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Refranero

sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 26: Un pobre patito

Capítulo 26: Un pobre patito
Al día siguiente, me levanté muy animada. Tenía una especial habilidad para ocultarme a mí misma mis propios sentimientos. Y era algo de lo que me sentía orgullosa. Por lo menos, ya que lo tenía, tendría que valorarlo. Shelby y yo habíamos vuelto a la normalidad.

-Tía, el otro día conocí a un chico en una after hour en Park Avenue. Era guapísimo. Me invitó a una copa y ¡hemos quedado otra vez este fin de semana! –Estaba ilusionadísima. -¿No es genial?
-Sí, es genial. –No le puse demasiada emoción. A mí esas cosas no me llamaban mucho la atención.
-Valeria, creo que deberías salir un día conmigo de discoteca. ¡Llevas un mes en NY y no has conocido todavía su noche! –Ofu, a ver como me negaba yo ahora a su invitación. –Eso no puede ser. Eres joven. ¡Sal a divertirte, portarte mal y pasar de todo!
-Es que Shelby. Yo trabajo por las tardes, y salgo siempre muy cansada. Lo único que me entran ganas es de llegar a casa y acostarme. –Bien. Una buena idea lo del trabajo.
-Vaya, olvidé que eras una chica de la clase trabajadora. -¿Lo decía desilusionada porque no pudiera salir con ella o echándomelo en cara?

Entramos en clase de estadística. En el descanso quedamos para comer las dos juntas, ya que ese día no estaba Alan. Oops, Alan. Desde el mensaje del otro día, no había vuelto a hablar con él. Así que lo llamé cuando sonó el timbre. Iba andando por el pasillo. Tranquila. Sin problemas. Todo había vuelto a la normalidad. Me preguntaba por qué. ¿Es que sólo actuaban cuando Bryce se lo decía? Sentía que en cualquier momento esa calma podía desaparecer. Bah, no seas paranoica Valeria, es sólo que te ha quedado el trauma y ahora todo te parece muy raro. Y ahí, Alan descolgó el teléfono.

-¿Sí? ¿Valeria? –Respondió. Su voz sonaba cansada.
-¡Hola Alan! Llamaba para preguntarte cómo estabas. Pensaba que un mensaje era muy seco.
-Jajaja, tú y tus expresiones raras. –Se reía desganado. Debía costarle mucho trabajo hablar. –Pues aún me queda un par de días. Estoy recuperándome muy lentamente. O al menos, eso me lo parece a mí. Es que el tiempo pasa muy lento cuando no estoy contigo.
-¡Oooooooh! ¡Qué bonito te ha quedado! –Realmente me había llegado. Era bonito escuchar cosas así. Aunque no las dijera la persona que desearíamos. –Sabes que yo también estoy deseando verte.
-Bueno… no lo se también como tú crees. Vas a tener que demostrármelo cuando vuelva o no me lo creeré. –Ya no le costaba tanto hablar. Incluso había podido notar el tono pícaro de sus palabras.
-Jajaja. ¡Tú como no! Ok, ok. Ya pensaré algo para demostrártelo y que me creas. Por ahora descansa y cúrate pronto. Que todavía te debo un almuerzo. –Este Alan, como me animaba siempre. Incluso aunque él estuviese desanimado y enfermo.
-Qué tonta eres. No me debes absolutamente nada. Como si me da por invitarte a almorzar todos los días. –Ahora puso tono de indignación.
-Eso ya lo discutiremos en persona. Anda un beso. Cuídate mucho. Chao. –No podía enrollarme más, estaba haciendo esperar a Shelby.
-¡Nos vemos pronto! Un beso. Bye.

Y en ese mismo momento, apareció Bryce, con cara de asesino. Se puso delante de mi camino. Su miraba daba miedo. Y eso que ya estaba acostumbrada.

