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Refranero

viernes, 9 de marzo de 2012

Capítulo 47: Garfield


Capítulo 47: La versión femenina de Garfield

Cansada de luchar sin obtener resultados me fui a mi casa, cabizbaja. Ya ni aunque fuesen malos... es que ni siquiera obtenía nada. Que triste. Estaba como ida... No, estaba ida, qué leches, de como nada. Pero lo estaba tanto, que me di cuenta de donde estaba cuando tuve que reaccionar para entrar en mi casa. Porque tenía que buscar las llaves... que si no tampoco. Era un estado extraño. No había vivido esa sensación nunca antes. No sé describirla exactamente, pero era como la sensación de estar cayendo continuamente. Como si hubieran hecho un agujero que atravesase la Tierra hasta la antípodas, y me lanzase. Atraída por la gravedad, llegaría hasta el núcleo, pero impulsada por la inercia, llegaría al otro lado del túnel. Y otra vez al núcleo, y otra vez al principio, y otra vez al túnel, y otra vez a la antípoda... Y yo intentaba agarrarme a algo durante la caída para detenerme, pero no podía. Tenía una mala sensación. Conociendo a Bryce, que quiere ser siempre el centro de atención, que como las cosas no sean como el quiere se enfada, tenía la sensación de que debía estar pasándolo mal.

Que vale, que tal vez estoy haciendo una montaña de un grano de arena, que eran sólo dos días sin verlo, por ahora, pero quería comenzar bien la relación... Es que lo estaba viendo venir… nos encontraríamos y en vez de preguntar por cómo nos ha ido, o hablar como personas pacíficas el motivo de la tardanza en ponernos en contacto, iba a echarme en cara que no me había preocupado por él, yo me enfadaría por su desconfianza, él se enfadaría conmigo al enfadarme yo con él y ahí la liaríamos… Porque la verdad es que no tenemos todos nuestros puntos a favor, nuestras personalidades son inestables cuando se juntan, nos montamos un mundo con cada insignificancia, no dejamos pasar una, nos enfadamos con facilidad, no somos capaces de comernos el orgullo y reconocer las cosas, no solemos dar el brazo a torcer con facilidad y los dos nos tomamos muy a pecho las cosas sabiendo todo eso... ¿Más puntos negativos que saquen a flote nuestra relación? Se me ocurrieron un millón más, pero no les eché cuenta. Los ignoré.

Realmente estaba muy ilusionada. En el fondo, pensaba que a Bryce y a mí podría irnos bien. Ser felices de una vez. Encontrar a alguien que me quisiera de verdad. Él. Imagino que la ilusión de toda nueva relación y más si es la primera de todas. Pero las ilusiones se iban desvaneciendo. Algo dentro de mí, me decía que no iba a salir bien. Pero eso no era lo que más me preocupaba, no se trataba de tener una discusión más o menos, una discusión es sólo un enfado temporal. El problema estaba en que buscaba desesperadamente algo que me hiciera creer en que lo nuestro tenía futuro y que no estábamos intentando un imposible. Algo que garantizara que todas las ilusiones de las que me estaba llenando, no serían en vano, no serían un escalón cada vez más alto del que después caer. Realmente quería estar con Bryce, pero no confiaba en que fuéramos compatibles para estar juntos, y eso me dolía, realmente estaba muy ilusionada. Quería dejar de sentirme insegura, porque entonces no iba a disfrutar de las posibles futuras cosas buenas, estaría pensando todo el tiempo que en algún momento todo acabaría, y no viviría el momento al máximo. Por eso, desesperadamente estaba buscando puntos de anclaje para sentirme segura. Y ahora los veía tan lejos… Y todo esto pensé mientras buscaba las llaves para entrar.

Cuando abrí por fin la puerta de casa, me encontré que todo estaba hecho una leonera. Más concretamente, aquello era una leonera. Bueno no, los leones se sentiría ofendidos si comparáramos su lugar de residencia con mi casa. Mi casa era una pocilga. Y yo la cerda. No recordaba haberla dejado tan mal ese día que me levanté tan aceleradamente arrasando con todo a mi paso. Ese día que fue ayer por la mañana... Qué lejos lo veía. La cuestión es que me quedaba media hora. Al trabajo llegaba en quince minutos. En el fondo me alegré de ver todo tan desordenado, el asombro por ver la casa así más las prisas que me entraron por ser puntual en el trabajo, hicieron que me olvidara por unos momentos todo lo que llevaba dentro. Me puse a recoger mi dormitorio, tanto cama como ropa tirada por el suelo, ropa que tiré buscando el uniforme, uniforme que estaba encima de la silla. Dichosas prisas que no sirven para nada. Recogí el cuarto de baño que con las prisas en prepararle el desayuno a Bryce la mañana siguiente a la noche que pasamos juntos, no recogí bien. Puse a lavar las toallas y puse nuevas, quité también los pelos naranjas y retorcidos del lavabo, la bañera y el suelo. En la cocina terminé de guardar los platos que en su momento había dejado escurriéndose. La casa estaba tal y como la había dejado aquella vez que Bryce estuve en ella. Y parecía tan diferente... Era como si faltase él para completarla... Tenía que dejar de pensar en eso. No me hacía bien y no me ayudaba a solucionar el problema.

En veinte minutos la casa estaba lista. Si es que cuando me pongo me pongo. Y me pongo bien. Cogí algo súper necesario para sacarme hoy una sonrisa, no sólo a mí, y salí camino del trabajo. En quince minutos estaba ya junto a Karem. Mi Karem. Mi mejor amiga, mi oasis de paz que me absorbe y hace que me olvide de todo. Que pronto me notó que estaba rara, pero por no volver a sentir lo que más o menos estaba reprimiendo y apartando, no tenía la intención de contarle nada, por no revivirlo. Por mi salud mental. Aunque noté que ella estaba también un poco rara…

-A ti te pasa algo. -Ese fue su saludo nada más verme. Dijo justo al verme entrar por la puerta automática de la tienda. Qué ojo tiene esta chica. O es que es una experta en adivinar cosas o es que me conoce demasiado bien. Pero el hecho de que no dijese hola o buenos días, implicaba que había la suficiente confianza como para dejarse de formalismos. Algo que otros pueden pensar que es una tontería fijarse, pero es que mi relación con mis compañeras en España era así. Por eso es normal que me pueda fijar en este aparentemente insignificante detalle.
-¿A mi? Anda, di una mano. -Dije guardándome la sorpresa en la mano izquierda. Aunque la llevaba ya preparada de antes.
-¿Mano? ¿Para qué? -Preguntó extrañada. No con demasiada efusividad. Le pasaba algo. Me coloqué justo enfrente de ella, delante del mostrador. Dos clientas me miraron mal. Anda y que se vayan con viento fresco. Iba yo a cortarme ahora porque pensaran que eso era una niñería o gilipollez. No estaba yo hoy muy receptiva, que me siguieran mirando mal, que no me callaba.
-Pues no sé, la izquierda. -Dijo tampoco demasiado ansiosa.
-¡Bingo! -Karem debía tener una capacidad especial para acertar las cosas. Y abrí la mano extendiéndola a pocos centímetros de ella. Vi su cara. Se le iluminó. Y yo me iluminé con ella. Su sonrisa era encantadora. Quitaba las penas hasta a los tristes. Aunque claro, imagino que a alguien que no esté triste no se le puede quitar las penas. O sí. Bah, da igual.
-¡¡¡¡¡¡¡¡Oooooooooooh!!!!!!!! -Dijo corriendo dando la vuelta al mostrador y abalanzándose sobre mí para abrazarme. Descargamos todas nuestras tensiones en el abrazo. Fue genial. Fuerte, cálido, sentimental, nos balanceamos de un lado a otro incluso. -¡¡¡¡¡¡¡Me encanta!!!!!! ¡Nunca nadie me había regalado algo igual! ¡Me súper encanta! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Gracias!!!!!!!! -Y se volvió a abalanzar a mi cuello. Y yo al de ella. No sabía decir con exactitud cual de las dos estaba más contenta, si ella por el regalo o yo por todo lo que le había gustado.

Le había comprado en Malls un colgante para el movil, el cuál eran dos piezas de un puzzle, una que ponía <Best> y otra <Friends> que encajaban las dos cuando se unían. Una era roja y la otra amarilla. Yo quería la roja, porque es mi color favorito, pero no me importaba el amarillo, no me desagradaba del todo, sólo quería que ella se quedara con el que le hiciera más ilusión. Acerté de lleno en que esto me sacaría a mi una sonrisa y a ella también. Algo en lo que no me equivocaba. Bien. Me fijé un momento en las chavalas de la tienda que antes me había mirado mal, ahora incluso con más cara de asco, todavía. Seguían. ¿Cuándo iba a llegar el viento fresco?

-¿Cuál quieres? -Le pregunté sacándola de su admiración a las dos piezas, que estaban metidas en un paquetito muy cuco, por cierto. Si es que todo es marketing, todo está preparado para atraer al comprador.
-La amarilla. -Oh venga, ya, no podía ser que acertara todo por casualidad. En el fondo debía saber algo.
-¿Cuál es mi color favorito? -Le pregunté como quien no quería la cosa. No queriendo parecer demasiado escéptica.
-Mmmmm, -¿estaba pensando la respuesta correcta o cómo evitarla? -¿El rosa? -¡¡Sabía de sobra que ODIABA ese color!! El color de las Barbies, de las princesitas y los ponys mágicos. Todo demasiado cursi para mí. Esta me estaba tomando el pelo. La miré con cara de <¡Claro! ¡¿Y qué mas?!> le quité el paquetito de las manos para sacar el amarillo y quedármelo.
-¡Oh venga ya! No te he dicho el amarillo para dejarte a ti el rojo... Bueno sí, para qué mentir. Lo primero que pensé fue en eso, en dejarte el rojo, pero no quita que de verdad no quiera el amarillo. Que me gusta mucho, que es un color que parece que da energía. -Dijo en su argumento perfectamente argumentado. Aunque bueno, eso no lo sé, la cuestión es que me convenció.
-Bueno vale, pero que sepas que no me he opuesto tan poco a no dártelo porque en el fondo quiero quedarme con el rojo, sino porque de verdad me has convencido. -Dije de broma, pero en serio. Y nos volvimos a abrazar. Qué bonito era tener amigos. Amigos de verdad. Amigos con todas sus letras y significados e implicaciones. Durante el abrazo, abrí los ojos por un momento, seguíamos dando vueltas de un lado para otro, no sé por qué lo hice, simplemente los abrí, y en vez de ver a las estiradas que nos mandaban malas miradas, me encontré con algo todavía más impactante.
-¿Interrumpimos? -Liam, que casi no cabía por la puerta, con sus aires de fresco y suficiencia, entró en la tienda, seguido de Leo y flipa, Ashley. -No queremos entrometernos en vuestro momento íntimo. -Se quitó las gafas de sol que llevaba esta mañana. Seguía pensando que le sentaban genial, y ahora más, que se las veía puestas de cerca.
-Karem, para mí has caído. ¿Por qué con Valeria? ¡Puedes aspirar a más! ¡No te conformes con tan poco! ¡Sube el listón que vales mucho! -¿Adivináis quien dijo esto? Leo Bylnes. Con sus aires de grandeza y de sobrado. Karem se giró, porque estaba de espalda a ellos, para responderles.
-¡Con mi Valeria poquito! ¡Mirad lo que me ha regalado! -Dijo mientras se giraba a responderle, a la vez que Ashley saludaba cálidamente con un <¡Valeria! ¡Karem! ¡Cuánto tiempo! ¡Qué alegría veros!>Todo en perfecta sincronización.

Cuando Karem fijó la mirada en Leo, o eso creía, que miraba hacia él, porque si no, no comprendo por qué se puso así. Tensó todos los músculos del cuerpo. Sólo por un segundo, pero suficiente para que me diese cuenta. Y de pronto, se le iluminó la cara. No tanto como cuando vio mi regalo, y eso fue ya mucho. Si antes se la podría comparar con una bombilla halógena, ahora era un foco de los de los estadios de fútbol. Pero eso también le duró un segundo. O menos, y sólo se le notó en los ojos, ni un músculo de su cara se movió. Pero sus ojos eran muy expresivos y brillaban como brillan los de una chica enamorada. Al momento, volvía a estar como siempre, aunque un poco más nerviosa. Empezó a hablar más rápido de lo normal, y demasiado. ¿Le gustaba Leo y acababa de descubrirlo ahora mismo?

