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Refranero

domingo, 29 de enero de 2012

Capítulo 43: Sombra

Capítulo 43: Sombra
A la media hora después, ya estábamos saliendo Alan y yo por la puerta de casa, camino de su coche para regresar a Nueva York. Era la 1 de la noche, y con el trayecto, llegaríamos sobre las 3 y media, si no había tráfico. Una pena que los viernes después de Acción de Gracias no fueran puente… pero al parecer, eso era algo que sólo se da en España. Otra cosa más que echaba de menos de allí. Nos despedimos uno por uno de cada componente de la familia con las esperanzas puestas en volver a vernos pronto.

-¿Te has cambiado la lentilla de color? –Me dijo mi madre disimuladamente al oído mientras nos abrazábamos para despedirnos. Está mujer siempre tan observadora. –Sí, -dije yo también bajito a su oído.
-¿Y eso? No lo has hecho nunca por mucho que te lo he dicho. – ¿Noté un tono reprochador en su voz? ¿Le daba coraje que hiciera lo que ella quería si no era porque ella lo decía? No, mi madre no era así. Debían ser imaginaciones mías.
-Para que veas las cosas que pueden cambiar en mí independizarme. –Nos dimos unos besos y nos despedimos. Cogí la bolsa con mi ropa todavía mojada que quería llevarme a pesar de que se había empecinado en lavarla ella pero que no acepté porque no podría volver a recogerla hasta Navidad, y salimos Alan y yo afuera.

El coche estaba aparcado justo en frente de nuestra casa, por lo que pudimos despedirnos con la mano desde dentro. Seguramente seguirían allí todos de parranda hasta que se quedaran dormidos debido al sueño que trae una borrachera. Nada más girar la esquina que nos dejaba fuera del campo de visión de nuestra familia en el jardín despidiéndose de nosotros, Alan comenzó a hablar. Era como si, por muy lejos que estuviéramos de ellos como para no poder enterarse de lo que pudiéramos hablar, nos privara de intimidad. Creedme, no era ningún disparate pensar eso, a mi también me pasaba… aunque claro, eso no quitaba que no dejara de serlo.

-Bueno, ¿qué tal el día? –Alan rompió el silencio. –Al final no ha estado tan mal como parecía que sería cuando se fue la luz. -No apartaba la vista de la carretera, era de noche y la visibilidad demasiado limitada como para ir sobrado al volante. Yo sabía conducir, pero claro, no iba a llevar su propio coche.
-Tienes razón, ha estado incluso mejor de lo que pensaba. Más que me he reído hoy, creo que es casi imposible. Debo haber rejuvenecido unos cuantos muchos años. –Y bostecé, no pude evitarlo, fue un acto reflejo.

Y como otro acto reflejo, me acordé de Bryce. No sabía por qué, no había pasado nada que me recordara a él. ¿Pero es que tiene que haber un motivo? No tenía que buscar una excusa cada vez que pensara en él. Y caí en la cuenta de que no le había mandado ningún mensaje o hecho alguna llamada en todo la noche. Bueno, ahí si tenía que buscar una excusa o no me sentiría bien por no haberme preocupado por él. Seguramente se sentiría solo aunque estuviese acompañado por Aaron porque él no llenaba por completo el espacio vacío que deja una familia ausente y más en un día como este. No, no debía llamarlo por una excusa. Debía querer hablar con él por que lo necesitara. Como si escuchar su voz y asegurarme de que está bien estuviera por encima de cualquier convencionalismo social. Sentía algo por él, de eso estaba segura. Tal vez no fuera amor, pero se le parecía mucho. No era amistad, camaradería o simple y mera obligación de saber de él por cortesía. Era algo más, creo que lo quería, a mi manera, pero igualmente lo sentía.

Lo sé porque sentía la necesidad de escucharlo. Saber que seguía ahí, que sus palabras fueron verdaderas, que sus sentimientos no habían cambiado y que todo no era una mera ilusión. No sabía si esa necesidad había surgido sola o me la había creado yo, pero ni una cosa ni la otra quitaban que el sentimiento fuese el mismo. Por eso empecé a creer que lo quería. No me había dado cuenta hasta ahora que estaba alejada de él. Antes, durante la cena, no había podido estar a solas con mis sentimientos para hablar con ellos y debatir sobre qué sentía. Ahora tampoco lo había debatido, era algo más fuerte e inmediato, con sólo experimentarlos un segundo, ya me había dado cuenta de lo que realmente pasaba.

Algo había hecho aquella personita inmadura pero dulce que hiciera que mi corazón empezara a abrirle espacio sólo y exclusivamente para él. Realmente acerté al pensar que al alejarme de él podría ver las cosas de otra manera y valorar lo que significaba para mí. Y todavía no sabía como volvería a sentirme la próxima vez que nos viéramos, pero por ahora sólo bastaba con que eso era lo que más quería. Y era suficiente por ahora. De repente me vi buscando angustiadamente en mi bolso el móvil, pero no lo encontraba. Los nervios, me pasaba como cuando buscaba las llaves de mi casa cuando Bryce deliraba. Ve con calma Valeria. Aunque no podía, empecé a sentir desasosiego por cada segundo que pasaba lejos de cualquier contacto con  él. No me gustaba esa sensación, me había creado una necesidad que antes no tenía, y tenía la ligera impresión de que iba hacérmelo pasar mal.

