Capítulo 39: Asesinato
Estaba dormida, llevaba un rato ya babeando, lo notaba por el charquito que empapaba mi almohada. Siempre que mi sueño era profundo, tocaba tener babas everywhere. Pero ese sueño profundo, que además era una pesadilla con el indigente de esta tarde, dejó de serlo tanto. Noté cómo empezaba a sentir frío, alguien había levantado las sábanas, y al momento, noté como la cama se movía y un cuerpo chocaba contra mi espalda. ¡EL MENDIGO QUE HACE HEAVY METAL! En mi estado de semi-inconsciencia no tuve otra cosa más inteligente que pensar. Me incorporé de un brinco y salí de la cama, cogí mi almohada de un manotazo y como si fuera una guerrera sanguinaria, me eché sobre el cuerpo para asfixiarlo. Contaba con la ventaja de que tenía las manos bajo las sábanas y no podía sacarlas. Bien, así la muerte sería más rápida. Dio un grito, pero no me acobardó, le estampé la almohada en la cara y empecé a apretar.
-MMMMMMMMMMMMMM mmmmmmmmmmmmmmmm MMMMMMMMMMMMM –Gritaba. O lo intentaba. El cuerpo se movía como si sufriese espasmos, en un intentó por zafarse de mi ataque mortal. Pero…Uy, esa voz me sonaba familiar. Volví en mi misma. Estaba en mi cuarto, en mi cama, con la puerta de la casa cerrada con llave … tenía la sensación de que me olvidaba algo. ¡BRYCE! ¡Oh Dios! ¡Estaba asfixiando con Bryce! Al momento le aparté la almohada de la cara. Y con mi expresión que infundiera más pena, intenté ponerle cara de gatito de Shrek.
-¡Lo siento! Estaba medio dormida metida todavía en el sueño y pensé que eras el mendigo de esta tarde… -Junté las manos en posición suplicante. Bryce dio una graaaaaaaan bocanada de aire.
-¡Me las vas a pagar! –Dijo saltando de la cama hacia a mi. Echó las sábanas hacia atrás, es decir, encima mía, porque yo estaba sentada sobre su pecho. Y me envolvió en ellas-¡No voy a parar hasta que me lo supliques llorando! -Oh no, sabía de lo que era capaz de llegar a hacer este chico en sus idas de cabeza, y ahora estaba sola. Mi cara del Gato con Botas de Shrek, había sido un fracaso total.
¡Que alguien me saque de aquí! Y me sacaron de ahí, pero fue Bryce el que lo hizo. Con mi cara de terror, observé la suya de perversión total. Me acojoné. Vi en cámara lenta como sus manos se acercaban a mí. Pero en lo que más me fijé fue en su torso desnudo, se le habían caído las mantas entre tanto jaleo. Por lo menos, si iba a forzarme, sería con la espectacular vista de su cuerpo que tanto me enloquecía. Algo es algo. Sus manos llegaron por fin a mi vientre, de ahí empezaron a subir hacia las costillas. ¿Estaba preparada para que el momento que tanto había guardado, ocurriese de esa manera? ¿Y con él? Pero lo que nunca me imaginé fue que ese momento me daría risa, y más si era obligado. Pero me estaba retorciendo por las carcajadas. ¿Por qué? Entonces lo comprendí, estaba tan segura de lo que creía que iba a pasar, que no me di cuenta de lo que estaba haciendo realmente, si es que soy lentita incluso para eso. La “venganza” consistía en hacerme cosquillas y el “suplicar llorando” se refería a llorar de la risa.
-¡Bryce! Jajaja ¡Por favor! Jajaja ¡Te lo suplico! Jajaja ¡Para! Jajaja ¡Por lo que más quieraaaaaaaajajajajaja! –No podía con la risa. Parecía que tenía manos por todas lados, más que un pulpo. De las axilas, pasaba a las costillas, al vientre y a la planta de los pies. Y mira que me encogía, pero era tan fuerte que con un leve movimiento sin hacerme daño, me desenrollaba y llegaba adonde quería llegar. Lo que más me jodió fue tener que cerrar los ojos por la risa y no poder observar su prominente torso.
