Capítulo 51: Sherlock Holmes
En la fuente junto a la palmera, Bryce,
Liam y Leo estaban sentados en el suelo en círculo, en su parte reservada de
siempre. Pero no estaban solos, dándole la espalda a cada uno, se encontraban
de pie, vigilándolo todo, en guardia, en alerta, tres “guardaespaldas” que
debían impedir que Bryce hablara con nadie más que no fuera el G4, una parte
del castigo de la madre entre el que se encontraba también no salir de casa al
volver de la universidad durante un tiempo indefinido. Los tipos tenían un
tamaño proporcional a unos roperos empotrados. Si hubiesen sido algún vehículo
de tierra, serían unos tanques blindados. Hubieran podido ser perfectamente los
guardaespaldas del presidente de los Estados Unidos. La gente que los había
visto antes durante aquellas dos semanas en la universidad, murmuraba el motivo
de tal extravagante compañía. Todo el mundo pensaba en protección por algún
peligro que pudiera sufrir el hijo de la poderosa familia, que podría ser
perseguido por alguna fuerza de otra compañía enemiga. ¿Nadie pensó en por qué
Aaron no llevaba “protección”? Seguro que era más fácil pensar que el
problemático hijo de la familia es capaz de meterse más en problemas que el
otro.
Todo muy peliculero, pero no se imaginaban
ni de cerca que fuera un castigo o venganza y que lo vigilaran para que no se
escapara o relacionara con nadie. Aunque eso también era un tanto peliculero. No
querían estar en el comedor para no levantar tantos comentarios después de una
semana era ya algo cansino. Y tener algo de privacidad ante tal vergonzosa
situación, pero tampoco es que la conversación necesitara mucha privacidad.
Porque era directamente casi inexistente y sin sustancia. Por lo menos hasta
hace poco.
-Bryce… ¿Por qué no intentas hacer un poco
de teatro por lo menos y cambias esa cara de mala hostia por otra un poco más
llevadera para los que te ven? –Leo no se cortaba ni un pelo. Intentaba comer
pero le ponía de mal humor su cara, y no estaba disfrutando de la comida. Bryce
levantó las mejillas para mostrar los dientes, en un intento de sonrisa
irónica. Pero no era una sonrisa.
-¿Le gusta así más al señor caprichoso?
Porque a lo mejor no ha tenido en cuenta lo agobiante que es tener a los
gigantes estos de más de dos metros a mi lado, vigilando en cada momento lo que
haces, incluso cuando vas a cagar. –Respondió con todo el desprecio y asco
posible. Bryce tampoco ser cortaba nada cuando se refería a sus “seguidores”.
Sabía que no tenían derecho a hablar, sólo cuando le mandaran una orden para
advertirle que iba a incumplir las normas puestas por su madre. Y se
aprovechaba bien de eso.
-¡Y nosotros que culpa tenemos de eso! ¡No
haberle pegado la paliza a ese asqueroso mendigo! ¡Encima de que estamos aquí
contigo intentando hacértelo más llevadero…! –Leo elevó demasiado el tono de
voz. Estaba reprochando, algo que Bryce odiaba a muerte, porque aunque
agradeciera lo que hacían, si se lo echaban en cara, actuaría destruyendo
aquello que le gustaba.
-¡Tranquilizaos de una vez!, no empecéis
con los arrebatos de locura que luego os arrepentís los dos. –Liam siempre era
el pacificador de los encontronazos agresivos entre Leo y Bryce. Algunas veces
lo conseguía, aunque la mayoría era siempre inútilmente.
-¡Pues vete si no quieres estar aquí! ¡Yo
no te he pedido que compartas conmigo las consecuencias de mis acciones! ¡Y no
le pegué ninguna paliza al asqueroso mendigo! ¡Me defendí porque quería atacar
a… -De siempre, las personalidades de Bryce y Leo, cuando se enfadaban,
chocaban como rocas volcánicas contra el aire al salir del cráter. Alterando
todo a su alrededor. Pero ahí se calló. No continuó con lo que iba a decir.
Recordó.
Y Leo y Liam cayeron en la cuenta de lo que
estaba pasando. No sabían nada, sólo la noticia del motivo del castigo y porque
se lo había dicho Aaron. Pero sólo había una persona por la que Bryce podría
llegar hasta ese extremo. Y ellos lo sabían, conocían desde prescolar a su
amigo, y nunca había mostrado el mínimo empeño por alguien que no fuera él o
sus amigos de la infancia. Sólo una persona. Sólo una persona había conseguido
captar toda la atención, trabajo y esfuerzo de Bryce con tanta intensidad,
hasta ahora nunca vista ni la décima parte. Y ellos sabían quién. Bryce había
tenido a muchas mujeres a sus pies, había tonteado con todas las que había
querido, las había conseguido a todas con sólo mover un dedo, pero sólo había
una que se le había resistido y además declarado la guerra. Solo una chica
había traído de cabeza a Bryce, llegando a ocupar todo su pensamiento, que
hasta donde ellos conocían, había sido sólo para buscar cosas en su contra.
Suficiente. Incluso más que eso. Liam y Leo no necesitaban más explicaciones.
Bryce era un libro abierto, inocente en ese aspecto a pesar de toda su violenta
y agresiva lista de cosas. Ellos sabían que sólo Bryce llegaría a meterse en
problemas por salvar a alguien y luego quedar tan destrozado. ¿Su nombre? Ellos
la llamaban Valerie.
-Tú no estás así por el castigo. A ti el no poder llamar a
nadie ni salir de tu casa nada más que para venir a la Uni no te importa. –Liam
rompió el silencio. Le puso una mano en el hombro a su amigo, cabizbajo, que
todavía no había probado la comida. Silencio. La poca paciencia de Liam lo
rompió, porque no hubo ni un mero gesto por parte de Bryce. -¿En qué piensas?
–Dijo arrastrando las palabras.
-No le importo lo más mínimo. –Bryce sabía
que sus amigos lo sabían. Pero era más fácil hablar como si no lo supieran. Más
fácil para él. En el fondo, Bryce sabía que había tenido prohibida las visitas,
que Valeria no había tenido el móvil todo ese tiempo y que tampoco podría
haberlo llamado a él por teléfono si hubiera podido. Sin embargo, no sabía si
ella lo había intentado. Bryce sólo quería una prueba, por pequeña que fuera,
sólo una que le abriera el camino a la luz, que demostrara que a pesar de todos
esos obstáculos, su Valeria había hecho todo lo posible por encontrar una
manera para saltarlos.
-Bryce… Te equivocas. –Leo sabía lo que su
amigo quería oír. Y sabía que eso lo animaría más que cualquier otra cosa, como
por ejemplo, dejar de estar castigado. –Ella si se ha preocupado por ti, y
mucho. –Leo se acercó a Bryce y le puso una mano en la rodilla, estaba sentado
en el suelo con las piernas cruzadas. Pero seguía sin dar respuesta. Cabizbajo
y silencioso. –Ella fue a tu casa a buscarte pero le denegaron la entrada
diciendo que no podías recibir visitas. Nos enteramos cuando fuimos a verla a
su tienda Jajaja. –Leo no pronunció su nombre, sabía que era mejor. Pero empezó
a reírse descaradamente. –Es muy graciosa. Nos lo quiso ocultar. Cuando le
dijimos que fuimos a verte pero no nos dejaron entrar porque tenías prohibidas
las visitas, puso cara de extrañada y sorprendida por la noticia. Jajaja.
-¡Cierto! –Liam se unió a la risa. -La
pobre… no se da cuenta de lo mal que se le da disimular o mentir. Jajaja. Es
tan adorable en ese aspecto…-Sólo ellos podían reírse en un momento así. Pero
aunque podría parecer que eso pondría de peor humor a Bryce, lo calmó. Dejó de
tensar los músculos y levantó la cabeza, pero sólo un poco. Empezaba a
vislumbrar luz al final del túnel.
–Le dijimos que no sabíamos por qué. Y nos
pidió desesperadamente el número de teléfono a los dos para llamarnos después
por si teníamos noticias tuyas. –Leo comenzó a describir demasiado bien la
realidad, tanto que parecía que exageraba, pero no era así. –Intentaba
disimular su angustia, pero no lo consiguió. Pobrecica.
-Además, llamé a Sarah, ella tampoco sabía
lo que estaba pasando. Pero nos dijo que todo empezó el sábado, que el viernes
sí había entrado alguien en casa. Y adivina cómo me describió a la chica que
entró en tu cuarto con Aaron mientras dormías… –Liam estaba enterado de todo.
Algo que al sagaz Leo se le había escapado. Pero aunque fue muy astuto en
llamar a Sarah para enterarse de eso, no lo fue al nombrar a Aaron. –Pelo
naranja, largo, voluminoso, lleno de tirabuzones y caracoles, piel oscura, de
estatura media, delgada. E iba con el uniforme de la Uni. –Y se sintió
realizado al ser quien le alegrara el día a su amigo. Bryce, queriendo olvidar
que había dicho Aaron y queriendo pensar que era evidente que si quería entrar
a verlo tenía que ser acompañado de alguien que viviera en la casa, levantó la
cabeza estrepitosamente, con los ojos brillantes. –Pero seguro que las has cagado
pensando que no se había preocupado por ti lo más mínimos... Te conozco
demasiado bien… -Que Liam fuera el pacificador entre Leo y Bryce no significara
que de vez en cuando a él tampoco le gustara lanzar la puyita.
-¡Eh tío! ¡Liam! ¿Por qué no me lo habías
dicho antes? –A Leo pareció mosquearle no haber sido él el que se llevara la
gloria de decirlo. Ni siquiera echó cuenta a la reacción de Bryce ante tal
noticia.
-¿Y qué más daba? ¡Seguía sin tener
noticias de lo que pasaba! –Liam se reía silenciosamente, sabía que eso no
calmaría a su amigo.
-¡Pero se avisa! ¡Hubiera sido interesante
saber que ella había ido a verlo! ¡De esas cosas tienes que informarme! –Y los
dos empezaron una discusión por el simple y mero hecho del placer de discutir,
nada importante que pudiera llevar a un enfado.
-¿Me decís la verdad? ¿No lo hacéis por
animarme? –Si a Leo y Liam les daba igual que los guardaespaldas se enteraran
de la conversación, a Bryce mucho más. Los agarró a los dos fuertemente por el
cuello de la camisa que llevaban, atrayéndolo hacia su cara. Cada uno estaba
sentado a un lado de Bryce, pero dejaron de estar sentados pronto, tuvieron que
levantarse por el tirón de la ropa. Ambos, como si se hubieran puesto de
acuerdo mentalmente, asintieron con la cabeza, no se esperaban esa actuación
por parte de Bryce.
-Entonces creo que tengo algo que hacer. –Y
se levantó, no sin mirar antes de reojo y con mirada asesina al guardaespaldas
cotilla que miraba atentamente y con descaro la conversación de los tres. Bryce
no sabía que eso le traería problemas, los hombres también cobraban por
trasvase de información a la jefa. Pero sobre todo, la mayor víctima sería
Valeria.
Liam y Leo se quedaron mirándolo marchar,
boquiabiertos. Casi se podía verle disimular pasos de baile mientras andaba.
Estaba realmente ilusionado. Como nunca antes.
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Metro. Lunes 12 de diciembre. El 346º día
del año. Y el número 15 en mi nefasta semana contradictoria, más poco llevadera
que pasajera. Si escribiera un diario, llevaría exactamente 15 días en blanco.
Un blanco muy frío y solitario. Tanto, que ni existe porque no tenía diario…
Acababa de pensar una estupidez. Mi calidad está decayendo en todo desde que no
le encuentro aliciente emocional a mi vida. Me había apoyado en los estudios, y
ciertamente esta semana era la semana de exámenes, la definitiva, en la que me
jugaría unas notas muy importantes… Pero los estudios no daban calor.
-Reconócelo Valeria. –Dijo el lado
emocional de mi cerebro. –Quieres enamorarte. Y que sea correspondido.
-No necesito un hombre en mi vida. –Dijo el
lado racional de mi cerebro.
-Necesito un psicólogo que me cure mi doble
personalidad. –Respondí yo para callar a ambas partes. –Y sentirme querida
también… -No podía ocultar una verdad tan evidente. Realmente estaba muy a
gusto con Aaron. Era todo lo que yo buscaba. Era perfecto para mí. Hecho a mi
medida. Pero era sólo un muy buen amigo.
Y no sólo eso, la cosa no queda ahí, había
empezado una relación con su hermano gemelo, totalmente lo contrario a él, que
había durado cuatro días y en los que lo había visto sólo dos. Una para empezar
la relación y otra para romperla.
Además, sentía algo… No sabía si por él o
por la experiencia. No sabía si me quedaba la atormentante duda de lo que podía
ser y no fue, una mala sensación por cómo habían acabado las cosas o un
sentimiento de equivocación que me decía que había cometido un error y que me
había precipitado. Me aferraba a que cumplí mi palabra cuando dije que sólo le
daría una oportunidad. Pero eso no me estaba haciendo feliz, y era consciente d
ello. ¿Y por qué sentía que me había equivocado en mi decisión? ¿Por la situación
actual o por él? ¿Porque quería sentirme querida o porque quería estar con él?
El metro se paró y yo bajé de la estación dejando mis pensamientos en el vagón
que se alejaba. Evitaba la respuesta de la pregunta, y lo sabía. Que lo evitaba
digo…
1ª hora. Examen. Nada que contar. 2ª hora. Continuación
del examen. Nada que contar. 3ª Nada que contar. Descanso. Nada que contar. Final
del descanso, me encontraba en la biblioteca estudiando, llevaba ya media hora.
Mi concentración era óptima, fiel a su costumbre de no pensar en nada que no
quería pensar y centrarse en lo importante. Hasta el segundo después en que
pensé eso… Esta era la semana de exámenes, había pasado ya dos preparándome, y
lo que entró por la puerta me descolocó todo ese esfuerzo. Podía llevarlo bien
si no lo veía, pero no si lo tenía cerca. Y mucho menos si hacía por captar mi
atención. Es como la persona que está a dieta y se le presenta una chocolatina
bailando y cantando “I’m sexy and you know it”. Aunque tal vez no era el mejor
ejemplo. Bryce entró estrepitosamente, no como si estuviese enfadado, sino como
si estuviera harto de buscar en todos lados y su última esperanza estuviera en
la biblioteca.
La biblioteca tenía paredes de cristal, y
estaba en la entreplanta, en el centro, bajo una cúpula también de cristales
por donde entraba todo el Sol que la iluminaba por completo. Desde abajo se
veía como una gran plataforma flotante rodeada de enredaderas. Yo estaba
sentada en el centro, así que si venía buscándome a mí, no pudo verme desde
fuera, a través del cristal no se me veía. En el momento en el que abrió las
dos puertas, de cierre igual a las de las cocinas de los restaurantes, de par
en par, sonó el timbre. Fin del descanso. Fin de mi llevadero día. Lo había
visto. Iba acompañado de los tres famosos guardas de los que tanto había
escuchado estos días. Su expresión mostraba irritación, hartura de algo. Lo
notaba en que apretaba las cejas intentando juntarlas. Creí ver que relajó los
músculos faciales al cruzar nuestras miradas. Creí que el corazón se me paraba
de la sorpresa. En un acto reflejo, aparté la mirada. La milésima de segundo
que estuve mirando en dirección a la puerta para ver quién había entrado así, y
lo vi, fue la milésima de segundo más intensa de esas dos semanas. Triste pero
cierto. Y nunca mejor dicho, salvada por la campana. O más bien, por la otra
entrada que tenía la biblioteca. Salí inmediatamente por allí antes de que se
le ocurriera acercarse. O más bien, antes de que se me ocurriera a mí, aunque
más impulsivamente que mediante una decisión razonada.
Fue malísima idea haber ido a la
biblioteca, ¿por qué no me escondí en el armario de las escobas? Iba a hacer un
examen concentrada en esa dichosa milésima de segundo más que en todo el
esfuerzo de estas dos semanas de reclusión estudiando. Él siempre tan oportuno.
Nunca había ido a la biblioteca, al menos es lo que había visto desde que
llegué a esta universidad. Y va y decide entrar cuando yo estoy estudiando para
un examen tan importante como este… Estaba enfadada, no sabía si con el
inoportuno destino o con las caprichosas casualidades, pero muy enfadada. ¿Ves?
Ilusión, enfado, incertidumbre, sentimientos inclasificables… así no había
quien hiciera un examen… Pero lo hice, aunque no creo que muy bien. Mi mente
encontraba huecos para recordar sus ojos alterados.
A la salida decidí dirigirme al único sitio
que por ahora pensaba que estaba a salvo de su presencia. La facultad de
Biomedicina. Por el caminito de cuadrados y enredaderas de siempre fui hacia
allí para salir por su puerta. Era una cobarde. ¿De qué huía? ¿De él? No… huía
de mi reacción al verlo. Así una tarde más en la tienda y una noche más
estudiando. Así un día más buscando un refugio nuevo. El escondite del martes
fue la sala de música. Lo gracioso en esta universidad, es que cómo sólo van
hijos de la clase adinerada, nadie necesita robarse nada, las puerta de todas
las aulas están abiertas. Es más, con los clubs que forman los universitarios, sitios
como el aula de música están siempre abiertos, incluso en una universidad de
Medicina.
Allí pasé a salvo todo el descanso,
estudiando, en una concentración plena. La música me relajaba y yo no llamaba
la atención pues había unos asientos preparados para público que quisiera
escuchar. Por si acaso, me puse en el asiento menos visible desde la puerta de
entrada. La flauta, el violín, el piano, el violonchelo, la trompeta… eran los
más tocados. Ciertamente había cabinas insonorizadas para practicar en sumo
silencio, aquí por supuesto siempre todo a lo grande, pero también había una
parte para las bandas y orquestas… y ahí era donde estaba yo. Era menos
descarado estar en un sitio habilitado a una banda, que puede tener más
seguidores, que a una sola persona que no conocía de nada.
Al menos, puedo decir que los exámenes me
salieron redondos. Me sentí muy orgullosa de mí misma. Aunque sólo en ese
aspecto, tristemente. Había pasado dos días en esa aula y los cuatro exámenes
que hice en ese tiempo fueron genial. Ojalá apareciera la primera en la lista
de las notas.
-¿Por qué te escondes? –Iba yo saliendo a
la calle por la facultad de Biomedicina, pensando en mis cosas cuando la voz de
Bryce me sobresaltó. Me quedé parada sin respiración. Me había descubierto.
Empecé a sentir frío. Estaba a mi espalda, lo sabía por la dirección de la voz
y porque sin girar la mirada, no entraba en mi campo de visión, hasta justo ese
momento en que lo pensé. No me atrevía a mirarlo, pero lo hice. