adelgazar

Refranero

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 4: El camionero

Capítulo 4: El camionero
Llegué a casa. Me duché. Repasé lo que habíamos hecho durante la mañana en la Uni. Y decidí consultarlo con la almohada. La cuál me dijo que era demasiado tarde, y estaba demasiado cansada para pensar nada. Que mañana cuando me despertara sería otro día. Sabias palabras las de mi almohada. Inconscientemente me puse a pensar sobre las cosas que habían pasado en el día y me dormí al momento.
Y ciertamente, al día siguiente me desperté. El móvil estaba sonando. Pero no era de día, ni se me había despejado la mente, ni tenía la intención de ponerme a pensar sobre el problema, ni había sonado el despertador del móvil, es más, era de noche, estaba todavía adormilada y lo que sonaba era el móvil, me estaban llamando. ¿Quién era a las 12 de la noche? Miro el móvil. Mamá. Claro, quién iba a ser si no. No tengo ni novio, ni amigas en España que tengan tantas ganas de hablar que ni se pare en mirar la diferencia horaria. Pensándolo bien, que triste era mi vida. Me había ido de mí país y nadie me echaba de menos. Y cómo estaba tan adormilada, ni siquiera tenía prisa en responder. Y aunque la hubiese tenido, me es imposible no formar una paranoia cada vez que pasa algo. Y es así como yo llamo cariñosamente a mis idas de cabeza que empiezan por una cosa y a lo tonto a lo tonto, hilvanando con otras, acaba en otra cosa totalmente distinta. Si es que la confianza da asco, con lo bien que me lo paso yo con mis idas de cabeza y me tomo el descaro de tacharlas de paranoias. En fin. Cogí el teléfono. Ni siquiera me había parado a pensar por qué mi madre me estaba llamando, mi mente solo sirve para desvariar y saltarse por las ramas. Tsss y yo quería ser cirujana, capaz de venir algún paciente y de sus síntomas empezar a seguir un hilo de pensamientos que me llevaran a una enfermedad incluso nueva. Que triste. Que poco futuro me veía. Y menos en  esta universidad en la que no estoy ni motivada. Bueno bueno, voy a dejar de pensar porque estoy desmoronando mi vida en un momento y todo por una llamada a media noche de mi madre. Achacaré esto a que no me había dedicado a pensar, como de costumbre, al acostarme y recapitular sobre las cosas del día. Por lo menos, esta teoría parecía convincente y yo me quedaba tranquila de algún incipiente de comienzo de locura en mi mente.
-¿Si? ¿Mamá? –mi voz sonaba ronca, y eso que llevaría una hora durmiendo. Qué capacidad de desconectar tengo… que pena que solo ocurra cuando a mi cerebro le da la gana. Carraspeé para que se me fuera.
-¿Valeria? Estabas dormida, ¿verdad? ¿Pero por qué no me has llamado en todo el día? Estaba preocupada por ti. Hoy era tu primer día de clases en la universidad y estaba esperando que me llamara pero al ver que no lo hacías decidí llamarte yo.
-Lo siento mamá, -¿por qué seguía sonando ronca mi voz? Capaz y todo de que al levantarme por la mañana volviera a tener otra vez la voz esta de camionero. –Pero ha sido un día muy largo y se me había pasado. Estaba deseando llegar a casa y acostarme.
-Oh, estabas durmiendo. –Típico de las madres, saben perfectamente algo, en este caso que estaba durmiendo, pero hasta que no se lo afirmas, no se quedan tranquilas… -Perdón hija pero estaba preocupada en serio. ¿Algún problema? ¿Por qué dices que el día ha sido largo?
-Por nada en especial mamá. Sólo que la gente en la universidad no es muy amigable. –Parecía que ya se me había pasado la carraspera.
-No te preocupes por eso nena, -jou, echaba de menos a mi madre llamándome nena, y eso que sólo llevaba unos cinco días sin verla. Que duro es esto de independizarse. –Eso siempre pasa, ya verás que a medida que los días van pasando todo se va a hacer mucho más fácil.
-Eso espero, dios te oiga. ¿Y papá y Alex?
-Tu hermano está durmiendo ya, aunque estemos en otro país, las normas de irse a la cama siguen siendo las mismas.
-Jajaja, por lo que me dices seguro que habéis tenido una “charlita” al respecto.
-Pues sí, pero nada del otro mundo. Lo asumió al momento. –Normal, nadie tiene alma de plantarle cara a la mirada inflexible e impasible de mi madre, ni siquiera mi padre.
-Bueno mamá, dales un beso de mi parte. Voy a seguir durmiendo. Mañana tengo que levantarme temprano y todavía no me he hecho muy bien al camino ni las estaciones en las que tengo que pararme.
-Ok ok nena. Ale, un beso, y acuérdate de llamar más a menudo.
-Mamá, ya hemos tenido esta conversación antes. Si no te llamo es que todo va bien. Cuando tenga un hueco libre hablamos.
-Está bien. ¡Pero llama! –y colgó antes de que yo pudiera objetar nada al respecto.
Dejé el móvil en la mesita de noche dispuesta dormirme otra vez. Me entró curiosidad por saber qué hora era. Cogí el móvil de la mesita. Miré la hora y dejé el móvil otra vez en su sitio. Al hacer la cuenta para ver cuántas horas me quedaban de posible sueño tranquilo, me di cuenta de que no sabía qué hora era. Si era porque no había echado cuenta al mirarla o porque se me había ido la cabeza, no lo sé. Tenía sueño, y decidí volver a mirarla para volver a dormir otra vez. 00.16. Bien. 6.44 horas de sueño más.
Cojo el móvil y miro la hora. Cuento. 5.30 horas de sueño más. Cojo el móvil y vuelvo a mirar la hora. Vuelvo a contar. 4.12 horas de sueño más. Y para no romper la costumbre, cojo de nuevo el móvil. 3.03 horas de sueño más. Mierda. Me había desvelado. Voy a tener que empezar a contar las horas de sueño menos…
Decidí levantarme de la cama aburrida ya de intentar dejar la mente en blanco para dormirme. Me había dado cuenta, de que pensando, algo que hago inconscientemente, me duermo antes que manteniéndome concentrada por no pensar en nada. Me lo apunto para la próxima vez que me fuera a dormir, que esperaba que fuese este mismo día unas horas después.
Eran las 5 y 41 de la mañana. Como sabía que no iba a dormirme más y que no tenía otra cosa que hacer porque ya había repasado lo que habíamos dado en las clases, decidí ir a la comisaría de policía, que está abierta las 24 horas por cualquier cosa que pueda pasar. Fue una decisión repentina. No sé. Una punzada de esas que le da a la gente y deciden hacer algo de buenas a primeras.
Me vestí, me recogí el pelo en una trenza y me puse la lentilla. Tenía pensamiento de ir a continuación a la universidad después de dar aviso a la policía. Mirándome al espejo, me quedé mirando mi larga y voluminosa melena pelirroja y rizada. En España no hay apenas nadie pelirrojo, para ser sincera, no conocía a nadie. Me sentía bastante acomplejada por ello, porque además no era la típica albina. Mi piel tenía un cierto color moreno que parecía como si todo el año fuera el final del verano, tenía el mismo color de piel que las demás personas de piel clara por ese tiempo. Es por eso que me sentía un bicho raro. Los morenos de piel tienen pelo negro y los pelirrojos la piel muy muy blanca. ¿Por qué tenía que ser yo la excepción? ¿Y de quién había cogido yo esos genes? Ninguno de mis padres era pelirrojo, y mi hermano no lo era.
Antes de entrar en la universidad en España, me los alisaba todos los días e incluso varias veces en el mismo día, era obsesión. Aunque realmente estaba muy favorecida con el pelo lacio. Pero la falta de tiempo por los estudios me obligó a no perder tanto tiempo con el secador y el peine y a decidir cogérmelo en una trenza. No estaba tan favorecida, pero cumplía su misión de no aparentar pelo rizado. Claro, si estaba recogido no se podía notar ningún bucle. Ciertamente mi madre siempre me dijo que no sabía sacarle provecho ni partido al regalo del azar por haber escogido entre todas las posibles combinaciones genéticas mi “maravilloso” pelo rizado naranja. Pero las madres no entienden. Nunca entienden sobre nuestras ideas y cómo influyen en nosotras. En fin. Y yo con la esperanza puesta en que en Estados Unidos hay mucha variabilidad de razas, pensando que habría más gente pelirroja por lo menos, y ni eso. Ni uno en todo el campus. Que triste, mis complejos seguirían, y con ellos, mi pelo recogido en una trenza
Total. Que me armé valor y me dispuse a salir a por todas. No iba a retroceder ni a cambiar de opinión. Si una de mis locuras me había dicho que lo denunciara, tenía que hacerle caso. Y decidí decirlo en voz alta para que el intento de auto convicción falsa pareciera más convincente. Vaya. Seguía con la voz de camionero… en fin… Saquémosle partido a esto. Y así fue como un camionero lleno de coraje que se atreve a pasar por cualquier obstáculo que se le ponga en su camino cargando con el gran peso y responsabilidad de un enorme tráiler, se dispuso a salir lleno de valor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario