Capítulo 41: Buena suerte
Ricky Martin empezó a cantar. Era el tono de mi móvil que le había puesto para los mensajes. En ese momento me sonó y nos interrumpió a Bryce y a mí, que seguimos abrazados en el sofá hasta ese momento. Era un mensaje de mi madre. ¿Me había venido bien que mi madre fuese tan oportuna o no? <Nena, se me ha olvidado decirte que los Thomson van a comer esta noche con nosotros y que habíamos hecho un amigo invisible, te ha tocado Alan. Búscale algo antes de venir. Tq> Interesante. Mi madre y sus despistes que me incumben… Ahora tendría que buscarle algo. Bryce no me preguntó por quién era. Simplemente no dijimos nada.
Bajamos al portal del edificio, y los dos juntos estuvimos esperando a que pasara el coche con el chofer a recogerlo. Me pasé casi todo el tiempo mirando a la carretera, esperando ver aparecer el dichoso coche por algún lado. No sabía cómo era, pero no hacía falta, lo sabría cuando lo viese. No es que quisiera que Bryce se fuese, es sólo que como no sabía lo que me pasaba ese día por la mañana, esperaba que cuando volviésemos a vernos, dejaría de sentirme incómoda. Ponía las esperanzas en ello.
La conversación en ese tiempo no fue muy sustancial. Simplemente salió el tema de cómo iba a pasar la noche de hoy y de ahí derivó en el tema de mi familia. Nada nuevo que contar. La historia de que mi madre conoció a mi padre en España, se enamoraron, se casaron, vivimos en Oakville hasta que tenía 10 años porque nos fuimos a España, y que ahora había vuelto por una beca. La verdad que era la primera persona, después de Karem, a la que se lo contaba. Ni siquiera a Aaron. Poquito a poco, Bryce se había ido creando su hueco en mi vida. Bueno, ya se lo había creado antes, pero ahora hacía uno bueno. La verdad es que estuvo escuchándome atentamente todo el tiempo. Me sentí contenta por ello, me alegraba saber que aún se preocupaba por mí y demostraba que lo que me había dicho hace pocas horas, seguía sintiéndolo. No quise preguntarle por cómo iba a pasar él la noche. No era plan de hurgar en la herida.
Volví a mirar a la carretera, a ver si venía el dichoso coche. Nada de nada. 15 minutos decía que tardaba, ¿no? Ya lo creo…Volví entonces a mis pensamientos. Me sentía mal por Bryce porque mi reacción antes sus sinceras y dulces palabras fuera esta tan distante, fría, y cortante. ¿Pero qué podía hacer? Es como al que no le sale un problema de matemáticas porque tiene la cabeza embotada. Pues lo deja de lado un tiempo, despeja la mente y luego vuelve al ataque. ¿Funcionaría esa táctica ahora conmigo? Me sentía miserable por el trato que le estaba dando. Probaría eso no estar con él delante, para ver las cosas de otro modo, puesto que alejados de la realidad todo se ve muy diferente. Y probaría también como me sentía sin él. Si lo extrañaba, me encontraba triste, me acordaba de él o no, mi estado de ánimo mejoraba… muchos factores.
-¿En qué piensas? –Dijo de repente. Llevábamos un tiempo sin decir nada, cada uno en nuestros pensamientos. Y de pronto saltaba con eso. A saber en qué estaría pensando…
-En si podré volver a sentirme relajada contigo… -dije mirándome las manos. En el momento en que preguntó, estaba jugueteando con los dedos en el capó de un coche. Menos mal, así lo usé como excusa para seguir mirándolos y evitar su mirada.
Esperaba su respuesta, no una en especial, no pensé en las posibilidades, sólo esperaba algo. Pero lo único que obtuve por respuesta fue el silencio. Bueno no, escuchaba el sonido de la ciudad, las ruedas de los coches contra el asfalto, gente que hablaba, algún helicóptero que sobrevolaba nuestras cabezas, música de alguna tienda… Todo excepto su voz. Lo miré, quería verlo. Estaba apoyado sobre el techo del coche, descansaba su barbilla sobre su mano. Tal vez no dijo nada porque no había nada que decir. No quería volver a comerme el coco sobre el tema. Se había dado cuenta de que entre nosotros, por mi parte, la situación estaba tensa. De eso no había duda…hasta ahora que lo había podido comprobar por el silencio de su respuesta. Y no me extrañaba, sólo es necesario saber comparar mi forma de actuar de ese momento con otros anteriores… Me sentí de nuevo miserable. Pero ahora más aún.
Me acerqué a él. Le puse una mano en el hombro. No quería hacer como que lo acompañaba en su dolor. Era un gesto para que se girase a mirarme, quería decirle algo. Pero no volvió la cabeza. Jmmm. Le moví el hombro entonces. Eso sí parecía más una llamada. Esperé. No se giró. Jmmmmmmm. ¿Qué mas hacía? Repetí el movimiento. Nada. Pasemos a la acción entonces. Le di la vuelta al coche y me asomé la cabeza por arriba del techo, puse mis ojos a la altura de los suyos. Que triste… él apoyado y yo de puntillas y teníamos casi la misma altura…Ni caso. Seguía mirando un punto perdido del infinito. Jmmmmmmmmmmmmmmm. Seguí su mirada por curiosidad. A ver si es que estaba viendo algo interesante o simplemente estaba inmerso en sus pensamientos. Pero me encontré con que miraba a la pared del edificio de en frente. Interesante. ¿Pero que esperaba encontrar? ¿Que espiaba por la ventana a una pareja haciendo manitas? Me harté. Le di un golpe con el puño al techo del coche. < ¡Bryce! > Grité. Si la ignorancia se cobrase, podría comprarme un megáfono para llamarlo…o varios.
Si el dueño del coche apareciera en ese momento, no sabría que cara ponerle. Porque no caí hasta unos segundos después, de que le había dado un puñetazo… Oops. ¿Pero qué más podía hacer? ¡Me seguía ignorando! ¡Ya lo sé! Se me vino la idea de momento. No tuve ni que pensarla. Fue inmediato. Esta no podía fallar. Empecé a saltar de puntillas, levantando los brazos y agitándolos al aire a la par que decía su nombre. Con cinco zancadas…un momento ¿las había contado y todo? Vaya, creo que soy un poco friki…Me prestó atención por fin. Miró hacia a mí con cierta cara de susto. Vaya… no sabía que le daba tanta vergüenza que hiciese eso…tampoco era para tanto… Pero además de su cara, se abalanzó sobre el techo del coche alargando su brazo. ¿Qué pasaba? Oh, con mi ida de cabeza no me había dado cuenta de que me había tropezado saltando y que me caía hacia tras. Torpe. Y tampoco me di cuenta por mí misma. Es que el tipo del coche que había estado a punto de atropellarme si me hubiese llegado a caer de espaldas de verdad, dijo ciertas palabras, no precisamente muy agradables, gritando por la ventana.
-¡Valeria! –dijo gritando cuando por fin me había agarrado. Sus actos habían sido más rápidos que sus palabras. Tardó menos tiempo en lanzarse sobre el coche para llegar al otro lado y cogerme, que en terminar de decir mi nombre. Guau. -¡Ten cuidado! –dijo esta vez mirándome a los ojos con expresión aún angustiada.
Cuando se me pasó el susto, empecé a reírme. A carcajadas. Escandalosamente. La gente empezó a mirarnos extrañada. Pero es que nos hubiera mirado de esa manera independientemente de mi risa o no. Estábamos en una escena muy extraña pero más divertida. Su pecho totalmente apoyado contra el techo del coche, su mano agarrando la mía, yo sentada en el suelo con el brazo levantando porque todavía no me había soltado, su cara de pánico y la mía de no enterarme de nada de lo que pasaba.
-En serio, cada día contigo es una aventura…-dijo soltándome por fin y bajándose del techo. Su cara era muy divertida. Era entre madre que mira a su hijo como para regañarlo, y persona que gasta una broma pero quiere aguantarse la risa.
-¡Oh venga ya! ¡No pongas esa cara de mosca! ¡Ríete también! ¡Sé que te ha hecho gracia! ¡Lo veo en tu cara! –dije levantándome del suelo y rodeando el coche para volver a su lado. Enfrentamos miradas. Me miró con cara de escéptico.
-No sé qué voy a hacer contigo…-dijo al fin sonriendo amablemente. Vaya, me quedé con ganas de algo. ¿Un abrazo tal vez? ¿Un beso? No me entendía a mí misma. Estaba incómoda ahora que sabía sus sentimientos porque no sabía como comportarme con él, y ahora me desilusionaba porque no llegaba a más… No tengo remedio. Siempre querré lo contrario. Tal vez si la continuación de esa frase hubiese sido <darme un beso> lo hubiese recibido. Pero no lo dije, a pesar de que sentía unas ganas irremediables. Soy tonta. – ¿Por qué no te fijas en lo que haces, por donde vas y los peligros que corres? -Y caminó para sentarse en el escalón de la puerta principal de mi edificio. Empezó a gruñir como ayer cuando lo encontré sentado en la nieve en Times Square. Esta vez no creo que fuese de frío… Se habría enfadado. -Si muero algún día, será por un susto que me des con tus locuras y tu mala suerte…
-¡Hey! ¡No es mala suerte! ¡Es buena suerte que se hace esperar! –Se me ocurrió en ese mismo momento. Muchas otras veces antes me lo habían dicho, pero nunca se me había ocurrido. Tal vez me inspiro cuando estoy con él. Aunque la verdad que me había quedado bastante bien. Me senté junto a él en el poyete. Lo miré. Me miró.
-¿Buena suerte que se hace esperar? -Su cara era una mezcla entre incomprensión y sorpresa. Abría mucho los ojos pero arqueaba las cejas. Algo como esto: Ò_ô. Su expresión me ofendía. No había dicho una tontería. Que se me hubiese ocurrido tan a la ligera y pareciera una chorrada muy grande, no significaba que lo fuera de verdad. –Y deja de gruñir así, ¡pareces un perro! –y con la mano le aparté la cara cariñosamente para que mirase a otro lado. No mostraba enfado. Es más, sonrió sin que yo supiera por qué… a saber lo que se le habría ocurrido en ese momento. Pero le aparté la cara porque como pensaba que mostraría enfado, no quería verla. Aunque me me di cuenta de que no fue así, otro error más para la lista. –Pasa que dicho así no lo entiendes. Pero tiene todo el sentido del mundo. –Y volvió a mirar hacia a mí, ahora con expresión interrogante solamente, ya no traía la sonrisa esa que me desconcertaba porque no sabía a qué venia. Bien, así me gustaba, que mostrase interés por lo que decía.
-Sorpréndeme –dijo finalmente con cara de resignación y moviendo la cabeza hacia un lado para acompañarla con ese movimiento.
-Mira, si te das cuenta, toda la mala suerte que tengo se convierte en buena. Cuando decidí tirar por un atajo para llegar a casa y vi que atropellaron a un hombre…Gracias a eso decidiste fijarte en mí. Pensar que eras un cabrón y despreciarte…Gracias a eso te lo dije el día en que Shelby se cayó por las escaleras. Ponerme una tarjeta roja y toda la Uni en mi contra porque te enfadaste por lo que te dije aquel día…Sin embargo, gracias a eso tuvimos más encuentros. Esos encuentros fueron horribles, nos peleábamos continuamente…Pero gracias a eso fuimos aprendiendo el uno del otro…Y gracias a eso estamos ahora como estamos. -Estuvo escuchando muy atentamente esto que he dicho. Me sorprendí. –¿Ves? Sólo hay que saber esperar y mirar el lado bueno de las cosas. –Y culminé mi charla sobre filosofía de la vida con una amplia sonrisa amigable.
-Esa es la tontería más grande que he escuchado. –Dijo como si nada. Como quien dice por las mañanas desayuna café. Vale, lo retiro, prefiero la sonrisa de antes que me ponía nerviosa porque no sabía a qué venía. –Haré como que no he escuchado nada. Agradécemelo por no tenértelo en cuenta y correr un tupido velo. –Sin comentarios por mi parte… Le acababa de decir, camufladamente, que había tenido buena suerte, es decir, que consideraba bueno, es decir que me alegraba, es decir QUE ERA FELIZ, por estar ahora así con él…y va y dice que había dicho una tontería enorme… Perdona, pero la que va a correr un tupido velo va a ser yo… Y no seré yo la que tenga que agradecer ese detalle…además varias veces.
-Bueno, ¿qué querías decirme antes llamándome tanto? –Vale, ahora cambiaba de tema. Como si con eso bastase para que olvidara el desplante anterior…
-No lo sé, se me ha olvidado. –Le respondí cortante porque estaba enfadad. Pero era verdad, no le dije que no lo sabía porque estuviese molesta y quisiera vengarme, es que en realidad me había olvidado por completo. Entre el susto, la risa y el enfado…vaya, acabo de darme cuenta de por cuantos estados de ánimo he pasado en tres minutos, uno por cada minuto…interesante…qué viva soy. Jajaja. Que guay. Ya se me había pasado el enfado al pensar la chorrada esa. Si es que me cuesta mucho estar de mal humor… Por esa se iba a escapar.
-Ya está ahí el chofer. –Vaya, tanto tiempo perdido y desaprovechado con Bryce por mirar a ver si llegaba el dichoso coche, para nada, porque ahora no lo había visto llegar…En fin.
Bryce se levantó del poyete, le costó trabajo porque aún seguía débil, así que tuve que ayudarlo, me levanté antes que él y le puse el brazo para que se apoyase en él. Perdí el equilibrio por el peso y casi nos caemos los dos, pero puse rápidamente la mano en la pared y nos frenamos. Que rápida de reflejos estoy, ¡por dios!
-No, si ya lo decía yo. Tú me matas a mí. –Dijo de broma cuando todavía estaba en proceso de incorporarse.
-No creo que estés en condiciones de decir eso justo ahora. –Lo miré con cara desafiante, tan bien de bromas. Al momento no lo pilló, lo supe porque su sonrisa apareció un poco tarde. Si decía algo en mi contra, lo soltaba y lo “dejaba caer”.
Lo acompañé hasta la puerta del coche, la abrió para montarse. ¿No iba a despedirse de mí?
-Nos vemos mañana. –Dijo secamente mientras se agachaba para sentarse. Aclaro que cuando me preguntaba si iba a despedirse de mí, no me refería a que fuese de esta manera.
-Deberías guardar reposo hasta que se te vaya la fiebre.
-Y tú deberías tener cuidado al andar de noche sola por las calles de Nueva York… Y no te digo nada. –Zas, en toda la boca.
¿Por qué se vuele borde? ¿Será un Gremlin en versión opuesta, que por la noche se vuelve cariñoso y por el día un estúpido? Ok, pues que haga lo que le de la gana. Yo pasaba ya. Al parecer mi estado natural, tranquilo y espontáneo sólo sabía salir cuando estábamos de malas y no de buenas. Que triste… Ojalá eso cambie algún día, porque si no, no teníamos posibilidades ningunas…Espera un momento, ¿quería tener posibilidades? Por la noche me pareció todo tan perfecto que acepté sin más…Pero no había pensado en todos los inconvenientes de juntarme con una persona y familia así… ¿Estoy dispuesta a soportarlo? Por Aaron sí, pero ¿por Bryce también? Sí. Lo había decidido así y así sería. La realidad no era diferente anoche.
-Ok, como quieras…-Pero estaba harta de estar siempre de mal rollo. ¡Joder! Ahora tendría que irme pensativa todo el camino hacia casa y estaría todo el día dándole vueltas al asunto…
-¿Te llevamos a la estación? –me ofreció como si estuviese en el compromiso de preguntármelo por cortesía.
-No, tengo que hace otra cosa antes. –Buscar el regalo de Alan. Qué casualidad que me hubiese tocado él…dudaba mucho que por azar. Mis padres y tío Jack y tía Helen siempre habían querido vernos a Alan y a mí juntos.
Y no dijo más nada. Cerró la puerta del coche sin mirarme. El coche arrancó y lo seguí con la mirada hasta que lo vi desaparecer. Como decidí no tomarme a muy mal estos últimos minutos juntos, decidí pesar alguna chorrada que me distrajese. Por ejemplo, no me había fijado hasta entonces, pero tenía razón cuando dije que aunque no supiese como era el coche, sabría que era el suyo. Porquera era un flamante y ostentoso Lexus que ni los coches oficiales en España. No necesitaba un letrero que dijese <Ni con todo el dinero que ganes en tu vida podrías pagarme entero>, era evidente mirase donde mirase.
Emprendí mi regalo a una tienda de regalos que vi un día de vuelta a casa. Para ser exacta, el día en que volví de la “fiesta temática de Halloween” a la que me “invitaron” Angela y las demás. ¿Ves Valeria como hay mal que por bien no venga? Cuando viste el escaparate, era de noche y te quedaste con las ganas de verla algún día, y ese día es ahora. Sonó la alarma de la sirena de un coche de policía. ¿Qué pasaba ahora? Empezó a vibrarme la pierna. ¿Y ahora qué? Oh, no me había caído, era mi móvil que estaba sonando. Otro mensaje. Se me había olvidado que esa era la nueva canción de mi móvil. Se la había cambiado hace poco. Es como empieza la canción de Drop i ton me de Ricky Martin. Si me había sonado antes en casa cuando estábamos Bryce y yo juntos… Tsss, se me va la olla. Era un número desconocido. ¿Quién podía ser? En todo ese tiempo había sonado dos veces más. Tenía tres mensajes seguidos. Mi móvil se había quedado anticuado, en vez de recibir los mensajes de más de 160 caracteres, como uno solo, los recibía por parte. Pero es que no tenía dinero para comprarme uno nuevo…Dichosa crisis que sólo afecta a los pobres…
<¡Era broma boba! ¿Cómo podía pensar que era una tontería lo que me dijiste de que eras afortunada por haber entrado en tu vida y que ahora estemos así? Digamos> Ese era el primer mensaje. Pasemos al segundo. Pero antes de eso, mi móvil volvió a sonar. Tenía otro mensaje. <que era una pequeña venganza por el susto que me hiciste pasar antes cuando creí que ibas a morir atropellada delante de mis narices. ;) No te lo tomes a mal, > Tercer mensaje. <que es con cariño. :P No te preocupes que guardaré reposo. Lo que tú me digas mi capitana. Y guarda mi número, que estoy seguro de que todavía no lo has hecho y> Cuarto mensaje. <pensaste que era un desconocido. Te quiero, mi chica de la suerte. TYYSLE.>
¿TYYSLE? ¿Qué era eso? ¿Era ese el motivo por el que había sonreído antes y yo no sabía por qué? No lo sabía. No sabía lo que quería decir ni sabía tampoco por qué sonrió. En ese momento sólo estaba segura de una cosa, yo estaba sonriendo por él mensaje que me había enviado. Con qué poca cosa se puede hacer a una persona feliz. Con él, estaba empezando a sentirme muy afortunada. Aunque la buena suerte me persiguiese en un modo un tanto peculiar, seguía siendo buena suerte. ^^