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Refranero

viernes, 13 de abril de 2012

Reflexiones


Continuamente nos empeñamos en dejar nuestra huella. Una marca que, aunque no dure para siempre, por lo menos deje durante mucho tiempo, constancia de nuestro fugaz paso en el lugar donde una vez estuvimos. Sin embargo, nos preocupamos más en dejar nuestro perpetuo rastro en lugar de un maravilloso recuerdo que merezca la pena conservar. Con el paso del tiempo, los grandes hechos y acontecimientos sobreviven en la historia, para todos, se quiera o no. Con el paso del tiempo, son sólo a las grandes personas la que hacen que a la humanidad le preocupe, no  hacerlas sobrevivir, sino mantenerlas vivas en el sempiterno recuerdo. La cuestión no es perdurar, la cuestión son los motivos que te hacen merecedor de la inmortalidad.



La inmensidad del océano era evidente, mi constancia de ello, también. Estaba oscureciendo y pronto dejaría de ver el Sol, que en su fénix, brillaba sobre las máquinas construidas por el hombre. Sentí anhelo ante la agonizante imagen. No había un motivo, no había un porqué, ni siquiera una razón... Había un sentimiento. El Sol no sólo dejaba en penumbra el cielo, con cada rayo de menos que llegaba a mí, mi felicidad también se apagaba un poco más. Mañana volvería a ver a la inmensa bola roja, pero no sobre el inmenso mar. 


En las silenciosas calles de una sinuosa ciudad, unas luces susurraban  sigilosas sinfonías luminosas.  Árboles arqueados sobre un cielo ardiente, intentaban articular palabras armadas de armonía. Ligeros centellos de no muy cegadores parpadeos se cernían sobre la cementada imagen de un ceniciento atardecer, antes cenit. Mañana, las manchas que manaban del manto de masa arbolar, no amanecerían maquillando las calles de un manso punto sobre el marcado mapa. 

Como buques blindados de guerra, las plataformas se concentran en el territorio invadido posiblemente no necesario de las aguas. Las aguas estaban mansas, tal vez las había calmado alguna música especial, tal vez era el sonido de las olas chocando contra las armaduras de las naves. Todo tipo de organismos marinos proliferaban bajo la superficie acuosa, aferrados a las anchas y robustas cuerdas de las islas de maderas, que cuelgan hasta el fondo del mar. El método de capturas en las que las presas se unen voluntariamente a la trampa. La pesca que no pescaba, recogía a sus afiliados. Métodos que muestran las entrañas de sus creadores. Lo aparentemente bueno no es siempre lo bueno. 

Estar en medio de una multitud abarrotada de gente pero sentirte la persona más sola del mundo. Un vacío en el pecho que te recuerda continuamente que ahí había algo que ya no tienes. Inconscientemente, tu mente busca excusas para recordarte aquello que te entristece. Los hilos de pensamiento que sigues desembocan siempre en el desolador sentimiento. ¿Que la mente es sabia? La mía debió haber suspendido en la escuela. Si no, no se auto atormentaría continuamente con aquello que le causa dolor. ¿Por qué los pensamientos que más queremos evitar son los que más nos persiguen? Como ondas sísmicas, sacuden bruscamente nuestra estabilidad emocional. Será que a base de machacarnos, nos obliga a buscar una solución. O lo arreglas, o te amargo la existencia. Pero el mío todavía no se ha enterado de que la solución no depende de mí. Nietzshe se preguntaba si había alguien que escuchara su alma. Yo me pregunto mil porqués mientras me siento sola en medio de una multitud abarrotada. 
La pregunta de "¿qué te llevarías a una isla desierta?" es una pregunta muy fácil de responder. Lo típico es responder que te llevarías objetos para sobrevivir o aquellos que te encantan y no quisieras deshacerte de ellos. La respuesta a mi pregunta es un poco más difícil... Si le preguntaran a alguna de las personas con las que tengo una estrecha relación, qué amigo se llevarían a una isla desierta. Nunca pensaré en mí. Muchas veces he llegado a creer que sí... ILUSIONES, después me decepcionaba, y mucho. Me he dado cuenta de que no son los actos los que condicionan primordialmente como te estiman los demás, es cuan en gracia les caes. Y eso depende de algo que no se puede explicar, ni siquiera para el que lo siente. Es como un sentimiento que te invade por dentro y no puedes controlar. Uno mismo sabe que es irracional, pero es imposible cambiarlo. Puedes preferir mil veces a un amor platónico con el que tu relación se reduce ÚNICAMENTE en la adoración desde lo oculto, más que a la persona que se sacrifica por ti continuamente. Alguien respondió que me llevaría a mi a la isla desierta. Ese mismo alguien que después añadió como coletilla que conmigo sobreviviría mejor. 
 Los buenos momentos son los mejores. Cuanto más te involucras con alguien, más escalones subes en la escalera de la caída hacia lo más bajo o a la escalera de la llegada hacia lo más alto. Tristemente, yo llevo ya varias cicatrices imborrables de tantos golpes contra el suelo frío, duro y tan poco acogedor. ¿Pero por qué seguimos subiendo escalones? ¿Algún defecto genético en el ser humano que hace que repitamos nuestros mismos actos aún sabiendo que vamos a pasar por el mismo camino por el que ya nos caímos varias veces con la misma piedra? ¿Somos gilipollas? ¿Tenemos esperanzas utópicas? Somos seres sociales. Necesitamos de las relaciones para vivir. Por eso seguimos subiendo escalones. Por eso seguimos ascendiendo en la escalera que a parte de elevarnos a lo más alto nos aumenta la caída al suelo. Hasta que algún día, no haya suelo. Un día habrá un profundo y tenebroso mar que te enguya hacia los más hondo y del cuál no podrás salir. Pero por ahora, continuo con el camino... Un escalón, dos escalones, tres escalones....