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Refranero

domingo, 19 de febrero de 2012

Capítulo 45: Kebab

Capítulo 45: Kebab

-Mira Valeria, ¿quieres saber por qué no nos hemos enamorado todavía?–Leo empezó algo parecido a una definición seria y profunda. ¿A qué venía ese tema ahora? Ni idea. Pero ahora tenía intriga por saber cómo continuaba. Empezó a hablar después de tragar un bocado, beber y prepararse mentalmente el discurso. Sabía como darle su cosilla al asunto.
-Sorpréndeme. –Dije yo después de hacer también mi respectiva parafernalia.
-Pues mira, simplemente porque sería como contar las estrellas que hay en el cielo. –Continuó Leo muy metido en su papel. Sabía que ya iba con trampa. No podía ser que después dijera algo bonito y romántico si lo que buscaba era motivos para no enamorarse. Por eso decidí adelantarme a sus pasos. Al menos eso creía.
-¿Interminable? ¿Por eso no podrías jugar con otras mujeres como tanto te gusta? –Dije en un intento por hacerme la puesta en el tema. Pero no lo conseguí. Para no perder la costumbre, volvió a decirme algo que no esperaba y que se escapaba a mis especulaciones.
-Pues no. –Esta vez respondió Liam. No tenía ni idea si ya sabía de qué hablaba Leo porque lo habían dicho alguna otra vez o no. Sólo sabía que se seguían el rollo mutuamente, y les salía muy bien, para ser sincera. Se quedó mirándome con los ojos muy abiertos. Esperando a que dijese algo para el continuar con su discurso. Después de pensarme unos segundos sobre si darle el pistoletazo de salida o no, decidió continuar por sí mismo sin esperar que le preguntase. Zas. Eso me pasa por querer saber hacer lo mismo que ellos y sorprenderlos. –Una pérdida de tiempo.
Me quedé mirándolo, pensando como se tomarían lo que iba a decir a continuación, si quedaría como una tontería o como algo interesante. Al final opté por ser fiel a mí misma  y decidir decir lo que sentía sin tener en cuanta lo que pudieran pensar de mí.
-Pues dicen por ahí que los que dicen que no creen en el amor, es que en verdad se enamoraron y les partieron el corazón. -Ellos habían tenido su minuto de gloria diciendo una frase con un final que no se esperaba, ahora me tocaba decir a mi una frase que superase la suya, o lo intentaba. No era una indirecta, no quería meterme en la vida íntima de nadie y deducir por su reacción si había dado de lleno con mi afirmación, para nada, todo lo contrario, ni se me había ocurrido, es sólo que tenía esa frase en mi mente desde hacía tiempo, no sabía ya ni donde la había visto, y quería comentarla con alguien, y lo que me faltaba era eso, que tal vez no fueran estas las personas series adecuadas para comentar dicha afirmación, pero normalmente, cuando vemos una oportunidad, nos aferramos a ella, por muy poco adecuada que pueda ser... Que también a lo mejor estaba dándole demasiada importancia al asunto, pero es que me como mucho la cabeza con las pequeñas cosas insignificantes, y no con las trascendentes, que normalmente suelo rehuir por miedo a enfrentarme conmigo misma... La cuestión es que me quedé mirando la reacción de los tres. Aaron también miraba al igual que yo, Liam abrió la boca, sorprendido, no se esperaba que tuviera una respuesta así a aquella frase a la que tal vez nadie la había enfrentado. Leo sin embargo no mostró expresión ninguna, sólo por unos segundos pareció estar ausente, como metido en su mundo, tal vez en sus recuerdos, o buscando algo con lo que superar a mi frase para que el quedase victorioso, o yo que se... al momento salió de su ensimismamiento, de su cara de inexpresión y volvió al ser el mismo de siempre. ¿Había dicho algo que no debía? ¿Había acertado tal vez en lo que había dicho y tenía razón en que sufrió por amor?
-Nah... tonterías, no nos compares con el resto de chicos, nosotros no caeremos por ninguna chica. -Dijo con su frecuente cara de chulo y voz de sobrado de siempre tras pasar aquellos segundos en otro lugar. Debían ser suposiciones mías, realmente debían tener una gran coraza para no enamorarse de ninguna chica por muchas que conocieran o con las que jugaran. Esa es la primera norma de un don Juan, ¿no? Además, no se le vio afectado, un corazón roto al recordar el dolor se resiente, por mucho tiempo que haya pasado. Por lo menos a mí me pasaba hasta que Bryce se abrió definitivamente un hueco en mi corazón el día que me hizo intocable.
-Exacto, no nos ofendas, no somos tan débiles como para caer rendidos por amor ante una chica, desperdiciaríamos a otras muchas más que nos esperan. -Liam se unió a Leo, los dos se miraron de nuevo triunfantes, chocaron los cincos en plan triunfante, se rieron con risa triunfante y me dedicaron su expresión triunfante. ¿Algo más? Ah, no habían acabado de regodearse lo suficiente, hicieron victoria con los dedos, en modo triunfante también. No tenían solución, que ya sé que son personas con sentimientos y tal, pero ahora veía una soberana estupidez que lo que había dicho los hubiera afectado en modo alguno. Mi expresión era de pasota, con los ojos entrecerrados mirando un punto lejano. Aaron simplemente seguía mirándonos divertidos, como si fuésemos algún show cómico. Le di el último bocado a mi kebab sin decir nada y me levanté a tirar la lata de refresco y el envoltorio. Cuando me había girado ya había dado tres pasos, escuché como me llamaban.
-¡Valeria! -dijeron a la vez Leo y Liam. Me giré a mirarlos, tenían los brazos extendidos, estaban sujetando la lata y el envoltorio de sus kebabs también. ¿Debía tomármelo como que tenía que tirárselo? Como eran... se habían comido y bebido lo último que quedaba en los segundos que había tardado en levantarme y recoger mis cosas, sólo para que yo se los tirara.
-No puedo con vosotros. -Dije al final agachando la cabeza derrotada. Me acerqué a ellos, les cogí las cosas a la vez y se me cayeron al suelo...
-De verdad Valeria, ¿estás segura que estás aquí por una beca merecida y no por una estafa al Estado? Porque con la inteligencia que supuestamente deberías tener, tendría que habérsete ocurrido meterlo todo en la bolsa en la que lo traíamos. -Ya faltaba Leo con su comentario. Que no abusara de mi cariño hacia él. Levanté la cabeza mirándolo en una forma asesina. Me esforcé en poder lanzar rayos por los ojos, pero no lo conseguí. Vaya, una pena.
-Menos mal que las miradas no matan. Jajaja. -Liam se reía. Leo se reía. Yo seguía mirándolo con mirada asesina. Aaron se levantó a ayudarme a recoger las cosas y guardarlas en la bolsa.
-Bueno, bueno, dadle un respiro, chicos. -Aaron salió en mi ayuda, lo miré mientras se agachaba al suelo a coger la bolsa, me sonrió ampliamente. Me sentí muy bien, ya se me había pasado el enfado, instantáneamente, como por arte de magia... la magia de Aaron. ¿Qué hubiese hecho Bryce? No quería pensar que no me defendería. No quería compararlo, es sólo que me surgió esa duda.
-Está bien, tienes razón, perdona si nos hemos pasado hoy mucho Valeria. -Dijo Liam. En el fondo no se habían pasado, no habían hecho nada malo que perdonar tampoco, es sólo que sus golpes bajos me pillaban por sorpresa y me indignaban.
-Es sólo que no sabemos demostrar nuestro cariño de otra manera. -Y Leo sonrió a modo de disculpa. Ok, si me lo decía así, me lo plantearía. Vale, planteado, perdonado, pero no se lo haría saber, lo dejaría con la duda.
-Veré que puedo hacer, -y los sonreí a cambio, que dedujeran mi perdón de mi expresión, tampoco iba a darles yo tantas alas, que luego se me emocionan.

Y Aaron y yo emprendimos el camino a la papelera, que estaba bastante cerca la verdad, ojalá hubiese estado más lejos, eso implicaba más tiempo a solas, que no quería decir que Liam y Leo molestasen, no, sólo que un ratito para cada cosa, ¿no? Una cosa es que me proponga dejar de amar a Aaron y otra es que corte radicalmente la relación con él… o progresivamente… a eso no estaba dispuesta. Yo no traicionaba a Bryce quedándome a solas con él. Y no lo decía para auto- convencerme, lo decía por si en algún momento me entraba el lado negativo de mi bipolaridad, tener eso por seguro.

Que por cierto, no lo había dicho hasta ahora, pero las papeleras estaban diseñadas para el reciclaje. Una misma estaba dividida en cuatro compartimentos, uno para cartón, otro para envases, otro para vidrio y el último para orgánica. He de reconocer que ese hecho me enorgullecía y sorprendía mucho. Siempre he tenido la idea de que los americanos sólo se dedican a ganar dinero a base de destruirlo todo. Desde mi punto de vista, este era el dinero mejor invertido de la Uni, aparte de las muchas aplicaciones y extras de las que disfrutábamos los alumnos en las clases.

