Capítulo
62: Templos
-Bryce,
que no es por romper otra vez el momento ni nada por el estilo, pero
tengo que irme. -Nos separamos del cálido abrazo y me miró sin más,
tranquilo, ahora ya todo “estaba bien”. Su cara de interrogación
reclamaba una excusa por mi parte. -¿Recuerdas esos maravillosos
niños que venían conmigo ese día. -No quería más detalles sobre
ese día para que supiera a cuál me refería, con ese calificativo
era suficiente. Él asintió. -Los estoy cuidando por las noches. Son
mis vecinos. A las nueve he quedado con ellos. -Bryce miró el reloj,
yo miré el reloj. Las nueve en punto ¡Oh Dios! ¡Llego tarde!
-Odio
tener que compartir tu tiempo. -Dijo suspirando.
-No
soy yo la que se fue y desapareció dos días. -Dije echándoselo en
cara cariñosamente. Lo bueno de nuestros malos momentos, es que
después de morir en ellos, resucitamos para reírnos de ellos. Me
miró entrecerrando los ojos con muy mala cara. Volví a mirar el
reloj. Las nueve y uno. ¡Oh! ¡Madre de Dios! ¡Llego súper tarde!
¿Por qué pasa el tiempo tan ligero?
-¡Vamos!
-Eché a correr como alma que lleva el diablo. Pero el diablo dejó
de querer mi alma. No aguanté el ritmo más que un minuto. Estaba
jadeando y el aire gélido me cortaba la garganta. Me apoyé sobre
mis rodillas y para coger aire. Sí, seguía jadeando y cortándome
la garganta con el gélido aire, pero se lleva mejor parada.
-Me
voy a guardar todos los comentarios que puedo decir acerca de tu
fondo. -Dijo Bryce fresco como una rosa. Levanté la cabeza y lo miré
asesinamente. Captó el mensaje de que había acertado en su idea de
no decir nada.
-Venga.
-Recuperé agarré la mano de Bryce y tiré de él para seguir
corriendo. Así podía disimular mi mayor lentitud al correr
comparada con antes. Aunque no pensé eso al cogerlo, lo pensé
después. Simplemente me dio ese impulso.
Ahora
era yo la que llevaba mi propia alma y no el diablo, y se notaba en
el ritmo. El Greenway del Hudson tiene carril bici. Me crucé con una
que venía por mi derecha y la pasé de largo rozando las ruedas con
el talón del pie. ¡Por poco! Vivo al límite. Jajaja. Pero al
acelerar el paso para adelantar a la bicicleta y no chocarme con
ella, olvidé que llevaba a Bryce agarrado de la mano. Él no tuvo la
misma suerte que yo. Me gritó para que me detuviese, pero claro, es
más peligroso que yo lleve mi alma a que la lleve el diablo, y no me
detuve. No reaccioné a tiempo. El resultado fue yo gritando por el
susto del golpe, Bryce gritando por el dolor después de gritar mi
nombre y el ciclista gritando acabando su frase de <¡APARTÁOS!>
en un <OOOOH>. Bryce acabó en el suelo tirado, con el tipo
encima de él, con bicicleta incluida. Yo los miraba espantada
conteniendo el aliento. Qué destructiva soy... Siempre la formo de
una manera u otra...
-¡Perdón!
-Fue lo único que se me ocurrió decir. Me llevé las manos a la
boca por todo lo que había provocado. El tipo de la bici se levantó
del suelo a duras penas quejándose de algunas partes de su cuerpo
que dolían y sacudiéndose las manos una vez que se puso de pie.
-¡Imbécil!
¿Por qué no miras por dónde vas? ¿Es que no tieness ojos en la
cara? ¡Cómo se os ocurre cruzaros así por el carril bici! ¡Te
dije que te apartaras! -Dijo mirándome. Yo encogí ante su reacción.
El tipo de la bici era muy maleducado. Se le veía una cara de enfado
tremendo. En vez de disculparse por el golpe a pesar de ser yo la
total culpable, ¿qué menos que un <¿estás bien?> o un
<perdón>? Culpable yo o no, él ha atropellado a alguien...
que menos...
-¿A
quién llamas tú imbécil? Basura. -Bryce, que todavía no se había
levantado del suelo, dolorido, se incorporó rápidamente para
plantarle cara al niñato. Tenía una cara de mala leche que daba
mucho miedo. Lo agarró por el cuello de la camiseta con un brazo y
lo levantó del suelo, dejándolo suspendido en el aire a unos
cuantos centímetros de la tierra firme. Está hecho un toro este
chico, acaban de atropellarlo y parece que ha ganado fuerza. -Vale
que no hemos mirado al cruzar por el carril, pero no está prohibido
cruzarlo. -Lo zarandeó en el aire con desprecio. -Y si me da por
atravesarlo o pararme en el medio porque me da la gana, tú te jodes,
y me rodeas con suficiente espacio para que no me moleste tu indigna
presencia. -Bryce estaba más enfadado de lo que pensaba, hacía
mucho que no le veía así. Desde que solía abusar a los de la Uni.
Lo miraba directamente a los ojos de una manera, que la chulería del
tipo se esfumó de tal manera que ni forcejeaba porque lo soltase,
estaba como un pajarito colgando de una jaula de la que no puede
escapar. El poder amedrentador de Bryce. ¿No se le cansaba el brazo?
-Y si te pido que rogues perdón y supliques compasión, lo haces,
porque yo quiero. ¡¿ME ENTIENDES?! -Dicho eso, flexionó el brazo
para coger impulso y lanzar al niñato al suelo, que cayó al suelo
cual muñeco de trapo se tratase. -¡Venga! ¿A qué esperas? -El
tipo escupió al suelo con desprecio tras reaccionar ante este shock
y miró con asco a Bryce.
-Que
te jodan. -Y le hizo un corte de manga. Fugaz como un desello, Bryce
apareció detrás de él de la nada y le agarró por el brazo,
retorciéndoselo en la espalda.
-¿Qué
has dicho? No lo he entendido muy bien. -Su expresión era
aterradora. Todos los músculos de su cara estaban súper tensos y
tenía los ojos muy abiertos. Bryce da realmente pavor cuando se pone
así.
-Qué
tu madre es una p... ¡Aaaaaaah! -No le dio tiempo a continuar, al
igual que levantó al tipo del suelo por el cuello de su camisa,
ahora lo levantó tirando de su brazo retorcido en su espalda. El
niñato, más joven que nosotros, que no era mucho más alto que yo,
aunque sí bastante rellenito, empezó a patalear y forcejar a la vez
que gritaba de dolor.
-Sigo
sin enterarme. Estabas rogando perdón y compasión, ¿no? -El niñato
seguía gritando y forcejeando. -¿¡EH!? -Bryce insistió.
-¡Perdona,
perdóname! -Dijo gritando casi llorando ya. A ese ritmo iba a
dislocarse el hombro.
-A
mí no me lo tienes que decir, se lo tienes que decir a ella. Que es
a la que has tratado tan mal. -Bryce me señaló a mí con el dedo.
Yo seguía en shock. Ni siquiera cuando maltrataba a los de la Uni
hacía estas cosas.
-¡Lo
siento! ¡No quería decir eso! ¡Perdóname! ¡AAAAAH! ¡Por favor!
-Yo asentí levemente con la cabeza, asustada. Bryce se lo pensó
unos segundos y lo soltó, dejándolo caer al suelo. El chico
rápidamente se incorporó, se subió a su bici y se fue pitando.
Ninguno de los dos lo miró irse. Yo me quedé mirando a Bryce y él
a mí.
-Te
has pasado. -No se me había ido el estado de shock, pero algo de
razón lógica me quedaba. Me crucé de brazos y lo miré impasible.
En otra época, a mí esto me hubiera parecido despreciable por parte
de Bryce. Que sí, que el otro se ha portado fatal, pero tampoco es
para tratarlo así. Pero ahora no me enfadaba tanto como antes. Que
no implica que haya dejado de molestarme.
-No,
no me he pasado. -Venía cojeando hacia mí. ¿Le dolía algo? Qué
bien lo había disimulado. Me fui aproximando en su busca. Permanecer
impasible con Bryce es imposible. Siempre consigue ablandarme. -Vale
que te has cruzado el carril bici sin mirar, muy mal por tu parte,
pero es de noche, y él debería llevar una luz para circular. Si la
hubiese llevado, lo hubieras visto venir y no hubieras cruzado así.
-Justo entonces nos encontramos, él echó la mitad del peso de su
cuerpo en el mío. -Además, lo que más me molestó fue la forma en
la que te habló. No voy a permitir que nadie te haga mal. Tenía que
darle una lección de modales y civismo. -Eso me llegó. ¿No estaba
enfadado conmigo por causarle un atropello?
-Pues
dislocándole el hombro, obligándolo por acción de la superioridad
física y humillándolo así no creo que haya aprendido mucho civismo
o modales. Ni siquiera le has dicho lo de las luces. -Sí, me había
enternecido eso que había dicho, pero yo seguía molesta por su
forma de actuar. Lo aparté un momento haciendo un esfuerzo enorme
para moverlo un centímetro y mirarlo a la cara mientras lo decía,
pero no pude, pesaba demasiado. -La gente de la calle son unos
salvajes, comprenden el lenguaje de los puños, no de las palabras.
-Y noté como empezó a vibrar hacia arriba y hacia abajo. Se estaba
riendo. Sabía que eso no había colado.
-Oh
sí, habló el civilizado. El sabio que usa el poder de la
argumentación. -Solté irónicamente. -En serio Bryce, no me gusta
que seas así de agresivo. -Eso sí lo dije en serio.
-No
he sido agresivo, he guardado la calma en todo momento. -Ahora sí se
incorporó y me miró a la cara. Sentí recuperar altura, aguantar su
peso parecía clavarme en el suelo como una estaca. Lo miré enojada.
Se estaba cachondeando de mí y yo lo estaba diciendo en serio.
-Vale, sí, lo siento. Perdóname. Te dije que cambiaría y no sería
tan <violento>. -Pronunció esa palabra remarcando que esa era
la que yo debí haber usado. Cierto. -Y sólo rompí mi promesa en el
metro ese día. Aquí me he contenido. -Me recorrió el cuerpo un
escalofrío sólo con recordar cómo se puso Bryce ese día, y cómo
se lo hizo pagar al borracho. Este chico es un arma de destrucción
masiva. De todas formas, yo seguía mirándolo con el ceño fruncido,
inflexible. -Siempre que estoy contigo, aparecen todo tipo de
problemas y peligros. Sea cual sea la fuerza maligna que te
persigue, como no le plante cara y me limite sólo a esquivarla, va a
terminar acabando conmigo. Jajaja. -En eso tenía razón. Mucha
razón. Atraigo toda clase de problemas y peligros, pero ninguno me
daña cuando está Bryce. No me siento totalmente segura cuando estoy
con él porque sé que algo va a pasar, pero si tengo la total
certeza de que a mí no me ocurrirá nada malo, siempre que
permanezca a mi lado. Y como por arte de magia, se esfumó el enfado
y la indignación de mí y entró paz a mi corazón. Era la primera
vez que un ataque de violencia de los suyos, acaba convirtiéndose en
un ataque de paz en mi contra. No puedo enfadarme con él. -¿Por qué
me miras así con esos ojos? Me pones nervioso. -Mi acción inmediata
fue rodear su espalda con mis brazos, estrujarlo contra mí y
separarme antes de sentir más vergüenza por ese impulso que me
acababa de salir.
-Venga,
vamos, que llegamos tarde. Ahora iremos más despacio. -Dije
cogiéndolo de su mano, ¿quedó muy descarado el cogérsela así
como quien no quiere la cosa? Me giré para echar a andar pero no me
moví ni un centímetro. Bryce seguía quieto.
-No
sé si te has fijado, pero el echarme en ti es porque me duele la
rodilla y no puedo apoyar peso en ella. Creo que al pasarme con la
rueda por encima me ha hecho un esguince. -Qué irónico él. Qué
rápido pasa de un estado de enfado total, a uno romántico y a otro
de cachondeo. Aunque no soy yo nadie para quejarme de cambios tan
diferentes en tan poco tiempo. Creo que lo había hecho para evitarme
la situación de vergüenza al no haber controlado ese impulso de
abrazarlo por sorpresa. Ciertamente se me había olvidado que cojeaba
y se había apoyado en mí por eso. El hecho de querer olvidar eso me
hizo olvidar también lo de su rodilla.
Suspiré,
me coloqué a su lado, pasó su brazo por mis hombros y emprendimos
la marcha. Bryce tenía que doblarse mucho para llegar a mi altura,
pero poco a poco fuimos caminando hacia casa, acompasando ambos
nuestro ritmo para ir a la par. Mi casa está a cinco minutos del río
Hudson, que se convertirían en diez a este ritmo. Llamé a Raquel
para avisarla de que me esperase que en algo más de cinco minutos
estaba allí, que me había surgido un contratiempo. Eran las nueve y
diez cuando la llamé, tendría prisa por irse al hospital a pasar la
noche con su hermana, es la única hora del día que puede porque el
resto trabajo, y yo aquí llegando tarde después de tener trifulcas
con ciclistas... Demasiado buena es esta mujer, me hubiera sentido
mejor si me hubiese al menos metido prisa. Iba yo pensando esto
cuando Bryce cortó mi hilo de pensamientos.
-¿Te
has dado cuenta de que es la segunda vez que nos dirigimos a tu casa
y que yo voy apoyado en ti en unas pésimas condiciones por tu culpa?
-Soltó sin más. Intenté averiguar por qué saltaba ahora con eso.
No lo conseguí.
-¿Intentas
hacerme sentir culpable? Provocadas por mí o no, todas esas
situaciones podrían haber sido evitadas por ti. -¿Por qué me gusta
tanto chincharle?
-Me
refería a que podríamos intercambiar algún día los papeles. Digo
yo. -Uy, eso sonó a indirecta. Hablábamos sin mirarnos, eso
descompensaría el ritmo que habíamos cogido adecuado a su velocidad
y mi capacidad para aguantar su peso. Por segunda vez desde aquel
entonces.
-Si
hombre, a saber lo que harías tú conmigo si no pudiese valerme por
mí misma y dependiese de ti. -Uy, esto sonó malinterpretable. Por
eso Bryce se quedó callado y pensativo. ¿Se lo tomaría como broma
o como media broma? Vale, iba con segundas intenciones, pero era de
coña al 100%. Para nada pensaba que pudiera aprovecharse de mí sin
mi consentimiento. Lo que dijo a continuación, sonó algo molesto. Y
con razón.
-No
sé por qué tipo de persona me tienes, pero nada que no pueda
hacerte ya conservando todos tus medios para oponer resistencia. -O_O Me lo dijo sin
mirarme a la cara, pero me afectó tanto como si lo hubiese dicho en
una penetrante y directa mirada. Esa respuesta me llegó. Ciertamente
él tiene la capacidad para hacer de mí lo que quiera, oponga
resistencia o no. Pero siempre
me ha respetado.
-¿Pero
no te has dado cuenta de que nunca puedo valerme por mí misma y
siempre dependo de ti? -Me paré y lo miré para decirle eso
expresamente. Ojalá supiera lo que estaba pensando él en ese justo
momento. A ver, no lo decía en lo más estricto del término,
normalmente puedo arreglármelas sola. Que el hecho de que pueda
hacerme lo que quiera aun conservando todas mis habilidades, me sigue
convirtiendo inevitablemente en una persona dependiente de él.
-¿Pero
qué te pasa hoy? Me miras raro y me dices cosas impropias de ti.
-Bryce respondió muy nervioso, mirando todos lados sin saber, dónde
fijar la vista. Las palabras le salían a borbotones, como si las
improvisara. Se quedó muy extrañado con mi respuesta. Tanto como
yo. Entonces supe que antes, lo que él estaba pensando, era desear
saber qué estaba pensando yo. Sólo me salió sonreírle con
ternura. Tan grande, tan fuerte, tan imparable... y tan adorable.
Cuando se encuentra indefenso, me resulta la persona más tierna del
mundo. Lo había descubierto ahora. Y no estoy hablando de su cojera,
me refiero a cuando deja de tener dominada la situación porque se le
rompen todos sus esquemas.
-No
lo sé, estaré ovulando. -Y así es como yo rompo un momento
romántico. Adrede. Necesito un ambiente distendido. Tanta intensidad
de emociones me agota. Bryce puso los ojos en blanco y nos hizo
reemprender el camino.
-Me
matas. -Me miró girando la cabeza levemente de un lado a otro y
poniendo cara justo de <me matas>. Yo le saqué juguetona la
lengua y me la mordí sonriendo inocentemente.
Pero
a eso de que dimos tres pasos escasos, ya visualizamos el portal de
mi edificio y a Raquel con Rafael y Mario esperando en él. Miré el
reloj, las nueve y 15... “Oh my”... Ellos nos vieron también en
ese justo momento. Los niños salieron corriendo hacia Bryce y mí.
Cogieron tal velocidad en un tramo de acera tan corto, que casi pensé
que se empotrarían contra nosotros porque no tendrían tiempo para
frenar. ¿Tanto se alegraban de verme? No pensé que eso fuera nunca
a ser posible. Por suerte, se pararon a tiempo, eso sí, a muy pocos
centímetros de nosotros. Se separaron los suficiente para no tener
que levantar el cuello excesivamente para mirarme a la cara.
-¿Qué
horas te crees que son estas para llegar? ¡¿Eeh?! -Dijo Rafael
poniendo los brazos en jarra. Frunciendo el ceño.
-Ya
estás tardando en darnos una explicación. -Dijo Mario cruzando los
brazos en el pecho. Frunciendo el ceño a imitación de su hermano.
Bryce
me miró con cara de <What the hell?> Y yo le respondí con
cara de <Da igual, no intentes buscarle explicación>. Pobre
inocente... ¿Cómo se me pudo ocurrir que se alegraban de verme?
