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Refranero

sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 27: No temas a las orcas asesinas

Capítulo 27: No temas a las orcas asesinas
Salí de aquel lugar lo más rápido que pude. No podía aguantar más tanta desolación. Deseaba mil veces más enfrentarme yo sola contra toda la Uni, que seguir presenciando un segundo más aquella escena. Pero al parecer, sólo se cumplían los deseos que pensaba precipitadamente. Porque nada más entrar al edificio principal, como si lo estuviesen esperando, me hicieron una emboscada. Pero vi cómo se congregaban a mi alrededor, rodeándome en un círculo, por lo que salí corriendo antes de tiempo.
-¡A por ella! ¡Que no escape! -¿Pero qué había hecho esta vez? Y se me encendió la bombillita. Bryce me había puesto otra tarjeta roja por lo de esta mañana. Y así fue. Cuando pasé corriendo por al lado de la taquilla, la vi sobresaliendo por una rendija, igual que el primer día.
Me escondí durante unos momentos en las escaleras de la salida de emergencia. Pude ver desde la ventana como Aaron y Ashley iban, agarrados del brazo, camino del comedor. No te debilites ahora Valeria, tienes que ser fuerte para enfrentar a todos esos niñatos que te persiguen. Que por cierto, me encontraron en ese mismo momento. Empecé a correr escaleras arriba. Llegué al tercer piso. Se me salía el corazón por la boca. Pero arriba también había más gente, me estaban cortando el paso. En un momento llegarían a ese piso los de las escaleras y ya no tendría salida ¿Es que me habían estado acorralando para dirigirme como al ganado hasta donde ellos querían? No me quedó otra que saltar por una ventana y bajar deslizándome por una farola al modo bombero. En otro momento, ni se me habría ocurrido eso, pero desde hacía 5 minutos, lo que pasara conmigo ya me importaba poco.
-¡Vamos! ¡Hace lo mismo! ¡Si a ella no le ha pasado nada, a nosotros tampoco! –Los tipos estos no se rendían. ¿También iba a lanzarse al vacío por cogerme?
Abajo en el patio no me esperaba nadie. Seguí corriendo por afuera, porque los otros me venían pisando los talones. Tal vez debía dejarme coger. Así pagaría por mi error al enamorarme de quien no me pertenecía. Pero mi cuerpo me decía que no debía darme por vencida. Le di la vuelta al edificio. Y a la altura del comedor, al que daban grandes puertas cristaleras que mostraban la vista del exterior, me encerraron otro grupo de personas. ¿Pero cuántos eran? ¿Se avisaban por walkie-talkie? No me quedó más remedio que entrar dentro del comedor, donde desafortunadamente estaba el G4 sentando en una mesa con Ashley.
-Estáis todos guapísimos. Os habéis convertido en unos verdaderos hombres. –Dijo Ashley con su dulce voz.
-Nos alegramos tanto de nuevo, que estemos todos juntos de nuevo, como en los viejos tiempos. –Dijo Liam.
-Sí. Viejos amigos de la infancia por fin unidos después del tiempo. –Continuó Leo. Ashley sonrió.
-¿Y qué hay de vuestra hermana Rose? –Dijo mirando a Bryce y Aaron por igual.
-Se casó el año pasado. Ahora vive con su marido en Beverly Hills. –Aaron ni respondió. Sólo se limitaba a mirarla fijamente. Imagino que le costaría creer tanto como a mí que ella estuviese allí.
-Sí. ¡Y además hay una chica en esa universidad que se le parece un montón! –Dijo Leo muy emocionado. ¿A quién se refería?
-¡Cierto! –Continuó Liam. –Se llama Valeria Spinoza. -¡¿YO?! ¿Qué yo me parecía a la hermana de Aaron y Bryce? ¿Aquella espléndida mujer dibujada en el cuadro del salón de su casa? Imposible. Ni en el blanco de los ojos. Aunque claro, yo no conocía su personalidad. A lo mejor repudiaba a Bryce tanto como yo.
-¡Deja de nombrar y comparar a esa chusma con Rose! –Bryce salió como una serpiente. -¡Me pongo enfermo de sólo escuchar su nombre!
-¿Y tú Aaron? ¿Qué hay de ti? ¿Tienes novia? ¿Quieres que te presente a alguna chica modelo amiga mía? –Dijo Ashley cambiando de tema.
-No me interesa. –Dijo Aaron cortante, volviendo la cabeza hacia otro sitio.
-¡Sabía que dirías eso! –Su cara parecía especialmente contenta. –Sabes que tú eres sólo mío. –Dijo sacando la lengua a modo de juego. ¿Lo decía en serio o de broma? De cualquier modo, formaban una pareja ideal.

