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Refranero

sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 62: Templos


Capítulo 62: Templos

-Bryce, que no es por romper otra vez el momento ni nada por el estilo, pero tengo que irme. -Nos separamos del cálido abrazo y me miró sin más, tranquilo, ahora ya todo “estaba bien”. Su cara de interrogación reclamaba una excusa por mi parte. -¿Recuerdas esos maravillosos niños que venían conmigo ese día. -No quería más detalles sobre ese día para que supiera a cuál me refería, con ese calificativo era suficiente. Él asintió. -Los estoy cuidando por las noches. Son mis vecinos. A las nueve he quedado con ellos. -Bryce miró el reloj, yo miré el reloj. Las nueve en punto ¡Oh Dios! ¡Llego tarde!
-Odio tener que compartir tu tiempo. -Dijo suspirando.
-No soy yo la que se fue y desapareció dos días. -Dije echándoselo en cara cariñosamente. Lo bueno de nuestros malos momentos, es que después de morir en ellos, resucitamos para reírnos de ellos. Me miró entrecerrando los ojos con muy mala cara. Volví a mirar el reloj. Las nueve y uno. ¡Oh! ¡Madre de Dios! ¡Llego súper tarde! ¿Por qué pasa el tiempo tan ligero?
-¡Vamos! -Eché a correr como alma que lleva el diablo. Pero el diablo dejó de querer mi alma. No aguanté el ritmo más que un minuto. Estaba jadeando y el aire gélido me cortaba la garganta. Me apoyé sobre mis rodillas y para coger aire. Sí, seguía jadeando y cortándome la garganta con el gélido aire, pero se lleva mejor parada.
-Me voy a guardar todos los comentarios que puedo decir acerca de tu fondo. -Dijo Bryce fresco como una rosa. Levanté la cabeza y lo miré asesinamente. Captó el mensaje de que había acertado en su idea de no decir nada.
-Venga. -Recuperé agarré la mano de Bryce y tiré de él para seguir corriendo. Así podía disimular mi mayor lentitud al correr comparada con antes. Aunque no pensé eso al cogerlo, lo pensé después. Simplemente me dio ese impulso.

Ahora era yo la que llevaba mi propia alma y no el diablo, y se notaba en el ritmo. El Greenway del Hudson tiene carril bici. Me crucé con una que venía por mi derecha y la pasé de largo rozando las ruedas con el talón del pie. ¡Por poco! Vivo al límite. Jajaja. Pero al acelerar el paso para adelantar a la bicicleta y no chocarme con ella, olvidé que llevaba a Bryce agarrado de la mano. Él no tuvo la misma suerte que yo. Me gritó para que me detuviese, pero claro, es más peligroso que yo lleve mi alma a que la lleve el diablo, y no me detuve. No reaccioné a tiempo. El resultado fue yo gritando por el susto del golpe, Bryce gritando por el dolor después de gritar mi nombre y el ciclista gritando acabando su frase de <¡APARTÁOS!> en un <OOOOH>. Bryce acabó en el suelo tirado, con el tipo encima de él, con bicicleta incluida. Yo los miraba espantada conteniendo el aliento. Qué destructiva soy... Siempre la formo de una manera u otra...

-¡Perdón! -Fue lo único que se me ocurrió decir. Me llevé las manos a la boca por todo lo que había provocado. El tipo de la bici se levantó del suelo a duras penas quejándose de algunas partes de su cuerpo que dolían y sacudiéndose las manos una vez que se puso de pie.
-¡Imbécil! ¿Por qué no miras por dónde vas? ¿Es que no tieness ojos en la cara? ¡Cómo se os ocurre cruzaros así por el carril bici! ¡Te dije que te apartaras! -Dijo mirándome. Yo encogí ante su reacción. El tipo de la bici era muy maleducado. Se le veía una cara de enfado tremendo. En vez de disculparse por el golpe a pesar de ser yo la total culpable, ¿qué menos que un <¿estás bien?> o un <perdón>? Culpable yo o no, él ha atropellado a alguien... que menos...
-¿A quién llamas tú imbécil? Basura. -Bryce, que todavía no se había levantado del suelo, dolorido, se incorporó rápidamente para plantarle cara al niñato. Tenía una cara de mala leche que daba mucho miedo. Lo agarró por el cuello de la camiseta con un brazo y lo levantó del suelo, dejándolo suspendido en el aire a unos cuantos centímetros de la tierra firme. Está hecho un toro este chico, acaban de atropellarlo y parece que ha ganado fuerza. -Vale que no hemos mirado al cruzar por el carril, pero no está prohibido cruzarlo. -Lo zarandeó en el aire con desprecio. -Y si me da por atravesarlo o pararme en el medio porque me da la gana, tú te jodes, y me rodeas con suficiente espacio para que no me moleste tu indigna presencia. -Bryce estaba más enfadado de lo que pensaba, hacía mucho que no le veía así. Desde que solía abusar a los de la Uni. Lo miraba directamente a los ojos de una manera, que la chulería del tipo se esfumó de tal manera que ni forcejeaba porque lo soltase, estaba como un pajarito colgando de una jaula de la que no puede escapar. El poder amedrentador de Bryce. ¿No se le cansaba el brazo? -Y si te pido que rogues perdón y supliques compasión, lo haces, porque yo quiero. ¡¿ME ENTIENDES?! -Dicho eso, flexionó el brazo para coger impulso y lanzar al niñato al suelo, que cayó al suelo cual muñeco de trapo se tratase. -¡Venga! ¿A qué esperas? -El tipo escupió al suelo con desprecio tras reaccionar ante este shock y miró con asco a Bryce.
-Que te jodan. -Y le hizo un corte de manga. Fugaz como un desello, Bryce apareció detrás de él de la nada y le agarró por el brazo, retorciéndoselo en la espalda.
-¿Qué has dicho? No lo he entendido muy bien. -Su expresión era aterradora. Todos los músculos de su cara estaban súper tensos y tenía los ojos muy abiertos. Bryce da realmente pavor cuando se pone así.
-Qué tu madre es una p... ¡Aaaaaaah! -No le dio tiempo a continuar, al igual que levantó al tipo del suelo por el cuello de su camisa, ahora lo levantó tirando de su brazo retorcido en su espalda. El niñato, más joven que nosotros, que no era mucho más alto que yo, aunque sí bastante rellenito, empezó a patalear y forcejar a la vez que gritaba de dolor.
-Sigo sin enterarme. Estabas rogando perdón y compasión, ¿no? -El niñato seguía gritando y forcejeando. -¿¡EH!? -Bryce insistió.
-¡Perdona, perdóname! -Dijo gritando casi llorando ya. A ese ritmo iba a dislocarse el hombro.
-A mí no me lo tienes que decir, se lo tienes que decir a ella. Que es a la que has tratado tan mal. -Bryce me señaló a mí con el dedo. Yo seguía en shock. Ni siquiera cuando maltrataba a los de la Uni hacía estas cosas.
-¡Lo siento! ¡No quería decir eso! ¡Perdóname! ¡AAAAAH! ¡Por favor! -Yo asentí levemente con la cabeza, asustada. Bryce se lo pensó unos segundos y lo soltó, dejándolo caer al suelo. El chico rápidamente se incorporó, se subió a su bici y se fue pitando. Ninguno de los dos lo miró irse. Yo me quedé mirando a Bryce y él a mí.
-Te has pasado. -No se me había ido el estado de shock, pero algo de razón lógica me quedaba. Me crucé de brazos y lo miré impasible. En otra época, a mí esto me hubiera parecido despreciable por parte de Bryce. Que sí, que el otro se ha portado fatal, pero tampoco es para tratarlo así. Pero ahora no me enfadaba tanto como antes. Que no implica que haya dejado de molestarme.
-No, no me he pasado. -Venía cojeando hacia mí. ¿Le dolía algo? Qué bien lo había disimulado. Me fui aproximando en su busca. Permanecer impasible con Bryce es imposible. Siempre consigue ablandarme. -Vale que te has cruzado el carril bici sin mirar, muy mal por tu parte, pero es de noche, y él debería llevar una luz para circular. Si la hubiese llevado, lo hubieras visto venir y no hubieras cruzado así. -Justo entonces nos encontramos, él echó la mitad del peso de su cuerpo en el mío. -Además, lo que más me molestó fue la forma en la que te habló. No voy a permitir que nadie te haga mal. Tenía que darle una lección de modales y civismo. -Eso me llegó. ¿No estaba enfadado conmigo por causarle un atropello?
-Pues dislocándole el hombro, obligándolo por acción de la superioridad física y humillándolo así no creo que haya aprendido mucho civismo o modales. Ni siquiera le has dicho lo de las luces. -Sí, me había enternecido eso que había dicho, pero yo seguía molesta por su forma de actuar. Lo aparté un momento haciendo un esfuerzo enorme para moverlo un centímetro y mirarlo a la cara mientras lo decía, pero no pude, pesaba demasiado. -La gente de la calle son unos salvajes, comprenden el lenguaje de los puños, no de las palabras. -Y noté como empezó a vibrar hacia arriba y hacia abajo. Se estaba riendo. Sabía que eso no había colado.
-Oh sí, habló el civilizado. El sabio que usa el poder de la argumentación. -Solté irónicamente. -En serio Bryce, no me gusta que seas así de agresivo. -Eso sí lo dije en serio.
-No he sido agresivo, he guardado la calma en todo momento. -Ahora sí se incorporó y me miró a la cara. Sentí recuperar altura, aguantar su peso parecía clavarme en el suelo como una estaca. Lo miré enojada. Se estaba cachondeando de mí y yo lo estaba diciendo en serio. -Vale, sí, lo siento. Perdóname. Te dije que cambiaría y no sería tan <violento>. -Pronunció esa palabra remarcando que esa era la que yo debí haber usado. Cierto. -Y sólo rompí mi promesa en el metro ese día. Aquí me he contenido. -Me recorrió el cuerpo un escalofrío sólo con recordar cómo se puso Bryce ese día, y cómo se lo hizo pagar al borracho. Este chico es un arma de destrucción masiva. De todas formas, yo seguía mirándolo con el ceño fruncido, inflexible. -Siempre que estoy contigo, aparecen todo tipo de problemas y peligros. Sea cual sea la fuerza maligna que te persigue, como no le plante cara y me limite sólo a esquivarla, va a terminar acabando conmigo. Jajaja. -En eso tenía razón. Mucha razón. Atraigo toda clase de problemas y peligros, pero ninguno me daña cuando está Bryce. No me siento totalmente segura cuando estoy con él porque sé que algo va a pasar, pero si tengo la total certeza de que a mí no me ocurrirá nada malo, siempre que permanezca a mi lado. Y como por arte de magia, se esfumó el enfado y la indignación de mí y entró paz a mi corazón. Era la primera vez que un ataque de violencia de los suyos, acaba convirtiéndose en un ataque de paz en mi contra. No puedo enfadarme con él. -¿Por qué me miras así con esos ojos? Me pones nervioso. -Mi acción inmediata fue rodear su espalda con mis brazos, estrujarlo contra mí y separarme antes de sentir más vergüenza por ese impulso que me acababa de salir.
-Venga, vamos, que llegamos tarde. Ahora iremos más despacio. -Dije cogiéndolo de su mano, ¿quedó muy descarado el cogérsela así como quien no quiere la cosa? Me giré para echar a andar pero no me moví ni un centímetro. Bryce seguía quieto.
-No sé si te has fijado, pero el echarme en ti es porque me duele la rodilla y no puedo apoyar peso en ella. Creo que al pasarme con la rueda por encima me ha hecho un esguince. -Qué irónico él. Qué rápido pasa de un estado de enfado total, a uno romántico y a otro de cachondeo. Aunque no soy yo nadie para quejarme de cambios tan diferentes en tan poco tiempo. Creo que lo había hecho para evitarme la situación de vergüenza al no haber controlado ese impulso de abrazarlo por sorpresa. Ciertamente se me había olvidado que cojeaba y se había apoyado en mí por eso. El hecho de querer olvidar eso me hizo olvidar también lo de su rodilla.