El timbre sonó anunciando el fin del descanso cuando justo estábamos abriendo la tapa de la papelera. Levanté la cabeza en un acto reflejo, no lo esperaba. Y vi a Liam y Leo marchándose por el sendero. Ellos dos, como siempre, para no variar, van a su bola.
-¡¡Liam!! ¡¡Leo!! –Grité no muy alto desde la papelera. Una escena arrebatadora ver como se pararon y se giraron a mirarme con esas caritas de niños buenos pero a la vez de pícaros, no me cansaré de decir nunca los tremendamente guapos que eran… y atractivos… y buenos… y espectaculares… y… en fin, pues eso, y ya si le añadimos las magníficas vistas de los jardines de la Uni, más el sol de fondo, más el aura que los rodeaba más… en fin, que eso. Que desvarío más que respiro. -¡Gracias por invitarme a comer! –Sabía que no tenía que dar las gracias, que me daban las sobras de Bryce, y que además por cortesía, educación y demás convencionalismos sociales me la habrían ofrecido, pero me salió de dentro decirlo, y lo que me sale de dentro, va a misa. Era una simple obligación de ser fiel a mis sentimientos. Aunque los controlo, evidentemente, dentro lo posible, pero sólo aquellos que traerían problemas.
-¿Sabes? Ya sabíamos que Bryce no iba a venir hoy, ¿qué te crees? Eres muy ingenua, deberías saber que siendo él uno de nuestros mejores amigos, estamos informados de su estado y de las cosas que hará para mejorarse. –Dijo Liam gritando tampoco muy algo desde el sendero. El sol lo iluminaba por completo, su oscura piel marrón relucía, incluso podía ver sus ojos brillar a través de las gafas de sol, que por cierto, como todo lo demás, le sentaban genial. No me esperaba para nada que dijera eso, no me habría imaginado nunca que habían pensado en mí para la hora de la comida, ni se me hubiese pasado por la cabeza que ya estuviese tan presente en sus vidas como para querer compartir su tiempo conmigo, ni loca habría creído que se acordasen de mí para esas cosas. Que queda irónico decirlo después de expresar que nos veía como unos nuevos grandes amigos, pero seguía sorprendiéndome, como es normal cuando algo inesperado ocurre. ¿Pero cómo no me lo habían dicho antes? ¿Es que preferían que pensara mal de ellos?
-No te comas el coco excesivamente por el hecho de que no teníamos pensado decírtelo. Es sólo que preferimos que nos quieras siendo unos cabrones que siendo los chicos perfectos. Para nosotros tiene mucho significado. –Y Leo levantó sus gafas de sol, que también las tenía puesta, y que además también le sentaban de escándalo, para guiñarme un ojo. Me quedé sin saber qué decir, ciertamente me había cortado cuando y había empezado a comerme el coco excesivamente, y no pude evitar continuar. Y me quedé sin saber qué decir ya no por el hecho de que unos chicos como ellos me estimaran así, sino porque estaba realmente emocionada. Debía acostumbrarme a esperar más cosas de ellos y no sorprenderme con cada gesto bueno que tienen conmigo como si no me lo mereciese o fuese demasiado porque yo soy inferior y ellos superiores. Creo que yo misma era la que más tenía en cuenta la diferencia social y económica, si no la única. Y era algo que debía empezar a dejar a un lado ya. Si ellos me habían aceptado tal y como era y habían olvidado esas diferencias y las habían apartado, yo también debía hacerlo, tenía que empezar a verlo como algo normal, y no como un evento maravilloso. Que comprendo que lo vea así, siempre he esperado muy poco de los demás, más bien nada, a eso, quitando a Alan, mi mejor amigo, y además de la infancia, me había acostumbrado desde siempre, tanto aquí como en España. Y que sí, que las cosas buenas siempre emocionan, pero la emoción debía perder cierto matiz de admiración y sorpresa excesiva. Tenía que empezar a quitarme esa fea costumbre, al menos con las personas que se lo merecen. No sé si me explico, pero yo me entendía perfectamente.
-¿Y cómo sabíais que los kebabs me gustan? –Pregunté antes de que les diera tiempo de darse la vuelta de nuevo. Tenía esa curiosidad, no era una prueba a ver si todo era inventado para que pensara bien de ellos, yo confiaba plenamente en su palabra.
-Secreto. –Respondió Leo escondido tras sus gafas de sol. Pero lo que no pudo disimular fue su sonrisa juguetona. Realmente saben como ganarse a una chica. No sabía si estaba bajo los efectos de sus armas de playboy para engatusar a las mujeres y por eso me estaban encandilando tanto hoy inconscientemente sin saberlo y pensando que lo hacían por mí, pero a me estaban haciendo realmente feliz, más que cuando vinieron a mi casa a visitarme cuando estuve con gripe. En ese momento era más la sorpresa que otra cosa, ahora sólo es una tremenda emoción y alegría. Pero no creía que utilizaran sus armas de seductores conmigo, seguía un poco escéptica a convencerme, pero esas cosas no se hacen entre amigos, además, yo no era el tipo de chica con la que quisieran ganar nada utilizándolas. Tristemente, era eso lo que más me convenció.
-¿Qué parte de no queremos regalarnos méritos no entendiste? Además, si es secreto tiene más emoción. –La sonrisa pícara de Liam tampoco se quedaba atrás, es más, estaba muy adelante. Las habladurías de Shelby y demás estudiantes me había creado desde el principio muy mala imagen de ellos. Los ponía de autoritarios, déspotas, que sólo ejercen su poder según sus caprichos, desprecian a los demás… que sí, que no digo que fuese mentira, es más, tenía razón, yo misma lo había visto, pero nadie me había hablado de sus cosas buenas. Porque ahora que los estaba conociendo mejor, me estaba dando cuenta de que son personas geniales. O los mal intencionados no los conocían bien, o el único entretenimiento de ellos es hablar mal de otras personas. Me decanto por las dos opciones. Ahora me sentía orgullosa de mí misma por haber pensado tota la parafernalia esa del ozono, antes de saber toda la verdad. Sonreí ampliamente inconscientemente.
Me quedé observándolos hasta que desparecieron tras unos setos de mi campo de visión. Era como si quedase abducida viéndolos. Cuando regresé el mundo real, miré a Aaron con expresión interrogante. Quería saber si él sabía algo. Se me quedó mirando unos segundos, primero analizando qué quería decir observándolo tan repentinamente, y después pensando la respuesta a mi pregunta.
-Lo único que se me ocurre es que los kebabs son la comida preferida de Bryce, al menos la que no necesita demasiada preparación. –Intenté ocultar sin éxito mi cara de escéptica e incredulidad. ¿Qué tenía que ver una cosa con la otra? ¿Era cómo un gesto simbólico? ¿Alguna prueba? No entendía nada. Volví a mirar a Aaron, había dejado de fijar la mirada en él para pensar mejor, aunque había servido de poco, más bien nada. Aunque él también estaba mirando ahora a otro sitio. El cielo. Su expresión de ido en sus pensamientos, en sus recuerdos, era algo que todavía me hacía tambalear. –También es una de mis comidas favoritas. Pero no podemos comerla, no con testigos, alguno se podría chivar a nuestra madre. Ella no quiere que los probemos. Dice que traerán mala imagen a la corporación Domioyi, que es comida de pobres para pobres. Como dice ella, de plebeyos… de súbditos…-Y volvió a apartar la mirada, ahora la fijaba a lo lejos. –Ni que decir tengo que yo no pienso en absoluto como ella. –Aaron continuó con su explicación. ¿Pensaría lo mismo Bryce? Creo que iba diciendo sus razonamientos a medida que los iba pensando. Pero no podía dar crédito a lo que oía. Valeria, estás cogiendo una muy mala imagen de su madre y acabas de convencerte de que no debes hacer eso, que primero debes conocer a las personas. Así que paré mi cauce de pensamientos sobre ella. El hecho de que Aaron volviera a mirarme ayudó mucho a ello. –Los padres de ellos piensan lo mismo. Al parecer todos están cortados por la misma tijera. –Y sonrió como para quitarle importancia al asunto. Lo que no sabía es que con ello lo que conseguía es que le diese, pero no a ese asunto, sino al de mi intento por sentir sólo amistad por él. Estaba poniendo un gran esfuerzo de mi parte, aunque no lo parezca. Ahora controlaba mejor mis emociones, no me dejaba llevar tanto, o al menos eso creía, tenía que convencerme de que iba consiguiendo progresos o no habría nada que me hiciera creer que era posible. –Así que sólo los comemos en ocasiones muy puntuales, cuando sabemos que nadie nos delatará. Es por eso que se lo encargan a su asistente de más confianza, por mucho que reciban el sueldo de nuestros padres, con quienes más lidian son con los hijos, y créeme, el cariño surge. –Lo miraba atentamente, no quería perderme nada que viniese de él. –Puede parecer una tontería comer kebabs a escondidas porque nuestros padres no quieran, hasta friki, pero créeme, en nuestro mundo las cosas más cotidianas para el tuyo, sin ánimo de ofender dividiéndolos, son las más perseguidas a veces, las que más lejos vemos de poder tener. –Increíble. Me alegré por una vez de ser tan poco observadora como para no llegar a imaginar eso, así ahora podía verlo todo más intensamente desde las palabras de Aaron. Nunca me había esperado eso. Siempre había visto el mundo de la gente acomodada como que nada les faltaba, nada había en la vida rutinaria de las personas de clase media-baja que ellos pudiesen querer. O había estado engañada toda mi vida pensando eso, o estas cuatro familias eran bastante peculiares. De cualquier modo, no dejaba de sorprenderme. –Esta prohibición es una tontería, yo también lo pienso.Nuestros respectivos padres quieren que seamos líderes, tengamos liderazgo y carisma, nos reunamos con la élite de la élite y no con el ciudadano de a pie. Piensan que si nos inculcan esa idea desde pequeños, seremos más productivos cuando seamos mayores. Quieren que tengamos un historial limpio y sin tacha, como si mezclarnos con gente que no tenga nuestro nivel o hacer cosas que ellos hacen, comer comida barata y desconocida, fuera a hacernos menos puros como hijos de la grandeza. Tonterías... -Ahora entendía muchas cosas que me extrañaban en la vida de estos chicos. Seguía mirando fijamente a lo lejos. Estaba imitando las palabras textuales que debió escuchar de sus padres justificando sus actos. No lo sabía, pero era imposible que eso saliese de la mentalidad de Aaron. -A eso, se le suma el gran sentimiento nacional que tienen, no aceptan que nos relacionemos con musulmanes después de lo ocurrido el 11-S. Ellos no hacen negocios con ellos ni siquiera, hecho que me parece deplorable. -La cara de Aaron mostraba un profundo desprecio hacia la realidad que estaba contando. -Nos controlan y manipulan, no hacemos lo que queremos, hacemos lo que ellos quieren. No se preocupan por nosotros, se preocupan en que lo que tenga que ver con nosotros no afecte a la imagen familiar o la economía de la empresa. -Y ahí se calló y se percató de algo que escapaba a mi conocimiento. -Oh, creo que estoy saliéndome del tema. -Y noté como volvió a la realidad, ahora empezó a mirarme a mí y no a lo lejos. La sonrisa volvió a su cara y su expresión de desprecio desapareció. -El caso es que puedes sentirte muy afortunada. El que decidiesen traer kebabs a la Uni, cosa que desde hace mucho tiempo no hacíamos, debes tomártelo como algo importante. Porque la última vez nos descubrieron y el castigo fue de un mes sin poder usar ni el coche ni las tarjetas de crédito nosotros, Leo y Liam se quedaron cada uno con un guardaespaldas pisando sus pies para que les impidiera irse con chicas, y créeme si te digo que el siguiente puede ser mucho peor. Sólo con decirte que Bryce le tiene miedo a nuestra madre, creo que lo entenderás mejor. –Estaba totalmente asombrada con lo que acababa de oír. Y me refería al caso de la familia de estos chicos. Lavándoles el cerebro desde pequeños... Era la primera vez que oía a Aaron pronunciar palabra alguna sobre sus padres y si situación con ellos, pero todo apuntaba a que, al igual que Bryce, él despreciaba sus actos. 

De todas formas, decidí olvidar ese tema y quedarme con lo verdaderamente importante de toda. Lo que habían hecho hoy por mí Leo, Liam y Aaron me tenía más que conmovida. El jugarse tantas cosas importantes si son descubiertos, sólo por compartir conmigo algo que ellos no se atreven a hacer para ellos mismos, y así hacer ver que son capaces de sacrificarse por mí. Como un ritual para constituirme ya como una de ellos. Antes de emocionarme por completo, quería asegurarme de una cosa, que sí, que había dicho que quería quitarme la fea costumbre de desconfiar en que alguien podía hacer cosas por mí sin esperar nada a cambio, pero lo había decidido hace dos minutos, estaba justificado que todavía no hubiese empezado.

-Pero estos son los jardines de la Uni, aquí puede entrar cualquiera. –Y era cierto. No es que pensara que me hubiese contado una mentira, ni mucho menos, sólo quería resolver esa duda. Que sé que es contradictorio, que lo sé, pero los humanos somos así, o por lo menos yo.
-Valeria, no se si te has fijado que nunca nadie está por los jardines. –Cierto, buena observación. Ahora que lo pensaba, jamás había caído en la cuenta de eso, es verdad que nunca había nadie, pero nunca me planteé un porqué, simplemente porque no me había fijado en la rareza de ese hecho. –Pero es una zona que está reservada sólo para el G4. Nosotros mismos nos encargamos de pagarle cierta generosa cantidad de dinero a los directos, cierta cantidad que no pueda ser rebatida por ningún otro padre de ningún alumno. -¿De cuánto dinero estaba hablando exactamente? No lo sabía, tampoco era importante, es sólo que se me ocurrió impulsivamente esa pregunta. –Todos lo saben en esta universidad y nadie se atreve a pisar los jardines. El dinero tristemente, mueve montañas, y los bedeles trabajan mejor y están más atentos y son más estrictos si éste circula en grandes cantidades. No nos tomes como egocéntricos, pero no se sí te habrás fijado en toda la expectación que causamos entre los núcleos de personas. –Cierto también, las pocas veces que los he visto por el comedor y los pasillos, siempre están rodeados de chicas que se mueren por sus huesos y no paran de susurrar lo maravillosos que son, y esas serán las que no se atreven a acercarse a ellos… -Comprenderás que no somos unos caprichosos, sólo es que nos gusta tener también un lugar tranquilo para estar alejado de los comentarios y excesiva atención –Y sonrió en esta parte, como si quisiera dar más tregua a algo que quería decir a continuación.- Por eso me sorprendió mucho verte ese día en el estanque insultándonos y gritándolo a los cuatro vientos mientras intentabas asesinar a las carpas lazándoles piedras. –Y empezó a reírse sutilmente, quiero decir, no era una risa escandalosa o exagerada. Ahora comprendía muchas cosas. Como cuando Shelby me contó que la zona de los jardines era exclusiva de ellos, o cuando Angela dijo que para mi estaba prohibido entrar en ellos. Si lo hubiesen explicado así desde el principio, hubiese entendido todo mejor, pero agradecí que no lo hiciesen, tal vez eso habría hecho que no volviera a pisarlos.
-¿Y por qué no me negaste nunca la entrada? Pensaba que era una molestia para ti. –Inquirí como quien no quería la cosa.
-¿Pensabas que eras una molestia y aun así seguías yendo? ¿Me lo explicas mejor? –Oh, oh. Debía guardarme la curiosidad por donde me cupiese. ¿Ahora que le decía? ¿Que era porque me gustaba y quería estar con él? Lo siento, pero sólo se me ocurrió una salida de emergencia, y era borde.
-Porque me gustaba el estanque, y la tranquilidad que infunde. Si te molestaba, vete tú. –Y acompañé mis palabras bordes, con un tono de voz también borde, así quedaría más creíble. No me gusta mentir, y no lo hago, en serio, pero esta era una de esas ocasiones en las que no se puede decir la verdad, por el bien de todos.
-Jajaja Jajaja. –Empezó a reírse, ahora sí era escandalosamente, pero no mucho. Era esa risa angelical y despreocupada que tanto me encantaba. –Está bien está bien, no te me alteres. Jajaja. –Pausa. –No te negué nunca la entrada porque me pareciste muy interesante desde primer momento. No recuerdo si te lo dije o no, seguramente no, soy de guardarme las cosas. Pero nunca nadie antes había hecho un “contrataque” tan gracioso como el tuyo.
-¡No era un contrataque! ¡Me estaba desquitando por toda la rabia que tenía dentro! –Eso me indignó. Recuerdo la vergüenza tan grande que pasé en aquellos momentos y me estaba entrando ahora de nuevo de recordarlo. Además, me estaba enterando ahora de que me permitía la entrada por el simple hecho de que lo divertía con mis reacciones raras… Qué descaro.
-Sí, desquitándote con las pobres carpas del estanque, ¿no? –Y continuó riéndose ahora en silencio. Vio mi cara de molesta. Nah, sólo había hinchado los mofletes llenando la boca de aire. Infantil, lo sé, pero es lo que me salió en ese momento.
-Venga, venga, no te enfades, ya paro ya paro. –Dijo secándose las lágrimas que habían empezado a salirle de la risa.
Cuando se me pasó el cabreó. Digamos que me duró dos segundos. Hice mi siguiente pregunta.-¿Y tú sabías el plan de estos dos en traer los kebabs? –Esto ya parecía un interrogatorio, pero quería saberlo, y el momento era ahora, no otro.
-No, para mí fue toda una sorpresa. No me dijeron nada. –Dijo agachando la cabeza para mirarme. Con tantas preguntas por mis ansias de constatar este hecho que todavía me parecía increíble, no le di cabida a la corriente de sentimientos que empezó a fluir en ese instante por mi cabeza. Ahora, en contra de mi voluntad o cualquier capacidad que me hiciera controlarlas, empezaron a llenarme por completo, haciéndome ver muchas cosas que antes la incredulidad y sorpresa habían cubierto.

Empezaron a humedecérseme los ojos de pura emoción. No podía evitarlo, las lágrimas salían de mis ojos sin mi consentimiento. Ya ni autoridad tengo sobre las propias cosas que salen de mí. Era una mezcla de ver que alguien hacía algo tan bonito por mí con que fueran precisamente ellos, Aaron incluido por supuesto. Intenté disimularlo, agaché la cabeza para secarme las lágrimas sin que Aaron se diese cuenta. No lo conseguí. Tampoco lo esperaba, una cosa es mi intención y otra muy distinta que yo confíe realmente en que se cumplirá.
-Valeria. –dijo en tono de ternura, alargando más la sílaba final y poniendo más aguda la primera. Me cogió del hombro y me paró. ¿Íbamos andando? Ni me había dado cuenta, iba tan metida en nuestra conversación, que creía que seguíamos en la papelera. Estaba comprobando hoy que soy un tanto incapaz para hacer dos cosas a la vez, cosas tan normales como andar y pensar, o hablar y caminar. –Ooooh, ¿te has emocionado? –No quería mirarlo a los ojos, o las lágrimas empezarían a salir en masa. Su tono de voz seguía siendo tierno. Pero se puso en cuclillas frente a mí y me levantó la barbilla cuidadosamente. No pude evitar entonces seguir conteniendo el agua de mis ojos. Pero tenía un plan, bueno no, miento, se me ocurrió espontáneamente en ese momento. Era abrazarlo para que no viese mi expresión. Y me salió bien.
-Nunca antes había tenido unos amigos como vosotros. –Y me devolvió el abrazo. Me estrechó tiernamente contra su pecho, es algo que todavía me hace sonreír cuando lo recuerdo. Era la primera vez que nos abrazábamos. No sabía si estábamos ya en una zona visible donde los demás pudieran vernos, no sabía si seguíamos en la zona de los jardines los dos solos, no sabía cuanto iba a durar el abrazo, no sabía si se sentía comprometido a dármelo, sólo sabía que me hizo muy feliz, y también llorar más. Sorprendentemente, con el flujo ahora creciente de sentimientos que estaba sintiendo, Karem no se apartaba de mi mente. Estaba segura de que ella hubiese hecho lo mismo por mí. Y yo lo mismo por ella. Era una persona bastante presente en mi vida. Y me alegraba enormemente de que fuese ella.
-¡No me digas que estás llorando porque hemos comido kebabs contigo!  -Dijo en tono cómico para hacerme reír. Y lo consiguió. Empecé a reír. Y me alegré. Dicho así parecía una tremenda estupidez, una chorrada, una tontería, una pamplina, una gilipollez, y demás adjetivos similares, pero es que era verdad, lloraba porque habían comido kebabs conmigo. Bueno no, lloraba por lo que eso implicaba, que era mucho, más de lo que había esperado nunca.
-Sí. –Respondí a su pregunta cuando dejé de llorar mientras reía, o reír mientras lloraba, ambas cosas valían. Seguía sintiendo sus brazos rodeando firmemente mi espalda. En ese momento recordé también a Bryce. Los brazos y manos de Bryce. Los brazos que me habían golpeado, acurrucado, protegido, abrazado, acariciado, jugado con mi pelo, tocado… Y todos los momentos que habíamos pasado él y yo juntos. Justo ahí se me secaron las lágrimas. El torrente de sentimientos fue sustituido ahora por uno sólo. Felicidad al ser de él de quien me acordara mientras abrazaba a Aaron. Eso significaba que estaba cada vez más cerca de olvidarlo y dejar mi corazón libre totalmente para Bryce.
-Anda, no llores más mi chica extraña. –Y empezó a jugar con mi pelo. En ese momento me separé de su abrazo. Y me sentí nuevamente orgullosa de haber tenido la fuerza de voluntad para hacerlo. No sabía cómo podía reaccionar si seguía haciendo eso. Aproveché para secarme las lágrimas.
-Gracias. –Dije ahora mirándolo fijamente a los ojos. A esos ojos verdes como el mar, tranquilos como una pradera, fríos como el mármol, pero que ahora me miraban entornados.
-No seas tonta, no tienes que darme las gracias por cada cosa que hago. Ya tuvimos esa charla un día. –Y frunció el ceño para hacerse el molesto por ello. Cierto, el día que me trajo en coche después de la fiesta sorpresa de bienvenida de Ashley.
-Bueno, si te das cuenta, ahora lo digo menos que antes. –Y le guiñé un ojo. Me devolvió el gesto con una sonrisa. Pequeñas cosas que ilusionan.
-Venga, démonos prisas que llegamos tarde, hace un rato que tocó. -¡Ostras! ¡Lo había olvidado! Qué cabeza loca la mía. Desconecto de una manera increíble. Y se levantó para remprender el camino al edificio principal. Me fijé entonces en el resto del mundo. Estábamos a solas, todavía en el jardín. Ah, no era sólo mi campo de visión, al darme la vuelta descubrí que la entrada estaba a unos veinte metros. Mucha gente nos estaba mirando asombrados. Oh, oh, esto iba a acarrearme problemas más tarde.
-¡A las siete y media nos vemos en la salida! –Dijo Aaron alzando la voz desde lo lejos. En ese momento en que yo me había quedado sorprendida viendo que tanta gente había presenciado ese momento íntimo de los dos, él ya se había adelantado unos cuantos metros.

¿A las siete y media nos vemos en la salida? ¿Para qué? En ese momento no pensaba, seguía estando en shock, no me esperaba que él hubiese decidido abrazarme delante de tanta gente, no por nada, no es que pensara que no lo pudiera hacer, es sólo que los rumores y noticias de las revistas podría traerle problemas innecesarios cuando podría haberme consolado igual sin darme el abrazo, y hubiera significado lo mismo. Aunque claro, era yo la que se había abalanzado sobre él sin darle tiempo a reaccionar. Vale, me hago responsable de cualquier problema que esto pudiera acarrearle. Casi podía escuchar los “murmullos” y “susurros” de la gente desde aquí. Que bueno, que también podría haberme dicho que había gente mirándonos, yo lo habría comprendido y no me hubiese enfadado ni desilusionado, pero aun así, me sentía mejor pensando que yo me encargaría de quitarle de encima cualquier problema. Él era Aaron, y por eso me enamoré de él, estas eran las cosas que me habían hecho caer rendida, el que yo y él estuviéramos por encima de lo que la gente pudiera pensar o decir. Una verdadera persona auténtica.

Y cuando volví en mí, él ya había desparecido de allí. Emprendí mi camino a la clase ignorando los comentarios malintencionados de los demás, que eran bastantes además. Que el mundo hablara, que yo me encargaría de vivir feliz mi vida, o por lo menos lo intentaría. La última clase la pasé totalmente. Si es que tengo que tener un trauma para que se me active la alarma de no pensar en el tema y tener la mente totalmente dedicada a la clase… que triste. Bueno, por lo menos tenía esa ventaja… algo es algo. No podía parar de pensar en lo que acababa de vivir. Darme cuenta de lo que significo para Liam y Leo, el abrazo de Aaron, tanto flujo de sentimientos, Bryce… Estaba deseando verlo para contarle mi día de hoy. ¿Se alegraría tanto como yo? Bueno, entre otras cosas, lo más importante para mí era saber como estaba, ver que se encontraba bien, que me había echado de menos, decirle que yo también, invitarlo a la comida de antiguos alumnos… en fin, él.

Cuando sonó el timbre, el tan ansiado y esperado sonido que llevaba queriendo escuchar durante una hora entera, salí rapidísimamente de la clase. En el momento en que conecté con el mundo real, volví a escuchar comentarios. Ahora sí los escuchaba, antes eran sólo murmullos. <¿La viste? La fea esa estaba abrazándose con Aaron en los jardines> <¿Pero no era Bryce?> <No lo sé, creo que era Aaron, Bryce le tiene declarada la guerra, ya lo sabes> <Ojalá la eche de una vez, no la soporto, no debería estar aquí la pobretona esa> <Y tuvo el descaro de entrar en la zona del G4… descarada> <Es peor que una plaga, viene la última y quiere hacerse con uno de los cuatro…> <Caza fortunas, sólo busca el dinero> <Mosquita muerta, se hace la víctima para engatusarlos> <Aaron no debería dejarse engañar por la chusma esa> <Bryce no pega nada con la campesina esa> <Por mí llamaba a asuntos sociales para que se la llevase de aquí para siempre> Podría haber escrito un libro completo lleno de comentarios de la gente, pero no se hubiese vendido ni un ejemplar. Que pena daban, sus vidas eran tan poco interesantes, que tenían que hablar de la mía. Ellos se empeñaban en hacerme daño, pero no sabían que de sus piedras, yo creaba mi muro, y como siguiesen así, fortaleza, búnker o castillo incluso. Aunque ojalá pudiera decir que de su envida nació mi fama. Eso no ocurría conmigo. Ni falta que me hacía ahora que lo pienso. No necesito fama. Necesito a alguien que me quisiera de verdad, y no me refería al amor en concreto.

Seguí mi camino hacia afuera, hacia la casa Domioyi, hacia Bryce, nada ni nadie iba a impedirme disfrutar de mi alegría por verlo ni que no pudiera hacerlo. Sólo una piedra se interpuso en mi camino, bueno no, para ser exacta, eran tres, bastante insoportables además… pero no iba ni a patearlas, no merecía la pena perder mi tiempo en ello, simplemente iba a ignorarlas. Me refería a Angela, Cindy y Stephanie. Ya estaban tardando en venir a buscarme, hacía tiempo que me sentía muy tranquila.

-Vaya, vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí? –Cindy se interpuso en mi camino. Típica frase de malo de cuento. Estas chicas no sabían reinventarse. Eran más repetitivas que un disco rayado. Realmente hice por pasar de largo rodeándola, pero Stephanie y Angela me cortaron el paso.
-¿Adónde te crees que vas con tantas prisas? –Stephanie empezó a hablar esta vez. Bien, ya sólo quedaba Angela para rematar la faena con la última palabra que le daría el toque “victorioso”. Me di la vuelta para tirar por otro camino, aunque fuese más largo, prefería emplear mi pérdida de tiempo en dar un rodeo que escuchándolas. Era al menos más llevadero. Pero me cogieron del pelo para que no me fuese. Tuve que pararme. Eso me puso de mal humor… Tranquila Valeria, tranquila, cuenta hasta diez… 1, 1.5, 2, 2.5, 2.75, 2.90, 3… Bah, que les den,  estas flipadas no van a conseguir arruinar mi perfecto día.
-¿Y a ti que te importa? –Respondí conteniendo mi furia creciente. -En serio, compraos una vida, es un poco cansino y repetitivo ya que os metáis o intentéis meteros en la mía todo el tiempo. –Dije girándome, conteniendo mis ganas de levantar mi puño, y no precisamente en plan amenazador. Angela era la que me estaba tirando del pelo, con bastantes ganas además…A la mierda mi contención de furia. Ya estaba harta de contenerme.
-Nos metemos en tu vida porque tú no paras de entrometerte en nuestros asuntos. – ¿Yo? Dios me librase de caer en tal castigo. Intentaba zafarme de su mano, que seguía agarrando mi pelo. Pero no podía, tiraba muy fuerte. Podría haber hecho algún gemido o grito de dolor o pedirle que me soltara, pero eso haría ver que me molestaba, que en verdad lo hacía, pero si me lo tomaba con tranquilidad, le jodería más que cualquier otra cosa, porque no conseguiría el efecto en mí que ella quería. Pero tenía que darme prisa, tenía miedo de que me contagiase algo por tocarme, algo como la falta de cerebro por ejemplo, entre otras cosas. –Te lo advertimos, te dijimos que dejaras al G4 tranquilo. Y nada más y nada menos te vemos hoy abrazándote con Aaron… ¿Qué confianzas son esas? ¿Es que no te ha quedado claro que él es sólo de Ashley? Eres una mera calienta braguetas que entraste aquí para encontrar un chico rico que te sustente. Que nos parece bien, pero hay muchos otros, deja al G4 en paz. O tendremos que actuar de nuevo, y esta vez será la definitiva. Guarra. –Y la última la palabra la dijo como si la escupiese.

Hablaba con un desprecio infinito… Y además ponía cara de asco. Pero a mí eso me daba igual, yo seguía pendiente de mi pelo. Iba a zafarme de su atadura, y ya sabía como. Con la mano que me quedaba libre, porque con la otra intentaba que dejara de tirar cada vez con más fuerza, la dirigí amenazante a su cabeza. La despeiné por completo. Agité la mano con fuerza muy rápidamente. Creedme, eso para ella era mucho peor que si la cogiese de la nariz y se la retorciese, que también lo pensé, por cierto, y descarté esa opción por ese mismo motivo. Y acto seguido le quité la diadema tan cara que tenía y la tiré al suelo. Quedé liberada instantáneamente, nada más entrar en contacto con su pelo, pero le cogí el gustillo y continué, quería ver a Angela despeinada… quien sabe, a lo mejor cambiaba ella al cambiarle el peinado. Gritó algunas palabras más entre sus chillidos exagerados de horror, no llegué a entender cuáles, pero no creo que fuesen agradables, además, tampoco me interesaban. Serían más estupideces.

-En serio, sé que ponéis todo vuestro empeño en fastidiarme, pero no lo conseguís. –Dije estirándome por fin, ya que me tuve que agachar para evitar el dolor del tirón de pelo, y mirándolas con cara de despreocupación total, como si lo que acabase de pasar fuera lo más insignificante del mundo. -Compraros un mono y molestarlo a él… oh no, ¡¿que atrocidad digo?! –Y para hacer el teatro, le di incluso tono de horror. -El pobre mono no tiene culpa de nada, animalito. Mejor, ¿por qué no vais a buscar a Hello Kitty y la molestáis a ella? –Y mientras Angela recogía su diadema del suelo tan apresuradamente como si fuese una bombona de oxígeno y su vida dependiese de ella, aparté a Cindy y Stephanie de mi camino y seguí andando adelante. No se opusieron a mi paso… si es que me deshago de Angela y es como acabar con las tres. No tenía nada más que decir. Ah bueno, sí, tenía algo más. Me giré para mirarlas cuando ya había dado unos cuantos pasos. Había caído en la cuenta de algo que no comprendí antes, pero ahora sí, y aumentó mi alegría aun más. –Nadie puede hacer hoy que deje de estar feliz. –Y me di la vuelta, andando rápidamente hacia afuera, hacia Bryce. <¡Me las pagaras!> Escuché de fondo. Bueno, no lo escuché, lo oí de fondo. Estaba relativamente cerca de ellas espacialmente, pero mentalmente, estaba ya muy muy lejos. Había caído en la cuenta de que cuando Aaron dijo a las 7.30 nos vemos en la salida, se refería a que los dos iríamos juntos a ver a Bryce. Y no estaba más feliz por el hecho de que fuésemos juntos, sino por que iríamos en coche, y lo vería antes. A Bryce. A él.

Efectivamente, cuando salí a la puerta, Aaron me esperaba en el mismo coche en que vino a recogerme a casa para llevarme a la fiesta en el barco. Ese flamante Aston Martin. Estaba apoyado en él por la puerta del copiloto. Llevaba una boina de estas modernas que ahora se llevan mucho, he de decir que de a todas las personas que se las he visto, a quien mejor le sentaba era él, con mucha diferencia, aunque claro, lo mío no era una crítica imparcial, pero él tampoco podía hacer que lo fuera. No está permitido para los tíos llevar nada que les cubriera la cabeza, pero a ellos nadie les llamaría la atención. La había llevado puesta todo el día pero no fue hasta ahora cuando, apoyado en el coche, con las manos en los bolsillos, las piernas cruzadas, con el reflejo de la luz del sol y con ese aire tan refrescante que lo rodea, cuando me fijé en lo guapo que estaba con el gorro. Me acerqué rápidamente hacia él. Con la velocidad suficiente para llegar lo antes posible pero sin demostrar demasiadas ansias. Tuve que contenerme. No porque la gente mirara y comentara, que seguía, ni habían parado, es más, que se divirtiesen, en el fondo les hacía un bien, les daba tema de conversación y formas de entretenimiento; sino porque no demasiada efusividad podría dar qué pensar, a él claro.

-¿Qué tal la última clase? –Preguntó cuando me planté de pie enfrente de él. Nos mirábamos a los ojos. ¿Era una forma de saludo o lo quería saber de verdad?
-Buf… apasionante. –Dije con el tono adecuado de limitada emoción y de ironía suficiente. Si me preguntaba después de qué habían hablado en la clase, me metería en un aprieto… no tenía ni idea. Ni siquiera recuerdo ahora qué clase era ni qué profesor la daba.
-Ya, claro. –Dijo apartándose de la puerta del copiloto y abriéndola para que entrase. Se rio por lo bajini. –Por favor, no lo vuelvas a pagar con las carpas. Ellas no tienen culpa de que la clase te dé rabia. –Y levantó las cejas y abrió los ojos en un gesto que indicaba que estaba de broma.
-Tsss, calla. Podrían enterarse los de la protectora de animales. –Y le di un golpe cariñoso en el hombro en modo de aviso. El seguía riéndose por lo bajini. Me encantaban estos momentos de bromas con Aaron. Eran una de las cosas que más apreciaba. Sé que lo repito mucho, pero cuando algo nos emociona y nos gusta mucho, siempre nos parece poco las miles de veces que lo decimos. Y pensar que ahora no podríamos estar así si le hubiese confesado mi amor… ya no por él, conociéndolo, yo seguiría siendo la misma para él, sino por mí, no sabría como actuar, imagino. La gente elevó el tono de voz, ahora escuchaba sus comentarios, pero los ignoré. Entré al coche y me senté. Sólo pensar en Bryce y mi corazón volvía a latir con fuerza.
-Pues menos mal que te has ofrecido a llevarme. Porque ya no recordaba donde estaba vuestra casa. –Y recordé en ese momento la primera vez que estuve allí. Secuestrada por Bryce. Que me ofreció ser su novia en secreto y hablarme cuando nadie nos viese… Qué distintas estaban las cosas ahora… Y sonreí para dentro. Me alegraba que hubiesen cambiado, a bien.
-Vaya, lo recuerdo, ese día me preguntaste qué no se podría comprar nunca con dinero. –Sí… y su respuesta fue <este momento>. Atesoraba ese momento en mi corazón. ¿Fue ese día el que me terminó de enamorar por completo? No lo sé, no sé cuando empezó, pero si quería saber cuando terminaría, y esperaba que pronto. No podía seguir sintiendo algo que no me llevaba a ninguna parte. –A mí me dejaste extrañado, no es una pregunta muy común. Pero a Bryce lo dejaste realmente tocado. ¿Qué fue exactamente lo que pasó? Cuando le pregunté, sólo dijo que eras una chica cualquiera. Realmente le alegraste el día, mejor dicho la semana. Se llevó varios días muy contento, de muy buen humor. –Hablaba sin apartar la mirada de la carretera. ¿Qué le respondía? ¿Qué me ofreció ser su novia secreta? No, quería que eso siguiese siendo algo entre Bryce y yo. Sonreí al saber que estuviese tan ilusionado, me hizo feliz saber que estuvo contento toda la semana, esa semana que no atentó contra mí.
-Digamos que sus expectativas no se cumplieron conmigo… -Y para no darle tiempo a introducir otra pregunta acerca de ese tema, me adelanté yo en preguntar otra que siempre había tenido. -¿Qué tipo de relación tenéis tú y él? –Dije girando la cabeza para mirarlo. El la apartó de la carretera un momento, estábamos en un semáforo en rojo. Me miró extrañado. ¿Había hecho otra pregunta rara?
-¿Qué tipo de pregunta es esa? –Duda confirmada.
-Pues… que no todas las relaciones de hermanos son iguales… Y tengo curiosidad por saber cómo es la vuestra… Simplemente eso… -Y era cierto, no era una excusa. Durante unos segundos no respondió. Estaría pensando qué otra intención que no había dicho podía tener o tal vez la repuesta a la pregunta.
-Haciendo la vista gorda en que no has querido responder mi pregunta…-Diantres, se había dado cuenta… ¿Aunque esperaba que no? Fue un cambio de tema muy descarado. Sólo que esperaba que hubiese hecho también al vista gorda en no hacérmelo saber. –Pues imagino que una normal y corriente… -Él siempre tan explícito… Normal y corriente dice…
-Bien, pues haciendo yo también la vista gorda en que no has querido responderme la pregunta, cambiaré de tema… ¿Qué tal la cena de anoche? –Era otra pregunta que también me interesaba saber.
-Pues la pasé con Ashley y su familia. Fue una noche muy agradable y entretenida. -¿No había nombrado a Bryce o me lo había parecido a mí? Alerta, alerta. Estaba mirando la carretera como quien oye llover y me giré repentinamente para mirarlo de nuevo.
-¿Y Bryce? –Mi tono de voz sonó demasiado ansioso para lo que hubiese preferido. No respondió de momento. Se paró a poner la radio, estaba ya sintonizada en una cadena de música. Empezó a inundar todo el interior del coche la profunda voz de Amy Winehouse, Rehab. No pegaba nada ese estilo de música con el coche tan lujoso. Empecé a reírme por lo bajini pensando en la imagen tan peculiar que estaríamos dando en ese momento.
-Se quedó en casa. Dijo que tenía que descansar. Me contó que por tu culpa se enfermó con fiebre, que lo llamaste Frankenstein, te salvó de morir asesinada a manos de un mendigo diabólico y te lo llevaste a tu casa para estar a solas con él.
-¡¡¿¿QUÉ QUÉ QUÉ??!! ¡De eso nada! ¡Estábamos muy lejos del hospital! ¡Era mejor llevarlo a mi casa, cambiarle la ropa mojada, que se calentara con la estufa, tomara algo caliente y la píldora contra la fiebre! ¡Si hubiésemos ido al hospital habríamos tardado una media hora en metro! ¡De mi casa estábamos a 10 minutos! –Vamos, este Bryce contaba lo que le daba la gana… Valientemente… Al igual que se enteraba de lo que quería… Qué paciencia… A saber lo que se habría pensado Aaron… Que no es que no quisiera que supiese que estábamos juntos, es sólo que me indignó que dijera eso.
-Jajaja. Que ya lo sé tonta. Te estaba tomando el pelo. –Y me miró diciendo <Ayyyy> a modo de <Qué voy a hacer contigo…> Vale, tierra trágame. –Me dijo que lo llevaste a su casa para cuidarlo porque el hospital estaba muy lejos. –No debí mal pensar de Bryce si quería confiar en él ahora que estábamos juntos, pero ¿y qué podría pensar habiéndome dicho eso Aaron? –Y que lo medio obligaste a reposar mucho. Por eso se quedó en casa, evidentemente estaba invitado a la cena con Ashley y su familia, pero se tomó una pastilla para dormir y se quedó durmiendo todo el día. –Oooooooooooooooooooh. Saber eso me enterneció mucho. No sabía que Bryce se había hecho tanto caso de mi consejo. Realmente estaba cambiando por mí. Me sentí realmente afortunada. –Respecto a tu pregunta de antes, sólo quería impacientarte un poco, te pones muy mona cuando te enfadas. –Dijo mirándome sonriente. Otro semáforo en rojo. Quedé atrapada en su sonrisa. Como era costumbre ya. Pero con esas palabras, todo parecía verse intensificado. Robbie Williams empezó a sonar, Angels. Vaya cambio tan brusco. –Pues normal y corriente es que pasamos tiempo juntos, compartimos gustos, estamos bromeando todo el día el uno con el otro, pegándonos en peleas de broma, nos picamos, nos preocupamos el uno por el otro, nos contamos cosas… no sé lo normal… -Y volvió a mirar a la carretera. Ciertamente, era lo normal, pensaba que dos personas con personalidades tan diferentes no tendrían una relación tan cercana e íntima. Lo que me preocupaba ahora es hasta qué punto se contaban las cosas… -Que tengamos personalidades opuestas, no significa que seamos personas intratables. Claro que discutimos, como todo el mundo, pero si te has fijado, cuanto más fuerte es la pelea antes nos reconciliamos. –Madre mía, parecía que acabara de leerme la mente. No pude evitar asombrarme, todavía me sorprendo al ver como personalidades tan distintas pueden convivir tan en conjuntamente. Eso sí,  recuerdo cuando Aaron me recogió del suelo llena de harina, agua y huevo el día de la llegada de Ashley en el comedor delante de todos. Ese día Bryce lo expulsó del G4. Cuando volví a las clases ya estaban reconciliados de hace tiempo. Me alegré de saber que todo era así entre los dos. Mucho. –Aunque yo creo que en la única cosas en que nos parecemos, es en que somos muy reservados. A ninguno nos gusta que se metan en nuestra vida. Por eso nos contamos lo justo. No vaya a ser que al otro se le ocurra pensar que algo no debe ser así y se proponga cambiarlo. –Vaya, entonces es que no se contaban muchas cosas… ¿no? ¿no? ¿no? –Así que estate tranquila, ni me dijo qué pasó en nuestra casa aquel día, ni por qué os visteis antes de ayer ni qué hicisteis por la noche en tu casa. -¿Hicimos? ¿Da por sentado que hicimos algo? Espero que se refiriese a dormir… Realmente era una relación totalmente normal. La misma que la mía con mi hermano. Exactamente igual. -¿Respondida su pregunta señorita? –Dijo apartando de nuevo la mirada de la calzada. Tenía expresión de caballero cortés tratando a una dama.
-Respondida. Gracias señor. –Le respondí con una sonrisa en la boca. El resto del camino lo pasamos escuchando en silencio la música de la radio. El silencio entre nosotros dos, nunca era incómodo. Sentía como estábamos compenetrados, en una relación tan íntima, que no hay que pronunciar palabra para decir algo. Y decíamos muchas cosas.

Reconocí cuando llegamos nada más ver la majestuosa casa de la familia Domioyi. Era más grande que la Uni. En serio. Sin exagerar. Una casa más grande que la universidad más prestigiosa del Estado. La primera vez que estuve en ella, no me fijé mucho en su aspecto, tenía otras cosas más importantes en las que pensar… pero ahora que me paré más, caí en la cuenta de que todo lo que dijera de ella, se quedaría corto, bastante corto, muy corto… La puerta de hierro macizo que separa el interior de la calle, se abrió inmediatamente nada más acercar el coche unos metros, ¿tendría un detector a distancia? Entramos, rápidamente, a Aaron le gustaba apretar el acelerador, todo hay que decirlo, pero me dio tiempo de observar las vistas.

Los jardines ocuparían varias hectáreas fijo, y estaban cuidados meticulosamente hasta el último detalle. Había fuentes preciosas con figuras realmente increíbles por todos lados. La zona de flores estaba acompañada de setos que forman figuras. Una familia de jirafas, delfines, osos, lobos, y elefantes a tamaño real. Las flores eran muy coloridas, debían ser tropicales. Pero no quedaba ahí, más adelante, a medida que el coche iba entrando en la casa, iban apareciendo otras zonas con setos y flores. ¿Es que iba por zonas temáticas? La respuesta era sí. Estos setos ahora eran de monumentos: La estatua de la Libertad, la sirenita del puerto de Copenhague, la torre de Tokio, el Coliseo de Roma, las pirámides de Egipto… Estaba viviendo un sueño. Podría pasarme horas en ese jardín, porque había además lagos diseñados de estilo japonés, chino, canadiense, ruso, árabe… ¿Cómo no había deparado en todo eso en mi recorrido desde la casa hasta la puerta de entrada la primera vez que estuve allí? Se me va la olla, definitivamente.

Ah, eso, y la casa no se quedaba atrás. Era blanca, totalmente en un estilo modernista, me resultaba incluso ibicenco, y mira que de eso yo no entendía… pero lo deduje por los amplios ventanales que permitían la entrada de luz al interior, aunque ya era de noche, en invierno anochece muy pronto. Como la prensa no se montara en helicópteros, no tenía modo de ver el interior de la casa a pesar de los enormes ventanales que casi ocupaban más que las paredes, porque podría haber perfectamente 500m a la redonda hasta las murallas de fuera. Sencillamente increíble. Me quedé con la boca abierta, literalmente. Ya no por la casa en sí, sino por el dinero que tenía que tener esta familia…

-¿Qué pasa? ¿Habías olvidado como era? –Dijo Aaron aparcando finalmente el coche en la cochera, que por cierto, daba para más de veinte plazas. Lo sé, no porque me parara a contar las plazas, sino porque había más de veinte coches aparcados, y no precisamente baratos, ni caros, sino impagables por un mediano empresario. En ese momento, decidí mirarlo, bueno, no lo decidí en verdad, fue un acto reflejo, su voz me sacó del asombro-sorpresa que tenía.
-Sinceramente, aunque lo recordase perfectamente, creo que es imposible para una persona de economía media-baja no asombrarse o no admirar este lugar por mucho que venga. –Dije sin darme cuenta todavía los ojos muy abiertos. Dando un tono de énfasis demasiado marcado. También sin darme cuenta.
-Vaya, no sé qué decir a eso. –Seguramente lo habría puesto en un aprieto. Si me decía que él estaba acostumbrado, pensaría que eso me molestaría, sería como decir, el lujo en el que vivo no supone mayor expectación por mi parte, una especie de desprecio a lo que tiene que podría molestar al que no. Que no me hubiese molestado en absoluto, pero como la posibilidad está ahí… Me gusta que sea precavido.
-No digas nada, sólo dame una visita turística guiada por el interior algún día. –Hoy no podía, todo el tiempo que iba a pasar en la mansión pensaba emplearlo en estar con Bryce.
-Me lo apunto. –Y me guiñó un ojo. Salimos del coche en ese momento. Camino a la entrada principal. Me llevó por fuera. Había una puerta dentro de la cochera que me decía que era un camino para entrar a la casa. Si Aaron había decidido llevarme por fuera, tal vez sería para que viese algo más de la casa. Aunque con lo grande que era, seguramente todo mi campo de visión abarcaría un 5%.

Las escaleras eran de mármol. Las barandillas de estilo griego, con capiteles muy bonitos en las columnas que la sujetan. En los bordes había águilas. Símbolo de majestuosidad… además de verdad. La puerta era de caoba. Lo reconocí por su característico color. Era muy grande, y gruesa… la puerta digo. Me fijé, había cámaras de vigilancia. Esto debía ser una completa fortaleza. Cuando llegamos arriba del todo la puerta se abrió. Era una de las empleadas que salía a darnos la bienvenida. ¿Cómo sabía que estábamos allí? Ah, claro… ahora que caigo, vaya pregunta más tonta. Por las cámaras. Tal vez al abrir la puerta de hierro de la muralla se activaba algún sonido que las avisaba de la llegada de alguno de los miembros de la familia.

-Hola señor. Veo que trae compañía, ¿le acomodo alguna habitación? – Dijo con una sonrisa infinita y con una amabilidad exquisita. Era una chica muy guapa. De mi edad, unos 21 años o 25. No más. Tenía los ojos azules y el pelo negro. Un contraste muy poco visto, al menos en España, pero sobre todo, un contraste bonito. No como el mío… Pelirroja y de piel oscura… ¿Qué tipo de combinación extraña es esa? Suspiré internamente. Me miró a mí cuando digo lo de la compañía. Y yo no supe donde mirar, me había pillado desprevenida mientras pensaba esas cosas. Pero como estaba muy nerviosa, no supe cómo actuar, y no desvié la mirada. Típico en mí. Quedarme bloqueada por simplicidades. Le sonreí a modo de saludo. Ella me devolvió la sonrisa. Buf, parece que no era todo tan complicado como parecía.
-Hola Katy. –Aaron respondió muy respetuosamente también. Sería como protocolo en esta familia que las empleadas salgan al encuentro de la llegada de sus miembros. ¿Y a Aaron no le cansaba saludar cada vez que entraba en casa? Seguramente sí, pero lo disimulaba perfectamente, tanto respeto y amabilidad hacía ver que se guardaba cierta distancia, lo que implicaba entonces que se actuara consecuentemente con respeto y amabilidad. Tal vez yo hubiese cogido confianza con la chica y nos hablaríamos de tú a tú y protocolos los mínimos. Pero claro, todo eso yo lo estaba diciendo sin saber si tal vez la muchacha era nueva… Tanto analizar para llegar a la conclusión de que no había llegado a ninguna parte…
-No te preocupes. ¿Dónde está mi hermano? –Preguntó Aaron. Pasando al interior y yo detrás de él. Era la entrada principal, el hall… y vaya por dios que súper hall… Era un como salón de baile de las películas de época. O quizás más grande. Estaba muy iluminado por los grandes ventanales que tenía, así se ahorra energía, vaya, no había pensado en eso… caí en la cuenta en ese momento, pensaba que los ventanales eran sólo para adornar. El suelo seguía siendo de mármol, blanco nuclear, limpísimo. Las paredes estaban pintadas en un ligero tono gris metálico. Pero muy ligero, como si a un electrodoméstico se le aplicase la luz directa de una bombilla halógena. Había cuadros, esculturas, pieles, piezas de museo… Había unas escaleras muy anchas en el centro de la sala, eran de madera, y estaban recubiertas por una alfombra azul oscuro atornillada a los escalones. Me encantaba ese contraste.
-Está en su cuarto. Durmiendo. Pasó toda la noche desvelado, no pudo dormir porque lo había estado haciendo durante el día. –Dijo con expresión de disculpas. ¿Y ella que culpa tenía de que estuviese durmiendo? ¿Protocolo también o sólo personalidad? Vaya, ¿con que pasó la noche en vela? Eso le pasa por tomarse pastillas para dormir y obligarse así a descansar y permanecer en cama por el día. Que por la noche no puede dormir…
-Ok. Gracias Katy. Iré a verlo. –Dijo Aaron. Y se giró hacia un pasillo de los muchos que había. Lo seguí fielmente. Mirando al hall, quería seguir observándolo y maravillándome.
-Señor… -Dijo Katy con tono también de disculpas. Como si interrumpirlo fuese algo malo. Tantos respetos me ponía nerviosa. Me hacía pensar que trataba a los dos gemelos con demasiada confianza, indebida además. Como si la manera correcta de dirigirse a ellos fuera como un creyente se dirige en persona a su mismísimo dios. –No creo que sea conveniente que vaya. Estaba de muy mal humor esta noche. Rompió varios jarrones, lanzó la comida por los aires y se puso a chillar al servicio. –Dijo mirando al suelo, sin querer dar la cara en esa especie de acto de chivatería. Pero no se estaba chivando, sólo estaba avisando, por el bien de nosotros, y el de Bryce. Además, para esto están los empleados. ¿No? Para procurar el bien de a quienes sirve. Y otra cosa, ¿por qué había hecho eso Bryce? ¿Qué había pasado? Me daba miedo entrar, encontrármelo despierto y empezar a discutir. Era algo que no quería que volviese a pasar. Nunca más.
-No te preocupes Katy. Que vayamos a verlo no significa que vayamos a despertarlo. Gracias por la información. –Dijo Aaron con extrema delicadeza. Katy levantó la cabeza al oír esas palabras y sonrió. Ampliamente. Como si no hubiese un mañana. Se le iluminó la cara… y los ojos. Estaba enamorada de Aaron. Fijo. Sólo había un motivo por el que una chica sonreiría así a un chico. Y no precisamente por una buenísima noticia, que tal vez, pero no por esa precisamente. Lo sabía. Además que muy bien. Precisamente porque yo también había vivido eso. Y lo seguía viviendo. ¿Se limitaría su relación con Aaron al mero plano laboral? Me sentí celosa, aunque no debía, porque ella vivía en la misma casa. Recordé en ese instante que antes en los jardines dijo que a los asistentes personales se les coge cierto cariño… ¿Debía empezar a preocuparme? Decidí dejar de pensar en eso. Fue fácil, sólo tuve que volver a mirar la casa, rápidamente quedé prendada de nuevo con la mente en lo maravillosa que era. Además, él era sólo de Ashley.
Cada paso que daba que me acercaba a Bryce, mi corazón se aceleraba en una pulsación más por minuto. Estaba tan nerviosa que incluso dejé de seguir maravillándome pro la casa. No pensaba en nada nada, nada captaba mi atención, ni siquiera me di cuenta de que Aaron seguía allí, y eso que lo estaba siguiendo, simplemente me limitaba a andar, respirar y tranquilizarme. Fallé rotundamente en lo último. Cuando nos paramos delante de una puerta, muy bonita por cierto, mi corazón se paró también. Era la de Bryce. No era sexto sentido. Lo sabía por el atrayente perfume que venía desde el interior. Lo reconocería en cualquier parte, y sobre todo después de haber estado durmiendo con él durante toda la noche. Sonreí. Y la sonrisa desapareció al momento. El tiempo de relax que me duró la sonrisa fue el mismo tiempo en que tardé en volver a ponerme nerviosa.

-¿Preparada? –Dijo Aaron sacándome repentinamente de mi ensimismamiento. Me asustó, no lo esperaba. Y por eso lo miré sorprendida. -¡No te pongas así mujer! ¡Que no muerde! –Y me horroricé aún más. Me imaginé la escena de Bryce mordiendo a diestro y siniestro como un perro rabioso. Dichosa imaginación mía extraña e inoportuna como nada… Aaron llamó a la puerta dos veces, sutilmente, esperando una respuesta que no hubo. Decidió finalmente abrirla, sigilosamente, sin causar ningún ruido, como un gato sigiloso que se mueve en la oscuridad de la noche. Me iba a dar algo. Algo para nada… la habitación estaba en completa oscuridad, y Bryce durmiendo profundamente. -¿Quieres pasar? –Preguntó. Le respondí afirmativamente con la cabeza. No estaba yo como para pronunciar palabra. Mi voz hubiera sonado a una decepción desmesurada que no quería demostrar.

Entramos. Ni me fijé en cómo era la habitación. Me dediqué principalmente a adecuar mis ojos a la oscuridad. Lo conseguí. Mi cuerpo, aunque no siempre, sabe actuar con rapidez en momentos de urgencia. Y ver a Bryce lo antes posible, era una urgencia. Fui directamente a su cama, no demasiado rápido, pero sí demasiado lento. Llegué. No lo encontré. No sabía si porque realmente no estaba o mi nerviosismo no me dejaba ver bien. Pero había pliegues y arrugas. Debía estar bajo las sábanas. Eso me enterneció. Daba más sensación de refugio, de sentirse acurrucado y protegido. Y ya ni qué decir cuando se movió y apareció su cabeza. Me dio un vuelco el corazón. Me pilló por sorpresa. Tenía cara de mosqueado, enfadado e irritado. Me reí disimuladamente. Hasta en sueños tenía la misma expresión que despierto. ¿Con qué estaría soñando? Esperaba que no fuera conmigo… no si estaba enfadado. ¡Oh! No había reparado en que estaba abrazando una almohada, a la que se aferraba como si fuese un niño pequeño abrazando un osito de peluche gigante. Sonreí. Mi ternura aumentó exponencialmente. Tanto que fui incapaz de contener mi mano, que iba en dirección a su cara para acariciarla. Aunque creo que tampoco tenía la mínima intención ni hice el mínimo esfuerzo por detenerla.

Con cuidado, dulcemente con los dedos extendidos por la parte exterior, acaricié tiernamente su mejilla. Suspiró. Yo con él. No se desperté. Yo quedé cautivada en un sueño. Un sueño en el que él se despertaba y me atraía hacia sí para abrazarme cálidamente. No sucedió. Continué con mi recorrido. Pasé ahora a su flequillo. Se lo moví. Tosió y se volvió a mover de postura. Salí de mi ensimismamiento y me percaté de que Aaron nos había estado observando. Me había olvidado por completo de él. Hace unos instantes, para se exactos, el tiempo que había entre pulsación y pulsación de mi corazón entonces, que era un tiempo considerablemente corto, sólo existíamos Bryce y yo. Miré a Aaron. Era tiempo de irse. Era tiempo de no querer irme.

Volví a mirar a Bryce. Una última vez antes de salir. Pero supe que si volví a mirarlo, quedaría abducida y no sería capaz de salir por mí misma. Pero fue fácil. Bryce me ahorró trabajo. Al toser se cambió de postura, y desde mi posición no le podía ver la cara. Me desilusionó, quería volver a verla antes de marchar. Podía haber dado la vuelta, pero no debía. No si tenía que irme. Le hice un gesto a Aaron con la cabeza diciendo que nos fuéramos. En el trayecto hacia el pasillo me quedé pensando… Bryce seguía enfermo. Mañana vendría a verlo de nuevo y le traería algo, tal vez hecho por mí. Esta noche debía pensar el qué y hacerlo, mañana por la mañana tenía trabajo y no tendría tiempo. Sé que le haría mucha ilusión si yo le traía algo hecho por mí.

Cuando salimos afuera. Aaron cerró la puerta. La puerta donde detrás estaba Bryce. La puerta donde detrás estaba el motivo de mis cambios extraños de humor, La puerta donde detrás estaba el causante de mis ilusiones desmesuradas. La puerta donde detrás estaba la razón de mis excesivos desencantos. La puerta donde detrás estaba el que hacía que me sintiese una persona viva con demasiadas emociones que no sabe cómo controlar. Detrás de esa puerta estaba alguien que haría que me olvidase de Aaron. Detrás de esa puerta estaba Bryce.

Tantas prisas hoy, tanto correr con el corazón desbordado a través de la boca, tanta lucha en la calle para llegar a la Uni, tanto arriesgar mi vida cruzando carreteras sin mirar y chocándome con muchedumbres también aceleradas, tantas ilusiones y expectativas puestas, tantas emociones intensas, tantas molestias, tanta impaciencia… y Bryce estaba dormido… Pero todo estaba bien. Ahora estaba tranquila. Lo había visto. Porque era exactamente lo mismo. Arriesgar tanto para comer eso como luchar tanto para sólo mirar. ¿Estaría empezando a conformarme con simplicidades? ¿Quería esto decir que si no me iba bien en mi relación con Bryce me contentaría con migajas? No, no era lo mismo. Estaba viendo las cosas como una persona de fuera, no como una persona que lo vive dentro.

No era una estupidez  alegrarse con sólo verlo después de tantas inquietudes. Ver que estaba bien era suficiente y más. Ver que seguía existiendo no era una estupidez. Ver que no se había esfumado después de la noche que los dos pasamos, no era una estupidez. Tal vez a otra persona puede parecerle una tontería el hecho de que me siente tan bien con sólo verlo después de haber hecho tanto. Pero sería la misma persona que vería una soberana estupidez que yo le diese importancia al hecho de que mis amigos comieran kebabs conmigo. Él era mi kebab. Para otros una estupidez que lo coma, para mí, tenía mucho significado. 

sábado, 4 de febrero de 2012

Capítulo 44: Ozono

Capítulo 44: Ozono
El viernes no fui a la Uni por la mañana. No porque no quisiera o no tuviese ganas, es que había olvidado que al no tener móvil, tampoco tenía despertador, pero de eso no me di cuenta hasta un rato después... Cuando por fin me desperté, ya eran las tres de la tarde. Lo supe por el reloj de la mesita de noche, que por cierto, nunca me había dado por usarlo de despertador. Venía con la casa cuando la alquilé. Impresionante, nunca había dormido hasta tan tarde, ni siquiera los unos de enero después de la fiesta de noche vieja. Siempre he tenido la costumbre levantarme temprano para hacer cosas. Nada en especial, sólo que no me gusta perder el tiempo, a veces me ponía a dibujar, algo que considero un don,  hacer deberes, recados para la casa o simplemente leer, algo que me encanta. Y tenía que ser irónicamente hoy el primer día que me levantase tan tarde, cuando en realidad era el día que más motivos tenía para levantarme temprano… bueno, no tenía muchos motivos, tenía uno solo, pero más que suficiente. Contaba por más de uno, incluso más de diez. Bueno, al menos no estaba de mal humor, dormir toda la noche oliendo el atrayente aroma de Bryce, tenía efectos emocionales en mí.

Fue bastante gracioso el momento inmediatamente después al que me levanté. Si hubiera sido otra persona, me hubiese reído de mí misma a carcajada limpia. De repente abrí los ojos, bueno, primero uno y después el otro, y debo reconocer que con bastante trabajo, había demasiada luz como para que lo que estaba acostumbrada a ver cuando me levantaba a las siete de la mañana,  y eso mis ojos lo notaron y bastante. Tardé un tiempo con mi lentitud mental en darme cuenta de que algo extraño sucedía, además de en acostumbrar la vista a tanta luz. Parecía como si llevase una eternidad durmiendo. Me incorporé, me desperecé en la cama todavía y… bueno, no llegué a estirarme del todo, yo misma interrumpí ese acto al ver el despertador de la mesita, donde me quedé antes explicando, que mi móvil no estaba porque lo había perdido ese mismo día y que por eso el despertador no había sonado y yo seguía en mi casa en vez de llevar varias horas de clase en la Uni.
A continuación todo sucedió muy estrepitosamente. Grité, salté de la cama, me choqué contra la pared, mi dedo pequeño del pie casi se queda pegado a la pata de la cama, y yo con él, y salí corriendo de mi dormitorio camino del salón dispuesta a hacer algo ya y no seguir perdiendo más el tiempo.

Tardé en volver corriendo a mi habitación el tiempo que tardé en pararme para pensar que era lo que yo tenía que hacer en el salón, como una de esas veces que nos paramos para pensar mejor como si no pudiéramos hacer las dos cosas a la vez, sentir frío en el pecho, comprobar que iba semidesnuda, Pili y Mili pegando botes y los hijos de la vecina del piso de enfrente mirándome por la ventana. ¡¿Pero qué diantres?! ¡¡¿Es qué esos niños no tienen que ir al colegio?!! ¿No tienen otra cosa mejor que hacer que estar toda su vida observando por la ventana del patio comunal del edificio? Aunque claro… ¿acaso no tengo yo también otra cosa mejor que hacer como ponerme el sujetador nada más levantarme de la cama y pensar que es lo que tengo que hacer antes de salir corriendo despavorida como una loca para ningún lado? Porque es que caí en la cuenta de que nada había en el salón que yo buscara. Pero lo más triste de todo… es que ellos eran las primeras personas del sexo opuesto que me habían visto los pechos por primera vez… Mira el lado bueno Valeria, como ya los tienes acostumbrados a escenas extrañas, no se habrán asustado en exceso…

¿Pero es que es eso el lado bueno? No quise seguir poniéndolo en duda. Primero porque superé el trauma que duró en mí unos breves instantes y en el cuál no quería volver a caer, y segundo, prefería seguir pensando que por muy absurdo que pudiera ser, había un lado bueno. Porque no creo que esto sirviera ni para anécdota, no por nada, sino porque me daría mucha vergüenza contarlo. Sobre todo recordando sus caras de incredulidad, sus bocas abiertas, los ojos saliéndose de sus cuencas y dejando caer al suelo cuanto tenían en las manos. ¡Borra la imagen borra la imagen! Y seguí haciendo las cosas pertinentes para ir a las clases, o lo que quedase ya de ellas. Eso sí, primero con el sujetador puesto y Pili y Mili en casita, segundo, con coherencia, pensando lo que tenía que hacer antes de salir corriendo para cualquier lado precipitadamente, porque lo que hacía era retrasarme en vez de adelantarme.

Salí de casa corriendo. Sin desayunar, sin la lentilla, sin peinar, sin saber si llevaba dinero o no, sin haberme mirado en el espejo, sin ver qué hora era, sin vestir… no, no ¿pero qué digo? ¿Ya estoy desvariando otra vez? Bueno… y digo otra vez como si el desvariar ocurriera en casos puntuales cuando en realidad paso tres cuartos de mi vida así… porque el cuarto estoy durmiendo que si no… Pues eso, que vestida sí iba. Aunque tuve que mirar hacia abajo para asegurarme, mejor asegurarse ante la duda. Sí, llevaba el uniforme. Entonces todo estaba bien. Y fui corriendo hacia el metro, tenía que llegar a la Uni lo antes posible. No sé como no me multaron por ser un peligro público. Corría por la calle salteando transeúntes, me choqué con varios espejos retrovisores de coches (típico en mí, pero en esos cinco minutos con mayor frecuencia), empujar a personas por la acera, arrollar a niños pequeños que no veía o comerme los pósteres bajitos de las esquinas que impiden el aparcamiento. Aunque yo suponía un peligro también para mí misma. ¿Nadie iba a multarme por ello? No, prefería que la multa fuese menor a que se preocuparan también por mi propia integridad física. Aunque claro, todo esto era en el hipotético mundo de mis paranoias. Menos mal que para delirar no tenía que pararme como cuando lo tengo que hacer para pensar bien. Era algo ya espontáneo, como si imaginar chorradas fuera una actividad independiente de mi cerebro, y pensar cosas coherentes supusiera toda la actividad de su materia  gris. Que pena que no fuese al revés…

Por fin entré en el metro. Esta vez me senté, algo bastante poco frecuente cuando hay tanto apelotonamiento, porque siempre va abarrotado de gente que cogen los asientos antes que yo, pero en esta ocasión tenía yo tanto ímpetu, que nadie me arrebató la posibilidad de viajar sentada por una vez. Sin embargo, estaba el indicio que me decía que estaba muy lejos de ser la hora punta de ida al trabajo, más bien era la de vuelta de él. Me dio por fin por mirar la hora en el reloj. Vaya, no lo llevaba puesto. Y en el móvil tampoco podía mirarlo. Tenía la sensación de que ese día iba a darme cuenta de otros objetos olvidados en mi casa, o lo que no era mi casa…

-Perdone, ¿podría decirme la hora que es? –Le dije a una señora que iba sentada a mi lado. Sería de mediana edad, llevaba unos papeles en la mano, como si fuera un currículum o varios. ¿Estaría buscando trabajo? Tuvo el detalle de girar la cabeza para mirarme, sólo para después hacerme un barrido de arriba abajo y volver a mover la cabeza hacia otro lado en ademán de ignorancia total y rotunda. Típico. Yo despreciada por alguien de esta ciudad. Si no tenía hora, al menos podría haberlo dicho. Si no le iba bien en su vida, no tenía por qué pagarlo conmigo, yo le había hablado con mucho respeto. E intenté disimular mi cara de asombro ligada con incredulidad. Pobre inocente, todavía me impresionaban estas cosas… Una pone todo su entusiasmo en las relaciones sociales y sólo recibe desengaños. Que ni eso, porque todavía seguía esperando una respuesta buena…
-Las tres y diez. Casi. – Respondió un chaval que estaba sentado justo a mi otro lado. Guau, ¿sólo había tardado diez minutos en llegar hasta aquí desde que me levanté a las tres? Nuevo récord. Miré hacia mi izquierda para observarlo. Era realmente atractivo, porque no se podría decir que fuese guapo. ¿Cómo no me había dado cuenta antes de que un chico como él estaba sentado a mi lado? Voy demasiado en mi mundo… Y estoy también demasiado ida… había pensado antes en lo atrayente que me parecía antes que en que era la primera persona en esta ciudad después de la mujer que me salvó la vida el día de la carrera ilegal de coches, que se dirigía a mí en actitud positiva. Pero yo seguía empecinada con su física, su cara me resultaba familiar. Creía haberla visto en otra parte. Imaginaciones mías. Estaba sonriendo, intentando disimular la risa que le habría provocado mi desprecio anterior. No lo juzgaría por eso, yo también me hubiera hecho gracia a mí misma si no hubiera sido la que lo padeció.
-Gracias. –Y ahí acabo nuestra conversación. Le sonreír y miré hacia abajo para empezar a hacer cuentas. En veinte minutos estaría en la Uni. En la hora anterior al segundo descanso. Ojalá me diera tiempo pudiera entrar en clase.

Y decidí volver a mis pensamientos, donde caí en la cuenta de que no me había puesto la lentilla. Para que no viese nadie las usaba, algo que ahora que lo pienso, era una tontería, porque ya debían haberme visto los ojos de distinto color, pero como ya estaba puesta en ello, agaché la cabeza hasta quedar a una cuarta de las rodillas para usar así mi pelo a modo de cortina y que no me viesen. Mientras me ponía la lentilla, sentí como en mi cadera izquierda alguien apoyaba algo y empezaba a moverlo, como si rebuscase. Me la terminé de poner rápidamente, bueno, tanto como pude, y miré a ver que pasaba.
-Oh, lo siento, estaba buscando algo en el macuto. –Respondió el mismo chico de la hora, claro, no se había cambiado de sitio. Había colocado su mochila en el hueco que había entre mi silla y la suya y con la mano estaba rebuscando algo dentro. Pero yo no estaba muy convencida, en esta ciudad no hay que fiarse de nadie. Hay ladrones muy profesionales. –Mira, mi mapa. –Y sacó un folleto pequeño con el mapa de Nueva York para enseñármelo y hacerme ver que era cierto que estaba haciendo eso. Cambié mi cara de escéptica. Claro, ¿qué iba a ser si no? ¿Iba a estar robándome en mis propias narices acaso? Soy una paranoica. Si ni siquiera llevaba dinero encima… si hubiera realmente metido la mano en mi bolsillo para coger algo, no hubiera podido llevarse nada de su interés. Aunque su voz, extrañamente, me resultó familiar, no lo noté antes cuando me dijo la hora, me pilló demasiado de improviso. Me recordó al chico que tenía mi móvil y con el que había quedado para que me lo devolviese. Tenían el mismo acento sureño, lo noté en las pocas palabras que dijo. Nah, debían ser coincidencias, esta ciudad era demasiado grande como para estar los dos en el mismo lugar por casualidad.

Volví entonces a mis pensamientos. Quería comprobar si tuve éxito en que aparte de él, que ya estaba segura de que me había visto, nadie más lo había hecho. Y en efecto, ninguna persona se estaba fijando en mí. Bien, al parecer, la gente tiene también el detalle de ignorarme cuando me conviene. Eso sí, me pareció ver que el atractivo chico que me dijo la hora, estaba disimulando una sonrisa, como la satisfacción por encontrar algo que quería. Sé que ya era repetitivo, pero debían ser suposiciones mías.

El metro paró por fin en mi parada. El viaje se me hizo eterno. Cuán relativo es el tiempo dependiendo de si se tiene prisa o no. Aunque se me hizo también mas largo porque estaba empezando a estresarme de verdad. Mi inmensa habilidad como montañista me iba a tener ocupada bastante tiempo esta tarde-noche. Montañas de ropa por recoger y lavar, montañas de plato por guardar en los armarios, montañas de toallas por el cuarto de baño… Sólo veía cosas que me quitaban tiempo por todos lados. Soy un desastre.

Cuando salí esta vez a la calle, no tuve que esquivar a nadie mientras corría. Era la zona de universidades, y estaba todo más o menos vacío. Algún que otro estudiante saltándose las clases o yéndose ya porque habían terminado. Y cuán relativo puede ser la peligrosidad de una persona corriendo dependiendo de si hay mucha o poca gente por las calles. Cuando puse el pie en territorio Uni, justo sonó el timbre que indicaba el final de quinta hora y el comienzo de sexta. Al menos podría asistir a una clase aunque sea. Que era precisamente la de Inmunología, donde coincidía con Shelby. Así podría preguntarle al menos por las dos clases en las que coincidíamos antes del segundo descanso.  La estuve buscando entre la gente. Ya no iba corriendo por los pasillos, quien sabe qué podrían hacerme si me chocaba con alguno. La encontré ya dentro de clase. Entré justo detrás del profesor. Buf, estuvo cerca. Perdí mucho tiempo en la taquilla para coger los libros, porque no encontraba la llave. La tenía en el bolsillo del uniforme. Con las prisas había olvidado que siempre las guardaba ahí. Pero no pude sentarme con ella. Los asientos ya estaban pillados. Tendría que esperar hasta el final para poder hablar.

En la clase no estuve muy atenta. Me la pasé todo el rato pensando en Bryce. Si habría venido a clases o no. O qué pensaría de mí al no haberlo llamado en todo este tiempo. Si estaría enfadado conmigo. Cómo podría ponerme en contacto con él si no tenía su número de móvil… Y de repente, mi subconsciente se activó para mandar una señal a mi inconsciente para que empezara a estar consciente de verdad. Había escuchado algo importante que estaba diciendo el profesor, y volví al mundo real.

-Os recuerdo que el martes, y os lo digo hoy porque el lunes nos tenemos clases, que tenéis que entregar el trabajo de investigación que os mandé sobre las vacunas como medio para prevenir tumores. -¡¡NO!! ¡Lo había olvidado! ¡El martes de esta semana había mandado el trabajo! ¡Se me fue la cabeza porque me enfadé con Bryce! ¡Después tuvimos la cita y al día siguiente era Acción de Gracias y no pude hacer nada porque tampoco me acordé! Además, tenía que comprar el regalo de Alan, buscar a Bryce para hablar con él, trabajar, recoger el móvil más la comida de rencuentro de antiguos alumnos. Maldición. ¿Algo más? ¡Ah sí! ¡Se me olvidaba! Recoger las montañas de cosas tiradas por mi leonera de casa… Sólo me quedaba no dormir por las noches para acabarlo, porque no iba a cambiar ver a Bryce por el trabajo. ¿Por qué todo es tan difícil?  

Cuando sonó el timbre indicando el comienzo del segundo descanso, me dirigí rápidamente hacia Shelby.
-¿Qué tal Shelby? –Estaba de espaldas a mí. Ya estábamos saliendo por la puerta.
-Hola. –Se giró a mirarme como si tal cosa.
-Buf, acabo de llegar ahora. Sólo he podido entrar a esta clase porque me quedé dormida. –Continué yo. Siempre me esforzaba en tener conversaciones con ella. Pero como no fueran de moda, cotilleos o fiestas, ella nunca ponía de su parte.
-¿Ah sí? No me había dado cuenta. –Y giró de nuevo la cabeza para mirar al frente. ¿En serio? ¿No se había dado cuenta? ¿Tan poco se fija en mí? Podría haberlo disimulado por lo menos. Aunque prefería pensar que no se había dado cuenta. Cuando no nos damos cuenta de algo, no es nuestra culpa. No es algo que decidamos nosotros mismos.
-Se me perdió el móvil y por eso no me sonó el despertador. –Silencio por su parte. Estaba empezando a sentirme incómoda. Vale, si no le interesaba el tema, pues no le interesaba, ¿pero como amigas que éramos no debería? –Bueno, ¿y han mandado algún trabajo en Histología o Patología? –Le pregunté. Si ella no estaba inspirada en continuar una conversación, al menos una pregunta si estaría para responder. Digo yo.
-No, no han mandado nada. Sólo lo del trabajo ese sobre las vacunas que dijo el martes pasado. –A esa clase si había asistido… ¿Tampoco se había dado cuenta? Al menos le agradecí que estuviera pendiente de avisarme…
-Por cierto, ¿qué tal tu cena de Acción de Gracias? –Ya estábamos en las taquillas. Íbamos a dejar los libros.
-Nada en especial. –Respondió secamente. Como siempre, yo era única de nosotras dos que se preocupaba en llevar adelante nuestra relación de amistad.
-¿Te pasa algo? No te veo muy animada hoy. –No podía ser que estuviera tan poco receptiva sin ningún motivo. No tanto en comparación con otras veces.
-Nada… es sólo que hoy no ha venido Br… -Y se cayó ahí, no terminó la frase, dejó de mirarme a mí para volverme la cara y mirar al suelo. ¿Qué iba a decir? Lo primero que se me vino a mí a la cabeza fue Bryce. Pero eso es porque no pensaba en nadie más en ese momento, ella no tenía por qué pensar también en él. Podría referirse a Bryan, Brad, Bruce, Brent… Había muchos nombres que empezaban así, conocía a varios chicos que se llamaban así. Una cosa… ¿estaba depre porque no había venido un chico? ¿Es que le gustaba alguien? Eso me enterneció. Nunca había llegado a pensar que a Shelby le gustase nadie. No es que fuera imposible, sólo que nunca me lo había planteado.

Abrí mi taquilla. Algo que usé como excusa para pensar qué responderle a eso. No quería ser cotilla y entrometer para saber a quién se refería, si no quería decírmelo, era su decisión y la respetaba. Pero mis pensamientos se desviaron cuando encontré dentro de la taquilla una nota. No la había visto antes cuando cogí los libros para entra en clase. ¿Estaba ahí desde entonces y no la había visto con las prisas o me la habrían metido en ese tiempo? No lo sabía, tampoco era importante. La cogí dispuesta a leerla, pero algo se interpuse en el camino de mi campo de visión. Unas manos aparecieron para taparme los ojos. Me estremecí por un momento. Nadie dijo nada, ni una palabra fue pronunciada para darme una pista sobre quién se trataba. ¿Quién podría acercarse a mí por la espalda y darme una sorpresa así? ¿Bryce? ¿Alan? No me atrevía a decir ninguno de los dos, por si me equivocaba, no tener que meterme en problemas. Me salté por las ramas. Algo que se me daba bastante bien.

-¿El monstruo de las galletas? –Dije palpando las manos y separándolas cuidadosamente de mis ojos para ver quién era. Me giré. Mi corazón dio un vuelco al ver la cara de Bryce. Pero no era él, era Aaron, la única persona que podría tener su cara sin serlo. Lo sabía, no por mis métodos raros como Bryce dijo, que sólo me sirven para reconocerlos cuando no puedo ver la expresión de sus caras y distinguirlos, sino precisamente por eso, porque podía ver su expresión, y era claramente el rostro pacífico y desenfadado de Aaron. Me alegré mucho de verlo. Saber que era el que había venido a buscarme a mí en vez de esperar a que yo fuera a él. Me alegré tanto que el sentimiento de desilusión al ver que no era Bryce, quedó camuflado. ¿Pero debía sentir tanta felicidad al ver a Aaron ahora que me había propuesto desenamorarme de él para hacerlo de Bryce? No tenía en ese momento la respuesta a esa pregunta. Quedó también camuflada por mi instantánea alegría.
-¡Casi! –Dijo mirándome sonriente. Todavía lo tenía agarrado de las manos. Ya había confianza para estar así, pero me daba cosa que nos vieran los demás así, y más Shelby, que era la que podría preguntarme y meterme en el compromiso de responderle con algo. Y ahí fue cuando caí en la cuenta de que la había olvidado por completo. Solté las manos de Aaron rápidamente y miré a mi derecha. Ella ya no estaba. Se había ido. ¿Dónde? ¿En qué momento? Ni me había dado cuenta. Si es que cuando me ensimismo, me ensimismo bien pero bien bien. Ya que había perdido el contacto visual con Aaron, aproveché para coger la nota, ahora que había salido de mi burbuja feliz para volver al mundo real, porque sabía que cuando volviera a mirarlo, volvería a entrar en ella para olvidarme de todo. Aunque esperaba que esta vez no de todo, porque implicaría que voy progresando en mi cometido de dejar de sentir amor por Aaron.
-Pues no te creas eh… Si te fijas bien, os dais un cierto aire. –Dije bromeando mientras cerraba la taquilla. Le hizo gracia ver mi sonrisa pícara. Y a mi me enganchó de nuevo ver la suya. Proceso de volver a mi burbuja feliz, completado.
-¡¿Ah sí?! ¿Con que esas tenemos? Pues no te voy a decir a qué te pareces tú… -Dijo haciendo aquello que más me encantaba en esta vida, siguiéndome el juego. No me di cuenta, pero estábamos caminando.
-¿Qué no? ¡Atrévete a decirlo! –Ahora me había entrado curiosidad. Aunque muy probablemente lo dijo por dejarme con la intriga cuando en realidad no tenía nada pensado.
-A un algodón de azúcar. – Dijo parándose para mirarme directamente a la cara. ¿Un algodón de azúcar? Empecé a sentir calor en las mejillas, estaba ruborizándome. Pues vaya, me había equivocado, si que tenía algo pensado. Porque no tardó nada en decirlo. Yo y mis equivocadas predicciones… Eso sí, si cada vez que me equivoco al creer algo, me encuentro con que la realidad es algo como esto, dios quiera que mi vida sea una equivocación tras otra.
-¿Un algodón de azúcar? ¿Por qué? –Estaba intrigada. Incluso más que cuando no tenía ni idea sobre a qué iría a decirme.
-Tu pelo me recuerda a eso. –No supe qué cara poner. ¿Debía tomármelo a bien o a mal? Si venía de Aaron, entonces a bien. Pero no estaba de acuerdo. Los rizos de mi pelo eran muy definidos, eran bucles, tirabuzones… no una maraña de algodón… Espera un momento, ahora sí sabía que cara poner, una de horror, era consciente de que no me había parado hoy a peinarme ni mirarme en el espejo por las prisas, pero no lo fui acerca de que mi pelo podría ser un completo desastre. Maldición. Él tan perfecto como siempre y yo con estos pelos…
-¡Ahora vengo! –Dije saliendo corriendo dirección al cuarto de baño. Necesitaba un espejo urgentemente y lo necesitaba ya. Pero inesperadamente él me cogió de la mano. Mi corazón dio un vuelco. No me lo esperaba en absoluto.
-Espera, ¿adónde vas? –Dijo mirándome relajado. Este hombre era la tranquilidad personificada.
-Emm… -No sabía qué responderle. Me daba corte decirle que al cuarto de baño a arreglarme los pelos. Podría pensar que era demasiado presumida y estirada, pero es que esto era una ocasión de emergencia.
-No irás a buscar un espejo al cuarto de baño…-Me había pillado. ¿Tan predecible soy?
-Pues…-Seguía sin saber qué responderle. Aunque no me dejó mucho tiempo en ese estado de apuro. Respondió el mismo la pregunta.
-Oh venga ya, lo decía de broma. No lo tienes enmarañado como el algodón de azúcar si era lo que pensabas. Lo dije porque fue lo primero que se me ocurrió, al igual que a ti lo del monstruo de las galletas. –Hasta ahora no fui consciente de que seguíamos cogidos de la mano, nuestros brazos estaban estirados, no era para nada un gesto romántico, pero aun así, no quitaba que las manos no estuviesen unidas igualmente. Y hasta entonces, tampoco fui consciente de que la gente nos miraba asustados, como si fuera un sacrilegio que alguien como yo estuviese hablando con alguien como él. Pero sinceramente, a estas altura, lo que los demás pensasen de mi me importa lo mismo que nada. Y más si eran ese tipo de gente con malas intenciones, de las que se trataban.
-Mmmm, bueno. –Dije al final después de poner una cara de pensativa como si deliberase sobre creerlo o no. Le solté la mano con cuidado. No quería que pensase que no me gustaba que me la cogiera. Aunque sentí el gesto de que aun me la sostuviese. Seguimos andando, él inició la marcha. Era consciente de que él también se había dado cuenta de que el resto nos observaba atónitos, y volví a sentir el gesto de que le diese igual. ¿Con quién pensaría la gente que estaba? ¿Con Aaron? ¿Con Bryce? Bah, me daba igual. En ese momento yo seguía a Aaron, donde fuese que fuera.
-Aunque no te creas eh… Si te fijas bien, os dais un cierto aire. –Dijo con picardía en venganza a lo que yo le había dicho antes sobre el monstruo de las galletas. Se mordía el labio.

Era una costumbre en estos gemelos que me hacía perder la cordura. Estaban bárbaros cuando se ponían así. Aunque yo me sentía de una manera u otra dependiendo de cuál de los dos lo hiciera. Lo miré con cara de indignada y consternada, también me encantaba seguirle el juego. Y me guiñó un ojo mientras seguía mordiéndose el labio. ¿Se puede ser más irresistible? Como también me gustase su hermana, empezaría a pensar que mi atracción hacia ellos era cuestión de genética.

Ahora veía una locura el pensamiento que tuve una vez de que tendría que disimular que yo era una simple amiga cuando Ashley era algo más. Porque cuando estoy con Aaron, todo es tan natural como el respirar. No tenía que disimular nada, todo discurría con una fluidez tan reconfortante, que pensar que nuestra relación podría haber cambiado a peor si le hubiese confesado mi amor y me hubiese rechazado, me parecía ahora una aberración. Cuando volví al mundo real, estábamos ya en el estanque de las ardillas. Seguían igual de simpáticas que siempre. Es decir, antipáticas. Ellas se acercaban a Aaron con tal pasión, que les faltaba adorarle con ofrendas… ah no… que ya lo hacían, si le traían hasta flores y todo… en fin, de mí  pasaban como de la mier…………coles.