-Bueno, bueno, tampoco te pases, que si rejuveneces tantos años no podría echarte la caña. –Alan habló, se me había olvidado ya que estaba ahí. Habría pasado un segundo como mucho en responder a mi afirmación anterior, pero la larga cadena de pensamientos que había tenido en ese segundo que además no tuve que molestare en desarrollar porque se presentaba como evidente ante mí, fue más que suficiente para olvidarme del resto del mundo o de mí misma. Bryce ocupaba todo mi mundo en ese momento. Pero me giré en un acto reflejo de sorpresa al ver que alguien a quien en un primer momento no contaba con que estuviera ahí, hablara, por eso lo miré. Y Alan esta vez sí apartó la mirada de la carretera para dirigirla hacia mí. ¿Echar la caña? ¿Eso era una indirecta? No quería volver a la incómoda situación de antes en la terraza. Así que no dije nada, por eso y porque seguía buscando el móvil a toda cosa, las milésimas de segundo que me había hecho reiniciar mi mente para situarme en un tiempo y un lugar, fueron más que suficiente para que mi ansiedad creciera en mi intento por ahora fallido de encontrar el dichoso móvil. Pero él tampoco esperaba una respuesta, por lo que continuó hablando sin dejar mucho tiempo entre frase y frase. -¿Memorizaste ya mi número en el móvil? No quiero volver a perder una oportunidad de estar los dos solos. –Se refería a no poder habernos ido juntos a Oakville. ¿Otra indirecta? Valeria, deja de pensar eso, no te creas tan importante como para pensar que él también está enamorado de ti y menos si habéis estado 11 años sin veros. Sabes que seguramente fue mamá quién le dio tu número porque quiere emparejaros.
-Oops. No. Y precisamente lo estaba buscando ahora, pero no lo encuentro. –Mi impaciencia, nerviosismo y demás desagradables sensaciones, crecían por segundos.
-Vaya, parece que hay algo que se resiste a juntarnos… Con todo lo que me costó que tu madre me diera tu número, porque cuando se lo pedí, me dijo que lo miraría y que luego me llamaría, y se le olvidó porque cuando lo estaba buscando la llamó no sé quien. -¿Entonces no fue iniciativa de mi madre dárselo? ¿Fue él el que lo pidió? Nunca me lo habría imaginado conociéndola a ella. Pero yo seguía mirando por mis bolsillos e intentando recapitular sobre donde podía encontrarse.
-Alan –dije mirándolo muy seriamente e ignorando todo lo que había dicho hasta ahora. –Déjame tu móvil. –incluso podría parecer enfadada con el semblante que tenía en ese momento.
-¿Para qué? -¿¡Y QUÉ MAS DA PARA QUE!? Estaba peor por no poder contactar con Bryce, sabiendo que lo estaría pasando mal por todo el tiempo que lo había tenido olvidado, que con la idea de haber perdido el móvil. Aunque suerte que no tenía nada que esconder en él.
-¡Sólo dime donde está! –Dije gritando. Estaba histérica.
-En el bolsillo de mi pantalón. –Y alargué la mano para cogerlo. Ni me paré a pensar por el sitio en el que se encontraba y hacia donde iba a acercar mi mano. Afortunadamente tenía una cuerdecita de la que poder tirar para sacarlo mejor. –A llamar a mi móvil para ver donde está. –Ahora que ya tenía el móvil en mi poder, podía pararme en decirle para qué lo quería. Empecé a llamarme, ni siquiera reparé en el pedazo de súper móvil de súper última generación de Alan, eso me traía al pairo. Piiiii, piiiii, piiiii, piiiii, el móvil llevaba cuatro llamadas y nadie lo cogía. En el coche no sonaba, desde luego allí conmigo no se encontraba, eso era obvio. Me quedaba o que me lo había dejado en casa y esta gente con las voces que pega hablando no se enteraba o lo había perdido en algún sitio. A ver Valeria, haz memoria. ¿Cuánto fue la última vez que lo viste? Piiiii, la quita llamada sonó, y con ella caí en la cuenta…en el autobús.
-¿Diga? –Alguien respondió al otro lado de la línea. Tenía voz de chico. No era Alex, la hubiera reconocido al momento. O el supuesto ladrón era muy torpe y no había caído en la cuenta de responder a la llamada, o era una persona bondadosa que quería hacer una buena acción para devolver el móvil a la dueña, o es que no quería el móvil ni como objeto contundente para golpear.
-¿Hola? Mira, soy la dueña del teléfono. –Dije en un tono de voz ligeramente apurado. Aunque por dentro lo estaba mucho. Eso implicaba no saber de Bryce hasta mañana.
-¿Tú eres quién se dejó el móvil hoy en el autobús a Waterbury? –Por lo menos la voz del chaval sonaba amigable. Eso me alegró. Al menos había tenido razón en que me lo había dejado en el autobús.
-Sí, soy yo. ¿Cómo podríamos hacer para que me devolviese el teléfono? –Sabía que era un chico joven, más o menos de mi edad, por la voz, pero tenía que tratarlo de usted. Primero que no me convenía tratarlo sin respeto, y segundo que no lo conocía. -¿Lo dejarías en objetos perdidos en la estación o lo enviarías por correo a cobro revertido?
-Como tú veas. Aunque yo había pensado en quedar para devolvértelo. También soy de Nueva York. Y creo que es más rápido y fiable así. -¿Fiable? ¿Quedar con un completo desconocido que dios sabe quién era y qué podía hacerme? Vale, por lo menos así recuperaría mi móvil más fácilmente. Quien sabe la de trámites que hay que seguir en la estación para recuperar un objeto perdido…
-Por mi bien. Pero me gustaría que fuera lo antes posible, si puede ser, por favor. –Mi voz volvió a sonar apurada. Miré sin saber por qué a Alan, él seguía pendiente en la carretera, pero sabía perfectamente que lo estaba también de mi conversación.
-¿Por qué tantas ganas y prisas en recuperar un móvil tan patético como este? -¿Cómo? ¿Móvil patético? Se me encendió la neurona guerrillera, pero la adormecí al momento. Por mi engreído que fuera, tenía mi móvil, y la que estaba en una posición de desventaja era yo. Lo que podía hacer mis ganas de saber de Bryce… que hasta me había tragarme el orgullo. Miedo me daba saber hasta donde podía llevarme esta nueva necesidad.
-Bueno, al grano, ¿cuándo podemos quedar? -¿Notaría mi enfado? Me daba igual. Si se notaba o no, no contaba, yo mostraba respeto. -¿Mañana por la tarde?
-Bueno, bueno, al grano al grano. –Dije como si me estuviera remeando… A quién me recordará… -Imposible mañana por la tarde, trabajo. ¿Por la mañana tal vez?
-¿Pasado? Es que por la mañana no puedo. –Mi labio empezó a temblar. Estaba empezando a irritarme. Pero paciencia Valeria, es la persona que va a devolverte el móvil. Además, te había propuesto quedar por la mañana, y tú a esa hora tienes clases. Él está poniendo de su parte, no lo pagues con él por tu irritación de no tener el teléfono pronto. No haberlo perdido.
-Por la mañana tengo libre el sábado. –Vaya, precisamente cuando yo trabajaba. Qué casualidad.
-Imposible, tengo trabajo también. ¿Y por la tarde? -¿Es que los turnos de su trabajo y el mío estaban elegidos al azar por alguna fuerza maligna para que no pudiéramos encontrarnos? Estaba por decirle que dejara el móvil en la estación.
-¿Y por qué no lo dejas en la parte de objetos perdidos de la estación y punto? –Mi voz había pasado de apurada a enfadad y ahora irritada.
-Porque me pilla muy lejos, me conviene mejor quedar en un sitio más cerca de donde trabajo. Eres tú la interesada en el móvil y yo el que va a hacer el buen acto de devolvértelo, no abuses. -¡No abusaba! ¡Sólo preguntaba! –Sigo sin saber por qué tanto empeño en recuperar el ladrillo de móvil. Aunque creo que ni para eso sirve, porque se desmontaría al momento. -Este tío me estaba tocando cierta parte de una cierta forma desagradable. Aunque ya me daba igual todo lo que criticase el móvil, sólo quería recuperarlo.
-¡¿Y a ti que te importa?! –Me di cuenta por el rabillo del ojo como Alan se giró para mirarme con los ojos muy abiertos, sorprendido.
-Tranquila, tranquila. Como quieras. No te pregunto más. Pero que sepas que ahora la hora la escojo yo para cuando mejor me convenga, no como a ti mejor te convenga. -¿Pero quién se creía el nota esta? Menos mal que no tenía fotos comprometidas en él… es más, creo que sólo tenía diez fotos y porque la memoria del móvil no daba para más, porque me veía siendo chantajeada. No dije nada, esperaba que dijera la maldita hora. Iría de todas formas. -¿No dices nada? -¿Tenía algo más que decir? ¿No acababa de imponer que él elegía dónde y cuándo?
-No, sólo espero que digas la hora y el lugar.
-Ok. Pues a las 2 de la tarde en la estación de metro de Lexington Avenue. –No era una pregunta para ver si me parecía bien. Era una afirmación. Aunque me venía bien su imposición, a esa hora no tenía nada que hacer y además quedaba cerca de mi casa, si iba andando rápido, en 15 minutos podría llegar andando y evitar gastarme dinero en el metro. Que a lo tonto a lo tonto se iba llevando toda mi paga. Al menos ahora estaba más tranquila. No estaba tan alterada por no tener el móvil.
-Está bien. –Mi voz sonaba cortante. Quería mostrar que todavía seguía indignada por haber criticado algo mío.
-Pues nada, hasta el domingo a las dos.
-Hasta el domingo a las dos. –Y colgué. Me quedé mirando el móvil de Alan en la mano. Aunque realmente no lo observaba, simplemente había dejado mi mirada perdida sobre él. Estaba ausente en ese momento. Y lo gracioso es que no estaba pensando en nada. Tenía la mente en blanco.
-Se me había olvidado contarte, con tanto jaleo que ha habido desde que llegaste, que ya tienes planes para el domingo. –Alan me sacó de mi ensimismamiento. Le ofrecí el móvil para que lo cogiera a la vez que con la expresión de mi cara le preguntaba a qué se refería. Esta vez no iba a guardarle el móvil en el bolsillo, ya no estaba tan angustiada. Y fue él el que lo guardó. –Pues que el miércoles, hablando con Claire… ¿te acuerdas de ella?
-¿Claire? ¿Claire Sears? ¿La que estaba con nosotros en el colegio? ¿Rubia de ojos azules? –Me llevó un tiempo bastante corto sacar a cuál Claire se refería. Sólo había una que perdurara en mí lo suficiente como para hacer que me acordara de ella la primera, porque había sido una especie de mejor amiga de mi infancia,  y segundo, porque estuvo desde siempre bastante unida a Alan y a mí como para que mantuvieran el contacto después de tanto tiempo.
-¡La misma! Pues todas las navidades tenemos una cena los del instituto desde que nos separamos para ir a distintas universidades, para no perder el contacto. –Lo escuchaba atentamente, aunque poniendo todo mi esfuerzo, estaba cabreada conmigo mismo pero lo estaba pagando con el mundo, y en la medida de lo posible quería evitar en lo máximo descargar mi rabia sobre Alan. –Pues estas navidades ella y otros más se van de excursión con su clase por ahí. Y se han adelantado a este fin de semana, porque más adelante llegan los exámenes parciales. –Me miró con cara de “por favor por favor ven, ven, ven, deja que te convenza”. –Y cuando le dije que tú podrías venir porque estás de vuelta en Estados Unidos… Se emocionó mucho.
-Ok, ok, está bien. No tienes por qué intentar convencerme. No iba a negarme a ir. –No lo dije demasiado ilusionada, ahora mismo estaba amargada, y sólo una cosa podría sacarme de ese estado de ánimo, y no era precisamente saber que tenía una fiesta el domingo que me quitaría tiempo de pasarlo con él. Quien sabe, a lo mejor mañana por la mañana cuando estuviese de mejor humor, incluso hasta me parecía bien. Un momento, ¿cómo no se me había ocurrido antes? ¡Ahora lo del almuerzo me parecía una idea fantástica y maravillosa!
-¡Genial! –Vi cómo movía los dedos en el volante en un acto inconsciente de alegría. Pero yo seguía sin estar muy receptiva para que eso me llegara. –Sé que has quedado a las dos de la tarde, y es precisamente la comida a esa hora también. Me gustaría que llegáramos juntos y a parte no quiero que te quedes a solas con el desconocido ese… -Estaba insinuando que quería acompañarme. Por mí bien, pero mi maravillosa idea que tanto había hecho que me ilusionase era que quería ir con Bryce a la comida. Pero no veía precisamente conveniente que fuéramos los tres juntos a hacer todo eso, porque en mis planes, quería que él me acompañara también a recoger el móvil. Pero no quería decirle ahora lo de Bryce… tenía que buscar una respuesta rápido o pensaría que me había puesto en un compromiso y no sabía como rechazar su ofrecimiento… que era precisamente lo que estaba ocurriendo, pero no quería que lo supiese.
-Alan… es que no puedes acompañarme… -y me paré ahí, estaba pensando en cómo continuar la frase. Lo miré y él se giró un instante para mirarme también.
-¿Por qué? ¿Qué ocurre? –Dijo casi preocupado, cómo si el único motivo por el que no quisiera que fuese es porque ocurre algo y no por mera decisión libre mía.
-Porque quiero darte una sorpresa cuando nos veamos en la fiesta… y si vienes antes no podrá ser. –Y lo gracioso es que todavía no tenía seguridad de que Bryce aceptara a ir. No tenía la menor idea sobre si su pensamiento sobre lo que ahora teníamos era como me lo propuso una vez en su casa, eso de estar juntos en privado pero ser como desconocidos en público... De repente sentí miedo por que eso fuera así. No sabía si era porque me estaba ilusionando demasiado y no quería llevarme una decepción, o es que no quería volver a ser humillada… Fuese lo que fuese, sólo iba a continuar con él si no se avergonzaba de mí. Así que o bien ya podía tener un plan como excusa para no ir, o bien podía irse despidiendo de mí.
-¡Ah bueno! ¡Lo del libro! –Y noté como expulsó todo el aire que tenía en los pulmones, como si hubiese estado reteniéndolo todo el tiempo que lo había tenido en suspense. Error, eso iba a comprárselo el viernes por la tarde, que la tenía libre, como siempre. Pero, ¿me convenía hacerle pensar eso? –Tanto secretismo… ¡si te hace ilusión tenerlo tan en suspense te dejo! –Y volvió a hablar con tranquilidad. Salvada. Una vez que liberé toda mi tensión. Ya me había tranquilizado por no poder contactar con Bryce, haber encontrado una manera para ver si estaba dispuesto a no avergonzarse de mí y solucionado el asunto de Alan, sentí como todas las fuerzas se me venían abajo. Como si la luz más potente y cegadora, se sumiera en la más profunda oscuridad por el simple y mero hecho de apretar el interruptor que le corta la corriente.
-Alan… -dije ahogando un bostezo, aunque se me notó en cómo pronuncié su nombre. -Sé que es egoísta quedarme dormida mientras tú conduces encima de que me estás llevando, siento que me estoy aprovechando de ti, pero es que necesito echarme un rato por favor. –Debía hasta notarlo en mi voz, ahora mismo tenía puesta la batería de reserva, como quien dice. Además, era aún más hipócrita por mi parte no esperar a su respuesta para acostarme, pero ya estaba bajando hacia atrás el asiento del copiloto. En serio, mi estupor repentino y devastador de extraña procedencia, había anulada mi limitada capacidad comprensiva en ese momento, sé que mañana pensaría que hice mal en aprovecharme de su amabilidad, pero ahora no era mañana, y ahora me daba igual.
-Qué tonterías dices. Para nada es egoísta ni te estás aprovechando de mí, contigo o sin ti tengo que conducir de todas maneras. Así que no pienses eso. –Pero yo ya me había tumbado por completo y ya estaba buscando la postura más cómoda, o esa era mi intención, porque tampoco me maté por buscarla, nada más apoyar la cabeza en el respaldo, caí en estado de semi-inconsciencia.
-Gracias Alan, eres estupendo. –Y casualmente la postura perfecta para mí en ese momento era de cara a él, no por nada, sino porque la rueda que hacía girar el sillín estaba mirando a su lado. Y con los ojos cerrados pude notar como se giró para observarme unos segundos, los suficientes para apreciarme bien y no acabar en un accidente automovilístico.
-Y sigues diciendo chorradas…-¿Se puede saber por las palabras si alguien dice algo sonriendo o no? No lo sabía, pero yo incluso pude sentir su cálida sonrisa con los ojos cerrados.
-No lo so… -y ya no fui capaz de acabar la frase, demasiado que había sido capaz de pronunciar aquellas pocas palabras. Mi estado de semi-inconsciencia había pasado a la más absoluta pérdida de conocimiento. Incluso entre mis delirios me pareció escuchar un <estupenda eres tú>. No sé como llegué a dormirme tan pronto. Tal vez es porque estaba muy cansada de por sí. El día había sido muy largo, y yo había dormido muy poco en toda la noche, y mucho mérito tuve en llegar a quedarme dormida. Intentando relajar mis pulsaciones para poder conciliar el sueño con los labios de Bryce tan cercanos a los míos, con sus brazos rodeando mi cintura, los míos alrededor de su cuello, sintiendo como su respiración erizaba mis vellos y me hacía cosquillas, su calor…él en sí. Estaba tan sumida en sentir que en ese momento esta con él, que ni caí en la cuenta de que ahora había cambiado a Bryce por Aaron en lo respecto a quedarme dormida esperando soñar con él.

No recuerdo más nada del viaje, sólo sé que estaba en un parque con dos niñas pequeñas, una ahogaba de manera bastante pobre su tristeza mientras otra intentaba hacerse la guay.  ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué no podía hacer nada por consolar a la pequeña que parecía que iba a salir llorando en cualquier momento? Me sentía frustrada, pero estaba inmóvil, sólo podía observar. De repente todo cobró sentido. Pero la imagen desapareció en ese justo momento.

-Valeria. –Abrí los ojos medio aturdida. Una voz pronunciaba mi nombre. Alan me llamaba. Todo había sido un sueño. Cuando estaba lo suficientemente despierta para ver dónde estaba, caí en la cuenta de que habíamos llegado ya a Nueva York desde Connecticut, y que estábamos en frente de mi casa.
-Mmmmmm. –No había mucha luz, era de noche evidentemente, pero la suficiente como para cegarme. –Qué bien he dormido. –Dije intentando incorporarme mientras me estiraba, error cuando uno se estira pierde la fuerza, y me caí de espaldas sobre el asiento. –Auch.
-¡Cuidado! ¿Puedes andar o tengo que llevarte en brazos? –Dijo Alan bromeando, o eso creía. Tenía cara de diversión. Se lo estaba pasando bien viéndome en ese estado de inutilidad.
-Creo que todavía me funciona en condiciones la capacidad locomotora, sólo hay que darle tiempo, está calentando motores. –Y me incorporé, esta vez si despedazamientos de ningún tipo, giré la ruedecilla para levantar el respaldo del asiento todavía adormilada y soñolienta y salí del coche, o me quedé en el camino. Alan tiró de mi mano bruscamente cuando iba a abrir la puerta. Debía haber dormido muy profundamente, porque ni siquiera me di cuenta hasta que reaccioné ante tus actos, de que mi puerta daba para el lado de la carretera y que tenía que tener cuidado al bajarme por si venía un coche.
-¡Espera! –Y se echó hacia mi bruscamente. Cuando la puerta quedó cerrada y yo totalmente a salvo, cuando la adrenalina bajó los niveles en sangre en el cuerpo de Alan y mi adormilamiento desapareció, me di cuenta de que nuestras caras estaban muy próximas. Nos quedamos así unos segundos hasta que ambos analizamos la situación. Nos miramos unos segundos y rápidamente desviamos la mirada a la vez. Él volvió a su sitio y yo miré a la ventana. Mi extraña propensión a causar mi muerte inconscientemente, me jugaba pasadas extrañas también.
-Ya no vienen coches. –Y esta vez cogí mi bolso, la bolsa con la ropa que se me mojó y abrí la puerta del todo y salí ilesa del coche. Antes cuando estaba todavía medio dormida, no había caído en cogerlas. Rodeé el coche por el capó y me situé en su ventana, me agaché para hablarle, el bajó la ventanilla. –Gracias por todo, salvador de chicas imprudentes. –Y le sonreí. Él me devolvió la sonrisa.
-Gracias por convertirme en un héroe. –Pensé en darle dos besos en cada mejilla, como es costumbre en España y concretamente Andalucía, para despedirse, pero aquí no lo era, y yo no se lo había explicado, podía mal entenderlo. Decidí dejarlo como estaba. Abrí la puerta principal con la llave, me giré para despedirlo una vez más con la mano, y entré.

Una vez dentro, tiré el bolso y la bolsa por algún sitio de la habitación, me quité los zapatos, los calcetines, la ropa de mi madre y el sujetador. Ese día dormiría en bragas, no era plan de buscar el pijama. Tampoco nadie iba a venir a mi casa. Y en la milésima de segundo que pasó entre cerrar los ojos, apoyar la cabeza sobre la almohada y quedarme dormida, me di cuenta de que había intentado soñar con Bryce infructuosamente, y además a cambio había vuelto a mí la pesadilla que desde que empecé a soñar con Aaron, había dejado de tener. Claire era la palabra. Había olvidado que fue ella la que me hizo ver que los intentos por cambiar el mundo a mejor, eran inútiles. Y ese sueño, que creía que había dejado de perseguirme, volvió a emprender su camino. Como una sombra que sigue pisándole los talones como quien dice a una persona mientras anda, o intenta andar... Pero no pasaba nada, por mucho que me persiguiese esa sombra, yo estaba tranquila, mañana iba a ver a Bryce. Era todo lo que podría quitarme el sueño en ese momento.