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Refranero

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 3: La sardina

Capítulo 3: La sardina
Ese día los pasé sin más incidentes. Shelby hizo perfectamente de anfitriona. Me enseñó todas las instalaciones de la Uni y me habló de aquel grupo de chavales. Los cuatro formaban el grupo de los G4 <Great 4> porque eran los geniales cuatro de la Universidad. Bryce era el líder del grupo, los demás sólo intervenían en las cosas con su mera presencia. Son los que “gobernaban en la Uni”, todo se movía a su alrededor, cualquier cosa que dijera cada uno iba a misa, nadie se atrevía a contradecirlos o hacer algo que no quisieran. Si ellos pasaban por el pasillo, tú te apartabas para dejarles paso. Si se encontraban en la cola del comedor, tú los dejabas colarse. Si ellos te decían que hicieras algo, tú lo hacías y no rechistabas. Pero además todo el mundo estaba conforme con ellos.
Me contó también cómo funcionaban. Si algún profesor les plantaba cara, lo echaban. Simplemente tenían que hablar con el director para exigirle que lo expulsara, si se negaba, cosa que no ocurría, lo amenazaban con dejar de sustentar la universidad con sus donaciones. Si algún alumno les plantaba cara, no lo echaban porque supondría un perjuicio para la compañía de alguno de sus padres, porque los padres del alumno dejarían de comerciar con ellos. El método entonces era sencillo. Al día siguiente se encontraba una tarjeta roja colgando de su casillero, y del resto se encargaban los demás “compañeros” de instituto. Los amigos por miedo y por salvar el pellejo, hacían como que esa persona no existía. Los no amigos tenían intervención directa. Le hacían la vida imposible hasta hacerlo renunciar por su propia cuenta. Todo ello por hacerle la pelota al G4, así si alguna, si lo necesitasen, podrían defenderse diciendo que los había ayudado a echar a menganito de tal.
Shelby no me contó hasta qué punto eran capaces de llegar si el alumno era de espíritu fuerte y resistía. Puesto que no los había. Si tenían problemas se cambiaban de Universidad, no era un problema el dinero la falta de universidades buenas y lujosas. Ya sabían lo que les había caído encima y se iban en menos de una semana. Así el “castigo” sólo entraba en quitar su pupitre de la clase, tirarle huevos podridos o ridiculizarlo por el patio y comedor. Habían sido muchos los alumnos que se habían ido por estos motivos. Según me dijo Shelby, el año pasado fueron unos 10.Aterrador. Eran unos parias en versión dioses. Eran los intocables, su palabra tenía más fuerza que la del propio directo. Principalmente porque la Universidad era apoyada económicamente por ellos.
Me explicó también quién era cada uno, con el que me había chocado era Bryce Domioyi. El más violento e irascible de todos.  Los que habían pasado a mí alrededor eran Leo Bynes, el rubio de ojos azules, y Liam Cooley, el chico negro. Ambos eran los playboy del grupo, cada día salían con una chica nueva a cuál más guapa. El que había recogido mis libros del suelo era Aaron Domioyi, el hermano gemelo de Bryce. Éste era el que más llamaba mi atención de todos. Me contó Shelby que era muy introvertido y algo especial. Quizás era por eso.
Me habló de hasta qué punto llegaba la influencia de estos chicos en el mundo económico. Eran hijos de los 100 más ricos del mundo. Bryce y Aaron hijos de la compañía Domioyi, dueña de una cadena de hoteles de lujo repartidos por todo el mundo además de tener las acciones mayoritarias de varios bancos y petroleras por todo el mundo. Leo Bynes era hijo del director de los centros comerciales y la productora de filmes Bynes; aunque era el tercer hijo y cada una de las compañías sería heredada para dirigir por alguno de sus hermanos. Liam Cooley era hijo del presidente de la compañía de la marca Cooley, que le hacía competencia a marcas como Sony o Apple en temas de tecnología, además de otras acciones en empresas de alimentación. Aunque los más ricos de todos eran los Domioyi, y con mucha diferencia.
Ese día las clases acabaron con tranquilidad. Ni presentaciones ni nada. Dar materia y más materia. Estaba exhausta. Entre el asombro por cómo se regían las cosas aquí, cosa que sólo pensaba que pasaba en las películas típicas americanas, ahora ya sé que se basan en hechos reales, y por intentar pasar desapercibida. Me había llevado un buen susto y quería pasar mis dos últimos años tranquilamente, sin meterme en líos ni problemas. Aquí venía a estudiar. Aunque no estaría de más enamorarme…
A la salida me dirigí al trabajo. Tenía que empezar a acostumbrarme porque iba a ser así durante todo el curso. Durante el camino estuve pensando en que esa cosa a la que le había estado dando vueltas todo el día, tenía que hacer algo, algo que se me escapaba y no sabía que era. Bueno, si no me acuerdo es que no será muy importante. Y si lo era ya me acordaría.
Ese día, por ser lunes, era un día tranquilo. Cuando más trabajo teníamos eran los viernes por la tarde y los sábados por la mañana, cuando la gente tiene más tiempo libre que dedicar a sus cosas. Así que me puse a hablar con Karem sobre la situación de la Uni.
-Bueno, ¿y cómo es tu universidad súper lujosa? Tienes suerte, no todos podemos permitirnos ir a una privada. Yo tengo que conformarme con la pública.
-Ni siquiera yo sé cómo el Estado me ha concedido la beca Erasmus para una universidad tan de la high class… Aunque no me tengas envidia por eso, allí son todos unos estirados.
-Bueno, sé que es el primer día, pero alguna amistad habrás empezado a hacer, ¿no?
-Bueno, no sé si llamarlo amistad. Pero he pasado el día con una chica que se llama Shelby. Muy maja la chavala, aunque creo que no acaba de aceptarme del todo, imagino que será también un poco reacia a juntarse con la clase baja. Voy a tener que trabajarme su amistad. No la culpo por haber sido criada en esa mentalidad, por lo menos me ha hablado como si tal cosa. Allí todos se sienten superiores a lo demás por tener dinero.
-Jo tía, que plan. Oye, y ahora que caigo contándome todo esto. ¿El ministerio en tu país está tan rico para dar becas a universidades privadas de élite?
-Ostras, pues ahora que lo pienso, tienes razón. En España la economía no va nada bien. Ni siquiera tienen dinero para pagar a los bancos. Es extraño. Pero no sé, es mi madre la que se encargó de todo eso. Como me la dieron en la época de exámenes parciales, me dijo que me dedicará en estudiar y que ella se ocuparía de todos los trámites.
-Bueno, ¿y algo así más que comentar sobre la Uni?
-Tsss si será por cosas que comentar. Hay un grupito que se llama el G4 que no veas... – Y antes de que terminara la frase empezó a hablar alzando la voz muy emocionada.
-¿¡EL G4!? ¿¡EL FAMOSO GRUPO DE CUATRO CHICOS GUAPÍSIMOS QUE LIDERAN EL INSTITUTO?!
-Sí precisamente ellos. Pero, ¿cómo los conoces?
-Tía, ¿cómo no los conoces tú? Son súper famosísimos en todo el país. Son los Paris Hilton en versión masculina. Todas sus excentricidades son portada en las revistas. Desde las acciones violentas del líder y que los padres encubren con dinero. Hasta los múltiples líos amorosos de los demás con las celebrities. –Increíble, ahora hasta debía sentirme afortunada por estudiar en la misma universidad que unos famosísimos chicos playboy.
-Qué barbaridad. Me habían hablado de su influencia, pero nunca había imaginado que saliera a nivel nacional… Pero Karem, son de lo peor, tiene a toda la Uni atemorizada. Sólo su simple respiración ya tiene más autoridad que cualquier otra cosa allí. Son lo peor, me han contado que muchos alumnos han se cambiaron de universidad por el acoso que sufrían por su culpa.
-Vaya, eso sí que no me lo esperaba. Mira que las revistas son de criticar mucho. Pues nunca había salido nada de eso.
-Ya ves, hay corrupción por todos lados. No me extrañaría que cometieran algún crimen, los denunciaran y la policía estuviera comprada y no hiciera nada al respecto. –Y ahí se me encendió la bombillita de lo que había olvidado.
-Karem, ¿cómo se llaman cada uno?
-Bryce y Aaron Domioyi, Leo Bynes y Liam Cooley.
-¿Puedes volver a repetir?
-Oye, ¿te pasa algo? Puedes contar conmigo para lo que sea, ya lo sabes, estoy aquí para cualquier cosa que necesites.
-Karem. El otro día durante una carrera ilegal de coches, un hombre fue atropellado. Yo estaba en ese momento y me fijé en la matrícula. Ponía Domioyi. ¿Qué hago? Tengo miedo. No sé si ser fiel a mis principios o velar por mi bien y no meterme en líos con esta gente tan poderosa. Realmente me siento como una pobre sardina perdida en medio de un banco de peces tropicales.

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