Capítulo 6: Un borrego
Cuando salí afuera todavía era de noche. Eran las 6.50. Como estábamos en horario de invierno, calculé que hasta las 8 no amanecería, por lo menos en España en horaria de invierno amanecía a esa hora. Todavía recuerdo cuando el profesor de filosofía explicaba a primera hora de la mañana la diferencia entre el mundo de las ideas y el mundo sensible de Platón. Sobre es ahora la luz del sol empezaba a pasar por la venta e iluminaba la pizarra. Él cogía su botella de agua y la ponía en el haz de luz para explicarnos que la sombra de la botella en la pizarra era el mundo sensible y la botella era la idea. El aula era llamada por él como la clase prodigiosa.
No quería meterme de nuevo en el metro tan pronto. Estaba todavía muy alterada y no aguantaría estar en un espacio cerrado. Me puse a caminar sin rumbo buscando algún parque donde poder sentarme a reflexionar, y si era solitaria mejor, así podría ponerme a gritar y despotricar en español sin que la gente me escuchara o me entendiesen en el caso de que me oyeran. Si aquel día me perdía la primera hora no pasaba nada. Todos los universitarios por regla general se pierden al menos, alguna vez en el año, una hora o más. Porque yo el segundo día la utilizara no sería tan malo. Ahora mismo velaba más por mi salud mental y paz interior que por la clase de bioquímica.
Y así encontré un pequeño parque en el que me senté en el banco. Y ahí no pude aguantar más y me puse a llorar. Era una mezcla de rabia e impotencia ligada al sentimiento de estúpida por haber pensado que yo, una simple chica, podía hacer algo por cambiar este mundo a mejor. Y ahí volví a recordar el sueño que cada noche, desde que me vine a NY, había soñado todos los días. Dichoso sueño. Siempre recordándome mis incapacidades. Así no había quien tirara para adelante.
Imagino que a esa hora debían haber cerrado una de las discotecas de cerca de allí, porque un montón de chavales ebrios y armando bulla venían del mismo sitio. Me entró miedo. ¿Y si alguno con la borrachera, o sin ella, se atrevía a venir adonde yo estaba para hacerme algo? Disimuladamente, como quien no quiere la cosa, me levanté simulando total normalidad y cogí por un camino que se quitara del paso de aquellos chavales. Cuando salí del parque y de la vista de ellos y recorrí unos metros de la otra calle, me sentí más tranquila. Pero pobre ilusa. Me encontré de cara con otra discoteca que estaba abriendo sus puertas para que la gente saliera. Oh no. Estaba acorralada. Me giré en un intento de no parecer muy descara pero nada más dar un paso ya me estaban llamando.
-¡Eh tú! ¡Guapa!
-Sí sí. ¡La pelirroja de ahí!
Aceleré el paso, tenía que llegar rápido a la calle de la que había venido. Imagino yo que alguno de los que venían de la otra disco querría ayudar a una muchacha si la veía en apuros. ¿No? Ya sé que la gente de NY va a lo suyo, pero de ahí a ser unas personas sin sentimientos que pasan de largo cuando ven que una chica indefensa está en problemas, hay un gran trecho. Trecho que esperaba que no fuera muy difícil de superar.
-¡EH! ¡NO HUYAS! –empezó a gritar otro. -¡KEVIN CORRE! ¡VAMOS A COGERLA!
Oh no. Empecé a correr pero me tropecé con un adoquín de la calle que estaba más salido de lo normal. Y no había alcanzado a salir a la otra calle. Dios mío, ayúdame.
-Aquí estás pequeña. Ahora eres nuestra. –Y empezaron a rodearme. Eran cinco. A cuál con peores pintas. Tenía mucho miedo. Grité. Grité como si me fuera la vida en ello.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡SOCORRO! ¡AYU… - uno de ellos me dio una bofetada.
Mientras estaba en shock. El mismo que me había golpeado me cogió del brazo y me obligó a levantarme mientras me zarandeaba.
-Mira bonita. Podemos hacer esto de dos maneras. Por las buenas será mejor para todos. Tú no serás golpeada y nosotros no perderemos ni tiempo ni esfuerzos para conseguir algo que vamos a conseguir de todos modos. ¿Comprendes? ¿O te lo hago entender de otra manera?
¿Qué podía hacer? Era yo sola contra cinco tíos. Podía subordinarme a lo que ellos me dijeran o podía seguir gritando, si era golpeada o no ya no importaba, al menos había más posibilidades de que alguien viniera a mi rescate. Incluso la policía. Estábamos a pocos metros de la comisaría. Mierda. Acababa de pelearme con el hombre que estaba allí. Bueno. Que le diera una clase de ética no significa que fuera capaz de dejarme a merced de estos tipos que querían violarme. ¿No?
Mientras pensaba si gritar o no. Uno de ellos me cogió de la barbilla y me obligó a mirarlo.
-Oh, chicos. Esta chica es realmente linda. Mira que labios tiene. Llevamos ya tiempo sin estar con una mujer. Así que este es nuestro día de suerte. No te preocupes muchacha, si cooperas, nos comportaremos como unos caballeros contigo. JA JA JA JA JA. –Y mientras se reía irónicamente, me atrajo con su mano, que apretaba fuertemente mi barbilla, hacia su boca y me besó a la fuerza.
Lo mordí con todas mis fuerzas y cuando lo solté, le escupí como un camionero. Como el camionero en el que me había convertido hoy al salir de casa. Aunque este camionero se había convertido en un borrego en el matadero. El tipo dio un grito de dolor como si lo hubiesen apuñalado con una vara ardiendo. Bien. Le había dolido.
-Ni en tus mejores sueños yo podría dejarme llevar por un tipo como tú. Basura. –Y me arrojó al suelo con todas sus fuerzas de una patada en el vientre.
Me retorcía en el suelo de dolor, pero al menos cuando dentro de unos momentos me comiera mi orgullo y fuera a poner la denuncia a la misma comisaría donde estaba el policía al que había insultado. Me quedaría el buen sabor de boca de que no era yo la única que había sufrido ese día. Aunque perder virginidad en una violación no tuviese comparación con un labio rajado.
-¡PUTA! AHORA VAS A SABER LO QUE ES BUENO. NO VAMOS A DEJAR VIRGEN NI UN AGUJERO DE TU CUARPO. QUE TE QUEDE CLARO QUE VAS A QUEDA TAN TRAUMADA QUE NO VAS A PODER MIRAR MÁS A UN HOMBRE A LA CARA.
Y dicho esto, aunque ya me había resignado a lo que me esperaba, me propuse ejercer toda mi oposición hasta que me quedase sin fuerzas. Si querían violarme, que lo querían, no iban a tenerlo fácil. Al menos, esa era mi intención. No entraba en mis planes quedarme con la duda de si podía haberlo evitado por no recibir una paliza. Los traumas psicológicos son peores que los físicos. Pero este borrego que estaba en el matadero, iba a ser un borrego pero matón, dentro de sus posibilidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario