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Refranero

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Capítulo 23: El oso que hiberna

Capítulo 23: El oso que hiberna
Al día siguiente, esperaba encontrarme con Aaron, necesitaba de su presencia, pero no estaba en el estanque ni en la sala de música. Tampoco tuve problemas con Angela y las demás o con Bryce. Tanta calma me daba mal rollo, seguramente no había mucha acción porque estaban preparando la siguiente jugada. De todas formas, a última hora quedé con Alan, que se empeñó en acompañarme hasta mi trabajo. Estaba en la puerta de salida a la calle, apoyada sobre el muro de la Uni. Vi que unos tipos muy extraños que iban enchaquetados, con gafas de sol y pinganillo en la oreja, se acercaban a mí. No quería volverme paranoica y pensar que me buscaban a mí, seguro que sólo estaba en su camino. Pero no, otra vez y mi intento fallido por hacerme creer que todo va bien. Los tipos “me invitaron” a ir con ellos. Voy a optar por hacerle caso a todas las ideas disparatadas y mal pensadas que se me ocurran, porque no hay modo de que acierte una…

-¿Cómo? ¿Ir con vosotros? –Les pregunté los más amablemente que podía, intentado ocultar mi inseguridad.
-Sí, es usted Valeria Spinoza, ¿no? –Dijo el más alto.
-Sí, soy yo. Pero es que había quedado ahora mismo, tengo que ir a trabajar… -Me cogieron cada uno de un brazo y me levantaron en peso contra mi voluntad. Claro, qué inteligente eres Valeria, unos gorilas gigantes se acercan a mí para hacerme ir con ellos, y los iba a convencer de que me dejaran porque tenía que ir a trabajar. En serio Valeria, a veces me sorprende lo lista que eres.
-No oponga resistencia a venir con nosotros y no le haremos daño. –Dijo el más fornido.
-¿¡QUÉ!? NOOO, ¡DÉJENME! –empecé a gritar, a ver si tenía la suerte de que alguien viniera en mi rescate. Me puse a mirar hacia todos lados mientras pataleaba y forcejeaba por soltarme, pero no encontré a Alan, todavía no había llegado. Sin embargo, vi que Bryce estaba en una esquina, con los brazos cruzados, mirándome con una sonrisa de victoria y satisfacción. <Esta vez no escaparás> le escuché decir. Oh no. – ¡POLICÍA!

Los tipos me taparon la boca y me metieron en un Hummer. Odiaba esos coches, eran los más contaminantes y consumidores que existían. Y ahora los odiaba aún más por ser los que me conducirían hasta un final incierto.

-¡Estate quieta! –dijo el más fornido. -¡Siéntate de una vez!
-¡Señor! ¿Qué hacemos? –dijo el más alto a Bryce, que estaba sentando en el asiento del copiloto. Éste giró la cabeza lentamente, para darle más morbo al asunto, y sonrió como antes, de una forma macabra.
-Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Lo hablamos antes. –Lo dijo sin dejar de mirarme y sonreír. ¡Buf! No podía con él. Me estaba empezando a tocar el alma. Si no fuera porque esos tipos me tenían inmovilizada, le habría metido un pie en la boca esa burlona que tenía. Pero sólo podía forcejear. Y se me ocurrió abrir intentar abrir la puerta.
-No tiene nada que hacer señorita, la puerta está cerrada desde fuera. –Oh no… aunque en el fondo lo sabía. Pero tenía que salir de la duda. –Como creo que no va a cooperar, la pondremos a dormir un ratito. –Y el otro sacó un bote y mojó un pañuelo con su líquido. Mierda, era cloroformo, estaba perdida. Pero por Dios, dadme un respiro. No estaba emocionalmente preparada para más batallas por culpa de Angela y la jugarreta que me hicieron ella y las demás. Y ahora me estaban secuestrando. ¿Qué era lo siguiente? ¿Iban a colgarme del techo como si fuera una piñata y darle bates de béisbol a toda la universidad? Creo que Alan se equivocó al decir que era fabulosa, ni siquiera la energía y las intenciones son suficientes para luchar contra esos tipos ricos. Y caí en la inconsciencia pensando eso.

Cuando me desperté, estaba tarareando mentalmente la canción que había escuchado tocar a Aaron en la sala de música. Esa melodía sobrecogía todos mis sentidos. Unas voces interrumpieron mis pensamientos, eran voces de mujeres. <No tiene mala pinta, pero deberíamos mejorar su aspecto un poco.> <Tienes razón, empieza tú por la cara, yo me encargo de los brazos y manos, y tú de las piernas y pies.> ¿Qué diantres estaba pasando? ¿Qué iban a hacerme? Me levanté de momento. Eran tres mujeres vestidas con bata blanca. Que empezaron a desnudarme.

-¡Aaaaah! ¿Qué están haciendo? –Ni caso, una empezó a quitarme los zapatos, otra el vestido y otra a ayudarla a darme la vuelta. -¡Parad!
-Vaya ropa interior más fea que usa. Es sosa y sin gracia. Con nada de morbo. –Viva la ignorancia.
-Además, tiene poco pecho y culo de carpeta. –Vale Valeria, trágate tus palabras. Prefiero la ignorancia antes que eso. –No te muevas más muchacha, o no podremos dejarte guapa.
-¿Dejarme guapa? ¿Cómo? –No entendía nada, ¿no se supone que Bryce me había secuestrado para vengarse de mí y hacerme alguna horripilaría?
-Sí, es un tratamiento de belleza. Ahora por favor, estese quieta y colabore. –Dijo una de las mujeres.
-¡Eh! ¡Pero yo no he pedido ningún tratamiento de belleza!

Al final consiguieron lo que querían. Me limaron y pintaron las uñas. Me juntaron todo tipo de cremas hidratantes y de brillo por cara y cuerpo. Y todo eso acompañado de masajes revitalizantes. Al fin y al cabo no había estado tan mal. Se despidieron con unas efusivas gracias y entró un hombre. Decía que era “Francesco Beniccio” y que iba a darme un nuevo look gracias a un corte de pelo. Ahora recuerdo, lo había visto en la tele en un programa de esos en los que mujeres descontentas con su aspecto, buscaban que alguien se lo mejorara. Guau, y el peluquero estaba ahora conmigo.

-¿Cuidas tu cabello con frecuencia? –me preguntó.
-No. –Uf, me entró un escalofrío. Me entran con facilidad cuando me tocan el cuello, y lo había rozado con mi pelo.
-Pues eso no es bueno, por eso lo tienes tan agrietado. Te voy a escribir luego en un papel lo que tienes que hacer para cuidártelo. Por ahora, vamos a darle un corte moderno y chick.
Una vez hecho esto, se puso con mi cara. ¿También era maquillador?
-Tienes una piel muy morena. Te pegan tonos medios, como naranja o amarillo. -¿Naranja y amarillo? No me gustaban nada esos colores. Irónicamente, mi color favorito era el rojo. Cómo es la vida… Pero decidí confiar en la profesionalidad de Francesco. El cual no me decepcionó. Me dejó el rostro tan bello, que ni me reconocía… Cuánto partido le puede sacar una persona experta en el tema a una mala materia prima… Estaba preciosa, incluso pensaba que el moreno de mi piel me sentaba genial, nunca me había gustado, y ahora, en una extraña situación que todavía no entendía, un desconocido de la tele me había hecho parecer una mujer, que si hubiera sido lesbiana, me hubiera enamorada de mí misma.

-Muchas gracias. Me encanta todo lo que me ha hecho. Desde darle forma a mi pelo, que ha ganado gracilidad, hasta el maquillaje. –Me sentía muy agradecida.
-De nada cariño. Ahora tengo que irme, ponte ese vestido que está colgado de aquella percha. –Y dicho esto, se fue.

Miré hacia la percha. Hala. Era un vestido súper elegante. Era de color marrón chocolate con leche, con un lazo alrededor de la cintura en celeste. El escote era alto y la falda llegaba hasta un poco antes de la cintura. En cada hombre tenía otro lazo en celeste cielo. Era precioso, cuando me lo probé y me miré al espejo, me faltó pegar un gritito cursi de la emoción. Me quedaba que ni hecho a mano. Nunca había estado tan elegante, me sentaba como un guante. Y encima mi corte de pelo y el maquillaje le iban que ni quelado. Además había también una cinta celeste ajustada al cuello con una diadema a juego. Todo estaba en perfecta armonía.

Cuando salí de la habitación, me encontré con un hombre en la puerta que me dirigió muy amablemente hacia otra sala. Era enorme. Me pidió que me sentara, pero prefería quedarme de pie admirando su majestuosidad, o eso tenía planeado hasta que encontré fotos. Estaban por las paredes y por los muebles. Me acerqué a verlas. Aparecían unos niños muy monos y adorables. Eran cuatro. Uno rubio, uno negro y dos gemelos. Espera un momento… ¡EL G4! ¡Cierto! Había olvidado cómo había llegado hasta allí. Me había raptado Bryce en su flamante Hummer y me habían dormido sus guardas. Dichoso Bryce…Pero la carne es débil, y no pude obligarme a seguir enfadada cuando me detuve a mirar a Aaron en una foto de él cuando pequeño. Era igual, con la misma mirada penetrante y ensimismada. Con su expresión seria y su aura especial. Se le veía tan introvertido como siempre.
-Esa es una foto del G4 cuando estábamos en la guardería. –Dijo una voz a mi espalda. Era Bryce, con su típica expresión de autosuficiencia y chula. –Y la otra foto es Aaron de pequeño. He visto que la estabas mirando fijamente, ¿tienes algún interés en él?
-¡Él no tiene nada que ver conmigo! Y ve al grano. ¿Dónde diantres estamos? –Me había puesto furiosa, no porque me hubiera llevado allí, sino porque me ponía de mal humor que me molestaran cuando yo andaba feliz en mi burbuja.
-Pero que sepas, que no tienes ninguna posibilidad con él. –Parecía que eso le causaba satisfacción. –Y estamos en mi casa. ¿No es evidente? –La coraza se activó para proteger mi débil corazón de esas punzantes palabras.
-¡¿Todo esto es tuyo?! ¡Toda mi casa podría caber en ese sólo salón! –En verdad sí era evidente, pero a ver, descubrir que su salón era el tamaño de mi casa, siempre resulta molesto o chocante…al menos quería dar cabida a la duda. Comprendedme.
-¿Pero qué te crees tú que es ser rico? Hazte a la idea de que esta es una experiencia que tú nunca podrás permitirte.  Todo el tratamiento del que has disfrutado junto con el vestido, vale 15.000$ -Vi cómo estaba disfrutando de ese momento… Se le veía en la sonrisa que estaba intentado disimular sin éxito. Pero 15.000$ no los veía yo juntos ni en un año de paga…Que triste. –Échale un vistazo a este cuadro. Es mi hermana. –Dijo señalando al cuadro que coronaba todo el centro de atención del salón. ¿Cómo no me había fijado antes? Incluso sin saber, inconscientemente Aaron me abducía. –Ahora ella está casada.
-Oh. Es tan guapa y refinada. –Tanta belleza era incluso molesta a la vista. Tenía los ojos verdes como sus hermanos, pelo negro, muy negro, y liso. Le caía a ambos lados de la cabeza hasta el codo. Los ojos eran grandes y muy expresivos, boca discreta, mejillas sonrosadas y piel clara. La forma de la cara, el ángulo de la mandíbula, la curva de la punta de la nariz, el arco de la barbilla. Todo era perfecto y estaba en absoluta armonía. Estaba familia estaba empezando a caerme mal, ¿por qué todos tenían una genética tan perfecta? Me daba coraje mirarlos…
-No podrás negarme que hay una diferencia abismal entre ella y tú… 
-A ver, deja de refregarme por la cara todo lo maravillosa que es tu vida. ¿Por qué me has  traído aquí? ¿Qué quieres de mí? –Ni lo dejé terminar.
-Tú, chica estúpida, ¿es que no lo entiendes? –Estaba empezando a ruborizarse, -te estoy dando la oportunidad de tu vida. Te diciendo que puedes salir conmigo. Aunque por supuesto, nunca llegarás a la altura de mi hermana. –Y desvió la mirada cuando sus ojos se cruzaron con los míos. Estaba rojo. ¡Qué mono! ¡NO! Valeria, no caigas en sus sucios juegos, te está intentado comprar. –Aunque naturalmente, seguiré fingiendo que te odio, en la Uni. Pero en privado, te permitiré hablar conmigo. -¿Pero de qué coño está hablando este  tío? –Bien, ¿no estás contenta?
Me tomó un cierto tiempo para contar de 10 a 0. Una vez hecho esto, intenté hablar lo más detenidamente que pude. Con los retrasados mentales hay que tener paciencia. -¿Sufriste algún tipo de daño cerebral cuando te di el puñetazo esta mañana? ¿En serio crees que podría ser feliz así?
-Pues claro, si aceptas, vivirás una vida llena de lujos y facilidades. No tendrás que trabajar más y vivirás como una reina. –Estaba confundido, pude vérselo en la cara. En serio pensaba que era eso lo que quería… Yo sería una pobre inocente, pero él era otro también. –Soy el primogénito del imperio Domioyi. No hay nada que no pueda comprar con dinero. Poseo sucursales repartidas por todo el mundo. Unas acciones en bolsa que controlan el mercado mundial. Tengo 10 islas privadas, todo tipo de coches, aviones y barcos. Podría comprarte hasta un pequeño país entero…

Recuerdo aquel momento en el coche cuando desee poderle meter un pie en la boca. Y lo conseguí, no le dejé terminar, porque le lancé el tacón directamente a la boca. Bingo. Suerte no tendría, pero la puntería era algo que siempre lo había tomado como un don. Que satisfacción. Y que tonto era, ni siquiera se dio cuenta de que me estaba quitando el zapato, con lo ensimismado que estaba metido en su mundo fantástico.

