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Refranero

domingo, 25 de diciembre de 2011

Capítulo 28: Debate de políticos

Capítulo 28: Debate de políticos

Me desperté. Era de noche. Sentía la boca seca, las manos sudosas, tenía un dolor punzante en la cabeza que iba y venía y además, cuando me levanté, noté también que estaba mareada. ¿Algo más por sentir? ¿Pulsaciones acaso? Ah no, también las sentía. ¿Pero qué diantres me pasaba? Además, había una bolsa térmica sobre mi cabeza, me la quité antes de levantarme, ¿tenía fiebre? Mi frente, a pesar del frío del hielo, se notaba caliente. Una duda menos, tenía fiebre también además de todo lo anterior. Pero de momento iba a ir a la cocina a beber agua, por lo menos para solucionar el problema de la boca seca. Pero en el trayecto a la cocina, vi que tumbado un sillón en mi cuarto, había alguien. ¿Quién había movido el sillón del salón a la cocina? ¿Y por qué? ¿Era un ladrón, un asesino, un secuestrador, un mendigo que se había colado? No, era Bryce.
¿Por qué estaba él ahí? ¿Me había perdido algo? Era evidente que sí. Me quedé mirándolo. Parecía tan inocente y tierno cuando dormía. Casi me dieron ganas de abrazarlo y protegerlo. Incluso se me cambió la expresión de la cara. Ahora estaba sonriendo como una boba. Como si tuviera un lindo bebé frente de mí. Y justo en ese momento embarazoso, él abrió los ojos. Si es que tenía el don de la oportunidad… Nos quedamos unos segundos mirándonos fijamente, como analizando la situación. Él no dijo nada ni yo tampoco. Al rato reaccionó.
-¿Qué haces mirándome fijamente mientras duermo? –Lo dijo así, tal cual, sin ningún tono de sorprendido. Ni siquiera cambió la expresión de la cara.
-Es que te ha salido un grano enorme en el centro de la frente, y estaba discutiendo conmigo misma sobre si parecía un bindi, u tercer ojo hindú, o se parecía un cuerno, para así llamarte indio o unicornio. Pero puestos en que lo primero es plano y lo segundo es voluminoso, y como tu grano es más grande que pequeño. He decidido que te pega más unicornio. –Y se lo dije además sonriendo, pero no una sonrisa amistosa, si no de sabelotodo. Y por su expresión, puedo decir con total seguridad de que me había salido bien la jugada. Era mi venganza.
-¡Eso no es cierto! ¡Me cuido todos los días y me trato mucho la piel para estar perfecto siempre! –Dijo levantándose bruscamente y andando de un lado para otro sin saber adónde ir. -¿¡Dónde leches está el baño?! –Jajaja, lo había puesto tan nervioso que hasta tenía efecto retardado en reaccionar.
-Ahí. –Dije saliendo al salón y señalando una puerta cerrada con el dedo. –Aunque no te molestes en ir. Ya te digo yo que me estaba quedando contigo…Jajaja. – ¡Que gusto!
-Podrías habérmelo dicho antes. –Dijo mirándome con cara asesina desde la puerta del cuarto baño. ¿Tanto le había afectado eso que en el tiempo de yo decir eso ya se había analizado la cara por completo? Guau, qué poder de persuasión tenía.
-Sí, podría haberlo dicho antes. Pero no me daba la gana. Quería reírme un rato de ti. –Dije con expresión triunfante. Y no respondió. No sabía qué decir. Simplemente se quedó mirándome, con cara de molesto. Victoria. Y ahí caí en que algo no me cuadraba. –Por cierto, ¿qué haces en mi casa? –No recordaba nada desde que…ostras, olvidé que me había desmayado cuando estaba con Aaron en el estanque.
-Estoy cuidándote mientras Karem está en su casa cogiendo el pijama y demás cosas para pasar la noche contigo. –Dijo mirando hacia otro lado, estaba observando la habitación. Él no pegaba nada metido en mi desastroso apretujado salón. Tan alto, fuerte y guapo. Desentonaba mucho en aquél lugar. Era como si se mezclase un Goya con los dibujos de unos niños de parvulario. -¿Cómo puedes vivir en un sitio así? Con tan poco espacio, está todo muy comprimido… Mi cuarto de baño podría ser este salón. – ¿Por qué tenía que romper el momento de esa manera?
-¡No me cambies de tema! –Ya me molesté, si no hubiera dicho eso, le habría preguntado tranquilamente. -¡¿Y por qué estás tu aquí?! Es más ¿Cómo he llegado yo aquí?
-Te trajeron Ashley y Aaron…-Esto último lo dijo como si le costase trabajo pronunciarlo. –Te desmayaste cuando estabas con él. Le pidió ayuda a Ashley, y a ella se le ocurrió traerte mejor a tu propia casa, antes que llevarte a la de ella o a la nuestra…-Mi móvil empezó a sonar. Mamá.
-¿Diga? –Ojalá mi voz no sonara molesta, no tenía ganas de un interrogatorio. Pero me irritó que me cortaran en medio de su explicación sobre Aaron.
-¿Valeria? ¿Hija? No sabes lo preocupada que me tenías. –Su voz sonaba aliviada, pero hablaba muy rápido, se le notaba aún nerviosa. –Me llamó una mujer preguntándome por dónde vivías, muy maja por cierto, decía que te habías desmayado y querían llevarte a casa. ¿Cómo estás? ¿Cómo fue?
-No te preocupes mamá. Estoy perfectamente. Es sólo que había sido un día muy largo y agotador, pero ya he dormido y he repuesto fuerzas. –En verdad no era así, seguía sintiéndome débil, pero a una madre siempre hay que decirle alguna mentirijilla así, si no sufrían a mares por cualquier minucia.
-Oh Valeria, ¿pero que te tengo dicho? Que no te sobre esfuerces, que sólo eres una persona y tienes sólo dos manos. Si necesitas dejar de trabajar porque sientes que no tienes fuerzas, tu padre y yo podemos apretarnos un poco más el cinturón para ayudarte con las facturas.
-No te preocupes mamá. No es por nada de eso. Tú misma sabes que ahora es el tiempo de los resfriados. Seguro que es uno de esos. No te ahogues en un vaso de agua. –Y así me llevé tranquilizándola durante 5 minutos. En ese tiempo, Bryce se había limitado a estar sentado en el sofá, mirándome. Aún seguía pensando cuánto desentonaba él en aquel cuchitril. –Bueno mamá. Hasta luego, te dejo.
-Y hazme caso. Que todo lo que te he dicho es para cuidarte y por tu bien, para que te pongas buena pronto.
-Que sí mamá. Que sí. Hala, hasta luego, ya hablamos. –Me mandó un beso, le respondí con otro y colgué. Miré a Bryce, que seguía mirándome.
-Iba a decirte que tenías que llamarla cuando justo sonó el teléfono, pero seguro que no me creerás. –Su voz sonaba resignada.
-Siempre que me digas la verdad, te creeré. –Y así lo enlacé con la pregunta que todavía no me había respondido. –Así que dime. ¿Por qué estás tú aquí? ¿Y Aaron y Ashley?
-Estoy aquí porque quería ver tu mala cara de enferma. –Cambió su expresión a una burlesca, pero se notaba que era forzada. No estaba siendo sincero.
-Ya, muy gracioso. –Hice notar mi ironía. -Si no quieres decírmelo, sólo dilo y dejaré de insistir. Me da mucho coraje de la gente que cree que con saltarse por las ramas, ya da por solucionado que la otra persona se ha olvidado del tema… -Dije volviéndome al fregadero. La voz se me había quedado entrecortada porque se me había quedado la garganta aún más seca de lo que ya estaba.
-No tienes por qué ponerte así… sólo estaba de broma… -Se echó hacia adelante para apoyar sus brazos sobre sus rodillas. Estaba sentado en el sofá del salón. Se le veía aún más apesadumbrado. Un modelo en una escena de calendario en la que aparece serio y sombrío. ¿Por qué estaba así? Y volvieron mis enormes ganas de abrazarlo como a un gigantesco osito de peluche. –Ashley me llamó. No sé si porque quería hacerme sentir culpable o porque piensa que en el fondo me intereso por ti. –Y volvió a mirar hacia otro lado. ¿Era costumbre entre los miembros de esta familia no mirar a la cara a la gente cuando se habla con ella? -La cuestión es que ella no podía quedarse más tiempo cuidándote porque tenía cosas que hacer esta tarde. –Y ahí se calló. ¿Estaba poniéndome a prueba para ver si preguntaba por Aaron otra vez? Porque la primera vez que había preguntado, lo camuflé incluyéndolo con Ashley.
-No me has dicho nada de Aaron. –Sólo quería saber por él. Me daba igual si era una prueba o no. Que lo era al final, lo supe por su respuesta.
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-Aaron, Aaron y sólo Aaron. Pareces un loro repitiendo tanto su nombre, ¿sólo sabes decir eso? –Hizo una pausa, sonaba dolido. -¿Es que sientes algo por él? –Estaba bebiendo mi segundo vaso de agua, y hasta que lo terminé, cosa que hice tardando más tiempo de lo normal a conciencia, empecé a buscar una respuesta. Pero no se me ocurrió ninguna, así que contesté espontáneamente, como siempre.
-¿Y qué si lo siento? ¿Voy a sentir algo acaso por ti? –Sabía que volvería a meter la pata, pero es que no tengo remedio. Una vez que me dan cuerda, es difícil pararme. –Tú. Que siempre quieres que todo el mundo haga lo que tú ordenas, y si no es así, les declaras la guerra como me hiciste a mí. ¿Con qué motivo me volviste a poner otra tarjeta roja? ¿Porque no te dije con quién estaba hablando? ¿Porque te chillé e insulté? ¿O porque te di un puñetazo? Siempre eres igual, incluso con tu hermano. No miras a nadie cuando se trata de ejercer tu palabra. ¿Cómo se te ha ocurrido echarlo del G4 y encima desautorizarlo delante de toda la universidad? Eres despreciable –Se lo dije todo mirándolo a la cara. Muy seriamente. Yo sí miraba a los ojos a las personas cuando hablaba de algo serio con ellas. No dijo nada, sólo se quedó mirándome. Su mirada expresaba desconcierto. Pero sus ojos mostraban incredulidad por lo que estaban viendo. De repente reaccionó desconcertado.
-¡TÚ NO SABES NADA! ¡Tú no sabes nada de nada! –Se levantó del sofá de un sobresalto y vino hacia mí. Me acorraló con su cuerpo contra la encimera de la cocina. Le temblaba el pulso, podía verlo en la mano derecha que me cerraba el paso. Sólo se me ocurrió mirar hacia la ventana. La cortina estaba echada. Bien, al menos no nos verían los vecinos de la mujer del edificio de enfrente. Me di cuenta de que tenía mucha sangre fía. Una vez comprobado eso, respondí al ver que no decía nada más.
-¡Pues no! ¡NO SE NADA DE NADA! ¡Pero es que tú tampoco dices nunca la verdad! ¡Porque cada vez que te pregunto, o no respondes, o saltas con otra cosa! ¡Esto no es ningún debate entre políticos, donde se pasan todo el tiempo lanzándose la pelota unos a otros!–Yo también estaba gritando, pero al final decidí bajar el tono de voz, aunque no nos estuviera viendo nadie, no quería dar más espectáculo. Pero me mantuve firme, con la cabeza bien alta y echando coraje, aunque me tuviese acorralada, no iba dejarme amedrentar. -¿O acaso me vas a decir también otra pamplina como que me pusiste la tarjeta roja porque estabas celoso del chico con el que hablaba? –Lo dije sin pensar. La primera chorrada que se me vino a la mente. Porque así era como funcionaba su cabeza, ¿no? Como lo de que había venido para ver mi mala cara de enferma, o que mi salón era como su cuarto de baño… Eso era una tontería como un camión de grande, y la otra una salida de emergencia. Pero al parecer sólo sabía salir así de las preguntas que no quería responder.
-¡PUES SÍ! ¡Era eso señorita inteligente! ¡Estaba celoso porque te vi tonteando por teléfono con el tipo eso! –Y dicho eso, se fue de donde estaba, y me dejó libertad para moverme. ¿Por qué no me miraba a la cara? –Parece que te preocupas por todo el mundo menos por mi… -¿Es que había dicho en serio lo de los celos? No podía ser, seguro que estaba mezclando impotencia por no poder dominarme, con los celos.
-¡¿Pero como esperas que me preocupe por una persona que se dedica a hacerme la vida imposible?! Cuando no me estás ridiculizando, estás poniendo a toda la Uni en mi contra, estás obligándome a hacer cosas que no quiero o me estás insultando. –Eso tenía que comprenderlo, por mucho que confundiera las cosas.
-Eres muy tonta. ¿Por qué no te das cuenta de las cosas? ¿O es que eres del tipo de chicas que hasta que no se lo dices claramente a la cara no saben cómo son las cosas? -¿De qué estaba hablando? De repente, se aproximó tanto a mí como antes. Sus actos eran impulsivos y precipitados. Pero esta vez su expresión no era amenazante, sino angustiada. Y la mía tampoco. -¿Pero no ves que me vuelves loco? ¿Que no sé qué hacer ni cómo comportarme cuando estoy contigo? ¿Que estoy intentando llamar tu atención a gritos y que tú no te das cuenta? –Nuestras caras estaban tan próximas, que podía notar su aliento. Tenía que agacharse mucho para llegar a mi altura. Sus firmes manos apretaban mis hombros delicadamente. Como si no quisiera hacer daño a un preciado tesoro. Mi corazón latía rápidamente. Olía extremadamente bien, me estaba volviendo loca. ¿Por qué todo en él era perfecto? Parecía diseñado únicamente para atraer.
-¿Pero qué dices? –Ni siquiera yo misma sabía lo qué decía. Lo dije por decir algo. No podía pensar con claridad. Mi mente estaba totalmente puesta en controlar mis instintos más ocultos. En eso y en centrarme. Porque estaba aún más ida desde que con la otra mano que no estaba en mi hombro para evitar que me escapara de allí, se acercó a mi cuello y empezó a acariciarlo. Ese era mi punto débil.
-Que creo que eres de ese grupo de chicas. -¿Qué grupo? Bah, que leches grupo ni nada. Empezó a aproximarse aún más, sus labios rozaban ya los míos, y yo quería pensar a qué grupo de chicas se refería. Pobre inocente si pensaba que lo conseguiría averiguar en un momento así. ¿Pero iba a volver a dejarme besar como la otra vez? Tenía que recordar que era mi enemigo y que en cualquier momento volvería a actuar para hacerme daño. Sin embargo, mi mente tampoco estaba como para caer en la cuenta de eso. Era como si las defensas que había creado para protegerme de él mismo, se esfumaran cuando superaba una cierta distancia física entre su cuerpo y el mío. Ese era un punto débil, y tenía que averiguar como solventarlo. Aunque esa misma sensación ya lo había experimentado en el baño de la cancha deportiva el día anterior.

Riiiiiiiiing. Sonó el timbre de mi casa. ¿Quién podía ser ahora? ¿Debía alegrarme por interrumpir algo por lo que podría arrepentirme más tarde? ¿O debía molestarme por haber roto ese momento en el que pensaba que quería que ocurriera algo más? Bryce y yo nos quedamos quietos. Nuestros labios se mantenían donde se habían quedado, rozándose. Mi corazón seguía latiendo fuertemente. Su mano seguía agarrándome por el hombro y la otra jugando con los mechones de pelo que salían de la parte posterior de mi cuello. Parecía que habían puesto la escena en modo pausa. Tal vez porque era demasiado perfecta como para ser cortada de esa forma, y quería continuar así. Tal vez porque ninguno de los dos tenía la cabeza como para pensar en qué debíamos hacer. Tal vez porque se negaba a renunciar a que no se llegara a terminar en un ardiente beso. No lo sabía ni me importaba. Sólo pensaba en que tal vez el timbre debería haber sonado unos minutos después, por lo menos.

Toc, toc. Ahora era la puerta. ¿Había alguna otra manera de llamar? Sí, la había. Era decir mi nombre directamente. < ¿Valeria? ¿Valeria estás ahí? > Era Karem, ya había venido de su casa, lista para pasar la noche conmigo. Bryce fue el primero que reaccionó. Primero suspiró. Segundo se quedó pensativo unos momentos, discutiendo consigo mismo sobre qué era lo que debía hacer. Y tercero, salió de la cocina, dirección hacia la entrada. Abrió la puerta y apareció Karem en el umbral. Su expresión mostraba sorpresa, no se esperaba que Bryce fuera a abrir.

-Ho-hola. Tartamudeó. –Se quedó parada, mirándolo. Sin saber qué hacer. Imagino que era normal actuar así cuando nos encontramos con semejante hombre como él. La rara debía ser yo, como de costumbre. Pero es que los acontecimientos habían derivado en dicha conducta mía hacia él.
-Hola. –Respondió el fríamente. Estaba molesto seguro por la interrupción. En ese momento Karem reaccionó y entró al salón. Bryce se quedó unos segundos más, parado, apoyado con un brazo sobre el marco de la puerta, de espaldas a nosotras. ¿Qué estaba pensando?
-Aaron se fue en cuanto yo llegué. Estaba él solo cuando vine, Ashley ya se había marchado. Iba a aprovechar que alguien había llegado, para que no te quedaras sola, y así el poder ir a la farmacia y comprarte algo para bajarte la fiebre. Pero vio que yo ya venía preparado. Y simplemente se fue. –Habló sin mirarme a la cara. ¿Qué estaba ocultando? ¿Su expresión? ¿Es que le dolía verse eclipsado por su hermano? –Dijo que él ya no tenía nada más que hacer allí. –Y se fue. Desapareció al otro lado de la puerta a medida que la cerraba. Sentí que una parte de mí se iba con él, persiguiéndolo. Era la parte que quería haber sido besada. La otra parte, me dijo que aquellas cosas que no nos dijimos, no eran sólo una salida a una pregunta incómoda. Aquello no había sido un mero debate de políticos. Había sido algo más que eso. Y esas cosas que no se dijeron iban a salir a luz algún día. Por ahora, no reconocí ninguna parte que se arrepintiera de mi decisión de dejarme besar.
 

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