adelgazar

Refranero

viernes, 23 de diciembre de 2011

Capítulo 24: Gata salvaje

Capítulo 24: Gata salvaje

Cuando me dio por mirar el móvil, vi unas cuantas muchas llamadas de Alan. Oops, lo había olvidado por completo. Lo llamé, y le dije que no se preocupara, que estaba bien, y que lo sentía. No quise darle más explicaciones, me avergonzaba por lo que acaba de vivir hace 10 minutos… Me fui directamente al trabajo. Pedí disculpas también. Por culpa del dichoso Bryce, ahora tendría que hacer horas extras, pero Karem se ofreció a pasarlas conmigo. Esa chica es fabulosa, le conté lo que me había pasado y empezó a reírse descaradamente en mi cara. Qué feliz es. Me dijo que no le diera demasiada importancia, que a los ricos estos se les iba la olla de vez en cuando. Y tenía razón. Una reacción muy diferente a la que tuvo cuando le conté la jugarreta que me habían hecho Angela y las demás. Ella también se sentía ridiculizada junto conmigo. Tuve que calmarla, casi rompe algo desquitándose con lo que encontraba a su alrededor. Dijo que algún día se vengaría ella misma de ellas. Me gustaría ver a mí ese momento.

Por la noche, llamé a mi madre, le hablé sobre mi día. Le dije que nada especial. No quería sobre-preocuparla por “tonterías”. La única novedad es que por allí había una epidemia de gripe, que ellos todavía no la habían cogido. Mira, mi familia tenía la suerte que yo no tenía. Y me acosté de inmediato, estaba muerta. Lo único que me paré a pensar antes de caer en la inconsciencia, fue la sonrisa deslumbrante de Aaron, era lo único que calmaba mi angustia. Cuando me levanté al día siguiente. Me duché pero no me lavé la cabeza. Una cosa era no querer el tratamiento que me había pagado Bryce, y otra desaprovecharlo… Así que decidí dejarme el peinado un par de días más. Y ciertamente, me sentía ahora mucho más segura gracias a mi melena, me daba como protección al aparentar que tenía mucha personalidad.

El fin de semana no me sentí con ganas ni fuerzas para ir a visitar a mi familia. Lo pasé estudiando y limpiando. Estaba desaprovechando mi juventud, pero es que cuando no se tienen ánimos, no se tienen. Además, recordé las sabias palabras de Karem, “si retrocedes un paso, que sea para coger impulso”, y ese impulso lo necesitaba.

Vi que llegó el domingo y no había crecido mi característica energía. Y eso que me había esforzado mucho en no pensar. Tal vez sería por eso que no se reponía, la había estado usando mantener mi mente alejada de Aaron y mi imposibilidad con él. Así que opté por algo que debía haber hecho desde el principio. La música. Estaba lista para acostarme esa noche, y me dio el punto de poner música y empezar a bailar. Pero entre el momento de empezar a bailar y el momento del advenimiento de la idea, pasó un tiempo, el tiempo de encender el ordenador y pinchar en la carpeta de archivos de música “Perrea”. Ahí había canciones de reggaetón principalmente, es decir, canciones que tal y como el nombre de la carpeta indicaba, eran para perrear. Seleccioné todas, le di a modo aleatorio y decidí que el azar eligiera. Y eligió bien. Era la de “Drop it on me” de Ricky Martin. Estaba en bragas y con la parte de arriba del pijama, pero no me preocupé por más. Puse a tope los altavoces y me puse a bailar como si me fuese la vida en ello.

