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Refranero

martes, 5 de junio de 2012

Capítulo 52: La lluvia de Londres

Capítulo 52: La lluvia de Londres
¡¡Por fin viernes!! ¡¡Por fin último día de exámenes finales!! ¡¡Por fin vería a Bryce!! Hoy me había propuesto buscarlo y hablar con él. Le diría que no me gusta como han acabado las cosas, que podemos darnos un tiempo o una prórroga para conocernos mejor. Bryce no me había hecho daño como para cortar la relación. Y aunque lo hubiera hecho, mis sentimientos superaban al orgullo, o por lo menos la vocecita acusatoria de mi cabeza que me decía lo que yo me encargaba de no pensar. Interesantes las voces de incierta procedencia que escuchamos en nuestra cabeza…

El examen de la mañana fue un éxito. Me había pasado toda la noche estudiando y no podía ser de otra manera… Aunque llevaba como siete noches durmiendo unas tres horas. Estaba reventada. Si aparecía después en la lista de los mejores resultados académicos, me daba por satisfecha. Si aparecía la primera, me daba por que se había equivocado el equipo directiv… Jajajaja. Vale, ya, no en serio, me alegraría muchísimo.  En el descanso, ni estudiar ni nada, el examen de por la tarde era práctico y no tenía nada que estudiarme que no estuviera ya en mi cabeza. Así que me fui a la zona más perdida del jardín reservado, que yo tenía permiso, y me tumbé en el incomodísimo banco a dormir. Ese mismo banco diseñado para que la gente, con tal de no partirse la espalda en ellos, se siente en los majestuosos sillones del comedor a gastar dinero por un tubo.

Y pensando en lo incómodo que era, me dormí. Instantáneamente. Cuando empecé a sentir un cierto contacto con el mundo exterior, tenía la sensación de haber pasado así horas… Pero no, fueron sólo pocos minutos. Decía lo de las horas por el dolor de huesos que tenía. Puto banco destroza espaldas. Al menos gracias a mi ligero sueño por mi pesada incomodidad, sentí que alguien jugaba con mis mechones de pelo. Me estremecí. La forma en que pasaba sus dedos por mi cuello era tan delicada… Un escalofrío. Si me iban a acariciar así la cabeza, ya podía romperme el espinazo con el banco deforma-espaldas. Pero cambié de opinión pronto, tanto que fue pensar eso y sentir como empezaban a tirarme del pelo. Un sonido chirriante llenaba el ambiente. ¿Quién diantres hacía eso? Me incorporé mosqueada de sopetón por no poder dormir ni bien ni tranquila.