-¿Y Bryce? ¿No ha venido hoy? ¿Cómo está? –Con tanto desvariar desde un principio, había olvidado que eso era lo primero que tenía que preguntarle. Aunque no me refería precisamente al desvariar de nuestra extraña conversación. Sino de mis propios desvaríos mentales.
-Está en casa. No ha venido. Sigue con fiebre. –Respondió sin mirarme mientras se sentaba en la zona de las piedras pulidas de río.
-¿Podría pasarme hoy por vuestra casa? –Quería verlo. Podía estar en una burbuja que sólo me hacía pensar en Aaron, cuando estaba con él, pero salir por mí misma, a voluntad para pensar en Bryce, era algo de lo que me enorgullecía.
-¿Es una proposición indirecta? –Dijo volviendo a mirarme con su mirada juguetona. Hoy estaba demasiado juguetón creo yo, ¿no? Pues que no me tentara algo, o le diría algo de lo que podría arrepentirme después.
-Sí, es que no sé como decirte de otra manera que estoy enamorada de ti, a no ser que sea a base de indirectas sutiles. –Oops. Le había confesado irónicamente la verdad. Y lo gracioso es que no lo había visto de ese modo hasta que lo había dicho. Al principio sólo lo veía como una respuesta al juego extraño que teníamos hoy. Pero era cierto, todavía no creía lo que acababa decir, le había dicho toda la verdad en una manera que era totalmente mentira… ¡Soy una crack! No, no lo soy… Era patética. Que tenga que recurrir a semejante idiotez para sincerarme con él… Aunque ni siquiera había recurrido, fue mera coincidencia… ¿O tal vez no? ¿Y si fue una mala pasada de lo que en el fondo realmente mi subconsciente quería? Bah, da igual, en esos momentos en lo último que debía pensar era en lo maravilloso que era Aaron y cuanto me gustaba, si quería olvidarlo para querer a Bryce. Realmente era eso lo que quería.
-Jajaja. –Y la respuesta de Aaron fue la risa. Me sentí aliviada, no se lo había tomado en serio. –Por eso me gustas tanto… ¡Eres tan imprevisible! -¿Imprevisible? ¿Yo? Debía ser para él, que no tendrá la costumbre de adelantarse a los pasos de los demás… porque si se parase a pensar un segundo, debería saber que era muy muy muy predecible. De todas formas, su comentario me agradó. En exceso, demasiado para lo que debería.
-Bueno, bueno. En serio, decía lo de ir a vuestra casa para ver a Bryce. Quiero saber cómo está. –Y contarle que había estado preocupada por él pero que no había podido llamarlo. Hacía un gran intento por salir de mi burbuja, pero cada vez ésta se hacía más densa. No le pregunté por cómo le había ido la cena de ayer. No quería ponerlo a él también el aprieto de decir que la pasó sin su familia. Algo que tal vez no quisiera contarme.
-¡Claro! Sin problema. –dijo cogiendo una ardilla en su mano para juguetear con ella. Qué envidia… yo también quería hacer eso. Aproveché que él las tenía para acercarme y comprobar si seguían rechazándome aun cuando estaban con él. Empecé a llevar mi mano lentamente hacia ella. No me estaba mirando, si la pillaba por sorpresa no podría despreciarme porque no lo sabría.
-¿Quieres tocarla? –Dijo Aaron dejando de observar a la ardilla, a la cual acariciaba la cola, para mirarme a mí. Dejé mi mano parada en el aire cuando empezó a hablarme.
-Es mi intención. Pero siempre que me acerco me rechazan. No sé como hacer para que no me desprecien… -Dije cabizbaja. No era ya una cuestión de empecinamiento en conseguir algo que no podía. Era ya una cuestión de seguridad en mí misma. Quería comprobar si con esfuerzo y constancia, el rechazo podía convertirse en aceptación cuando se conoce bien a la persona.
-Pues no deberías acercarte por la espalda, cuando no te ve, así sólo conseguirás asustarla porque creerá que vas a escondidas para hacerle daño. Ofrécele tu mano cuando la esté viendo. –Tenía razón. Tenía más razón que un sabio. A lo mejor, a parte de la seguridad en mí misma, también había un poco de empecinamiento infantil en conseguir algo que no podía. ¡Aunque ganaba más lo primero! Esta vez me aseguré de que la adorable criaturita de Dios me miraba a mí, aunque fue complicado, movía la cabeza rápidamente de un lado ahora. Dichosa inquietud innata de las ardillas… Fui acercando la mano lentamente. –Ponla extendida, en gesto de que quieres que se pose sobre ella. Si ve que quieres tocarla, puede pensar que quieres agarrarla para hacerle algo. –No me jodas, ¿existe un protocolo que seguir con las ardillas? No tienen leyes los bichos estos… ¡No Valeria! ¡No! ¡No pagues tu rechazo, discriminación y desprecio contra ellas! ¡Son animales! ¡Se guían por instintos! ¡Seguro que la culpable eres tú por haberles transmitido mala energía! Dichosa ley de transmisión de energía del mundo animal… -Así, sigue así, lo estás haciendo muy bien. –Dijo Aaron, llevaba razón, la ardilla no se había ido o había puesto mala cara, se quedó mirando mi mano, pensando si saltar de al de Aaron a la mía. Vaya, por lo menos se lo estaba pensando, ya era un gran paso. Aunque tal vez fuese ese mi problema, que no me acercaba en el modo adecuado a la gente y por eso me rechazaban… No. Ni se te ocurra pensar eso en ningún momento. Yo no era una mala persona que quisiera aprovecharse de los demás y estar a su costa. Si los demás pensasen eso, gente maravillosa como Karem, Aaron, Ashley, Alan, incluso Leo y Liam no me habrían brindado su amistad. Aunque claro, luego está también la cuestión de porqué ellos me habían aceptado en tan poco tiempo, y toda la gente que conocía en España, no… Bah, no pensaba destruir los cimientos de mi vida social por unas ardillas engreídas instintivas que me rechazan más que respiran. Seguro que era porque desde el principio me había emocionado mucho al verlas, porque nunca las había visto antes, y se asustaron, y me guardan el susto. Sí, debía ser eso. Modo auto-convencimiento ON.
-¿El qué? ¿Qué es lo que está haciendo muy bien y que por eso tiene que seguir así? –Justo cuando la ardilla tras unos segundos de intensa deliberación consigo misma, tanteando las posibilidades de peligro y calculando porcentajes sobre qué le convenía más o menos, además de discusiones internas entre su conciencia mala y su conciencia buena, pareció decidirse por saltar a mi mano, vino Leo con su comentario fuera de lugar, a pillarme de improvisto, asustarme y espantar a la ardilla con mi respingo… Por ahora, gracias a él, la seguridad en mí misma seguía por el subsuelo… Al menos no me había disgustado con que rompieran el momento a solas de Aaron y mío. Eso significaba progreso en mi propósito, ¿no?
-Nada, sólo que tenía bien puesta la mano y que la movía con la velocidad justa. –Respondió Aaron a Leo y Liam que se estaban sentando a nuestro lado. Mi propia incredulidad se hacía notar en mi cara, todavía me costaba creer que esas palabras habían salido de Aaron. Iban con segundas intenciones. Nunca me lo hubiera esperado. No creía que fuese así. Pero no me disgustaba. Era sólo sorpresa por algo inesperado. De todas todas, él era un tío, no debía olvidarlo. Que ya lo sé, que estaba generalizando, pero ahora tenía motivos.
-Ah claro, para que la ardilla salte a su mano, ¿no? –Respondió Leo su propia pregunta.
-¿En qué habías pensado, Valeria? Tu cara te delata, eres demasiado expresiva. –Continuó Liam mirándome con cara de “mente lasciva, no mal pienses”. A continuación miró a Leo con cara de “éxito, hemos conseguido tomarle el pelo”. Y yo los miré a los dos con expresión de “sois unos capullos por quedaros conmigo de esta manera”. Nuestra conversación gestual la acabó Aaron con su mirada de “¿me estoy perdiendo algo?”. Vale, desde un primer momento él había tomado las palabras de Leo como decentes y sin segundas intenciones… Conclusión, tengo una mente calenturienta y soy tonta, primero por creer que mis previsiones de Leo y Liam son acertadas, y segundo, por seguir haciendo generalizaciones cuando siempre me equivoco… Como suelo decir en estos casos… ¡viva el lenguaje corporal!
-¡Traemos comida! –Dijo Leo poniendo en el centro del círculo que ahora habíamos formado en el que ellos estaban entre Aaron y yo, que quedaba a mi frente; unas bolsas con comida dentro. Lo había olvidado. Tenía hambre. Eran las 4.40 y yo con la barriga vacía desde la cena de PanPizza de la noche anterior. Mi cara se iluminó por unos momentos, el tiempo en que tardé en darme cuenta de que era aprovecharme de ellos dos. Seguía con mi inseguridad sobre si pensarían que era una convenida o no. No quería que pensaran cosas que no eran.
-¡Anda! ¡Qué bien! –Dijo Aaron contento mientras abría ansiosamente la bolsa. -¡Kebabs! -¿Kebabs? ¿Eso se vendía en el comedor? Si traían bolsas en vez de elegantísimas cajitas para guardar la comida, entonces tenían que haber salido a la calle a comprarlo. Pero realmente, nunca había visto ningún Kebab por aquí…
-¡Guau! ¿Habéis comido en el primer descanso y ahora también? ¿Cómo quemáis las grasas? –Estaba flipando. Ya habían abierto el papel de plata y empezando a comer. Eso sí, estaba anonadada, para ser una comida tan pringosa, donde todo sobra por todos lados, la comían con una elegancia, buen gusto y nivel de educación impresionante. Normalmente se me olvidaba que pertenecían a familias realmente ricas.
-¿Realmente quieres saber como las quemamos? –Dijo Leo levantando y bajando las cejas varias veces mientras acercaba su cara hacia la mía y me miraba fijamente también. Intentaba hacerse el interesante, tal vez con otra chica sí, pero eso conmigo no valía. Pues ahora no iba a caer en su trampa de doble filo. Seguro que pensaba que mal pensaría. Pues esta vez no iba a darle el gusto de acertar.
-¿Haciendo mucho deporte? ¿Baloncesto? ¿Fútbol? –Dije con mi mayor cara de inocente. Aaron nos miraba divertidos.
-No exactamente… -Continuó Liam haciéndose el interesante. –Digamos que nos gusta encestar de otra manera y meter otro tipo de goles… -¡Zas! Yo y mis suposiciones fallidas… Si es que eso es lo que tiene una navaja de doble filo, si no te caes por un lado, te caes por el otro…
-Jajajajajajajajajaja. –Los dos empezaron a reírse cuando me vieron chocar la palma de mi mano contra mi frente en gesto de “en fin…”. No necesitaban ponerse de acuerdo sobre qué decir y como decirlo para dejarme tirada… era ya como algo espontáneo que surgía. La risa leve que escuchaba de fondo, era la de Aaron. Vaya, por lo menos él también se lo estaba pasando bien.
-Bueno, que en verdad también hacemos deporte. Y come también Valeria, que hay otro kebab para ti también. Ya luego te buscas tú la vida como puedas para quemar las grasas–Dijo Leo por fin, terminando sus últimas carcajadas. Realmente me sentía como el juguete de ellos dos… Aunque eso no me disgustaba.
-No gracias, no tengo hambre… no soy tan voraz como vosotros…-Dije con mirada acusatoria. Aunque realmente tenía mucha hambre. Lo que hay que hacer por que no te juzguen el lado malo en vez del bueno…
-¡Vengativa! –Dijo Liam en su defensa. –Para que veas que no tenemos nada en tu contra, íbamos a decirte antes que cogieras, pero como pensábamos que ya había confianza, no tendríamos que decirte nada. –Eso no tenía ningún sentido. Yo no sabía que había comida de sobra, por lo que no se me habría ocurrido pedir. –Y no te enfades, si quieres hacemos una excepción contigo y ¡te ayudamos a perder las calorías! –Era una tras otra. Se libraban porque me caían bien. ¡Pero que no abusaran! No que va…
-No enserio, no os preocupéis, si yo no… -Y mi cuerpo me delató. Mi tripa sonó tan hueca como una habitación vacía… sólo le faltaba tener eco. –No he dicho nada. Gracias por el detalle. –Dije finalmente rindiéndome y cogiendo el delicioso kebab que llevaba llamándome desde hacía tiempo ya.
-¡Que va mujer! ¡Si no era para ti! Era para Bryce, le encargamos a nuestro asistente personal que nos comprara cuatro, pero como él ha faltado, pensamos que era una obra de caridad ofrecerle comida a los pobres. – Leo volvió a quedarse conmigo. Y además… ¿cuándo han hecho ellos una obra de caridad alguna vez?
-Exacto, además, es una pena tirar la comida. –Y Liam a seguirlo. ¡Serán capullos! Además, también me indignó el hecho de pensar que lo habían comprado ellos en la calle cuando en realidad lo había traído su asistente personal… Que ya lo sé, que él no tenía culpa de mis deducciones equivocadas, pero no tenía ganas de pagarlo otra vez conmigo… ya llevaba toda mi vida así, echándomelo en cara y sin aprender la lección sobre que deducir no es mi fuerte… que ni eso, porque ni fuerte ni flojo, mi deducir era completamente nulo.
-¡Oh vamos! ¡Que descaro! –Los tres seguían riéndose. Pero yo hice el ademán de dejar el kebab e irme. Esperaba que alguien me detuviese. Era mero paripé para que reconocieran algo, lo que fuese, pero algo. Con que dijeran que era broma, me conformaba. Que ya sabía que no lo era, que realmente me estaba comiendo las sobras, pero me valía.
-¡Venga ya Valeria! ¡No te vayas! –Dijo Aaron cogiéndome de la mano como antes. Era la segunda vez que evitaba que me separase de él en el día. Yo lo veía como separación, aunque él seguramente lo veía en plan <no te molestes>. Qué relativo puede ser un mismo gesto. – ¡Si sabes que en el fondo te quieren! ¡Fíjate en como no le hablan a ninguna otra chica de la Uni que no seas tú! –Vaya, ahora que lo dijo y que yo me ponía a pensar, era cierto. No me había dado cuenta antes. De repente, mi indignación desapareció y pasó a ser emoción. No sabía los motivos que tendrían. Sólo me llegó que yo fuera la única en algo para ellos dos por primera vez. Me giré para mirarlos, me miraban con cara de perrito en vacaciones. Me infundieron ternura. Y volví a sentarme en mi sitio.
-¡Ay que ver que enfadosa eres eeeh! –Dijo Liam pasándome el brazo por los hombros y atrayéndome hacia sí. –Si sabes que no sabemos demostrarte el cariño de otra manera.
-Bueno, bueno, tampoco te pases. Que te queremos pero muy en el fondo. Que tú eres la única a la que hablamos porque sabemos que no tendremos nunca nada contigo. Es que no nos gusta que las chicas con las que estamos sean de nuestro entorno. –Ea, ya Leo tenía que ponerle el puntito a la i. Aunque también se acercó a mí pasándome el brazo por los hombros. Ahora nos mecíamos los tres juntos de un lado a otro en gesto “cariñoso”. Aaron nos miraba riéndose todavía. Esta escena ya la había vivido antes, pero de un modo muy diferente, fue cuando intentaban convencerme con sus encantos de seductores, que fuera a la fiesta de bienvenida de Ashley. Aunque en aquel momento tenían unas intenciones muy distintas a las de ahora.
-¡Claro! ¡Ahora lo entiendo todo! ¡Porque si las chicas fueran de vuestro entorno, sabrían como sois en realidad y no saldrían con vosotros nunca! -¡¡VENDETTA!! Sí, lo reconozco, soy un poco vengativa. Todavía no había olvidado que les debía otra venganza a Angela, Stephanie y Cindy.
-Jajajajajajaja. ¡Qué personajillo estás hecha! –Dijeron ya soltándome a la vez para reírse los dos al compás nuevamente. Aunque ahora los acompañamos Aaron y yo.

Nunca había visto a estos tres juntos. Leo y Liam tan habladores, bromistas y mujeriegos, y Aaron tan callado, en su mundo e introvertido… No es que pensara que se llevaran mal o simplemente no se llevaran. Para ser amigos de la infancia desde hacía tanto tiempo, no podía ser ninguna de esas dos cosas. Aunque tampoco es que no llegara a pensar eso por esa obviedad. Simplemente nunca me había imaginado como actuarían cuando estuviesen juntos. Veía a Bryce tan diferente de Aaron, que pensaba que la relación que tenía Bryce con ellos sería totalmente distinta. Pero ya veía que no. Era totalmente normal, de las que puede haber entre chicos veinteañeros de universidad. Exceptuando a Leo y Liam. Los cinco, junto con Aaron, Bryce y Ashley, no debía olvidarme de ella… Eran todos tan diferentes. Con personalidades tan distintas. Estaba asombrada de como podían haberse juntado y llegar a ser incluso los mejores amigos de la infancia. Lo normal sería que el grupo podría haberse desvanecido por la diferencia de intereses… que ya lo sé, que eso es superficial, que lo que importa es el compromiso de amistad de cada persona, pero es que en la realidad, lo que ocurre es eso, por eso existen grupos definidos claramente… los góticos, los punki, los raperos, los frikis, los pijos, los deportistas, los sin estilo definido… ¿Y a qué categoría pertenecía este? Cuatro chicos y una chica. Uno introvertido, uno impulsivo, uno mete baza, otro pacificador, un ángel…

Nunca había conocido nada igual. Yo en España ni siquiera podía decir que perteneciera a algún grupo…Tal vez por eso me asombraba más de verlos juntos. No había llegado a pensar eso cuando los vi a los cinco juntos en el barco el día de la fiesta… Imagino que aquella vez tenía demasiadas cosas en la cabeza como para pensar eso. Pero es que la verdad, tampoco era tan extraño en el fondo. ¿Acaso no existen sustancias en la naturaleza que son muy inestables pero que en ciertas condiciones son totalmente necesarias y precisas? Realmente me sentía muy feliz por pertenecer ahora también a este grupo. Ellos me habían aceptado tal y como era. Por mucho que desde el principio había estado declarándoles la guerra, me habían aceptado. Habían venido a verme a mi casa cuando estaba con gripe, sin ningún compromiso, yo no los esperaba en absoluto, ahí supe que me habían aceptado. Me habían invitado por decisión propia de ellos a la fiesta de la que era ahora también mi amiga, Ashley, porque me habían aceptado. Y ahora estábamos aquí los cuatro comiendo, riendo, y metiéndonos los unos con los otros de cachondeo sabiendo que todo son demostraciones de confianza y cariño. Porque esa cosas con un desconocido o una persona insignificante para uno no se hacen. Otra muestra más de que pensar que me habían aceptado, no era sólo otra suposición errónea mía más. No necesitaba que reconocieran que lo de antes era una broma. Yo también actuaba formando parte de nuestros piques amistosos. Piques que me encantaban en verdad.

Éramos como el ozono. Una sustancia que se desintegra a temperatura ambiente, pero que a altas temperaturas se encuentra de forma natural. Me sentía realmente feliz y agradecida, aunque todo lo que dijese acerca de lo que sentía fuese insuficiente, de pertenecer a este grupo. Un nuevo grupo. El de nosotros.