Necesitaba liberar tensiones, y la mejor manera era esa, atreviéndome a hacer a solas lo que nunca me había atrevido a hacer en una discoteca. Así que me salió la vena porno y empecé a contonearme como una gata salvaje en celo por todo el cuarto. Estaba yo encima de la cama como si fuese la tarima de la disco cuando me empezaron a doler las caderas de tanto moverlas. Por eso me bajé de allí y salí camino de la sala, en el camino pasé por la cocina y cogí la fregona para usarla a modo de barra americana. “¡Muévete duro! ¡Muévete duro! ¡Muévete duro! ¡Muévete duro!” ¡En ese momento lo daba todo! Dejé la fregona y empecé a revolcarme por el sofá como si me hubiera entrado una ardilla en las bragas y no pudiera quitármela con las manos. Aunque más bien parecía que me había dado un ataque epiléptico. La canción acabó. Pero me quedé con más ganas de Ricky Martin, por lo que fui al ordenador a poner otra. “Living la vida loca” “La copa de la vida” “She bangs” “La bomba” “Pégate un poco más” Una tras otra venía a mí como pedacitos independientes que poco a poco iban recomponiendo mi destrozada coraza. Al final acabé agotada, tirada en el sofá, sin fuerzas pero con toda mi energía. Si la gente aprendiese a liberar las penas y tensiones por medio de la música, los psicólogos colapsarían las oficinas del paro.

La gran sorpresa fue que lo habían visto los dos hijos de la vecina del edificio de enfrente. Fue bastante cómico, tirada en el sofá, con la respiración muy agitada después de tanto meneo, me giro y los veo a través de la ventana con la boca y ojos muy abiertos. Jajaja, ¡que graciosos! No pude empezar a descojonarme yo sola. No, Valeria, piensa con la cabeza, es muy grave que lo hayan visto. ¡Empieza a preocuparte! Oh Dios. ¿Qué había hecho? ¡Había pervertido a aquellas dos almas puras inocentes e infantiles! Su sorpresa había sido más grande que la mía. No es lo mismo ver que te observan haciendo bailes subidos de tono, que ser un chico en pleno paso de la niñez a la adolescencia  y darse cuenta de que su vecina del edificio de enfrente había despertado sus deseos sexuales. Tal vez había creado a dos de los futuros sucesores del G4… Bah, para dos hombres mujeriegos más en el mundo, tampoco había causado una gran catástrofe. Así que me acosté y caí dormida de inmediato. Como se suele decir, esa noche dormí como un bebé.

Al día siguiente me levanté, me estaba duchando y sonó el móvil. Un mensaje. Cuando saliese lo vería. Pero se me vino el tiempo encima, y me puse la lentilla tan deprisa que luego empezó a molestarme. Estaba en el metro de camino a la Uni, bastante impaciente por no llegar tarde, no fijaba la mirada en ningún sitio, pero algo captó mi atención. Precisamente, cuando menos quería pensar en lo sucedido aquel día en la casa de Bryce, voy y me encuentro en la portada de un periódico su apellido. Eso era lo que me había llamado la atención. <Otra compañía más sucumbe al monopolio Domioyi> Maravilloso… Era un periódico que un pasajero del metro estaba leyendo. No muy descaradamente me puse a leer la información.

<Esta vez le ha tocado el turno a la compañía Cobain. Esta empresa de telecomunicaciones ha sido fagocitada por el monopolio financiero Domioyi. Llevaba un tiempo con severos problemas económicos, despidos incontrolados y deudas astronómicas. Ayer finalmente la noticia de su quiebra ha sido confirmada. Miles de personas se encargarán de aumentar la lista de desempleo que acucia al país. El propio dueño de la empresa, Earl Cobain ha declarado que la propia compañía Domioyi llevaba desde hacia tiempo queriendo hacerse con la totalidad de su mercado, que iba comiéndole camino y adueñándose de sus inversores, comprando sus acciones y robando su clientela con ofertas excesivas y desorbitadas para una compañía mediana como la suya. ¿Cuál será la siguiente empresa que sucumbirá a la supremacía de la Corporación Domioyi? Con esta ya van diez  en el año. Gracias a esta compañía, las calles de diversas ciudades del país se van llenando de personas sin techo donde vivir. ¿Cuál es el futuro del país? Tal y como pinta el panorama, bastante oscuro.>

Vaya, con bastante trabajo para leerlo, porque había gente que andaba de un sitio a otro, gente que entraba y salía, y demás objetos de por medio. A todo eso sumado que yo iba de pie agarrada a una de las asas y con el traqueteo del metro mi cabeza se iba moviendo de un lado para otro, y no podía leer bien. Pero la noticia era devastadora. ¿10 empresas habían quebrado por su culpa en lo que iba de año? Increíble. Y pensar que toda esa gente iba a pasar a vivir en la calle si no encontraban pronto trabajo… Me sentí muy mal por las familias, pero era algo que yo no podía hacer. Afortunadamente, para no seguir torturándome en vano, la puerta del metro se abrió y yo salí corriendo, llegaba tarde, no pensaba en nada más.

En la Uni, tenía las tres primeras clases con Shelby, no me separé de ella en todo el tiempo, no quería quedarme sola, no tenía ganas de aguantar a Angela y las demás. En el descanso iba con prisas al comedor para comprar el almuerzo para mí y Alan. Quería invitarlo yo esta vez, y como sabía que él no se dejaría, tenía que hacerlo sin que él lo supiese. Llegué la primera al mostrador y al momento ya se formó la cola tras de mí. Pero apareció Bryce con Leo y Liam, y se colaron. Ni siquiera había pedido cuando ellos llegaron.

-Tú, chica pobre. ¿No sabes que nosotros tenemos preferencias?-Dijo Bryce, como no, con su injusta autoridad.
-Mira, no tengo ganas de discutir con un retrasado. Así que piérdete y déjame en paz. Yo he llegado primero y pido primero. –Hoy me molestaba ver su cara más que de costumbre. Me molestaba la lentilla y estaba de muy mal humor.
-¿Estás segura? Llevas unas semanas muy tranquilas, puedes volver a ser el centro de atención.
-Habla con mi mano. –Y cunado fui a mover el brazo para mostrarle la palma de mi mano, le di sin querer al bote de kétchup que había en la encimera. El bote calló abierto y derramó un poco en su zapato. Maldición.
-¡Vaya! Parece que el destino está de mi parte, y ha querido facilitarme las cosas. Lame ahora mismo el kétchup de mi zapato o volveré a poner a toda la Uni en tu contra. ¿O en serio te creíste que te dejaron en paz por ti misma? –Desgraciado. Puso cara de satisfacción. Sus ganas por humillarme eran mayores que su enfado por la mancha. Pero no iba a conseguirlo.
-Eres muy inocente si crees que voy a hacer eso. –Silencio. Todo el mundo estaba atento a ese momento.
-Muy bien, tú lo has querido. ¡Hey! Enseñadle todos quién manda en esta universidad. –Y dicho esto, se congregó todo el mundo a mi alrededor. Esto era de película. ¿Dónde se había visto semejante cosa? Ni loca iba a obedecer a dicha humillación. Ni aunque fuera un corro de zombis que quisieran comerme el cerebro.
-¡LÁMELO! ¡LÁMELO! ¡LÁMELO! ¡LÁMELO! – gritaban todos al compás. ¿Es que nadie iba a aparecer para rescatarme de allí? ¿Dónde estaba Aaron?

Me quedé parada, sin reaccionar, aunque no sabía qué iba a hacer, sí sabía qué no iba a hacer, y era chuparle el pie a Bryce, nunca mejor dicho. El ojo derecho empezó a llorarme, era la maldita lentilla. Empecé a refregarme el ojo con la mano, sabía que eso no debía hacerse, pero por lo menos me calmaba temporalmente el dolor. La gente seguía gritando “lámelo” pero yo pasaba de ellos. Pensaba terminar de secarme el ojo y desaparecer, ya pediría la comida en el comedor del campus de Biomedicina. Pero en ese momento un gracioso de turno me empujó hacia el pie de Bryce, que incluso se había sentado con las piernas cruzadas para no tener que esperar de pie, el muy simpático. Por culpa de ese niñato, mi lentilla se cayó al suelo. Dios no, la había perdido.

