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Refranero

miércoles, 11 de enero de 2012

Capítulo 41: Buena suerte

Capítulo 41: Buena suerte
Ricky Martin empezó a cantar. Era el tono de mi móvil que le había puesto para los mensajes. En ese momento me sonó y nos interrumpió a Bryce y a mí, que seguimos abrazados en el sofá hasta ese momento. Era un mensaje de mi madre. ¿Me había venido bien que mi madre fuese tan oportuna o no? <Nena, se me ha olvidado decirte que los Thomson van a comer esta noche con nosotros y que habíamos hecho un amigo invisible, te ha tocado Alan. Búscale algo antes de venir. Tq> Interesante. Mi madre y sus despistes que me incumben… Ahora tendría que buscarle algo. Bryce no me preguntó por quién era. Simplemente no dijimos nada.
Bajamos al portal del edificio, y los dos juntos estuvimos esperando a que pasara el coche con el chofer a recogerlo. Me pasé casi todo el tiempo mirando a la carretera, esperando ver aparecer el dichoso coche por algún lado. No sabía cómo era, pero no hacía falta, lo sabría cuando lo viese. No es que quisiera que Bryce se fuese, es sólo que como no sabía lo que me pasaba ese día por la mañana, esperaba que cuando volviésemos a vernos, dejaría de sentirme incómoda. Ponía las esperanzas en ello.
La conversación en ese tiempo no fue muy sustancial. Simplemente salió el tema de cómo iba a pasar la noche de hoy y de ahí derivó en el tema de mi familia. Nada nuevo que contar. La historia de que mi madre conoció a mi padre en España, se enamoraron, se casaron, vivimos en Oakville hasta que tenía 10 años porque nos fuimos a España, y que ahora había vuelto por una beca. La verdad que era la primera persona, después de Karem, a la que se lo contaba. Ni siquiera a Aaron. Poquito a poco, Bryce se había ido creando su hueco en mi vida. Bueno, ya se lo había creado antes, pero ahora hacía uno bueno. La verdad es que estuvo escuchándome atentamente todo el tiempo. Me sentí contenta por ello, me alegraba saber que aún se preocupaba por mí y demostraba que lo que me había dicho hace pocas horas, seguía sintiéndolo. No quise preguntarle por cómo iba a pasar él la noche. No era plan de hurgar en la herida.
Volví a mirar a la carretera, a ver si venía el dichoso coche. Nada de nada. 15 minutos decía que tardaba, ¿no? Ya lo creo…Volví entonces a mis pensamientos. Me sentía mal por Bryce porque mi reacción antes sus sinceras y dulces palabras fuera esta tan distante, fría, y cortante. ¿Pero qué podía hacer? Es como al que no le sale un problema de matemáticas porque tiene la cabeza embotada. Pues lo deja de lado un tiempo, despeja la mente y luego vuelve al ataque. ¿Funcionaría esa táctica ahora conmigo? Me sentía miserable por el trato que le estaba dando. Probaría eso no estar con él delante, para ver las cosas de otro modo, puesto que alejados de la realidad todo se ve muy diferente. Y probaría también como me sentía sin él. Si lo extrañaba, me encontraba triste, me acordaba de él o no, mi estado de ánimo mejoraba… muchos factores.
-¿En qué piensas? –Dijo de repente. Llevábamos un tiempo sin decir nada, cada uno en nuestros pensamientos. Y de pronto saltaba con eso. A saber en qué estaría pensando…
-En si podré volver a sentirme relajada contigo… -dije mirándome las manos. En el momento en que preguntó, estaba jugueteando con los dedos en el capó de un coche. Menos mal, así lo usé como excusa para seguir mirándolos y evitar su mirada.

Esperaba su respuesta, no una en especial, no pensé en las posibilidades, sólo esperaba algo. Pero lo único que obtuve por respuesta fue el silencio. Bueno no, escuchaba el sonido de la ciudad, las ruedas de los coches contra el asfalto, gente que hablaba, algún helicóptero que sobrevolaba nuestras cabezas, música de alguna tienda… Todo excepto su voz. Lo miré, quería verlo. Estaba apoyado sobre el techo del coche, descansaba su barbilla sobre su mano. Tal vez no dijo nada porque no había nada que decir. No quería volver a comerme el coco sobre el tema. Se había dado cuenta de que entre nosotros, por mi parte, la situación estaba tensa. De eso no había duda…hasta ahora que lo había podido comprobar por el silencio de su respuesta. Y no me extrañaba, sólo es necesario saber comparar mi forma de actuar de ese momento con otros anteriores… Me sentí de nuevo miserable. Pero ahora más aún.

Me acerqué a él. Le puse una mano en el hombro. No quería hacer como que lo acompañaba en su dolor. Era un gesto para que se girase a mirarme, quería decirle algo. Pero no volvió la cabeza. Jmmm. Le moví el hombro entonces. Eso sí parecía más una llamada. Esperé. No se giró. Jmmmmmmm. ¿Qué mas hacía? Repetí el movimiento. Nada. Pasemos a la acción entonces. Le di la vuelta al coche y me asomé la cabeza por arriba del techo, puse mis ojos a la altura de los suyos. Que triste… él apoyado y yo de puntillas y teníamos casi la misma altura…Ni caso. Seguía mirando un punto perdido del infinito. Jmmmmmmmmmmmmmmm. Seguí su mirada por curiosidad. A ver si es que estaba viendo algo interesante o simplemente estaba inmerso en sus pensamientos. Pero me encontré con que miraba a la pared del edificio de en frente. Interesante. ¿Pero que esperaba encontrar? ¿Que espiaba por la ventana a una pareja haciendo manitas? Me harté. Le di un golpe con el puño al techo del coche. < ¡Bryce! > Grité. Si la ignorancia se cobrase, podría comprarme un megáfono para llamarlo…o varios. 

Si el dueño del coche apareciera en ese momento, no sabría que cara ponerle. Porque no caí hasta unos segundos después, de que le había dado un puñetazo… Oops. ¿Pero qué más podía hacer? ¡Me seguía ignorando! ¡Ya lo sé! Se me vino la idea de momento. No tuve ni que pensarla. Fue inmediato. Esta no podía fallar. Empecé a saltar de puntillas, levantando los brazos y agitándolos al aire a la par que decía su nombre. Con cinco zancadas…un momento ¿las había contado y todo? Vaya, creo que soy un poco friki…Me prestó atención por fin. Miró hacia a mí con cierta cara de susto. Vaya… no sabía que le daba tanta vergüenza que hiciese eso…tampoco era para tanto… Pero además de su cara, se abalanzó sobre el techo del coche alargando su brazo. ¿Qué pasaba? Oh, con mi ida de cabeza no me había dado cuenta de que me había tropezado saltando y que me caía hacia tras. Torpe. Y tampoco me di cuenta por mí misma. Es que el tipo del coche que había estado a punto de atropellarme si me hubiese llegado a caer de espaldas de verdad, dijo ciertas palabras, no precisamente muy agradables, gritando por la ventana.

-¡Valeria! –dijo gritando cuando por fin me había agarrado. Sus actos habían sido más rápidos que sus palabras. Tardó menos tiempo en lanzarse sobre el coche para llegar al otro lado y cogerme, que en terminar de decir mi nombre. Guau. -¡Ten cuidado! –dijo esta vez mirándome a los ojos con expresión aún angustiada.

Cuando se me pasó el susto, empecé a reírme. A carcajadas. Escandalosamente. La gente empezó a mirarnos extrañada. Pero es que nos hubiera mirado de esa manera independientemente de mi risa o no. Estábamos en una escena muy extraña pero más divertida. Su pecho totalmente apoyado contra el techo del coche, su mano agarrando la mía, yo sentada en el suelo con el brazo levantando porque todavía no me había soltado, su cara de pánico y la mía de no enterarme de nada de lo que pasaba.

-En serio, cada día contigo es una aventura…-dijo soltándome por fin y bajándose del techo. Su cara era muy divertida. Era entre madre que mira a su hijo como para regañarlo, y persona que gasta una broma pero quiere aguantarse la risa.
-¡Oh venga ya! ¡No pongas esa cara de mosca! ¡Ríete también! ¡Sé que te ha hecho gracia! ¡Lo veo en tu cara! –dije levantándome del suelo y rodeando el coche para volver a su lado. Enfrentamos miradas. Me miró con cara de escéptico.
-No sé qué voy a hacer contigo…-dijo al fin sonriendo amablemente. Vaya, me quedé con ganas de algo. ¿Un abrazo tal vez? ¿Un beso? No me entendía a mí misma. Estaba incómoda ahora que sabía sus sentimientos porque no sabía como comportarme con él, y ahora me desilusionaba porque no llegaba a más… No tengo remedio. Siempre querré lo contrario. Tal vez si la continuación de esa frase hubiese sido <darme un beso> lo hubiese recibido. Pero no lo dije, a pesar de que sentía unas ganas irremediables. Soy tonta. – ¿Por qué no te fijas en lo que haces, por donde vas y los peligros que corres? -Y caminó para sentarse en el escalón de la puerta principal de mi edificio. Empezó a gruñir como ayer cuando lo encontré sentado en la nieve en Times Square. Esta vez no creo que fuese de frío… Se habría enfadado. -Si muero algún día, será por un susto que me des con tus locuras y tu mala suerte…
-¡Hey! ¡No es mala suerte! ¡Es buena suerte que se hace esperar! –Se me ocurrió en ese mismo momento. Muchas otras veces antes me lo habían dicho, pero nunca se me había ocurrido. Tal vez me inspiro cuando estoy con él. Aunque la verdad que me había quedado bastante bien. Me senté junto a él en el poyete. Lo miré. Me miró.
-¿Buena suerte que se hace esperar?  -Su cara era una mezcla entre incomprensión y sorpresa. Abría mucho los ojos pero arqueaba las cejas. Algo como esto: Ò_ô. Su expresión me ofendía. No había dicho una tontería. Que se me hubiese ocurrido tan a la ligera y pareciera una chorrada muy grande, no significaba que lo fuera de verdad. –Y deja de gruñir así, ¡pareces un perro! –y con la mano le aparté la cara cariñosamente para que mirase a otro lado. No mostraba enfado. Es más, sonrió sin que yo supiera por qué… a saber lo que se le habría ocurrido en ese momento. Pero le aparté la cara porque como pensaba que mostraría enfado, no quería verla. Aunque me me di cuenta de que no fue así, otro error más para la lista. –Pasa que dicho así no lo entiendes. Pero tiene todo el sentido del mundo. –Y volvió a mirar hacia a mí, ahora con expresión interrogante solamente, ya no traía la sonrisa esa que me desconcertaba porque no sabía a qué venia. Bien, así me gustaba, que mostrase interés por lo que decía.
-Sorpréndeme –dijo finalmente con cara de resignación y moviendo la cabeza hacia un lado para acompañarla con ese movimiento.
-Mira, si te das cuenta, toda la mala suerte que tengo se convierte en buena. Cuando decidí tirar por un atajo para llegar a casa y vi que atropellaron a un hombre…Gracias a eso decidiste fijarte en mí. Pensar que eras un cabrón y despreciarte…Gracias a eso te lo dije el día en que Shelby se cayó por las escaleras. Ponerme una tarjeta roja y toda la Uni en mi contra porque te enfadaste por lo que te dije aquel día…Sin embargo, gracias a eso tuvimos más encuentros. Esos encuentros fueron horribles, nos peleábamos continuamente…Pero gracias a eso fuimos aprendiendo el uno del otro…Y gracias a eso estamos ahora como estamos. -Estuvo escuchando muy atentamente esto que he dicho. Me sorprendí. –¿Ves? Sólo hay que saber esperar y mirar el lado bueno de las cosas. –Y culminé mi charla sobre filosofía de la vida con una amplia sonrisa amigable.
-Esa es la tontería más grande que he escuchado. –Dijo como si nada. Como quien dice por las mañanas desayuna café. Vale, lo retiro, prefiero la sonrisa de antes que me ponía nerviosa porque no sabía a qué venía. –Haré como que no he escuchado nada. Agradécemelo por no tenértelo en cuenta y correr un tupido velo. –Sin comentarios por mi parte… Le acababa de decir, camufladamente, que había tenido buena suerte, es decir, que consideraba bueno, es decir que me alegraba, es decir QUE ERA FELIZ, por estar ahora así con él…y va y dice que había dicho una tontería enorme… Perdona, pero la que va a correr un tupido velo va a ser yo… Y no seré yo la que tenga que agradecer ese detalle…además varias veces.
-Bueno, ¿qué querías decirme antes llamándome tanto? –Vale, ahora cambiaba de tema. Como si con eso bastase para que olvidara el desplante anterior…
-No lo sé, se me ha olvidado. –Le respondí cortante porque estaba enfadad. Pero era verdad, no le dije que no lo sabía porque estuviese molesta y quisiera vengarme, es que en realidad me había olvidado por completo. Entre el susto, la risa y el enfado…vaya, acabo de darme cuenta de por cuantos estados de ánimo he pasado en tres minutos, uno por cada minuto…interesante…qué viva soy. Jajaja. Que guay. Ya se me había pasado el enfado al pensar la chorrada esa. Si es que me cuesta mucho estar de mal humor… Por esa se iba a escapar.
-Ya está ahí el chofer. –Vaya, tanto tiempo perdido y desaprovechado con Bryce por mirar a ver si llegaba el dichoso coche, para nada, porque ahora no lo había visto llegar…En fin.

Bryce se levantó del poyete, le costó trabajo porque aún seguía débil, así que tuve que ayudarlo, me levanté antes que él y le puse el brazo para que se apoyase en él. Perdí el equilibrio por el peso y casi nos caemos los dos, pero puse rápidamente la mano en la pared y nos frenamos. Que rápida de reflejos estoy, ¡por dios!

-No, si ya lo decía yo. Tú me matas a mí. –Dijo de broma cuando todavía estaba en proceso de incorporarse.
-No creo que estés en condiciones de decir eso justo ahora. –Lo miré con cara desafiante, tan bien de bromas. Al momento no lo pilló, lo supe porque su sonrisa apareció un poco tarde. Si decía algo en mi contra, lo soltaba y lo “dejaba caer”.

Lo acompañé hasta la puerta del coche, la abrió para montarse. ¿No iba a despedirse de mí?

-Nos vemos mañana. –Dijo secamente mientras se agachaba para sentarse. Aclaro que cuando me preguntaba si iba a despedirse de mí, no me refería a que fuese de esta manera.
-Deberías guardar reposo hasta que se te vaya la fiebre.
-Y tú deberías tener cuidado al andar de noche sola por las calles de Nueva York… Y no te digo nada. –Zas, en toda la boca.

¿Por qué se vuele borde? ¿Será un Gremlin en versión opuesta, que por la noche se vuelve cariñoso y por el día un estúpido? Ok, pues que haga lo que le de la gana. Yo pasaba ya. Al parecer mi estado natural, tranquilo y espontáneo sólo sabía salir cuando estábamos de malas y no de buenas. Que triste… Ojalá eso cambie algún día, porque si no, no teníamos posibilidades ningunas…Espera un momento, ¿quería tener posibilidades? Por la noche me pareció todo tan perfecto que acepté sin más…Pero no había pensado en todos los inconvenientes de juntarme con una persona y familia así… ¿Estoy dispuesta a soportarlo? Por Aaron sí, pero ¿por Bryce también? Sí. Lo había decidido así y así sería. La realidad no era diferente anoche.

-Ok, como quieras…-Pero estaba harta de estar siempre de mal rollo. ¡Joder! Ahora tendría que irme pensativa todo el camino hacia casa y estaría todo el día dándole vueltas al asunto…
-¿Te llevamos a la estación? –me ofreció como si estuviese en el compromiso de preguntármelo por cortesía.
-No, tengo que hace otra cosa antes. –Buscar el regalo de Alan. Qué casualidad que me hubiese tocado él…dudaba mucho que por azar. Mis padres y tío Jack y tía Helen siempre habían querido vernos a Alan y a mí juntos.

Y no dijo más nada. Cerró la puerta del coche sin mirarme. El coche arrancó y lo seguí con la mirada hasta que lo vi desaparecer. Como decidí no tomarme a muy mal estos últimos minutos juntos, decidí pesar alguna chorrada que me distrajese. Por ejemplo, no me había fijado hasta entonces, pero tenía razón cuando dije que aunque no supiese como era el coche, sabría que era el suyo. Porquera era un flamante y ostentoso Lexus que ni los coches oficiales en España. No necesitaba un letrero que dijese <Ni con todo el dinero que ganes en tu vida podrías pagarme entero>, era evidente mirase donde mirase.

Emprendí mi regalo a una tienda de regalos que vi un día de vuelta a casa. Para ser exacta, el día en que volví de la “fiesta temática de Halloween” a la que me “invitaron” Angela y las demás. ¿Ves Valeria como hay mal que por bien no venga? Cuando viste el escaparate, era de noche y te quedaste con las ganas de verla algún día, y ese día es ahora. Sonó la alarma de la sirena de un coche de policía. ¿Qué pasaba ahora? Empezó a vibrarme la pierna. ¿Y ahora qué? Oh, no me había caído, era mi móvil que estaba sonando. Otro mensaje. Se me había olvidado que esa era la nueva canción de mi móvil. Se la había cambiado hace poco. Es como empieza la canción de Drop i ton me de Ricky Martin. Si me había sonado antes en casa cuando estábamos Bryce y yo juntos… Tsss, se me va la olla. Era un número desconocido. ¿Quién podía ser? En todo ese tiempo había sonado dos veces más. Tenía tres mensajes seguidos. Mi móvil se había quedado anticuado, en vez de recibir los mensajes de más de 160 caracteres, como uno solo, los recibía por parte. Pero es que no tenía dinero para comprarme uno nuevo…Dichosa crisis que sólo afecta a los pobres…

<¡Era broma boba! ¿Cómo podía pensar que era una tontería lo que me dijiste de que eras afortunada por haber entrado en tu vida y que ahora estemos así? Digamos> Ese era el primer mensaje. Pasemos al segundo. Pero antes de eso, mi móvil volvió a sonar. Tenía otro mensaje. <que era una pequeña venganza por el susto que me hiciste pasar antes cuando creí que ibas a morir atropellada delante de mis narices. ;) No te lo tomes a mal, > Tercer mensaje. <que es con cariño. :P No te preocupes que guardaré reposo. Lo que tú me digas mi capitana. Y guarda mi número, que estoy seguro de que todavía no lo has hecho y> Cuarto mensaje. <pensaste que era un desconocido. Te quiero, mi chica de la suerte. TYYSLE.>

¿TYYSLE? ¿Qué era eso? ¿Era ese el motivo por el que había sonreído antes y yo no sabía por qué? No lo sabía. No sabía lo que quería decir ni sabía tampoco por qué sonrió. En ese momento sólo estaba segura de una cosa, yo estaba sonriendo por él mensaje que me había enviado. Con qué poca cosa se puede hacer a una persona feliz. Con él, estaba empezando a sentirme muy afortunada. Aunque la buena suerte me persiguiese en un modo un tanto peculiar, seguía siendo buena suerte. ^^

Capítulo 40: Diamante

Capítulo 40: Diamante
Después de mi momento de shock, caí en la realidad de las palabras. Bryce acababa de confesar que no me escapaba de sus pensamientos en todo el día. Bryce acababa de confesar que ocupaba sus sueños todas las noches. Bryce acababa de confesar que yo era en parte la culpable de sus descontrolados y contradictorios actos. Bryce acababa de confesar que estaba enamorado de mí...

<Estoy perdido e inevitablemente enamorado de ti> Esas palabras resonaban por toda mi mente, y aumentaban de frecuencia y tono cada vez más, como si rebotasen contra  las paredes de mi cráneo y se intensificasen al retumbar por toda la cavidad. Parecía irónico, esa realidad que me había estado ocultando inconscientemente durante tanto tiempo, y que me había hecho comerme la cabeza retorciendo y exprimiendo ideas, ideas que ahora me parecían absurdas, para que tuviesen sentido y poder comprender por qué Bryce se comportaba así, se mostraba ante mí como una luz cegadora que no me dejaba ver más nada. No sabía como sentirme. Tanta luz había dejado KO mi limitada capacidad de pensar. Pero debía decir algo, responderle, estaba alargando innecesariamente un duro momento para él. ¿Pero qué le decía? ¿Dónde se me había ido la espontaneidad que tanto me caracterizaba? Si es que todo falla en los momentos de mayor necesidad… putos nervios que no sirven para nada…

-Valeria… je... –se rio de una manera entre impaciente y desesperado. –Se supone que en este momento deberías decir algo. –Pausa. Él tenía la esperanza de que dijese algo pronto. Pero no fue así. –Me estoy empezando a sentir como un tonto…je…-otra vez esa risa, era como soltar todo el aire de golpe pronunciando la sílaba que se dice para poner la risa por escrito.
-Esto…-¿Qué diantres podía a decir? Mi mente estaba en blanco. Todo esto me pillaba muy de sorpresa. Que sí, que alguna vez que otra pensando en motivos que explicasen los vaivenes de sus acciones, se me había ocurrido esa posibilidad, pero siempre la tomé como absurda y por eso no tenía preparado nada ahora para decir. Creo que no soy tan espontánea como pensaba… realmente lo traigo todo preparado, esperando el momento justo de soltarlo. Y ahora estaba viendo las consecuencias de esa forma mía de ser.
-Lo siento…te estoy forzando otra vez… No quiero volver a ser el mismo engendro que he estado siendo hasta ahora…-Si a la voz le correspondiese un paisaje, le correspondería un desierto por la noche. Porque por el día, gracias al Sol, tiene mucha energía, pero por la noche cuando alcanza temperaturas bajo cero y se desprende de todo el calor, pierde toda ese energía por completo. Y así estaba Bryce, antes descubrir ese secreto, se sentía el mejor del mundo, pero ahora había destapado aquello que lo protegía del exterior, ahora se sentía vulnerable. No podía seguir haciéndole daño por más tiempo. Era mi turno, era el momento de sincerarme con él.
¿What do you got? - Bon Jovi
-Bryce, sabes bien que yo quiero a…
-Lo sé. No lo digas. –Me cortó antes de que pudiera terminar de decirlo. Aunque no iba a decir Aaron. Si ya lo sabía, no iba a repetirle eso que le hacía daño. Iba a decir <otra persona>.
-Ya sabes que es un amor imposible…y estoy en proceso de olvidarlo, pero no sé cuánto tiempo puede llevarme…-Y era cierto, gracias a él me había vuelto intocable y ya el dolor no me afectaba, pero de ahí a no seguir enamorada, había un trecho.
-Sabes que la paciencia no es mi mejor virtud…Y que me irrito fácilmente-Eso era un eufemismo descarado. No era su mejor virtud decía…y que se irrita fácilmente…Que me hubiese esperado 6 horas bajo la nieve era mero orgullo y cabeza dura por no aceptar que lo habían plantado y sus planes se habían ido al traste. No era nada paciente, es más, si la impaciencia y la facilidad de irritarse fuesen virtudes. Lo llamarían Bryce el virtuoso. –Pero ya te he dicho que estoy haciendo todo lo posible por cambiar. Dame una oportunidad por favor. –Dijo mirándome a los ojos. Incluso su mirada era sincera. Lo creí. Decía la verdad. Y sabía que la intención no es lo único que basta en lo referente a cambiar…pero por eso se empieza. Y yo tenía que apoyarlo, porque si lo dejaba solo o lo hundía más, nunca llegarías LOS DOS JUNTOS a ninguna parte. -No me hagas decir estas palabras que tanto me están costando, y tragarme mi orgullo, en vano. Voy de tipo duro por la vida y me estoy avergonzando mucho por esto… -Y volvió a apartar la mirada. Sentí un vacío cuando volví a dejar de ver sus ojos. Como tristeza. ¿Significaría algo?

Vaya, ni siquiera en este momento dejaba el orgullo al lado. Pero bueno Valeria, él lo está intentando, y yo lo creía. Había sido así durante mucho tiempo, es normal que le cueste tanto y que sea reacio a cambiar, encima tan de sopetón. Pero es que justo unas horas atrás, había cerrado mi cupo de decepciones y decidido que no le daría ni una oportunidad más. ¿Qué hacía? ¿Me tiraba a la piscina una vez más? La última vez estaba vacía y me había dado un culazo impresionante… Sabía que verdaderamente estaba arrepentido, lo veía en sus ojos, y también sabía que estaba haciendo por cambiar, lo notaba en sus cambios de personalidad tan bruscos. Ironías de la vida, está esperando a que digamos algo 100% seguros para que ocurra algo que nos obligue a contradecirnos. Me puse en su lugar, a mi me gustaría que me diesen otra oportunidad. Y al final me lancé. Espero que la piscina me recibiese llena de agua serena, porque ya hasta había que especificar que no la quería de olas. Llevaba un tiempo, que todo lo que deseaba, se cumplía pero no de la forma en que quería.

-Sólo tengo una pregunta. ¿Por qué saliste en mi encuentro esta tarde? –Me había guardado esa cuestión para un momento adecuado. Y pensé que era este. Pude ver por la expresión de su cara, la incomprensión total de mi pregunta. A lo mejor había pensado que era una idiotez, pero no lo era.

No estaba preguntando de qué manera dio conmigo, estaba preguntando el motivo que lo movió a buscarme. Tenía que saber si era un mero impulso sin motivos, como cuando salió a buscarme después de la llamada del comisario, si pensó en el: se sentía mal consigo mismo por las palabras que le había dicho y quería dejar de sentirse así “arreglándolo” de alguna manera, o pensó en mí: le dolía que tuviera esa concepción y sentimientos por él, verdaderamente quería arreglar las cosas y que los dos tuviéramos una relación mejor. No era una pregunta sin sentido. Sólo esperaba tres posibles respuesta. Tres posibles motivos. El primero, no sabía por qué lo hizo. El segundo, lo hizo por él, para sentirse bien consigo mismo. El tercero, lo hizo por mí o por los dos, por lo que había o podía haber entre nosotros. Dependiendo de la respuesta, todas me dirían cuál era su postura y lo que podía esperar.

-Cuando te fuiste, me quedé destrozado. Tenías razón en todo lo que dijiste, siempre te hago daño y espero solucionarlo con un lo siento o simplemente dejándolo pasar. Y me sentí una basura. –Se puso bocarriba, no quería que le viese el rostro mientras hablaba. –Y supe que mi orgullo me llevaría a la perdición, como siempre lo había hecho. Me di cuenda de que era el momento de luchar por ti contra la batalla más difícil de superar, la lucha contra mí mismo y todo mi mundo. Porque antes sólo me había dedicado a complicar las cosas tomando atajos que no llevaban más que al camino equivocado, como siempre había hecho durante toda mi vida. Pero gracias a ti me di cuenta de que no podía seguir así, el perderte me hizo abrir los ojos, por eso me tragué mi orgullo. –No podía pensar, escuchaba con plena atención cada palabra que salía de su boca. -Pero cuando levanté la cabeza, sólo vi que tú ya no estabas allí y que me había quedado de pie como un tanto discutiendo conmigo mismo algo que debí haber discutido hace mucho tiempo. –Pausa. –Salí corriendo a buscarte, pensé que te convenía más ir andando hasta tu casa que coger el metro para una sola estación que te dejaría más lejos de tu casa y te llevaría más tiempo para llegar. Pude haberte llamado por el móvil, pero estaba seguro de que no me contestarías. Puedo decirte con total seguridad, que si no te hubiese encontrado, te hubiera seguido buscando hasta debajo de las piedras. Aunque estaba muy débil, la garganta me ardía, las manos me sudaban, sentía que estaba metido en un horno, pero mi sudor era frío, cada paso que daba era a base de mucho esfuerzo, hasta casi me dolía respirar. –Silencio. Paró unos momentos, como si recordar como se sentía, hiciese que volviera  a encontrarse igual. -Pero cuando por fin te encontré, las fuerzas no se me fueron, sino que volvieron. Es como si al verte en peligro, mi hubiese vuelto la energía…energía que perdí en cuanto vi que volvías a estar a salvo. No recuerdo nada más antes de ver que me encontraba en el sofá de tu casa enrollado en mantas, edredones y colchas. Me sorprendí mucho al ver que estaba sin ropa. Jajaja, pagaría por tener un vídeo del momento en que empezaste a quitarme la ropa. No te imagino discutiendo contigo misma sobre si quitarme los pantalones también o no. Jajaja. –Me sonrojé al instante de pensar en que pudiera verme así, o incluso tocándolo en el momento en el que perdí el control de mis acciones. Yo pagaría por quemar ese vídeo y hacerlo desparecer de la faz de la tierra. –Muchas gracias de nuevo. -¿De nuevo? No las había dicho en ningún momento. –Aunque sé que no te las había dicho. Sólo las había pensado. –Vaya, al menos lo reconocía. Pues va a ser verdad que los frutos de su cambio ya están saliendo. –Pero gracias por todo. Por la paciencia que tienes conmigo y él que me trates así aún después de todo lo que te he hecho pasar…-¿Quién era este Bryce y qué había hecho con el anterior? No lo sabía ni me importaba, este era mucho mejor. Y se giró de nuevo para mirarme. -¿Respondida tu cuestión? –Dijo sonriéndome.
-Sí, respondida. –Si mi pregunta fuese un examen, lo había aprobado con matrícula. Su respuesta había superado mis expectativas. Lo había hecho por él, por mí y por los dos. Había dejado de lado la conducta altiva y orgullosa de toda su vida, TODA SU VIDA, en ese instante en que sintió perderme.
-¿Y puedo saber su decisión? ¿Señorita Spinoza? –Dijo con la sonrisa juguetona que tanto me encantaba.
-Por supuesto.

Y lo abracé. Pasé mis manos por alrededor de su cuello,  y el las pasó alrededor de mi cintura. No nos besamos, ni hicimos porque eso ocurriera, nuestros brazos no pasaron a la acción, ni tampoco hicimos porque eso ocurriese. Ese momento, los dos solos en el calor de nuestros cuerpos, abrazados, respirando el aroma del otro, el latir de nuestros corazones, cada célula de nuestro cuerpo pidiendo más, la poca razón que nos quedaba diciendo que no…era un momento mucho más íntimo y especial que no debía ser roto por el deseo. Y nos dormimos así, abrazados. Ni siquiera sé cómo pude, estaba realmente nerviosa por todo el flujo de sentimientos. Cuando me desperté por la mañana, todo seguía tal y como lo dejé cuando logré dormirme después de un gigantesco intento por relajarme. Bryce a mi lado,  mi corazón acelerado, los vellos erizados, un escalofrío a punto de salir pero que esperaba tímido el momento adecuado, mi extraña sensación de que todo había sido un sueño…todo permanecía en la habitación tal y como lo había dejado por la noche.

Me levanté de la cama medio adormilada. No me costó ningún trabajo, no amanecimos abrazados, imagino que en algún momento de la noche cambiamos la postura. Vaya, algo que no seguía estando cuando me desperté. Pero antes de salir de la habitación, miré a Bryce de nuevo, y de nuevo volver a pensar que era increíble tenerlo ahí, tumbado en mi cama, durmiendo con esa cara de angelito, respirando el mismo aire que yo, dejando su aroma por todas las sábanas…Creo que no las lavaré en un tiempo. Y sonreí, me alegré de que mi sentido del deber superase a la pereza ayer, y cambiase las sábanas de la cama, así ahora podría quedarme dormida varias noches imaginándomelo a mi lado. Cuando me quedé sin más razones para seguir fantaseando, me dispuse otra vez a salir de la habitación. Auch. No debí haber mirado a Bryce, ahora me costaría aún más salir de allí. Pero tenía que hacerlo, y por tercera vez y esperaba que por fin la definitiva, decidí irme directamente al cuarto de baño. Venga, Valeria, sin pensar sin pensar. Cuanto más lo pienses más trabajo te costará. Y cuando por fin salí del cuarto, creyéndome victoriosa por haber salido gracias a que no había pensado de nuevo, caí en al cuenta de que sí había pensado: Un momento. Mi pulso se paralizó unos instantes, sólo el tiempo de tardar en comprobar que todavía tenía las bragas y el pijama puestos. Ok. Todo está bien. Y entré directa a la ducha sin retrasar más el momento. 

Salí a toda pastilla, ni me paré en secarme el pelo. Quería preparar un desayuno exquisito antes de que se despertase. Hice crepes, aunque no de las caseras, usé el bote que se vende en los supermercados y que trae la mezcla ya lista, sólo para añadir leche y freír. Cuando estuvieron listas, las puse en una bandeja y me la llevé al cuarto. La puse en la mesita de noche. En la cama corría peligro. Y decidí despertarlo, pero sólo lo decidí, porque no llegué a realizarlo. Me tumbé en mi lado y me quedé mirándolo. Antes, al salir para la ducha, me quedé con ganas de seguir observándolo, ahora iba a saciarlas. Si la belleza fuese pecado, él estaría condenado. Alargué la mano para jugar con su pelo…y en que momento se me ocurrió hacer eso…ah no, no se me ocurrió, fue un impulso… pues maldito impulso que había hecho que Bryce se despertase y no poder seguir admirándolo…

-¿Qué pasa? –Dijo con los ojos muy abiertos, sorprendido. -¿Me vas a llamar unicornio otra vez? ¿O ésta toca ciervo? –Y acompañó su comentario con una cara muy graciosa.
-Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajajajajaja. –Intenté contener la risa, pero sólo consiguió que me saliese más ruidosa. Empecé a golpear la cama con el puño. No podía para de reír. Las lágrimas me corrían mejilla abajo. Cuando lo miraba, con su cara de “¿no es suficiente?” todavía me reía aún más. Pasó un rato hasta que paré.
-Si alguna vez mi compañía quiebra, me plantearé ser payaso o monologuista. –En su espera, había colocado la almohada sobre la cabecera y había apoyado la espalda sobre ella. Sentado, de brazos cruzados y con esa expresión tan seria diciendo eso tan cómico, me volvía la risa. Pero esta la supe contener.
-Lo siento. Ay. –Dije secándome las lágrimas y terminando las últimas carcajadas en silencio.
-Bueno, creo que me merezco la respuesta que no me diste la otra vez, ¿no? –Dijo con un levantamiento de cejas mientras giraba la cabeza para mirarme de lado. Si quería hacerse el interesante, lo había conseguido.
-Cual, ¿la de por qué te miraba? Pues no sé, me levanté aturdida por el desmayo y me sorprendió ser a ti a quien viese en mi casa. –Dije levantando los hombros.
-¿Entonces sabías que era yo el que se encontraba allí? –Ah vale, ya comprendía su pregunta. Lo que quería saber es si lo miraba para averiguar de quien se trataba, si de Aaron o él.
-Sí, perfectamente. –Dije como si hablase de la cosa más obvia de este mundo.
-¿Cómo? ¿Cómo nos distingues sin problemas desde el primer día? A todas las personas les costó su tiempo de adaptación, incluso algunos profesores y alumnos todavía no nos distinguen a Aaron o a mí si no estamos juntos.
-Am. No sé que decirte… imagino que desde el principio os vi tan diferentes o yo me encargué de distinguiros mucho, que nunca he tenido problemas con eso… -Me paré a pensar un momento, a ver cómo podía explicárselo para que lo entendiese. –Digamos que ya, hasta subconscientemente, mi cuerpo reacciona de una manera u otra dependiendo de con cuál de los dos estoy. Por eso aunque estuvieses dormido, sin hablar o actuar o incluso por la mirada, que ambos la tenéis totalmente distinta, leyendo los mensajes de mi cuerpo sé al momento  quién es. –Nos quedamos mirándonos, sin decir nada. Seguramente estaba pensando en qué decir al respecto.
-Interesante. -¿Tanta espera para eso? Buah. –Es la primera vez que lo escucho. Leo y Liam nos reconocen sin problema, después de tantos años es normal. Como tú dices, se fijan en la forma de hablar, mirar, caminar... incluso por fotos, fijándose en la expresión de nuestros rostros, son capaces de saberlo. Aunque dormidos, son totalmente incapaces. –Cogió la bandeja de la mesita de noche y empezó a cortar la crepe. –Eres como nuestra hermana Rose. Sabe quienes somos en cada momento sin dudarlo un segundo. Aunque no usas los métodos esos raros tuyos. -¿Métodos raros? No eran métodos, simplemente ocurrían independientemente de mi voluntad… -Dio un bocado. Masticó a la vez que degustaba. –Muy bueno por cierto. Aunque no me gusta el sirope de chocolate, prefiero el de fresa. Debiste haber preguntado antes de echarlo…-Vale, me había molestado no haber acertado en eso, pero si no le gustaba, no tenía culpa, tenía razón, debí haber preguntado antes. Tranquilidad Valeria, que Bryce sea del tipo de persona que haga lo que haga y diga lo que diga, todo te molesta, no significa que sea con razón. Has decidido darle una oportunidad, no lo juzgues a la ligera.
-Y luego soy yo la rara de los métodos raro…-Dije en venganza. Aunque no pude evitar controlar mi desilusión. Me había levantado y duchado a la ligera, todavía sentía el pelo mojado sobre mi espalda, para prepararle el desayuno…y no era de su agrado…
-¡Que era broma tonta! ¡No me pongas esa carita de desilusión o no voy a poder controlarme! – O_O Más me valía cambiar la cara. O la que no podría controlarse sería yo. Porque con la sonrisa juguetona que me ponía, resistirse se había convertido en algo muy duro. -¿Cómo no iba a gustarme o el chocolate o el desayuno siendo tú la que me lo ha preparado? –Y le puse cara de molesta. Es decir, incliné la cabeza hacia abajo y lo miré levantando los ojos y las cejas.
-Muy bien muy bien. Me la apunto en la lista de “venganzas”. –Dije con la misma posición de cabeza, sólo que ahora sonreía con malicia. Era mi cara de interesante.

Y continuamos comiendo. Me hizo gracia, porque incluso rebañó el plato con el último cachito de crepe que le quedaba. Yo me metí con sus formas de comer tan pijas y de rico estirado que tenía, y luego lo convencí para que hiciese como yo y rebañase el plato. Me alegraba que el ambiente no fuese incómodo o tenso entre los dos. Acabábamos de vivir unos momentos extraños y seguíamos como siempre. Metiéndonos el uno con el otro. Aunque esta nueva forma desenfadada me encantaba. Sin embargo, no era como yo quería…Será que la noche me confunde, porque por mi parte, no era capaz de actuar con naturalidad… Me forzaba mucho en crear un ambiente agradable…

Bryce tardó especialmente en último bocado, que lo masticó con lentitud. Al principio pensaba que era para disfrutar el último trozo de crepe, luego me di cuenta de que era para pensar cómo iba a preguntarme lo que tenía en mente.

-Me he estado preguntando…-Ojú. –Sobre lo que dijiste antes de que según reaccionaba tu cuerpo inconscientemente, sabías cuál de los dos éramos… ¿Cómo son esas reacciones? –Y se terminó el vaso de leche para quitarle importancia a la pregunta.
-¡Ah! ¡Secreto! No quieras saberlo todo sobre las armas secretas de una mujer. –Dije con mi sonrisa pícara. Quería distraerlo, no era plan de decirle que con él me ponía en estado de alerta y con Aaron en estado de una boba enamorada.
-¡¿Esta es tu venganza por lo de mi inocente broma del sirope de chocolate?! –Dijo indignado y sorprendido. Bien, al menos lo había desviado del tema.
-Puede ser. –Y le guiñé un ojo antes de salir por la puerta con la bandeja para llevarla a la cocina. Empecé a fregar los platos de la noche anterior y los de esa mañana. Al rato me di cuenta de que estaba tarareando una canción mientras la medio bailaba. ¿Era un síntoma de que estaba feliz? Bah… -¡Bryce! ¡Deberías llamar a alguien para que te recoja! ¡Yo voy a salir dentro de poco para casa de mis padres! –Dije gritando desde la cocina. Aunque para nada… él no estaba en el cuarto todavía, sino detrás de mí. Me abrazó por la espalda y agachó su cabeza para apoyarla en mi hombro y susurrar a mi oído. Otra vez el escalofrío. Entre que me había movido el pelo para dejar la oreja libre y el rozar del viento contra mi piel, sólo podía esperar eso como reacción.
-Veo que estás muy feliz esta mañana. –Mecachis, había estado observándome sin darme cuenta y me había visto tararear y bailar. Que vergüenza…
-Y tú muy espiar a la gente a escondidas, ¿no? –Dije girándome para mirarlo a la cara y que así tuviese que quitar su cabeza de mi hombro. Estaba muy nerviosa como para disfrutar del momento. Y en qué momento se me ocurrió hacer eso, aprovechó para robarme un beso, pero no lo consiguió, me di cuenta antes y le hice el movimiento de la cobra para que me lo diese en la mejilla. No dijo nada al respecto. Y me alegré por ello.
-Avisé a mi chofer cuando saliste del cuarto. –Dijo soltándome. Me sequé las manos de tenerlas mojadas por el fregadero. Ya había terminado y puesto los platos a escurrir. Me giré a verlo, ya estaba completamente vestido. Menos mal. Me hacía un favor así. Me ahorraba un momento incómodo. –Dice que estará aquí en quince minutos. –Dijo con pesar. No quería irse.
-Tiempo suficiente para medirte la fiebre. –Dije sacando el termómetro de un cajón de la cocina y mostrándoselo con una sonrisa.
-¡Guay! ¡Me gusta jugar a los médicos! –Uish de verdad, ¿por qué me ponía tan nerviosa con todo lo que decía? Era incapaz de actuar con naturalidad…con lo fluido que fue todo la otra noche…
-Anda venga, tire para el salón, señor paciente. –Dije empujándolo por la espalda y guiándolo al sofá. –Toma, póntelo en la axila. –Alargué el brazo para ofrecerle el termómetro. –Y no es necesario que te despelotes por completo, que nos conocemos…
-Jajaja. ¡Que nos conocemos dice! Si ni siquiera había pensado en eso…-¿Ah no? Vaya, estaba 100% segura de que sí. –Mi intención era que me despelotases tú. –O_O Zas. En toda la cara. Esa si que no me la esperaba. Al momento empecé a notar calor en la cara. Maldición, me había sonrojado por la bordería esa… valientemente…
-¡No exijas tanto! Que yo soy un médico de los públicos, ¡no de los privados! –Le hizo un gesto con el termómetro para que lo cogiese de una vez. Se abrió unos botones de la camisa y se lo colocó riéndose todavía. Los minutos que teníamos que esperar aproveché para quitarme el pijama y ponerme la ropa que iba a llevar en la cena de esta noche. Era un simple vestido gris de lana sin mangas, con un chaleco de cuello alto, unas medias y unas botas.
-¡Guau! Estás muy guapa así, aunque el pijama te queda más sexy. –Dijo mirándome de arriba a bajo. ¿Tenía que empezar a acostumbrarme a esto? No me hacía a la idea. Me había acostumbrado tanto a pensar con mucho cuidado todo lo que le decía a Bryce, que la espontaneidad se me había esfumado.
-Claro, y si te hago un desfile de bikinis mucho mejor, ¿no? –No lo decía en plan borde, sino siguiéndole la broma. Esperaba que me respondiese con algo. Pero en vez de eso, tiró de mi brazo y me sentó en el huego que había entre sus piernas. Nos quedamos sentados en el sofá, y él abrazándome por la espalda. Eso sí que me pilló desprevenida.
-Tengo 39º y subiendo desde que estás cerca. -¿Cómo se supone que debía responder a eso? Tragué saliva muy fuerte. Mis nervios casi se podían palpar. Y él lo notó. -¿Qué te pasa? ¿Por qué no puedes ser tu misma? ¿Dónde está la Valeria alocada y espontánea que me encanta? Desde esta mañana te he notado como tensa y agobiada. –Paró un momento de hablar, pensaba cómo decir lo que quería decir. –No quiero ni pensar que sea por mi culpa…-Y volvió a su voz ese tono apesadumbrando que me entristecía a mí también.
-No…-respondí al momento sin pensármelo. No podía permitir que esa idea siguiese en su mente por más tiempo. –Es por mí, no estoy acostumbrada a esto y me va a costar un poco. Compréndeme, hasta hace nada estábamos gritándonos, peleándonos o discutiendo…-Y se me vino a la mente el momento en que tanto terror pasé, cuando me persiguió por la Uni con su mirada inyectada en sangre. –Sólo dame tiempo. Recuerda que todavía hay alguien en mis pensamientos…-Aaron. Aquel con el que todo era natural, espontáneo y tan fácil. Donde las pequeñas cosas eran las mejores.
-Lucharé por que eso cambie. Puedo ser tan obstinado en que me ames, como tu duro corazón en rechazarme. –Y escondió de nuevo su cara entre los bucles de mi pelo. -Atravesaré esa barrera. -Me apretó contra su pecho dulcemente. Y de nuevo también, un escalofrío volvió a recorrer mi cuerpo. Era cierto, no me había dado cuenta hasta ahora porque no fue hasta ahora cuando supe sobre sus sentimientos. Pero es que era verdad, tenía toda la razón, inconscientemente había recubierto mi corazón de una coraza tan dura a ser atravesada por Bryce, como el diamante a ser rayado.