-¿Pero quién coño está dando tanto por culo? ¡JODER! –Y con las manos estiradas me puse a alargarlas en todas partes mientras abría los ojos. No pillé nada. Pero vi a Liam y Leo de pie mirándome. Me impresionó. Con lo altos que eran y mi posición sentada, parecían auténticos posters de la luz. Se me cambió la expresión de la cara y no precisamente a una de la que me sintiera orgullosa mostrar.
-A veces no sé si estoy tratando con una chica o con un tío. ¿Pero cómo puedes ser tan basta? –Dijo Leo moviendo la cabeza de izquierda a derecha mientras hacía con la boca el típico sonido de “ti ti ti ti ti” como diciendo <no tienes remedio>.
-¡¡Pues no haberme despertado tirándome del pelo!! Estaba bien mientras sólo lo acariciabais. –Dijo sentándome mientras me frotaba los ojos. Sólo por ocultar mi cara, no tenía que aclarármelos, con suerte habría dormido 5 minutos.
-¿En serio crees que éramos nosotros los que te “acariciábamos” el pelo? –Dijo Liam sentándose a mi derecha y acomodándose como podía colocando los brazos en lo alto del respaldo. Y cambió la voz mientras hacía una mueca poniendo cara de cursi al pronunciar “acariciábamos”…
- ¡Yo que sé! ¡Tal vez era parte del plan para despertarme! ¡Pasar del mejor momento al peor! Primero la ilusionamos y después… ¡Zas! –Ni yo misma me lo creía. Pero con algo debía apostar por lo que había dicho…
-¡Jajaja! ¡Veo que conoces nuestros mecanismos! Pero esta vez te equivocas, era una ardilla. Nosotros simplemente nos quedamos observando como se hacía una madriguera en tu pelo. ¡Jajaja! –Y Leo, que se sentó a mi izquierda, chochó los cincos con Liam delante de mis narices. Ya estaban como siempre… Y me gustaba. ¡Los había echado tanto de menos! Soy estúpida por haber renunciado a ellos para evitar a Bryce… Espera un momento… ¿Había dicho ardilla? ¡¡Oh oh!! ¡¿Y si estaban planeando una emboscada para atacarme?! ¡Esos roedores me la tienen jurada!
-Ja-ja-ja. En verdad me estoy descojonando con vosotros, aunque no lo parezca… -Modo ironía ON. Los miré entrecerrando los ojos a modo de mirada asesina. No murieron… Conclusión, las miradas asesinas no matan. Y Madriguera dice… Como si mi pelo fuera estropajoso… con lo definido que son mis rizos… -¡Y ya podríais habérmela quitado!
-¡Qué dices! ¡Con lo guay que era ver tu cara de orgasmo pensando en que noséquién te estaba acariciando tiernamente! ¡Pagaría por saber en qué estabas soñando en ese momento! –Liam también lanzaba sus puyas cuando se inspiraba. Este tampoco se queda atrás. ¡Y tanto que se inspira! Volvieron a chocar los cinco. ¿Era algún tipo de competición por la broma más ingeniosa contra mí?
-¡Yo no tenía cara de orgasmo! ¡No soy como vosotros! ¡Yo no sueño esas cosas! ¡Mal pensados! –Y me crucé de brazos mientras hinchaba la cara enfadada.
-¡Venga ya! ¡No te enfades! ¡Que llevamos semanas sin vernos! –Liam me sacudió la cabeza con la palma de la mano abierta a modo de gesto cariñoso y efusivo. ¿Quería decir entonces que me habían echado de menos? ¡¡¡Ohh!!! ¡Me los como!
-¡Eso! ¿En qué agujero o cueva te escondías? Sé que no es muy llevadero tener que soportar tu cara pero creía que no te importaba que los demás lo pasaran mal viéndola. –Y el teatrero de Leo con su teatrera personalidad puso el tono de voz y los gestos más teatreros para darle credibilidad a lo que había dicho.
-¡Que va! ¡Me escondía en mi búnker privado! Con lo famosa que soy, pueden atentar contra mi vida o integridad física. ¡Pero si hasta salgo en las revistas! –Hombre, no iba a negar que me escondía, así con esta inmensa ironía reconocía indirectamente que me escondía, pero de una manera en la que yo quedara por todo lo alto. Los miré, no respondían nada. Me miraban, seguían sin decir nada. ¿Qué diantres había dicho que los había dejado tan callados? Ni una mueca, ni un gesto, ni un parpadeo, mirada intensa y penetrante. Estaba empezando a preocuparme. -¿Qué pasa? ¿Qué he dicho? ¿Por qué me miráis así? –Dije mientras movía la cabeza de derecha a izquierda para mirarlos a los dos. Habían dejado su postura de relajación para echarse hacia delante y apoyarse en las rodillas con los codos.
-¡Nada! ¡Qué va a pasar! ¡Que te echábamos mucho de menos y nos parece mentira verte de nuevo! –Cambio descarado de tema modo ON. Y Leo se me echó encima para abrazarme rodeándome con el cuerpo, como si cubriéndome con él y haciendo como que me apretuja se me fuera a olvidar ese extraño momento. Liam se unió diciendo lo mismo. ¿Pero qué diantres estaba pasando? ¿Pensaban que conseguirían cambiar de tema? ¡Pues la llevaban clara!
-¡Eh! ¡Qué os pasa! ¡Dejad de achucharme tanto y decidme que fue lo de antes! –Dije intentando separarlos pero no con mucho ímpetu, porque en verdad me encantaba que lo hicieran XD.
-¿Cómo te va con los exámenes? ¡Hoy ya será el último! ¿No? –Dijo finalmente Liam tras casi un minuto de forcejeos cariñosos.
-Buf, pues llevo unos días durmiendo poquísimo. Menos mal que me están saliendo bien. El último es ahora después del descanso. Es de prácticas. –Y cada uno volvió a sentarse a sus anchas en el banco. Yo tuve que levantarme, no quería quedarme engarrotada para el examen. -¡Esta tarde seré libre! ¡Tengo una fiesta de pijamas con Karem y Ashley! –Dije cogiéndome las manos, entrelazando los dedos y poniéndomelos sobre el pecho a la vez que cerraba los ojos de la ilusión. Y pensar que justo ayer a esa misma hora no tenía menos infinito de ganas de fiesta… ¡Cómo cambian las cosas de la noche a la mañana!
-¡Así te veíamos tan mala cara! ¡Cómo que llevas nada y menos horas de sueño! -¿Leo no da tregua? NO.
-¿Y eso? ¿Algún motivo especial? –Liam si da más descanso.
-¡Claro! ¡Echar el rato juntas! ¿Te parece poco especial? –Dije despreciando e ignorando a Leo. Eso le dolió. Lo sé por cómo intentó captar mi atención después.
-Cuando quieras, estoy disponible para una fiesta de pijama, solos tú y yo. –Y me guiñó un ojo mientras hablaba con voz de conquistador. Ahora entiendo por qué las chicas caen en masa rendidas ante él como moscas.
-Reconócelo. Me has echado mucho de menos estas semanas que no me has visto. –Dije con mi cara de seductora. La cuál la había improvisado hoy por primera vez en mi vida. Espero no haber quedado muy patética.
-Ni lo dudes. –Dijo sin cambiar la expresión de PlayBoy. Llego a ser otra con otra forma de ser y sentimientos, y me lanzo al cuello. Menos mal que no podía leer mi mente. Tendría un gran problema.
-¡Si en el fondo te queremos! –Y Liam me guiñó otro ojo pero en plan amigable. Y los dos se levantaron, me volvieron a despeinar con la palma de la mano y echaron a andar. Con lo alto que era Leo, apenas tenía que levantar el brazo para llegar a mi cabeza. Aunque no lo era tanto como Bryce.
-¿Un momento? ¿Por qué os vais? –Me quedé parada, enfrente del banco, mirándolos irse como una tonta. No entendía.
-Hace como dos minutos que ha tocado. Creía que te habías enterado pero querías seguir disfrutando de nuestra compañía. –Liam se giró mientras andaba para decírmelo. Su piel marrón hacía juego con su camiseta blanca. Se veía bárbaro.
-Oh. Ni me había dado cuenta. –Y seguí parada, enfrente del banco, mirándolos irse como una tonta. ¡Ostras! ¡El examen! ¡Que llego tarde! Y eché a correr, rápido, adelantándolos por el sendero y pasando por medio de los dos.
-¡Valerie! –Escuché al instante de pasar por su lado. Y empecé a correr de espaldas para escuchar lo que tenían que decirme y no atrasarme más.
-Suerte en el examen. –Liam era atento. Y eso me gustaba.
-¡Gracias! –Y antes de girarme, Leo empezó a hablar.
-¡Y nos apuntamos una! ¡Al final te hicimos cambiar de tema! –Y levantó las cejas a modo de vacile. ¡Cierto!¡Tanto insistir y pelear para que no lo consiguieran… y bah…¡Mi dignidad por los suelos...! –¡Cuidado! –Pero ya era demasiado tarde. Ya mi dignidad no estaba sola en el suelo, ahora yo también le haría compañí…ah no, que me había caído en el estanque de las carpas…

Fui muy rápida adelantando los hechos. En el trayecto de mi caída creía que aterrizaría sobre suelo en vez de sobre agua… ¿Cuántos metros cuadrados de estanques y fuentes puede haber en todos los jardines de la Uni? ¿Un 20% de toda la extensión? ¿Un 10 tal vez? Aunque hubiese sido 0.01% mi maravillosa suerte se las habría arreglado para teletransportar un lago entero debajo de mí o crear uno en la milésima de segundo en la que tardaría en caer. Del impulso llegué hasta a tocar el fondo con el culo. O mejor dicho una enorme piedra que había en el fondo justo en el sitio donde aterricé. Qué raro que dentro de lo malo haya algo más malo para mí… No me lo creo… Ironía…

-¡Valeria! –Escuchaba desde el fondo del estanque. No debía ser muy hondo, tal vez medio metro, porque al momento pude incorporarme y salir. Me llegaba el agua por algo más arriba del ombligo. -¿Estás bien? –Preguntaron los dos a la vez al verme salir. Venían corriendo con la cara de preocupación y llegaron justo en el momento de yo emerger de las profundidades. ¿Se habrían tirado a rescatarme?
-¡Como voy a estar bien! ¡¿Qué voy a hacer ahora con el examen?! ¡No puedo presentarme así! –Y del enfade, empecé a pegar puñetazos sobre la superficie del agua como si de la superficie de una mesa se tratara. Como no podía golpearla para liberar mi rabia, me dediqué a dar más de un puñetazo a ver si se me pasaba a base de repetición.
-Bueno, bueno tranquila, no lo pagues con el estanque. Él no tiene culpa de que te le hayas lanzado. –Liam se tapaba con los brazos. Lo estaba salpicando a los dos. –Y nos está cayendo el agua.
-¡Él tiene la culpa de estar ahí!
-Pero no de que corras de espaldas sin mirar donde pisas. ¿Cómo se te ocurre? –Leo para mi sorpresa no lo estaba diciendo en el tono bromista para  chincharme.

Lo decía en un tono de hermano mayor condescendiente que busca mientras riñe una solución al problema. No fue hasta ese momento cuando me di cuenta de que no se habían reído por mi caída. Habían corrido hacia mí preocupados y cuando vieron que estaba bien, no empezaron a cachondearse. Es un pequeño gesto, pero me llegó muy dentro. Cualquier otra persona se estaría riendo a carcajadas, esa cualquier misma persona que tendría pinta de respetarme siempre. Ellos me molestaban continuamente con cariño, pero a la hora de la verdad demostraban ser más persona que cualquier individuo.

-Dame la mano, que te ayudo. –Dijo Liam cuando me vio que estaba intentando salir por mí misma. Estoy tan mal acostumbrada a que me la ofrezcan que ni había caído en la cuenta. Le di mi mano y me la cogió fuertemente pero con delicadeza. Salí al momento impulsada por su musculo brazo. No tiró bruscamente a modo de látigo, sostuvo todo el peso de mi cuerpo con la fuerza de su brazo y le elevó con suma delicadeza. Como si levitase. Estaba asombrada. Lo hizo con una suavidad extrema. Intenté disimular mi cara de tonta y miré a Leo después de decirle que gracias. Leo  seguía pensando una solución. Noté como el peso que tenía que aguantar era mayor. La ropa mojada pesaba y mucho. Empecé a tener mucho frío. Era diciembre y acababa de salir de un estanque de agua helada. Tiritar fue algo que no pude evitar. Chasquear los dientes, por ahora sí. Al menos me cubría con los brazos… inútilmente… pero ya me llegaba menos el gélido viento, que aunque llevara mangas largas, seguía calándome los huesos igualmente... –Toma. –Dijo Liam quitándose su espectacular chaqueta para dármela. Lo miré sorprendida. Se supone que es lo normal que se hace en esos casos, pero seguía asombrándome. Sigo estando muy poco acostumbrada a tantas buenas atenciones.
-Ooh, oooooh. No gracias. Estoy mojada con el agua del estanque. Se va a manchar. –Dije rechazando su ofrecimiento apartando cuidadosamente su mano sosteniendo la chaqueta.
-¡Venga ya! Si no es problema. Ya me la he puesto dos veces. Pensaba dejarla hoy. –Dijo sonriéndome. A mí se me cortó la sonrisa… ¿Gente necesitada pasando hambre y él gastando el dinero en no repetir chaqueta dos veces? Mi cara tuvo que ser todo un poema. Lo sé por su respuesta. -¡Es broma mujer es broma! No sabía que te pondrías así. Seguro que has estado pensando que qué derroche de dinero cuando hay gente pasando hambre. –Dijo con su sonrisa de oreja a oreja. Se divertía con mis extrañas expresiones. -¡He dado en el clavo! Jajaja eres tan previsible algunas veces. Jajaja. –Nuevamente, mi rostro desveló lo que pensaba. Así me pillan las mentiras tan rápidamente… -Que no mujer, no te preocupes, es sólo agua. Eso se lava y se seca y como nada. No te preocupes. Me voy a enfadar como de la desprecies. –Y me la echó a la cara bromeando.
-Dejaos de bromas. –Leo interrumpió nuestro momento. -A ver cómo lo hacemos… -Estaba muy metido en sus pensamientos. Nunca lo había visto tan inmerso en sí mismo. Miraba un punto lejano. –Valeria, ve a los vestuarios a lavarte. Yo iré a buscar un uniforme limpio para ti. Liam, avisa al profesor del examen que tiene que hacer ella y dile lo que ha ocurrido. –Dijo mientras seguía observando el famoso punto. Algún día me gustaría encontrarlo para saber si es tan enganchante como parece.
-¿Y si no se lo cree o no entra en razón? –Negatividad, aléjate de mí. Que eres más pegajosa que una lapa.
-Ja. –Leo disimuló una nota de risa con la boca cerrada. Sonó a un “mmmm”. –No te preocupes por eso. Parece mentira que todavía no sepas el poder que tenemos en este lugar. Si no entra en razón, ya nos encargaremos nosotros de hacerle entrar. –Y los dos se miraron confidencialmente.  Por un momento me asusté. Pero sólo por un momento. Su forma de actuar es meter miedo, si hay que entrar a la acción, aprietan pero no ahogan. Me quedé más tranquila por la integridad física del profesor de prácticas. Mr. Sumter. Era un buen tipo… Un momento, ¿por qué he pensado <era> en vez de <es>? Ya sabía la respuesta.
-Si le vais a romper las piernas…que parezca un accidente. –Dije como si fuera lo más normal del mundo mientras me escurría la falda de agua, haciéndolo aún con más tranquilidad de la necesaria. Oye… tener los huesos rotos de las piernas no afecta a la integridad física… sigue teniendo las piernas…¿no?
-Jajaja. ¡Eres la leche! –Los dos empezaron a reírse. Y me contagiaron la risa. ¡Viva el humor negro! –Déjanoslo a nosotros. Somos unos profesionales. –Y se miraron levantando las cejas a modo de vacile.
-¡Anda vamos! ¡No perdamos más tiempo! –Liam apremió. –Ve al vestuario de la pista de voleibol. Te llevaremos allí el uniforme. –Y cada uno salió andando rápidamente para su misión. Pero no llegaron, los paré antes.
-¡Un momento un momento! –Grité al darme cuenta de una cosa. -¡Vosotros vais a perder clases! –Y se pararon en seco para mirarme sorprendidos por mi grito inesperado.
-¿Crees de verdad que te vamos a dejar así? Anda, tira para adelante. –Dijo Liam dándose la vuelta para responder y volviendo a girarse para continuar con el camino. ¿Esperaba que me quedara tranquila diciendo eso?
-Pero no os sacrifiquéis por mí. Son vuestras notas. Yo puedo arreglármelas solas. De verdad. –Mi voz sonaba un poco desesperada, pero veía que se iban y que no podía hacer nada.
-Valeria. –Leo fue esta vez el que se paró, y se acercó a mí andando lentamente para ponerme las dos manos en mis hombros y mirarme fijamente. –Como no te va a valer que te digamos que lo hacemos por ti. Voy a decírtelo de otra manera, que no es el motivo, pero tú te lo vas a creer y todos vamos a estar bien. –Asentí con la cabeza. No podía hacer otra cosa teniendo su rostro tan cerca del mío–Nos saltamos todas las clases que queremos y más. Y lo sabes. No va a pasar nada porque no vayamos a esta tampoco. No hay nada importante. - Su mirada penetrante era muy convincente. Podría haberme pedido que me tirara de un puente, y haber aceptado. Sus manos firmemente agarradas a mis hombres. Me los sujetaba con fuerza, como si quisiera transmitirme por contacto el los motivos convincentes que me daba, pero me sujetaba también delicadamente. -¿Vale ya?
-Vale ya. –Y los dos sonreímos a la vez. No dijimos nada más. Miré a Liam para decirle adiós con la mirada y me di la vuelta camino de los vestuarios de la pista de voleibol.  Cada uno tiró por caminos diferentes.

Ahora me encontraba sola, indefensa, vulnerable en dicha situación a lo que quisieran hacerme algo… No. Ahora volví a pasarme lo mismo que antes. Al retomar la relación con Leo y Liam y sentir de nuevo su protección, volví a sentirme vulnerable. No. Ya no más. Fui pisando fuerte hacia el vestuario, aunque el sonido de mis zapatos mojados contra el suelo no mantuviera el aura de seguridad que me rodeaba. Si, estaba un poco patética pisando firme con la cara muy seria, con el entrecejo fruncido, dando pasos largos y moviendo los brazos para acompañarme a mi lado mientras sonaba un <clac clac clac> a de goma mojada. No pasaba nada. Mi reputación no podía cae… si que podía, por eso iba a dejar de tentar a mi suerte pensando que las cosas no podían ir a peor.

La zona estaba totalmente solitaria. Miré el reloj. Normal, llevaban ya 10 minutos de clases. Sentí un escalofrío de mal presentimiento. En otro caso pensaría que son imaginaciones mías y que no debo pensar que siempre va a pasarme algo. En este caso ya lo veía todo posible. Sabía que algo no iba a ir bien. Resignada, suspiré. Guardé la mochila en el interior de una taquilla, pero como no llevaba dinero para cerrarla con llave, sólo dejé la puerta todo lo encajada que pude. Ahora debía ir preparada, Angela, Stephanie y Cindy no habían hecho nada en todo este tiempo habiendo jurado que se vengarían de mí. Sabía que me atacarían cuando más daño hiciera. Ahora podían jugármela. Por eso dejé también la ropa junto a mí en una ducha contigua que no usaba. Estaba mojada, pero por si acaso. Al menos tenía toalla limpia. En esta universidad las toallas se pueden tomar prestadas en los baños, como en los hoteles. La chaqueta de Liam si la escondí mejor. Arriba de una taquilla.

Puse el agua caliente al máximo y decidí tomarme la ducha con tranquilidad. Total, iba a hacer el examen la última de la clase seguramente, tenía mucho tiempo todavía. Saber que estaba sola me tranquilizaba, así no tenía que lidiar con nadie, pero me ponía de los nervios, nadie podría ayudarme si lo necesitaba. Finalmente acabé de ducharme, me enrollé en la toalla y salí. Cuando miré por casualidad la mochila me di cuenta de que no le había echado ningún vistazo… Al menos seguía allí, no la habían robado. Y no creo que me hayan quitado nada, hubiera sido preferible llevársela entera antes que arriesgarse a ser descubierto sacando algo. Estoy paranoica… ¿Por qué alguna millonaria querría robarle algo a la pobretona de la Uni? Qué cosas tengo… La chaqueta de Liam seguía donde mismo. Estaba sentada esperando y escuché la voz de Leo. Me alegré mucho.

-¡¿Valerie?! –Escuché gritar desde la puerta. No quería entrar. O él había tardado mucho en llegar o yo muy rápido en salir de la ducha.
-¡Pasa! No hay chicas en la costa y yo llevo toalla. –Y también ropa interior, aunque era información innecesaria cuando lo imprescindible era decir que no había problema en que entrara. Por suerte, no se había mojado. Me levanté del banco y fui a su busca.
-Toma. Y vístete rápido. He tardado más porque me he encontrado con Liam por el camino. Al parecer tuvo problemas para convencer al profesor porque dos tías empezaron a meterse en la discusión para que no te lo repitiera. –Qué poco me sorprende… es como si me lo hubiese visto venir…sabía yo que iba a pasar algo parecido… Un momento... -¿Y sabes los nombres? –Me hacía una idea de quiénes podían ser.
-Pues creo que escuché que una se llama Angela. Se lo oí decir a una cuando salieron juntas de la clase de prácticas. –Dijo tras un segundo pensando. Me hacía gracia, porque levantaba la mirada al techo para pensar. ¡Tan mono Leo! -¿Por? ¿No te sorprendes? –El extrañado por lo ocurrido parecía ser solo él… Inocente… si supiera que eso me pasa por culpa de ellos… Espera… ¡entonces de inocente nada! Bah, se lo perdono, sé que no lo hacía con mala intención. Si es que soy un cacho de pan… En verdad no. En verdad es que soy incapaz de enfadarme con él. Bah, vaya hilo de pensamientos más extraño.
-Porque Angela y las otras dos siempre me están haciendo la vida imposible desde que a un cierto grupo de chicos les dio por ponerme una tarjeta roja en una taquilla… -Indirecta. –Ya es algo normal en mi vida que intenten algo contra mí. Me sorprendería si no hicieran nada. –Dije en plan pasotismo, como quien habla de lo más normal del mundo con la mayor naturalidad de la tierra. Incluso para darle más normalidad al asunto, entré en uno de las cabinas para cambiarse de ropa para seguir a mi rollo. Yo también soy una teatrera cuando quiero. Jajaja.
-Vaya… he sentido como una flecha señalándome a mí se me ha clavado directa en la frente. Jajaja. –Y miré antes de entrar en la especie de probador como se rascaba la frente. ¡Tan mono! –Pero no sé si te dijimos que todo eso fue plan de Bryce. Nosotros no teníamos nada en tu contra. –Y dicho esto escuché cómo el banco rechinó al soportar el peso del aproximadamente metro noventa de Leo. ¡Quien fuera ese banco! Digo… ¡Pobre banco!
-Ya lo sé tonto. Es sólo que de vez en cuando me gusta dejároslo caer como quien no quiere la cosa. –Y abrí la puerta para asomar sólo mi cara y sacarle la lengua cariñosamente.
-Anda, venga, vístete rápido que sólo tienes 20 minutos para hacerlo. – ¿Quince minutos? ¿Ya habían pasado 15 desde que entré en el vestuario? Como pasa el tiempo… -Y por cierto, ahora que me has dejado pensando. Eran sólo dos las chicas. –Me quedé bloqueada por un momento. Cayendo en la realidad de las palabras. Incluso dejé de moverme. Eso era malo. No creo que haya faltado ninguna a un día de exámenes finales que no se repiten. Sino que se recuperan en el siguiente cuatrimestre. Debían tener un plan. Y yo debía ser el objetivo. No… Me estaba volviendo paranoica. El plan ya era joderme el examen. Una estaría en el baño o se callaría la boca. No puedo vivir en esta esquizofrenia que me hace confundir la realidad con la ficción.
-No creo que pasa nada. Tú ya me has ayudado demasiado. Sé defenderme de las debiluchas esas. –Y salí en ese mismo momento de la cabina dirección bombo de toallas sucias para colocar la que había usado. Me giré para terminar mi respuesta. -Voy para el examen. Gracias por la ayuda. –Al volver a mirarlo tras girarme al deslizarme por el suelo de losa, confirmé la teoría. ¡Quien fuera esa banco! Su típica apariencia de pasota despreocupado era explosiva. Menos mal que sólo podía verlo con ojos de amistad. No me veía con cuatro amores imposibles en el G4.
-De nada mujer. Ya sabes que eres una más. –Y se levantó, se dirigió a mí y me golpeó cariñosamente en el hombro con el puño cerrado. En plan colega. Nunca hubiera imaginado que ser <una más> me gustase tanto. Porque no era simple más, era <una más> en el grupo.
-La chaqueta de Liam está arriba de las taquillas. Cógela tú ya que yo tengo tanta prisa en hacer el examen. –Y le guiñé el ojo mientras salía corriendo afuera. Si tenía prisa para irme, la tenía, eso es así. Jajaja.
-¡Como te aprovechas de lo que digo! –Y se rio conmigo. -¡Anda! ¡Suerte! –Y lo último que vi al salir por la puerta fue su sonrisa amable.

Era todo lo que necesitaba ahora. Nunca en la vida hubiera imaginado que Leo podía ser así el primer día y los siguientes que lo estuve viendo en la Uni. Siempre tan altivo, callado, serio y pasota. Como si el mundo le importase una mierda. Lo mismo que a Bryce, pero no tan exageradamente. Tal vez por eso también Bryce me había sorprendido aún más. Parece que el grado de mala imagen que infunde alguien es directamente proporcional a la belleza de la propia persona. Fui corriendo a la clase de las prácticas. Y sin tener que dar más explicaciones, el profesor me apremió a ponerme la bata y comenzar con el examen cuanto antes. Al parecer llegué justo a tiempo. Fue ponerme los guantes de látex y terminar los cuatro chavales que estaban haciendo el examen. Al parecer yo entraba en el último turno. ¡Justo a tiempo!

-Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Comenzad ya. El tiempo corre. -¿Cómo? Pues eso lo habría explicado al principio cuando yo no estaba. Porque no tenía ni pajolera idea de cuál de las diez mil prácticas que hemos hecho desde que empezaron las clases, era. Amedrentada por la cara seria e impasible de mi profesor, me acerqué para preguntarle. Dudé varias veces. Realmente daba miedo. Era el mismo que siempre me hacía el vacío y me echaba las culpas a mí cuando Shelby me habla. Nunca le he caído en gracia…
-Perdone Mr. Sumter…Eeeh…Esto…-No sabía donde meterme. No podía mirarlo ni a la cara. Jugaba nerviosa con los dedos de mis manos. Le tenía verdadero respeto a este hombre.  -¿Podría repetir si no es mucha molestia para usted, cuál práctica debemos hacer? Por favor… -Me temblaba la voz. Levanté la cabeza para mirar sus ojos a través de los gruesos cristales de sus antiguas gafas de pasta marrón. Su piel curtida y arrugada mostraba que adoraba la seriedad por encima de todo.
-Intente no darme muchos problemas señorita Spinoza. A mi edad ya no se tienen muchas ganas de bregar con críos que no saben donde están parados. –Joder… que sólo tenía que mover la lengua en compás con los labios, mientras recuerda de qué va la práctica y piensa en lo que tiene que decir para mandarle la orden a las cuerdas vocales y hacer un determinado sonido u otr… Vale sí, era mucho trabajo… ¡Pero eso es como andar! ¡Hablar se hace como inconscientemente!
-Señorita Valeria Spinoza, acuda ahora mismo al despacho del decano. –El megáfono empezó a sonar. Mr. Sumter y yo nos quedamos mirando atónitos el altavoz, como si pudiera responder a la pregunta de nuestras caras. Me llamaban a mí… ¿Por qué a mí? ¿Ahora qué? ¿Era la protectora de animales por haber tirado de un manotazo a la ardilla que me hurgaba en el pelo? Se había quedado con mi cara… lo sabía… No hay que fiarse de estos bichos…
-Vaya ahora mismo. –Dijo el profesor. No estaba segura de si en ese momento en vez de circularme sangre por las venas, circulaba impotencia. ¡¿Ahora que conseguía hacer el examen me tenían que llamar?!  Espera, debía haber una solución.
-¿Pero y qué pasa con el examen? ¿Lo puedo intentar después? –Dije incluso esperanzada… Inocente…
-Usted vaya ahora mismo. Después hablaremos. Al parecer no es sólo conmigo con el que tiene que dar una explicación. –Y casi vislumbré cómo una leve sonrisa se le escapaba por la comisura de sus secos y agrietados labios. Se me empezó a hinchar la vena del cuello que me entra cuando no puedo. No podía parar de apretar los puños que caían a cada lado de mi costado. Me di la vuelta tras unos segundos de reflexión y me paré.
-Ahora mismo. –No quería que viera mi cara de mala leche. Sería como una victoria para él. Además, me desilusionaría comprobar que mi mirada asesina seguía sin surtir efecto. Me dirigí a la percha, me quité la bata. Y guardé en el armario las gafas y los guantes. A ver qué querían ahora…

A medida que colocaba una pierna delante de mi cuerpo y dejaba otra atrás, sentía como también dejaba atrás mi buen humor. Ya me había jodido suficiente por hoy para que alguien ayudara a la causa. Aunque mejor dicho, no era alguien. Eran varias. Y tenían nombre y rostros. Angela, Stephanie y Cindy. Esperaban sonrientes, con expresión de suficiencia en la puerta del despacho del decano. Me entraba acidez de estómago cada vez que las veía. Eran las típicas personas que te ponen de mala leche con sólo ver sus caras. Y recordé lo que pensé en el vestuario. Casi prefería tener esquizofrenia que tener que aguantar putadas de estas. Les hice el vacío y entré dentro. Al menos tuvieron el detalle de no obstruirme el paso de la puerta como ya tenían costumbre de hacer. Así no tenía que aguantar sus caras mucho tiempo. Entré dentro, el decano me hizo un gesto con la mano y me senté en la silla justo enfrente de su cara, al otro lado del inmenso y carísimo escritorio.

La sala era gigantesca. Decorada a lo clásico. Con sillones de cuero marrón, suelo de parqué claro. Estanterías llenas de libros por todos lados del color del cuero. Pared cubierta con cenefas azul marino. Era como en las películas. Incluso la típica silla de escritorio negra que parece un sillón de masaje. No era la primera vez que veía al decano, ya tuve que arreglar unos papeles con él sobre mi beca en esta universidad. Estoy aquí gracias a que la Uni paga la otra parte de mi matrícula y cuota mensual junto con el Estado. Supuestamente lo hacen para tener a los mejores estudiantes entre sus alumnos. Sí, y ahora iban a putear a uno de ellos. Ahora comprendía por qué sale en las noticias alumnos que se lían a matar compañeros de clase con una metralleta a lo loco. Estaba sintiendo esa necesidad.

-Señorita Spinoza. –Hablaba tranquila y pausadamente. Era un hombre joven, con pelo gris, abundante, ni una entrada. Muy atractivo. Como el hermano no tan guapo de George Clooney en versión mayor. –Las chicas han encontrado esta mochila en el vestuario de voleibol. Es su maleta. –No era una pregunta, era una afirmación. Miré como sacaba mi mochila de debajo de la mesa. Tuvo que hacer fuerza, parecía pesar mucho. No sabía por qué, hoy no iba muy cargada. No tenía que cargar con muchos libros, no los necesitaba para practicar para el examen que todavía no había hecho… ¿Qué diantres pasaba?- Se encontraron la llave perdida de la taquilla en el suelo. Cómo no sabían a quién devolvérsela, fueron a averiguar quien era el dueño de la llave. Así que cuando abrieran la taquilla para ver de quién eran las cosas allí guardadas, descubrieron para su sorpresa que estaba llena de instrumentos musicales y de sus tres carteras. -¡¿QUÉ?! ¡ESO SÍ QUE NO! ¡MENTIRA! –Y para mayor sorpresa, en los cuadernos vieron que su nombre estaba escrito. –Sacó de dentro varias flautas, castañuelas, panderetas, platillos, baquetas, xilófonos pequeños y cajas chinas… ¿Todo eso cabía ahí dentro? No tenía ni idea. -¿Tiene algo que alegar en su defensa? –Terminó cuando además colocó en la mesa junto a las demás cosas las carteras de las tres chicas. Sí, tenía algo que alegar. ¡Las hijas de puta esas me habían tendido una trampa!
-Sí. Yo no he robado esas cosas. –Si dijera todo lo que pienso… Me veía entonces en Guantánamo. Lo miré muy seriamente, a los ojos, con la mirada fija. Ojalá tuviera telepatía para hacerle ver la realidad de las cosas. Pero claro, no iba a tener esa suerte. Mi mirada no funcionó.
-¿Algo más firme y contundente en su favor? –Hablaba como por puro trámite. Como en los juicios un abogado que ve venir la sentencia final irremediable. Me levanté de la silla y empecé a andar de una pared a otra de la sala. Era bastante grande, no me aburría por el camino. Todos me miraban extrañados. Estaba pensando qué decir. La verdad, por muy absurda que fuera, era lo mejor que se me ocurría.
-Pues sí, pasé el descanso con Leo Bynes y Liam Cooley en la zona reservada para ellos junto al estanque de carpas. Como nos distrajimos hablando, cuando sonó el timbre de fin del descanso, no nos enteramos. Por eso, cuando supe la hora que era, salí corriendo, pero de espaldas, porque tenía que decirles algo importante, por eso no vi el camino y me caí accidentalmente al estanque. Como tenía que hacer un examen de prácticas con Mr. Sumter, decidieron ayudarme. –Cuanto más me escuchaba a mí misma. Más patética sonaba. –Liam fue a intentar convencerlo  para que me hiciera el examen más tarde y Leo fue en busca de un uniforme seco para mí. Me duché en el vestuario de la pista de voleibol. Y… -Un momento, recordé que al final no le había echado ningún vistazo a la mochila mientras me duchaba… Y ni siquiera la miré cuando salí. En ese momento ya debía estar guardada. ¿O tal vez no? No sé como lo hacen estas arpías, pero ahora no iban a salirse con la suya.
-Muy interesante su historia a parte de increíble. Pero eso no le quita culpa. –Dijo muy seriamente el decano. Miré la cara de sorpresa de las tres. No se creían que yo pasara los recreos con los hombres de sus sueños. Ja.
-Se lo digo, porque ellos son testigos directos. Puede preguntarles. Sí, he estado en el vestuario de la pista de Voleibol. Pero ellos han estado conmigo en el recreo y después. No he podido ser yo. Pregúnteles. –Y agobiada ya por decir la verdad, puse las dos manos en el escritorio y me eché hacia adelante para aproximarme. No quería aparentarlo, pero por dentro estaba atacada. Silencio. Por un momento pensé que hubiera posibilidad en demostrar mi inocencia. Pero sólo por un momento.
-Señor decano. Estaba todo preparado. Era su cuartada. Mientras Leo y Liam estaban afuera intentando ayudarla, ella salió a la sala de música para coger los instrumentos. Lo había planeado todo de antemano. No se estaba duchando en realidad. –Angela sonrió como si fuera una serpiente venenosa. Aunque apostaba el cuello a que seguro que prefería ver la cara de una serpiente. -¿O no ve muy poco probable que se caiga accidentalmente en el estanque de carpas porque iba corriendo de espaldas mientras le hablaba a dos de los chicos más importantes de la Uni? –Me miró para seguir escupiendo veneno por la boca. Su sonrisa de victoria y su ceja levantada me hacían aumentar el tamaño de mi vena. –No hay que fiarse de esta chica. Es una pobretona trepadora. Se metió en problemas a propósito con el G4 para luego a base de infundirles pena como la pobre chica becaria y extranjera, se ganara su confianza y utilizarlos para su beneficio. ¿Cómo si no iban ellos a juntarse con ella? –Ahora era Angela la que caminaba de un lado para otro de la sala. Stephanie y Cindy la miraban sonriendo con la misma cara que me ponía de mala leche. Yo tenía el cuello girado y la miraba, pues mis manos apoyadas en la mesa seguían apuntando al decano. Estaba apoyada como si fueran a chequearme. Miré al decano.
-No creerá lo que está diciendo… -Lo miré apretando mucho los puños. Como siguiese así, pronto mis uñas se abrirían paso hacia la luz a través de mis manos. El decano no dijo nada. Parecía esperar a darme la mala noticia. –Señorita Spinoza… -Se echó su abundante pelo gris hacia atrás, lentamente, dándole énfasis al momento de mi sentencia. –Comprenderá que sin pruebas no tengo más remedio que retirarle la beca y expulsarla por robo de materiales de la Universidad. –No podía ser… Me quedé callada. Con los ojos brillantes, como pestañeara, se me saldría una lágrima. Debía ser fuerte y aguantar. El labio me temblaba. Estaba descontrolada. Esto no podía estar pasando. No iba a irme de aquí por una trampa de esas tres. NO.
-¡Pero señor decano! ¡Eso son pruebas circunstanciales! ¡Ellas lo han ideado todo! Habrán sacado mi mochila sin yo darme cuenta mientras me estaba duchando y habrán metido dentro los instrumentos y sus carteras! ¿Cómo iba yo a cogerlas? Debe creerme. –Y en un movimiento rápido, me sequé las gotas que hacían que mis ojos brillaran. Me levanté de la mesa y me dirigí hacia ellas. -¡Ellas me han tendido una trampa! –Y las señalé con el dedo.

Me temblaba la mano. Me temblaba la voz. Me temblaban las piernas. Me temblaba todo. Lo dije suficientemente alto para sonar convincente y suficientemente bajo para no llamar mucho la atención. No debía mostrarles mi debilidad. Esto no dependía ya de la ayuda que me brindaran Liam, Leo o Aaron para hacer que me quede aquí a toda costa. Esto era cuestión de dignidad, y a mí no iban a tomarme como una ladrona, mentirosa, trepadora que se había ganado la confianza de las personas más influyentes de la Uni para tenerlas de su lado. Los miré a los cuatro. Nadie dijo nada. Se me quedaron mirando. Las tres brujas con su sonrisa de victoria al ver que el decano no me creía, y el decano con cara de, me da cosa decírselo de nuevo no vaya a ser que se ponga a gritar como una loca. La impotencia era un sentimiento mil veces preferible al que estaba sintiendo en esos momentos. El pulso lo tenía acelerado. Estaba descontrolada, ida, pero no podía demostrarlo, o perdería los pocos puntos que en algún momento pudieran ponerse a mi favor en una realidad paralela a esta.

-Ya comprendo… -Dije finalmente tras un largo e incómodo minuto esperando respuesta alguna. Agaché la cabeza, no querían que me vieran con el rostro descompuesto. No había nada que pudiera demostrar mi inocencia. Estaba sola. Los ojos se me volvieron a inundar de lágrimas. Si antes estaban brillantes, ahora debían ser incluso reflectantes. –Es más lógico pensar que tres señoritas de la élite rica del país hayan descubierto a la pobre estudiante becaria que vive en un piso de 20m2 y sólo tiene dos mudas de uniforme, robando. Por supuesto es más lógico que pensar que la misma pobre estudiante becaria sea víctima de una trampa que le han tendido las tres señoritas de la élite rica del país para expulsarla de la universidad. Es mil veces más lógica creer que la pobre estudiante becaria robe para ganar dinero de la venta de instrumentos carísimos de música, que pensar que se gana la vida honradamente trabajando todos los días para vivir dignamente. Y ya ni te cuento lo lógico que es pensar que es imposible que tres señoritas de la élite rica del país hayan podido fijarse en la insignificante y mosquita muerta de la estudiante pobre becaria, y mucho menos que decidieran emplear su preciado tiempo en tenderle una trampa para expulsarla de la universidad. ¿Porque qué iban a tener ellas en contra de una pobre chica a la que es mejor ignorar y hacer como que no existe? Por supuesto es más lógico que la pobre chica por envidia a las señoritas quiera robarles para intentar aparentar ser de su mismo nivel adquisitivo… ¿no? –Dije mientras seguía mirando fijamente el suelo. Con los puños apretados a cada lado de mi costado. Temblando de pies a cabeza. Con los ojos llorosos y la visión cegado por las lágrimas. Era la cruda realidad. La triste realidad. Mi realidad… En el fondo no culpaba al decano. Él sólo seguía un hilo de pensamientos lógico. Y tenía pruebas en mi contra… Sólo lo culpaba de no investigar más para demostrar mi absoluta inocencia…

Y no hubo respuesta en mucho tiempo.  Las otras, para seguir fingiendo ser niñas buenas no abrieron el pico durante mis acusaciones. Ya lo esperaba, no me pillaba de sorpresa. El decano sólo abrió la boca para decir que recogiera mis cosas y me fuera cuanto antes posible. Que pasarían mi traslado de matrícula a alguna pública. Que ya me avisarían… ¿Pero por qué? Todo iba perfecto hasta hace unos minutos… Mi relación con Aaron era más cercana y estrecha que nunca, Liam y Leo me demostraban continuamente cuánto me apreciaban, iba a hablar con Bryce para arreglar las cosas, los exámenes me habían salido perfectos… ¿Por qué esto ahora? Mi vida era como el tiempo en Londres. Llueve siempre, y escampa un corto periodo de tiempo para volver a la tenebrosa lluvia que todo lo cubre. No había nada que pudiera hacer… Era su palabra contra la mía. Y la mía no valía nada contra la de esas tres. Nunca pensé que pudieran salirse al final con la suya… Las subestimé, y ahora pagaba las consecuencias. 

-Muy bien. –Y parpadeé. Dos lágrimas mojaron la alfombra roja sobre el parqué del suelo. Brillantes como ellas mismas. Cargadas de sentimientos y emociones como ellas solas. Mientras seguía mirando el suelo me dispuse a salir de la sala, no quería pararme a coger la maleta vacía. Ya la recogería en otro momento. Ahora solo quería salir de allí cuanto antes mejor. ¿Qué más podía pasarme? El motivo por el que toda mi familia de había mudado a un país extranjero acababa de irse con la gota de agua que cayó a la alfombra. Todos mis sueños e ilusiones. ¿Qué iba a hacer ahora? Ya nada podía empeorar más la situación.

Puse la mano en el pomo para abrir la puerta. Escuché unas voces al otro lado de la pared. Perfecto… tengo público. Y además hablaban de mí. Oí como pronunciaron mi nombre. Y después alguien dijo <dejádmelo a mí> ¿Algo más para la función? No creo que pudiera entrar nadie más que empeorara el momento. De pronto, la puerta se abrió bruscamente, tuve que retirar la mano del pomo de repente, o me habría hecho daño en el brazo del tirón. Instintivamente, a pesar de que no quería que nadie me viera la cara llorosa de impotencia y rabia, levanté la vista para ver quien era. No podría haberme llevado una sorpresa mayor. La persona a la que había evitado durante tres semanas. La persona que había ocupado todos y cada uno de mis pensamientos en tres semanas. La persona con la que quería hablar a solas para pedirle perdón. Esa misma persona, apareció al otro lado del umbral de la puerta. Era Bryce.

Ahora sí que no sabía lo que podía pasar. Y más si después de tres semanas sin hablar, entraba en el momento de mi expulsión definitiva de la universidad tras verme llorar. Era consciente de que su presencia podía perjudicarme. ¿Venganza por lo ocurrido? No, Bryce puede alterarse mucho cuando se enfada y no pensar lo que hace, pero no haría nada que me hiciera daño. O al menos quería creer.  Mi corazón se paró tras un estrepitoso latido agónico. La respiración se me cortó tras una última exhalación acalorada. Mis ojos se secaron por completo. Ahora todas las partes de mi cuerpo se concentraban en Bryce. Pasase lo que pasase, todo mi cuerpo se preparaba para cualquier acontecimiento que pudiera pasar. Al menos tras recuperarse de la conmoción que le había provocado ver súbitamente todo aquello que había extrañado en tantas semanas. Parece ser que se acercaba un viento muy fuerte, no sabía si iba a llevarse las nubes que causaban mi lluvia o si se uniría a ellas para empeorar las condiciones. En Londres por ahora llueve con mucha fuerza.