-Eres un desgraciado Bryce. ¡Te odio! - Ahora esta gente tendría un motivo más para hacerme la vida imposible. Y todo por culpa de Bryce. Mis problemas no acababan por su culpa. Cogí la lentilla del suelo y me fui de allí corriendo, abriéndome paso entre la gente como pude, primero porque no se apartaron, tenía yo que empujarlos, y segundo porque llevaba mi ojo tapado con la mano y no veía muy bien.

Fui corriendo al cuarto de baño más lejano. No quería encontrarme con nadie que me persiguiese. Así llegué a los que estaban fuera del edificio, junto a las canchas deportivas. Limpié la lentilla con agua del grifo. Puse antes el tapón al lavabo, para no tener la mala suerte de que se fuera desagüe abajo. La puerta se abrió. No quise ni mirar. Agaché la cabeza para mirar hacia el lavabo, no podía arriesgarme a que viese mi cara por el reflejo del espejo.

(Just the way you are- Bruno Mars)
-Valeria, no era mi intención hacerte llorar… Sólo quería desquitarme un poco contigo. –Era Bryce, ¿ahora le había entrado remordimientos de conciencia? Pues que le den. Que piense las cosas antes de hablar. Además, no estaba llorando, era por la lentilla. A ver cómo le hacía yo entender eso sin que supiera lo del ojo.
-Vete, déjame en paz. Y no te creas tan importante, no eres el centro del universo. No estaba llorando. –Dije sin darme la vuelta.
-¿Ah no? ¿No estabas llorando? Pues entonces mírame a la cara y demuéstramelo. –Su voz sonaba desafiante. Y su cara lo mostraba también. Lo veía a través del espejo. Miraba con cuidado para que no me descubriese.
-No tengo que demostrarte nada. No me importa lo que pienses. Si quieres creer que lloraba por ti. Piénsalo. Me da igual todo lo relacionado contigo. Como si te tragase un agujero negro. –A ver si esta colaba y se iba.
-¡Pues a mi no me da igual todo lo relacionado contigo! Es más, ¡me importa todo lo que pienses y todo lo que hagas! ¡Sobretodo si me incluye a mí! –Su voz sonaba dolida. ¿Por qué? ¿Tanto le hería el orgullo que hubiera una persona en su vida que lo despreciase? – ¡Así que mírame y atrévete a decírmelo a la cara, si no, no me lo creeré!
-¡NO! ¿¡Es que no lo entiendes!? ¡VETE DE UNA VEZ! - Por dios, ¡que me deje de una vez por todas!  ¡Que no se acerque a verme!

Y no respondió. ¿Se habría ido? Ni me atrevía a mirar hacia atrás. Pero lo hice disimuladamente. Estaba allí, parado, de pie, pensativo, mirando al suelo, cabizbajo, apretando los puños. Parecía muy afectado. Joder, no quería hacerle daño, pero es que no podía verme así. Volví de nuevo la cabeza.

-Bryce, te lo pido por favor. Por favor, déjame. –A ver si por las buenas, lo comprendía. Pero no, había aprovechado que estaba hablando de espaldas a él sin mirarlo para venir hasta donde yo estaba. Me cogió con la mano por la barbilla y con extrema dulzura y suavidad, me giró la cabeza hasta dejarla justo enfrente de la trayectoria de su mirada. Cerré los ojos. Pero fue tarde. Me había quedado tan sorprendida por cómo me había tratado, que reaccioné lenta. Maldición. Ahora solo me esperaba que no se hubiera dado cuenta. Hubo un momento de silencio. No aparté la cabeza de su mano, que me seguía agarrando por la barbilla.

