Capítulo 37: Frankenstein
-¡¿QUE QUÉ?! ¡¿PERRO GRUÓN Y RABIOSO?! ¿Pero cómo te atreves a decirme eso después de estar seis horas esperándote? ¡Me rechinan los dientes porque estoy tiritando de frío! ¡No sabes lo mal que lo he pasado esperándote!–Dijo levantándose del suelo y limpiándose la nieve de encima.
-¡¿SEIS HORAS?! ¿Pero no habíamos quedado a las seis? Son ahora las 8:30. Dos horas y medias, ¡no exageres! –Este quería darme pena ahora, pero no iba a conseguirlo.
-¡De dos horas y media nada! ¡Te dijo por teléfono que quedábamos a las tres al salir de la Uni! ¡Y yo muy inteligentemente decidí venirme a las 2:30...! –Otra vez su mirada altiva, su voz despótica y sus gestos de superioridad. Me sentía muy mal por haberlo hecho esperar seis horas, pero no iba a permitir que me hablar así, no fuese a ser que se acostumbrara…
-¡Pues es todo culpa tuya! ¡Planeaste esto tú solo sin consultarme para ver si yo quería o podía! ¡Ni siquiera me dejaste hablar cuando me llamaste por teléfono para decirte que no había buena cobertura y no me enteraba de lo que decías! ¡Por eso me enteré mal de la hora y pensé que era a las seis en vez de a las tres! ¡Y sabes que no me gusta que manden en mí! ¡Por no habría venido de todas formas! ¡Podrías haberte ido de aquí cuando viste que no llegaba! ¡No me cargues a mí con la culpa! ¡Agradéceme que me haya dignado a venir! –Tal vez había sido demasiado durar, pero estaba muy cabreada, este hombre no aprendía nunca de lo que le decía.
-Muy bien… Si tanto me odias y detestabas venir, al menos podrías haber llamado para decírmelo…estaba muy preocupado, a quién llamar ni adónde ir, pensaba que te había pasado algo grave… -Su expresión se volvió sombría, se guardó la mano en los bolsillos, se dio la vuelta y comenzó a caminar para irse. Joder. ¿Por qué tenía que hacer todo tan difícil? Ahora comprendía su irritación, tenía que hacer salir su angustia de alguna manera, y parecía que sólo sabía hacerlo por medio del enfado y la altivez, además, yo era la que lo había enfadado insultándolo.
-Espera… -Dije intentando frenarlo. Lo cogí de la gabardina, estaba empapada. Buf, seis horas… tenía que estar loco, ni por muy importante que fuera algo, es normal esperar tanto tiempo. –Lo siento mucho, no me imaginé nunca que estabas aquí desde hace tanto tiempo. Estaba en el trabajo, y allí no hay cobertura como te he dicho antes, por eso no me llegaban las llamadas. –Pero siguió andando, pasando de mí. Pues mira que estaba haciendo fuerza por detenerlo, y nada. -¡Venga ya Bryce! ¡Te he dicho que lo siento mucho! ¡No seas así! ¡Te compensaré! –Y se paró.
-Eso no me sirve… ahora sólo te doy pena, pero en el fondo no puedo hacer nada por cambiar el que me odies y me detestes… -Ofu. A ver cómo le sacaba yo ahora eso de la cabeza. Lo dije sin pensar durante mi enfado. No lo odiaba ni detestaba ni mucho menos. Si es que cuando se tienen los nervios a flor de piel, hay que controlarse mucho, o se pueden hacer cosas de las que podemos arrepentirnos.
-Bryce…-Dije rodeándolo y poniéndome delante de él. Aunque no me miraba a la cara, seguía mirando el suelo. –No te odio ni te detesto… es que me irritaste mucho y me salió así.
-Entonces, si es cierto lo que dices de que no me odias ni detestas, ¿es que te gusta estar conmigo? –Dijo sin alzar la cabeza para que pudiera ver su cara.
-Bueno…tampoco te pases…digamos que sólo en algunas ocasiones. -¿Lo decía para convencerlo de que no se fuese o lo pensaba de verdad? ¿No quería que se marchara para no sentirme culpable o porque realmente quería pasar el tiempo con él? Es algo que todavía me pregunto.
-¡Ja! ¡Lo has reconocido! ¡Y lo he grabado! –Dijo levantando la cabeza y mirando con expresión triunfante, a la vez que sacaba su móvil que estaba puesto en modo grabadora, del bolsillo de la gabardina. O_O Me la había jugado. No debí haberme fiado de él. Era el mismo capullo de siempre.
-¿Ah sí? Pues ahí te quedas con tu grabación. Que te den. –E intentando esconder mi cara de sorpresa e indignación para no darle la victoria de pensar que me había molestad o afectado lo que había hecho, me fui.
-¡Oh venga! ¡Que sólo era una broma! ¡Una pequeña venganza! ¡Me la debías! ¡Míralo por el lado bueno, mejor esto que otra venganza peor! –Dijo intentando pararme. Y lo consiguió. Tenía razón. Se la debía. Pero me paré por eso, no por otra cosa. Que conste. –Mira, mira, ya lo he borrado, ¿lo ves? Eliminar. Sí. –Y me enseñó cómo borraba la grabación de voz.
-Vale, te la dejo pasar, pero sólo por esta vez y porque tienes razón, te la debía. Pero sigo molesta. Así que llévame ahora mismo adonde tenías planeado, a ver si se me olvida… -Dije girándome y poniéndole cara de enfadada. Aunque en verdad no lo estaba, me lo estaba haciendo. Que notara mi indignación por lo que acababa de hacer.
-Pues vaya, pensaba en merendar en alguna cafetería de por aquí. Pero ya no es hora…
-¡Oye, pues buena idea! ¡Nunca es tarde para comer! ¡Venga, yo te invito y te compenso por la espera! ¡Pero vamos a cruzar Central Park, que está aquí al lado! Todavía desde que he llegado, he podido entrar dentro. –Dije muy ilusionada. Se me podía notar en la cara.
-Bah, yo me lo conozco de esquina a esquina. Pero como quieras, si vas a invitar tú, ya que haces un gran esfuerzo por lo pobre que eres, haré un esfuerzo y me conformaré…-Estaba empezando a tocarme algo que no se debía tocar... ¡Bryce tierno y dulce, VUELVE!
-Mira, se está rifando una bofetada, y vas a tener la suerte de llevarte el premio… así que deja de meterte conmigo o ahí te quedas. –Lo decía totalmente en serio. ¿Tendría doble personalidad o sería bipolar este chico?
-Bueno, bueno… no enfademos a la gata salvaje, no vaya a ser que empiece a arañar… - :O Uy lo que me había dicho. Me gustaba la connotación cariñosa de ese apelativo, pero eso ya era pasarse. Llevaba un tiempo más insoportable de lo normal.
-Cierto. Tienes razón. Mejor no alterar a la gata salvaje, porque el perro gruñón y rabioso le tiene miedo y podría salir perjudicado. –Dejé pasar unos segundos. Cuando vi que no respondía, saqué mi sonrisa de victoria. Bien. Lo había dejado callado. No dijo nada más. Sólo me miró con mala cara y seguimos el camino hasta Central Park sin decir nada. Era un silencio incómodo. Al parecer a este chico, no le iban las cosas planeadas, sino las espontáneas.
-Hey ahora que caigo, ¡podemos montarnos en las barcas y dar un paseo por el lago! Siempre lo he visto en las películas y siempre he querido hacerlo. Venga, ¡serás el privilegiado de vivir mi sueño conmigo! –Dije por empezar un nuevo tema de conversación, no me gustaba ese silencio. Con Aaron, me encantaba, las palabras que no se decían, hablaban por sí solas, pero no ocurría lo mismo con Bryce, que todavía parecía malhumorado.
-Pues no creo que esté abierto… Cierra a las 9. -dijo mirando su flamante reloj de pulsera. –Tendrás que conformare con dar el paseo andando…-la desgana se palpaba en el ambiente.
-¡Oh venga ya! ¡No le das ninguna emoción a la vida! Faltan 15 minutos para las 9. ¡Corramos! –Dije cogiéndolo del brazo y empezando a tirar. Pero nada, era inútil. No se movió ni un centímetro. No comprendo como antes pude tirarlo al suelo de un empujón, a lo mejor contaba con el factor sorpresa. Digo yo…
-Que cierre a las 9, sólo indica que los que ya están montados, pueden seguir estándolo hasta esa hora, no que alquilen barcas hasta esa hora…-Conté desde 10 hasta 0. Diez, nueve, ocho. Tenía que controlarme. Siete, seis, cinco. Me estaba poniendo de muy mal humor. Cuatro, tres, dos. Y ya que había hecho el gran esfuerzo de venir, tenía que verle el lado positivo. Uno. Cero. Sigamos buscando pues.
-Muy bien. Entonces me conformaré con el paseo a pie. –Dije soltando su brazo. Y una vez más, intenté disimular mi cara de decepción.
Estábamos caminando por el parque. Era una vista realmente hermosa, todo cubierto de nieve, blanco, luces de navidad por todas partes. Era como un sueño estar en Navidad en Nueva York. Pero no lo estaba disfrutando. Había muchas parejas de enamorados, riendo, cogidos de la mano, besándose, sentados en bancos en plan acaramelado… ¿Encontraría yo a alguien alguna vez? Y sin embargo, en vez de estar buscando, estaba con Bryce en una “cita” de dudoso final. Lo miré, quería buscar un atisbo de ganas, entusiasmo, ímpetu, ALGO. Pero sólo encontré más mal humor. Seguía con la cara apretada, el ceño fruncido y las manos en los bolsillos en plan pasota total. Ya está, no pude evitarlo, tenía que preguntar.
-Bryce… ¿Por qué leches no puedes ver el lado bueno de las cosas? Ya sé que he hecho mal y he venido muy tarde y además te contesté muy mal. Pero ya te dije que lo sentía, otra cosa más que estar lo que quede de día contigo, no puedo hacer… Si vas a seguir así, me voy. –No era una amenaza, era la verdad. Pero él no dijo nada, se me quedó mirando con la misma cara odiosa que tenía. Mi mirada era intensa, quería obligarlo a hablar.
-¡Es que nada es como quiero! ¡Las cosas nunca ocurren como las planeo! –Vaya, no era enfado, era frustración. Y comprendía lo que se sentía en esos casos. Pero yo ahora también estaba frustrada, y estaba dando lo mejor de mí misma por hacer que las cosas fuesen a mejor. Una cosa que él no estaba haciendo. Aunque me costaba oír lo que decía, menos mal que lo decía gritando, porque si no, no me hubiera enterado de nada. Unos niños jugando al fútbol que gritaban y se divertían no me dejaban oír nada. -¿Por qué…
-Plaf. Una pelota lo golpeó justo en toda la cara. Podría haberme dado a mí si no fuera porque yo era una cabeza más baja que él, porque pude sentir como casi me rozaba.
Se acercaron unos niños pequeños. Eran los mismos de antes que gritaban y reían a grito pelado y no me dejaba oír bien lo que decía Bryce. Tendrían siete u ocho años o por ahí. Eran los que estaban jugando al fútbol. ¿Tan tarde? Hacía como tres horas que era de noche. La gente aquí tendrá otras costumbres…
-Señor. Perdone. ¿Nos da la pelota por favor? –Dijo el más bajito y endeblito. Vaya, las apariencias engañan. Parecía que el más alto era el más valiente, y no era así. Bryce tenía la pelota entre las manos, después de golpearlo de lleno en la cara, le cayó en las manos y la había cogido. Por ahora, se estaba limpiando la cara con un pañuelo que tenía. La pelota estaba mojada, normal, había nieve por todos lados. Y esos chiquillos jugando… Cuando terminó la limpieza, abrió los ojos. Oh, oh. Alguien o algo no iba a escapar bien. O los niños, o la pelota. Puestos ya a que no había quien lo evitara, prefería que la pelota
-¿Puedes repetir? –Dijo Bryce con una cara aterradora. Yo me lo veía venir porque ya la conocía. Era una sonrisa forzada que escondía furia total. Pero los niños no.
-Que si nos puede dar la pelota, por favor señor. –Volvió a repetir el chiquillo sin malicia ninguna.
-Cual. ¿Esta? –Y la alzó unos centímetros para mostrarla y hacer como que se refería a esa.
-¡Sí! –El pobre niño estaba ya hasta emocionado y todo. Pobrecito, que decepción se iba a llevar… Pero tenía que intentar evitarlo.
-Bryce por favor –dije tomándolo por el brazo, - no hagas lo que estás pensando ha… -No que va… no iba a hacerlo. Pensaba que iba a lanzar la pelota muy lejos, o iba a embarcarla en algún árbol. Pobre inocente. No era consciente todavía de hasta donde podía llegar Bryce cuando se enfadaba… Como si de un globo se tratase, explotó la pelota de cuero…
-¿Te referías a esta pelota? –Dijo dejándola caer al suelo con una expresión de crueldad mezclada con risa diabólica. –Pues toma. –Dijo acercándosela con el pie, arrastrándola por el suelo. Los niños se quedaron mirando fijamente el suelo. A la pelota.
-Era el regalo de mi cumpleaños… Mamá había esta ahorrando mucho por conseguirme la pelota firmada por todo el equipo de Massachusetts… -El chico más alto y que yo pensaba que era el más valiente, empezó a llorar. Se me caía la cara de vergüenza por lo que Bryce acababa de hacer. No me lo podía creer. No debí haber venido.
-Bryce, sé que te lo he dicho muchas veces, y que siempre te entra por un oído y te sale por el otro, a la vista está. Por eso no voy a volver a repetirte lo insufrible que eres. Quédate con que me arrepiento mucho de haberte dado una oportunidad para ver si las cosas entre nosotros podían cambiar a mejor. –Y me di la vuelta, ni le di tiempo a responder, le puse una mano en la espalda a cada chiquillo. Les pregunté por donde estaba su mamá y me acompañaron hasta ella.
-Disculpe, siento mucho el espectáculo tan bochornoso que ha dado mi… acompañante. Ahora mismo sólo traigo 20$, espero que pueda servir para pagar la pelota, señora. –La mujer aceptó el dinero sin más insistencias. Me lo agradeció mucho, incluso me cogió de las manos para ello. Se veía que era una familia necesitada, por la apariencia que tenían tanto la mujer como los niños, que al parecer eran hermanos.
-Muchas gracias. No sabe cuánto me ha costado ahorrar para comprarle el balón. - Me lo agradeció mucho, incluso me cogió de las manos para ello. Se veía que era una familia necesitada, por la apariencia que tenían tanto la mujer como los niños, que al parecer eran hermanos. Les hice un gesto a los niños con la mano para despedirme de ellos, me sonrieron, se acercaron a mí corriendo para abrazarme.
-¡Muchas gracias! –Dijeron rodeándome con sus pequeños brazos. Que tiernos. Me recordaron a mi hermano Alex. Por fin podría verlo mañana y olvidarme de esto día desastroso.
-De nada chicos. Sed bueno y portaos bien. –Les dije con una gran sonrisa en la cara y removiéndoles el pelo de la cabeza. Nos separamos y cogí el caminito de piedras para irme. Desde lo lejos escuché como gritaban.
-¡FELIZ DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS! –Decían desde los lejos agitando sus brazos para decirme adiós.
Si es que no hay mal que por bien no venga. Ya no me arrepentía de haber venido, gracias a eso, hoy me sentía mejor persona, había realizado una buena acción. Y mientras yo seguía en mi embeleso, sentí cómo una fuerza extraña de incierta procedencia, tiraba de mi mano hacia atrás. Me giré. Era Bryce. Hice por soltarme de la mano de un tirón brusco y seguí andando hacia adelante. Ahora me cogió con las dos manos por el brazo. Pero con suavidad, no apretaba, no me hacía daño.
-Valeria…espera…-Y me esperé. Pero me quedé de pie, dándole la espalda, no quería ni mirarlo a la cara. –Perdóname. –Vaya, ya ni un lo siento si quiera, ya hasta el perdón era una orden. Pues si se sentía mal y no quería ser el malo de la película, que se lo hubiese pensado antes. Ya no me valían las excusas de que lo había hecho sin pensar en un acto impulsivo y precipitado. –No sabía lo que hacía, me dejé llevar por el enfado. -¿Ves? Sabía que iba a decir eso, siempre lo decía.
-Bryce, llegas tarde. Como siempre. Yo no puedo estar siempre aguantando todas tus acciones violentas y quedarme esperando a que pidas perdón una y mil veces más. Ya me he cansado. –Y volví a deshacerme de sus manos, para emprender otra vez el camino de ida. Pero sólo se quedó en el intento. –Bryce, suéltame. Quiero irme. ¿O también me vas a obligar a quedarme? –Pero no me soltaba, ni hablaba, ni nada, digo yo que al menos respiraría, porque ni su respiración escuchaba.
-No me odies… -Lo dijo muy bajito, casi en un tono inaudible. ¿Lo había dicho de verdad? ¿O era una mala pasada de mi mente en un intento desesperado por oír lo que quería escuchar?
-No te odio… Es sólo que preferiría tener una cita con el mismísimo Frankentstein antes que contigo… -Y dicho eso, tiré aún con más fuerza de mi brazo, y me zafé de sus manos. Emprendí el camino de regreso.
Mi casa quedaba bastante cerca de Central Park. Vivía en West 99th Street. En quince minutos andando estaría allí. El apartamento quedaba bastante céntrico, pero al ser tan pequeño, un piso de estos adosados, era relativamente barato el alquiler. Por el camino intenté no pensar, con todas mis fuerzas. Pero era inútil, como todas las otras veces anteriores. Si es que yo no estaba hecha para decir cosas como esas y quedarme enfadada con la gente. Ahora me sentía mal por lo que le había dicho a Bryce. Pero es que o es así o no aprende. Porque si ve que siempre lo perdonaré una y otra vez, por muchas atrocidades que haga, nunca dejaría de hacer esas cosas. Y así, repitiéndome esto por el camino para ver si así me convencía de que era verdad, volvió a empezar a nevar. Me quedé mirando el cielo, ver cómo caía la nieve. La música de los locales y las tiendas, gente cantando por las calles, el ruido de los coches, las voces de la gente que pasaba a mi lado, todo eran pros a favor de una tarde noche perfecta, pero el idiota de Bryce la había chafado. Tonto…