Capítulo 5: La vena
Sabía dónde era el lugar porque tuve que ir hace unos días para cosas del pasaporte y demás papeleos de permisos de residencia y tal. Tuve que coger el metro e ir al otro lado de la ciudad, realmente yo viví en una zona bastante alejada para que el precio me saliera económico. Sentada en el suburbano me puse a pensar que el haber leído <Domioyi> en la matrícula no implicaba que fuera Bryce quien lo condujese, podía ser Aaron, y estaba en deuda con él por haberme recogido los libros en contra de lo que dijo su hermano, o incluso podía ser que el coche fuera robado o en la propia carrera lo estuviese conduciendo otra persona a la que habían pagado para ello. Bueno bueno, la cuestión era que yo iba a realizar mi trabajo de ciudadana ejemplar y a estar en paz conmigo misma y mi conciencia. Lo que en realidad fuese, se encargaría de averiguarlo la policía.
Era un edificio blanco, parecía muy antiguo visto desde fuera pero dentro era todo de decoración moderna. Los sillones y mesas en la sala de espera para papeleo oficial eran blancos, a juego con los escritorios de los funcionarios. Yo tenía que entrar en la zona del cuartel. Sólo había un único policía que estaba haciendo la guardia. Por mi cara de nerviosismo pude adivinar en su cara que pensaba que iba a poner una denuncia por violación. Me acerqué al mostrador todavía intentando convencerme.
-Buenas noches. –Dije intentando hacer creer al señor que era una chica valiente. –Venía a informar sobre las carreras de autos ilegales que se producen por la noche aquí en la ciudad, señor.
-Muy bien, rellene este formulario. –Qué flojo, tenía entendido que el formulario lo rellenaban ellos mientras uno les iba contando los hechos.
Cogí el bolígrafo de la encimera, que estaba atado por una cuerda a la lamparilla, para que no se lo robasen. Vaya, al parecer no es sólo en España la manía de mangarse bolígrafos por la cara. En el apartado de declaración de los hechos, expliqué la sucesión continua de coches de lujo por aquella calle vacía, la prueba del atropello y el nombre de la matrícula. Le entregué el papel al policía. El cuál empezó a leerlo. Pasó la retina como quién dice, por mera costumbre por mi nombre, apellidos, y tarjeta de residencia, así como por el lugar de los hechos y testigos. Cuando llegó a la parte de declaración de los hechos se paró un momento. Suspiró y comenzó a hablar.
-Señorita…-y volvió a mirar la zona del nombre, como había sospechado, sólo había pasado la retina por ahí,- Valeria Spinoza, ¿dice usted que la matrícula era <Domioyi>?
-Así es señor, ¿ocurre algo con eso?
-Mire, creo que ni usted ni yo estamos dispuestos a meternos en problemas. ¿No es así?
-Claro. –Ojú, miedo me daba. Ya había metido la pata seguro. Si es que yo sabía que no era buena idea venir aquí. Tan poco tiempo y la ciudad y ya queriendo cambiarla. Esto es lo que le pasa a la gente que aspira a mucho.
-Pues déjeme que le diga que meterse con la familia Domioyi incluye muchos problemas. No sé si sabe por dónde voy.
-No, no le sigo muy bien. –En verdad me hacía una idea, pero es que además de no poder creer lo que estaba escuchando quería enterarme mejor de cómo estaban las cosas respecto a esta familia.
-Normalmente, cuando se trata de cosas así, digamos de importancia menor. Tanto nosotros como cuerpo de policía como demás ciudadanos implicados en los hechos, nos conformamos con una cantidad generosa de dinero por parte de susodicha familia. ¿Se hace una idea ya?
-Continúe por favor. –Debía seguir soñando, no podía ser que NY fuera una ciudad corrupta incluso a un nivel tan bajo como carreras ilegales con coches.
-De esta manera queda todo el mundo contento. No se levantan escándalos públicos, los perjudicados salen indemnizados y nosotros nos ahorramos trabajo. Evidentemente no se cree una idea preconcebida y mala sobre la honradez del cuerpo de policía. Cuando se trata de temas más importantes, a nivel de asesinato o violación, somos del todo impasibles. Pero si hay dos maneras de hacer las cosas, las dos igualmente honradas, por decirlo de alguna manera, y en la que todos salen ganando y se nos facilita el trabajo. ¿No lo haría usted también?
-Esto… -Tenía que decirle unas serias palabritas, sólo que no sabía por dónde empezar.
-No, no diga nada. Sólo tome esto y no diga nada a los medios públicos. Si le ofrecen dinero nosotros podemos pagarle el doble. –Y se levantó para ir un momento a una caja fuerte que necesitaba de llave y que estaba metida discretamente en un cajón que exteriormente parecía un archivador de documentos. Volvió con un fajo de billetes. Y los puso sobre la mesa.
-Tome esto. ¿Le parece suficiente 2.500$?
No podía creer lo que veían mis ojos. ¿En serio estaba siendo distorsionada por la policía? Notaba como se me empezó a acelerar las pulsaciones y comencé a notar como el corazón me latía en el cuello y se me empezaba a inflar una venta en éste. ¿Era justo que esos niñatos siguieran haciendo lo que quisieran por la ciudad mientras pagara para indemnizar a la gente? ¿Pero es que están todos locos en esta ciudad? Yo no venía aquí a ver si la gente salía recompensada por los caprichos de estos mimados. Yo lo que quería era parar el peligro público que esta gente suponía. Yo buscaba menos gente perjudicada, no asegurarme de si cobraban o no los perjudicados. ¿Pero qué es lo que importa para una ciudad? ¿La seguridad de sus habitantes o su conformidad ante sus desgracias porque aceptan dinero a cambio? Y lo peor de todo es que esto llevaba tiempo produciéndose. Tenían una caja fuerte, por lo que había visto, únicamente destinada a callar la boca de la gente con dinero. Y no la habían usado por primera vez, de eso estaba segura, porque recordé mi conversación con Karem el día anterior, ella no sabía nada sobre las malas andadas y abuso de poder de esa panda, en las revistas no decían nada de eso. Si es que ya hasta la prensa estaba comprada. ¿Quedaba algo puro en esta ciudad?
-Mire señor policía. Como usted bien dice aquí nadie quiere tener problemas. Y puesto que yo soy una ciudadana honrada y me he sentido tan humillada cuando he visto tal ofrecimiento, voy a hacer como que esta conversación no ha existido nunca. Así usted y su cuerpo de policía no tendrán problemas y yo me buscaré la manera de solucionarlo por otra parte a la vez que mi conciencia permanecerá tranquila.
-Oh vaya, hemos dado con la única chica decente en NY. Pues tú te lo pierdes guapa. –Guapa, como me repateaba esa palabra, estaba empezando a enfadarme de verdad. -Decisión tuya la de meterte en problemas. Porque por muchas comisarias a las que vayas, todas estamos con la familia Domioyi, y aunque alguna revista en la ciudad o abogado quisiera escucharte y llevar el tema a mayores, ten en cuenta que todo se solucionará con más dinero o con un juicio en el que adivina, el juez está de parte, no de la familia, sino del dinero que ésta le proporciona.
-¿Por qué se hizo usted policía, señor? ¿Si tanto le gusta el dinero por que no estudió economía para meterse a banquero? –la vena seguía palpitando en mi cuello.
-¿Y por qué no te dedicas tú a estudiar política en vez de estar aquí sermoneando a los demás? Ah ya, porque todos los políticos son unos corruptos y tenemos aquí a la chica más decente del país. A ver si te enteras ya de cómo funciona el mundo. Guapa. –Empezó a palpitarme la vena del otro lado del cuello. Me estaba poniendo realmente furiosa con cada palabra de este tío, y mucho más cuando pronunciaba guapa con retintín.
-Por lo menos yo soy de las que son fieles a sus ideales y no se corrompen por el dinero ni por nada cuando su conciencia y sentido del bien le dicen lo correcto que tiene que hacer. Por lo menos yo lucho por lo que creo y me mantengo firme hasta el final. Por lo menos yo me levanto tranquila por la mañana pensando que si ese día hago una buena acción, aunque no cuente para nada, este mundo será ese día un poquito mejor. Por lo menos yo creo en mí misma y me siento orgullosa de lo que soy. ¿Lo abraza el dinero cuando llega a casa? ¿Le da serenidad y tranquilidad a su mente? Porque si no es así, ni siquiera por lo que ha dejado de cumplir sus ideales merece la pena.
Y creo que tuvo que darse cuenta de que mis venas estaban a punto de explotar. Tal vez por evitar que me diera un colapso, porque realmente estaba poniendo en juego toda mi capacidad de autocontrol para no saltarme las reglas de ciudadanía y agredir a un cuerpo oficial. O tal vez, en lo más profundo de su mente, donde todavía podía quedar un poco de honradez, algo se movió indicando que en esa parte todavía quedaba algo de vida… Pero lo dudaba, ciertamente era, a estas alturas, creía que el dinero era capaz también de abrazar a las personas y cantarles nanas para que se calmen y tranquilicen. La cuestión es que cambió su expresión desafiante por una de total indiferencia.
-Si no tiene nada más que decir ni que hacer, la invito a salir señorita.
Y así fue, me fui de allí. No si antes dedicarle una mirada de desprecio a él y a su sucio dinero. Mejor dicho. Al sucio dinero de la familia Domioyi. A la que le estaba cogiendo una rabia cada vez mayor.
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