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Refranero

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 2: Un adorable cachorrito

Capítulo 2: Un adorable cachorrito
Por fin en casa, nunca pensé que un piso de 20 metros cuadrados pudiera ser tan acogedor. Había perdido tiempo de mi vida. No, no había perdido tiempo de mi vida. HABÍA APROVECHADO tiempo de mi vida. Lo decía en voz alta para auto convencerme. Además, para que no se quedara en un mero intento fallido de auto convencimiento falso, acababa de decidir en ese justo momento ir yo misma a la policía. Y no a denunciar por el pobre señor atropellado, que ya lo había hecho en el hospital. Sino para alerta a la policía de la situación que se estaba dando en la ciudad respecto a las carreras ilegales.
Al día siguiente me levanté muy animada, quería comenzar el curso con buen pie. Saqué uno de los dos uniformes que me había tenido que comprar para la universidad de su envoltorio y lo estrené por primera vez. Sí, es extraño, una universidad con uniforme. Imagino que por aquí será lo típico, como es de élite y privada, imagino que aún con más motivo. Me habían costado un ojo de la cara. Pero claro, ¿qué se iba a esperar de una universidad privada? Espera que por lo menos me quedara bien. Me puse a mirarme en el espejo a ver cómo me sentaba. No estaba mal, aunque ni de lejos me quedaba como a las chicas de las películas. Que triste. Y eso que era la mar de bonito. Era un vestido de una sola pieza. La parte de la falda llegaba un poco más arriba de la rodilla y era de tablas. ¡Que cuca! De cada hombre salía una banda larga que acaban en triángulo a la espalda y en un lazo en la zona del pecho. Era de color marrón claro y en la zona de la falda aparecían rayas de tonos marrones más oscuros a modo de falda escocesa. ¡Era la primera vez que usaba uniforme y me encantaba! Aunque no me sentara tan bien como hubiera querido. Me recogí el pelo en una trenza, como de costumbre, me eché un poco de colonia barata de la que se le va el olor al momento y me puse lo más imprescindible de todo, mi lentilla derecha, no quería llamar excesivamente la atención y mucho menos de esa manera. En fin.  Listo todo, emprendí mi camino a la Universidad.
Los acontecimientos allí no fueron precisamente lo que había esperado, aunque en parte sí. Iba yo muy ilusionada con mis libros en la mano, pero dicha ilusión se fue desvaneciendo a medida que escuchaba las conversaciones ajenas. Aquí la gente no se saludaba con el típico << ¡HOLA! CUÁNTO TIEMPO, ¿CÓMO TE HA IDO EL VERANO? TENGO MUCHAS COSAS QUE CONTARTE >> Aquí la conversación era más en plan <<- Pues yo he hecho un viaje por toda Europa en el jet privado de mi papá. –Oh, eso no es nada, yo el tour lo he hecho por América del Sur. –Bah, pero allí no pudiste comprar este magnífico bolso de Louis Vuitton. –No, no pude, pero tú tampoco pudiste montar en globo por Europa…>> etc., etc., etc. ¡La conversación era una completa competición por ver quién se había gastado más dinero! Aunque esto no me pilló desprevenida. Es a esto a lo que me refiero cuando dije que en parte sí me esperaba lo cómo iba a ser el día.
Vi a una chica, bastante hermosa por cierto,  sola, y pensé que si no estaba regodeándose como el resto, no sería tan pija como las otras a las que había escuchado antes. Así que decidí acercarme para crear mi primera “amistad” en esta jaula de locos.
-¡Hola! Te he visto andando sola, y como soy nueva aquí pensé que no estaría de más empezar a conocer gente. Me llamo Valeria. –Dije con cara amigable.
La chica empezó a examinarme, con cara de si podía sacar algún beneficio. O era una persona retorcida o me estaba volviendo loca y pensaba que aquí todo el mundo era muy despreciable. Y me ignoró, siguió andando hacia delante como si tal cosa. Como la muchedumbre que intentaba atravesarme como si no estuviera allí, lo mismo, sólo que sin intentar atravesarme. Buen comienzo. Sí señor. Esto es entrar con buen pie y lo demás es tontería. Mirando el lado no malo del asunto, por lo menos no me había equivocado al pensar que era retorcida. Algo es algo.
Decidí no tomármelo muy mal, de todas formas aquí venía a estudiar, no a hacer amigos. Aunque todo era de nuevo, un intento fallido por no hundirme.
De repente todo el mundo alzó el volumen de sus cuchicheos y empecé a oír incluso como gritaban. << ¡Aaah! El G4. Son todos guapísimos. No sabría decir cuál me gusta más. Es lo mejor que tiene esta universidad>> decían todas sin parar entre otras cosas. Me giré a mirar quiénes eran los provocantes de tantos suspiros entre las chicas cuando choqué con alguien que tiró mis libros al suelo. Vale. Por mucho que me duela la espalda los llevaré siempre en la mochila.
Dije que lo sentía mientras me agachaba para recogerlos, en ese momento un pie apareció y empujó mis libros bastante lejos. Miré hacia arriba incrédula con intención de decirle que cómo se atrevía, que había sido sin querer, miré hacia arriba llena de determinación a hacerme valer en esta escuela, miré hacia arriba con la decisión de no dejarme pisotear. Pero pasó algo que no habría esperado  nunca, me encontré con un chico altísimo, con una mirada mortífera  y que me sacaba más de una cabeza. A ver, no es que yo sea bajita, que también, aunque 1.63m está perfectamente dentro de la media, pero él debía medir sobre el 1.93. Estoy segura de que si hubiera podido tener la capacidad de lanzar dardos con la vista, en ese mismo momento hubiera quedado clavada en el suelo, muerta, sangrando por la herida de mil dardos, venenosos. Había fuego en ellos, una mezcla entre furia y rabia.  Aunque había algo más en esa penetrante mirada de ojos verdes de esmeralda intensa, que no puedo describir. Me resultaban familiares además para rematar.
Es por eso que me quedé tan impresionada que no pude responder. Ni yo ni la gente que estaba a mi alrededor, todo quedó en completo silencio. Ni un mísero murmullo o carcajada con malicia. Lo hubiera preferido, sería indicio de que no estaba metida en una situación tan aterradora. El chico me apartó de un manotazo muy despreciable, pero yo seguía atónita. Adelantó unos pasos y habló sin ni siquiera mirarme a la cara, como si no me mereciera que sus ojos se posasen en mí.
-Las disculpas no valen. Si con pedir perdón se solucionase todo, no necesitaríamos policía, ¿no crees? Aunque te vas a salvar hoy porque es el primer día de clases y quiero empezarlas tranquilo. Pero ten más cuidado la próxima vez o no escaparás muy bien. No seas más un estorbo. –Y terminó la frase con una frialdad, que seguramente en el mundo, en ese momento, habría un adorable cachorrito menos.
Al momento pasaron, abriéndose camino a mi alrededor, dos chicos más, que seguían a al otro. Debo decir que eran todos odiosamente guapos. Y pasó una cosa realmente extraña. Quien me había pateado los libros volvió, para recogérmelos y devolvérmelos. ¿Por qué había hecho eso? Delicadamente me los dio diciendo:      
-Ten más cuidado la próxima vez. –Me dijo mientras me miraba fijamente a los ojos. Me sentí totalmente atravesada por su mirada. Eran los mismos ojos verdes esmeralda que me resultaban familiares que había visto antes, sólo que estos eran muy fríos, fríos y sólidos como el mármol. Si los otros ojos me hubiesen atravesado con multitud de dardos, estos lo habían conseguido pero con una punzada helante.
Y otra vez volvieron los murmullos, y el gentío. Pero yo estaba inmersa en mi propio mundo, la idea de que después de despreciarme se peleaba con la idea de que después me ayudara, por adueñarse de mi mente. Me pareció oír entre algunos <<Pobrecilla, qué suerte ha tenido, la próxima vez será peor, yo que ella tendría cuidado o será la primera en salir este año>> ¿Por qué había dicho eso? ¿Salir? ¿Por qué? Y ocurrió otra cosa inesperada. La chavala a la que me había presentado un minuto antes me habló. Se giró hacia a mí con una gracia y soltura dignas de ver. Más que una alumna de universidad privada, parecía una modelo de uniformes escolares. Ojala a mí el uniformé me sentase tan bien, aunque sólo fuese una décima parte de lo que a ella.
-¡Hola! Me llamo Shelby Dawson. Siento la ignorancia de antes pero iba inmersa en mis pensamientos y no me gusta cuando alguien los interrumpe. Por supuesto que voy a ser tu primera amistad en este instituto. Yo llevo aquí desde el año pasado así que puedo informarte de cómo funcionan las cosas aquí. – Y me brindó una sonrisa de oreja a oreja. Guau. Que sonrisa tan deslumbrante.
La verdad es que decidí creerla en lo referente a que no le gustaba que la interrumpan cuando va en su mundo. A mí también me pasa. Así que hice borrón y cuenta nueva y decidí bajarle el volumen a la parte de mi cerebro que me decía que no confiara en ella.
-Vaya, no te preocupes, a mí también me pasa. Encantada de conocerte, como dije antes, mi nombre es Valeria, -recordé que en EEUU es costumbre decir también los apellidos, -Valeria Spinoza.
Fueron estos sucesos los que hicieron que mi primer día de universidad, no fuera cómo lo había esperado, en parte.

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