Estaba tan absorta mirándolos, que me olvidé de que me estaban persiguiendo. Me di cuenta cuando sentí que un cubo de agua fría se volcó sobre mi cabeza. Y no era un dicho, realmente me habían lanzado un cubo de agua.

-¡Por fin te cogimos! ¿Acaso pensabas que escaparías a nosotros? -Y a continuación me echaron harina. Me habían embadurnado de harina. No me lo podía creer.

Por dios, no quería que Ashley me conociera así. Tierra trágame. Pero nadie en el comedor vino en mi ayuda. Todos se quedaron mirando. Riéndose. Y me hice aún más pequeñita. Lo último que miré fue la cara sorprendida de Aaron que me miraba con los ojos muy abiertos. Porque justo después me dejé hacer. Les permití que se echaran sobre mí. Que continuasen haciendo conmigo lo que quisieran, ya no importaba lo que le pasara  mi cuerpo y mi orgullo si mi pobre corazón estaba destrozado. No presté ni siquiera atención a lo que hacían. Pero creo que recordar que me cogieron de los pies y empezaron a arrastrarme fuera, al patio, para terminar la allí la faena conmigo. Creo también que me lanzaron más huevos. Vaya, sólo faltaba leche, levadura, hornearme, y tendrían un bizcocho. Era irónico, estaba llorando y eso era lo que se me ocurría pensar. Realmente era idiota. Pero las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos.

-¡¡VOSOTROS!! ¡¡DEJAD DE UNA VEZ DE ACOSARLA!! –Pasó algo inesperado. Un príncipe azul salió corriendo de dentro del comedor y había llegado hasta mí. Había apartado a todos con sus fuertes brazos y me había recogido del suelo. Era Aaron. Nunca lo había visto así. El apacible Aaron había guardado su lado pacífico para sacar el agresivo y rescatarme. Su voz me daba miedo incluso a mí. Más que Bryce cuando se enfadaba. Pero me mantenía suspendida en sus seguros brazos. Me sentía volar. Las lágrimas se me cortaron al momento. Tan rápido, como el tiempo que tardaron los tipos en salir de allí.
-¡¿Pero que haces Aaron?! ¡No vuelvas a desautorizarme! ¡La otra vez lo permití, pero ya no te dejo pasar esta! –Era Bryce. Gritaba como loco. Estaba fuera de sí. ¿Tanto me odiaba como para hacerme todo eso y encima enfrentarse a su propio hermano?
-Bryce. –La voz de Aaron sonaba ahora calmada, como siempre. –Déjalo.
-¿Pero es que sientes algo por este caso de asistencia social? –Le temblaba la voz de rabia. No podía ser. Era imposible que Aaron pudiera hacer eso porque sintiera algo por mí. Ya lo dijo una vez, es que no le gustaban estas cosas. Así que no te vuelvas a ilusionar Valeria, porque si subes otro escalón, luego la caída será más grande. Pero Aaron no decía nada. -¡¿ES QUE QUIERES SER EXPULSADO DEL G4?! –Hizo una pausa. -¡¿Es que no te enteras?! ¡He dicho que la sueltes! –Esto no podía estar pasando. Aaron, suéltame, no te metas en problemas con tu hermano por mi. Pero en ese momento, Bryce empezó a tirar de mí por las piernas. -¡SUÉLTALA!
Y empezaron a tirar. Esto era irreal. No podía estar pasando. Aaron hizo un rápido movimiento y giró. Me deshizo de Bryce. Y de espaldas a él, me soltó suavemente en el suelo, de pie.
-Escúchame bien Aaron. –Dijo Bryce señalándolo con un dedo. –Hasta aquí hemos llegado. Este es el fin de nuestra relación. Estás fuera del G4. No vuelvas a hablarme a mí ni a Leo o Liam nunca más. –Oh no. No podía permitirlo.
-¡Le tienes envidia a Aaron porque él es más hombre y más valiente que tú! ¡Reconócelo estúpido!  -La voz me temblaba.
-Cállate... Sé que no te mereces que me vuelva a preocupar por ti. Pero eso es algo que yo no puedo controlar. Todo esto es por tu culpa. Que lo sepas. –Toda la energía que había mostrado Bryce, se había disuelto en cuanto se giró a mí para hablarme. Sus ojos mostraban mucho dolor. Pero se lo merecía. Todo eso era por su culpa. No por la mía. Y nadie iba a convencerme de lo contrario. –Leo, Liam. Vámonos. Y lo siguieron. No pusieron pegas. Qué fuerte.

