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Refranero

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 7: La piedra


Capítulo 7: La piedra

Me puse, como pude desde el suelo, en posición de ataque preparada para cuando alguno me tocara. Pero no fue necesario. De repente, la última persona en la que hubiera pensado que aparecería, apareció. Ahí estaba el, con la expresión arrogante característica suya. Creyéndose más que nadie. Con sus aires de grandeza. Como si pelear contra cinco tíos fuera pan comido. Como si no hubiera nada que él no pudiera hacer. Sí. Es quién pensáis. Bryce Domioyi. No pude verlo a la primera, tuve que girar la cabeza porque estaba a mi espalda. Aunque hubiera reconocido su voz en cualquier parte. La misma voz fría y desganada, con tono de nada es suficientemente bueno y excitante para complacerme, de siempre.

-Hey, vosotros. –Dijo entrando en el círculo mientras apartaba, como si nada, a uno de los tipos por el hombro. -¿Quién os ha dado permiso para molestar a esta chica? ¿No sabéis que el que me manda en eta ciudad soy yo?
-Piérdete gilipollas. ¿O quieres recibir tú también tu merecido? ¿Quién te crees que eres para venir a meterte en nuestros asuntos? –dijo el que parecía llamarse Kevin.
-¿Qué quién soy? –Y dicho esto, con su mano cogió el hombro de quién había hablado y lo apretó tanto, que el tipo empezó a retorcerse entre gritos de dolor. –Yo soy Bryce Domioyi. El dueño de Nueva York. Póstrate ante mi como tu amo que soy. –Soltó el hombro del tal Kevin y éste cayó al suelo de rodillas.
-¡VOY A PARTIRTE EL CUELLO CABRÓN! –dijo Kevin desde el suelo llorando de dolor y con la voz rota.

Acto seguido se abalanzaron sobre él como perros rabiosos directos al cuello. Ni siquiera me puse a pensar por qué estaba allí y por qué decidió ayudarme. Sólo tenía por él. Eran cinco tipos, que podían estar armados, ya que en EEUU todo el mundo tiene un arma. Y él era uno. Por dios que no le pasara nada.

En un visto y no visto, se los quitó a todos de encima como si hubiera salido de debajo de una montaña de cojines. En cuanto se incorporó el primero, en otro visto y no visto, alzó una pierna hasta la altura de 1.80, para golpear en la mandíbula de uno de los tipos con una precisión nuclear, y derribarlo. Todo esto mientras daba un giro en el aire para deshacerse del que se le había subido a la espalda por detrás. Impresionante. Ambos cayeron al suelo y Bryce aterrizó sobre el suelo como si levitase. El que recibió la patada en la mandíbula no se movió del suelo, había quedado inconsciente. Uno menos.

El otro que cayó fue sólo una manera de hacer tiempo mientras Bryce esquivaba la embestida de otro que iba con una navaja directo a su pecho. Bryce pegó un salto y se colgó de una de estas escaleras de emergencia típicas americanas, de las que van por fuera de los edificios y se corren hacia abajo para usarlas. Quedó colgando de la escalera, la cual por su peso cedió y llegó hasta el suelo, como una bandera que ondea a todo viento. Y con todo el impulso que pudo, que era algo físicamente imposible para cualquier persona corriente, saltó sobre la cabeza del tipo de la navaja, que sirvió para “amortiguar” la llegada al suelo, porque no podría llamarse caída a ese impresionante salto de gimnasta. Ni que decir que el tipo quedó inconsciente al momento. Dos menos.

La eliminación del tercero no fue tan espectacular. Pero sí igualmente impactante. Cuando ya se había dado la vuelta para empezar a correr, Bryce lo alcanzó de una zancada con sus enormes piernas, lo cogió del brazo y se lo retorció hasta que el tipo tuvo que tirarse al suelo para dejar de sentir. Cuando ya estaba en el suelo, lo cogió del pelo, le levantó la cabeza y le soltó tal rodillazo en la cara, que ni los mejores médicos de cirugía plástica podrían hacer nada para remendar su nariz. Tres menos.

Se giró para ver dónde estaban los otros dos que quedaban. Cuando recibió en el hombro un golpe con un bate de béisbol que Dios sabe de dónde sacó aquel tipo. Menos mal que lo vio a tiempo para esquivarlo, porque el bate iba directo a su cabeza. Pero Bryce se las arregló para golpear en los tendones de la muñeca del que llevaba el bate, en su próxima embestida. Así en el acto reflejo tuvo que saltar dicho bate. Hubo un momento de confusión del tipo, que intentó coger el bate con su otra mano, momento que aprovechó Bryce para golpear su barriga con una estocada de la pierna tan veloz, que ni un esgrimista con su florete habría podido ejecutar. El tipo cayó al suelo vomitando sangre. Tal vez le hubiera roto algún intestino. Cuatro menos.

El quinto, un poco más inteligente y menos orgulloso, ya llevaba unos metros de distancia desde donde estábamos, estaba huyendo. Pensé que Bryce lo dejaría ir, yo ya estaba a salvo, pero no fue así. Hizo el mismo camino en la mitad de tiempo que el otro y lo alcanzó en tres segundos. Saltó sobre su espalda sin ningún tipo de dificultad y le giró el cuello de una manera, que el crujido que sonó me puso los vellos de punta. Mientras el cuerpo inconsciente caía al suelo, lo reconocí, era el tal Kevin, el cabecilla y “portavoz” del grupo. ¿Habría muerto? No creo que, Bryce parecía un luchador de artes marciales profesional. Un arma blanca. Tendría la capacidad más que suficiente para girar el cuello de tal manera que dejara al tipo inconsciente pero no muerto. Si quería, claro…

Ya no quedaba ninguno más. Tsss menuda basura el Kevin, como ya dije en su momento. Pero ladrador, poco mordedor. Pero ¿por qué había dicho Bryce su nombre y apellido? Después de esta paliza podían denunciarlo… Oh vaya. Error. Vaya pregunta tonta, hace media hora que acaba yo de venir de comprobar que es lo que pasaba en ese casos…

Se acercó a mí. Ni siquiera estaba jadeando o respirando apresuradamente. Impresionante. Acababa de machacar a cinco tipos y derribarlos de un solo golpe y estaba tan normal. Yo seguía en el suelo. Impactada por varias cosas. Impactada por la pelea propia de película de acción de mayores de 18 años, que acababa de presencia. E impactada porque aquél tipo que me había despreciado hace menos de 24 horas, pateando mis libros por el suelo, me había salvado de la merced de aquellos violadores. Mientras pensaba eso, al acercarse a mí fue porque estaba en su camino de salida a la calle. Literalmente, pasó de mí. Pasó de mí como si fuera una piedra del camino a la que no se le echa cuenta. Nadie presta atención a las piedras del suelo. Pues me sentí como una en ese momento. Ni siquiera me tendió la mano para ayudarme a levantar del suelo. Pero aunque me jodiese en lo más profundo de mi alma, tenía que decirlo.

-Gracias. –Lo había dicho… Y estaba empezando a arrepentirme, porque hubo un momento de silencio bastante incómodo.
-Tsss pobre ilusa. No te creas que lo haya hecho por ti. Hoy estaba un poco malhumorado. Llevo malhumorado un tiempo por el comienzo de las clases y ayer no pasó nada con lo que poder desquitarme. Porque no iba a golpear a una chica por chocarse conmigo. No hubiera tenido con qué justificarlo.

¡¿CÓMO?! Ahora sí que me había arrepentido totalmente. Menudo engreído. No podía con los tipos así. Ni siquiera me había reconocido el muy desgraciado. Yo era aquella chica con la que no pudo desquitar su mal humor el día anterior. Y me lo había dicho en la cara como si tal cosa. Aunque creo que si hubiera sabido que era yo, tampoco le hubiera importado soltarlo. No pensaba cambiar mi opinión hacia él en absoluto. Era sólo un matón que no sabía cómo hacer ver a los demás su poder.

Aparecieron en la esquina de la calle Leo y Liam a medida que la calle se iba llenando ya de luz. Estaba amaneciendo.
-¡Hey Bryce! ¿Dónde diantres te habías metido? Fue salir del club, andar dos pasos y desapareciste corriendo, ni siquiera vimos por donde tiraste.
-Bah, nada importante. Había visto unos tipos con mala pinta por ahí que estaban haciendo trastadas y decidí pegarme el gusto de desquitarme con ellos. Ahora me encuentro de mucho mejor humor. –Dijo esto mientras seguía andando hasta la salida de la calle.
-Oh, ahí en el suelo hay una chica. –Dijo Leo.
-Es cierto. ¿No es esa la pelirroja tan guapa que despreciaste ayer a la entrada de la Uni? -¿Había dicho pelirroja guapa? Vaya, no sabía que me veía así.
-¿Anda? ¿Esa es con la que me estuviste dando el por culo todo el día diciéndome que cómo podía haberme portado así con semejante bellezón? ¿Leo? -¿Bellezón? ¿Hola? ¿Enserio se refería a mí? Ò_ô
-Sí, la misma, tío. Pero ¿qué hace ahí tirada? Déjala. Todo está bien. –Y se giró hacia mí con intención de que me enterase de que lo iba a decir a continuación. –No es más que la típica piedra que estorba con la que uno se tropieza dos veces. Y esta es la segunda vez. –Y sacó su sonrisita de suficiencia para girarse otra vez y desaparecer los tres de mi vista.

Había pasado de ser la piedra del suelo a la que no se le echa cuenta, a la piedra que está siempre en medio estorbando y con la que te tropiezas varias veces. Interesante.

Capítulo 6: Un borrego

Capítulo 6: Un borrego
Cuando salí afuera todavía era de noche. Eran las 6.50. Como estábamos en horario de invierno, calculé que hasta las 8 no amanecería, por lo menos en España en horaria de invierno amanecía a esa hora. Todavía recuerdo cuando el profesor de filosofía explicaba a primera hora de la mañana la diferencia entre el mundo de las ideas y el mundo sensible de Platón. Sobre es ahora la luz del sol empezaba a pasar por la venta e iluminaba la pizarra. Él cogía su botella de agua y la ponía en el haz de luz para explicarnos que la sombra de la botella en la pizarra era el mundo sensible y la botella era la idea. El aula era llamada por él como la clase prodigiosa.

No quería meterme de nuevo en el metro tan pronto. Estaba todavía muy alterada y no aguantaría estar en un espacio cerrado. Me puse a caminar sin rumbo buscando algún parque donde poder sentarme a reflexionar, y si era solitaria mejor, así podría ponerme a gritar y despotricar en español sin que la gente me escuchara o me entendiesen en el caso de que me oyeran. Si aquel día me perdía la primera hora no pasaba nada. Todos los universitarios por regla general se pierden al menos, alguna vez en el año, una hora o más. Porque yo el segundo día la utilizara no sería tan malo. Ahora mismo velaba más por mi salud mental y paz interior que por la clase de bioquímica.

Y así encontré un pequeño parque en el que me senté en el banco. Y ahí no pude aguantar más y me puse a llorar. Era una mezcla de rabia e impotencia ligada al sentimiento de estúpida por haber pensado que yo, una simple chica, podía hacer algo por cambiar este mundo a mejor. Y ahí volví a recordar el sueño que cada noche, desde que me vine a NY, había soñado todos los días. Dichoso sueño. Siempre recordándome mis incapacidades. Así no había quien tirara para adelante.

Imagino que a esa hora debían haber cerrado una de las discotecas de cerca de allí, porque un montón de chavales ebrios y armando bulla venían del mismo sitio. Me entró miedo. ¿Y si alguno con la borrachera, o sin ella, se atrevía a venir adonde yo estaba para hacerme algo? Disimuladamente, como quien no quiere la cosa, me levanté simulando total normalidad y cogí por un camino que se quitara del paso de aquellos chavales. Cuando salí del parque y de la vista de ellos y recorrí unos metros de la otra calle, me sentí más tranquila. Pero pobre ilusa. Me encontré de cara con otra discoteca que estaba abriendo sus puertas para que la gente saliera. Oh no. Estaba acorralada. Me giré en un intento de no parecer muy descara pero nada más dar un paso ya me estaban llamando.

-¡Eh tú! ¡Guapa!
-Sí sí. ¡La pelirroja de ahí!

Aceleré el paso, tenía que llegar rápido a la calle de la que había venido. Imagino yo que alguno de los que venían de la otra disco querría ayudar a una muchacha si la veía en apuros. ¿No? Ya sé que la gente de NY va a lo suyo, pero de ahí a ser unas personas sin sentimientos que pasan de largo cuando ven que una chica indefensa está en problemas, hay un gran trecho. Trecho que esperaba que no fuera muy difícil de superar.

-¡EH! ¡NO HUYAS! –empezó a gritar otro. -¡KEVIN CORRE! ¡VAMOS A COGERLA!

Oh no. Empecé a correr pero me tropecé con un adoquín de la calle que estaba más salido de lo normal. Y no había alcanzado a salir a la otra calle. Dios mío, ayúdame.

-Aquí estás pequeña. Ahora eres nuestra. –Y empezaron a rodearme. Eran cinco. A cuál con peores pintas. Tenía mucho miedo. Grité. Grité como si me fuera la vida en ello.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡SOCORRO! ¡AYU… - uno de ellos me dio una bofetada.

Mientras estaba en shock. El mismo que me había golpeado me cogió del brazo y me obligó a levantarme mientras me zarandeaba.

-Mira bonita. Podemos hacer esto de dos maneras. Por las buenas será mejor para todos. Tú no serás golpeada y nosotros no perderemos ni tiempo ni esfuerzos para conseguir algo que vamos a conseguir de todos modos. ¿Comprendes? ¿O te lo hago entender de otra manera?

¿Qué podía hacer? Era yo sola contra cinco tíos. Podía subordinarme a lo que ellos me dijeran o podía seguir gritando, si era golpeada o no ya no importaba, al menos había más posibilidades de que alguien viniera a mi rescate. Incluso la policía. Estábamos a pocos metros de la comisaría. Mierda. Acababa de pelearme con el hombre que estaba allí. Bueno. Que le diera una clase de ética no significa que fuera capaz de dejarme a merced de estos tipos que querían violarme. ¿No?

Mientras pensaba si gritar o no. Uno de ellos me cogió de la barbilla y me obligó a mirarlo.

-Oh, chicos. Esta chica es realmente linda. Mira que labios tiene. Llevamos ya tiempo sin estar con una mujer. Así que este es nuestro día de suerte. No te preocupes muchacha, si cooperas, nos comportaremos como unos caballeros contigo.  JA JA JA JA JA. –Y mientras se reía irónicamente, me atrajo con su mano, que apretaba fuertemente mi barbilla, hacia su boca y me besó a la fuerza.

Lo mordí con todas mis fuerzas y cuando lo solté, le escupí como un camionero. Como el camionero en el que me había convertido hoy al salir de casa. Aunque este camionero se había convertido en un borrego en el matadero. El tipo dio un grito de dolor como si lo hubiesen apuñalado con una vara ardiendo. Bien. Le había dolido.

-Ni en tus mejores sueños yo podría dejarme llevar por un tipo como tú. Basura. –Y me arrojó al suelo con todas sus fuerzas de una patada en el vientre.

Me retorcía en el suelo de dolor, pero al menos cuando dentro de unos momentos me comiera mi orgullo y fuera a poner la denuncia a la misma comisaría donde estaba el policía al que había insultado. Me quedaría el buen sabor de boca de que no era yo la única que había sufrido ese día. Aunque perder virginidad en una violación no tuviese comparación con un labio rajado.

-¡PUTA! AHORA VAS A SABER LO QUE ES BUENO. NO VAMOS A DEJAR VIRGEN NI UN AGUJERO DE TU CUARPO. QUE TE QUEDE CLARO QUE VAS A QUEDA TAN TRAUMADA QUE NO VAS A PODER MIRAR MÁS A UN HOMBRE A LA CARA.

Y dicho esto, aunque ya me había resignado a lo que me esperaba, me propuse ejercer toda mi oposición hasta que me quedase sin fuerzas. Si querían violarme, que lo querían, no iban a tenerlo fácil. Al menos, esa era mi intención. No entraba en mis planes quedarme con la duda de si podía haberlo evitado por no recibir una paliza. Los traumas psicológicos son peores que los físicos. Pero este borrego que estaba en el matadero, iba a ser un borrego pero matón, dentro de sus posibilidades.

Capítulo 5: La vena


Capítulo 5: La vena
Sabía dónde era el lugar porque tuve que ir hace unos días para cosas del pasaporte y demás papeleos de permisos de residencia y tal. Tuve que coger el metro e ir al otro lado de la ciudad, realmente yo viví en una zona bastante alejada para que el precio me saliera económico. Sentada en el suburbano me puse a pensar que el haber leído <Domioyi> en la matrícula no implicaba que fuera Bryce quien lo condujese, podía ser Aaron, y estaba en deuda con él por haberme recogido los libros en contra de lo que dijo su hermano, o incluso podía ser que el coche fuera robado o en la propia carrera lo estuviese conduciendo otra persona a la que habían pagado para ello. Bueno bueno, la cuestión era que yo iba a realizar mi trabajo de ciudadana ejemplar y a estar en paz conmigo misma y mi conciencia. Lo que en realidad fuese, se encargaría de averiguarlo la policía.
Era un edificio blanco, parecía muy antiguo visto desde fuera pero dentro era todo de decoración moderna. Los sillones y mesas en la sala de espera para papeleo oficial eran blancos, a juego con los escritorios de los funcionarios. Yo tenía que entrar en la zona del cuartel. Sólo había un único policía que estaba haciendo la guardia. Por mi cara de nerviosismo pude adivinar en su cara que pensaba que iba a poner una denuncia por violación. Me acerqué al mostrador todavía intentando convencerme.
-Buenas noches. –Dije intentando hacer creer al señor que era una chica valiente. –Venía a informar sobre las carreras de autos ilegales que se producen por la noche aquí en la ciudad, señor.
-Muy bien, rellene este formulario. –Qué flojo, tenía entendido que el formulario lo rellenaban ellos mientras uno les iba contando los hechos.

Cogí el bolígrafo de la encimera, que estaba atado por una cuerda a la lamparilla, para que no se lo robasen. Vaya, al parecer no es sólo en España la manía de mangarse bolígrafos por la cara. En el apartado de declaración de los hechos, expliqué la sucesión continua de coches de lujo por aquella calle vacía, la prueba del atropello y el nombre de la matrícula. Le entregué el papel al policía. El cuál empezó a leerlo. Pasó la retina como quién dice, por mera costumbre por mi nombre, apellidos, y tarjeta de residencia, así como por el lugar de los hechos y testigos. Cuando llegó a la parte de declaración de los hechos se paró un momento. Suspiró y comenzó a hablar.

-Señorita…-y volvió a mirar la zona del nombre, como había sospechado, sólo había pasado la retina por ahí,- Valeria Spinoza, ¿dice usted que la matrícula era <Domioyi>?
-Así es señor, ¿ocurre algo con eso?
-Mire, creo que ni usted ni yo estamos dispuestos a meternos en problemas. ¿No es así?
-Claro. –Ojú, miedo me daba. Ya había metido la pata seguro. Si es que yo sabía que no era buena idea venir aquí. Tan poco tiempo y la ciudad y ya queriendo cambiarla. Esto es lo que le pasa a la gente que aspira a mucho.
-Pues déjeme que le diga que meterse con la familia Domioyi incluye muchos problemas. No sé si sabe por dónde voy.
-No, no le sigo muy bien. –En verdad me hacía una idea, pero es que además de no poder creer lo que estaba escuchando quería enterarme mejor de cómo estaban las cosas respecto a esta familia.
-Normalmente, cuando se trata de cosas así, digamos de importancia menor. Tanto nosotros como cuerpo de policía como demás ciudadanos implicados en los hechos, nos conformamos con una cantidad generosa de dinero por parte de susodicha familia. ¿Se hace una idea ya?
-Continúe por favor. –Debía seguir soñando, no podía ser que NY fuera una ciudad corrupta incluso a un nivel tan bajo como carreras ilegales con coches.
-De esta manera queda todo el mundo contento. No se levantan escándalos públicos, los perjudicados salen indemnizados y nosotros nos ahorramos trabajo. Evidentemente no se cree una idea preconcebida y mala sobre la honradez del cuerpo de policía. Cuando se trata de temas más importantes, a nivel de asesinato o violación, somos del todo impasibles. Pero si hay dos maneras de hacer las cosas, las dos igualmente honradas, por decirlo de alguna manera, y en la que todos salen ganando y se nos facilita el trabajo. ¿No lo haría usted también?
-Esto… -Tenía que decirle unas serias palabritas, sólo que no sabía por dónde empezar.
-No, no diga nada. Sólo tome esto y no diga nada a los medios públicos. Si le ofrecen dinero nosotros podemos pagarle el doble. –Y se levantó para ir un momento a una caja fuerte que necesitaba de llave y que estaba metida discretamente en un cajón que exteriormente parecía un archivador de documentos. Volvió con un fajo de billetes. Y los puso sobre la mesa.
-Tome esto. ¿Le parece suficiente 2.500$?

No podía creer lo que veían mis ojos. ¿En serio estaba siendo distorsionada por la policía? Notaba como se me empezó a acelerar las pulsaciones y comencé a notar como el corazón me latía en el cuello y se me empezaba a inflar una venta en éste. ¿Era justo que esos niñatos siguieran haciendo lo que quisieran por la ciudad mientras pagara para indemnizar a la gente? ¿Pero es que están todos locos en esta ciudad? Yo no venía aquí a ver si la gente salía recompensada por los caprichos de estos mimados. Yo lo que quería era parar el peligro público que esta gente suponía. Yo buscaba menos gente perjudicada, no asegurarme de si cobraban o no los perjudicados. ¿Pero qué es lo que importa para una ciudad? ¿La seguridad de sus habitantes o su conformidad ante sus desgracias porque aceptan dinero a cambio? Y lo peor de todo es que esto llevaba tiempo produciéndose. Tenían una caja fuerte, por lo que había visto, únicamente destinada a callar la boca de la gente con dinero. Y no la habían usado por primera vez, de eso estaba segura, porque recordé mi conversación con Karem el día anterior, ella no sabía nada sobre las malas andadas y abuso de poder de esa panda, en las revistas no decían nada de eso. Si es que ya hasta la prensa estaba comprada. ¿Quedaba algo puro en esta ciudad?

-Mire señor policía. Como usted bien dice aquí nadie quiere tener problemas. Y puesto que yo soy una ciudadana honrada y me he sentido tan humillada cuando he visto tal ofrecimiento, voy a hacer como que esta conversación no ha existido nunca. Así usted y su cuerpo de policía no tendrán problemas y yo me buscaré la manera de solucionarlo por otra parte a la vez que mi conciencia permanecerá tranquila.
-Oh vaya, hemos dado con la única chica decente en NY. Pues tú te lo pierdes guapa. –Guapa, como me repateaba esa palabra, estaba empezando a enfadarme de verdad. -Decisión tuya la de meterte en problemas. Porque por muchas comisarias a las que vayas, todas estamos con la familia Domioyi, y aunque alguna revista en la ciudad o abogado quisiera escucharte y llevar el tema a mayores, ten en cuenta que todo se solucionará con más dinero o con un juicio en el que adivina, el juez está de parte, no de la familia, sino del dinero que ésta le proporciona.
-¿Por qué se hizo usted policía, señor? ¿Si tanto le gusta el dinero por que no estudió economía para meterse a banquero? –la vena seguía palpitando en mi cuello.
-¿Y por qué no te dedicas tú a estudiar política en vez de estar aquí sermoneando a los demás? Ah ya, porque todos los políticos son unos corruptos y tenemos aquí a la chica más decente del país. A ver si te enteras ya de cómo funciona el mundo. Guapa. –Empezó a palpitarme la vena del otro lado del cuello. Me estaba poniendo realmente furiosa con cada palabra de este tío, y mucho más cuando pronunciaba guapa con retintín.
-Por lo menos yo soy de las que son fieles a sus ideales y no se corrompen por el dinero ni por nada cuando su conciencia y sentido del bien le dicen lo correcto que tiene que hacer. Por lo menos yo lucho por lo que creo y me mantengo firme hasta el final. Por lo menos yo me levanto tranquila por la mañana pensando que si ese día hago una buena acción, aunque no cuente para nada, este mundo será ese día un poquito mejor. Por lo menos yo creo en mí misma y me siento orgullosa de lo que soy. ¿Lo abraza el dinero cuando llega a casa? ¿Le da serenidad y tranquilidad a su mente? Porque si no es así, ni siquiera por lo que ha dejado de cumplir sus ideales merece la pena.

Y creo que tuvo que darse cuenta de que mis venas estaban a punto de explotar. Tal vez por evitar que me diera un colapso, porque realmente estaba poniendo en juego toda mi capacidad de autocontrol para no saltarme las reglas de ciudadanía y agredir a un cuerpo oficial. O tal vez, en lo más profundo de su mente, donde todavía podía quedar un poco de honradez, algo se movió indicando que en esa parte todavía quedaba algo de vida… Pero lo dudaba, ciertamente era, a estas alturas, creía que el dinero era capaz también de abrazar a las personas y cantarles nanas para que se calmen y tranquilicen. La cuestión es que cambió su expresión desafiante por una de total indiferencia.

-Si no tiene nada más que decir ni que hacer, la invito a salir señorita.

Y así fue, me fui de allí. No si antes dedicarle una mirada de desprecio a él y a su sucio dinero. Mejor dicho. Al sucio dinero de la familia Domioyi. A la que le estaba cogiendo una rabia cada vez mayor.

Capítulo 4: El camionero

Capítulo 4: El camionero
Llegué a casa. Me duché. Repasé lo que habíamos hecho durante la mañana en la Uni. Y decidí consultarlo con la almohada. La cuál me dijo que era demasiado tarde, y estaba demasiado cansada para pensar nada. Que mañana cuando me despertara sería otro día. Sabias palabras las de mi almohada. Inconscientemente me puse a pensar sobre las cosas que habían pasado en el día y me dormí al momento.
Y ciertamente, al día siguiente me desperté. El móvil estaba sonando. Pero no era de día, ni se me había despejado la mente, ni tenía la intención de ponerme a pensar sobre el problema, ni había sonado el despertador del móvil, es más, era de noche, estaba todavía adormilada y lo que sonaba era el móvil, me estaban llamando. ¿Quién era a las 12 de la noche? Miro el móvil. Mamá. Claro, quién iba a ser si no. No tengo ni novio, ni amigas en España que tengan tantas ganas de hablar que ni se pare en mirar la diferencia horaria. Pensándolo bien, que triste era mi vida. Me había ido de mí país y nadie me echaba de menos. Y cómo estaba tan adormilada, ni siquiera tenía prisa en responder. Y aunque la hubiese tenido, me es imposible no formar una paranoia cada vez que pasa algo. Y es así como yo llamo cariñosamente a mis idas de cabeza que empiezan por una cosa y a lo tonto a lo tonto, hilvanando con otras, acaba en otra cosa totalmente distinta. Si es que la confianza da asco, con lo bien que me lo paso yo con mis idas de cabeza y me tomo el descaro de tacharlas de paranoias. En fin. Cogí el teléfono. Ni siquiera me había parado a pensar por qué mi madre me estaba llamando, mi mente solo sirve para desvariar y saltarse por las ramas. Tsss y yo quería ser cirujana, capaz de venir algún paciente y de sus síntomas empezar a seguir un hilo de pensamientos que me llevaran a una enfermedad incluso nueva. Que triste. Que poco futuro me veía. Y menos en  esta universidad en la que no estoy ni motivada. Bueno bueno, voy a dejar de pensar porque estoy desmoronando mi vida en un momento y todo por una llamada a media noche de mi madre. Achacaré esto a que no me había dedicado a pensar, como de costumbre, al acostarme y recapitular sobre las cosas del día. Por lo menos, esta teoría parecía convincente y yo me quedaba tranquila de algún incipiente de comienzo de locura en mi mente.
-¿Si? ¿Mamá? –mi voz sonaba ronca, y eso que llevaría una hora durmiendo. Qué capacidad de desconectar tengo… que pena que solo ocurra cuando a mi cerebro le da la gana. Carraspeé para que se me fuera.
-¿Valeria? Estabas dormida, ¿verdad? ¿Pero por qué no me has llamado en todo el día? Estaba preocupada por ti. Hoy era tu primer día de clases en la universidad y estaba esperando que me llamara pero al ver que no lo hacías decidí llamarte yo.
-Lo siento mamá, -¿por qué seguía sonando ronca mi voz? Capaz y todo de que al levantarme por la mañana volviera a tener otra vez la voz esta de camionero. –Pero ha sido un día muy largo y se me había pasado. Estaba deseando llegar a casa y acostarme.
-Oh, estabas durmiendo. –Típico de las madres, saben perfectamente algo, en este caso que estaba durmiendo, pero hasta que no se lo afirmas, no se quedan tranquilas… -Perdón hija pero estaba preocupada en serio. ¿Algún problema? ¿Por qué dices que el día ha sido largo?
-Por nada en especial mamá. Sólo que la gente en la universidad no es muy amigable. –Parecía que ya se me había pasado la carraspera.
-No te preocupes por eso nena, -jou, echaba de menos a mi madre llamándome nena, y eso que sólo llevaba unos cinco días sin verla. Que duro es esto de independizarse. –Eso siempre pasa, ya verás que a medida que los días van pasando todo se va a hacer mucho más fácil.
-Eso espero, dios te oiga. ¿Y papá y Alex?
-Tu hermano está durmiendo ya, aunque estemos en otro país, las normas de irse a la cama siguen siendo las mismas.
-Jajaja, por lo que me dices seguro que habéis tenido una “charlita” al respecto.
-Pues sí, pero nada del otro mundo. Lo asumió al momento. –Normal, nadie tiene alma de plantarle cara a la mirada inflexible e impasible de mi madre, ni siquiera mi padre.
-Bueno mamá, dales un beso de mi parte. Voy a seguir durmiendo. Mañana tengo que levantarme temprano y todavía no me he hecho muy bien al camino ni las estaciones en las que tengo que pararme.
-Ok ok nena. Ale, un beso, y acuérdate de llamar más a menudo.
-Mamá, ya hemos tenido esta conversación antes. Si no te llamo es que todo va bien. Cuando tenga un hueco libre hablamos.
-Está bien. ¡Pero llama! –y colgó antes de que yo pudiera objetar nada al respecto.
Dejé el móvil en la mesita de noche dispuesta dormirme otra vez. Me entró curiosidad por saber qué hora era. Cogí el móvil de la mesita. Miré la hora y dejé el móvil otra vez en su sitio. Al hacer la cuenta para ver cuántas horas me quedaban de posible sueño tranquilo, me di cuenta de que no sabía qué hora era. Si era porque no había echado cuenta al mirarla o porque se me había ido la cabeza, no lo sé. Tenía sueño, y decidí volver a mirarla para volver a dormir otra vez. 00.16. Bien. 6.44 horas de sueño más.
Cojo el móvil y miro la hora. Cuento. 5.30 horas de sueño más. Cojo el móvil y vuelvo a mirar la hora. Vuelvo a contar. 4.12 horas de sueño más. Y para no romper la costumbre, cojo de nuevo el móvil. 3.03 horas de sueño más. Mierda. Me había desvelado. Voy a tener que empezar a contar las horas de sueño menos…
Decidí levantarme de la cama aburrida ya de intentar dejar la mente en blanco para dormirme. Me había dado cuenta, de que pensando, algo que hago inconscientemente, me duermo antes que manteniéndome concentrada por no pensar en nada. Me lo apunto para la próxima vez que me fuera a dormir, que esperaba que fuese este mismo día unas horas después.
Eran las 5 y 41 de la mañana. Como sabía que no iba a dormirme más y que no tenía otra cosa que hacer porque ya había repasado lo que habíamos dado en las clases, decidí ir a la comisaría de policía, que está abierta las 24 horas por cualquier cosa que pueda pasar. Fue una decisión repentina. No sé. Una punzada de esas que le da a la gente y deciden hacer algo de buenas a primeras.
Me vestí, me recogí el pelo en una trenza y me puse la lentilla. Tenía pensamiento de ir a continuación a la universidad después de dar aviso a la policía. Mirándome al espejo, me quedé mirando mi larga y voluminosa melena pelirroja y rizada. En España no hay apenas nadie pelirrojo, para ser sincera, no conocía a nadie. Me sentía bastante acomplejada por ello, porque además no era la típica albina. Mi piel tenía un cierto color moreno que parecía como si todo el año fuera el final del verano, tenía el mismo color de piel que las demás personas de piel clara por ese tiempo. Es por eso que me sentía un bicho raro. Los morenos de piel tienen pelo negro y los pelirrojos la piel muy muy blanca. ¿Por qué tenía que ser yo la excepción? ¿Y de quién había cogido yo esos genes? Ninguno de mis padres era pelirrojo, y mi hermano no lo era.
Antes de entrar en la universidad en España, me los alisaba todos los días e incluso varias veces en el mismo día, era obsesión. Aunque realmente estaba muy favorecida con el pelo lacio. Pero la falta de tiempo por los estudios me obligó a no perder tanto tiempo con el secador y el peine y a decidir cogérmelo en una trenza. No estaba tan favorecida, pero cumplía su misión de no aparentar pelo rizado. Claro, si estaba recogido no se podía notar ningún bucle. Ciertamente mi madre siempre me dijo que no sabía sacarle provecho ni partido al regalo del azar por haber escogido entre todas las posibles combinaciones genéticas mi “maravilloso” pelo rizado naranja. Pero las madres no entienden. Nunca entienden sobre nuestras ideas y cómo influyen en nosotras. En fin. Y yo con la esperanza puesta en que en Estados Unidos hay mucha variabilidad de razas, pensando que habría más gente pelirroja por lo menos, y ni eso. Ni uno en todo el campus. Que triste, mis complejos seguirían, y con ellos, mi pelo recogido en una trenza
Total. Que me armé valor y me dispuse a salir a por todas. No iba a retroceder ni a cambiar de opinión. Si una de mis locuras me había dicho que lo denunciara, tenía que hacerle caso. Y decidí decirlo en voz alta para que el intento de auto convicción falsa pareciera más convincente. Vaya. Seguía con la voz de camionero… en fin… Saquémosle partido a esto. Y así fue como un camionero lleno de coraje que se atreve a pasar por cualquier obstáculo que se le ponga en su camino cargando con el gran peso y responsabilidad de un enorme tráiler, se dispuso a salir lleno de valor.