teníamos más confianza. O eso creía… por lo menos había pasado la noche en mi casa.
-Que va, buen intento, pero en el sofá no hay sábanas y ya me había mirado antes de salir. –Vaya, parecía que vivía todo el tiempo en su mundo, pero también se daba cuenta de las cosas de la realidad. Guau. Una gran capacidad de la que yo carecía.
-Aguafiestas. –Hinché mofletes en plan niña pequeña. Y con la mano le moví la cabeza a modo de bofetada cariñosa. Estábamos cogiendo una confidencialidad que me encantaba. Así se empieza, ¿no? Tal vez algún día podría decirle lo que sentía por él. Aunque supiese su respuesta. Simplemente por desahogarme. Saber que lo sabe. Pero era algo de lo que todavía tenía que convencerme. Y no había iniciado el proceso. No aún.
-Bueno, ¿Cuándo te veo por la Uni? – ¿Estaba preguntando por cuando podíamos vernos de nuevo? Tenía que estar soñando. Sería mera cortesía.
-No sé, imagino que mañana viernes ya estaré del todo bien. –Y me volvió a sonreír como si yo fuese la única en el mundo. Aunque claro, eso era sólo en mi imaginación. Estas eran las pequeñas cosas que me habían enamorado, por mucho que salieran de mi mente.
-Ok, ya te veré peleándote con las ardillas por el estanque. Jajaja. –Su sonrisa deslumbrante se tornó pícara. Empezó a morderse el labio. Y mi corazón a empezar a latir con fuerza. Bueno, con más que antes. Pero en mi felicidad había una mancha negra. Sentía que alguien nos vigilaba. No podía ser, miré hacia todos lados, tenía que estar volviéndome esquizofrénica. Un momento de plena felicidad y yo pensando que alguien me observaba con malas intenciones. Debían ser cosas mías.
-¡Hala! ¡Qué golpe bajo! ¡Qué descaro! ¡Pues que sepas que algún día me ganaré su aprecio! Jmm. –Me había indignado de broma. En el fondo estaba encantada por estar así con Aaron, era todo un sueño. Pero es que entre unas cosas y otras, hacía mucho tiempo que no teníamos estas conversaciones extrañas.
-Pues claro, ¿quién no se rendiría a los encantos de una preciosa chica extraña como tú? –A punto estaba de desmayarme de nuevo. Era la misma sonrisa de oreja a oreja que me dedicó el primer día al salir de su casa y encontrármelo. Si cuando estaba con él, sentía que la tierra dejaba de girar, ahora estaba dando vueltas a la velocidad de la luz. Porque lo veía todo borroso menos a él. –Por cierto, antes de irme. Me quedó la duda de con quién te gustaba a ti que se quedara la protagonista de la película. -¿Al final la había visto? Pues sí que tiene capacidad para desconectar mientras está conectado.
-Pues con el escritor. Su jefe sería su chico ideal y su amor de toda la vida, vale, muy bien, pero nunca había hecho nada por ella. Sin embargo el otro, a su manera, aunque no le saliese bien, había luchado por la chica y por lo que de verdad quería.
-Ok. –Dijo después de unos momentos de silencio. -Ya nos vemos mañana. –Y empezó a caminar para irse. Al cabo de unos momentos reaccioné, seguía pensando a qué venía la pregunta. Aunque claro, nunca había sabido de donde venía ninguna, mucho menos esta.
-¿Y tú? –Grité, él estaba ya un poco lejos. -¿A quién elegirías? –Se paró. Seña de que se había enterado. Pensó unos segundos y respondió.
-Pienso que el jefe, aunque se diese cuenta tarde, tendría el mismo derecho que el escritor para luchar y quedarse con la chica. Hay personas que se dan cuenta tarde las cosas y luego no luchan por lo que quieren porque piensan que ya no tienen derecho. –Y lo dejó ahí. Como siempre, para no variar, una respuesta de Aaron que no me resolvía la duda. Y me encantaba. Lo seguí mirando mientras se iba. Mis ojos y todo mi cuerpo se negaban a alejarse de él. Y los comprendía. Estaba tan absorta pensando en él, que ni supe leer entre líneas nuestra conversación. Lo estuve mirando hasta que desapareció de mi campo de visión, aunque desgraciadamente, mi sensación de estar vigilada no desapareció hasta que entré dentro de casa.
Cuando subí arriba, me di cuenta de que me dejó los platos lavados y otro post-it, ¿iba eso a convertirse eso en costumbre entre los invitados de mi casa? <Estabas durmiendo como un angelito y no me atreví a despertarte. Nos vemos pronto. Aaron.> Su letra era distinta a la del anterior post-it que encontré sobre llamar a mi madre. Al final hice bien en creer que era Bryce el que lo había escrito. Creo que sí que ha cambiado un poco. Tal vez debería confiar más en él. Confío en las segundas oportunidades.
Esa tarde recibí la visita de Alan. Ya se había curado. Me alegró mucho verlo. El pobre, tardé un rato en abrirle la puerta, tenía que ponerme la lentilla, iba con tantas prisas por una llamada a mi casa tan inesperada que en ese momento sólo podía pensar en <que no lo descubra>.
-¿Te pillo en mal momento? –Dijo cuando abrí la puerta de casa y él apareció al otro lado.
-Que va, es sólo que tenía que poder ciertas cosillas en orden. –Eso no era la verdad exacta pero tampoco era una mentira. Me valía como excusa. En el fondo era cierto, sin especificar el qué poner el orden, pero cierto.
-Bueno, ¿y cómo has pasado estos días? Desde luego… parece que tenemos conexión y todo, enfermo yo y enfermas tú. –Estábamos ya en mi cuarto, yo me metí en la cama y él se sentó en el sillón que Bryce había trasladado del salón, que aún seguía allí. Cuando me di cuenta, una sonrisa se había escapado de mi cara al pensar en él. Que extraño, era la primera vez que me pasaba. No quise darle mayor importancia. Simplemente sería por ver que se había preocupado tanto por mí.
-Para que tú veas… casualidades de la vida. Pues estos dos días he estado muy bien. Han pasado tiempo conmigo Bryce, Karem, una amiga mía de la tienda de ropa, ya te la presentaré, y Aaron y Ashley, una amiga de la infancia de él.
-¿Cómo? De Aaron no me sorprendo, pero ¿me estás diciendo que Bryce ha estado aquí contigo? –No cabía en sí de su asombro. Incluso se echó hacia delante.
-Sí, sí. El mismo, Bryce Domioyi. –Me hacía mucha gracia la cara que puso. –Jajaja.
-¡No te rías! ¡A ver, me parece extraño que el causante de tus problemas se preocupe por ti! ¿Y eso? ¿Ha pasado algo en mi ausencia que yo no sepa? –Ojú. Me acordé del momento del cuarto baño y la cocina.
-No…nada…Es pura ida de cabeza de los ricos estos, que no saben lo que quieren. –Por algún sitio tenía que escaparme. Voy a cambiar de tema a ver si este se le olvida. –Los que no han venido nunca a verme son Leo y Liam. –Me hice la pensativa.
-¿Deberían? –Bien, funcionó, logré hacerle olvidar el otro tema.
-No sé… cómo esta gente se toma unas confianzas tan rápidamente… -Y ciertamente mi nuevo tema no tenía sentido. Lo dije porque fue lo primero que se me ocurrió. Aunque acerté de lleno. El timbre de la puerta sonó y ellos dos aparecieron al otro lado del umbral. Si es que no se puede hablar de nadie… parece que se los llama. Más que dos visitantes, parecía que había pagada a dos gigolós de lujo. Se los veía tan cañón a los dos. Sobre todo a Liam, no sabía si era por ser negro o por su apariencia caribeña, que tenía un algo exótico que me ponía. Pero era mera atracción, a mí quien verdaderamente me gustaba era otro con no poco sex-appeal precisamente.
-¿Es aquí donde se pidieron los dos mejores chicos por encargo del club? –Dijo Leo.
-¿Cómo? – ò_ó
-Somos Liam y Leo, sus gigolós particulares por esta noche. –Dijo Liam alargando la mano para que se la estrechase.
-Jajaja, muy graciosos los dos. ¿Os lo habías preparado por el camino? –Vaya, habíamos coincidido en pensamiento. Mira, así no era yo la única salida mental. –Pasad anda. –Dije poniéndoles cara de resignación. ¿Cuándo habíamos cogido tanta confianza como para que se preocuparan en venir a ver cómo estaba? No lo sabía, pero no me desagradaba, es más, me gustaba. Señal de que puedo ganarme el corazón de la gente, de que hay personas que merecen la pena en la Uni, de que no tenían nada en contra mía, y de que eran buenas personas.
-¿Qué mierda es esa cara de resignación? –Dijo Leo.
-Eso. ¡¿Sabes cuántas mujeres pagarían por pasar tiempo con nosotros?! Siéntete muy afortunada porque queramos pasarlo contigo. –Liam puso voz de indignado.
-Ok, ok. ¡Oh! ¡Gracias! ¡No sé como podré agradeceros que me hayáis regalado este preciado momento de vuestra presencia! –Puse la voz todo lo irónica que podía.
-No te preocupes. Lo hacemos porque en el fondo nos interesamos por ti. –Dijo Leo entrando en el cuarto. –Hola. –Saludaron a Alan. Y éste les devolvió el saludo. Noté su cara de desilusión, quería que estuviésemos los dos solos.
-¿Ah sí? ¿Y eso? -¿Hablaban en serio?
-Porque nos preocupamos por todo lo relacionado con nuestros amigos. Nos referimos a Bryce. Él no lo reconoce pero se le nota un viaje que o está pensando en ti, o está pensando en cómo captar tu atención por medio de no sé que planes. –Respondió Liam.
-Exacto, aunque nos veas unos matones sin escrúpulos, que nos sentimos superiores al resto de gente y los despreciamos, entre nosotros somos incondicionales. –Vaya, me había emocionado saber eso. Yo sólo tenía una amiga incondicional, Karem, y ellos, a pesar de todo, tenían tres cada uno. –Por eso, y porque en el fondo también te hemos cogido cariño.
-¿Cariño? ¿A mí? Como si fuese una mascota… -Dije ya por fin tumbada en la cama de nuevo.
-Sí, ¡y eso es precisamente lo que eres! Jajaja. –Sin comentarios…- Hemos vivido y sufrido todos tus pasos y desaires con el G4. Nos has resultado muy graciosa, nunca nos habíamos encontrado con nadie como tú. Eres una especie de Xena, La princesa guerrera. Jajaja. –Liam… tan gracioso él…
-Sí. Sólo que hay una diferencia abismal entre una y la otra. Jajaja. –Típico chiste fácil de Leo. Incluso hasta Alan se rio. Eran de lo que no hay. –Que por cierto, no sé cómo seguirá Bryce cuando vuelvas. –Continuó Leo cuando ya se le había pasado la risa. –Está ido totalmente, sólo dos o tres veces lo hemos viso así en la vida. Y con quienes se topó, acabaron en el hospital en la UVI, muy graves.
-Y esta vez tiene la misma expresión que las otras veces, sólo que ahora no ha sido tan destructivo como las otras. Se ha controlado un poco más, dentro de lo posible. Creo que es por ti, Valeria, lo estás cambiando tú y tus discursos. –Acabó Liam.
-Discursos… -Estaba viviendo un déjà vu. Pero no quise decir nada de Aaron, por si las moscas. Aunque no estaba de acuerdo con ninguno. No eran discursos…eran opiniones… Dichosos hombres, les dices tres palabritas y ya se pierden, se bloquean y piensan que es un discurso…
-Bueno, Valeria, ¡me tienes realmente preocupado! –Dijo Leo con cara de compungido.
-¿Qué? ¿Por qué? –Dije yo con cara de compungida también.
-¡Tienes más mala cara que de costumbre! ¡Así no vas a encontrar nunca novio! –Desgraciado el nota este. No sé como pude esperarme algo bueno de Leo.
-Bah. Que te den por el culo. –Espera un momento, eso ya estaba muy visto, se me había ocurrido algo mejor. –No, mejor no, eso te daría gusto. ¿Por qué no te tragas un móvil en modo vibración y te llamas hasta que empiece a gustarte que te vibre el estómago? –Lo dije con la cara más de chula que se me ocurrió. Alan nos miraba extrañado, no podía creerse que esos chicos que pertenecían a las familias líderes en el mercado mundial, y que me habían hecho la vida imposible, estuviesen ahora en mi casa bromeando conmigo.
-Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja –Los dos no podían parar de reírse. Tenían que parar de vez en cuando para coger aire. Y su risa era contagiosa, de pronto estábamos ya los cuatro riéndonos sin parar en la habitación. Que escena tan memorable.
–Por eso es porque nos encanta meternos contigo. Eres única Valeria, ¡en serio! –Dijo Liam, Leo aún se reía. En el fondo, sí creía que me habían cogido cariño. Si no, nunca perderían su tiempo por estar conmigo. Y en el fondo también, yo les había cogido mucho aprecio.
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