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Refranero

domingo, 16 de junio de 2013

Capítulo 64: Genes familiares

Capítulo 64: Genes familiares

-Valeria... -Se atrevió a decir Mario pasados diez minutos de los veinte que se necesitan para llegar al metro. Lo dijo con miedo.

Yo iba caminando un metro por delante de ellos. Yo dando zancadas largas y ellos corriendo para cogerme el ritmo. Me paré y me giré para mirarlo. Los dos se habían parado. Tenía que calmarme, la mirada que le eché al pronunciar mi nombre, no es de una persona que disfruta de una buena salud mental... Me di cuenta por el encogimiento que experimentó su pequeño cuerpo al verme tan enfadada. -¿Estás así por nuestra culpa? -Dijo asustado.
-Lo sentimos. No era nuestra intención causar problemas. Sólo que no queremos compartirte con Bryce. -Continuó hablando Rafael. También asustado. -De hecho, no queremos compartirte con nadie. Y vi cómo Rafael también se hizo más pequeñito al decirlo.
Suspiré profundamente, expulsé todo el aire de mis pulmones y toda la tensión acumulada en mí. Toda la noche intentándolo y lo consigo ahora con un suspiro... ¿Pero qué me pasa? Esta no soy yo... Yo nunca estoy tan irritable... Me acerqué a ellos y me agaché para colocar mi cara a su altura.

-No, no es culpa vuestra. Es culpa mía. Por no morderme la lengua cuando tengo que hacerlo, por actuar en caliente y no esperar a calmarme y pensar con la mente fría, por no disculparme cuando debo... -Agaché la cabeza, no para mirar al suelo, sino para no mirarlos a ellos. -Anoche discutí con Bryce... Ellos se quedaron en silencio, esperando que continuase, pero viendo que no lo hacía, me dieron un empujoncito para que siguiera.
-¿Por Aaron? -Dejó caer Rafael. Son listos estos niños.
-No... Ya os dije que él y yo sólo somos amigos. Pero a mí antes me gustaba. -Voy a omitir el que ahora también. -Y Bryce lo sabe. Por eso no sé cómo va a tomarse el saber que Aaron se quedó a dormir en mi casa. -Les debía una explicación. Pero nadie dijo que tenía que ser a todo lujo de detalles. -Sólo eso. Nada de las películas que vosotros os montáis en vuestra mente. -Y tenía razón... Esto supera la ficción... -Lo de anoche es por una estupidez... Un choque de opiniones que tan frecuentes son en nosotros... Vosotros estáis de por medio, como siempre, pero no soys los culpables. No os preocupéis. -Levanté la cabeza y les sonreí. Sí, realmente es una gilipollez. Aunque no iba a usar esa palabra con los niños. Él se alteró, yo me alteré, se juntó vinagre con cloruro de sodio y explotó el volcán. Una vez más.

Estos pequeñajos se echaron sobre mí y me dieron un abrazo grupal. Realmente son súper tiernos cuando se lo proponen.

-Bueno, bueno, que ya te estás poniendo demasiado contenta. En verdad lo de no compartirte es porque te tenemos como un objeto de nuestra propiedad. -Y en contra de todo pronóstico, lo que dijo Rafael para intentar quitarle sentimentalismo al momento, le añadió más todavía. Se veía tan tierno abrazándome, intentando quitarle importancia al asunto a la vez que intenta hacerme reír.
-No te pienses que es porque nos ponemos celosos por verte con otros chicos. -¡OUUU! Las palabras de Mario me sacaron unas lagrimillas. Si es que por mucho que me indigne con ellos, sólo puedo quererlos. Me había quedado muy falta de cariño en una sóla noche, pero ya era demasiado sentimentalismo incluso para mí.
-Bueno, venga, andando que tenemos que llegar a casa antes de que llegue vuestra madre. -Me puse en pie de sopetón, me di la vuelta, me sequé con la manga del jersey la tonta lagrimilla y reemprendimos el camino al metro. Yo agarrada de las dos manos a ellos, caminando a su lado, sin prisas y sin pausas.

Yo seguía pensando que no iba a ser un buen día a pesar de que había mejorado. Bryce ocupaba toda mi mente. Pero siempre es preferible un mal día tras una discusión, que un día en el que él no está, y no hablo de cuerpo presente, hablo de un día sin él.

Agradecí mucho el ambiente distendido que pululaba a nuestro alrededor a la vuelta. Los sentimientos negativos son como una toxina para mí. No puedo vivir mucho rato con ellos, mi cuerpo comienza a rechazarlos con respuestas que me dejan destrozada.

-¿Y qué vas a hacer ahora? -Preguntó Mario sentado en el metro, moviendo sus piernecitas hacia delante y hacia atrás, todavía no le llegan al suelo. Los dos estaban sentados juntos y yo en frente de ellos, protegiéndolos con mi cuerpo de cualquier mal.
-Voy a ir a vender droga. -Voy a tomarle un rato el pelo a estos dos. Aunque eso se me ocurrió después de decir ese disparate... Lo reconozco, no soy nadie sin decir tonterías. Por suerte, las diminutas probabilidades de que haya alguien que entienda español en un vagón de 10 metros cuadrados me permitió decir eso. Aunque... para qué vamos a engañarnos... lo hubiera dicho igualmente. Rafael me miró acusativo, inclinando la cabeza hacia un lado y frunciendo el cejo.
-¿Te crees que porque nos lleves más de diez años de diferencia puedes engañarnos como si fuéramos unos ingenuos? -Típica respuesta de Rafael. Y... Au, eso de los más de diez años de diferencia dolió. Me hizo parecer muy muy vieja. Diantres... Que son unos preciosos 21 años... la flor de la vida...
-Ah, ¿no te lo crees? ¿piensas que miento? -Me hice la sorprendida e indignada ante la duda.
-Sin duda alguna. -Se cruzó de brazos para decirme con lenguaje corporal que no iba a aceptar nada de lo que le dijese. Y ahí, se me encendió la bombilla del hijoputismo.
-Y si te enseño esto... -Y cuando me aseguré de que los dos estaban con los cinco sentidos en lo que estaba haciendo, me metí la mano libre que no estaba agarrando la barra del metro para no caerse en el bolsillo del chaquetón. Recordé que llevaba una bolsita con chucherías. Al ver la bolsa de plástico aparecer por mi bolsillo, los dos abrieron tanto los ojos, que casi se les salen de las órbitas.
-¡No! ¡No lo saques aquí! -Rafael, mi pequeño ingenuo, saltó de su asiento corriendo a por mi mano para que la volviera a meter en el bolsillo. Su cara de desesperación fue lo mejor.
-El qué, ¿las chuches que tengo para vosotros? -Llegó a meterme la bolsa en el bolsillo, pero en mi segundo intento, fui más rápida y ágil. Al ver lo que realmente era, Mario abrió la boca más que los ojos y Rafael directamente se quedó petrificado. Su ego quedó muy muy herido.
-¿Qué decías? ¿Que no eras un ingenuo? -No podía desperdiciar este momento de verdadera victoria. A veces pienso, que yo soy más infantil que ellos. Lo miré victoriosa, sonriendo de oreja a oreja mostrando mi felicidad. Mario se levantó a coger el paquete de chuches de mi mano para empezar a comerlas. Él no pintaba en esta historia.
-No me lo había creído. Estaba actuando. -Rafael se sentó se cruzó de brazos más que antes y frunció el cejo más que antes. Miró hacia otro lado para evitar cruzar la mirada conmigo. Estaba intentando recuperar su ego. Casi me da penita por un instante.
-Ya...... Claaaaroooo......Sí, sí. Sin ninguna duda. -Eso se llama, hurgar en la herida. ¿O hurgar en el ego? JAJAJA qué mala leche. Mario se cruzó todavía más de brazos y frunció todavía más el ceño, si era incluso posible más. -¿Por qué te enfadas entonces si no te lo has creído? -Me miró por un momento, me lanzó dardos por los ojos y volvió a voltearme la cabeza. -¡Oh! ¡Venga ya! ¡No seas tan orgulloso! ¡Vosotros os mofáis de mí constantemente y si tuviera que enfadarme por cada vez que lo hacéis, viviría de brazos cruzados! -La que se viene a quejar... -Coge chuches tú también. -Me miró por un momento, dándome la posibilidad de deliberar la opción de aceptar lo que yo decía. Y ahí usé el factor sorpresa. Le toqué con la yema del dedo índice, con total delicadeza, el centro de la frente con mucho cariño. Sonriente. -Venga. Estamos en paz. -Rafael me miró muy sorprendido. Se puso muy colorado y disimuló mirando hacia otro lado, quitándole el paquete de chuches a Mario. Que no le quitaba mano.
-Bueno, que no has dicho al final que vas a hacer. -Dijo Mario cuando se quedó sin chuches. No puso pegas, ya se había hartado en grandes cantidades. ¿Pero entonces no lo preguntó para comenzar una conversación amena? ¿Lo quería saber de verdad? Ains.... Nunca conseguiré despistarlos de su propósito... Me quedé pensativa un rato.
-Pues no sé. Imagino que me quedaré en casa haciendo el tonto y luego me iré a trabajar. -Cómo si tuviera todo un abanico de divertidísimas posibilidades entre las que poder elegir...
-Para seguir haciendo el tonto allí. -Y ese comentario típico de Rafael, salió de los labios de Mario. El primero seguía callado comiendo chucherías y mirándonos atentamente. Pues sí que se había quedado tocado... sí...
-Exactamente, tú lo has dicho. -Y chasqueé los dedos para apuntarlo después con el índice. Para qué me voy a molestar por las verdades que dicen... verdades son, debería molestarme en todo caso por no ser unas verdades que me gusten o de las que pueda sentirme orgullosa. -No puedes pedirle a los olmos que entreguen peras. -No pueden pedirme que deje de hacer estupideces todo el rato.
-Ni a ti valor. ¿Te quejas de que soy un orgulloso y no piensas hablar con Bryce? -¡ZAS! Cualquier día, me ha hablar del sentido de la vida, y voy a tener que darle la razón. Rafael dice verdades como templos, y como puños.
-Lo llamaré. Pero tengo que convencerme de ello antes... -Y antes de que pudieran decir algo más. Llegamos a nuestra parada de metro. Las puertas se abrieron y nosotros salimos a la calle arrastrados por la aplastante multitud que salía también con nosotros.

-Bueno, ¿y qué vais a hacer vosotros? -Esto se parecía mucho a la típica conversación que tienes con alguien con el que no sabes de qué hablar. Como no nos estemos echando los trastos unos a otros, nos quedamos en blanco. Íbamos caminando sin ir agarrados de las manos. Ahora había demasiada gente andando por la calle que podría vernos, y eso heriría el orgullo de hombre de los niños. En el barrio rico no estaba ni el Tato.
-Nos quedaremos con mamá. Se tiene que ir a trabajar en una hora. -Mario lo dijo con penita.
-Sí... Después nos quedaremos solos. Como siempre.. -Vale. Ahí se me partió el alma.
-¿Como que siempre? -No daba crédito a lo que acababa de oír. Intenté no alzar mucho la voz, pero estaba demasiado consternada.
-¿Con quién pensabas que nos quedábamos entonces cuando mamá trabaja? -Preguntó Mario inocentemente. Y entonces, recordé que siempre me lo había preguntado pero nunca había averiguado la respuesta. En todas las ocasiones que me habían visto por la ventana.
-No lo sé... Siempre me lo había preguntado... -Dije bajando el tono de voz con cada palabra que decía. -No me gusta que os quedéis solos. Veníos a mi casa siempre que no esté vuestra ma...
-No necesitamos tu compasión ni que te sientas obligada a hacer cosas que no te incumben. -Rafael, con una frialdad digna de un adulto, me tajó cortante.
-No lo he dicho por obligación, lo he dicho porque no quiero que os quedéis solos. Y cuida tus palabras, Rafael, a veces hieren. -Eso me dolió. Mario nos miraba preocupado.
-Siempre nos la hemos apañado solos y nunca hemos necesitamos ayuda de nadie. Te quedas con nosotros sólo porque mamá no quiere que durmamos solos. -Su tono de voz fue un poco menos tajante que antes. Aunque sus palabras hirieron igual.
-Ya sabéis donde vivo. -Sí, podría haber dicho algo más. Como un <buscadme cuando queráis> o <estoy ahí para lo que queráis> y similares. Pero eso ya lo daba a entender con la frase que dije.

Continuamos el camino en silencio hasta casa. Llegamos a las nueve y siete al piso. Estábamos entrando en su casa para esperar en ella a Raquel cuando ella apareció por al momento subiendo las escaleras mientras yo buscaba las llaves de la casa en el bolso.

-¡Ay! ¡Hola! ¿Cómo estáis tesoros? -Y se agachó para recibir un abrazo de oso de los dos pequeños, que salieron corriendo nada más verla. Realmente la quieren un montón. Nunca he visto ese entusiasmo al ver a una madre cuando la ves todos los días en ninguna otra persona. Los tres con los ojos cerrados, sonrientes y felices me parecieron lo más bonito del mundo. Era lo que menos podía dejar de mirar y adorar después del helecho de verde clorofila del pasillo de anoche.
-Buenos días, Raquel. ¿Cómo estás? -Dije acercándome a ella cuando se levantó. Nos dimos dos besos de saludo y un abrazo reconfortante después de todos los duros momentos. Se la veía tan joven pero tan cansada... Ojeras marcadas, cara pálida y muy delgada, labios violáceos, voz débil, pelo desaliñado, ropa dejada... ¿Cómo no me he fijado antes? Lo ha tenido que pasar realmente mal por su hermana.
-Bueno... Muy contenta. Le dan el alta hoy a mi hermana. Pero he tenido que venirme, quería ver a mis niños antes de entrar a trabajar. -Y les acarició la cabeza a los dos mirándolos con amor. Cada uno estaba a un lado de ella. Con una mano apoyada en su cadera o pierna.
-¡Qué bien! Me alegro mucho por tu hermana y por ti, de verdad. -Y le dediqué mi más cálida sonrisa. -Ahora lo que tienes que hacer, es descansar al máximo. Debes estar agotada. -Y le apreté la mano sutilmente, intentando transmitir toda la fuerza y energía posible.
-¡Ay que va! ¡Yo no puedo permitirme ese lujo! Le han dado el alta, pero sigue débil. Tengo que hacer algunas cosas por ella todavía en casa. Pero no te preocupes, que voy a dormir todas las noches aquí. ¡Ay! Cierto, entra, entra, ¿qué hacemos aquí en el rellano? Qué cabeza la mía. Venga, que tengo que pagarte. -Eso sí, sus ganas de hablar no habían cambiado en nada, cosas que me dejaba realmente contenta. Comenzó a buscar inquietamente las llaves en el bolso. Yo ya las tenía preparadas en la mano, abrí y se las entregué después.
-Gracias, no recordaba que tú también las tenías y estabas en proceso de entrar. -Me eché a un lado para que pasaran adentro ella y los niños, que no se separaron de ella ni un milímetro.
-Pero entra chiquilla, entra, que tengo que darte lo tuyo. -Dijo tan dicharachera como siempre. ¿De dónde saca esta mujer tanta alegría?
-No. Muchas gracias Raquel, pero no puedo aceptarlo. Me he ocupado de sus hijos con mucho gusto. No me han supuesto ninguna molestia, en absoluto, me ha encantado pasar tiempo con ellos. -Estaba tan convencida de que tenía que pagarme, que me miró súper extrañada.
-¡Pero qué dices! ¡Anda chiquilla! ¿Cómo no voy a pagarte? Venga entra que tengo el dinero dentro. -Y comenzó a andar hacia adentro, dejando el bolso en el mueble de la entrada y llevando a los niños con ella. Entré en la casa porque se estaba yendo y no quería desaparece así. Pero no iba a aceptar dinero ninguno. Cuando entré, ya tenía una cartera en la mano y estaba buscando dinero en ella.
-En serio Raquel. Te portaste muy bien ese día que yo necesitaba hacer una llamada por teléfono. Y no me conocías de nada. Yo conociéndote, no voy a pedirte nada a cambio. Tómatelo así. -Era una excusa. No lo hacía por eso. Ni por pena por el tiempo que estos chicos pasan solos y el que ella pasa trabajando. Que también. Pero es que realmente me alegraba mucho mucho haber pasado esas noches con los niños. Había empezado a quererlos. No podía permitir recibir dinero por eso.
-Que no, mujer. Si no me dices cuánto, te daré yo lo que me parezca. -Y como sabía que no le diría nada. Dicho esto, no me dejó tiempo a pensar una cantidad que decirle y se acercó a mí con dinero en mano que obligarme a coger. Me llevé las manos a la espalda y me las cogí allí.
-No, Raquel, de verdad que no. -Y di dos pasos atrás. Rafael y Mario me miraban muy raro. Callados desde su sitio. Les había dicho muchas cosas bonitas, era comprensible.
-Valeria. Me voy a enfadar contigo como no lo cojas. -Lo dijo ya seria. ¡Qué estrés!
-Pues nada. Me invitas a tomar café un día y así te quedas más tranquila. Pero no voy a cobrar por hacer algo que lo he hecho con todo el cariño del mundo y sin ánimo de lucro. -Y dicho esto. Raquel se lo pensó un momento, soltó el dinero en la mesa y se acercó a mí con los brazos abiertos para darme un abrazo. Abrazo que correspondí encantada.
-Bueno, ya has dicho lo del café. No vale arrepentirse o cambiar de opinión. -Dijo cálidamente a pesar de que estaba muy fría. Me estaba preocupando realmente su estado de salud. Como no la viera mejor en dos días, iba a hablar seriamente con ella.
-Lo prometo. -Nos apretamos un poco más en ese momento y terminamos de abrazarnos. -Bueno, me voy, no os molesto más. Que tendréis que hacer cosas. -Fui retrocediendo de espaldas hacia la puerta de la casa. Me despedí con la mano de los niños, no me atrevía a hablarles. Me respondieron con el mismo gesto, mirándome todavía raro, los dos.

Salí de la casa y no había entrado en la mía todavía cuando ya empecé a echarlos de menos. No porque quisiera seguir estando con ellos justo en ese momento, necesitaba tiempo para organizar mi casa y mi vida. Pero el no saber cuándo iba a volver a verlos, me hacía extrañarlos enormemente. Lo primero que hice al llegar a casa fue quitarme la lentilla. Había pasado ya un mes y tenía que renovarla. Pero no iba a ponerme una nueva para estar en casa, dejaría el ojo descansar y ya me colocaría una para el trabajo. Me dejé caer de espaldas a la cama y me puse a pensar en todo lo que me habían dicho los niños y en cómo había encontrado a Raquel hoy. Tengo que hacerles entender que pueden contar conmigo cuando quieran. Le he cogido demasiado cariño a esa familia como para quedarme sin hacer nada. Y decidido esto, busqué entre los contactos de mi móvil a Bryce para llamarlo. Sin pensarlo. Sin tener nada preparado para decirle. Pero no lo llamé. Si pienso, busco motivos para no hacer las cosas que debo hacer pero a las que no me atrevo. Y no puedo evitar pensar. Esta vez, la excusa fue que estaría durmiendo todavía.

Decidí echarme una pequeña siesta antes de comer. Entro a trabajar a las cuatro. Todavía me quedan unos preciados minutos de sueño, si tengo la suerte de disfrutarlos. Estaba remuerta. Afortunadamente, me dormí al momento. Parece que mi conciencia se quedó tranquila al estar convencida de que enmendaría lo que había hecho mal, y eso le sirvió para dejar de atormentarme y permitirme dormir. Acabé soñando. Desde hacía mucho tiempo. Soñé con Aaron. ¿Por qué siempre que sueño, sueño con él? Me estaba pidiendo perdón. Que lo sentía. ¿Pero el qué? ¿Por qué se disculpaba? Me sonrió tan, tan, tan triste... ¿Eso es porque se iba? ¿Era esta la continuación de todos mis sueños con él? Ains... ni soñando tengo un respiro... Me levanté con la almohada completamente babeada. Mi maravillosa consejera estaba húmeda... Vale, chistes aparte. Miré la hora. Eran las dos menos siete. Bien, me levanté y me cogí uno de los tupper con comida de ese día que cociné en cantidades industriales para tampoco llamar a Bryce. Hoy tocaba ensalada de pasta. Tocaba que Bryce no me cogiese el teléfono las tres veces que lo llamé. Y tocaba que me amargase en el trabajo sin mi Karem. Fue una tarde sin chispa. Sin nada que recordar. Gente entrando sin ropa, gente saliendo con ropa, gente saliendo tal y como entró. Yo sin entrar ni salir...

Cuando llegué a casa a las nueve y media, estaba tan re-remuerta, que me dejé caer en la cama sin quitarme la lentilla. Volví a marcar el número de Bryce. Volví a no obtener más respuesta que unos irritantes y continuos <piiiiii> al otro lado del auricular. Por tres veces. Otra vez. Afú... Resoplé. Relajé todos los músculos de mi cuerpo quedándome sin fuerza ninguna. Estaba ya tirada en la cama, pero como si me hubiese tirado de nuevo. Me derriba todo esto. ¿Por qué diantres no coge el teléfono? ¿Le habrá pasado algo? ¿Sigue enfadado? ¿Lo tiene en silencio y no se entera? ¿Se le ha perdido? ¿Es en realidad el móvil un transformer y se ha convertido en una cafetera? ¿Una aspiradora tal vez? Pero... las aspiradoras no tienen línea telefónica... Qué tonterías pienso... No puede haberse convertido en una... aunque no descarto la teoría de la cafetera, tengo entendido que ya vienen con manos libres algunas. Creo. Afú... Resoplé y volví a relajar todos los músculos de mi cuerpo, quedándome de nuevo sin fuerzas. Si no fuera por la cama y el suelo, estaría ya en la primera planta.

Tenía que ducharme... y cenar... y recuperarme de lo de ayer. Y por tener, tengo hasta que salvar el mundo si me pongo así. Tenía tantas cosas que hacer, que se me fue la prisa. Me quedé revolcándome en mi cama, sin ganas de nada. Le echaré las culpas al sueño que tengo por no haber dormido nada anoche. Estúpido día raro... Sí, ahora me siento mejor, ahora que le he echado las culpas a otra cosa. 

Estaba yo todavía con la cara aplastada contra la almohada, que se había secado ya, cuando me entró la urgente necesidad de hacer algo productivo. Creo que esa urgencia derivaba de lo incómoda que estaba por la postura con la que me había quedado al caer, y es que estaba tan en <mododespojohumanoON#>, que si llego a estar cómoda, no tengo alma para conseguir levantarme o tan siquiera planteármelo. Y es que había quedado bocabajo, con las piernas unidas, los brazos pegados al cuerpo, las palmas de las manos mirando al techo y mi cara hacia la pared. Totalmente inerte. Totalmente incómoda. Y ya respirar costaba. Así, arrastrando los pies y el alma me encaminé al baño. Me duché, cené con la tele puesta, que, aunque no le prestase atención, no tener la habitación en silencio me reconfortaba algo, y me acosté.

Me dormí con la lentilla, se me había olvidado quitármela... Bien... Eso lo descubrí cuando por la mañana era incapaz de abrir mi ojo izquierdo. Para mejorar las cosas, era la lentilla que tenía que desechar porque ya tenía un mes y que se me había olvidado tirar antes y coger una nueva. Yupi... Y para mejorar aún más las cosas si cabe, me la había regalado Bryce junto con el paquetito de seis meses. Me quedaban otras tres, pero el ojo no lo tenía yo como para ponerme otra lentilla en ese momento. Demasiado que pude abrir el ojo y conseguir despegármela, porque parecía que había echado raíces hasta la nuca. Dolió al tirar de la conjuntiva... Auch. Encima de inyectado en sangre, pegajoso y medio cerrado, ahora también me lloraba salado, para que escociese también. Lo peor, es que a pesar de todo esto, este iba a ser uno de mis mejores días comparado con otros tantos peores que había tenido... Aunque con la media que llevo en puntuación para calificar mis días, superar esa media ni es considerado tener un día bueno.

Pues nada, o llevo gafas de sol o me paso por una óptica antes de ir a trabajar para comprar lentillas verdes. Al evaluar el precio con la pena que valía gastarme el pastón en lentillas, más me valía ponerme un parche y e inventarme la historia más ridícula posible... como que me había ulcerado el ojo porque cortándome las uñas me había entrado una en él. Opté por las gafas de sol. Responderé que pasé una mala noche y tengo los ojos fatal, lo cual es cierto pero no toda la verdad. Todo eso se me ocurrió durante el desayuno, mi mente no se había encendido del todo para pensar con claridad y rapidez. Los procesos mentales que requieren ingenio son muy lentos en esos momentos. Decidí no llevarlas puestas por la calle, total, nadie depara en mi existencia, ¿quién iría a darse cuenta? Odio llamar la atención, por muy irónico que pueda parecer por decirlo yo. Al menos, iba muy mona vestida, así parecía menos ridícula. Llevaba un vestidito de lana blanco con un cinturón marrón alrededor de mi cintura, a juego con las medias. Y un gorro de lana a juego con mi chaquetón beige, y botas.

Y así, me encaminé hacia el trabajo. Llamé una vez más a Bryce al salir del metro, antes de entrar, pues llegaba con bastante antelación. Pero una vez más, los desagradables <piiii> me saludaban mezquinamente. Si no puedes con el enemigo, únete a él... la próxima vez los imitaré yo con mi propia voz. Con la suerte que tengo, alguien descolgará al otro lado para hacerme pasar vergüenza. Y justo al levantar la cabeza del móvil para mirar hacia la entrada de la tienda, vi a Bryce apoyado en la pared de ella, mirando su móvil, con una muleta a cada lado y con la pierna del esguince flexionada. En un acto reflejo, me coloqué las gafas de sol y me quedé parada. Estábamos a pocos metros. ¿Por qué siempre tiene que aparecer de golpe y sin previo aviso? Suerte que llegaba con quince minutos de adelanto a trabajar. Continué andando hacia él y me coloqué a su lado. Él también llevaba unas gafas de sol, así que no sabía cómo me estaba mirando. Estaba irresistiblemente guapo. Sabe que su mera presencia hace que cambie todas las cosas de las que estaba 100% segura cuando no está. Sabe que tiene ese poder en mí. Y lo estaba aprovechando. Pero no me rendiría tan fácil.

-Te he estado llamando. Podrías haber contestado alguna vez. -No se lo dije enfadada a pesar de que fuese un reproche. Bryce levantó la cabeza y me miró sorprendido. No esperaba encontrarme tan de repente allí. Esperó unos segundos, se metió las manos en los bolsillos y respondió.
-Lo sé. Pero cuando llamas, es porque estás preparada para decir algo. Algo que se ha creado en tu mente en un ambiente no muy de mi agrado y un poco alejado de otras perspectivas y puntos de vista. Por eso preferí esperar a que se te fuera la intensidad de defensa de esas ideas, y presentarme sin avisar, no fuera a ser que si aviso, te diera tiempo a volver a formar tu frente de batalla. El factor sorpresa siempre deja al otro unos momentos desprevenido, y ahí es cuando yo puedo atacar. -Pero acabo de llamarte, si tuviera sentido todo lo que estás diciendo, seguiría con esas ideas sin fundamento en la cabeza de las que tu hablas, y con las que dices que podría atacarte. -Nuestra conversación no tenía sentido, yo no iba a llamarlo para echarle nada en cara. Lo llamaba para arreglar las cosas.
-Por eso, el que ha sido pillado de sorpresa y sin previo aviso, he sido yo. Ahora yo soy el desarmado frente a tu ejército de pensamientos. -Y se quitó las gafas de sol, como mostrando vulnerabilidad y son de paz.
-No sé por qué estás diciendo esas cosas, Bryce, yo te llamaba para arreglar la discusión de antes de ayer. No a iniciar una pelea. -Dije ya un poco molesta. Encima que era él el que la inició y el que no ha respondido mis llamadas y se presenta ahora conocedor del poder de su presencia física sobre mí para salirse con la suya.
-No tengo la menor duda. Pero sé que piensas que la culpa fue mía, que no te lo niego, que tengo la cara tan dura de no llamarte ni responder tus llamadas y que encima soy un impresentable que aparece sin avisar diciéndote la verdad que no quieres aceptar, a la cara, y jugando sucio porque sabes que tengo razón al decir que juego con ventaja usando el factor sorpresa. -Se le había olvidado decir que también estaba usando con ventaja el factor <presencia física>. O tal vez no quería decirlo. Porque saberlo, lo sabía.
-¿Y acaso no es así? -Revalorando lo que había dicho, tenía razón en todo. Pensé en ese momento que él me conoce mejor a mí que yo misma. Me entró un escalofrío, para disimular, cambié el peso del cuerpo de mi pierna derecha, a mi pierna izquierda. Iba a cruzar los brazos, pero prefería que no, en el lenguaje corporal, eso indica que estás cerrada a aceptar otras ideas externas a las tuyas.
-Sí. Así es. Pero creo que tal vez no tuviste algo en cuenta. -La gente que pasaba por la calle nos miraba descaradamente. El famoso y guapísimo Bryce, codiciado por todas las chicas de la alta sociedad, con la espantapájaros de su... pensarían que novia, a la puerta de su trabajo. Los dos estábamos en silencio en ese momento, él esperando a decir lo que tuviera que decir, y yo esperando a que lo dijese. -Si yo te pidiese ahora que no fueses al trabajo y que pasases todo el día conmigo. ¿Aceptarías? -Dijo irguiéndose, desapoyándose de la pared. Aproximándose a mí. A mí su pregunta me dejó totalmente confusa. ¿Me lo está pidiendo o sólo pregunta? Yo retrocedí un paso, tanta cercanía me dejaba aún más confusa.
-Bryce, yo vivo del dinero que gano trabajando. Si no soy seria en mi trabajo, podrían despedirme, y necesito ese dinero. No puedo faltar así porque sí. -Y aunque no era la respuesta que él esperaba, era la excusa que yo irremediablemente le di. -Y no puedes decirme que si dejo el trabajo o me echan, tú me pagarías. No puedo depender de otras personas para vivir. -Bryce suspiró. Vale, eso último que había dicho sobraba. Soy una asquerosa bocazas.

-Nunca te hubiera ofrecido eso, Valeria... Ahí demuestras lo poco que me conoces... -Hablaba mirando al suelo, con la cabeza agachada. Diablos, ¿por qué estaba tan triste? Hoy se le veía tan apagado y sin fuerzas.
-¿Entonces por qué me pides que hoy no vaya a trabajar? -Prometo que no entiendo a dónde quiere llegar. Eché todo el peso del cuerpo en mis dos piernas, las estiré y me acerqué hacia él. Me estaba frustrando, aunque él ya lo estaba. Recogí sus mejillas en mis manos y levanté su cara para que me mirase. Pero sus ojos no me miraban a mí, miraban hacia la profundidad. Moví mi cabeza hacia ese punto al que miraba, y sus ojos se encontraron con los cristales negros de mis gafas.
-No te lo he pedido. Te lo he preguntado. El problema es que siempre malinterpretas todo lo que digo. El problema es que haga lo que haga, y diga lo que diga, tú siempre te vas a quedar con la posible mala interpretación que pueda tener, y si no la tiene, tú cerebro la inventa. Porque no confías en mí, no porque pienses que puedo traicionarte, sino porque para ti siempre seré el mismo Bryce egoísta, pasota, manipulador, calculador, egocéntrico y prepotente que fui. -Su mirada era muy intensa, y el cristal negro de mis gafas no era cristal anti intensidad de mirada. En cualquier caso, intensificador.

Me quedé callada, sin saber qué decir. Porque tenía razón. Si puedo, siempre me tomo a mal todo lo que viene de él. No sabía por qué se había comportado así con los niños, ni por qué no había contactado conmigo antes aunque fuese con su mismo plan de aparición por sorpresa. No sabía nada. Y aun así, pensaba que era por motivos egoístas suyos... Y eso me disgustaba, deseaba que no fuese así, deseaba no pensar de eso modo. Pero no puedo evitarlo. ¿Qué le digo? ¿Que lo siento y después entro a la tienda y lo dejo? Esa simple idea me dejó destrozada por unos momentos. Nos seguíamos mirando. Tuve claro que ese día no podía dejarlo solo. Y que ese día yo tampoco podía quedarme sola.

-Supongo que conoces esa parte en mí que si tú dices que haga algo, se niega, pero si esa misma cosa se lo propone hacer esa parte en mí, lo hace. -Intenté comenzar a hablar diciendo lo más correcto que me parecía decir. Ahora era yo la que miraba hacia el suelo, no podía seguir manteniendo la mirada con él, me dejaba totalmente en blanco, y si quería decir algo, tenía que mirar hacia otro lado.
-Demasiado bien. -Soltó una carcajada irónica sin fuerzas.
-Odio su existencia, al igual que odio la de la otra parte que desconfía de la ausencia de malos motivos de tus acciones. -Me tomé un momento para levantar la cabeza y mirarlo de nuevo. -Quiero pasar el día contigo, si puedes. Y no porque tú quieras pasarlo conmigo, ya sabes por qué... te he hablado de esa parte 1 de mi cerebro... sino porque yo quiero pasarlo contigo. -Bryce se colocó de nuevo las gafas de sol, que las llevaba en la cabeza. Con cuidado de no dejar caer las muletas ni a él mismo y aun así, con mucho estilo.
-Sólo si es lo que de verdad quieres. -Dijo sabiendo que se arriesgaba a que lo dudara un segundo, y negarse entonces a aceptar que pasemos el día juntos por el hecho de haberlo dudado. -No quiero que después te arrepientas y pienses que te manipulé o cualquier otra cosa que se puede inventar la parte 2 de tu mente. -No podía verle los ojos, pero sí las cejas, y las tenía fruncidas. Eso le preocupaba de verdad.
-No. No lo pensaré. Y para asegurarme, ya no te debo más recompensas. Esta cita se cobra la que te debía. Así, engañaré a esas partes de mi mente que funcionan independientemente de lo que yo quiero, para que piensen era mi obligación hacerlo y que no tenía otra. -Le sonreí. Claro que no iba a pasar el día con él y faltar al trabajo para así dejar de tener que deberle una recompensa. Lo de la recompensa es un juego nuestro. Y tampoco lo usaba para engañar a mi mente. Es sólo que quería dejar ya atrás este momento triste con Bryce e iniciar el día con él con nuestros típicos juegos.
-Juegas sucio. ¿Vienes conmigo porque quieres y encima me cobras un vale de recompensa para usarlo en tu beneficio y no en el mío? -Bryce me dedicó esa sonrisa doblada y pícara que tanto me gusta. La tristeza comenzó a abandonar mi cuerpo instantáneamente.
-Me has descubierto. -Me mordí el labio sonriendo en un intento por parecer sexy.
-Te aprovechas porque sabes que no puedo resistirme a ti cuando estás presente.

Y su sonrisa, mostró ahora todos sus dientes, blancos, brillantes, perfectos. Tal vez me he estado equivocando y no es que él no haya querido decirlo o se le ha olvidado, sino que no sabe en realidad que eso es exactamente lo que me pasa a mí con él, que cuando está conmigo no puedo evitar sucumbir a todo lo que antes me había negado.

-Pero si lo aceptas sabiendo que es injusto, entonces no es tan sucio mi juego.-Tenía que decir algo en mi defensa.
-Valeria, tú y tu infinita inocencia. Si alguien acepta sin rechistar algo sabiendo que es injusto, o tiene muy poco espíritu o está ocultando algo. Algo que lo beneficia.-Dijo subiéndose las gafas de sol haciéndose el interesante.
-¿Y qué ocultas tú? Porque espíritu te sobra. -Dije subiéndome las gafas con el dedo índice imitándole. A él le queda tan interesante todo lo que hace cuando intenta hacerse el interesante, que cuando yo también lo intento, no puedo evitar sentirme ridícula sabiendo que no lo consigo.
-Ahora mismo lo sabrás. -Y se bajó las gafas y me guiñó un ojo por encima de ellas. Me da coraje que estas cosas me afecten tanto como a las mojabragas de la Uni, pero es que... ¡Dios! ¿Por qué es tan RQPYTOIRSHLKXMBV? Al menos yo, no iba a demostrarle su efecto en mí.
-Bueno, pues déjame antes avisar en el trabajo de que hoy no puedo venir. A ver qué me invento... -Levanté la mano que guardaba el móvil, que seguía ahí desde que lo saqué del bolso para llamarlo. Pero no llegué a levantar la mano hasta arriba del todo, Bryce me lo impidió antes tocando mi mano sosteniendo el móvil, con la suya.
-No hace falta. Ya saben que no vas a venir a trabajar. -¿Cómo? Excuse me? -He mandado a una empleada de casa para que vaya a trabajar por ti. Llamé diciendo que te encontrabas con una gripe muy severa y contagiosa, y que no podrías ir en unos días, que te estábamos cuidando en mi casa. -WHAT? Las caras que iba yo poniendo, expresaban mejor cualquier cosa que pudiese gesticular. -Claro está, tu jefa se quedó un poco escéptica, pero en cuanto le dije que era Bryce Domioyi, aceptó con demasiada buena gana. -Dijo mostrando una sonrisa orgulloso de ello. - Se quedó tan suave, que puedes venir drogada a trabajar y ponerte a insultar a los clientes, que no te despediría. JAJAJAJA. -...................................................................
-¡¿Y POR QUÉ LO HACES SIN CONSULTARME?! -Empecé a golpearlo con el bolso. Lisiado o no, se lo merecía.
-¡Porque era una sorpresa! -Decía colocando los brazos en la trayectoria del bolso hacia su pecho. Riéndose. -¡Así ya puedes venir sin problema a la casa de montaña de Ashley, recuerda que este viernes estamos todos citados para pasar el finde allí! Además de unos diíllas libres, mujer. Que estás en vacaciones de Navidad y estás aquí trabajando en vez de estar con tu familia. -Las muletas, que estaban apoyadas en la pared, se cayeron al suelo. Y Bryce dio varios traspiés a la pata coja. Decidí parar, a ver si me iban a multar por agresión pública a un tullido, con un aumento de pena por tratarse de Bryce Domioyi. Así que me coloqué dignamente el bolso en el hombro, con el móvil dentro, y salí andando, indignada.
-Vamos, y viene aquí haciéndose la víctima, preguntándome con cara de pena que si puedo pasar el día con él, usando la lástima a su favor para convencer o hacerme sentir mal en el caso de que me niegue, sintiéndome peor por pensar mal de él y convenciéndome de lo contrario... ¿Qué pasa? ¿Me estabas poniendo a prueba a ver qué hacía o qué? -Dejé de hablar porque Bryce se había colocado frente a mí y casi me choco con él. ¿Cómo es tan rápido? ¡Si tenía que recoger las muletas del suelo, colocárselas bien y adelantarme usando sólo un pie! En fin...
-No empieces a confundir las cosas, Valeria. -Extendió los brazos a cada lado de su cuerpo para detenerme, sosteniendo en ellos las muletas, aguantando el equilibrio en su pierna izquierda. Casi le da un muletazo a una señora, no es buena idea ocupar tanto espacio en las abarrotadas aceras de Nueva York. Si antes llamábamos la atención, ahora mucho más... ¡BIBAH! -Si no hubieses querido pasar el día conmigo, me hubiese ido y hubieras entrado a trabajar con total normalidad, porque tu jefa no pisa la tienda en su vida como para notar tu presencia. -Dijo muy serio, casi enfadado. Cualquier atisbo de risa se le había esfumado. -No te estaba probando. No me dedico a hacerte exámenes a ver si los apruebas. Confío en que lo que haces, lo haces porque realmente tienes buenos argumentos a favor, y si me jodo porque preferiría que fuese de otra manera, me jodo, como he hecho siempre. -Hablaba muy dolido, tal y como me estuvo hablando antes. -Sí, puede que sea un manipulador y utilice a la gente para conseguir cualquier cosa que me de la gana. Vale. Pero no soy un manipulador contigo. Quiero que las cosas que haces por mí las hagas porque tú quieres hacerlas de verdad, no tendrían ningún significado para mí si me las das bajo engaños y manipulaciones. -No paraba de hablar, las palabras salían una tras otra de su boca, sin cesar. Realmente sentía todo lo que decía. -Ojalá te dieses cuenta ya de como soy con el resto y como soy contigo.

En ese momento, un hombre que caminaba muy apresurado, empujó a Bryce en su intento por esquivarlo y le hizo perder el equilibrio. En un segundo, reaccioné y di un paso hacia él para agarrarlo. Las muletas acabaron de nuevo en el suelo, él sobre mí y yo intentando no caerme por el balanceo de su aterrizaje en mis brazos. Todo fue muy rápido. Cuando quiso incorporarse una vez estabilizado, para enderezarse, lo apreté fuertemente con mis brazos alrededor de su pecho para que no lo hiciese. Lo estaba abrazando. No quería que se fuese de mi lado, quería que siguiese así, yo cobijada en su pecho y rodeada por sus brazos. Él se dio cuenta y me apretujó también después de colocarse de forma que nuestra posición le resultase cómoda.

-Lo siento. Tienes razón. Tienes toda la razón. Perdóname. -Se lo dije suave al oído. Susurrándole. Con los ojos cerrados y la mejilla escondida entre sus ropas.

Colocó su cabeza a la altura de la mía, nuestros ojos alineados. Y apoyado sobre una pierna, fue llevando sus dos manos desde mi espalda hacia mi cara. Me quitó con cuidado las gafas de sol y me las colocó en la cabeza. Yo estaba paralizada, era incapaz de impedir que me hiciese lo que quisiese. Incluido si quería besarme en ese momento. Porque yo también quería, y agradecía estar paralizada para no evitarlo en algún acto reflejo estúpido. Me miraba. Sólo me miraba. Muy serio. ¿Iba a decirme algo y estaba esperando a prepararse para decirlo, o iba a besarme y también estaba esperando para asegurarse de que no le hiciese el movimiento de la cobra? En cualquier caso... ¿por qué tiene que esperar? ¡Lánzate hombre!

Comenzó a aproximar sus labios hacia mí, lento, cerré los ojos y separé un poco los míos. Para mi sorpresa, me besó en un ojo. En mi ojo derecho. En mi ojo marrón. Fue tan dulce, tan delicado, tan tierno... Mejor que cualquier otro beso en cualquier otra parte. Si antes no podía moverme, ahora no podía ni siquiera respirar bien. Estaba totalmente electrizada. Con una mano, me recogió el pelo detrás de la oreja, y sin separar sus labios de mi piel, llevó su boca hasta el centro de mi frente. Allí volvió a besarme mientras escondía la mano que antes me había recogido el pelo, entre mis rizos. La otra me la pasó por los hombros y me acercó un poco más a él.

Había olvidado por completo que al quitarme las gafas iba a verme los ojos así. Y me alegré por ello. Seguía feliz porque fuese sólo él el que lo supiese. O al que yo se lo había mostrado conscientemente al menos. Con Aaron siempre he tenido mucho cuidado en las veces que ha dormido en mi casa, esto es sólo de Bryce y mío.

-Yo también lo siento. Siento que estemos así. Siento no poder darte más que pequeños ratos en los que acabo enfadándome porque te quiero sólo para mí. -Bryce comenzó a hablar. Sus labios rozaban mi piel al hacerlo. Me estremecía con cada movimiento. Tuve que concentrarme mucho en prestar atención a sus palabras, porque mi cuerpo ya se había separado de mi mente. -Y sé que le debo una disculpa a tus vecinos. Pero de pensar que ellos me estaban robando nuestro momento a solas cuando ellos van a pasar todo el tiempo que quieran junto a ti y yo no voy a poder porque... -Dejó de hablar. Se calló lo que iba a decir a continuación. Eso que no quiere decirme hasta que se sepa seguro lo que va a pasar, para no vivir preocupada el tiempo que pasa hasta que se sepa. Eso que puede separarnos para siempre. Eso que se me había olvidado por completo el otro día cuando discutí con Bryce por ser maleducado con los niños. Diablos... ¿Por qué lo olvidé? Entonces me hubiese acercado a Bryce a pedirle perdón por tener que estar con los niños y a darle las gracias por haberlo aceptado...

Bryce tiene toda la razón del mundo... Mi primer impulso es tomarme la interpretación mala de todo lo que viene de él... Me puse muy triste. Yo no quería que fuese así... Mi parálisis se fue lo justo para rodearlo de nuevo con mis brazos y apretarlo todo lo que pudiese contra mí. Nuevamente unidos en un cálido abrazo. Algunas persona de la ajetreada muchedumbre giraban la cabeza para mirarnos, otros se paraban a mirarnos bien durante unos segundos y después continuaban con su camino. Otros comentaban la escena. Igual y había hasta paparazzi haciendo fotos. ¿Quién no reconoce a Bryce Domioyi aunque tenga su cabeza escondida entre una maraña de pelos? Me da igual. Ese momento era nuestro, y nadie iba a quitárnoslo. Y me sentí orgullosa de haber decidido quedarme con Bryce en vez de ir a trabajar sin recordar que posiblemente sólo nos queden días. Porque, aunque tenga ese acto reflejo negativo a todo lo que hace, tengo total seguridad en que realmente quería estar con él porque quiero estar con él, no por el sentimiento de obligación de aprovechar el poco tiempo que tengo a su lado.