¿Dónde tengo la cabeza? Pero el mejor desprecio es la falta de
aprecio, así que con un movimiento le indiqué a Bryce que
siguiéramos andando y los pasáramos de largo. Raquel venía andando
hacia nosotros y así salíamos de camino a su encuentro. No se la
veía molesta ni enfadada, pero claro, ella es tan dulce que no se le
nota. Yo seguía sintiéndome culpable igualmente.
-Lo
siento mucho Raquel, pero salimos a dar una vuelta por el Greenway
del Hudson y al volver, tuvimos un pequeño accidente... -Comencé
diciendo, pero Bryce me cortó. Dejó de apoyarse en mí para
apoyarse sobre sí mismo.
-Digamos,
un INCIDENTE. -Remarcando INCIDENTE. Vale, vale, había pillado el
mensaje. Lo miré con cara de lo siento y continué con mi
explicación. Raquel nos miraba divertidos.
-Sí,
digamos que empezamos a correr para llegar a tiempo a casa... y
provoqué que se chocara contra una bicicleta. -Dije mirando a Bryce
cuando conté la parte del provoqué, para que se quedara tranquilo
viendo que hago recaer toda la culpa en mí. -Oh, vaya, pobres. Si no
pasa nada, hoy yo también me he preparado un poco tarde para salir.
-Dijo mirándonos a los dos con expresión maternal. -¿Qué te ha
pasado? -Dijo mirando a Bryce con expresión de preocupación.
-Pues
a parte de las desolladuras que me he hecho, creo que tengo un
esguince en el tobillo derecho. Me duele mucho al apoyarlo en el
suelo. -Raquel levantó una mejilla con la boca cerrada, típica
expresión de <jo>. ¡Tan mona ella! :3 -Es por eso que no
puedo conducir, por eso me gustaría perdile permiso para que deje a
Valeria llevarme en el coche a mi casa y que puedan pasar la noche
allí. Si no le importa. -Yo estaba anonada por el descaro y las
confianzas que se estaba tomando Bryce. -Por favor. -Le puso una cara
tan irresistible, que es imposible decirle que no. Pero yo confiaba
en que Raquel, una persona con una madurez exquisita, no se dejaría
llevar por la cara bonita de un niño mono Entiendo por niño que por
la diferencia de edad, ella debía verlo como un niñatillo. Por
aquel entonces, Rafael y Mario ya estaban rodeando a Raquel como
pollitos debajo del ala de su madre.
-Bueno.
Mis hijos me han hablado muy bien de ti. Yo no tengo problema si a
ellos no les importa. -Respondió tan campante.
Mario
y Rafael alzaron la cabeza para mirarla consternados y ofendidos. Que
dijera que les había hablado muy bien de él, hirió el orgullo de
hombre machote de estos niños, porque en el fondo sabía que estaban
curiosos por conocerla. No por nada en especial, sino por mero afán
de descubrir cosas nuevas. Yo me golpeé la frente con la palma de la
mano mentalmente, no era plan de escenificarlo. Raquel me había
fallado. Bryce hace con la gente lo que él quiere, al igual que
Liam, Leo y Aaron. Sólo que los tres primeros lo consiguen por su
don para manipular a la gente, y el cuarto por su encanto innato.
Pero yo no soy nadie para exigir que otros no tengan las debilidades
que yo tengo. No hace falta decir que yo también habría accedido si
Bryce me hubiera puesto esa carita. Eso sí, después de haberme
hecho la dura. Una cara irresistible, es irresistible.
-A
ver, a ver. ¿Cómo que a tu casa? Debería llevarte en todo caso al
médico para que te inmovilice el pie. -Lógica y sentido común,
venid a mí.
-Querida
Valeria, -dijo con retintín, como si hubiera dicho algo sin lógica
o sentido común e intentara forzar toda su educación y simpatía
posible para no decirme en mi cara que he dicho una soberana
estupidez. -Yo no voy al médico, el médico viene a mí. -
...........
Vale,
sin comentarios... Me molestó que me tomara por idiota con ese
tonito y esa cara tan de sobrado. Pero es que claro, ¿en qué
universo paralelo él se desplazaría a un hospital o clínica para
mezclarse con plebeyos enfermos y parias si no fuera por un motivo de
vida o muerte en el que ni siquiera pudiese teletransportarse todo un
quirófano a su casa? Yo también me hubiera mirado y hablado así a
mí misma, pero en él no lo permito. Al parecer, hay cosas que nunca
cambian, como las cosas que odio de él.
-¿Y
por qué no puede venir el médico a mi casa? -Raquel y los niños
nos miraban cual par de locos fuéramos. Y no les quitaba razón
ninguna.
-Encima
de que por tu culpa estoy así y de que a los que están malitos
siempre se les mima y cuida... ¿vas a no cumplir mi deseo? -Me
entraron ganas de decirle que malito estaba... sí... pero no en ese
sentido... Sin embargo, vi más prudente callarme. Parecíamos una
pareja de recién casados teniendo discusiones cariñosas.
-¿Y
quién te dice que yo se conducir? -A ver, que no tengo ningún
problema en ir a su casa. Pero me da tanto coraje que utilice a la
gente a su favor sólo escogiendo la cara y las palabras que decir...
Y ya eso de decidir por mí sin preguntarme... Me revienta. Sin
olvidar cuánto me gusta picarme con él.
-¿Te
acuerdas de la investigación esa que dije que te hice cuando te
conocí? -Bryce 1 – Valeria 0. Me entraron otra vez unas ganas
terribles de golpearme la frente con la palma de la mano, pero
nuevamente contuve las ganas. Ya las liberaría todas por completo
sobre Bryce.
-Tú
ganas... -Dije derrotada. Le coloqué la palma de la mano hacia
arriba y me lanzó las llaves del coche, las cuales cogí al vuelo.
Había perdido la batalla, eso sí, pero las llaves no se me cayeron
al suelo.
-No
entiendo por qué pones esa cara, es la primera vez que yo me salgo
con la mía en algo por lo que estamos discutiendo. -Dijo sonriendo
victoriosamente. Rápidamente, empecé a buscar entre mis recuerdos
un momento en el que él se hubiera salido con la suya. Los veía
pasar a cámara rápida como en una película... ¡Ah! ¡Ya lo tengo!
-Ejem...
Te recuerdo el momento ascensor, momento marginación de toda la Uni,
momento beso en el suelo, momento cita del día que nevó, momento...
-Raquel, Mario y Rafael nos miraban totalmente perdidos y fuera de
onda. Los comprendía. Al principio ni Bryce sabía de qué hablaba,
pero lo pilló al momento, pude ver aparecer casi la imagen del
momento en sus ojos.
-Vale,
vale, para, para. Aclaro. Es la primera vez que yo me salgo con la
mía utilizando la argumentación y no la fuerza. -Le dediqué una
sonrisa hipócrita y miré a Raquel. Ya estábamos abusando demasiado
de su tiempo.
-Perdónanos.
Sentimos el espectáculo. Pero es que no sabemos tratarnos el uno al
otro si no es peleando. -Miré a Bryce de reojo. Él cuál tenía tal
expresión de satisfacción por la victoria, que no podía ni
mirarlo. Me lo estaba restregando por la cara con su cara.
-¡Que
va! ¡Pero si hacéis una pareja genial! ¡Se ve que no podéis vivir el
uno sin el otro! -Y en mi cabeza, la orquesta sinfónica de grillos
privada que tengo, empezó a dedicarme uno de sus mejores conciertos.
¿Qué decía yo ahora? Me había dejado totalmente cortada. Miré a
Bryce para ver si él estaba igual que yo... Para nada, él estaba
tan pancho. Encima orgulloso por lo que había escuchado y todo... No
puedo contar con él para los momentos de compartir el sentimiento.
-Aunque
yo puedo vivir mejor sin ella que ella sin mí. -Los grillos
comenzaron a tocar más fuerte que antes. Lo miré asesina. Será...
Estaba diciendo que yo lo necesito a él más que él a mí. Porque sé que está de broma... que si no... Aunque ahora que lo decía, yo lo paso bastante mal sin él. ¿Lo pasará el peor que yo?
-Sí,
lo que tú di... -Y me cortó.
-Permítanos
que la llevemos al hospital. Ya te hemos hecho perder demasiado el
tiempo. Valeria estará encantada. ¿A qué sí? -Vale. Ya no sólo
me corta cuando estoy diciendo algo, si no que le ofrece algo que
tengo que hacer yo. Que yo se lo iba a ofrecer encantada. PERO YO.
Odio cuando habla por mí. Sé que es algo normal en las parejas, es
lo que tiene la confianza y eso. Pero es la típica cosa que en los
demás no te importa pero que en una persona en concreto, no lo
soportas. ¿Por qué le tengo esa manía a Bryce? Debería írseme
quitando ya... Digo yo... Decidí guardarme lo que tenía que decirle
y respondí amablemente.
-Por
supuesto, sólo que no sé llegar, tendréis que guiarme.
-Oh,
no, no quiero causaros ninguna molestia. Nueva York es fatal para
conducir. -Respondió preocupada. Intercambiando la mirada entre los
dos.
-Tranquila
mujer, que aquí el único que causa molestias es él. -Y miré
sonriente a Bryce.
-Adivina
quién me causa molestias a mí. -Y Bryce me miró sonriente a mí.
No sé qué punto le había dado hoy, pero estaba teniendo razón en
todo.
-Bueno,
vamos. ¿Dónde tienes el coche? -Comencé una nueva conversación
muy emprendedora yo. Bryce se hizo a un lado cojeando, con algunas
dificultades. Se apartó para dejar ver un flamante Porsche de cinco
plazas. Miré las llaves, efectivamente, el carísimo cuero del que
estaba hecho el llavero con la marca del coche corroboraba que no me
había equivocado. Vaya, ese no se lo conocía. Pero era tan
ostentoso como los otro... ¿cuatro? Que por ahora le conocía a esta
familia.
-¿Cómo
has conseguido aparcar? La calle está siempre abarrotada. -Rafael y
Mario rápidamente empezaron a moverse por alrededor del coche.
Contemplándolo boquiabiertos como si de un ovni se trat... no, eso
no les causaría tanto asombro, como si de mí en bolas saltando por
el salón de mi casa se tratase. Qué tiempos aquellos... Estaban
viviéndolo a tope.
-¿Pero
a ti que te pasa? Vas a conducir por un Porsche por lo que puede ser
la primera vez en tu vida... ¿y a ti se te ocurre preguntar que cómo
ha aparcado? -Rafael casi se lleva las manos a la cabeza indignado
con mi pregunta. Eso sí, sin quitarle en ningún momento los ojos de
encima al auto. Que sí, que vale, que el coche es lo más, pero ya
estoy acostumbrada a ver a esta gente con coches de súper ultísima
gama. Me parece más asombroso ver que ha conseguido aparcar que
verlo con algo carísimo. Llamadme loca...
-No
te preocupes. Al principio también es difícil adaptarse a las
preguntas que hace, pero con el paso del tiempo acabas
acostumbrándote... Espero. -Añadió Bryce... Ya saltó éste también... Odio que me
pongan de loca cuando digo cosas con todo el sentido del mundo. Para
una vez que las digo... qué menos que me lo reconozcan... ¿Alguien
más quiere decir algo al respecto?
-¡Abre
ya el coche! ¡Queremos verlo por dentro! -Exigió Mario. ¿Para qué
pregunto? Por supuesto que siempre hay alguien más. Entre todos me
van a comer el... pues eso... el pie. Lógica, sentido común... No
vengáis a mí, ¡venid a estos insensatos!
-¡Mario!
¡Rafael! ¿Qué hacéis hablándole así? ¿Qué falta de respeto es
esa? A la próxima os dejo sin postre mañana. -¡Bien! Ellos
seguirán sin lógica ni sentido común, pero con saber que alguien
lo tiene, me contento. Raquel, crack. Cada vez la tengo más en el
cielo. Abrí de una vez el coche y todos entraron dentro. Por suerte,
el asiento del copiloto daba a la acera, así no tuvimos que
arriesgar la vida ni Bryce ni yo para llevarlo por el lado de la
carretera.
-Oh,
lo siento, perdona mi indiscreción. Me llamo Bryce, mucho gusto.
-Dijo antes de subirse al coche, ofreciéndole la mano a Raquel y una
agradable sonrisa.
Hombre,
si la empresa de sus padres ha llegado tan lejos, buena mano para las
relaciones sociales deberán tener, es normal que el hijo lo herede.
Al igual que Aaron. Sólo que Aaron me parece tan dulce siempre, que
no me extraña verlo actuar igual con el resto de gente. Raquel se
quedó pensativa por un momento, intentando hacer memoria. No
comprendí por qué hasta que me di cuenta. Para ella, Bryce es
Aaron. Me entró un escalofrío por todo el cuerpo. Si hubiera
reparado en el hecho tan aparentemente extraño de que Raquel
aceptara dejar pasar la noche a sus hijos en casa de un desconocido,
me habría percatado de esto. Entonces resonaron en mi cabeza las
palabras que dijo ella como respuesta a la petición de Bryce, sólo
que ahora venían acompañadas por la bombilla que antes no se me
encendió. <Mis hijos me han hablado muy bien de ti> Sus hijos
le habían hablado muy bien de Aaron. ¿Pero cómo no me doy cuenta
de estas cosas antes? ¿En qué mundo vivo? Vale, sí, esas preguntas
tienen respuesta. No me doy cuenta de estas cosas antes porque vivo
en el mundo de yupi. Pero... ¿Qué tipo de retraso tengo? Sí, esa
pregunta vale, no tiene repuesta. Por ahora. ¿Y por qué quiero
hacerme preguntas sin respuesta? No lo sé... ¡Vaya! ¡Otra más sin
responder! ¡Que guay... ¡Valeria céntrate! ¡Tienes que decirle a
Bryce que pasaste una noche con Aaron! Dios... que mal suena eso...
¡Tengo que decirle a Bryce que Aaron se quedó una noche conmigo!
Sí, eso suena mejor. Y si lo justifico con que fue una de las noches
de las que él estaba desaparecido, se lo tomaría algo menos pero...
¿Pero qué leches hago buscando una justificación? Si no pasó nada
entre nosotros dos... Porque él no quiso... Porque yo me hubiera
dejado besar por él. ¡Si es sólo un amigo! Bueno... un amigo que
me gusta mucho y del que he estado enamorada y no sé si lo sigo
estando desde que Bryce empezó a hacerse un hueco en mí...
Añadiendo que es su hermano gemelo, ese por el que hemos tenido más
de una pelea. A todo esto, ¿¡y cómo se lo digo?! Porque esa es
otra... La forma de decírselo para que no se piense nada raro...
Aunque algo raro se pensará se lo diga como se lo diga...
Entonces... ¿Cómo se lo digo para que las cosas no se tuerza de
nuevo entre nosotros dos? ¡OH DIOS! ¡OH DIOS! ¿Cómo se lo digo
antes de llegar a su casa? Con el cuál no he hablado después de
haberle dejado plantado... No puedo decírselo con Raquel o los niños
en el coche... Pero... ¡Allí en su casa podemos encontrarnos con
Aaron! Todo eso contando con que Raquel no lo desvele ahora... ¿Por
qué soy tan así? Tan... No tengo palabras para describirme. Decir
que soy un bendito desastre y una maldita inútil es quedarse corto.
Soy una horrible persona... Yo sin pensar en los sentimientos de
Aaron y Bryce por mis actos, y pensando en cómo escaparme de esta...
-Cierto,
no nos hemos presentado. ¿Bryce dices? -Y extrañada y casi
sorprendida por no corresponder la realidad con la de sus ideas,
Raquel me miró para ver si yo tenía que decirle algo que se me
hubiera olvidado decirle. Algo como, <¿no me lo presentaste como
Aaron? ¿O son suposiciones mías?> Tragué saliva con trabajo.
Estaba muy tensa en ese momento. No solté el aire de mis pulmones
hasta que Raquel volvió a mirar a Bryce y siguió como si tal cosa.
-Yo soy Raquel, encantada. El mayor de mis hijos es Rafael y el menor
es Mario. -Y miró al interior del coche donde ya estaban sentados
los dos pequeñajos. Uf. Al parecer sólo se ha quedado en una
confusión interna de Raquel. Espero que se mantenga interna y no la
exteriorice. Así sólo conduciría preocupada por lo que pasaría si
nos encontramos en su casa con Aaron sin sumarle el hecho de que ya
vaya sabiéndolo.
El
trayecto en coche lo pasamos hablando sobre las direcciones que debía
tomar y alguna que otro tema de conversación entre Raquel y Bryce.
Tanto los niños como yo permanecimos en silencio. Ellos porque no
tenían nada que decir, y yo porque... soy subnormal. Bueno, no,
subnormal lo soy siempre y normalmente siempre tengo algo que decir.
Es que cuando siento miedo, me quedo bloqueada. Y pensar que Bryce
puede volver a separarse de mí, a parte del problema ese que tiene y
no me ha querido contar, me da mucho miedo. Sentía los nervios en el
estómago. El tiempo se me pasó volando. Cuando me di cuenta, ya
estaba aparcando el coche en el garaje de la casa Domioyi. Recuerdo
haber dejado a Raquel en el hospital, haberme despedido de ella y ver
cómo se despedía de los demás. Pero el resto del trayecto es una
completa laguna en mi mente. Me quedé agarrada al volante una vez el
coche quedó totalmente parado.
-¿No
deberías avisar al médico? -Dije sin despegar la mirada del
infinito.
-Valeria.
Ya lo llamé por teléfono, justo cuando arrancaste el coche en tu
calle. -Me miraba extrañado. Lo notaba por el rabillo del ojo.
-Ah
sí, se me había olvidado, no me acordaba. -Mentí. Intenté decirlo
como lo habría dicho una yo sin preocupaciones. Mirándolo a la
cara. No sé si tuve éxito, pero no me volvió a mencionar el tema.
-¿Me
vas a ayudar a salir o voy marcando el número de la grúa? -Aunque
la frase en sí era muy borde, lo dijo de coña. Los niños se reían
por lo bajini pero yo tenía en ese momento el sentido del humor a
tres metros bajo el suelo...y descendiendo. Intenté resolver la
cuestión nuevamente como si lo hubiera echo una yo normal sin
preocupaciones.
-Depende.
¿Es guapo el que la maneja? -Es tan innata mi capacidad para decir
cosas que o están fuera de lugar o no tienen gracia ninguna, que
funciona incluso cuando no estoy inspirada para ello. Lo dije
mientras me iba quitando el cinturón de seguridad y abría la puerta
para salir del coche y ayudarlo a él a salir también. Los niños
habían salido ya también cuando yo llegué a la puerta que ya había
abierto Bryce.
-Pues
no sabría decirte. A mí todos los tíos me parecen más feos que
yo. -Su cara de sobrado no podía faltar. Y aunque me jodiera, tenía
que darle la razón. Me agaché para que se apoyara en mi hombro y en
mi brazo flexionado, para que así pudiera ejercer sobre mí la
fuerza que no podía ejercer en su pie derecho. -Sólo permito que
una única persona en la tierra me haga competencia. -Dijo una vez
que ya se había incorporado, con muy poco trabajo. -Y hasta hace
relativamente poco tiempo no he empezado a arrepentirme de ese
permiso... Porque no ha sido hasta hace relativamente poco tiempo que
ha empezado a hacérmela. -Guau. Me estaba diciendo en mi cara de
forma “sutil” su opinión sobre el triángulo amoroso en el que
nos encontramos. Yo no sabía qué responderle, para no variar...
Primero porque estaba tan cerca de mí, que superaba el espacio
físico en el que a partir del cual ya no puedo pensar con claridad,
y segundo... ¡¿porque qué se supone que debo responder a eso?!
Por
una vez en la vida, agradecía la intromisión descarada de los
niños. Rafael empezó a toser en ese típica forma en la que le
haces entender a la otra persona que se está olvidando de algo
esencial, precisamente en ese momento, que no estábamos solos, que
teníamos público infantil delante. Yo me alejé de Bryce más
rápido que él tardó en captar el mensaje, o en lo que a mí me
parece más normal viniendo de su parte, en hacerle caso a la
petición intrínseca que éste llevaba. En ese justo momento
también, aparecieron por la puerta del garaje todo un servicio de
asistencia sanitaria a domicilio. Venían con camilla, carrito de
ruedas, muletas y hasta casi un elefante transportista hindú por si
hiciera falta. Bryce se puso a rechazar todo tipo de ofrecimientos
que pudieran vulnerar su hombría o poner en duda su capacidad para
valerse por sí mismo. Lo que viene a traducirse en que, prefería ir
cojeando por su propio pie, nunca mejor dicho, a usar alguno de esos
medios. Lo miré con cara de <¿y qué hacemos nosotros mientras
te atienden?>.
-Sarah
os atenderá mientras. Espero quitarme pronto a este gente de encima.
-Dijo girandóse sin dejar de andar alejándose por la puerta del
garaje rodeado de batas blancas revoloteando a su alrededor mientras
nos dejaba a los niños y a mí mirando como unos pasmarotes. Toda
una escena... Lo que más me indignó fue que yo, estudiando medicina
para ser doctora, viera en mis propias narices como mi, digamos
compañero sentimental, trataba con total desprecio e indiferencia a
esos doctores. Pero en fin, ya estoy acostumbrada a indignarme. La
vida... Cuando volví a la realidad, Sarah apareció en mi campo de
visión. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí mirándome con una cálida
sonrisa de oreja a oreja? Me acordaba de ella, fue la amable señorita
que me atendió el otro día cuando vine a preguntar por el paradero
de Bryce a esta casa.
-Buenas
noches. El señorito Bryce me ha encargado ocuparme de su total
bienestar mientras el se encuentra con los doctores. La cena se está
preparando, ¿quieren ver las habitaciones en las que van a pasar la
noche? Les he acomodado las mejores. -Los niños y yo nos miramos,
nos encogimos de hombro y aceptamos de buena gana. -Pues síganme,
por favor. -Dijo con la sonrisa más amable que una persona puede
ofrecer.
Sarah
es una mujer de unos treinta y muchos años, alta y con una figura
muy esbelta y un tipo que más de una de veintipocos querría...
Entre ellas casi podría incluirme yo. Tiene el pelo castaño claro,
corto y lo lleva recogido impecablemente en una coleta que la hace
parecer más joven. De vez en cuando me parece notarle un ligero
acento italiano. ¿Será italiana? Iba yo pensando en ello cuando se
paró en frente de una puerta cerrada en un pasillo con muchas
puertas cerradas más y se giró para mirarnos.
-Pueden
pasar a acomodarse. Si necesitan algo, avísenme por favor.
Yo,
como me había pasado todo el camino pensando en lo guapa que es esta
mujer en vez de en lo maravillosa que es esta mansión, no me daba cuenta de nada a mi alrededor. Lo más
normal... ¿Seré lesbiana y no lo sé? Naaaah, la miraba comparándome
con ella, no con otros ojos. Las cosas que se me ocurren...
Nuevamente, volvieron a sacarme de mis pensamientos. Eran Rafael y
Mario, tirándome del jersey, cada una por un lado. No sabía a dónde
mirar, si a izquierda o derecha. Aunque no tuve que preocuparme mucho
por eso. Los dos me tiraban para que me agachase. Lo sé porque, aun
mirándolos a los dos, seguían tirando del jersey. Debido a que los
dos empezaron a hablarme a la vez al oído bajito, rodeando mis
orejas con las manos para que nadie pudiera enterarse del súper
ultra secreto que tenían que decirme, me enteré sólo de
<ewriuolkdioewnlkñsd>. Me parece que hoy estoy más espesa de
lo normal. Y eso ya es decir.
-A
ver, por favor, de uno en uno. -Dije mientras intentaba mantener el
equilibrio. Estar en cuclillas es verdaderamente incómodo, y más si
se están apoyando en tus hombros. Pero ni caso, volvieron a hablar a
la vez.
-mvcxhjkfdsaiohdsakfio.
-Qué paciencia...
-Bla,
bla, bla, bla, bla, es lo que he entendido. -En verdad no, pero es
que no me iba a poner a reproducir esos sonidos que llegaron a mi
cerebro. Parecería que me estuviera dando un ataque epiléptico.
Sarah se reía sutilmente con esta situación. Rafael me miró
aburrido de mi lentitud mental y Mario me miró impaciente. Ea, la
torpe yo. Pasaron de mí olímpicamente y le dijeron directamente a
Sarah ese súper ultra secreto.
-¿Podría
hacernos un recorrido por toda la casa para conocerla mejor? -Rafael
cambió por completo su voz y su cara. Estaba flipando en colores.
¡ESTOS NIÑOS SABEN SER AMABLES, ENCANTADORES Y ADORABL... no, a
tanto no llegan. Pero sí entrañables.
-Por
favor. -Acabó diciendo Mario. Me recordaron a la voz dulce y melosa
que ponen Liam y Leo cuando me toman el pelo haciendo como que
quieren ligar conmigo. Sabía yo que estos dos iban a salir así...
Vale, dejaron de parecerme encantadores, para parecerme unos
manipuladores... Tan chicos y ya... En fin.
-Claro,
por supuesto que sí. -Respondió Sarah. Está mujer, transmite una
paz, calidez y calma... Es genial. Me sentía como que le estaba
encalomando a los niños, pero yo estaba demasiado cansada para andar
de visita turística y prefería que me la enseñara Bryce o Aaron.
Me motivaba más la idea de tumbarme en la cama a esperar a la cena.
-Bueno,
yo estoy muy cansada, espero en el cuarto. Si no os importa. -Dije
abriendo la puerta y despidiéndome con la mano.
-Claro,
como usted quiera. -Respondió Sarah sonriendo. Miré a los dos
críos. No les dio gran pena el hecho de que no los acompañara por
el tour.
-Pasáoslo
bien. -Y al mirar al interior de la habitacón pude ver que había
sólo una cama de matrimonio. Bueno, había más cosas, pero me fijé
sólo en la cama. Era muy grande, pero no tenía ganas de dormir
pensando que no puedo moverme mucho no vaya a ser que le de a alguno.
-Esto... perdona Sarah. Si no es mucho problema, ¿no pueden dormir
Rafael y Mario en camas distinta a la mía? -Ella me miró extrañada.
-Ah,
¿pero quieren dormir en la misma habitación? -Preguntó. Yo miré a
los niños, ellos me miraron ahí, y justo en ese momento, sin
explicación alguna, caí. Tenía que explicarles que llamaran a
Bryce por Bryce, no por Aaron. Antes de darles tiempo a responder,
salté a la desesperado respondiendo por ellos. -Un momento, ¿podemos
hablarle un segundo a solas? -Y sin darles tiempo a reaccionar. Los
cogí de la mano, y me los llevé al cuarto. No opusieron fuerza, los
había pillado despistados mirándome como una loca intentando
entender los extraños puntos que me dan. Y no les quito razón.
-A
ver, -cerré la puerta detrás de nosotros y comencé a hablar muy bajito, casi susurrando. Si no fuera porque éramos
una niñata y dos críos, Sarah pensaría que estamos
perpetrando sospechosamente y con total descaro un robo a sus espaldas. -Os tengo que
aclarar una cosa. El chico de hoy no es Aaron, se llama Bryce y es su
hermano gemelo. Ni se os ocurra llamarlo Aaron. ¿Entendido?
-Pidiéndole dos niños que no me delaten... Me doy pena a mí misma.
He caído muy bajo... Pero es que quiero que Bryce se entere de mi
boca, no de otra manera. Mario y Rafael me miraron marujonamente...
Estupendo...
-Con
que juegas a dos bandas, eeeh. -Comenzó Rafael.
-Y
gemelos además... Qué fuerte... -Acabó Mario. Siempre, es así,
como en el trío de las víboras venenosas. Los turnos para hablar
están dispuestos de antes. El mayor me mata, y el menor me remata.
Lo peor es que tienen razón... En parte...
-De
Aaron soy sólo amiga. ¿Entendido? Con el que estoy saliendo es
Bryce. Así que por favor, no me metáis en un lío. -Estaba en
cuclillas, rogándoles casi. Sigo pensando que soy patética...
-A
ver, no hace falta ser más grande para darse cuenta de que si
estuvieras haciendo las cosas bien no te empeñarías en ocultarlo.
-Rafael, para los 7 años que tiene, dice verdades que duelen como
puñales.
-Bueno,
vale, sí. Luego os lo explico si queréis, pero por favor, sólo os
estoy pidiendo que lo llaméis por su nombre, no estoy pidiendo que
finjáis nada. -Yo debiéndole explicaciones a unos críos.... En
serio... -No penséis mal, no estoy siendo
infiel a nadie, es que ya sabéis lo que pasó el día ese del metro.
La situación es delicada... -Si mi sentido del humor estaba a tres
metros bajo el suelo y descendiendo, mi dignidad iba ya llegando al
centro de la Tierra.
-Vale.
Esta bien. Sólo queríamos someterte a un poco de tensión. Pero
después nos tienes que contar. -Respondió Mario haciéndose el
duro.
-Si
el chico se llama Bryce, no lo vamos a llamar nosotros de otra forma
para hacerte más difícil la vida, ya tiene que ser un verdadero
castigo ser tú. -Rafael demostró más madurez que yo, mil veces más.
O yo lo hago todo mal o la gente está hoy muy inspirada, porque me están dedicando verdades tan grandes como templos.
O yo lo hago todo mal o la gente está hoy muy inspirada, porque me están dedicando verdades tan grandes como templos.