-¡Oh! ¡Hola Ashley! ¡Cierto! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás? -No sabía adonde mirar. Me estaba poniendo nerviosa a mí también. Tanto, que ni yo ni ella nos fijamos en que Leo le había quitado de la mano el colgante que iba a enseñarle.
-Pues muy bien. Bastante atareada entre entrevista de trabajo y entrevista de trabajo. No quiero salirme del mundo de la moda, pero no quiero ser sólo una modelo más. -Sonrió cálidamente. Parecía que todo se arreglaba con su forma de sonreír. Me encantaba Ashley y toda su aura. Si me gustasen las mujeres, era evidente que me enamoraría de ella. Era perfecta en todos los sentidos. Una bella mujer, una mejor persona. -Justo ahora acabamos de salir de una, Leo y Liam me han acompañado. -Dijo mirándolos, sonriendo todavía. -Y pensé que antes de dispersarnos, quería que me llevaran a veros. Me dijeron que trabajabais las dos aquí.
-¡Qué bien! ¡Con las ganas que tenía de verte! -Le dije acercándome a ella a abrazarla. Realmente, ese se había convertido en nuestro saludo amistoso. Imagino que desde que cogimos confianza la noche que pasamos las tres en mi casa cuanto tenía la gripe.
-¡Oh! ¡Y yo también! -Se sentían tan bien sus brazos rodeándome. Era una diosa. En vez de Godmes, debería ser Godness. Le vendría a la perfección. Me devolvió al mundo real la conversación entre Leo y Karem.
-¿Pero que mierda de regalo es este? ¿Un colgante? ¡Buah! Por mucho que ponga <Best friends> y ñoñerías de esas, si no te ha comprado algo en condiciones, no te quiere. -Leo era todo un personaje. Con el brazo levantado, agarrando el colgante con la punta de los dedos, lo sostenía frente a sus ojos, haciendo como que lo analizaba exhaustivamente. Haciendo el paripé vamos.
-¡Oye! ¡Deja de ponerle pegas a mi regalo! ¡Que a ti con tu gusto superficial no te parezca lo suficientemente caro, no significa que sea una mierda! -Dijo alargando el brazo para cogerlo, muy rápidamente, pero no lo suficiente para cogerlo, Leo la había visto venir y había apartado el brazo. Pero tanta ligereza para nada, porque Liam se le adelantó también y se lo quitó de imprevisto.
-Venga, Leo, no te metas más con la pobre chiquilla. Si a ella le gusta su mierda, es su mierda y le gusta. Déjala feliz con ella. -Y Liam le devolvió el colgante a Karem, que los miraba aburridas, en plan <Me cansáis, siempre igual>
-Cierto Liam, cuánta razón tienes. Es verdad, he sido muy duro, pero no lo llames así, dile caquita. -Y se miraron para guiñarse un ojo. Tenía que explicárselo a Karem, ella no estaba acostumbrada a ellos y podía tomárselo a mal.
-Karem, no les eches cuenta, no tienen nada en contra tuya, si por ellos fuera, te habrían echado el lazo hace mucho tiempo. Lo que pasa es que quieren meterse conmigo y no saben como, por eso buscan maneras nuevas y prueban distintas formas. -Dije mirándolos con mirada triunfal. Ashley se reía al vernos. Los dos se miraron. Se dijeron algo a través de algún lenguaje de ojos o lectura de pensamiento, y se acercaron a mí, lentamente, dándole juego al momento. Cada uno se me posó en un hombro y me rodearon con sus brazos. Ya iban a dar un discursillo de los de ellos. Que por mucho que me quejara, me encantaba escucharlos, eran buenísimos.
-Sabemos que estás celosa Valerie -¿Valerie?  ¿Desde cuando me llamaban así? -Pero no te preocupes. También tenemos amor para ti. -Leo me cogió la barbilla con su mano, delicadamente. No me puso nerviosa. Por muy guapo que fuera, con su cara de niño bueno pero pícaro, no levantaba mayores sentimientos en mí.
-Exacto, nos has descubierto. Pero es que no puedes ser una acaparadora de toda nuestra atención. No seas egoísta, deja un poquito de nuestra atención para otras chicas también. -Liam hizo lo mismo que Leo, y yo sentí lo mismo que con él, nada. Esto me hacía darme cuenta, de que desde primer momento había sentido algo por Bryce, porque con él, antes de empezar a verlo como una persona que me gusta, sentía flanes bailarines en mi barriga.
-¿Ves? No te preocupes, está todo controlado. Yo sé como tratarlos. -Dije mirando a Karem con cara de sobrada. No por ella, sino para vacilar delante de estos dos. Pero Karem no me escuchó, estaba atendiendo a una clienta, que le había preguntado cómo le sentaba el vestido que llevaba puesto, y había salido del probador.
-Pues la verdad es que este vestido es muy bonito. ¿Para qué lo quieres exactamente? -Respondió Karem muy profesionalmente.
-Para una fiesta de cumpleaños de una amiga que cumple los 15 años. -Vaya, la chiquilla era latinoamericana, ya para ellos esa fiesta es muy importante. Karem debía saberlo.
-Jmmm, yo creo que otro más largo y formal puede venir mejor al evento. Voy a buscarte uno a ver qué te parece. -Y cuando se giró para ir a por otro, se encontró con Ashley, que llevaba uno en la mano, muy bonito, por cierto, ideal para la ocasión.
-Mira, eso es lo que deberías estar haciendo tú, Valerie, no aquí vagueando intentando hacer lo menos posible. -Dijo Liam burlándose de mí.
-¿Y quiénes son los que me han entretenido? -Dije mirándolo con los ojos entrecerrados, indicando culpabilidad.
-Pues ni idea, pero deben ser unos chicos majísimos y guapísimos. -Respondió Leo. Mi cara de <No es para tanto, bájate del caballo> fue contestada con un <tengo razón y lo sabes> No puedo decir que me tragué mis palabras, porque no había dicho nada, pero sí puedo decir que me tragué mi cara. Mi atención se volvió a centrar en Ashley y Karem, no sin antes agitarme para quitar de mis hombros los brazos de estos dos, que me estaban usando para apoyarse. Yo no era un posa brazos.
-Te sienta genial, de verdad. -En ese tiempo, la chica ya se lo había probado. Era violeta degradado. Morado por el torso y torándose lila a medida que bajaba hasta las rodillas. Estaba recogido a los hombros por unos lazos. Era de satén, ajustado al pecho y de talle alto. La falda era gaseosa. De gasa, vamos.
-¿Pero no voy a pasar un poco de frío? -Cierto, era 26 de noviembre. Karem se paró a pensar cómo podía arreglar eso. Ashley, como si se conociera todos los vestidos de la tienda y su posición de memoria, le sacó una chaqueta gris plateada al momento. Ese contraste quedaba orgásmico para los ojos. Cómo se nota que era una súper modelo no sólo por saber desfilar. La moda y el gusto lo llevaba en la sangre… Si es que cuanto más la conozco, más se confirma mi teoría de su perfección. -¡Queda muy bien! –Observé la expresión de satisfacción y alegría de la niña, por fin había encontrado el vestido que podría haber estado buscando desde hace mucho tiempo,  sin éxito.

Ashley y Karem se miraron confidencialmente. Las dos mantuvieron la mirada intensamente. Sonriendo. Se veían tan unidas y compenetradas. Debían sentirse como esas veces que piensas <Misión cumplida> y la satisfacción y realización es total. Como hoy yo más o menos al recoger mi pocilga de casa. Aunque fue una sensación que quedó enmascarada por mi comedura de cabeza… Si es que es verdad, si no hay solución, mejor dejar las cosas tal como están… ¡Ostras! ¡Soy un desastre! ¡¿Cómo no me había dado cuenta antes de preguntarle a Liam y Leo sobre Bryce?! Por dios… y yo creía que estaba preocupada… y me topo con una posibilidad y no me doy cuenta… debería tenerlas más presente.

-Leo, Liam. –Pregunté demasiado ansiosa. Me lo noté yo misma. No sólo paré el carro, sino también lo aparqué, y le puse freno de manos incluso. No quería que se olieran nada de lo nuestro o por lo que podía estar pasando por mi cabeza. Empecé a hablar más calmadamente, como quien pregunta por curiosidad. Aunque me siguieron mirando extrañados, con los ojos muy abiertos. Esperando algo muy emocionante. -¿Sabéis algo de Bryce? ¿De cómo está? –Solté como quien pregunta por pura formalidad por el estado de salud de alguien.  Pero creo que no coló muy bien. Aunque no exteriorizaron que se dieran cuenta. Seguro que lo habían notado y se habían olido algo… Me quedo por lo menos con si podía conseguir su móvil para llamarlo por una cabina telefónica.
-Pues justo hoy antes de quedar con Ashley fuimos a su casa a verlo. No nos dejaron entrar. Y mira que somos como de la familia, pasamos nosotros allí más tiempo que los propios padres. –Empezó hablando Leo un poco mosqueado, creo que el tema le interesaba tanto como a mí, por eso dejó en un segundo plano mi extraña ansiedad.
-Sí, estuvimos discutiendo con la sirvienta. –Liam dijo sirvienta… que poco me gustaba esa palabra… -Pero nada. Llamamos a Bryce al móvil y no lo cogió. Insistimos y nada. –Opción de la cabina… descartada. –Y Aaron tenía el contestador puesto. Lo tiene programado para que funcione de 11 y media a las 2 los fines de semana. Es costumbre suya, es que no quiere que lo llamen cuando duerme. Para él, el sueño es intocable, deberías saberlo ya. –Miré la hora instintivamente. Ni siquiera me paré en pensar en lo extraña que era la situación, mi mente funcionaba en ese momento sólo para encontrar soluciones y vías de escape. Eran las 12 y media… ¿Hace falta que diga que sin comentarios?
-¡¿Qué no puede recibir visitas?! Que raro… -Empecé muy fuerte y acabé como la que no sabía nada. ¿Me estaría quedando muy descarado? Mentir no era lo mío. Aunque para qué tanto disimulo… iba a pedirles ahora algo que convertía en una tontería todos mis intentos fallidos de disimulos. –Dame tu número. Le dije a Liam. Y tú también Leo. –Les pedí sin más. Se miraron los dos, con expresión de <Esta se ha vuelto loca>. Y sin que sirva de precedente, les di la razón, por primera vez.
-¿Para? ¿Estas intentando ligar con nosotros de forma disimulada y no sabe cómo? –Dijo Leo no poniendo demasiado empeño en darle el tono adecuado a la frase. Ya lo debía hacer como por rutina.
-Sí, me has descubierto. Pero dádmelos. –Dije yendo al grano, tenía tanta prisa por tenerlos que ni me preocupé en explicarme. Cómo no tenía móvil donde guardarlos, fui al mostrador a por un papel. Me fijé en Ashley y Karem, seguían las dos liadas con otras clientas. Sonreí inconscientemente al verlas.
-¿Lo vas a apuntar en un papel? –Dijo Liam siguiéndome al mostrador. Extrañado. Como si eso fuese algo prehistórico.
-Sí, he perdido el móvil. ¿Algún problema? –Los miré mal. Cosa que les dios más motivos para los dos romper a reír descaradamente. Todo el local se giró a mirarnos. Yo volví la cara hacia la pantalla del ordenador, en un intento fallido de disimulo falso.
-¿Cómo fue? –Preguntó Liam aún entre carcajadas menos escandalosas. Le dediqué otra mala mirada y con prisas en responderle, porque sabía que hasta que no se quedaran contentos cachondeándose de mí, no me darían los teléfonos, le respondí.
-Me quedé dormida en el autobús escuchando música y con las prisas al salir porque me estaban esperando, no lo cogí y me lo dejé allí. –Tenía el bolígrafo y el trozo de papel en la mano, listos para apuntar en cualquier momento. Las risas volvieron, mi impaciencia con ellas. Apretaba el boli fuerte contra el papel, intentando contenerme el meterles prisa de malos modos.
-¡Eso sólo te pasa a ti! Jajaja. -…
-Pero un chaval lo encontró y he quedado mañana para recogerlo… -Respondí en mi defensa. -Cuando los señores gusten, me dicen sus números de móvil. –Y mis ojos se entrecerraron para mostrar aburrimiento. En treinta segundos, ya estaban calmados. Y empezaron a numerar dígitos. Los apunté.
-Muy bien, a la tarde llamaré a alguno de los dos, espero obtener noticias sobre lo que está pasando en esa casa. –Dije guardándome el papel en el bolsillo del uniforme.
-¿Por qué tanto interés? ¿Estás interesada en alguno de los dos? ¿O querrás coger información ultra secreta para publicarla en la prensa a cambio de dinero? –Leo me miró levantando las cejas, en modo sospechoso.
-Sí, y con el dinero que gane, pienso comprarme una isla privada para irme allí a vivir el resto de mi vida. No te jode. –Respondí de un borde impresionante. Pero debía ignorar la otra respuesta.
-Joder, que estábamos de broma mujer. Ya nos conoces, no te pongas así. –Dijo Liam haciéndose la víctima.
-Y yo también. ¿Quién dice que no lo estuviera? –Dije sonriéndoles a modo victorioso. Esta era la mía.
-Jajaja. Cómo eres. –Dijo removiéndome cariñosamente el pelo de la cabeza.
-Anda, y quita esos morritos. –Y Leo empezó a pellizcarme las mejillas. Si es que son como niños pequeños.
-He estado comentando con Karem de quedar el próximo viernes en mi casa, -empezó hablando Ashley dirigiéndose a mí. Me sorprendió, no me la esperaba, -para volver a hacer una fiesta de pijamas como la del otro día. Nos lo pasamos genial. –Buuuuuf, a saber la de cosas que podían pasar de aquí al viernes. Pero iba a ir, evidentemente, yo no me perdía una noche así ya se pudiera juntar el cielo con la tierra… bueno, no, tanto no, eso era un problema muy gordo. Pero si aunque mi vida por aquel momento fuera una mierda. En mi mente seguía la idea de que algo malo iba a pasar.
-¡Genial! ¡Ya estoy deseando! –Respondí muy entusiasmada. Eso me había alegrado mucho, la verdad. La noche de la otra vez fue fantástica.
-¡Estupendo! ¡Paso a recogerte a las 8 a tu casa! Ya he quedado con Karem antes para recogerla en otro sitio. –Bien. Me venía bien.
-Pues listo entonces. Ahora me vas a tener toda la semana impaciente por el viernes. –Las tres nos reímos.
-Oye, que nosotros nos apuntamos, si hay chicas, allí que vamos. –Dijo Leo entrometiéndose.
-No, sólo chicas. –Respondió Ashley riéndose. Miré a Karem, sus ojos brillantes volvieron. ¿Al volver a estar en el mismo círculo que Leo? Que mona ella.
-Bueno, nos vamos ya, estamos estorbando en vuestro trabajo y se nos está haciendo tarde. Nos vemos pronto. –Dijo Ashley tras dejar de reírse. Me encantaba el ambiente de broma y desenfado que había en nuestro grupo.
-No mujer, si aparte de ellos dos, nadie más estorba. –Dije mirándolos. Me hicieron una mueca irónica en plan <me parto de la risa con lo que has dicho>. Le devolví la mueca. No cambiaba las conversaciones gestuales con Leo y Liam por nada del mundo. Bueno, tal vez exageraba. Lo que quiero decir es que me encantan.

-A ti te pasa algo. –Le dije a Karem un rato después de que todos se fueran, la estuve observando, asegurándome que de verdad le pasaba algo para afirmarlo. Y sí, volvió a su estado sombrío. Aunque por segundos volví a animarse. Para volver a oscurecerse de nuevo.
-¿A mí? –Intentaba disimularlo, pero a mí no me engañaba. –Puedes contármelo si crees que será mejor. Sabes que puedes contar conmigo para todo.
-No, ¿a ti? ¿Por qué piensas eso? Se lo estaba diciendo al maniquí, evidentemente. –Vale, tal vez me salió un poco borde. -¿Pues a quién si no? Estoy preocupada por ti. –Suspiró, sus ojos se agacharon de nuevo, recapituló un momento y habló.
-Se pronuncia <inseguridad y miedo>, y se llama <una mierda muy grande>… -Volvió a agachar la cabeza junto con la mirada. Oficialmente, estaba enamorada. Y si no me equivocaba mucho, Leo tenía todas las papeletas de llevárselo, no descarto a Liam por ser negro, ni mucho a menos, a mi los negros no me disgustaban nada en absoluto, por no decir que me gustan mucho, pero si me fijé bien, creo que lo estaba mirando a él cuando la mirada se le encendió y se le iluminó de esa manera en la que sólo una chica enamorada mira.
-¿Se pronuncia <me gusta> y se llama <nunca te enamores>? –Dije siguiendo el mismo juego de palabras que ella había usado.
-Que va… se dice <amor> y se pronuncia <sufre si no es correspondido>. –La abracé, no como antes, antes era un abrazo amistoso muy animado, este era transmisor de sentimientos. Ella me lo devolvió. Se sienten tan bien los abrazos. Sabía lo que era sentir eso, y sabía también lo mal que se pasa, pero no me arrepentía de nada. En el fondo, enamorarse es algo muy bonito, sea correspondido o no. Ayuda a conocerse a una misma. Y todo eso lo decía sin haber tenido la oportunidad de participar en él. ¿Cuántas cosas me estaba perdiendo? Dejé de pensar en ello, no sólo por el dolor que podía causarme la respuesta, sino porque Karem era lo primordial en ese momento.
-¿Sabes qué te digo? Que te quites todas esas inseguridades y miedos que no sirven para nada. Y hasta que no te asegures de que es imposible, no dejes de intentarlo. Si la otra persona merece la pena, tenga confianza contigo o no, no cambiará su actitud por ti si le dices lo que de verdad sientes. Si lo hace, es que no te merece. –Hablé bajito a su oído mientras manteníamos el abrazo. Cada vez se sentía mejor. Por un momento, tuve la sensación de estar diciéndome a mí misma lo que debía haberme dicho alguna vez. Irónicamente, le estaba aconsejando algo que no me había aplicado a mí misma. –Además, mírate, ¿quién va a tener inseguridades siendo tan estupenda como eres? –Más quisiera yo ser la mitad de guapa que Karem. Su piel de bronceado de último día de verano le quedaba mil veces mejor que a mí. Era otra tonalidad diferente, y estaba a juego con sus ojos marrón chocolate y su pelo castaño y lacio. Por supuesto, tenía un cuerpazo y un estilo que más de una quisiera. ¿De dónde sacaba la inseguridad? Muchas chicas feísimas se creen lo mejor del mundo, y no valen nada. Aunque claro, evidentemente, si mi Karem fuera de esas, yo no la querría tanto como la quiero.
-Valeria, cuando se está enamorada, las inseguridades salen, con motivos o sin motivos, de hasta la más inimaginable insignificancia. –Totalmente de acuerdo. Si pudiera estarlo más, sería ella misma.
-Exacto, insignificancias. –Y me aparté del abrazo para decírselo mirándola directamente a los ojos. Con las manos, la sujeté por los hombros, hubiera sido muy exagerado si lo hubiera hecho por la cara. –Hazme caso Karem. No tienes por qué zamparle el <te amo estoy enamorad de ti> de sopetón. Empieza cogiendo confianza, buen rollo, quedáis, os veis, pasáis tiempo juntos, cosas de esas. Fíjate en cómo se comporta, y cuando de verdad te sientas segura… ¡Zas! Y se lo dices. Aunque si todo va bien, no hará ni falta decirlo, cuando te des cuenta, lo vuestro será más que una amistad. –Era consciente de que si de verdad era Leo, las probabilidades de que él quisiera algo más que un rato divertido, eran casi nulas, pero nunca se sabe, las personas tienen sentimientos, y algunos nos se pueden ocultar por mucho que se intenten negar a uno mismo.
-Ya, pero créeme, cuando ves tan maravillosa y perfecta e a la otra persona, y la comparas contigo, piensas, ¿cómo una persona como ella podría fijarse en alguien como yo? Es como comparar un trozo de vidrio barato con una piedra preciosa. Sientes que es algo que escapa a tus posibilidades. Y cuanto más la miro para convencerme de que no es imposible, más inalcanzable veo que se pueda fijar en mí. –Es como si estuviese escuchando a mi propio pensamiento. Era exactamente lo que yo sentía continuamente. Con la diferencia de que ella tenía muchas más posibilidades que yo en todo.
-En serio, las dudas te están haciendo ver algo que no es. Quítatelas principalmente por ti, y luego para intentar conseguir algo con la otra persona. Porque eres espectacular. Más quisiera ser yo la mitad de guapa que tú.
-¡Oh de verdad Valeria! ¡Qué tonterías dices! ¡La mitad de guapa que yo dice…! ¡La que no te ves con claridad a ti misma eres tú!
-¿Qué dices? ¿Pero tú has visto mis pelos y mi color de piel? Ya si te hablo de mis ojos… -Dije mirándome al espejo, queriendo en el fondo no tener razón en lo que decía. Pero seguía viéndome un bicho raro.
-No están mal... –Dijo un chaval a mi lado. Creo que estaba hablando demasiado alto… Escuché una risita disimulada de Karem. Me acababan de dar un zas en toda la boca. Aunque si era para elogio, bien recibido era. –Pareces la versión femenina del gato Garfield.
-Gra... –¿Iba a decirle gracias? ¿En serio? -…cioso eres, ¿no? Aunque no lo parezca, me estoy riendo mucho, eeh. –Ironía. ¿Qué se creía el nota éste con las confis? Ni siquiera me fijé en él. En el tiempo de asimilar que me había dicho algo bonito y que tenía que responderle, había estado mirando al suelo avergonzada. Pero es que cuando fui a responderle, salió con la gracia, y el mejor desprecio es la falta de aprecio. No lo miré. Aunque ya sé que para eso no debería haberle respondido, pero como era tarde… lo “enmendé” sin fijarme en él.
-Venga mujer, no te lo tomes a mal. Si se veía simpático. Ese lo que quiere es ligar contigo. –Dijo Karem bajito a mi oído para que el otro no se enterase. Yo estaba de espaldas a él, al otro lado del mostrador, apoyada, hablando con mi amiga. Que por cierto, respondió dándome un codazo con segundas intenciones. Tantas como que podía leer literalmente en su mirada <está solo, aprovecha> ¿Esperaba que le echara los tejos al intento fallido de gracioso? Lo miré, tenía curiosidad por saber si era mono, si Karem me lo había aconsejado, era por algo. Tenía buen culo, una espalda musculosa y era alto. Pero ni de coña iba a tirarle los tejos, no era sólo curiosidad, todas mi voluntad estaba ahora en otra situación.
-No me cambies de tema. –La miré de reojo en una forma de <no te escaquees del tema>
-Bueno…Lo que me has dicho sobre ir cogiendo confianza, no es exactamente la solución, aunque si te soy sincera, ni siquiera se acerca un poco, es más, no es ese el problema… -Vale, vale, había pillado el mensaje.- Pero muchas gracias. Tus ánimos de verdad que sirven para mucho, porque las inseguridades sí que me las voy a quitar, o lo intentaré. –Y sonrió ampliamente, con sinceridad, sin ser una sonrisa forzada. Me alegré, había olvidado que nunca doy ni una, no sé por qué en este caso esperaba que fuera de otra manera, pero si ayudaba, me contentaba con ello.
-Bueno, ¿por ahora no es no correspondido, no? –Me paré esperando su respuesta, que fue un movimiento de cabeza afirmativo. Si Karem no le había dicho nada a Leo, no había respuesta, por tanto, oficialmente no había rechazo… ¿Pero era Leo lo que necesitaba Karem? Tenía mis dudas. Buscan cosas muy muy distintas. Podría hacerle daño a mi preciada amiga. Tenía que hablar con él. Que fuera un mujeriego, no quita que sea buena persona, una cosa no quita a la otra, y debe saber cómo hacer las cosas para no hacer daño a los demás. –Pues entonces por ahora, no es imposible.
-Hay amores imposibles pero correspondidos, y amores no correspondidos pero posibles. En mi caso, no sé en cuál estoy. Por lo menos, con tu discurso, voy a intentar averiguar cuál es. –No lo decía proponiéndoselo, lo decía segura de que iba a hacerlo. Eso era algo que me encantaba de Karem. Su decisión. Yo era tan distinta en ese tema…
-¡Deja la negatividad! ¡Que la posibilidad de correspondido y posible no las has metido entre tus opciones! –Y las dos comenzamos a reírnos en voz alta, sin ocultar nada. Lo decía ahora y lo sigo diciendo entonces. Al revés, lo decía antes y lo sigo diciendo ahora, Karem es la mejor, ella y su burbuja, la que hacía que cuando entrara dentro de ella, olvidara todos mis problemas. Porque estuve muy alegre todo el día, hasta que salí del trabajo y me despedí de ella hasta el lunes.

Me fui a la biblioteca de la ciudad. Andando. Prefería comerme el perrito caliente  por las calles de Nueva York, antes que por el subsuelo de Nueva York. Con el carnet de estudiante de la universidad era suficiente para usar los ordenadores. Sonreí al acordarme de Alan. Me había ayudado mucho anoche. Si no hubiera sido por él, habría estado muy muy mal hoy con el trabajo. Con el pen que me había dejado, me puse a colocar las fotos y tablas de información que le faltaban al informe de investigación. En mi casa no tengo internet, ni teléfono fijo. Realmente Alan era mi salvador de ayer y hoy. Aunque seguía con la intriga de la nota en la taquilla. ¿Quién la habría puesto? Y recordé lo que me dijo el gracioso de turno de la tienda, y lo relacioné con la flojera característica del famoso gato… Tenía que dejar de vaguear poniendo la excusa de que estoy pensando… Y volví al trabajo de investigación. La verdad, lo agradecí, así estuve toda la tarde con la mente ocupada en otra cosa. Sola en mi casa, le habría dado demasiadas vueltas a la cabeza.

Se hizo de noche. Me di cuenta cuando salí afuera. Hacía frío y estaba nevando de nuevo. Se me había pasado la tarde muy pronto, y todavía me quedaba parte del trabajo… Me fui porque era la hora de cerrarla. Nos invitaron a salir, como quien dice. De eso que te dicen algo que no gusta, pero que dicho con las palabras correctas, parece algo fantástico y todo. El camino hasta casa, sola con mis pensamientos, se me hizo eterno. Aunque me pasé antes por la tienda de regalos a comprar el nuevo libro de Alan. Había olvidado el de psicología en casa, porque no había planeado ir a la tienda, simplemente porque no me acordé hasta ese momento en que hice un esfuerzo enorme por pensar en otra cosa. Daba igual, ya me leería yo el de psicología, algo bueno que me ayudase podría aprender. Información sobre la mente y su funcionamiento nunca viene mal. Y pasé a comprar el de matemáticas sin entretenerme mucho, fue fácil, no tenía ánimo para que nada me llamase especialmente la atención. Bueno sí, había algo que podría llamar mi atención en esa tienda, la puerta mágica de Doraemon.

Pregunté por ella a una dependienta. Me indicó dónde había una. Me sorprendí, ¿cómo no estaban agotadas? Luego descubrí que era de juguete, y no era rosa, sino amarilla y con Doraemon dibujado saludando con todos su amigos… En mi intento desesperado por encontrar oportunidades  que me hicieran escapar de mi situación, incluso llegué a pensar que era posible que existiera… En ese momento, sentí que había hecho una gilipollez muy grande. Bah, ya no tenía remedio, nadie se había dado cuenta, la dependienta pensó que buscaba un juguete. Camino de la salida, vi a Garfield. Había varios modelos, uno sentado, otro esperando un abrazo, uno durmiendo, otro con cara de aburrido, otro comiendo… ¿Cómo no me había fijado la primera vez? Serían nuevos. Me fijé mejor, y un poco si se parecían a mí. Sobre todo en la forma redonda de la cara. Sonreí. Pero no lo compré, no llevaba ni dinero ni ganas de acordarme del “halago” del tipo de la tienda.

A la salida, vi una cabina telefónica. Me paré de repente. Yo tenía que hacer algo… ¿El qué? Me llevé un rato, y caí. Estaba bastante poco espabilada yo ese día. Llamé a Leo, esperaba noticias de Bryce. Saqué el papel del bolsillo y marqué tras echar algo de calderilla. Piiiii, piiii, piiii, piiii, piiii ¿estaba tardando mucho? ¿Yo era muy impaciente? ¿O es que no lo cogía?
-¿Diga? –Su voz sonaba extrañada. No esperaría que le llamara un número tan extraño, como son los de las cabinas telefónicas… ¿Es que se había olvidado de mí?
-¿Leo? Soy Valeria. Te llamaba por lo de esta mañana. ¿Te ha dicho Aaron que pasa? –Y le solté todo de sopetón, sin esperar ni nada. Estaba ya impaciente, y hambrienta por la cena. No había merendado, no tenía costumbre, pero sí hambre.
-Ah, eres tú. –Vale… no te emociones tanto de saber que soy yo… -Pues cuando se despertó, fue a hablar con él, y no le dirige la palabra. No porque no pueda o se lo impida nadie, es porque Bryce no quiere. Y no Aaron sabe por qué. -¿Qué Bryce no le habla a Aaron? ¿Qué está pasando?
-¿Qué se lo impidan? ¿Y eso? –Había muchas incógnitas en todo esto. Es como si una mano negra, superior a mí, se encargara de hacer que todo saliera mal.
-No lo sé, no dijo nada más. Sólo que antes de decir algo que no fuera cierto porque no estaba seguro, iba a investigar y enterarse.
-¿Qué me estás contando? –No me lo podía creer… no me lo quería creer. Volvía sin noticias.
-Pues exactamente eso que acabas de oír. –Su voz sonaba también preocupada. En mi caso, la voz, la respiración, el latido del corazón, el golpeteo de mi mano sobre la mesita de la cabina…
-En fin. –Dije cuando pasó unos momentos de adaptación a la realidad, aunque tampoco mucho, estaba haciendo que Leo perdiera el tiempo. –Gracias.
-De nada mujer. Otra cosa, le dije a Aaron que ibas mañana a quedar con el que tiene tu móvil, se ha ofrecido a acompañarte para que no vayas sola, por lo que pueda pasar con ese desconocido. –¡Oh! ¡Leo preocupándose por que no me pasara nada! ¡Oh! ¡Aaron decidiendo acompañarme! Estaba emocionada. –Se pasará por tu casa. Sólo dime la hora y se lo digo. -¡Que monos los dos!
-Es a las 2 de la tarde en la estación de metro de Lexington Avenue. Imagino que andando tardaremos unos quince minutos.
-Ok, pues lo llamo ahora y le digo que se pase a la una menos veinte.
-Leo.
-¿Sí?
-Gracias por todo. –No sé por qué no se lo dije de seguido… imagino que estaba pensándome si decirlo otra vez o no. Acostumbrada a estar chinchándonos todo el tiempo, me daba corte tanta afectividad.
-¡Qué tonta eres! –Ya estaba tardando en decir algo parecido. -¡Deja de decir gracias todo el tiempo! ¡Que hay confianza! ¡Pero sin aprovecharte eeh! ¡Que una cosa no implica la otra!
-Jajaja. –Risa irónica donde las haya. –Tú siempre tan tú.
-Y tú con tus cosas extrañas… ¡Pues cómo no voy a ser siempre yo! Ains… -Dijo a modo de regaño. –Pues nada, ya nos vemos el lunes, mascotita. –ò_ó ¿Mascotita? Ya estaba usando sus adjetivos de los suyos…
-¿Cómo que mascotita? ¡Yo no soy la mascota de nadie! –Y no le di tiempo a responderme eso, seguí hablando para decirle como quien no quiere la cosa lo que tenía que decirle con respecto a Karem. Aunque no entendiese en ese momento por qué lo decía, por lo menos para que lo tuviera claro. –Y cuidado con lo que haces con las personas que quiero. Confío en que sabes cómo llevar las cosas para que sea lo mejor para todos. –Si la rechazaba, no sería por Karem, era ella sencillamente la mujer que a todo hombre le gustaría tener, al igual que Ashley, sólo que la segunda en un nivel fuera de escala. Si la rechazaba, era por él, porque no quisiera atarse a ninguna chica para seguir su vida de mujeriego. Así que si lo hacía, que no la tratara como a un objeto, que fuera sensible y comprensivo. Aunque claro, yo seguía con mi esperanza y confianza en verlos juntos. Me gustaba esa pareja. Mucho.
-¿Podrías explicarte? –Preguntó intrigado. Por fin mostraba algo de interés hablando…
-No, sólo quédate con eso. Mientras lo sepas y lo cumplas, todo está bien. Pues eso, que no te voy a dar tiempo a que preguntes nada más, cuelgo ya. ¡Hasta luego! –Y pronuncié lo último escuchando su voz quejándose y queriendo saber más. Pero yo no podía decir nada. Lo sentía por su intriga… no… en verdad no lo sentía. Y me fui tan campante a mi casa, con la mente entretenida en Karem y Leo y no en mis propios problemas.

En casa, irónicamente cené lasaña precocinada, de las que sólo las tienes que poner a calentar. Creo que me estaba tomando demasiado a pecho ese comentario estúpido… me había vuelto a acordar del dichoso gato y de la idea de que era su versión en femenino. Bah... Comí rápido, tenía prisa, y me puse en mi ordenador al poco tiempo. Tecleando y pensando. Deseé no poder hacer dos cosas a la vez, sólo por un segundo, porque al momento caí en la cuenta de que si sólo hubiera podido pensar o teclear, estaba segura de que habría optado, sin poder evitarlo o remediarlo, por lo primero. Desvariando, me quedé dormida sobre el teclado. Desperté en mitad de la noche, con todo babeado, dolor de cuello e infinitos número 6 en la hoja del trabajo… creo que me había quedado dormida sobre esa tecla. Pero sólo lo creo. Además, tantos números seis juntos me daban mal rollo. No estaba mentalmente preparada para continuar, apagué el ordenador, puse el despertador temprano para el día siguiente. Mañana lo acabaría.

Y me acosté pensando en un encuentro imaginario entre Bryce y yo. Un encuentro que no supe crear, porque no sabía cómo actuar cuando me lo encontrara… Simplemente, sencillamente, quería verlo, aunque no supiera qué decir, ni qué hacer…sólo verlo. Sólo saber que todo iba bien… Pero tenía la sensación de que la piscina a la que me había lanzado por segunda vez al perdonarlo y darle la oportunidad de intentar una relación juntos, estaba cerrada por ser invierno. Una sensación que deseché y oculté al momento. No quería pensar en cosas que todavía no habían sucedido. No quería adelantar acontecimientos y sufrir por ellos cuando ni sabía que fueran a ocurrir. Y me puse a pensar en otra cosa… no me había lavado los dientes… Joder… ahora si me dormía sabiendo que los tenía sucios, me remordería la conciencia o peor, no conseguiría dormir sabiendo eso y perdería horas de sueño, más que si me levantaba ahora. Pero si me levantaba ahora, encendía la luz, probaba el sabor a menta y empezaba a centrarme en algo, me desvelaría…

¿En qué momento se me ocurrió a mí pensar en otra cosa para cambiar de tema? Recordé en ese momento el hilo de pensamientos que había dejado atrás. ¿Cuándo volvería a ver a Bryce? ¿El lunes en la Uni? ¿Y si tampoco se le estaba permitido ir? ¿Y si iba pero no podemos acercarnos a hablar porque está seguido de guardaespaldas que lo impiden? ¿Y si… Ya comprendía por qué había variado en el tema… Volví al “problema de los dientes” sin olvidarme por completo de aquello que me preocupaba. Me levanté, me los lavé y me volví a acostar, ahora desvelada y sin poder parar de pensar en Bryce.

En mi intento desesperado por no pensar y dormirme, empecé a contar gatitos. Me gustaban más que las ovejitas, son más cuquis. Cuando me di cuenta, estaba creándome imágenes de Garfield, junto con los peluches que vi en la tienda. Y me entró la mala leche al recordar el comentario malintencionado del gracioso de turno de la tienda. Bueno, la irritación era preferible a la desesperación un millón de veces. Sí, me había entrado la mala leche, pero había conseguido dar de lado a la incertidumbre que me comía por dentro. No podía hacer nada al respecto, sólo esperar al lunes para ver qué pasaba, y decidir entonces como proceder después. Por ahora, iba a dejar de sentirme mal por algo que seguía repitiéndome que era cuestión de tiempo. Y me percaté de que había vuelto al tema Bryce… Fue acordarme de que no me acordaba y volver inmediatamente a recordar… 1 Garfield, 2 Garfields 3 Garfields, 4 Garfields, 5 Garfields… se balanceaban sobre la tela de una araña… ¿Pero qué digo? Tengo la extraña sensación de estar mezclando canciones… Tsss, estoy tan afectada, que ya desvariar, algo que me sale inconscientemente de forma natural, ni me sale bien… pero como veían que no se caían, fueron a llamar a otro elefante.