Suspiré, me coloqué a su lado, pasó su brazo por mis hombros y emprendimos la marcha. Bryce tenía que doblarse mucho para llegar a mi altura, pero poco a poco fuimos caminando hacia casa, acompasando ambos nuestro ritmo para ir a la par. Mi casa está a cinco minutos del río Hudson, que se convertirían en diez a este ritmo. Llamé a Raquel para avisarla de que me esperase que en algo más de cinco minutos estaba allí, que me había surgido un contratiempo. Eran las nueve y diez cuando la llamé, tendría prisa por irse al hospital a pasar la noche con su hermana, es la única hora del día que puede porque el resto trabajo, y yo aquí llegando tarde después de tener trifulcas con ciclistas... Demasiado buena es esta mujer, me hubiera sentido mejor si me hubiese al menos metido prisa. Iba yo pensando esto cuando Bryce cortó mi hilo de pensamientos.

-¿Te has dado cuenta de que es la segunda vez que nos dirigimos a tu casa y que yo voy apoyado en ti en unas pésimas condiciones por tu culpa? -Soltó sin más. Intenté averiguar por qué saltaba ahora con eso. No lo conseguí.
-¿Intentas hacerme sentir culpable? Provocadas por mí o no, todas esas situaciones podrían haber sido evitadas por ti. -¿Por qué me gusta tanto chincharle?
-Me refería a que podríamos intercambiar algún día los papeles. Digo yo. -Uy, eso sonó a indirecta. Hablábamos sin mirarnos, eso descompensaría el ritmo que habíamos cogido adecuado a su velocidad y mi capacidad para aguantar su peso. Por segunda vez desde aquel entonces.
-Si hombre, a saber lo que harías tú conmigo si no pudiese valerme por mí misma y dependiese de ti. -Uy, esto sonó malinterpretable. Por eso Bryce se quedó callado y pensativo. ¿Se lo tomaría como broma o como media broma? Vale, iba con segundas intenciones, pero era de coña al 100%. Para nada pensaba que pudiera aprovecharse de mí sin mi consentimiento. Lo que dijo a continuación, sonó algo molesto. Y con razón.
-No sé por qué tipo de persona me tienes, pero nada que no pueda hacerte ya conservando todos tus medios para oponer resistencia. -O_O Me lo dijo sin mirarme a la cara, pero me afectó tanto como si lo hubiese dicho en una penetrante y directa mirada. Esa respuesta me llegó. Ciertamente él tiene la capacidad para hacer de mí lo que quiera, oponga resistencia o no. Pero siempre me ha respetado.
-¿Pero no te has dado cuenta de que nunca puedo valerme por mí misma y siempre dependo de ti? -Me paré y lo miré para decirle eso expresamente. Ojalá supiera lo que estaba pensando él en ese justo momento. A ver, no lo decía en lo más estricto del término, normalmente puedo arreglármelas sola. Que el hecho de que pueda hacerme lo que quiera aun conservando todas mis habilidades, me sigue convirtiendo inevitablemente en una persona dependiente de él.
-¿Pero qué te pasa hoy? Me miras raro y me dices cosas impropias de ti. -Bryce respondió muy nervioso, mirando todos lados sin saber, dónde fijar la vista. Las palabras le salían a borbotones, como si las improvisara. Se quedó muy extrañado con mi respuesta. Tanto como yo. Entonces supe que antes, lo que él estaba pensando, era desear saber qué estaba pensando yo. Sólo me salió sonreírle con ternura. Tan grande, tan fuerte, tan imparable... y tan adorable. Cuando se encuentra indefenso, me resulta la persona más tierna del mundo. Lo había descubierto ahora. Y no estoy hablando de su cojera, me refiero a cuando deja de tener dominada la situación porque se le rompen todos sus esquemas.
-No lo sé, estaré ovulando. -Y así es como yo rompo un momento romántico. Adrede. Necesito un ambiente distendido. Tanta intensidad de emociones me agota. Bryce puso los ojos en blanco y nos hizo reemprender el camino.
-Me matas. -Me miró girando la cabeza levemente de un lado a otro y poniendo cara justo de <me matas>. Yo le saqué juguetona la lengua y me la mordí sonriendo inocentemente.

Pero a eso de que dimos tres pasos escasos, ya visualizamos el portal de mi edificio y a Raquel con Rafael y Mario esperando en él. Miré el reloj, las nueve y 15... “Oh my”... Ellos nos vieron también en ese justo momento. Los niños salieron corriendo hacia Bryce y mí. Cogieron tal velocidad en un tramo de acera tan corto, que casi pensé que se empotrarían contra nosotros porque no tendrían tiempo para frenar. ¿Tanto se alegraban de verme? No pensé que eso fuera nunca a ser posible. Por suerte, se pararon a tiempo, eso sí, a muy pocos centímetros de nosotros. Se separaron los suficiente para no tener que levantar el cuello excesivamente para mirarme a la cara.

-¿Qué horas te crees que son estas para llegar? ¡¿Eeh?! -Dijo Rafael poniendo los brazos en jarra. Frunciendo el ceño.
-Ya estás tardando en darnos una explicación. -Dijo Mario cruzando los brazos en el pecho. Frunciendo el ceño a imitación de su hermano.

Bryce me miró con cara de <What the hell?> Y yo le respondí con cara de <Da igual, no intentes buscarle explicación>. Pobre inocente... ¿Cómo se me pudo ocurrir que se alegraban de verme? ¿Dónde tengo la cabeza? Pero el mejor desprecio es la falta de aprecio, así que con un movimiento le indiqué a Bryce que siguiéramos andando y los pasáramos de largo. Raquel venía andando hacia nosotros y así salíamos de camino a su encuentro. No se la veía molesta ni enfadada, pero claro, ella es tan dulce que no se le nota. Yo seguía sintiéndome culpable igualmente.

-Lo siento mucho Raquel, pero salimos a dar una vuelta por el Greenway del Hudson y al volver, tuvimos un pequeño accidente... -Comencé diciendo, pero Bryce me cortó. Dejó de apoyarse en mí para apoyarse sobre sí mismo.
-Digamos, un INCIDENTE. -Remarcando INCIDENTE. Vale, vale, había pillado el mensaje. Lo miré con cara de lo siento y continué con mi explicación. Raquel nos miraba divertidos.
-Sí, digamos que empezamos a correr para llegar a tiempo a casa... y provoqué que se chocara contra una bicicleta. -Dije mirando a Bryce cuando conté la parte del provoqué, para que se quedara tranquilo viendo que hago recaer toda la culpa en mí. -Oh, vaya, pobres. Si no pasa nada, hoy yo también me he preparado un poco tarde para salir. -Dijo mirándonos a los dos con expresión maternal. -¿Qué te ha pasado? -Dijo mirando a Bryce con expresión de preocupación.
-Pues a parte de las desolladuras que me he hecho, creo que tengo un esguince en el tobillo derecho. Me duele mucho al apoyarlo en el suelo. -Raquel levantó una mejilla con la boca cerrada, típica expresión de <jo>. ¡Tan mona ella! :3 -Es por eso que no puedo conducir, por eso me gustaría perdile permiso para que deje a Valeria llevarme en el coche a mi casa y que puedan pasar la noche allí. Si no le importa. -Yo estaba anonada por el descaro y las confianzas que se estaba tomando Bryce. -Por favor. -Le puso una cara tan irresistible, que es imposible decirle que no. Pero yo confiaba en que Raquel, una persona con una madurez exquisita, no se dejaría llevar por la cara bonita de un niño mono Entiendo por niño que por la diferencia de edad, ella debía verlo como un niñatillo. Por aquel entonces, Rafael y Mario ya estaban rodeando a Raquel como pollitos debajo del ala de su madre.
-Bueno. Mis hijos me han hablado muy bien de ti. Yo no tengo problema si a ellos no les importa. -Respondió tan campante.

Mario y Rafael alzaron la cabeza para mirarla consternados y ofendidos. Que dijera que les había hablado muy bien de él, hirió el orgullo de hombre machote de estos niños, porque en el fondo sabía que estaban curiosos por conocerla. No por nada en especial, sino por mero afán de descubrir cosas nuevas. Yo me golpeé la frente con la palma de la mano mentalmente, no era plan de escenificarlo. Raquel me había fallado. Bryce hace con la gente lo que él quiere, al igual que Liam, Leo y Aaron. Sólo que los tres primeros lo consiguen por su don para manipular a la gente, y el cuarto por su encanto innato. Pero yo no soy nadie para exigir que otros no tengan las debilidades que yo tengo. No hace falta decir que yo también habría accedido si Bryce me hubiera puesto esa carita. Eso sí, después de haberme hecho la dura. Una cara irresistible, es irresistible.

-A ver, a ver. ¿Cómo que a tu casa? Debería llevarte en todo caso al médico para que te inmovilice el pie. -Lógica y sentido común, venid a mí.
-Querida Valeria, -dijo con retintín, como si hubiera dicho algo sin lógica o sentido común e intentara forzar toda su educación y simpatía posible para no decirme en mi cara que he dicho una soberana estupidez. -Yo no voy al médico, el médico viene a mí. - ...........

Vale, sin comentarios... Me molestó que me tomara por idiota con ese tonito y esa cara tan de sobrado. Pero es que claro, ¿en qué universo paralelo él se desplazaría a un hospital o clínica para mezclarse con plebeyos enfermos y parias si no fuera por un motivo de vida o muerte en el que ni siquiera pudiese teletransportarse todo un quirófano a su casa? Yo también me hubiera mirado y hablado así a mí misma, pero en él no lo permito. Al parecer, hay cosas que nunca cambian, como las cosas que odio de él.

-¿Y por qué no puede venir el médico a mi casa? -Raquel y los niños nos miraban cual par de locos fuéramos. Y no les quitaba razón ninguna.
-Encima de que por tu culpa estoy así y de que a los que están malitos siempre se les mima y cuida... ¿vas a no cumplir mi deseo? -Me entraron ganas de decirle que malito estaba... sí... pero no en ese sentido... Sin embargo, vi más prudente callarme. Parecíamos una pareja de recién casados teniendo discusiones cariñosas.
-¿Y quién te dice que yo se conducir? -A ver, que no tengo ningún problema en ir a su casa. Pero me da tanto coraje que utilice a la gente a su favor sólo escogiendo la cara y las palabras que decir... Y ya eso de decidir por mí sin preguntarme... Me revienta. Sin olvidar cuánto me gusta picarme con él.
-¿Te acuerdas de la investigación esa que dije que te hice cuando te conocí? -Bryce 1 – Valeria 0. Me entraron otra vez unas ganas terribles de golpearme la frente con la palma de la mano, pero nuevamente contuve las ganas. Ya las liberaría todas por completo sobre Bryce.
-Tú ganas... -Dije derrotada. Le coloqué la palma de la mano hacia arriba y me lanzó las llaves del coche, las cuales cogí al vuelo. Había perdido la batalla, eso sí, pero las llaves no se me cayeron al suelo.
-No entiendo por qué pones esa cara, es la primera vez que yo me salgo con la mía en algo por lo que estamos discutiendo. -Dijo sonriendo victoriosamente. Rápidamente, empecé a buscar entre mis recuerdos un momento en el que él se hubiera salido con la suya. Los veía pasar a cámara rápida como en una película... ¡Ah! ¡Ya lo tengo!
-Ejem... Te recuerdo el momento ascensor, momento marginación de toda la Uni, momento beso en el suelo, momento cita del día que nevó, momento... -Raquel, Mario y Rafael nos miraban totalmente perdidos y fuera de onda. Los comprendía. Al principio ni Bryce sabía de qué hablaba, pero lo pilló al momento, pude ver aparecer casi la imagen del momento en sus ojos.
-Vale, vale, para, para. Aclaro. Es la primera vez que yo me salgo con la mía utilizando la argumentación y no la fuerza. -Le dediqué una sonrisa hipócrita y miré a Raquel. Ya estábamos abusando demasiado de su tiempo.
-Perdónanos. Sentimos el espectáculo. Pero es que no sabemos tratarnos el uno al otro si no es peleando. -Miré a Bryce de reojo. Él cuál tenía tal expresión de satisfacción por la victoria, que no podía ni mirarlo. Me lo estaba restregando por la cara con su cara.
-¡Que va! ¡Pero si hacéis una pareja genial! ¡Se ve que no podéis vivir el uno sin el otro! -Y en mi cabeza, la orquesta sinfónica de grillos privada que tengo, empezó a dedicarme uno de sus mejores conciertos. ¿Qué decía yo ahora? Me había dejado totalmente cortada. Miré a Bryce para ver si él estaba igual que yo... Para nada, él estaba tan pancho. Encima orgulloso por lo que había escuchado y todo... No puedo contar con él para los momentos de compartir el sentimiento.
-Aunque yo puedo vivir mejor sin ella que ella sin mí. -Los grillos comenzaron a tocar más fuerte que antes. Lo miré asesina. Será... Estaba diciendo que yo lo necesito a él más que él a mí. Porque sé que está de broma... que si no... Aunque ahora que lo decía, yo lo paso bastante mal sin él. ¿Lo pasará el peor que yo?
-Sí, lo que tú di... -Y me cortó.
-Permítanos que la llevemos al hospital. Ya te hemos hecho perder demasiado el tiempo. Valeria estará encantada. ¿A qué sí? -Vale. Ya no sólo me corta cuando estoy diciendo algo, si no que le ofrece algo que tengo que hacer yo. Que yo se lo iba a ofrecer encantada. PERO YO. Odio cuando habla por mí. Sé que es algo normal en las parejas, es lo que tiene la confianza y eso. Pero es la típica cosa que en los demás no te importa pero que en una persona en concreto, no lo soportas. ¿Por qué le tengo esa manía a Bryce? Debería írseme quitando ya... Digo yo... Decidí guardarme lo que tenía que decirle y respondí amablemente.
-Por supuesto, sólo que no sé llegar, tendréis que guiarme.
-Oh, no, no quiero causaros ninguna molestia. Nueva York es fatal para conducir. -Respondió preocupada. Intercambiando la mirada entre los dos.
-Tranquila mujer, que aquí el único que causa molestias es él. -Y miré sonriente a Bryce.
-Adivina quién me causa molestias a mí. -Y Bryce me miró sonriente a mí. No sé qué punto le había dado hoy, pero estaba teniendo razón en todo.
-Bueno, vamos. ¿Dónde tienes el coche? -Comencé una nueva conversación muy emprendedora yo. Bryce se hizo a un lado cojeando, con algunas dificultades. Se apartó para dejar ver un flamante Porsche de cinco plazas. Miré las llaves, efectivamente, el carísimo cuero del que estaba hecho el llavero con la marca del coche corroboraba que no me había equivocado. Vaya, ese no se lo conocía. Pero era tan ostentoso como los otro... ¿cuatro? Que por ahora le conocía a esta familia.
-¿Cómo has conseguido aparcar? La calle está siempre abarrotada. -Rafael y Mario rápidamente empezaron a moverse por alrededor del coche. Contemplándolo boquiabiertos como si de un ovni se trat... no, eso no les causaría tanto asombro, como si de mí en bolas saltando por el salón de mi casa se tratase. Qué tiempos aquellos... Estaban viviéndolo a tope.
-¿Pero a ti que te pasa? Vas a conducir por un Porsche por lo que puede ser la primera vez en tu vida... ¿y a ti se te ocurre preguntar que cómo ha aparcado? -Rafael casi se lleva las manos a la cabeza indignado con mi pregunta. Eso sí, sin quitarle en ningún momento los ojos de encima al auto. Que sí, que vale, que el coche es lo más, pero ya estoy acostumbrada a ver a esta gente con coches de súper ultísima gama. Me parece más asombroso ver que ha conseguido aparcar que verlo con algo carísimo. Llamadme loca...
-No te preocupes. Al principio también es difícil adaptarse a las preguntas que hace, pero con el paso del tiempo acabas acostumbrándote... Espero. -Añadió Bryce... Ya saltó éste también... Odio que me pongan de loca cuando digo cosas con todo el sentido del mundo. Para una vez que las digo... qué menos que me lo reconozcan... ¿Alguien más quiere decir algo al respecto?
-¡Abre ya el coche! ¡Queremos verlo por dentro! -Exigió Mario. ¿Para qué pregunto? Por supuesto que siempre hay alguien más. Entre todos me van a comer el... pues eso... el pie. Lógica, sentido común... No vengáis a mí, ¡venid a estos insensatos!
-¡Mario! ¡Rafael! ¿Qué hacéis hablándole así? ¿Qué falta de respeto es esa? A la próxima os dejo sin postre mañana. -¡Bien! Ellos seguirán sin lógica ni sentido común, pero con saber que alguien lo tiene, me contento. Raquel, crack. Cada vez la tengo más en el cielo. Abrí de una vez el coche y todos entraron dentro. Por suerte, el asiento del copiloto daba a la acera, así no tuvimos que arriesgar la vida ni Bryce ni yo para llevarlo por el lado de la carretera.
-Oh, lo siento, perdona mi indiscreción. Me llamo Bryce, mucho gusto. -Dijo antes de subirse al coche, ofreciéndole la mano a Raquel y una agradable sonrisa.

Hombre, si la empresa de sus padres ha llegado tan lejos, buena mano para las relaciones sociales deberán tener, es normal que el hijo lo herede. Al igual que Aaron. Sólo que Aaron me parece tan dulce siempre, que no me extraña verlo actuar igual con el resto de gente. Raquel se quedó pensativa por un momento, intentando hacer memoria. No comprendí por qué hasta que me di cuenta. Para ella, Bryce es Aaron. Me entró un escalofrío por todo el cuerpo. Si hubiera reparado en el hecho tan aparentemente extraño de que Raquel aceptara dejar pasar la noche a sus hijos en casa de un desconocido, me habría percatado de esto. Entonces resonaron en mi cabeza las palabras que dijo ella como respuesta a la petición de Bryce, sólo que ahora venían acompañadas por la bombilla que antes no se me encendió. <Mis hijos me han hablado muy bien de ti> Sus hijos le habían hablado muy bien de Aaron. ¿Pero cómo no me doy cuenta de estas cosas antes? ¿En qué mundo vivo? Vale, sí, esas preguntas tienen respuesta. No me doy cuenta de estas cosas antes porque vivo en el mundo de yupi. Pero... ¿Qué tipo de retraso tengo? Sí, esa pregunta vale, no tiene repuesta. Por ahora. ¿Y por qué quiero hacerme preguntas sin respuesta? No lo sé... ¡Vaya! ¡Otra más sin responder! ¡Que guay... ¡Valeria céntrate! ¡Tienes que decirle a Bryce que pasaste una noche con Aaron! Dios... que mal suena eso... ¡Tengo que decirle a Bryce que Aaron se quedó una noche conmigo! Sí, eso suena mejor. Y si lo justifico con que fue una de las noches de las que él estaba desaparecido, se lo tomaría algo menos pero... ¿Pero qué leches hago buscando una justificación? Si no pasó nada entre nosotros dos... Porque él no quiso... Porque yo me hubiera dejado besar por él. ¡Si es sólo un amigo! Bueno... un amigo que me gusta mucho y del que he estado enamorada y no sé si lo sigo estando desde que Bryce empezó a hacerse un hueco en mí... Añadiendo que es su hermano gemelo, ese por el que hemos tenido más de una pelea. A todo esto, ¿¡y cómo se lo digo?! Porque esa es otra... La forma de decírselo para que no se piense nada raro... Aunque algo raro se pensará se lo diga como se lo diga... Entonces... ¿Cómo se lo digo para que las cosas no se tuerza de nuevo entre nosotros dos? ¡OH DIOS! ¡OH DIOS! ¿Cómo se lo digo antes de llegar a su casa? Con el cuál no he hablado después de haberle dejado plantado... No puedo decírselo con Raquel o los niños en el coche... Pero... ¡Allí en su casa podemos encontrarnos con Aaron! Todo eso contando con que Raquel no lo desvele ahora... ¿Por qué soy tan así? Tan... No tengo palabras para describirme. Decir que soy un bendito desastre y una maldita inútil es quedarse corto. Soy una horrible persona... Yo sin pensar en los sentimientos de Aaron y Bryce por mis actos, y pensando en cómo escaparme de esta...

-Cierto, no nos hemos presentado. ¿Bryce dices? -Y extrañada y casi sorprendida por no corresponder la realidad con la de sus ideas, Raquel me miró para ver si yo tenía que decirle algo que se me hubiera olvidado decirle. Algo como, <¿no me lo presentaste como Aaron? ¿O son suposiciones mías?> Tragué saliva con trabajo. Estaba muy tensa en ese momento. No solté el aire de mis pulmones hasta que Raquel volvió a mirar a Bryce y siguió como si tal cosa. -Yo soy Raquel, encantada. El mayor de mis hijos es Rafael y el menor es Mario. -Y miró al interior del coche donde ya estaban sentados los dos pequeñajos. Uf. Al parecer sólo se ha quedado en una confusión interna de Raquel. Espero que se mantenga interna y no la exteriorice. Así sólo conduciría preocupada por lo que pasaría si nos encontramos en su casa con Aaron sin sumarle el hecho de que ya vaya sabiéndolo.

El trayecto en coche lo pasamos hablando sobre las direcciones que debía tomar y alguna que otro tema de conversación entre Raquel y Bryce. Tanto los niños como yo permanecimos en silencio. Ellos porque no tenían nada que decir, y yo porque... soy subnormal. Bueno, no, subnormal lo soy siempre y normalmente siempre tengo algo que decir. Es que cuando siento miedo, me quedo bloqueada. Y pensar que Bryce puede volver a separarse de mí, a parte del problema ese que tiene y no me ha querido contar, me da mucho miedo. Sentía los nervios en el estómago. El tiempo se me pasó volando. Cuando me di cuenta, ya estaba aparcando el coche en el garaje de la casa Domioyi. Recuerdo haber dejado a Raquel en el hospital, haberme despedido de ella y ver cómo se despedía de los demás. Pero el resto del trayecto es una completa laguna en mi mente. Me quedé agarrada al volante una vez el coche quedó totalmente parado.

-¿No deberías avisar al médico? -Dije sin despegar la mirada del infinito.
-Valeria. Ya lo llamé por teléfono, justo cuando arrancaste el coche en tu calle. -Me miraba extrañado. Lo notaba por el rabillo del ojo.
-Ah sí, se me había olvidado, no me acordaba. -Mentí. Intenté decirlo como lo habría dicho una yo sin preocupaciones. Mirándolo a la cara. No sé si tuve éxito, pero no me volvió a mencionar el tema.
-¿Me vas a ayudar a salir o voy marcando el número de la grúa? -Aunque la frase en sí era muy borde, lo dijo de coña. Los niños se reían por lo bajini pero yo tenía en ese momento el sentido del humor a tres metros bajo el suelo...y descendiendo. Intenté resolver la cuestión nuevamente como si lo hubiera echo una yo normal sin preocupaciones.
-Depende. ¿Es guapo el que la maneja? -Es tan innata mi capacidad para decir cosas que o están fuera de lugar o no tienen gracia ninguna, que funciona incluso cuando no estoy inspirada para ello. Lo dije mientras me iba quitando el cinturón de seguridad y abría la puerta para salir del coche y ayudarlo a él a salir también. Los niños habían salido ya también cuando yo llegué a la puerta que ya había abierto Bryce.
-Pues no sabría decirte. A mí todos los tíos me parecen más feos que yo. -Su cara de sobrado no podía faltar. Y aunque me jodiera, tenía que darle la razón. Me agaché para que se apoyara en mi hombro y en mi brazo flexionado, para que así pudiera ejercer sobre mí la fuerza que no podía ejercer en su pie derecho. -Sólo permito que una única persona en la tierra me haga competencia. -Dijo una vez que ya se había incorporado, con muy poco trabajo. -Y hasta hace relativamente poco tiempo no he empezado a arrepentirme de ese permiso... Porque no ha sido hasta hace relativamente poco tiempo que ha empezado a hacérmela. -Guau. Me estaba diciendo en mi cara de forma “sutil” su opinión sobre el triángulo amoroso en el que nos encontramos. Yo no sabía qué responderle, para no variar... Primero porque estaba tan cerca de mí, que superaba el espacio físico en el que a partir del cual ya no puedo pensar con claridad, y segundo... ¡¿porque qué se supone que debo responder a eso?!

Por una vez en la vida, agradecía la intromisión descarada de los niños. Rafael empezó a toser en ese típica forma en la que le haces entender a la otra persona que se está olvidando de algo esencial, precisamente en ese momento, que no estábamos solos, que teníamos público infantil delante. Yo me alejé de Bryce más rápido que él tardó en captar el mensaje, o en lo que a mí me parece más normal viniendo de su parte, en hacerle caso a la petición intrínseca que éste llevaba. En ese justo momento también, aparecieron por la puerta del garaje todo un servicio de asistencia sanitaria a domicilio. Venían con camilla, carrito de ruedas, muletas y hasta casi un elefante transportista hindú por si hiciera falta. Bryce se puso a rechazar todo tipo de ofrecimientos que pudieran vulnerar su hombría o poner en duda su capacidad para valerse por sí mismo. Lo que viene a traducirse en que, prefería ir cojeando por su propio pie, nunca mejor dicho, a usar alguno de esos medios. Lo miré con cara de <¿y qué hacemos nosotros mientras te atienden?>.

-Sarah os atenderá mientras. Espero quitarme pronto a este gente de encima. -Dijo girandóse sin dejar de andar alejándose por la puerta del garaje rodeado de batas blancas revoloteando a su alrededor mientras nos dejaba a los niños y a mí mirando como unos pasmarotes. Toda una escena... Lo que más me indignó fue que yo, estudiando medicina para ser doctora, viera en mis propias narices como mi, digamos compañero sentimental, trataba con total desprecio e indiferencia a esos doctores. Pero en fin, ya estoy acostumbrada a indignarme. La vida... Cuando volví a la realidad, Sarah apareció en mi campo de visión. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí mirándome con una cálida sonrisa de oreja a oreja? Me acordaba de ella, fue la amable señorita que me atendió el otro día cuando vine a preguntar por el paradero de Bryce a esta casa.

-Buenas noches. El señorito Bryce me ha encargado ocuparme de su total bienestar mientras el se encuentra con los doctores. La cena se está preparando, ¿quieren ver las habitaciones en las que van a pasar la noche? Les he acomodado las mejores. -Los niños y yo nos miramos, nos encogimos de hombro y aceptamos de buena gana. -Pues síganme, por favor. -Dijo con la sonrisa más amable que una persona puede ofrecer.

Sarah es una mujer de unos treinta y muchos años, alta y con una figura muy esbelta y un tipo que más de una de veintipocos querría... Entre ellas casi podría incluirme yo. Tiene el pelo castaño claro, corto y lo lleva recogido impecablemente en una coleta que la hace parecer más joven. De vez en cuando me parece notarle un ligero acento italiano. ¿Será italiana? Iba yo pensando en ello cuando se paró en frente de una puerta cerrada en un pasillo con muchas puertas cerradas más y se giró para mirarnos.

-Pueden pasar a acomodarse. Si necesitan algo, avísenme por favor.

Yo, como me había pasado todo el camino pensando en lo guapa que es esta mujer en vez de en lo maravillosa que es esta mansión, no me daba cuenta de nada a mi alrededor. Lo más normal... ¿Seré lesbiana y no lo sé? Naaaah, la miraba comparándome con ella, no con otros ojos. Las cosas que se me ocurren... Nuevamente, volvieron a sacarme de mis pensamientos. Eran Rafael y Mario, tirándome del jersey, cada una por un lado. No sabía a dónde mirar, si a izquierda o derecha. Aunque no tuve que preocuparme mucho por eso. Los dos me tiraban para que me agachase. Lo sé porque, aun mirándolos a los dos, seguían tirando del jersey. Debido a que los dos empezaron a hablarme a la vez al oído bajito, rodeando mis orejas con las manos para que nadie pudiera enterarse del súper ultra secreto que tenían que decirme, me enteré sólo de <ewriuolkdioewnlkñsd>. Me parece que hoy estoy más espesa de lo normal. Y eso ya es decir.

-A ver, por favor, de uno en uno. -Dije mientras intentaba mantener el equilibrio. Estar en cuclillas es verdaderamente incómodo, y más si se están apoyando en tus hombros. Pero ni caso, volvieron a hablar a la vez.
-mvcxhjkfdsaiohdsakfio. -Qué paciencia...
-Bla, bla, bla, bla, bla, es lo que he entendido. -En verdad no, pero es que no me iba a poner a reproducir esos sonidos que llegaron a mi cerebro. Parecería que me estuviera dando un ataque epiléptico. Sarah se reía sutilmente con esta situación. Rafael me miró aburrido de mi lentitud mental y Mario me miró impaciente. Ea, la torpe yo. Pasaron de mí olímpicamente y le dijeron directamente a Sarah ese súper ultra secreto.
-¿Podría hacernos un recorrido por toda la casa para conocerla mejor? -Rafael cambió por completo su voz y su cara. Estaba flipando en colores. ¡ESTOS NIÑOS SABEN SER AMABLES, ENCANTADORES Y ADORABL... no, a tanto no llegan. Pero sí entrañables.
-Por favor. -Acabó diciendo Mario. Me recordaron a la voz dulce y melosa que ponen Liam y Leo cuando me toman el pelo haciendo como que quieren ligar conmigo. Sabía yo que estos dos iban a salir así... Vale, dejaron de parecerme encantadores, para parecerme unos manipuladores... Tan chicos y ya... En fin.
-Claro, por supuesto que sí. -Respondió Sarah. Está mujer, transmite una paz, calidez y calma... Es genial. Me sentía como que le estaba encalomando a los niños, pero yo estaba demasiado cansada para andar de visita turística y prefería que me la enseñara Bryce o Aaron. Me motivaba más la idea de tumbarme en la cama a esperar a la cena.
-Bueno, yo estoy muy cansada, espero en el cuarto. Si no os importa. -Dije abriendo la puerta y despidiéndome con la mano.
-Claro, como usted quiera. -Respondió Sarah sonriendo. Miré a los dos críos. No les dio gran pena el hecho de que no los acompañara por el tour.
-Pasáoslo bien. -Y al mirar al interior de la habitacón pude ver que había sólo una cama de matrimonio. Bueno, había más cosas, pero me fijé sólo en la cama. Era muy grande, pero no tenía ganas de dormir pensando que no puedo moverme mucho no vaya a ser que le de a alguno. -Esto... perdona Sarah. Si no es mucho problema, ¿no pueden dormir Rafael y Mario en camas distinta a la mía? -Ella me miró extrañada.
-Ah, ¿pero quieren dormir en la misma habitación? -Preguntó. Yo miré a los niños, ellos me miraron ahí, y justo en ese momento, sin explicación alguna, caí. Tenía que explicarles que llamaran a Bryce por Bryce, no por Aaron. Antes de darles tiempo a responder, salté a la desesperado respondiendo por ellos. -Un momento, ¿podemos hablarle un segundo a solas? -Y sin darles tiempo a reaccionar. Los cogí de la mano, y me los llevé al cuarto. No opusieron fuerza, los había pillado despistados mirándome como una loca intentando entender los extraños puntos que me dan. Y no les quito razón.
-A ver, -cerré la puerta detrás de nosotros y comencé a hablar muy bajito, casi susurrando. Si no fuera porque éramos una niñata y dos críos, Sarah pensaría que estamos perpetrando sospechosamente y con total descaro un robo a sus espaldas. -Os tengo que aclarar una cosa. El chico de hoy no es Aaron, se llama Bryce y es su hermano gemelo. Ni se os ocurra llamarlo Aaron. ¿Entendido? -Pidiéndole dos niños que no me delaten... Me doy pena a mí misma. He caído muy bajo... Pero es que quiero que Bryce se entere de mi boca, no de otra manera. Mario y Rafael me miraron marujonamente... Estupendo...
-Con que juegas a dos bandas, eeeh. -Comenzó Rafael.
-Y gemelos además... Qué fuerte... -Acabó Mario. Siempre, es así, como en el trío de las víboras venenosas. Los turnos para hablar están dispuestos de antes. El mayor me mata, y el menor me remata. Lo peor es que tienen razón... En parte...
-De Aaron soy sólo amiga. ¿Entendido? Con el que estoy saliendo es Bryce. Así que por favor, no me metáis en un lío. -Estaba en cuclillas, rogándoles casi. Sigo pensando que soy patética...
-A ver, no hace falta ser más grande para darse cuenta de que si estuvieras haciendo las cosas bien no te empeñarías en ocultarlo. -Rafael, para los 7 años que tiene, dice verdades que duelen como puñales.
-Bueno, vale, sí. Luego os lo explico si queréis, pero por favor, sólo os estoy pidiendo que lo llaméis por su nombre, no estoy pidiendo que finjáis nada. -Yo debiéndole explicaciones a unos críos.... En serio... -No penséis mal, no estoy siendo infiel a nadie, es que ya sabéis lo que pasó el día ese del metro. La situación es delicada... -Si mi sentido del humor estaba a tres metros bajo el suelo y descendiendo, mi dignidad iba ya llegando al centro de la Tierra.
-Vale. Esta bien. Sólo queríamos someterte a un poco de tensión. Pero después nos tienes que contar. -Respondió Mario haciéndose el duro.
-Si el chico se llama Bryce, no lo vamos a llamar nosotros de otra forma para hacerte más difícil la vida, ya tiene que ser un verdadero castigo ser tú. -Rafael demostró más madurez que yo, mil veces más. 

O yo lo hago todo mal o la gente está hoy muy inspirada, porque me están dedicando verdades tan grandes como templos.