-¿¡Qué!? Habla bien porque no entiendo lo que dices. –Cabronazo. Me había escuchado perfectamente.
-¡PARA POR FAVOR! –Dije con todas mis fuerzas. Y al final lo hizo. Nos quedamos tumbados los dos sobre mi cama. Con la respiración muy agitada. Los vecinos debían escuchar incluso el aire entrar y salir de nuestros pulmones. Aunque claro, con lo que ya habían escuchado, eso debía ser lo más light. -¡Serás desgraciado! ¿Cómo te atreves a asaltar en mitad de la noche la cama de una indefensa señorita? –Dije poniéndome de rodillas sobre la cama y mirándolo a los ojos con expresión indignada. ¬¬
-¡¿Perdona?! Creo que he debido de escuchar mal. ¿Has dicho… INDEFENSA? ¡Si el ejército se entera de que las almohadas tienen función asesina, mortífera y sanguinaria a parte de la reposar la cabeza… te metían en Guantánamo de por vida por posesión y uso de armas ilegales! –Dijo abriendo muchos los ojos para exagerar todo aún más, incluso la expresión de su cara.
-Bueno, tienes razón. Es comprensible que un debilucho como tú no pueda con una guerrera como yo. –Dije levantando el brazo y apretándolo para que se viese mi bíceps. Pero no se levantó ni medio centímetro. Que triste… Al menos lo acompañé con una expresión de persona que se cree que está sobrada en todo lo que hace. Incluso me miré el brazo mientras hacía ese paripé. No sabía donde poner los ojos, miraba a todos lados nerviosamente. Pero de vez en cuando se me perdía la mirada hacia el pecho de Bryce. Y esta vez lo notó. Qué vergüenza. No sabía donde meterme…Pensé que por pudor, se taparía. Pero el muy cabronazo no sabía qué era eso. Y empezó a acercarse mucho a mí. La carne es débil y la mía más.
-¿Ah si? Me gustaría comprobar cuanta guerra das… -Malvado. Cruel. Vil. Ruin. Pueril. Sabía que era débil y se aprovechaba de eso, de eso y del poder aturdidor de su pecho, sus brazos, su aroma, su sonrisa juguetona, su vientre… Por eso se acercó a mí lentamente, dándole juego al momento.
Yo me iba agachando para tumbarme en la cama, porque si me quedaba de rodillas, llegaría muy rápido a mí. Hasta que quedé totalmente tendida, su cara sobre la mía, y un brazo a cada lado de mi cabeza. Nuestras bocas empezaron a aproximarse. Mi corazón volvió a latir con fuerza. Si alguna vez me daba un ataque al corazón, sería por su culpa, no es normal el ritmo que llevaba, no debía ser saludable cambiar de un ritmo normal a otro desenfrenado en tan poco tiempo. Como otras muchas veces había pasado los dos deseábamos que ocurriese, pero como otras muchas veces había pasado también, no llegó a pasar. Apartó su cara para no toser en la mía. Parecía que iba a echar la vida por la boca. Me tuve que poner a su lado y colocar una mano en su espalda, no para golpearlo, sino para que supiese que estaba ahí, a su lado, apoyándolo. Cuando terminó, sin decir nada, le aparté las sábanas de la cama, que milagrosamente seguían en su sitio, coloqué la almohada en su lugar, se metió de nuevo adentro y yo con él. Él se quedó acostado de lado, mirando hacia mí, que le daba la espalda. No estaba preparada para enfrentar de nuevo su mirada…bueno, y su pecho, sus brazos, su sonrisa juguetona, su vientre, su aroma…
-Por un momento pensé que te morías. –Dije para romper el incómodo silencio que circulaba por la habitación, a sus anchas, con total confianza.
-Y yo, pero no de la tos, sino por la almohada. Sabía que eras una bruta y una bestia, pero no tanto… -Me giré para responderle, si no podía ver mi cara, no tenía sentido mi respuesta. –No te vayas a enfadar, que era broma…Por favor, no intentes matarme de nuevo. –Dije en tono burlón. Buf, no podía cuando se ponía así. Era algo superior a mí.
-Vamos, ¡más quisieras tu morir en mis manos! –Mi cara de rechulona era lo mejor de todo. Bueno no, lo mejor de todo era volver a tener los rostros tan próximos, aunque no precisamente los rostros…
-Desde luego, viendo tu bola de pelo y tus ojos de distinto color, cualquiera moriría feliz pensando que es una pesadilla y no la realidad. -¡Vaya golpe bajo señores! Cogí aire en esa típica forma en que lo cogemos cuando estamos muy muy indignados. Y lo solté de sopetón con un “ja”.
-¡Fuera de mi cama! –Dije levantándome y poniéndome de pie en el suelo. Le señalé la puerta con un dedo y todo el brazo estirado.
-¡¿Encima que estoy enfermo por tu culpa me vas a echar?! –Dijo cruzándose de brazos y con ninguna intención de levantarse.
-¡¿Encima que te cuido me vas a insultar de esa forma?! –Me encantaban como habían cambiado las tornas, nuestras peleas eran ahora “cariñosas”. –Además, que yo sepa, en los cuidados ¡no va incluido asaltarme a media noche y obligarme a dormir contigo! –Si él no iba a dar su brazo a torcer, yo tampoco. Ni mucho menos. –Así que ya estás tardando en salir de mi cama. –Caí en la cuenta de una cosa cuando vi que empezaba a destaparse. ¿Se habría quitado los pantalones… o los mantenía? No me fijé cuando me estaba haciendo cosquillas, tenía los ojos cerrados. Y no estaba dispuesta a vivir otra escena incómoda en donde no saber donde poner los ojos. Aunque ganas no me faltaban. Pero Valeria, contrólate, por un ataque de hormonas disparadas no te rindas de esa forma. -¡No! ¡No! Da igual, déjalo, con lo testarudo que eres, es imposible sacarte de aquí. Me iré al salón a dormir en el sofá. – ¿Realmente prefería eso? Por orgullo iba a perderme…no, mejor no pensar qué iba a perderme.
Y emprendí mi camino hacia el salón, caminó que no pude terminar de recorrer.
-¡Oh venga ya! ¡Esta bromeando! ¡Si sabes que tus ojos y tu pelo me vuelven loco! –Y en el fondo lo sabía. Lo sabía por cómo me miraba siempre fijamente a los ojos, y por cómo jugueteaba con los tirabuzones naranjas de mi pelo.
Pero ¿qué coño me pasaba? En otra vida tuve que ser una monja casta y pura que murió virgen, si no, no me explico como podía ser capaz de rechazar un bombón así. –Vuelve a la cama. –Dijo cogiéndome delicadamente una vez más de la mano y hablándome con esa voz suave y melosa a la que era incapaz de negarme. Mi corazón volvió a las andadas ¿Por qué me ponía así cada vez que me tocaba aunque sólo fuese la mano? La única explicación que le daba, es que desde hacía tiempo, tenía los nervios a flor de piel y estaba muy sensible a todo. Aunque demasiado sensible diría yo. Me giré a mirarlo. Estaba de rodillas en la cama, con una mano se apoyaba para echarse hacia delante y acercarse a la puerta, por donde yo iba muy decidida a pasar, y con la otra mano agarraba la mía. Menos mal, me fijé, y conservaba los pantalones. Un detalle por su parte. Me condujo tiernamente hasta mi lado de la cama, me tumbé y me arropó. Pero esta vez me tumbé mirando hacia él.
-Date la vuelta. –Me dijo susurrándome al oído. Entre que ese era uno de mis puntos débiles y ese día estaba especialmente aprensiva, los vellos se me erizaron y un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo. Lo hice. Ni siquiera me molesté en pensar que por fin que me había decidido a ser valiente y darle la cara, ahora me pedía que no lo hiciese… Cuando por fin le di la espalda, con bastante pesar por mi parte. Me abrazó. Vale, retiro lo del pesar. –Tienes una cintura tan estrecha… -Podía sentir su aliento pasar a través de los huecos de mi pelo y llegar a mi nuca. Así no había manera de que mis vellos volvieran a su estado natural… Aunque estaba empezando a pensar, que el estar erizados era ya su estado natural.
-Bryce… ¿Por qué haces esto? –Si ya teníamos confianza para dormir abrazados, la teníamos para que me respondiese esa pregunta que llevaba tiempo haciéndome.
-¿Hacer el qué? –Noté cómo aspiraba para oler mi pelo. Mis vellos no daban abasto, estaban en proceso de volver a agacharse y nuevamente hacia arriba… Lo de mi corazón, ya lo daba por algo perdido. Hasta que no estuviese lejos, no volvería a su pulso normal.
-Pues comportarte como un capullo sin escrúpulos, venir a rescatarme cuando me meto en problemas, sincerarte conmigo, cuando todavía somos como desconocidos, poner a toda la Uni en mi contra, darme tu apoyo cuando estaba triste en el barco, intentar besarme tan tiernamente, luego querer someterme a la fuerza en tus arrebatos de locura… en serio chico, lo intento, pero no te sigo… no sé si me odias, me amas, tu orgullo de hombre está dañado porque no suspiro por tus huesos como las demás, te guías por instintos, impulsos, alguien te maneja mediante un muñeco vudú, estás loco, me tienes manía, o sólo es tu personalidad y te comportas así con todo el mundo… -Quería saberlo. Por lo menos para saber a qué atenerme. No respondió de momento. Tal vez estaría pensando en la respuesta más adecuada, el mejor modo de decírmelo, buscando una excusa, o dándome tiempo a ver si lo dejaba pasar. De verdad, Aaron era mucho más sencillo que Bryce. Este chico me daba muchas comeduras de cabeza.
-¿Recuerdas cuando nos conocimos por primera vez? -¿A qué venía eso ahora?
-Sí. Me choqué contigo, pateaste mis libros, y me perdonaste la vida porque ese día “estabas de buen humor”. –Iba a contestarle por lo menos, a ver adónde quería llegar por este hilo.
-¿Y recuerdas cuando te encontré a punto de ser… -Ahí se paró, es como si no quisiese pronunciar algo que le traía muy malos recuerdos. -… sometida por los cinco tipos, a la salida de una discoteca?
-¡Cómo olvidarlo! ¡No sé cuando pasé más miedo, si cuando estaba sola o cuando apareciste!
-Jajaja. –Guay, eso le hizo gracia, al menos el ambiente se relajó. –Pues bien. Pensabas que esos encuentros fueron fortuitos, ¿no?, y que el tener tu número de móvil y saber dónde vivías… ¿No se te ocurrió preguntarte por qué lo sabía? –Oh dios, ¿estaba dándome a entender lo que creía que me estaba dando a entender?
-Sí me lo pregunté… pero como siempre pasan mil cosas cuando nos encontramos, no vi ni un momento tranquilo para preguntarte… Pero no des más rodeos, me tienes en vilo. –Imaginaos como podía estar, que hasta me temblaba la voz como si estuviese pegando botes.
-Pues que te conocía de antes. Imagino que recordarás también lo de la carrera ilegal de deportivos en las que un hombre resultó herido. Ese día no era yo el que conducía mi coche. Me habían retirado el carné de conducir y pagué a otro para que lo hiciese por mí. Mi madre se enteró y me dijo que si volví a conducir en la carrera, me cancelaba las tarjetas de crédito. Y realmente le hice caso, yo no conducía, iba en el asiento del copiloto. Si te soy sincero, no me preocupé por el hombre. No quiero mentirte más, quiero serte sincero. –Vaya, lo que acababa de decir era bastante grave, pero ahora poco me importaba eso. Sólo quería saber más. Tal vez, cuando estuviese lejos de él y con las ideas y la mente y las ideas frías, me horrorizaría por ello. –Lo que más me importaba en ese momento era ganar la carrera, y como el conductor no se paró, continuamos. –Hizo una pausa. –Pero sí que me giré para ver qué había pasado. Y vi tu melena como el fuego, algo por lo que te reconocería en cualquier sitio. Si movías un dedo en mi contra, sabiendo lo de tu cabellera tan poco común, te encontraría con facilidad. Por eso estaba tan contento o de “buen humor” de haberte encontrado ese día que nos chocamos en la Uni. Quería ver tu cara. La cara de la posible causante de un grave problema con mi madre. Por eso causé nuestro encontronazo. -Madre mía. Hasta ahora no había visto en que mundo me había metido. Nunca hubiera imaginado en el peligro que corría por aquel entonces al entrometerme con una familia así. Me asusté tanto al pensarlo, que hasta mi corazón volvió a su pulso normal. – Tenía que adelantarme a tus pasos, mi madre no podía enterarse de nada. Ni te imaginas hasta dónde puede llegar cuando se enfada…Por eso avisé a todas las jefaturas de policía de Nueva York. Todos me conocen y saben los métodos que seguimos. Imagino que desde entonces, tú también. Ya sé que no es la mejor solución, pero como te dije antes, me daba igual. Quiero que sepas con lo que te encontrarías si por un casual decides aceptarme… -Otra pausa. Sabía el enorme trabajo que le costaba hablar, eran temas muy íntimos. -Les avisé de que una chica de melena como el fuego, podía ir en cualquier momento a poner una denuncia. Y así fue, no me equivoqué, fuiste al día siguiente. Aunque imagino que yo mismo provoqué eso, debiste cogerme un rechazo impresionante, por lo que viviste por ti misma y por lo que te pudieron contar después. –Cierto, tenía toda la razón en eso. Entre lo que me contó Shelby, Karem y mi propia experiencia, cogí fuerzas para ir a la policía y denunciar. -En cuanto saliste de la comisaría, me llamó el comisario para avisarme, y cual fue mi sorpresa al ver que habías rechazado el dinero aun sabiendo tu situación económica. ¡Cierto! Se me olvidó decirte que cuando supe de quién te tratabas, te estuve investigando, de ahí lo de conocer tu dirección y número de móvil. –Enterarme de todo esto de sopetón, estaba siendo demasiado para mi capacidad de amortiguar el golpe de las verdades. Hasta ahora no me había dado cuenta hasta donde era capaz de llegar esta gente por salirse con la suya. –Eras la única persona desde todos los tiempos, que había rechazado el dinero. Mi interés en ti creció considerablemente. Le pregunté al comisario dónde se encontraba esa jefatura y dio la casualidad de que me encontraba muy cerca de allí, en una discoteca. Salí al momento a buscarte dejando solos a Leo y Liam. No sabía por qué, ni sabía qué iba a decirte cuando te viese. Sólo sentí el impulso y unas ganas irrefrenables de encontrarte. Y menos mal que no me arrepentí… si tu hubiesen hecho algo los malnacidos aquellos… tal vez no estaría aquí ahora, sino en la cárcel, condenado a cadena perpetua por la tortura y muerte de esos cinco tipos. –No estaba exagerando, decía la pura verdad. De él me lo esperaba todo. Aunque el modo en que hablaba, me enternecía mucho, poniendo ímpetu, ternura, rabia, emoción, desesperación… -Gracias a lo que exista, si existe algún ser superior, te encontré a tiempo, y ahora estamos los dos aquí. –Esto último lo pronunció de una manera muy especial. - Los días siguientes me puse de muy mal humor, no te encontraba por ningún lado, no tenía ni idea de dónde te metías, aunque imagino que tú si sabías de mí, las habladurías de la gente sobre cómo descargaba mi enfado e irritación sobre los demás, no dudo de que te llegaran. –Así era, esa semana fue terrible. Me enteraba de todo lo que hacía, era pelea tras pelea, humillación tras humillación. –Y por fin te encontré, aunque no del modo en que hubiese querido. Si te diste cuenta, dejé al chaval de la risa de burro en cuanto te vi, no era plan de seguir dando más la nota. Y cuando por fin nos vimos de nuevo, fue cuando tu amiga se cayó sobre mí al bajar rodando las escaleras. Estaba muy enfadado, nada me salía bien. Y encima venías tú con tu cara de repugnancia infinita y tus palabras de desprecio absoluto. Al principio me sentía muy ofendido, pensaba que una becaria pobre como tú no era nadie para hablarme así. Estaba tan pero tan enfurecido, que me descargué enviándote unos tipos para que te dieran un susto. Siento si pensaste que iban a hacerte daño o aprovecharse de ti, sólo les mandé que te metieran medio para que supieras con quién estabas tratando. –Nunca pensé que este momento llegaría. Vale, ahora que me estaba enterando de la verdad, lo que pasó tenía un pase, pero seguía sin ser la mejor forma de hacer las cosas.
Kiss from a rose - Seal–Pero vi que tú no te rendías, es más, me declaraste la guerra. Jajaja, nunca nadie antes lo había hecho. Te subiste a mi espalda como una amazona y me mordiste la oreja… ¡me dejaste KO! Y todo eso era sólo una parte del plan, ¡porque incluso tenías un plan! todo eso era sólo para dejarme desprevenido y soltarme el puñetazo que me soltaste. –Ahí se equivocó, no era un plan, improvisaba todo. Déjame decirte que tienes una derecha que aturde los sentidos. Jajaja, nunca mejor dicho. –Vaya, todo esto me pillaba muy de sorpresa. Diría algo si tuviese algo que decir. Pero no tenía nada. –Y lo siento, no puedo guardármelo por más tiempo, pero tus bragas de Bob Esponja me hicieron mucha gracia. Jajaja.
– ¡Las habías visto! ¡Mis dos secretos mejor guardados, y los tienes que saber tú! No sé que traza me doy… -Ahí sí sabía qué decir. Ni siquiera lo pensé, fue instantáneo. Aunque los dos nos reímos. Hasta ahora no lo había escuchado reírse de una forma tan suelta y despreocupada. Por eso hasta ese momento, no supe que su risa me encantaba.
-Tranquila, será nuestro otro pequeño gran secreto. –Dijo apretándome de nuevo contra su pecho. Mi corazón volvió de nuevo a las andadas y mis vellos lo acompañaron. Antes había estado jugando con los muelles de mi pelo.
-Continua…-Seguía muy interesada en lo que estaba contando.
-Pues eso, que creo que ese puñetazo me abrió los ojos. Aunque sólo un poco. Me di cuenta de que me interés en ti iba más allá que puro orgullo. No te escapabas de mis pensamientos en todo el día. Ocupabas hasta mis sueños. Era obsesión. ¿Recuerdas que hubo unos días en los que no hice nada en tu contra? Estaba pensando en qué podía hacer. Y lo supe el día en que te “secuestré” en el Hummer para llevarte a mi casa. Creía que estando a tu lado, dejaría de tener ese desasosiego que tenía al no estar cerca de ti. Por eso te ofrecí estar conmigo, aunque en el fondo estaba pidiendo a gritos estar yo contigo… Pero volviste a rechazarme, a mi dinero y a mí. –Lo recuerdo, fue el día del tratamiento de belleza por sorpresa.
-Hombre, te parecerá normal comprar a la gente con dinero…
-Exacto, me parecía normal. Hasta entonces pensaba que no había nada que el dinero no pudiese encontrar. Pero ese mismo día lo encontré, los sentimientos no se pueden comprar. Y los tuyos eran muy firmes. –Vaya, eso me llegó. Hasta entonces pensaba que los momentos, tal y como Aaron dijo, era lo único que no se podía comprar, aparte de la vida y el pasado, claro… Pero ahora yo también había encontrado otra cosa. Los sentimientos. Y era gracias a Bryce. Tal vez siempre lo juzgué mal, como un chico mimado, caprichoso, engreído y altivo. Sin embargo, desde hacía tiempo, me había empezado a dar cuenta de que no era así. Esas palabras me llegaron tanto como las de Aaron. ¿Estaba Bryce empezando a sustituirlo? –Algo moviste dentro de mí que me hizo quitarte la tarjeta roja. Hice eso que no había hecho nunca, puedes decir ya que eras la primera en algo. Pero seguía sin saber cómo comportarme contigo. Con la gente que trataba fuera de mi círculo de amigos, eran desgraciados con los que me desquitaba, o eran mujeres estúpidas y vacías con las que pasaba el rato. Realmente, todo lo relacionado contigo se me quedaba muy grande, por eso sólo me salía ser cruel cuando se trataba de tí. Y sabía que en el fondo no quería hacerte daño, pero por tu parte sólo recibía negativas y desprecios. Por eso te puse la segunda tarjeta roja. –Recuerdo aquella discusión que tuve con él por no querer decirle con quien había estado hablando por teléfono cuando llamé a Alan para saber cómo estaba de la gripe. –No sabes cuánto me molestó que me dijeses que ese amigo con el que hablabas te gustaba miles de veces más que yo…-¡Que mono! Hasta se le entrecortaba la voz y le salían las palabras con esfuerzo cuando llegó a esa parte. –Ni yo mismo sabía lo que me pasaba. Por un momento pensé que era despecho, nunca nadie había pasado de mí y me había hecho tantos desplantes como tú. –Vale, muy bien, lo comprendo. Comprendo que no conozca otra manera de hacer las cosas por la dura infancia que ha tenido y la falta de una figura modelo que lo guiase. Podía perdonarlo. Ahora estaba rectificando. -Y luego, cuando Aaron te salvó ese día que Ashley vino, delante de todos. Lo eché del G4 en un impulso que luego reconocí y enmendé. Porque ya volvemos a estar como siempre… El caso es que me enfurecí mucho al ver que mis planes contigo volvían a chafarse. Aunque me seguía aferrando a que era ego, orgullo, honra dañada… Pero luego supe lo que me pasaba…-Y paró.
No dijo nada. Aunque estaba temblando. Lo notaba por sus manos, que todavía se aferraban a mi cintura. Todo esto era demasiado fuerte para un solo día. Mi pequeño corazón no podía más. Y yo tampoco, no aguantaba más la esperaba, me giré para observar su rostro. Tenía los ojos agachados, y se mordía el labio, que le temblaba un poco. Estaba dolorosamente atractivo. Quería tocarlo, besarlo, abrazarlo, pero no por puro deseo, sino porque lo vi tan desprotegido e indefenso ante tal caudal de sentimientos, como si de un niño pequeño se tratase, que era una necesidad el protegerlo. Pero me contuve. Yo seguía sintiendo lo mismo por Aaron, no quería que volviese a malinterpretarme.
-Las tres feas esas me vinieron un día de los que tú estabas enferma en casa, y me enseñaron fotos tuyas en las que estabas con Aaron en el estanque. Todos los días que te había estado buscando para encontrarte, todos los besos que perdimos… Todo eso me afectaba mucho… y tú mientras tanto, pasabas buenos ratos con MI HERMANO… Me hervía la sangre. -Pronunció hermano con más fuerza de lo normal. Eso le dolía más que otra cosa. Conque fueron las tres zorras esas de Angela, Stephanie y Cindy a mostrarle fotos de Aaron y yo… Iba a vengarme, no sabía cómo, pero algo tenía que hacer. –Siento haberte forzado aquel día a besarme. Asumo todas las consecuencias.
Respecto a Bryce, ahora comprendía por qué actuaba así. Ahora por fin comprendía por qué la noche de la fiesta en el barco, expresó tan perfectamente como me sentía. Eclipsada. No hubiera podido encontrar una palabra mejor. Él también se sentía eclipsado. Eclipsado por Aaron. Por fin las piezas de mi puzzle encajaban. Aunque todavía no quería poner la última, me la reservaba para el final.
-Valeria. –Dijo alzando por fin la mirada. Sus ojos verdes esmeralda relucían en la oscuridad de la noche. –Ese día lo entendí todo. Y te juro que estoy haciendo todo lo posible por cambiar…Porque estoy perdido e inevitablemente enamorado de ti.
Y entonces coloqué la pieza del puzzle que había guardado para el final. Per mi corazón se paró. Había pasado de un ritmo frenético al paro absoluto. Eran demasiadas emociones y no lo pudo soportar. Me parecía todo tan irreal, que llegué a pensar que todo se lo había inventado Bryce para jugar con mi corazón y manejarlo a su antojo para cometer un asesinato.