Capítulo 29: Pastilla efervescente
-Valeria, ¿estás bien? -¿Preguntaba por mi estado de salud o por mi estado emocional?
-Creo que estoy bien. –Esta repuesta vale por los dos. ¿No? –Aunque ahora que me he dado cuenta, tengo hambre. Me estaba sonando la tripa, pero con Bryce no me había dado cuenta. -¿Has comido ya?
-No. ¿Quieres que pida una pizza por teléfono?
-Vale. Es buena idea. –Y fui a buscar el móvil. ¿Dónde estaba? Fui al dormitorio. Lo encontré encima del uniforme, que estaba en una silla. ¿Quién me lo había quitado? Espero que fuera Ashley, no quiero ni imaginar que fuese Aaron. Junto a esa silla, encontré una bolsa con cosas. Había una caja vacía, ponía bolsa de hielo industrial. Había también jarabe para la tos, mucolíticos, anti inflamatorios, pastillas contra el dolor, para bajar la fiebre… ¿Quién había traído todo eso? Bryce. Lo dijo al salir, que Aaron iba a ir a la farmacia pero no fue al final porque él ya traía todo lo necesario. Fui para la cocina a darle el móvil a Karem.
-Valeria, no es necesario pedir nada. Mira, aquí hay una bolsa con comida. –Miré dentro. Había pizza para hornear en casa, lasaña, nuggets de pollo, y demás comida basura. Sonreí inconscientemente. Me gustaba mucho el Bryce que me cuidaba y se preocupaba por mí. Aunque mi corazón seguía perteneciendo a Aaron.
-Oye, ¿quién ha traído todo esto? ¿Aaron? –Preguntó Karem.
-No, ha sido Bryce. Aunque te cueste creerlo, recuerda las palabras que dijo antes de salir. –Pensó durante unos momentos.
-¡Cierto! Guau, estás en el taco Valeria. Tienes a los dos hermanos locos por ti. –Se notaba demasiado que su intención era animarme. Porque mi expresión era sombría. Y no sabía por qué.
-Pero si yo sólo sería la más feliz del mundo con uno…
-¡Venga ya! ¡No te pongas así! Deja de pensar tonterías y vamos a pegarnos el festín de nuestra vida. –Que chica, siempre tan animada, me daba vida. Me alegraba mucho más por encontrarla a ella que a Aaron. Nunca se podrá comparar una amiga de verdad con hombre, por muy loca que nos vuelvan.
La noche la pasamos comiendo, riendo, charlando sobre nuestra vida sentimental y comiendo otra vez. Había mucha comida. Pero a pesar del buen rollo, me sentía débil, por muy bien que me lo estuviese pasando, seguía enferma. Tenía que acordarme de agradecérselo a Bryce, si no nos peleábamos antes. Cuando fui echar los platos al fregadero para lavarlos al día siguiente, me encontré un Post-it de los míos, pegado en la pared. Decía <Tu madre ha llamado, acuérdate de llamarla tú> ¿Cómo no lo había visto antes? Estaba empanada. Y Karem también. Pues al final sí iba a ser que iba a decirme que llamara a mi madre. Creo que tenía que empezar a confiar más en él. Pero me daba miedo salir herida.
Iba a ir a ponerme el pijama al cuarto para irme a dormir ya. Cuando me di cuenta de que ya lo llevaba puesto. Hoy no estaba yo especialmente lúcida. Oops, Bryce me había visto en pijama. Me sonrojé, ahora la escena de antes era aún más extraña. Le dije a Karem que me negaba a que durmiese en el sofá, que la cama era de matrimonio y que podíamos dormir las dos juntas con total confianza. Y así lo hicimos, tampoco tardé mucho en convencerla, sólo tuve que decírselo una vez. Cómo se notaba que había amistad y confianza. Y me encantaba. Al día siguiente, cuando me desperté, Karem ya no estaba. Me dejó una nota en las zapatillas, había salido para la universidad y no quiso despertarme. Bien por ella.
Mi sorpresa fue que encontré una cajita pequeña en mi mesita de noche. Era roja, brillante, con un lazo azul brillante liado por alrededor. Parecía la cajita de un anillo… no podía ser. La abrí, adentro había una nota. Para la gata salvaje. Era una lentilla de color marrón. ¿Por qué marrón? ¿Acaso no veía que yo mostraba mi ojo verde en vez del marrón? Y me di cuenta de que por atrás de la nota, había más cosas escritas. <Ya sabes que me encantan tus ojos, pero te debo una lentilla, y quería que fuera marrón, quiero ver cómo te sienta> Qué Bryce este. Fue un detalle que me gustó mucho. ¿Estaría cambiando? ¿Habían surtido efecto mis discursos? No lo sabía, sólo que iba a tocarme cambiar de color ahora.
Iba a lavar los platos de la noche anterior, pero me encontré con que Karem ya los había lavado. Se me había adelantado. Así que me fui a la cama y pasé allí toda la mañana. Jugando a un juego de móvil de los de pensar. Me pasé el juego entero. O estaba inspirada esa mañana, o tenía mucho tiempo libre. Votaba más por lo segundo. Bueno también, hice más cosas… Llamé a mi madre, sólo para decirle que estaba guardando reposo, que no se preocupara en exceso. Y le envié un mensaje a Alan, le dije que estaba yo también enferma. Se rio de mí. Me decidió pronta recuperación y se volvió a reír. Desgraciado el niño este… También me duché y me puse otro pijama nuevo, más mono y sexy, por si acaso. Por la tarde, justo después de comer, sonó el timbre. Visita. Fui rápido a abrir la puerta. No me gustaba estar sola, me aburría. Miré por la mirilla. ¡Era Aaron!
-¡Hola! –Dije yo muy animada.
-¿Cómo estás? –Dijeron dos voces a la vez. ¿De quién era la otra? Y apareció Ashley por detrás. Vaya.
-Pues ya no me duele la cabeza ni siento fiebre, gracias a los medicamentos que trajo Bryce. –Me esforcé porque mi voz no sonara decepcionada. –Pasad, pasad. –Y me eché a un lado para dejarlos entrar.
-Te hemos traído comida del comedor de la Uni. –Dijo Aaron soltando una bolsa en la encimera de la cocina. Se conocía ya mi casa. Había olvidado que él estuvo a solas conmigo antes de que llegara Bryce. ¿Qué habría hecho durante ese tiempo? ¿Se quedaría mirándome mientras dormía? No creo, eso hubiera sido demasiado bonito para ser verdad.
-¡Oh gracias! Estaba llegando ya la hora de comer y no sabía qué hacer. –Esa emoción sí que no fue disimulada. –Vosotros habéis comido ya, ¿no?
-Sí. –Respondieron a la vez.
-¿Y queréis que os ponga algo de beber? –Dije abriendo el frigorífico, que no tenía gran cosa, ni siquiera latas de refresco que ofrecerles.
-No, no, no te preocupes, nosotros ya estamos despachados. –Dijo Ashley. Vaya, qué vergüenza, se había dado cuenta de lo vacío que estaba mi frigorífico. –Y no hace falta que pongas a calentar la comida, viene en unos recipientes especiales para guardar el calor. –Guau, de eso no los daban en España, como se nota donde hay dinero…
Y nos sentamos los tres a la mesa. La comida del comedor está deliciosa, nunca me cansaré de decirlo. Me trajeron solomillo con distintas salsas en otros recipientes, para que yo eligiera la que más me gustaba, queso frito, alitas y lagrimitas de pollo, pastel de berenjena, zanahoria o calabaza, pescado variado… Me habían traído muchos tipos de comida, porque como no sabían mis gustos, para que yo eligiera. Pero a mi me gustaba todo, les dije que guardaría para la cena lo que no pudiera probar. La conversación no fue muy trascendental, sólo hablamos de mi enfermedad, de mi familia, y un poco de mi vida en España. La que más interesada estaba era Ashley, Aaron no mostraba nunca interés por nada, aunque escuchaba muy atento todo lo que decía. Me gustó mucho su interés. En cuanto terminé, me llamo Karem en ese mismo momento.
-¿Valeria? Escucha, se me había olvidado decirte que ahora en noviembre, tengo el primer examen y había quedado con unas compañeras de la universidad para estudiar juntas y resolver dudas. No voy a poder pasar la noche contigo. ¿Puede quedarse alguien? Si no, mando a mi madre, que te conoce como de toda la vida, yo le he hablado muy bien de ti, y dice que no le importa en absoluto.
-¿Tú madre? No le hagas a la chiquilla perder su tiempo en venir a cuidarme, yo estoy perfectamente, para estar yo tendida en la cama no vas a hacer venir a la mujer.
-Valeria, si quieres yo puedo quedarme esta noche contigo. –Dijo Aaron. ¿En serio estaba diciendo eso? ¿No estaba soñando?
-¿Cómo? –No podía creérmelo, debía ser un efecto sonoro o mis oídos habían escuchado mal.
-Que si no tienes a nadie que pueda quedarse contigo, yo puedo pasar esta noche aquí. –Y lo dijo mirándome a los ojos. Entonces no podía ser un error de mis sentidos. ¡Iba a pasar la noche a solas con Aaron! Ni siquiera pensé en que él le pertenecía a Ashley, simplemente era feliz pasando tiempo con él.
-Karem, no sé si lo has oído, pero Aaron se ha ofrecido a pasar conmigo la noche. –Intenté disimular la felicidad en mi tono de voz. Aunque creo que no con mucho éxito.
-Sí, sí, lo he escuchado. Pues nada, estupendo entonces, creo que te he hecho un favor. –Desgraciada, ¿cómo decía eso? Aaron se estaba enterando.
-Bueno, bueno. Muchos ánimos esta noche estudiando. Suerte. Que te vaya bien.
-Muchas gracias, ya nos vemos el viernes después de la universidad.
-Ok. Chao. Besos. –Y colgué. En ese momento los dos decidieron marcharse. Ashley tenía trabajo y Aaron ya iba a quedarse esta noche. Los despedí en el umbral de la puerta. Y yo volví a acostarme en la cama. Me vino bien entonces coger el pijama sexy. Ahora sólo me tocaba esperar, y rezar por que el tiempo pasara muy rápido.
Pasó una hora, dos, tres, cuatro, cinco, seis… que mala es la espera. Y más si no se puede respirar por la nariz. El tiempo lo pasé tendida en la cama, leyendo un libro. Era de los científicos, de análisis mental, y cómo el cerebro interviene en la salud del cuerpo. Por eso la espera se me hizo un poco más llevadera. Por eso y porque salí al supermercado de debajo de mi casa y compré cosas, por lo menos para llenar a medias el frigorífico, no sabía si Aaron vendría cenado, aun así, me hacía ilusión que probara mi comida. Sonó el timbre. Mi corazón dio un sobresalto e inconscientemente empecé a sonreír. Por la mirilla me aseguré de que estaba él solo. Bien.
-¡Hola Aaron! ¡Pasa! –Le dije abriendo la puerta y con un gesto invitándolo a entrar.
-¡Hola! ¿Cómo sigues? –Lo dijo sacando un ramo de flores de detrás de su espalda. Inteligente por su parte, sabía que podría habérselo visto por la mirilla.
-¡Hala! ¡Qué bonitas! ¡Me encantan! ¡Muchas gracias Aaron! –Dije cogiéndolas. Estaba realmente contenta.
-Como Bryce trajo todas las cosas necesarias para tu cuidado, sólo me quedaron las flores. –Dijo quitándose su gabardina.
-No te preocupes hombre, la intención es lo que cuenta. –Y su intención más que ninguna. –Dame la gabardina, sacaré una percha de mi armario y la cuelgo. Siento no tener una específica en la entrada.
-No te preocupes. –Dijo pasando al salón. Lo miré, no podía creerme que fuera a pasar la noche a solas con él. Cuando lo observaba, no pensaba en cuanto desentonaba en comparación al cuarto, o si parecía un modelo. Simplemente no podía pensar en otra cosa. –Siéntate. Yo iba a cenar ahora mismo. ¿Has cenado?
-Sí. Soy vegetariano, y no quería molestarte preparando un plato especial. –Dijo mientras se sentaba en el sofá.
-No hubiera sido problema en absoluto. La próxima vez permíteme que cocine para ti. Te sorprenderá lo bien que lo hago. –Y le di mi mejor sonrisa. El me la devolvió con un ligero levantamiento de labios. Me conformaba.
Cené la comida que no había podido probar este mediodía. Principalmente había ido al supermercado a comida para él. Pero vaya, el siempre tan especial como siempre. Durante la cena, le pregunté cómo habían estado las clases ese día, si había alguna novedad, si se hablaba con Bryce…
-Pues con Leo y Liam me llevo como siempre, ellos están acostumbrados a nuestras peleas. Apoyan a Bryce, porque una vez al darme la razón a mí, la discusión fue aún mayor, y yo les dije que para que las cosas no fueran a mayores, estuviesen del lado de él. –Estaba sentado a la mesa conmigo.
-Vaya, como un acuerdo, ¿no?
-Sí. La amistad es la amistad, porque se queden de su parte para hacer más fácil las cosas, no cambia que seamos más o menos leales. Sólo que el temperamento de Bryce es difícil de llevar.
-¿Y las cosas con él? ¿Cómo van? –Hubo un momento de silencio por su parte.
-Pues, hoy por la mañana estaba de muy buen humor. Incluso me habló. Normalmente siempre espero a que se le pase. –Vaya, como dijo Ashley, no era nada grave. Los conocía realmente bien, tanto como a mí me gustaría. –Y hoy también era así. Sólo que después del descanso, su expresión cambió. –Se quedó pensativo. –No sé qué le había pasado, pero nada bueno seguro. Golpeó a dos chavales. Y eso, que son intocables. Nuestra madre le prohibió tocar a ningún chico de la Uni. Una vez pasó, que Bryce le reventó los intestinos a un joven, la familia retiró sus acciones de la bolsa de nuestra empresa. Madre se enfadó tanto, que un año él tuvo prohibido usar tarjetas de crédito. –Se quedó pensativo otra vez. Mirando a un punto en el infinito, como recordando. –Aquella vez tenía la misma expresión de ahora. Ira total, con la mirada perdida, de robot. Pero sólo ha arrojado dos sillas por la ventana y pateado a dos chavales. Nada comparado con lo que hizo la otra vez. Tal vez es porque tú lo estás cambiado con tus discursos. Jajaja. –Su risa era música para mis oídos.
-¿Cómo que discurso? –Lo miré con cara de ¬¬.
-Sí, creo que es por eso, de las dos o tres veces que lo he visto así en toda mi vida, nunca ha pensado en los actos que hacía. Y normalmente era cuando se iba Rose, nuestra hermana mayor.
-Que va, yo no soy. Lo que yo le digo le entra por un oído y le sale por el otro. –Y los dos nos reímos. Daba gusto estar así con Aaron. Pero al momento volvió el silencio incómodo. Él volvió a quedarse sumido en sus pensamientos. Iba a hablar cuando se adelantó.
-Por cierto, volviendo a la conversación de esta tarde, sobre tu padre, que se mudó a Connecticut por amor con tu madre. –Hizo una pausa, como si se planteara hacer la pregunta siguiente o no. -¿Crees que lo normal es dejar toda nuestra vida por una persona, e irnos con ella a donde se vaya, si se quiere estar con ella siempre? –Sabía que era una pregunta extraña de las de Aaron que tanto me gustaban. ¿A qué venía?
-Pues no sé, imagino que cuando se está enamorado, es lo normal. -¿Lo dejaría yo todo por irme con Aaron a cualquier lugar del mundo? La respuesta era evidente. Por supuesto que sí.
-¿Por qué lo preguntas?
-Nada, cosas mías. –Y volvió a mirar hacia otro lado, esquivando mi mirada como si fuese a esquivar también mi insistencia. Pero no iba a insistir de todas formas, prefería ganarme con mis propios méritos que él algún día decidiera abrirme su corazón.
Terminé de cenar. Lavé los platos, y nos quedamos viendo una película que echaban en la tele. Era una comedia romántica. 27 Vestidos. Iba sobre una chica que había estado siempre enamorada de su jefe, el hombre perfecto, pero apareció su hermana en la vida de éste, y los dos decidieron casarse. A la protagonista, como buena hermana, le tocó preparar la boda. Y conoció a un hombre, escritor de artículos de revistas. Éste chico, no fue sincero con ella, y la desilusionó mucho, aunque lo único que hacía todo el tiempo era ganarse su amor. Era más o menos una situación como la que vivía yo con Bryce y Aaron. Aaron era el jefe, su hombre perfecto al que siempre había amado en secreto, y Bryce el chico escritor que no sabía qué hacer para ganarse su interés, y sólo lograba pifiarla. En la película, se quedaba al final con el escritor. ¿Era algún tipo de mensaje oculto o indirecta del destino?
Bah, era sólo una película al fin y al cabo. Y la estaba viendo a solas con Aaron, como su fuéramos una pareja. Estaba muy contenta. Aunque él estaba más ido que pendiente, me di cuenta cuando yo comentaba algo y él no sabía qué responder. Cuando la peli acabó, él ya estaba dormido. Vaya, quería pasar más tiempo con él. Conversando. Pero bueno, ya que hacía el esfuerzo por estar allí conmigo… Lo tendí con cuidado sobre el sofá, le quité los zapatos y lo tapé con varias mantas, para que no pasase frío. Traía el pijama en su macuto, pero no iba a ser yo la que se lo pusiera dormido o lo despertara para eso. Me quedé mirándolo un rato. No cómo miraba a Bryce, sorprendida de lo bueno que parecía durmiendo. Sino de otro modo. No sabía expresarlo. Era como una droga. Cuánto más recibía de Aaron, más quería. Y dormido era la única manera en la que podía observarlo indiscretamente con mi cara de boba.
-Ashley –Aaron dijo su nombre en sueños. Mi feliz ensimismamiento se deshizo como una pastilla efervescente en un vaso lleno de agua. Volví a la realidad. Él sólo me veía como una amiga. Imagino que me había cogido cariño con todo lo que nos había pasado. Pero aunque luego la caída hacia el mundo era mayor, me conformaba con ser feliz unos minutos sin pensar que nunca sería mío. Así que decidí volver a mi cuarto, y dormir pensando en su cara. Estar durmiendo en la misma habitación que el chico del que estás enamorada, y saber que es un amor imposible, era demasiado doloroso como para no pensar en otra cosa que me hiciera feliz, aunque fuera él mismo también.
Con suerte, mi subconsciente se portó bien conmigo esa noche. Porque esta vez no soñé con él. Un detalle por su parte no querer que yo también me deshiciera al igual que mis ilusiones, como la pastilla efervescente en la que me había convertido. Ya había estado tentando demasiado tiempo mi caída en el agua.
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