-¿Dónde está mi uniforme? Quiero cambiarme. –Dije mientras me limpiaba el maquillaje de la cara con todo mi pesar, con un pañuelo que traía. Ni siquiera me paré en preguntarle porqué había decidido hacer todo eso. No me importaba, seguro que era alguna parte de un plan para ridiculizarme o quería reírse de mí o se le había ido la cabeza. –Intentaré pagarte el corte de pelo de mi salario.
-¡Pero qué haces! ¡No seas terca! ¡Eres muy orgullosa! –Dijo muy irritado.
-No me tomes por un objeto. ¿Crees que puedes comprarme? Siento mucho contradecirte… ¡PERO NO ESTOY EN VENTA!  -y me di media vuelta camino de la puerta para irme.
-¿Qué estás diciendo? ¿Pero qué te crees que estás haciendo? ¡Soy el tipo de persona con poder en todas partes! ¿Quién te crees que eres? –Ahora sí que se había enfado bien pero bien. Pero yo lo estaba aún más, y encima indignada también.
-Yo no soy una niña pija de esas a las que les das riqueza, poder y lujo y se les caen las bragas. Así que no se ocurra compararme con ellas. –Dije girándome, con un brazo en la cintura para imponer más. Lo miré de una manera, que esta vez sería yo la que atravesara con dardos venenosos a él. Pero es que de verdad me sentía así.  Podían compararme con cualquier cosa, incluso con un asesino sádico en serie, pero no con una de esas hipócritas pijas. Y me fui. Eso sí, no antes sin ver la cara de pasmarote y sorpresa que se le había quedado. No dijo nada, sólo se quedó con la mirada desencajada. Aún permanecía ruborizado.
-¡Señor! ¡Señor! ¡Ella se está marchando! ¿Hacemos algo para impedirlo? –Dijo uno de los guardas a Bryce, que ya había vuelto en sí.
-¡Qué mujer! –le oí murmurar. ¡Bien! Había surtido efecto mi intención de dejarlo sin palabras y tragarse las suyas. –Lo conseguiré mañana.

Me llevó un rato ir caminando desde la puerta de la casa hasta la salida a la calle. Había que atravesar un inmenso jardín. Más grande incluso que el de la Uni. Y eso era ya ser grande. No me perdí porque seguí la carretera por donde llegaban los coches a la puerta. Antes de salir, me giré para ver por un último momento aquella casa de ensueño. Parecía un edificio oficial, tipo Palacio del Congreso, o la propia casa Blanca. Más quisiera tener los presidentes españoles una casa la mitad de grande que la de Domioyi. Me estuve planteando si había hecho bien. Realmente había desaprovechado la oportunidad de mi vida… Pero es que tiene que aprender que el dinero no lo compra todo,  ¿o sí? A esas alturas ya pensaba que sí…

Al salir fuera me encontré con Aaron que entraba.

-¿Qué estás haciendo aquí? –Me sorprendió su voz. Sonaba igual que siempre. No enfadada e irritada como esta mañana.
-Eso podría preguntarte yo a ti. –Fue lo primero que se me ocurrió.
-Vivo aquí. –Sin comentarios… Era un hecho científicamente comprobado que cuando me encontraba con Aaron, perdía coeficiente intelectual o se me dormía las neuronas o es que ese día era casualidad porque el cloroformo todavía me tenía ida y no en mis santos cabales.
-Cierto… -y en ese momento recordé cuando Bryce dijo que no tenía posibilidades con Aaron. Cuando lo dijo lo ignoré, pero ahora que lo tenía justo en frente de mí, sentía cómo esas palabras me golpeaban con más fuerza.
-Bueno, nos vemos. –Dijo con ademán de entrar al jardín.
-¡Espera! –Tenía que buscar cualquier excusa para alargar ese pequeño momento con él.
-¿Qué? –Se giró hacia mí.
-Mmm…-Lo había llamado instintivamente y ahora no sabía qué decir. -¿Crees que hay algo que no se podrá comprar nunca con dinero? –Bien Valeria bien… ¿No tenías algo más gilipollas que preguntarle? Así se ahorraría la duda de si eres retrasada o no…
Se quedó pensando. Seguro que estaba pensando lo estúpida que era…
-¡Da igual! ¡He dicho una tontería muy grande! –Al menos, si lo reconocía, pensaría que no era tan idiota después de todo… ¿no?
-Este momento, por ejemplo. -¿Cómo? Había respondido, no me lo esperaba. –Los momentos nunca se podrán comprar. Podrán pagar para que lo reproduzcamos, pero ya no serían reproducidos a conciencia, ya no serían espontáneos y especiales como el original…
Tenía que estar soñando, ese momento caló en mi corazón para siempre. Parecía mágico. Único. Irrepetible. Sólo de nosotros dos. Pero para no romper la costumbre, volví a preguntar algo no coherente.
-¿Estás enfadado conmigo por lo de esta mañana? –Sabía que estaba rompiendo el momento, pero necesitaba saberlo para sentirme bien conmigo misma. Ya, había hablado tan normales el otro día en la tienda, pero no sé por qué, pero no me quedaría tranquila hasta escucharlo de su boca. Creo que soy una persona que se come demasiado la cabeza…
-¿Yo? ¿Cómo podría estar enfadado con una preciosa chica extraña? –Y sonrió. Sonrió de una manera que me pareció que este mundo era un lugar mejor. Como si esa sonrisa pudiera llenar todo el vacío interior y eliminar los sentimientos negativos. Sonrió de un modo tan inocente, que tuve que resistirme por no abrazarlo. Me había enganchado a esa sonrisa, seguramente mi mundo no volvería a ser el mismo después de haberla visto. Era como si la necesitase para vivir.

Se fue. Entró a casa. Y yo me quedé allí, parada, de pie. Me sentía aturdida. Como si lo que acababa de vivir fuera un macabro sueño que quisiera acabar con mi “estabilidad mental”. Tal vez todo era irreal y se lo había inventado mi cerebro. Aquel momento había sido tan perfecto que no podía ser verdad. Seguramente sería por los efectos que el cloroformo seguía teniendo sobre mí. Quizás era el mismo aturdimiento que siente un oso después de terminar la hibernación

Pero ese aturdimiento no impidió que las palabras de Bryce y Angela, se clavaran como un puñal directo al corazón. Decidí pensar que era mentira. Que aunque fuera poco probable, Bryce y Angela se hubiesen puesto de acuerdo para hacerme daño y se hubieran inventado eso. Pero esa puñalada dolía. Dolía mucho. Parecía que cuando me encontraba con Aaron, todas mis defensas se venían abajo. Pero no, no me duele, no hay ninguna razón para que lo haga. Yo no estaba enamorada de Aaron. Sin embargo, aunque siempre se me había dado muy bien auto engañarme, precisamente ese día no estaba yo muy espabilada. Tal vez si mi coraza hubiera estado algo más que al 5%, lo habría conseguido. <No tienes probabilidad ninguna con Aaron> Se clavó una vez más.

Capítulo 22: Mala hierba

Capítulo 22: Mala hierba
-Valeria… ¿qué quiere decir esa cara de tonta que has puesto? –Dijo Karem con cara de interesante. –Imagino que será Aaron, ¿no? No creo que pusieras esa cara de boba con Bryce, que se dedica a hacerte la vida imposible. Aunque claro… también podría habérsete cambiado tu opinión hacia él por lo bien que te trató el otro día en su casa…
-¿Qué? ¡Tonta! ¿De qué estás hablando? A mí no se me ha quedado cara de boba en ningún momento. Sólo estaba sorprendida al igual que tú, porque no me los esperaba. –Tenía que buscar una excusa, podía hablar de todo con Karem, menos de amor, ese siempre había sido mi tema tabú. Me daba mucha vergüenza…
-¡Claro! ¡Evidentemente! Estabas “sorprendida” porque no te los esperaba… Pues claro… ¡Por eso a Aaron era al único al que no le quitabas el ojo! Por casualidades de la vida te habías quedado tan sorprendida, que te quedaste paralizada justamente en la trayectoria de tu mirada a él…
-¡Mira! ¡No me toques el alma! ¡Eh! ¡No es nada y punto! Son los dos unos chicos guapísimos y es totalmente normal que me quede mirándolos embobada. –A ver si esta excusa le valía…
-En ese te doy la razón… Pero este tema tenemos que retomarlo alguna vez. –Al menos había valido la excusa por ahora… Pero lo que me preocupaba en ese momento, fueron de nuevo las palabras que me dijo Bryce, “no tienes ninguna posibilidad con él”. Dichoso Bryce, siempre metiendo la pata… Ahora esa frase me perseguía cada vez que me encontraba con Aaron…

Al día siguiente, la Uni estuvo muy tranquila. A lo mejor habían entendido mi mensaje de que no iban a conseguir que me echasen… No tuve problemas con nadie, solamente con mi tranquilidad mental, porque no había podido estar con Aaron a solas. Shelby ya volvía a hablarme con normalidad… Ojalá que las cosas se hayan calmado por fin. En el descanso estuve con Alan. Le hablé de la fiesta de disfraces. Sólo dijo que me lo pasara muy bien, que no me fiara mucho de esas chicas, y que quería una foto para verme. ¡Qué Alan este! ¡Siempre conseguía ponerme de buen humor!

Por la tarde, volvió a acompañarme al trabajo como el primer día. Le dije que no era necesario, que ya no tenía problemas en la Uni, pero insistió.

-Estás jugando a dos bandas. ¬¬ -Dijo Karem cuantito entré. ¿Pero ésta siempre llegaba antes que yo para vigilar mis pasos?
-Paso de ti… -Dije ignorándola y pasando detrás del mostrador.
-¡Venga ya! ¡No te enfades! ¡Estaba de cachondeo! –Dijo intentando arreglar las cosas. –Venga, sólo nos quedan 5 horas de trabajo y ¡estarás lista para la fiesta!

Las horas pasaron muy rápido. Al momento me encontraba ya vestida. Llevaba una camisa blanca con una pajarita morada. Remetida por una falda negra larga hasta la rodilla. Unas medias rotas y unas botas negras tipo de montaña con cordones, que Karem me había dejado junto con la capa. No llevaba dentadura de colmillos, pero bueno, Karem se encargó de resaltarme las ojeras con un lápiz de ojos morado y negro. Con una barra de labio me pintó los labios de color rojo pasión. Y mi cara estaba completamente blanca, había mucho contraste entre ella y mi tono de piel, por lo que me tuvo que pintar también el cuello. Para las manos usé guantes. Incluso con el pintalabios me hizo las marcas de sangre chorreando por la comisura de mis labios. Ya sé que no era el mejor traje de vampiresa. Que debería haber usado un traje de época, pero no tenía nada mejor. De todas formas, daba miedo jajaja. Le agradecí a Karem enormemente su ayuda.  Me hice la foto con el móvil para enseñarse luego a Alan, y me fui muy animada. Cuando llegué allí eran exactamente las 8pm. Tuve que esperar sólo cinco minutos. Las tres aparecieron vestidas con sus mejores trajes de gala.

-Sentimos la tardanza. –Dijo Cindy.
-¿Por qué pones esa cara Valeria? –Dijo Stephanie.
-Dijisteis que era una fiesta de temática de Halloween… Me habéis mentido. –Estaba muy ofendida, me sentía ridícula.
-¡No! ¡Para nada! ¡No nos gusta la palabra mentira! Usa mejor, broma. Era una broma. ¿Realmente crees que podría haber una fiesta de Halloween tres semanas antes de la fiesta, y en un sitio tan exclusivo como una tienda de semejante firma de ropa? –Dijo Angela llena de malicia. –Creíamos que entendías nuestra broma. Lo siento. Perdónanos. –Dijo haciéndose la dolida. Aunque le quedó poco creíble, al momento empezó a reírse.
-¡No te rías! –Dijo Cindy.
-¿Pero has visto sus pintas? Jajaja –Me la habían jugado bien pero bien. De todas formas, ya estaba allí y no quería irme. Tenía la impresión de que todavía quedaba mucha noche por delante.
-Voy a comprarte la entrada de 2.000$. –Dijo Stephanie mientras se acercaba al mostrador. Habíamos llegado en un momento al sitio.
-No, ya dije el otro día que me la compraría yo.
-No te preocupes, no consigues mucho con tu trabajo de media jornada, ¿no? –Dijo ella con su tono de suficiencia y superioridad. Me estaba cabreando. Pero tranquila Valeria, ya elegirás el momento adecuado para hacerte valer. Por lo menos me limpié las marcas rojas de las comisuras de los labios que imitaban sangre. Espero que no me quedara el refregón. Si iba a estar impresentable, mejor que pareciera estilo propio que disfraz de Halloween.
Una vez dentro, nos dimos un paseo entre la gente, admirándolos, había mucho famosos. El salón era enorme. Parecía mentira que aquello pudiera ser una tienda. Era inmenso. Y la música sonaba por todos lados.
-Valeria, creo que aquí pintas muy poco.
-Exacto, no encajas para nada.
-Creo que fuimos demasiado consideradas al invitarte. -¿Se traían estudiado el guión desde casa?
Iba a responder, pero en ese mismo momento vino un camarero y me dio una bandeja vacía. –Ve a llevarla para que la repongan –Dijo. No podía creérmelo.
-Jajaja. ¡Oh! Valeria, nadie te ha tomado por una invitada a esta fiesta. –Cindy se reía sin parar.
-¡Cierto! Yo no sabría si podría seguir viviendo si me hubiera pasado a mí. –Stephanie se unió.
-Pero ¿no veis que a ella le da igual? Debe estar acostumbrada a eso. –Angela tenía siempre que decir la última palabra. –Fíjate, hay muchos hijos de políticos por aquí. El hijo del presidente Kent y el heredero sucesor de la compañía Michigan. Nunca podrás ver tanta influencia junta fuera de nuestra universidad.
-Hola señoritas. –Iba a contestarle a Angela, pero me habían interrumpido por segunda vez. Se había acercado dos de los chicos que estaba describiendo antes. -¿A qué universidad vais? –Preguntó cortésmente. Una cortesía que esas víboras no se merecían.
-Ji ji ji. Vamos a la Uni.  –Odiaba esa risita tonta que había hecho Cindy.
-¿Y tú? ¡Vaya! ¡Sí que sigues tu propio estilo! –Dijo otro de los chicos fijándose en mí. -¿Tú también vas a la Uni?
-Si… -No quería llamar la atención especialmente ese día.
-¡Vaya! Pareces muy maja, tenía entendido que todas las chicas de la Uni eran unas estiradas. –Vaya, al menos se había dado cuenta de la calaña de Angela y las demás con sólo escuchar sus risitas tontas. Ahora me sentía aún más tonta. Él las había calado antes que yo… -¿Cómo te llamas? –Se habían acercado a mí los dos chavales y le habían dado la espalda a las demás.
-Es normal que os parezca diferente. Después de todo, fue una cabeza loca en su anterior universidad. –Dijo Angela intentando captar su atención a mi costa.
-Cierto, fue muy promiscua. Se tiró a cuántos tíos se encontró en su camino. Tengo entendido que a todo el equipo de fútbol. –Continuó Stephanie. Su mirada era maliciosa.
-Y además tuvo varios abortos. –Concluyó Cindy. Me daba pena en realidad, siempre tenía que ser la que añadiera algo a lo de las demás para no quedarse fuera. Los chicos se fueron y nos dejaron solas.
-La pizarra… -Dije apretando los puños con todas mis fuerzas. Casi me hago sangre clavándome las uñas.
-Sí. Lo escribimos nosotras. –Hizo una pausa. –Pareces desconcertada, Valeria. Un rumor como ese no debería afectarte tanto.
-¿Por qué lo hicisteis? –Tenía que controlarme. No debía llorar. Aunque no era de pena, era de rabia e impotencia. Me dolía haber confiado en ellas y haber caído en sus sucias trampas.
-Nosotras gastamos mucho tiempo y dinero en llegar a ser mujeres perfectas. Que un día se casarán con un hombre perfecto. Es decir, con mucho dinero. –Dijo Cindy.
-Exacto, hombres como el G4. Pero es una fantasía que tú pudieras conquistarlos. Valeria mala hierba. –Continuó Stephanie.
-Además, parece que quieres algo con Aaron, te hemos visto a solas con él un par de veces. Pero él ya está enamorado de alguien. Así que no te hagas esperanzas. –Angela era la peor de todas, sabía cuál era mi punto débil y lo estaba usando en mi contra. –Aunque no me preocupo de eso, una chusma como tú nunca tendría esa oportunidad.  Sólo te lo decimos para que sepas cuál es tu lugar. –Y dicho eso, me arrojó el champagne que tenía en su copa a la cara.
-Jajaja. ¿Por qué no lo lames del suelo? Me da pena por ese champagne desperdiciado.
-Me da vergüenza estar a tu lado.
-Mira, por allí está la salida. Ya puedes irte. –Y se dieron la vuelta para irse. Pero apareció un hombre que se acercó a ellas.
-Angela, señoritas ¿se están divirtiendo? –Dijo el hombre, que era calvo, bajito, gordo y feo. -¿Qué hacen unas chicas tan lindas solas por aquí? –Y le dio un sorbo a su copa de carísimo champagne
-¡Oh! Joshua, qué alegría verte por aquí. –Falsa.
-Enhorabuena por la nueva compañía que habéis formado.
-¡Sí! Eres el orgullo del grupo Lionel.
-Jajaja, gracias señoritas. Y ¿ella es amiga vuestra? –Dijo apuntando hacia mí.
-¿Ella? Que va, no la conocemos. –Dijo Angela tirando de su brazo para llevárselo de allí. Era repugnante ver cómo se podían vender por dinero.

Me quedé sin palabras, pero con champagne goteando por los bordes de mi cara. Estaba muy impresionada por sus duras palabras. Aunque eso no fue lo que más me dolió. Habló de Aaron para hacerme daño. Y eso sí que no podía aguantarlo. Además, ¿Qué coño era eso de “Valeria mala hierba”? Incluso lo dijo en español para que rimara. Se creería así muy guay o superior o más importante. Pero era pija incluso para eso. En el instituto, yo tenía una amiga que tenía un apellido que también hacía una rima peculiar. “Rocío Troya” se llamaba. La gente para meterse con ella, cariñosamente, le decía <Rocío Troya, que rima con…chirimoya, que rima con…Camboya, que rima con…argolla…con claraboya…con cebolla…ampolla…olla...> Pero nunca decían polla, ahí radicaba la gracia del asunto. Eso sí que eran rimas buenas y graciosas en las que nos reíamos todos. Y no esa súper rebuscada sin gracia ninguna. Aunque me sentí importante. Se había tomado la molestia de buscarse una manera de fastidiarme. Y tuvo que recurrir al español para usarla. Aunque me había hecho gracia y se me había ido un poco la mala leche. El enfado y la indignación seguían ahí. E iba hacer algo al respecto. Las busqué por toda la tienda y las encontré al final en los cuartos de baño. Maquillándose… Como no…

-¿Visteis su cara?
-Claro que la vi, es lo que se merece. Por entrometida. ¿Qué se cree que es la campesina esta? Viniendo la última y arrasando con todo, llevándose todas las atenciones y popularidad. Valientemente…Como si nosotras invitáramos a gente de su calaña a fiestas tan cool como esta.
-Bah, seguro que esto no lo ha soportado. Ahora estará triste y sola, llorando mientras vagabundea por Central Park. Jajaja.
-Bueno, ¿qué me decís del gordo Joshua? ¿No creéis que su calva aumenta cada día? Aunque sea el presidente de la compañía, aspiro a algo más que un feo, calvo, gordo bajito.
-Cindy, da igual si son gordos, calvos, feos o bajitos. Sabes que nuestra misión en convertirnos en las perfectas esposas de algún presidente de alguna compañía, algún día. –Dijo Stephanie. -Para empezar, debemos insinuarnos y hacerles la pelota a los jóvenes ejecutivos, y dejar que nos regalen cosas muy muy caras.
-¡Eres tan malvada!
-¡Mira quién fue a hablar! Ese perfume te lo regaló uno de esos ejecutivos, ¿no?
-Venga ya, volvamos a la caza de hombres. –Concluyó Angela.

Y salieron al salón. Era justo lo que estaba esperando, para que cuando fuera a entrar en acción. Y ese momento fue cuando vi a Angela coqueteando con un chico. Ella me la iba a pagar por lo que me había dicho.

-Yo que tú tendría cuidado con esta chica. ¿O tal vez debería decir víbora devoradora de hombres? –Dije dirigiéndome al chico. Además, lo dije y tomé a continuación un sorbo de la copa de champagne, para darle más emoción al asunto y hacerme más la interesante. -¿No? ¿Angela? –Esta vez la miré a ella. -¿Por qué pones esa cara? –Ahora me tocaba a mí hablar con malicia.
-¿Es una amiga tuya? –Dijo el chico desconcertado.
-No-no. No sé quién es. Es sólo una chusma muerta de hambre.
-¡¿Qué dices mujer?! ¡No te cortes! ¡Pero si somos como hermanas! –Dije cogiéndome de su brazo. –Habíamos venido juntas aquí para conseguir un hombre rico y así tener nuestra vida resuelta. ¿No es así? –Toma ya, chúpate esa furcia.
-¿Pero qué barbaridades estás diciendo? Anda, déjame en paz y vete. –Y me miró de una manera que parecía que iba a explotarle la cabeza.
-Oh, no te asustes chico. –Dije dirigiéndome al chaval, que nos miraba aún más desconcertado. –Es que ella tiene una extraña forma de demostrar su aprecio. Una es haciendo como que no conoce a esa persona, y otra es arrojándole champagne por la cabeza. –Y dicho eso, vacié toda mi copa sobre su pelo. – ¿Lo comprendes ahora chico? ¡Uy! Se ha marchado. Una pena, ¿no Angela?
-¡Pagarás por esto puta! –Dijeron Cindy y Stephanie al compás mientras venían hacia donde estábamos Angela y yo. Definitivamente se tenían aprendido los diálogos de memoria. Habían dicho la misma frase al compás. Pobrecitas, ni siquiera sabían hablar si no lo tenían preparado de casa. Angela ni podía hablar del asombro.
-¡Que os folle un pez! –Dije mientras les hacía a las tres un corte de manga. –Yo no soy ninguna puta. Pero vosotras sois unos parásitos que viven a costa de los hombres. Si tanto queréis al G4, ¡QUEDÁOS CON ELLOS! –Y subí ahí el tono de voz para darle más énfasis.
-No te creas que vas a salir airosa de esto, nos vengaremos. –Dijo Angela. Vaya, lo primero que dice después de su shock, y era la chorrada esa.
-Muy bien, así veréis lo que soy capaz de hacer. Porque que sepáis, que las malas hierbas nunca desaparecen para siempre. Por mucho que las arranquen o muchos herbicidas que le echen, al final vuelven a crecer. Y “Valeria mala hierba” es una especie muy fuerte. –Y desaparecí de allí una vez dicho esto.

Una vez en la calle, toda mi coraza desapareció de nuevo. Era muy doloroso emocionalmente. En ciertos momentos de peligro me volvía la más fuerte, pero una vez a salvo, toda mi capacidad emocional se derrumbaba. Como si tuviera un 100% de capacidad para estar psicológicamente estable, y al gastarla toda en la lucha, me volviera la persona más vulnerable y frágil del mundo. Y en ese momento, lo estaba, pero no por haber sido engañada y ridiculizada por ellas, que también, sino por aquellas malintencionadas palabras <Aaron ya está enamorado de otra persona. Por supuesto, alguien como tú no tiene ninguna posibilidad con él>



Ese fue el primer día de muchos que soñé con Aaron. Ni siquiera me lo propuse, no me acosté pensando en él, precisamente porque eso me dolía por mucho que intentara negármelo. Cuando desperté por la mañana, sólo recordaba que él no estaba, y yo lo esperaba en el estanque con las ardillas. La soledad había creado un espacioso vacío en mi pecho. Quería que volviese. Porque era él único que podía llenarme.