-Bueno, venga. Que después me sacan fotos los paparazzi contigo y me va a odiar más gente de la que ya lo hace. -Sé que es muy brusco para parar un momento tan bonito, pero soy alérgica al excesivo sentimentalismo. No puedo evitarlo. Empecé a darle palmaditas en la espalda con las manos para acuciarle. Bryce se separó y yo me agaché a recogerle las muletas.
-Pero pobres chicas. Es comprensible. Si yo también fuese una, también querría salir conmigo, y odiaría a cualquiera que se interpusiese. -Dijo colocándose las muletas. Sonriendo a lo malote. No dijo nada de mi brusco corte. Él es otro alérgico como yo.
-No te emociones tú tan rápido. -Dije colocándome las gafas de sol para tapar de nuevo mis ojos. -Lo decía porque todas van a ver esta cara y esta belleza y van a odiarme por tenerla. -Respondí yo muy dignamente. Me puse la mano en la barbilla en un intento por parecer interesante y comencé a mover mi dedo índice arriba y abajo mientras hablaba. Que en verdad lo dije en el sentido en que Bryce lo tomó, pero no iba a darle la razón, obviamente.
-Jajajajajajaja. -Bryce comenzó a andar calle abajo. La gente seguía mirándonos. Con descaro además. Ojalá estuviese acostumbrada, pero no... -Ahora se pondrá de moda el pelo naranja y rizado y los ojos de distinto color. Todas tiñéndose y comprando lentillas de colores. -Me miró con su sonrisa torcida esperando encontrarse con la mía. Pero no. No había tenido gracia. Me quedé parada, me crucé de brazos y comencé a mirarlo mal. Que seguramente no me veía los ojos a través del cristal negro, pero yo igualmente lo miraba mal. Él suspiró, puso los ojos en blanco y retrocedió unos metros hacia mí. -Sabes que me encantan, y que no los cambiaría por nada. Así que no te pongas así. Que estoy totalmente de acuerdo en que todas te envidien por eso. -Y con una mano me volvió a colocar las gafas de sol en la cabeza. -Ya que por algún motivo las estrellas se han alineado hoy para que me encuentre con tus ojos, no me prives de ellos. Por favor. -Lo miré enfurruñada durante unos segundos, sólo por no darle la victoria tan rápido, porque sólo por cómo me había estado mirando mientras lo decía, ya me había convencido. Y acordarme de cuando me besó en el ojo fue ya el detonante....
-Bueno, pero no te acostumbres. Es sólo porque dormí toda la noche con la lentilla puesta porque se me olvidó quitármela, y no veo nada con las gafas de sol. -Toda mi vida ocultándolos... TODA MI VIDA, y ahora me viene un tío diciéndome que no lo haga, y le hago caso. Y yo que pensaba que nunca me resistiría a ninguno y que siempre sería fiel a mis “firmes” convicciones... Tenía al menos que conservar algo de dignidad o todas las otras “firmes” convicciones que tengo van a sentirse también traicionadas. Bryce suspiró. Yo comencé a sonreírle angelicalmente y comenzamos a andar.
-Cabezota... has aceptado porque yo te lo he pedido. -Dijo sin mirarme. Mirando hacia el frente con cuidado de no chocarse con nadie de la ajetreada muchedumbre. Con una expresión de satisfacción y autosuficiencia de total convencimiento de lo que decía. Si hubiera sido otro, lo hubiese dicho dejándolo caer a ver si mi respuesta le da una pista sobre si es verdad lo que ha dicho o sólo es verdad en su mente. Pero Bryce estaba seguro de ello. Y me encantaba.
-¡Naaah! Eso es porque a parte de alinearse las estrellas, también se han alineado los planetas. No te creas que es por otra cosa. -Y le enseñé sutilmente la lengua. Juguetona. Intentando alargar este momento de pique mutuo que tanto me gusta.
-Ains... Hace falta más que una simple alineación de astros para que algún día tú te tragues tu orgullo y reconozcas las cosas abiertamente. -Dijo moviendo su cabeza levemente de un lado a otro. Quejándose de mi cabezonería y disfrutando de este momento. No podía evitar disimular mal su media sonrisa.
-Bueno, ¿y adónde me llevas? Porque no me creo que tuvieras planeado que saldría contigo y no el sitio al que ir. -Dije mirándolo estirando los brazos a mi frente, poniendo cara mona. Me quité las gafas de la cabeza y las metí en el bolso.
-Pues a ningún sitio. Sólo iba hacia la papelera a tirar el pañuelo con mocos que llevo cargando desde hace diez años. -Y tal y como lo dijo, se acercó a la papelera de la esquina que yo antes había doblado para tirar en él un pañolito arrugado que sacó del bolsillo del chaquetón... ¡OC! Si es que me llevo tantos palos por hablar tanto... Sube el petróleo cada vez que abro la boca... -Iba a preguntarte que quieres hacer tú. No he tenido tiempo para organizar nada estos días... -Dijo girándose para mirarme después de arrojar el papel a la oscura profundidad de la bolsa de plástico negro de la papelera.
-No te preocupes. Confío en que pronto se solucione, me cuentes qué era y podamos disfrutar los dos de que lo superaste. Aunque sienta no decir que lo superamos, porque no me dejas. -Y le mandé una pequeña indirecta a ver si por fin me contaba. El miedo había vuelto a meterse en mi cuerpo desde que me lo recordó esta mañana. Con lo de la otra noche y las terribles ansias de contactar con él lo había olvidado por completo. Pero mientras estoy con él me parece todo muy irreal e increíble. En el momento en el que volviese a quedarme sola, estaba segura de que no lo vería tan lejos. Soy subnormal... Él haciendo todo lo posible por que todo vaya bien y no tenga que separarse de mí, y yo mosqueada por tonterías... Y va a seguir sin decírmelo a pesar de esta pequeña indirecta. Hace que me preocupe más por su gravedad...
-Valeria... En serio. Yo me he metido en esto, y yo tengo que sacarme de esto. No quiero que volvamos a tener la conversación sobre que es una decisión egoísta. -Iba a continuar hablando, pero vio la expresión de mi cara. No sabía cuál era, ni me había dado cuenta de cómo lo había puesto, sólo pensaba en cuánto deseaba que las cosas fuesen de otra manera... Que él pudiera estar conmigo sin inconvenientes, que yo no mal pensase tanto de él, que pudiéramos disfrutar de nuestro tiempo juntos sin astillitas clavadas en la memoria, sin tensión por todo lo que desconocemos que pasará... -Valeria, por favor. No me pongas esa cara tan triste. No sé si mañana o pasado, pero este día es nuestro. No te he dicho nada por esto mismo, por no ver estas caras... -Pero yo seguía con la expresión que tenía puesta y que seguía sin saber cuál era... Lo sé porque no moví ni un músculo. -Venga, que te compro un helado después. -Y con su mano me dio dos suaves golpecitos en la cabeza como si fuese un niño que acaba de tropezarse, caerse y abierto una herida que pudiera calmarse con un helado. Tuve que reírme. Se me escapó una risa cansada y triste que no pude ocultar. -¿Ves? Te has reído. Sabía que todavía quedaba algo de la Valeria que me gusta a mí ahí adentro. Aunque esta que se pone triste y se preocupa por mí también me gusta, ¡eeeh! -Bryce y su capacidad para eliminar todo lo que hay en mi mente anterior al momento en el que él la ocupa por completo.
-¿Y quién ha dicho que me haya puesto triste? Estaba pensando en qué podemos hacer... -Dije mirando hacia otro lado y pasándome una mano por los ojos. Se me habían mojado un poco. ¡Joder! Me sentía tan mal conmigo misma... Tan inútil... Sólo podía hacer una cosa. Y era intentar disimular todo lo que llevaba dentro. -Pues mira. Podemos hacer todo lo que hacen las parejas normales y corrientes. Lo típico, vamos. Dije girándome para volver a mirarlo. Ahora era él el que tenía la expresión de preocupado. Supongo que yo antes había puesto una como esa. Intenté hacer lo mismo que él, y sacarle una sonrisa con algo loco. -Puenting desde el Empire State Building, escalar la Estatua de la Libertad y merendar en su corona, conducir un Monster Truck por plena avenida e ir pasando por encima a todos los coches, paracaidismo y aterrizaje sobre una lancha en movimiento en el río Hudson, o en su defecto, hacer ski acuático y luego ser recogidos con unas escalerillas en un helicóptero que nos lleve de visita turística aérea colgando por toda New Jersey. Pero no me quedaré conforme con ninguna opción si no me compras el helado. -Y le sonreí feliz. Ya no estaba triste. Había decidido posponerlo hasta que me quedase sola otra vez. Bryce me miró muy pensativo. ¿No sería que estaba considerando de verdad alguna de mis ideas? El plan era hacerlo reír y olvidar la mala situación...
-Pues no son malas ideas. -........ Típico. Yo proponiéndome cosas que no salen como las había planeado. -¡Vamos! ¡Ya sé que vamos a hacer!


Y salió con las muletas apresurado hacia el coche. Yo con toda mi capacidad para caminar, tenía dificultades para igualar su ritmo. ¿Pero adónde piensa llevarme? Lo más asequible, por no decir lo único, de todo lo que he dicho... ¡era el helado! Este e igual le da por hacer una locura pensando que le queda poco tiempo de buena vida. ¡Ay Dios! ¡Que hoy va a ser oficial que va a ser mi hermano el que haga perdurar nuestros genes familiares!