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Refranero

viernes, 23 de diciembre de 2011

Capítulo 25: La neurona

Capítulo 25: La neurona
Ò_ô ¿Gata salvaje? No había que ser demasiado inteligente para saber por qué lo decía. Gata por mis ojos de distinto color y salvaje porque no me dejaba “domesticar” ni doblegar ante nadie. Me había gustado ese nombre, oye. Por esa se iba a librar. Era original y sin mala intención. Me puse rápido la lentilla, que ya estaba limpia y salí de allí.

Al momento me acordé de Alan. Que mal. Me había olvidado de él con todo el jaleo. Cogí el móvil para llamarlo y pedirle disculpas cuando vi el mensaje que había sonado esta mañana mientras me duchaba. Qué cabeza la mía. Típico, recibes un mensaje, decides leerlo después y se te olvida. <Valeria, este fin de semana me he resfriado, fui a visitar a mis padres y por allí hay un virus de la gripe y lo he cogido. Siento mucho no poder ir. Por ti me levantaría de la cama e iría, pero no quiero contagiarte. Nos vemos pronto. Un beso. Alan.> Cierto, mi madre anoche me dijo que por allí había una epidemia de gratis. Le pobre Alan la había cogido.  Le respondí en ese mismo momento el mensaje, si lo dejaba para después, se me olvidaría con total seguridad. <No te preocupes Alan. Sabes que la Uni ha estado muy tranquila desde hace tiempo. Si surge algo, sabes que sabré como solucionarlo. Mejórate pronto. Un beso. Valeria.>  No quería preocuparlo, si salía de cama podría emporar y su enfermedad ir a peor.

Decidí que lo que quedase de descanso, lo pasaría tranquila en el estanque. Incluso se me habían quitado las ganas de comer. Ahora solo quería relajarme y pensar sobre lo que había pasado. ¿Enserio había estado a punto de besar a Bryce? Sería porque me quedé sin defensas por aquel momento inesperado y por su intensa mirada. Ni loca lo habría besado en una situación normal. De camino al estanque, empecé a escuchar una melodía. La melodía de Aaron, él estaba allí. No quise molestarle, así que me acerqué cuando acabó.

-Hola. –Le dije. –Sé que ya te lo dije antes, pero me encanta esa melodía. –Tranquilizaba mi alma. Me había hecho olvidar incluso el sofocón del comedor.
-La he compuesto yo. –Me dijo mirando al estanque. ¿Por qué tenía esa manía de mirar a otro lado cuando hablaba con la gente? Aunque me encantaba. Era una de esas cosas que, en otra persona odiarías, pero que en esta adorabas.
-¿Eh? –Me había sorprendido. Estaba traumada por la otra vez que se enfadó conmigo cuando le hablé de su melodía. Por eso no me esperaba esa respuesta.
-Vaya, pues eres realmente un genio. ¿Para quién la compusiste? –Era entrometerse demasiado, pero ya que lo encontraba de buenas, tenía que aprovechar.
-¿Sabes cuál es la diferencia horaria entre California y Nueva York? -¿Eh? Algo no me cuadraba. ¿A qué venía esa pregunta? Me dejó confundida. Pero porque se había girado a mirarme directamente. Su mirada era embriagadora.
-Pues no lo sé… -Y si lo hubiera sabido, no estaba mi cabeza como para pensar y responder.
-Da igual, no importa si no lo sabes. –Dijo volviendo la mirada a una ardilla que empezó a acariciar. A mí ni se me acercaban. Pero no me importaba. Nada importaba si estaba junto a Aaron. Simplemente me sentía feliz. Como si no existiesen los problemas.
-Siempre he tenido una pregunta... –Quería cambiar de tema. Quería conversar con él. -¿Por qué vienes tanto por este lugar? –Aunque de verdad tenía esa pregunta.
-Pues por lo mismo que tú, ¿no? –Esta vez lo dijo mirando otra vez al estanque. –Es un lugar sereno. Como si la tierra parase de girar cuando estoy aquí. Y me alejo de la bulla artificial y materialista de los pasillos y el comedor de la Uni. –Guau. Cada día me sentía más atraída por él. Yo también iba al estanque para salir de la bulla de la Uni, pero el mundo sólo se paraba cuando estaba con Aaron.
Y en ese momento tocó el timbre que indicaba el final del descanso.
-Será mejor que vayamos ya a clase. –Dijo levantándose y cogiendo el violín.
-Sí. –Aunque para mí no era lo mejor…

De camino a clase por el pasillo, iba yo pensando en qué quería decir Aaron con lo de la diferencia horaria entre California y NY. Me dejó desconcertada al enlazar por quién había compuesto la canción y lo de la hora. Por eso no me di cuenta de que Angela y las demás me habían hecho una encerrona frente a la puerta de la clase.

-Pero mira quién tenemos aquí. Si es la mala hierba de esta universidad. –Angela estaba cruzada de brazos delante de mí, cortándome el paso. –Te hemos visto entrando en el edificio con Aaron, ¿todavía sigues detrás de él?
-¿Qué quieres ahora? Estás estorbando, como de costumbre. –Esta chica me ponía de verdadero mal humor.
-El otro día nos tomaste por tontas. Campesina. –Dijo Cindy. –Pero hoy vas a tener que aceptar la cruda realidad. –Sonreía de pura maldad.
-Mira esto. –Y Stephanie me lanzó una revista a la cara. Ni la cogí. Simplemente, por instinto, miré al suelo para verla, una vez que cayó. “Ashley Godmes”, aparecía en grande en la portada. Era la que me habían nombrado el otro día en la fiesta.
-¿Quién es ella? –Pregunté sin pensar.
-Ella es el amor de la infancia de Aaron. Pero como ella es dos años mayor que él. Se fue al extranjero a trabajar. Sin embargo, ahora se rencontrarán y tú no tendrás nada qué hacer. –Angela no se dejaba ni un detalle atrás.
-Si te fijas bien, ella es guapísima, toda una diosa. Tú no entras ni en las cala para compararte con ella. -¿Y acaso Cindy si entraba?
-Y va a volver de California a Nueva York dentro de dos días. –No tenía palabras. Sólo pensaba en “California”. Ahora lo comprendía todo. Y me dolió.
-¿Ves Valeria como el que ríe el último ríe mejor? Hemos esperado hasta este momento en el que hemos visto la revista que anuncia su vuelta, para destrozar tu pequeño corazón en mil trocitos. –Angela estaba disfrutando realmente con ese momento. Se le veía en la cara.
-Toma, ahí tienes la revista, te la regalamos para que la leas y veas por ti misma que no te mentimos. Ala ala, adiós. –Y se dieron la vuelta las tres para irse. En un acto impulso, cogí la revista del suelo. Pero no para leerla precisamente.
-¿Angela? –Ella se giró para saber qué quería. Y realmente lo supo. Y además que lo supo muy bien. Tan bien, que le dejé hasta la marca en la cara durante unos cuantos minutos, del canto de la revista. Que la había recogido para lanzársela. –No quiero “regalos” de unas arpías como vosotras, que se muerden la lengua y se mueren por su propio veneno. –Me había quedado hasta bien la frase y todo. –Y os compadezco, siento que vuestra vida sea tan triste como para no tener nada mejor que hacer que meteros en la mía. -Dije mientras adelantaba el paso, y las apartaba de mi camino para entrar a la clase.

Las dos últimas clases, estuve atendiendo todo el tiempo. Era como al principio, cuando estaba traumatizada por el intento de violación, que me afectaba para un mejor rendimiento en la clase. Pues ahora lo mismo. Parecía que mi mente solamente funcionaba bien a base de palos. Que triste… Aunque en el fondo, ella, por libre, decidía poner el modo automático en los peores momentos para evitarme dolor innecesario.

A la salida, fui a beber a la fuente de al lado de la gran palmera. Allí me encontré con Leo y Liam. Estaban sentados en el césped bebiendo.
-¡Anda! ¡Si es la chica virgen y de la clase trabajadora! –Leo como siempre…
-¿Os importaría mucho dejar de llamarme así? –Dije irónicamente y con cara de estar un poco mosca.
-Bueno, bueno, como quieras. Anda, ven y siéntate con nosotros. –Decidí sentarme. ¿Por qué? Eran del grupo enemigo, pero ellos nunca me habían hecho nada. -¿Quieres un trago? –Dijo Leo ofreciéndome una copa.
-Ya sé que no es correcto beber alcohol en el patio de la universidad, pero podríais cortaros un poco, digo yo, ¿no? –Ahora me había dado el punto educador… Valientemente.
-¡Aguafiestas! No es alcohol alcohol…es licor… -Dijo Liam.
-¡Oh! Cierto, había olvidado que el licor no lleva alcohol… ¡Es sólo otro componente que casualmente tiene el mismo nombre y la misma escala de graduación que el alcohol! –Modo ironía, ON.
-A ver… compréndelo, Liam y yo nos aburrimos mucho aquí sin chicas buenas por aquí. Aunque veo que Bryce no se aburre tanto como nosotros… -Indirecta de Leo. –Si no hubiese sido por el inoportuno estornudo de Liam, -dijo mirándolo de reojo con mirada asesina, -¡¡tal vez hubieras perdido la virginidad!! –Que le gustaba dar en los puntos bajos… Dicho Leo, tenía más ingenio que todas las víboras esas, aunque no tanta malicia. Yo diría que sólo es que se divierte picando a la gente.
-Bah, chupadme un pie. –Estaba ya por levantarme e irme.
-Jajaja, eso es lo que tu has estado apunto de chuparle hoy a Bryce, ¿no? ¡Una pena que os interrumpiéramos como ibais a retomar lo que dejasteis a media en el comedor! –Ahora se le había sumado Liam… No podía con estos dos, tenían la mente demasiado pervertida. Una pena que los hijos de mi vecina de enfrente, fuesen a convertirse en semejante energúmenos como estos por mi culpa…
-Bah, no pienso caer en vuestros juegos, ahí os quedáis. –Y me di la vuelta para irme. Ni siquiera hicieron nada para impedirlo… ¡Serían desgraciados! Aunque también… que iba a esperar yo de ellos…
-Oye, ¿y has visto hoy la revista InTouch? Sale Ashley en la portada, guapísima como siempre. La he ojeado y anuncia su vuelta a Nueva York después de su carrera como modelo en California. –Comentó Liam. Decidí quedarme para terminar de enterarme.
-Pues claro que sí. Iba el otro día por la calle y la vi de refilón en un quiosco. ¿Cómo podría pasar desapercibida para mi Ashley? –Continuó Leo. –Ahora comprendo por qué Aaron ha estado tan raro, bueno, más de lo normal, estos días.
-Pues sí, además, ¿te has fijado que en estos dos años, Ashley se ha convertido en todo una mujer hermosa? Tiene que tener pretendientes oficiales a puñados.
-Seguro. Pero fíjate que ella siempre ayuda todos, ha salido como patrocinadora de una pequeña compañía de seguros.
-¿De seguros? ¿Y eso se puede patrocinar con una modelo? –Liam estaba extrañado, y yo también.
-Sí. Ella es el “ángel de la guarda”, en relación a lo que es la compañía de seguros para las familias. Mola mucho el anuncio. Sale ella toda vestida de blanco, con alas y halo. Parece un verdadero ángel. –Leo ya estaba fantaseando.
-Vaya, si es que no hay nada que ella no pueda hacer. –Concluyó Liam. Como vi que la conversación no continuaba por donde yo quería, me tocó intervenir.
-Bueno, ¿y qué tipo de relación hay entre ella y Aaron? –A ver si no se notaba mucho mi descaro, y respondían.
-Ashley es el primer amor de Aaron. Lleva enamorado de ella desde primaria. –Respondió Leo.
-A ver. Él siempre ha sido la personalidad opuesta a Bryce. Por muy gemelos que sean, sólo se parecen el físico. Aunque creo que Aaron es así porque ha tenido que amoldarse a todos los caprichos e impulsos de Bryce. –Liam fue un poco más explícito, y se lo agradecí. –Y por eso siempre ha sido muy introvertido. Incluso hoy día se le puede notar.
-Sí. Cada vez que jugábamos los cuatro, él se sentaba en una esquina, ponía la cabeza sobre las rodillas y se limitaba a  estar en su mundo con la mirada perdida. –Leo continuó. Vaya, un detalle por su parte. –Y algunas veces se ponía peor cuando nos íbamos los tres solos por ahí a gamberrear.
-Exacto, pero eso cambió cuando Ashley apareció y entró en su vida. Tenía dos años más que nosotros. Pero vino como su verdadero ángel de la guarda. Se pasaban horas y horas en el “lugar secreto” que ella le había mostrado. -
-Sí, era un simple estanque con ardillas. Nunca entendimos qué le veían a ese lugar. Sólo que poco a poco fue sacando a Aaron de su caparazón. Y él empezó a sonreír y mostrar otros sentimientos aparte de la indiferencia. –Ahora lo entiendo todo.
-Ashley es una mujer maravillosa. Estuvieron pensando en llevar a Aaron al psicólogo. Y bastó la mera presencia de ella para traerlo a la vida.
-Pero ella se fue a California antes de que Aaron le confesara sus verdaderos sentimientos. Tengo ganas por saber qué pasará ahora cuando ella vuelva.
-Y yo, las mujeres maduras son las mujeres. –Liam como no…
-¡No es ese el asunto so pervertido! ¡Estás hablando de nuestra mejor amiga! –Leo estaba “indignado”.
-Que ya lo sé hombre, sólo estaba bromeando para ver qué decías. Jajaja. –Los dos empezaron a reírse. Qué felices vivían. Sin complicaciones de ningún tipo. Ojalá yo tuviera esa facilidad también. Porque en ese momento, incluso me dolía la cabeza de no querer pensar. Seguro que salían todos mis sentimientos en el momento más inoportuno.

En el trabajo. No hablé nada con Karem al respecto. Aunque ella ya sospechaba que algo me pasaba. Era evidente si no me veía sonreír y me pasaba pensativa todo el tiempo. Sin embargo, me conocía también, que sabía que si no quería contárselo, lo mejor era dejarlo pasar hasta que me sintiera con ánimos. Se lo agradecí enormemente. Aunque lo gracioso es que yo en esos momentos de quedarme pensativa, no pensaba nada, simplemente me quedaba con la mete en blanco mirando un punto fijo. Como si fuera loca. A las ocho salí. Nos despedimos y hasta mañana.
En el camino, decidí tirar por otra parte para pasar por la óptica. Tenía que encargar una nueva lentilla. Por mucho que hubiera puesto esa bajo el chorro de agua, no quitaba que estuviera dañada o necesitase comprar más porque no tenía ninguna en mi casa. Así tiré por la avenida principal, que siempre estaba abarrotada de gente, coches, tiendas, y carteles publicitarios. Por eso todavía no entiendo cómo pude ver a Aaron entre la multitud observando fijamente un cartel. Lo achaqué a que inconscientemente me sentía atraída por él, como si fuera gravedad, él el planeta y yo el satélite. En el cartel que miraba, aparecía una chica guapísima. La reconocí al momento, era Ashley Godmes. No sabría decir quién era más hermosa, si Rose, la hermana mayor de Aaron y Bryce, o Ashley. Las dos parecían ser de un planeta superior con una genética superior. Tenía los ojos color miel, pelo color del caramelo, ondulado, y largo, muy largo, por la cintura. Rasgos faciales perfectos. Salía ella “volando” sobre una casa con el tejado abierto, donde en su interior se veía una familia en el calor del hogar. El eslogan era: Ni los ángeles de la guarda, te cuidarán mejor que Security. Me acerqué a Aaron.

-A ella te referías esta mañana en el estanque, ¿no? –Las palabras salían solas de mi boca. –Viene dentro de dos días desde California. Por eso me preguntaste por la diferencia horaria. –Ni me atreví a mirarlo a la cara cuando hablé. Aunque tampoco es que él me hubiera mirado a mí.
-¿Estás tú hoy muy preguntona, no? –Dijo de una manera, en la que no lo había visto nunca. En un tono de chulo.
-Y tú muy susceptible desde que te enteraste de que tu primer amor está de vuelta, ¿no? –Estaba temblando. Pero no precisamente de frío. Estaba muy nerviosa.
-Y a ti eso te entristece, ¿no? –No podía creer que ese golpe bajo lo acabar de dar él.
-Tú no eres el mismo Aaron de siempre que yo conozco.
-¿Y acaso tu conocías realmente al verdadero Aaron? –No daba crédito a lo que estaba escuchando. Él no había sido nunca así. El Aaron que yo conocía nunca se habría puesto a jugar con mis sentimientos tan descaradamente. Simplemente me habría rechazado. Pero no podía evitar quedarme hipnotizada mirando sus ojos que me absorbían. –Estás preciosa cuando te sorprendes. –Dijo medio sonriendo. Y se fue.

Y allí me quedé yo. Sola, aturdida, desorientada. Sabía que todas las emociones que había estado reprimiendo durante días, iban a salir en el momento menos inesperado. Y fue ese. Yo tan oportuna como siempre. Valeria, por mucho que te duela, no estás enamorada de Aaron. Valeria, por mucho que tu corazón se haya roto en mil pedazos, no estás enamorada de Aaron. Valeria, por mucho que todo tu mundo gire alrededor de él desde que lo conociste, no estás enamorada de Aaron. Valeria, por mucho que… estaba enamorada de él. Que triste. Prefería mil veces, enfrentarme al G4 y a todo la Uni, antes que quedarme sola con mi pequeño corazón destrozado. NO. No estás enamorada, Valeria. Es sólo que ha sido el primer chico que te ha tomado en serio en tu vida. Todo esto empezó cuando te salvó de los cuatro tipos que intentaron violarte en el pasillo. Es sólo simple y mero agradecimiento. ¡¿VALE?! Y lo pensé en voz alta para convencerme más a mí misma. Aunque no quedó muy convincente.

Al parecer, en toda mi cabeza, fue sólo una única neurona la que reaccionó para enfrentarse a las demás, y decirles que no, que yo no estaba enamorada. Y esa neurona era la que se había estado encargando, sola, de no hacerme pensar en el tema durante todo este tiempo. Esa única neurona, había sido mi soporte de estabilidad emocional todo ese tiempo, además. Le tenía mucho cariño a esa neurona. Porque, todavía, aun seguía luchando por mi. Aunque sabía que en algún momento, ya no tendría fuerzas para continuar. Y me daría de bruces contra la realidad, y el tiempo de adaptación sería mas precipitado. Pero, yo apreciaba a esa neurona. Porque claro, nadie se equivoca queriendo, eso es evidente. Y esa neurona, estaba dando lo mejor de sí misma, porque aunque se equivocara en su decisión, ella lucharía hasta el fin por lo que verdaderamente creía. Y al final, esa neurona era como yo. Por eso la quería más que a ninguna otra.

Capítulo 24: Gata salvaje

Capítulo 24: Gata salvaje

Cuando me dio por mirar el móvil, vi unas cuantas muchas llamadas de Alan. Oops, lo había olvidado por completo. Lo llamé, y le dije que no se preocupara, que estaba bien, y que lo sentía. No quise darle más explicaciones, me avergonzaba por lo que acaba de vivir hace 10 minutos… Me fui directamente al trabajo. Pedí disculpas también. Por culpa del dichoso Bryce, ahora tendría que hacer horas extras, pero Karem se ofreció a pasarlas conmigo. Esa chica es fabulosa, le conté lo que me había pasado y empezó a reírse descaradamente en mi cara. Qué feliz es. Me dijo que no le diera demasiada importancia, que a los ricos estos se les iba la olla de vez en cuando. Y tenía razón. Una reacción muy diferente a la que tuvo cuando le conté la jugarreta que me habían hecho Angela y las demás. Ella también se sentía ridiculizada junto conmigo. Tuve que calmarla, casi rompe algo desquitándose con lo que encontraba a su alrededor. Dijo que algún día se vengaría ella misma de ellas. Me gustaría ver a mí ese momento.

Por la noche, llamé a mi madre, le hablé sobre mi día. Le dije que nada especial. No quería sobre-preocuparla por “tonterías”. La única novedad es que por allí había una epidemia de gripe, que ellos todavía no la habían cogido. Mira, mi familia tenía la suerte que yo no tenía. Y me acosté de inmediato, estaba muerta. Lo único que me paré a pensar antes de caer en la inconsciencia, fue la sonrisa deslumbrante de Aaron, era lo único que calmaba mi angustia. Cuando me levanté al día siguiente. Me duché pero no me lavé la cabeza. Una cosa era no querer el tratamiento que me había pagado Bryce, y otra desaprovecharlo… Así que decidí dejarme el peinado un par de días más. Y ciertamente, me sentía ahora mucho más segura gracias a mi melena, me daba como protección al aparentar que tenía mucha personalidad.

El fin de semana no me sentí con ganas ni fuerzas para ir a visitar a mi familia. Lo pasé estudiando y limpiando. Estaba desaprovechando mi juventud, pero es que cuando no se tienen ánimos, no se tienen. Además, recordé las sabias palabras de Karem, “si retrocedes un paso, que sea para coger impulso”, y ese impulso lo necesitaba.

Vi que llegó el domingo y no había crecido mi característica energía. Y eso que me había esforzado mucho en no pensar. Tal vez sería por eso que no se reponía, la había estado usando mantener mi mente alejada de Aaron y mi imposibilidad con él. Así que opté por algo que debía haber hecho desde el principio. La música. Estaba lista para acostarme esa noche, y me dio el punto de poner música y empezar a bailar. Pero entre el momento de empezar a bailar y el momento del advenimiento de la idea, pasó un tiempo, el tiempo de encender el ordenador y pinchar en la carpeta de archivos de música “Perrea”. Ahí había canciones de reggaetón principalmente, es decir, canciones que tal y como el nombre de la carpeta indicaba, eran para perrear. Seleccioné todas, le di a modo aleatorio y decidí que el azar eligiera. Y eligió bien. Era la de “Drop it on me” de Ricky Martin. Estaba en bragas y con la parte de arriba del pijama, pero no me preocupé por más. Puse a tope los altavoces y me puse a bailar como si me fuese la vida en ello.

Necesitaba liberar tensiones, y la mejor manera era esa, atreviéndome a hacer a solas lo que nunca me había atrevido a hacer en una discoteca. Así que me salió la vena porno y empecé a contonearme como una gata salvaje en celo por todo el cuarto. Estaba yo encima de la cama como si fuese la tarima de la disco cuando me empezaron a doler las caderas de tanto moverlas. Por eso me bajé de allí y salí camino de la sala, en el camino pasé por la cocina y cogí la fregona para usarla a modo de barra americana. “¡Muévete duro! ¡Muévete duro! ¡Muévete duro! ¡Muévete duro!” ¡En ese momento lo daba todo! Dejé la fregona y empecé a revolcarme por el sofá como si me hubiera entrado una ardilla en las bragas y no pudiera quitármela con las manos. Aunque más bien parecía que me había dado un ataque epiléptico. La canción acabó. Pero me quedé con más ganas de Ricky Martin, por lo que fui al ordenador a poner otra. “Living la vida loca” “La copa de la vida” “She bangs” “La bomba” “Pégate un poco más” Una tras otra venía a mí como pedacitos independientes que poco a poco iban recomponiendo mi destrozada coraza. Al final acabé agotada, tirada en el sofá, sin fuerzas pero con toda mi energía. Si la gente aprendiese a liberar las penas y tensiones por medio de la música, los psicólogos colapsarían las oficinas del paro.

La gran sorpresa fue que lo habían visto los dos hijos de la vecina del edificio de enfrente. Fue bastante cómico, tirada en el sofá, con la respiración muy agitada después de tanto meneo, me giro y los veo a través de la ventana con la boca y ojos muy abiertos. Jajaja, ¡que graciosos! No pude empezar a descojonarme yo sola. No, Valeria, piensa con la cabeza, es muy grave que lo hayan visto. ¡Empieza a preocuparte! Oh Dios. ¿Qué había hecho? ¡Había pervertido a aquellas dos almas puras inocentes e infantiles! Su sorpresa había sido más grande que la mía. No es lo mismo ver que te observan haciendo bailes subidos de tono, que ser un chico en pleno paso de la niñez a la adolescencia  y darse cuenta de que su vecina del edificio de enfrente había despertado sus deseos sexuales. Tal vez había creado a dos de los futuros sucesores del G4… Bah, para dos hombres mujeriegos más en el mundo, tampoco había causado una gran catástrofe. Así que me acosté y caí dormida de inmediato. Como se suele decir, esa noche dormí como un bebé.

Al día siguiente me levanté, me estaba duchando y sonó el móvil. Un mensaje. Cuando saliese lo vería. Pero se me vino el tiempo encima, y me puse la lentilla tan deprisa que luego empezó a molestarme. Estaba en el metro de camino a la Uni, bastante impaciente por no llegar tarde, no fijaba la mirada en ningún sitio, pero algo captó mi atención. Precisamente, cuando menos quería pensar en lo sucedido aquel día en la casa de Bryce, voy y me encuentro en la portada de un periódico su apellido. Eso era lo que me había llamado la atención. <Otra compañía más sucumbe al monopolio Domioyi> Maravilloso… Era un periódico que un pasajero del metro estaba leyendo. No muy descaradamente me puse a leer la información.

<Esta vez le ha tocado el turno a la compañía Cobain. Esta empresa de telecomunicaciones ha sido fagocitada por el monopolio financiero Domioyi. Llevaba un tiempo con severos problemas económicos, despidos incontrolados y deudas astronómicas. Ayer finalmente la noticia de su quiebra ha sido confirmada. Miles de personas se encargarán de aumentar la lista de desempleo que acucia al país. El propio dueño de la empresa, Earl Cobain ha declarado que la propia compañía Domioyi llevaba desde hacia tiempo queriendo hacerse con la totalidad de su mercado, que iba comiéndole camino y adueñándose de sus inversores, comprando sus acciones y robando su clientela con ofertas excesivas y desorbitadas para una compañía mediana como la suya. ¿Cuál será la siguiente empresa que sucumbirá a la supremacía de la Corporación Domioyi? Con esta ya van diez  en el año. Gracias a esta compañía, las calles de diversas ciudades del país se van llenando de personas sin techo donde vivir. ¿Cuál es el futuro del país? Tal y como pinta el panorama, bastante oscuro.>

Vaya, con bastante trabajo para leerlo, porque había gente que andaba de un sitio a otro, gente que entraba y salía, y demás objetos de por medio. A todo eso sumado que yo iba de pie agarrada a una de las asas y con el traqueteo del metro mi cabeza se iba moviendo de un lado para otro, y no podía leer bien. Pero la noticia era devastadora. ¿10 empresas habían quebrado por su culpa en lo que iba de año? Increíble. Y pensar que toda esa gente iba a pasar a vivir en la calle si no encontraban pronto trabajo… Me sentí muy mal por las familias, pero era algo que yo no podía hacer. Afortunadamente, para no seguir torturándome en vano, la puerta del metro se abrió y yo salí corriendo, llegaba tarde, no pensaba en nada más.

En la Uni, tenía las tres primeras clases con Shelby, no me separé de ella en todo el tiempo, no quería quedarme sola, no tenía ganas de aguantar a Angela y las demás. En el descanso iba con prisas al comedor para comprar el almuerzo para mí y Alan. Quería invitarlo yo esta vez, y como sabía que él no se dejaría, tenía que hacerlo sin que él lo supiese. Llegué la primera al mostrador y al momento ya se formó la cola tras de mí. Pero apareció Bryce con Leo y Liam, y se colaron. Ni siquiera había pedido cuando ellos llegaron.

-Tú, chica pobre. ¿No sabes que nosotros tenemos preferencias?-Dijo Bryce, como no, con su injusta autoridad.
-Mira, no tengo ganas de discutir con un retrasado. Así que piérdete y déjame en paz. Yo he llegado primero y pido primero. –Hoy me molestaba ver su cara más que de costumbre. Me molestaba la lentilla y estaba de muy mal humor.
-¿Estás segura? Llevas unas semanas muy tranquilas, puedes volver a ser el centro de atención.
-Habla con mi mano. –Y cunado fui a mover el brazo para mostrarle la palma de mi mano, le di sin querer al bote de kétchup que había en la encimera. El bote calló abierto y derramó un poco en su zapato. Maldición.
-¡Vaya! Parece que el destino está de mi parte, y ha querido facilitarme las cosas. Lame ahora mismo el kétchup de mi zapato o volveré a poner a toda la Uni en tu contra. ¿O en serio te creíste que te dejaron en paz por ti misma? –Desgraciado. Puso cara de satisfacción. Sus ganas por humillarme eran mayores que su enfado por la mancha. Pero no iba a conseguirlo.
-Eres muy inocente si crees que voy a hacer eso. –Silencio. Todo el mundo estaba atento a ese momento.
-Muy bien, tú lo has querido. ¡Hey! Enseñadle todos quién manda en esta universidad. –Y dicho esto, se congregó todo el mundo a mi alrededor. Esto era de película. ¿Dónde se había visto semejante cosa? Ni loca iba a obedecer a dicha humillación. Ni aunque fuera un corro de zombis que quisieran comerme el cerebro.
-¡LÁMELO! ¡LÁMELO! ¡LÁMELO! ¡LÁMELO! – gritaban todos al compás. ¿Es que nadie iba a aparecer para rescatarme de allí? ¿Dónde estaba Aaron?

Me quedé parada, sin reaccionar, aunque no sabía qué iba a hacer, sí sabía qué no iba a hacer, y era chuparle el pie a Bryce, nunca mejor dicho. El ojo derecho empezó a llorarme, era la maldita lentilla. Empecé a refregarme el ojo con la mano, sabía que eso no debía hacerse, pero por lo menos me calmaba temporalmente el dolor. La gente seguía gritando “lámelo” pero yo pasaba de ellos. Pensaba terminar de secarme el ojo y desaparecer, ya pediría la comida en el comedor del campus de Biomedicina. Pero en ese momento un gracioso de turno me empujó hacia el pie de Bryce, que incluso se había sentado con las piernas cruzadas para no tener que esperar de pie, el muy simpático. Por culpa de ese niñato, mi lentilla se cayó al suelo. Dios no, la había perdido.

-Eres un desgraciado Bryce. ¡Te odio! - Ahora esta gente tendría un motivo más para hacerme la vida imposible. Y todo por culpa de Bryce. Mis problemas no acababan por su culpa. Cogí la lentilla del suelo y me fui de allí corriendo, abriéndome paso entre la gente como pude, primero porque no se apartaron, tenía yo que empujarlos, y segundo porque llevaba mi ojo tapado con la mano y no veía muy bien.

Fui corriendo al cuarto de baño más lejano. No quería encontrarme con nadie que me persiguiese. Así llegué a los que estaban fuera del edificio, junto a las canchas deportivas. Limpié la lentilla con agua del grifo. Puse antes el tapón al lavabo, para no tener la mala suerte de que se fuera desagüe abajo. La puerta se abrió. No quise ni mirar. Agaché la cabeza para mirar hacia el lavabo, no podía arriesgarme a que viese mi cara por el reflejo del espejo.

(Just the way you are- Bruno Mars)
-Valeria, no era mi intención hacerte llorar… Sólo quería desquitarme un poco contigo. –Era Bryce, ¿ahora le había entrado remordimientos de conciencia? Pues que le den. Que piense las cosas antes de hablar. Además, no estaba llorando, era por la lentilla. A ver cómo le hacía yo entender eso sin que supiera lo del ojo.
-Vete, déjame en paz. Y no te creas tan importante, no eres el centro del universo. No estaba llorando. –Dije sin darme la vuelta.
-¿Ah no? ¿No estabas llorando? Pues entonces mírame a la cara y demuéstramelo. –Su voz sonaba desafiante. Y su cara lo mostraba también. Lo veía a través del espejo. Miraba con cuidado para que no me descubriese.
-No tengo que demostrarte nada. No me importa lo que pienses. Si quieres creer que lloraba por ti. Piénsalo. Me da igual todo lo relacionado contigo. Como si te tragase un agujero negro. –A ver si esta colaba y se iba.
-¡Pues a mi no me da igual todo lo relacionado contigo! Es más, ¡me importa todo lo que pienses y todo lo que hagas! ¡Sobretodo si me incluye a mí! –Su voz sonaba dolida. ¿Por qué? ¿Tanto le hería el orgullo que hubiera una persona en su vida que lo despreciase? – ¡Así que mírame y atrévete a decírmelo a la cara, si no, no me lo creeré!
-¡NO! ¿¡Es que no lo entiendes!? ¡VETE DE UNA VEZ! - Por dios, ¡que me deje de una vez por todas!  ¡Que no se acerque a verme!

Y no respondió. ¿Se habría ido? Ni me atrevía a mirar hacia atrás. Pero lo hice disimuladamente. Estaba allí, parado, de pie, pensativo, mirando al suelo, cabizbajo, apretando los puños. Parecía muy afectado. Joder, no quería hacerle daño, pero es que no podía verme así. Volví de nuevo la cabeza.

-Bryce, te lo pido por favor. Por favor, déjame. –A ver si por las buenas, lo comprendía. Pero no, había aprovechado que estaba hablando de espaldas a él sin mirarlo para venir hasta donde yo estaba. Me cogió con la mano por la barbilla y con extrema dulzura y suavidad, me giró la cabeza hasta dejarla justo enfrente de la trayectoria de su mirada. Cerré los ojos. Pero fue tarde. Me había quedado tan sorprendida por cómo me había tratado, que reaccioné lenta. Maldición. Ahora solo me esperaba que no se hubiera dado cuenta. Hubo un momento de silencio. No aparté la cabeza de su mano, que me seguía agarrando por la barbilla.

-Valeria…-Pausa. -¿Tienes un ojo de cada color? –Pausa. – ¿O me lo ha parecido a mí? –Mierda, se había dado cuenta.
-Te lo ha parecido a ti. –Era la única opción que me quedaba. Aunque fuera demasiado patética.
-Venga ya, dime la verdad. Lo he visto con mis propios ojos. No me niegues lo evidente. –Dijo intentando convencerme. ¿Entonces para qué preguntaba?
-¿Para qué? ¿Para seguir riéndote de mí y seguir humillándome? Una cosa es que me enfrente a las adversidades, y otra es que yo me las busque.
-Te prometo no reírme ni usarlo en tu contra. –Su voz sonaba seria. Sincera.
-No te creo. –Dije apartando la cabeza de su mano con un movimiento brusco. Aunque su voz sonara sincera. No podía arriesgarme. Se había jactado de mí muchas veces.
-Valeria, te he prometido que no me reiría… -Ahora sonaba decepcionada, triste. Como si quisiese que las cosas fuesen de otra manera.

Y no sé por qué, decidí creerle. Algo dentro de mí me dijo que lo hiciera. Que no me fallaría. Si era mi conciencia, más le valía acertar, porque después se lo estaría reprochando. Y volví la mirada hacia él. Que estaba mirando el suelo desilusionado. Le temblaba el labio. Así que ahora fui yo la que movió su barbilla dulcemente con la mano, hasta que nuestras miradas se cruzaron. No sé cuanto tiempo estuvimos mirándonos a los ojos. 1 segundo, 30 segundos, 1 minuto, 5 minutos… Sólo sé que no me sentí incómoda, no quería apartar la mirada de su intensa mirada. Aquellos ojos verdes intenso me cautivaban. Era irónico, estaba viviendo un momento muy especial con mi mayor enemigo.

-Son los ojos más bonitos que he visto en mi vida. - :O .Esas palabras llegaron al fondo de mi ser. Era la prima vez que alguien me las había dicho. Pero no fueron las palabras en sí lo que me caló. Fue el momento. Fue tan intenso, irreal, mágico e inesperado… Nunca había visto a Bryce así, tan sereno, mirándome de esa forma, que me hacía sentir única en el mundo. El tesoro más valioso. Parecía mentira que hace un momento hubiéramos estado de aquella manera. Lentamente,  su cara empezó a acercarse a la mía. Tuvo que agacharse mucho para salvar los 30cm de altura que nos separaban. ¿Iba a besarme? Hice un ademán para apartar la cabeza, pero él lo notó al momento me la volvió a sujetar suavemente con su mano. Nuestras caras se acercaron tanto, que podía sentir cómo el aire salía por su boca.

-Achís. –Alguien a mi espalda estornudó. Bryce y yo nos sobresaltamos y miramos confundidos. En la ventana de arriba estaban Leo y Liam espiándonos. Habían seguido a Bryce desde el comedor hasta allí.  Y lo peor era, que habían presenciado todo el momento. Sentí como mi cara empezaba a arder. Me estaba poniendo roja como un tomate. Menos mal que mi piel morena lo ocultaba fácilmente.
-¡Desgraciados! ¿¡Qué diantres hacéis espiando como viejas cotorras!? –Dijo Bryce desde dentro.
-¡Lo sentimos! –Dijo Leo sonriendo con cara de culpabilidad. –Pero estábamos preocupados por Valeria y por ti.
-Y si estabais preocupados por mi, ¡¿por qué no movisteis un dedo para ayudarme en el comedor?! –Ahora fui yo la que habló. Había pasado a estar muy muy, muy indignada.
-¡Porque sabíamos que tú solita ibas a arreglártelas para salir victoriosa de allí y plantarle cara a Bryce! Jajaja –Dijo Liam riéndose. Desgraciado…
-¡¡Me las vais a pagar!! –Bryce empezó a correr hacia la salida para ir tras ellos. Pero antes de salir por la puerta, se paró en ella, se giró y me habló. –Ya retomaremos este momento. Mi gata salvaje. –Y salió de allí corriendo. Y pensar que acababa de estar a punto de besarlo… Se me erizaron los vellos de nuevo.