< ¡El G4 se ha roto! > < ¡No puedo creerlo! > < ¡Y todo por la mendiga esa! > La gente empezó a murmurar de inmediato que el nuevo G3 había salido por la puerta.
-Ven. Vamos al baño. Hay que limpiar toda esa porquería. –Ashley se había acercado a mí. Me estaba hablando. Me sentí hipnotizada por su mirada, su voz. Ahora comprendía por qué Aaron estaba enamorado de ella. Incluso yo podría hacerlo. Además, ahora que la tenía cerca, olí su aroma. Olía tan bien… Se dio cuenta de que la estaba mirando fijamente cuando se giró, pero no dijo nada, tal vez estaría acostumbrada.

Fuimos a los cuartos de baños con ducha, que usan la gente que está apuntada a un club deportivo en esa universidad. Cuando salí, ella me estaba esperando fuera. Había traído un nuevo uniforme limpio.

-Se lo he pedido al director. Él y yo somos viejos amigos. –Me acerqué a cogerlo.
-Muchas gracias. No sé como agradecértelo. –Y fui al vestidor para ponérmelo.
-Sobre Aaron…-Empezó. –Es la primera vez que lo veo volverse tan emocional con una persona. Me pregunto si tal vez le gustes. -¡¿QUÉE!? Imposible. Ella estaba en un error.
-No...Ya me lo dijo otra vez, es que no le gustan las cosas injustas. Sabes perfectamente que la única para él eres tú. –Y era la verdad.
-Es posible. Pero sé que algún día llegará el momento en que lo deje ir. –Parecía melancólica cuando lo dijo. –Y se acercó mucho a mí. Alargó el brazo con su pañuelo para tocarme. Di un respingo. –Todavía tienes un poco de harina en el pelo. –Y me lo retiró suavemente, con mucha dulzura. El corazón me latía muy rápido. Es lo que suele pasar cuando se está al lado de una persona así. Era tan impresionante, que incluso no me dolía el alma cuando estaba con ella, aunque supiese que era la mujer de Aaron. Compararme a ella sería como comparar una gallina desplumada con un esbelto cisne blanco.
-Vaya, es un pañuelo realmente bonito. –Dije fijándome en el pañuelo. Además, también quería cambiar de tema.
-Sí que lo es. Siempre he pensado que los pañuelos son como una parte de nosotros. Los usamos tanto en los buenos momentos como en los malos. Igual te lo regalan, lo compras, lo encuentras perdido… Los usas para limpiarnos las lágrimas cuando reímos, cuando lloramos… -Hablaba embelesada en sus pensamientos. Ella estaba en un nivel muy superior al mío. Y en uno todavía más superior al de Ángela y las demás.
-Ashley, ¿crees que Bryce y Aaron arreglarán las cosas? –Mi voz sonaba preocupada, entrecortada.
-Por supuesto, no te preocupes por eso. He presenciado muchas peleas mucho más fuertes en la infancia. Y al momento, a Bryce se le olvidaba y estaban juntos de nuevo como siempre. –Se la veía tan tranquila y calmada. Ojalá yo pudiera ser como ella en ese aspecto. Yo siempre me comía la cabeza por todo. –El enfado que más le duró a Bryce fue de tres días. Y sólo porque Aaron se negó a hablarle porque él le había roto su peluche favorito. -¿Sería esta vez también una reconciliación pronta?

Salimos de allí. Me despedí de ella, se lo agradecí enormemente. Y fui camino del único sitio al que podía ir. Al estanque. Allí estaba Aaron, como siempre. Sentado mirando el agua. Todavía sentía en mi espalda y brazos, como me agarraba firmemente antes.

-Aaron. –Lo llamé suavemente. Él se giró y me miró. –Quería darte las gracias. –Agaché la mirada, me costaba mirarlo a los ojos desde aquel momento. –Siento que por mi culpa tienes ahora problemas con Bryce…Y…
-No sigas. Ni se te ocurra decir eso. –Me cortó. –No es tu culpa en absoluto. Yo hice lo que debía hacer. Además, él ya estaba irritado de antes.
-¿Por qué… -Iba a preguntarle por qué se enfrentó a todos por ayudarme. Necesitaba saberlo. ¿Tan grande era su sentido de la justicia, que incluso se había sacrificado a sí mismo? Tenía que preguntárselo para quedarme tranquila conmigo misma. Pero me sentí desfallecer.
-¡Valeria! –Fue lo último que escuché de la suave voz de Aaron. No me importaba sumirme en la profundidad mientras supiera que él estaba cuidando de mí. Era extraño, pero era el único con el que sentía paz en mi corazón, aunque me sintiese como una vulnerable foca rodeada de poderosas orcas asesinas. Pero foca, no temas a las orcas asesinas, ahora estás a salvo, Aaron te protege.



Y en mi inconsciencia, Aaron volvió a aparecer. Aunque no exactamente, porque él no salía en el sueño. Él se iba, se iba, no sabía durante cuanto tiempo, tal vez para siempre, y yo corría, y corría, quería despedirme de él, decirle algo, nada en particular, sólo verlo una última vez antes de despedirme de su rostro para siempre. Pero por más que corría, sentía como si fuese sin rumbo atravesando una capa de gelatina que me ralentizaba y me impedía avanzar con velocidad. Gritaba, lo veía muy lejos, como en el horizonte, pero no me escuchaba, o eso quería creer. 

Capítulo 26: Un pobre patito

Capítulo 26: Un pobre patito
Al día siguiente, me levanté muy animada. Tenía una especial habilidad para ocultarme a mí misma mis propios sentimientos. Y era algo de lo que me sentía orgullosa. Por lo menos, ya que lo tenía, tendría que valorarlo. Shelby y yo habíamos vuelto a la normalidad.

-Tía, el otro día conocí a un chico en una after hour en Park Avenue. Era guapísimo. Me invitó a una copa y ¡hemos quedado otra vez este fin de semana! –Estaba ilusionadísima. -¿No es genial?
-Sí, es genial. –No le puse demasiada emoción. A mí esas cosas no me llamaban mucho la atención.
-Valeria, creo que deberías salir un día conmigo de discoteca. ¡Llevas un mes en NY y no has conocido todavía su noche! –Ofu, a ver como me negaba yo ahora a su invitación. –Eso no puede ser. Eres joven. ¡Sal a divertirte, portarte mal y pasar de todo!
-Es que Shelby. Yo trabajo por las tardes, y salgo siempre muy cansada. Lo único que me entran ganas es de llegar a casa y acostarme. –Bien. Una buena idea lo del trabajo.
-Vaya, olvidé que eras una chica de la clase trabajadora. -¿Lo decía desilusionada porque no pudiera salir con ella o echándomelo en cara?

Entramos en clase de estadística. En el descanso quedamos para comer las dos juntas, ya que ese día no estaba Alan. Oops, Alan. Desde el mensaje del otro día, no había vuelto a hablar con él. Así que lo llamé cuando sonó el timbre. Iba andando por el pasillo. Tranquila. Sin problemas. Todo había vuelto a la normalidad. Me preguntaba por qué. ¿Es que sólo actuaban cuando Bryce se lo decía? Sentía que en cualquier momento esa calma podía desaparecer. Bah, no seas paranoica Valeria, es sólo que te ha quedado el trauma y ahora todo te parece muy raro. Y ahí, Alan descolgó el teléfono.

-¿Sí? ¿Valeria? –Respondió. Su voz sonaba cansada.
-¡Hola Alan! Llamaba para preguntarte cómo estabas. Pensaba que un mensaje era muy seco.
-Jajaja, tú y tus expresiones raras. –Se reía desganado. Debía costarle mucho trabajo hablar. –Pues aún me queda un par de días. Estoy recuperándome muy lentamente. O al menos, eso me lo parece a mí. Es que el tiempo pasa muy lento cuando no estoy contigo.
-¡Oooooooh! ¡Qué bonito te ha quedado! –Realmente me había llegado. Era bonito escuchar cosas así. Aunque no las dijera la persona que desearíamos. –Sabes que yo también estoy deseando verte.
-Bueno… no lo se también como tú crees. Vas a tener que demostrármelo cuando vuelva o no me lo creeré. –Ya no le costaba tanto hablar. Incluso había podido notar el tono pícaro de sus palabras.
-Jajaja. ¡Tú como no! Ok, ok. Ya pensaré algo para demostrártelo y que me creas. Por ahora descansa y cúrate pronto. Que todavía te debo un almuerzo. –Este Alan, como me animaba siempre. Incluso aunque él estuviese desanimado y enfermo.
-Qué tonta eres. No me debes absolutamente nada. Como si me da por invitarte a almorzar todos los días. –Ahora puso tono de indignación.
-Eso ya lo discutiremos en persona. Anda un beso. Cuídate mucho. Chao. –No podía enrollarme más, estaba haciendo esperar a Shelby.
-¡Nos vemos pronto! Un beso. Bye.

Y en ese mismo momento, apareció Bryce, con cara de asesino. Se puso delante de mi camino. Su miraba daba miedo. Y eso que ya estaba acostumbrada.

-¡Tú! ¿Con quién mierda estabas hablando? -¿Mierda? ¿Perdona? Lo que me faltaba ya, que controlara todo lo que hacía también.
-¡¿Por qué no te metes en tus asuntos?! ¡A ti no te importa con quien hable o deje de hablar! –Vamos, faltaría más.
-¿Ah sí? ¿Entonces a ti te parece bien que te deje tontear con otro? ¡¿O se te ha olvidado lo que pasó ayer?! –No me lo podía creer. ¿Ahora se creía con derechos sobre mí por casi habernos besado el otro día?
-¡El otro día no pasó absolutamente nada! ¡Y tampoco significó absolutamente nada! Simplemente me pillaste con la guardia baja. Y con tus trucos de playboy me engatusaste y me dejaste aturdida unos momentos. – ¿Qué se creía el niñato este? ¿Que yo me había enamorado de él? Antes los cerdos evolucionarían a una especie superior voladora, que yo enamorarme de semejante tipo. –Si hubiera estado en mis santos cabales, nunca en la vida, escúchame bien, me hubiera dejado llevar de esa forma.
-¡Repite eso si te atreves! –Sus ojos casi se salían de las órbitas.
-Lo repetiré cuantas veces quieras, hasta que te quede claro. Aunque creo que con lo retrasado que eres, nunca lo entenderás. ¡Estás a años luz de llegarle a la suela del zapato a mi precioso amigo!
-¿¡Ah sí?! ¡¿Y qué tiene de precioso ese amigo tuyo?! –Ya estaba hasta gritando. Nos oía todo el mundo. Pero me daba igual.
-¿Qué que tiene de maravilloso? Él es una preciosa flor en este desierto de enredaderas con pinchos. –Y verdaderamente lo pensaba. Aunque nunca sería el oasis que era Aaron para mí. El oasis da vida. Una flor por muy hermosa que fuera, no.
-¿Y te gusta? –Ahí bajo el tono de voz. Parecía que le había costado trabajo pronunciar esas palabras.
-Pues sí, me gusta mucho. ¡Cientos…no, miles de veces más de lo que me gustas t… -Y me cortó. Me dio una bofetada en toda la mejilla con la palma de su mano abierta. Para que doliese más. –ú!
Me quedé en shock unos momentos. Y el conmigo.
-¡Tú! ¡Cabrón! ¡¿Cómo te atreves a pegar a una mujer?! –Estaba muy muy muy muy furiosa. Realmente furiosa.
-¡Es por tu culpa! ¡Te lo merecías! –Y encima el tío creía verdaderamente que me lo merecía. Eso era lo último que me faltaba. Puse todas mis fuerzas en mi puño derecho. Casi que casi deja de latirme el corazón, al dejarlo sin fuerzas para concentrarlas en el golpe.
-¡¡APRENDE A RESPETAR A LOS DEMÁS!! –¡¡BUF!!  Si la otra vez me dolieron los nudillos. Esta vez ni los sentía. -¡Vete al infierno! ¡No voy a perdonarte por esto! –Y me fui de allí. Todo el mundo nos miraba. Tal vez volvería a tener problemas por eso. Pero no podía quedarme sin hacer nada ante sus actos descontrolados.

Hasta que tocó el timbre del fin del descanso. Sólo me dio tiempo para ir a echarme agua en la mano. Ver que Shelby se había hartado de esperarme y había comido por su cuenta, y salir a la calle a comprarme algo barato en algún pequeño establecimiento. Quería poder haber estado a solas con Aaron en el estanque, y por culpa del bastardo de Bryce, no había podido ser. Había perdido tiempo a solas con él antes de que llegara Ashley para arrebatármelo. Y eso dolía más que cualquier cosa. Estaba de un mal humor, que se me llevaban los demonios.

Por la tarde, aún me duraba el mal humor. Y Karem lo notó en que estaba muy borde. Así que ese día decidió hablarme lo justo para las cosas de la tienda. Algún día tenía que compensarle por toda la paciencia que tenía conmigo. Incluso me lo notó mi madre por teléfono al llamarla. Y eso que había intentado cambiar mi tono de voz. Estas madres no sé como lo hacen, pero siempre saben todo de sus hijos. Me contó que por allí seguían sin coger la gripe. Qué alegría. Al parecer los genes buenos en la familia, los tenían ellos y no yo.

Al día siguiente, todavía me duraba el mal humor. Increíble, nunca me había durado tanto tiempo el mal rollo. Y todo era por culpa del dichoso Bryce. Me había arrebatado la penúltima oportunidad de estar a solas con Aaron. Porque la última la iba a tener ese mismo día. Iba a ir al estanque sí o sí.

Las clases de la mañana pasaron muy lentamente. Me llevé todo el tiempo pensando en Aaron. Todo el santo tiempo. Parecía obsesión más que otra cosa. Cuando sonó el timbre. Salí corriendo camino hacia el estanque. Mi mal humor iba desapareciendo con cada paso que me acercaba hasta él. Sólo para llevarme la mayor desilusión en mi vida hasta entonces. 
Una chica guapísima, salida de un cuento de hadas, se me adelantó. Corría hacia los brazos de Aaron, que estaba sentando en la orilla del estanque. Era Ashley. El momento que tanto había evitado, estaba pasando ante mí como un tsunami que se lleva por delante todo, y sólo deja desolación.

-¡AARON! –Saltó sobre su pecho. Los dos rodaron sobre el césped. Parecía un anuncio de la tele, o la maravillosa escena de amor de rencuentro que todo el mundo está deseando ver en su película preferida. Todo el mundo menos yo. -¡No sabes cuánto te he echado de menos! –Incluso podía ver que lloraba de alegría.
-¡Ashley! –Los ojos de asombro y alegría de Aaron. Nunca había visto sus ojos mostrar tanta felicidad. Ni siquiera aquella vez que me llamó preciosa chica extraña. Pensé que debería aferrarme a aquel recuerdo para siempre, si quería ver a Aaron y a mí en un momento tan mágico como ese. Aunque sólo fuese en mi mente. -¿¡Qué haces aquí?! ¡¿Tú vuelo no llegaba mañana?! –Aaron la miraba, como si ella fuese la única mujer en este mundo. Me sentí como me hacía pequeña.
-¡Adelanté mi vuelo! ¡No podía esperar más para veros! –Todavía seguía ella sobre él. Los dos, tumbados sobre el césped. Su larga melena sedosa de color miel, estaba recogida hacia un lado, por lo que podía ver las caras de ambos. Casi hubiera preferido que no fuera así. Por lo menos para ponerle una recuperación más fácil a mi destrozado corazón. –Déjame verte mejor. Han pasado dos largos años. –Su voz era preciosa, como toda ella. Parecía que las sirenas cantaban cuando ella hablaba. Todo alrededor quedaba envuelto por su risa angelical. Ni la música de los dioses podría competir con todo lo que transmitía su voz. –Vaya, te has hecho un hombre muy atractivo. Voy a ponerme celosa como vea que tienes muchas pretendientas. –Dijo mientras recogía en sus delicadas manos, la preciosa cara perfecta de Aaron.
-No digas tonterías. Sabes que para mí sólo estás tú. –Cada una de esas palabras parecía diseñada para funcionar como una bomba de destrucción masiva contra mi débil corazón. -¿Cómo sabías que estaría aquí? –Preguntó mientras cogía la mano que ella tenía sobre su mejilla, para acariciarla, y apretarla aún más contra su cara para sentirla.
-¿Cómo no iba a saberlo? Hemos estado aquí siempre desde que te enseñé que este era mi lugar secreto. Era el único sitio donde podría encontrarte con total seguridad. –Se miraron una vez más a los ojos, y se abrazaron. Se abrazaron de tal forma, como si la vida de uno dependiera de la intensidad del abrazo del otro. –Eres el único al que quería ver primero, antes que nada al llegar aquí.

Era una escena tan bonita, que incluso me hizo sonreír, a pesar de todo el dolor que llevaba dentro de mi ser. Me había estado engañando a mí misma. Haciéndome creer que este momento nunca llegaría. Y aunque en el fondo siempre lo había pensado, prefería asumir toda la realidad de golpe, que dosificarla para prepararme cuando llegara el momento de la verdad. Y ese momento era ahora. Pero yo no odiaba a Ashley. ¿Por qué tendría que hacerlo? ¿Qué culpa tenía ella de haber llegado antes a la vida de Aaron? ¿Qué culpa tenía ella de ser tan perfecta? ¿Qué culpa tenía ella de ser la persona de la que se había enamorado Aaron? Para mí, todos los hombres deberían estarlo. La culpa era mía. Había aspirado muy alto. ¿En qué momento se me ocurrió que Aaron podría fijarse en mí?

Aunque en el fondo tampoco la culpa era mía. ¿Acaso tienen culpa los patitos al salir del huevo, en pensar que su madre es lo primero que ven, aunque lo que vean no sea realmente su madre? Pues eso me había pasado a mí. Había salido de mi cascarón al llegar a esta universidad, y me había quedado deslumbrada por Aaron. Yo era otro pobre patito equivocado que había elegido mal. Pero en ese momento, no me quedó otra, que reconocer que estaba enamorada loca e irremediablemente de Aaron. Ya no podía seguir engañándome a mí misma más tiempo.