-¡Tú! ¿Con quién mierda estabas hablando? -¿Mierda? ¿Perdona? Lo que me faltaba ya, que controlara todo lo que hacía también.
-¡¿Por qué no te metes en tus asuntos?! ¡A ti no te importa con quien hable o deje de hablar! –Vamos, faltaría más.
-¿Ah sí? ¿Entonces a ti te parece bien que te deje tontear con otro? ¡¿O se te ha olvidado lo que pasó ayer?! –No me lo podía creer. ¿Ahora se creía con derechos sobre mí por casi habernos besado el otro día?
-¡El otro día no pasó absolutamente nada! ¡Y tampoco significó absolutamente nada! Simplemente me pillaste con la guardia baja. Y con tus trucos de playboy me engatusaste y me dejaste aturdida unos momentos. – ¿Qué se creía el niñato este? ¿Que yo me había enamorado de él? Antes los cerdos evolucionarían a una especie superior voladora, que yo enamorarme de semejante tipo. –Si hubiera estado en mis santos cabales, nunca en la vida, escúchame bien, me hubiera dejado llevar de esa forma.
-¡Repite eso si te atreves! –Sus ojos casi se salían de las órbitas.
-Lo repetiré cuantas veces quieras, hasta que te quede claro. Aunque creo que con lo retrasado que eres, nunca lo entenderás. ¡Estás a años luz de llegarle a la suela del zapato a mi precioso amigo!
-¿¡Ah sí?! ¡¿Y qué tiene de precioso ese amigo tuyo?! –Ya estaba hasta gritando. Nos oía todo el mundo. Pero me daba igual.
-¿Qué que tiene de maravilloso? Él es una preciosa flor en este desierto de enredaderas con pinchos. –Y verdaderamente lo pensaba. Aunque nunca sería el oasis que era Aaron para mí. El oasis da vida. Una flor por muy hermosa que fuera, no.
-¿Y te gusta? –Ahí bajo el tono de voz. Parecía que le había costado trabajo pronunciar esas palabras.
-Pues sí, me gusta mucho. ¡Cientos…no, miles de veces más de lo que me gustas t… -Y me cortó. Me dio una bofetada en toda la mejilla con la palma de su mano abierta. Para que doliese más. –ú!
Me quedé en shock unos momentos. Y el conmigo.
-¡Tú! ¡Cabrón! ¡¿Cómo te atreves a pegar a una mujer?! –Estaba muy muy muy muy furiosa. Realmente furiosa.
-¡Es por tu culpa! ¡Te lo merecías! –Y encima el tío creía verdaderamente que me lo merecía. Eso era lo último que me faltaba. Puse todas mis fuerzas en mi puño derecho. Casi que casi deja de latirme el corazón, al dejarlo sin fuerzas para concentrarlas en el golpe.
-¡¡APRENDE A RESPETAR A LOS DEMÁS!! –¡¡BUF!!  Si la otra vez me dolieron los nudillos. Esta vez ni los sentía. -¡Vete al infierno! ¡No voy a perdonarte por esto! –Y me fui de allí. Todo el mundo nos miraba. Tal vez volvería a tener problemas por eso. Pero no podía quedarme sin hacer nada ante sus actos descontrolados.

Hasta que tocó el timbre del fin del descanso. Sólo me dio tiempo para ir a echarme agua en la mano. Ver que Shelby se había hartado de esperarme y había comido por su cuenta, y salir a la calle a comprarme algo barato en algún pequeño establecimiento. Quería poder haber estado a solas con Aaron en el estanque, y por culpa del bastardo de Bryce, no había podido ser. Había perdido tiempo a solas con él antes de que llegara Ashley para arrebatármelo. Y eso dolía más que cualquier cosa. Estaba de un mal humor, que se me llevaban los demonios.

Por la tarde, aún me duraba el mal humor. Y Karem lo notó en que estaba muy borde. Así que ese día decidió hablarme lo justo para las cosas de la tienda. Algún día tenía que compensarle por toda la paciencia que tenía conmigo. Incluso me lo notó mi madre por teléfono al llamarla. Y eso que había intentado cambiar mi tono de voz. Estas madres no sé como lo hacen, pero siempre saben todo de sus hijos. Me contó que por allí seguían sin coger la gripe. Qué alegría. Al parecer los genes buenos en la familia, los tenían ellos y no yo.

Al día siguiente, todavía me duraba el mal humor. Increíble, nunca me había durado tanto tiempo el mal rollo. Y todo era por culpa del dichoso Bryce. Me había arrebatado la penúltima oportunidad de estar a solas con Aaron. Porque la última la iba a tener ese mismo día. Iba a ir al estanque sí o sí.

Las clases de la mañana pasaron muy lentamente. Me llevé todo el tiempo pensando en Aaron. Todo el santo tiempo. Parecía obsesión más que otra cosa. Cuando sonó el timbre. Salí corriendo camino hacia el estanque. Mi mal humor iba desapareciendo con cada paso que me acercaba hasta él. Sólo para llevarme la mayor desilusión en mi vida hasta entonces. 
Una chica guapísima, salida de un cuento de hadas, se me adelantó. Corría hacia los brazos de Aaron, que estaba sentando en la orilla del estanque. Era Ashley. El momento que tanto había evitado, estaba pasando ante mí como un tsunami que se lleva por delante todo, y sólo deja desolación.

-¡AARON! –Saltó sobre su pecho. Los dos rodaron sobre el césped. Parecía un anuncio de la tele, o la maravillosa escena de amor de rencuentro que todo el mundo está deseando ver en su película preferida. Todo el mundo menos yo. -¡No sabes cuánto te he echado de menos! –Incluso podía ver que lloraba de alegría.
-¡Ashley! –Los ojos de asombro y alegría de Aaron. Nunca había visto sus ojos mostrar tanta felicidad. Ni siquiera aquella vez que me llamó preciosa chica extraña. Pensé que debería aferrarme a aquel recuerdo para siempre, si quería ver a Aaron y a mí en un momento tan mágico como ese. Aunque sólo fuese en mi mente. -¿¡Qué haces aquí?! ¡¿Tú vuelo no llegaba mañana?! –Aaron la miraba, como si ella fuese la única mujer en este mundo. Me sentí como me hacía pequeña.
-¡Adelanté mi vuelo! ¡No podía esperar más para veros! –Todavía seguía ella sobre él. Los dos, tumbados sobre el césped. Su larga melena sedosa de color miel, estaba recogida hacia un lado, por lo que podía ver las caras de ambos. Casi hubiera preferido que no fuera así. Por lo menos para ponerle una recuperación más fácil a mi destrozado corazón. –Déjame verte mejor. Han pasado dos largos años. –Su voz era preciosa, como toda ella. Parecía que las sirenas cantaban cuando ella hablaba. Todo alrededor quedaba envuelto por su risa angelical. Ni la música de los dioses podría competir con todo lo que transmitía su voz. –Vaya, te has hecho un hombre muy atractivo. Voy a ponerme celosa como vea que tienes muchas pretendientas. –Dijo mientras recogía en sus delicadas manos, la preciosa cara perfecta de Aaron.
-No digas tonterías. Sabes que para mí sólo estás tú. –Cada una de esas palabras parecía diseñada para funcionar como una bomba de destrucción masiva contra mi débil corazón. -¿Cómo sabías que estaría aquí? –Preguntó mientras cogía la mano que ella tenía sobre su mejilla, para acariciarla, y apretarla aún más contra su cara para sentirla.
-¿Cómo no iba a saberlo? Hemos estado aquí siempre desde que te enseñé que este era mi lugar secreto. Era el único sitio donde podría encontrarte con total seguridad. –Se miraron una vez más a los ojos, y se abrazaron. Se abrazaron de tal forma, como si la vida de uno dependiera de la intensidad del abrazo del otro. –Eres el único al que quería ver primero, antes que nada al llegar aquí.

Era una escena tan bonita, que incluso me hizo sonreír, a pesar de todo el dolor que llevaba dentro de mi ser. Me había estado engañando a mí misma. Haciéndome creer que este momento nunca llegaría. Y aunque en el fondo siempre lo había pensado, prefería asumir toda la realidad de golpe, que dosificarla para prepararme cuando llegara el momento de la verdad. Y ese momento era ahora. Pero yo no odiaba a Ashley. ¿Por qué tendría que hacerlo? ¿Qué culpa tenía ella de haber llegado antes a la vida de Aaron? ¿Qué culpa tenía ella de ser tan perfecta? ¿Qué culpa tenía ella de ser la persona de la que se había enamorado Aaron? Para mí, todos los hombres deberían estarlo. La culpa era mía. Había aspirado muy alto. ¿En qué momento se me ocurrió que Aaron podría fijarse en mí?

Aunque en el fondo tampoco la culpa era mía. ¿Acaso tienen culpa los patitos al salir del huevo, en pensar que su madre es lo primero que ven, aunque lo que vean no sea realmente su madre? Pues eso me había pasado a mí. Había salido de mi cascarón al llegar a esta universidad, y me había quedado deslumbrada por Aaron. Yo era otro pobre patito equivocado que había elegido mal. Pero en ese momento, no me quedó otra, que reconocer que estaba enamorada loca e irremediablemente de Aaron. Ya no podía seguir engañándome a mí misma más tiempo.

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