-Valeria…-Pausa. -¿Tienes un ojo de cada color? –Pausa. – ¿O me lo ha parecido a mí? –Mierda, se había dado cuenta.
-Te lo ha parecido a ti. –Era la única opción que me quedaba. Aunque fuera demasiado patética.
-Venga ya, dime la verdad. Lo he visto con mis propios ojos. No me niegues lo evidente. –Dijo intentando convencerme. ¿Entonces para qué preguntaba?
-¿Para qué? ¿Para seguir riéndote de mí y seguir humillándome? Una cosa es que me enfrente a las adversidades, y otra es que yo me las busque.
-Te prometo no reírme ni usarlo en tu contra. –Su voz sonaba seria. Sincera.
-No te creo. –Dije apartando la cabeza de su mano con un movimiento brusco. Aunque su voz sonara sincera. No podía arriesgarme. Se había jactado de mí muchas veces.
-Valeria, te he prometido que no me reiría… -Ahora sonaba decepcionada, triste. Como si quisiese que las cosas fuesen de otra manera.

Y no sé por qué, decidí creerle. Algo dentro de mí me dijo que lo hiciera. Que no me fallaría. Si era mi conciencia, más le valía acertar, porque después se lo estaría reprochando. Y volví la mirada hacia él. Que estaba mirando el suelo desilusionado. Le temblaba el labio. Así que ahora fui yo la que movió su barbilla dulcemente con la mano, hasta que nuestras miradas se cruzaron. No sé cuanto tiempo estuvimos mirándonos a los ojos. 1 segundo, 30 segundos, 1 minuto, 5 minutos… Sólo sé que no me sentí incómoda, no quería apartar la mirada de su intensa mirada. Aquellos ojos verdes intenso me cautivaban. Era irónico, estaba viviendo un momento muy especial con mi mayor enemigo.

-Son los ojos más bonitos que he visto en mi vida. - :O .Esas palabras llegaron al fondo de mi ser. Era la prima vez que alguien me las había dicho. Pero no fueron las palabras en sí lo que me caló. Fue el momento. Fue tan intenso, irreal, mágico e inesperado… Nunca había visto a Bryce así, tan sereno, mirándome de esa forma, que me hacía sentir única en el mundo. El tesoro más valioso. Parecía mentira que hace un momento hubiéramos estado de aquella manera. Lentamente,  su cara empezó a acercarse a la mía. Tuvo que agacharse mucho para salvar los 30cm de altura que nos separaban. ¿Iba a besarme? Hice un ademán para apartar la cabeza, pero él lo notó al momento me la volvió a sujetar suavemente con su mano. Nuestras caras se acercaron tanto, que podía sentir cómo el aire salía por su boca.

-Achís. –Alguien a mi espalda estornudó. Bryce y yo nos sobresaltamos y miramos confundidos. En la ventana de arriba estaban Leo y Liam espiándonos. Habían seguido a Bryce desde el comedor hasta allí.  Y lo peor era, que habían presenciado todo el momento. Sentí como mi cara empezaba a arder. Me estaba poniendo roja como un tomate. Menos mal que mi piel morena lo ocultaba fácilmente.
-¡Desgraciados! ¿¡Qué diantres hacéis espiando como viejas cotorras!? –Dijo Bryce desde dentro.
-¡Lo sentimos! –Dijo Leo sonriendo con cara de culpabilidad. –Pero estábamos preocupados por Valeria y por ti.
-Y si estabais preocupados por mi, ¡¿por qué no movisteis un dedo para ayudarme en el comedor?! –Ahora fui yo la que habló. Había pasado a estar muy muy, muy indignada.
-¡Porque sabíamos que tú solita ibas a arreglártelas para salir victoriosa de allí y plantarle cara a Bryce! Jajaja –Dijo Liam riéndose. Desgraciado…
-¡¡Me las vais a pagar!! –Bryce empezó a correr hacia la salida para ir tras ellos. Pero antes de salir por la puerta, se paró en ella, se giró y me habló. –Ya retomaremos este momento. Mi gata salvaje. –Y salió de allí corriendo. Y pensar que acababa de estar a punto de besarlo… Se me erizaron los vellos de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario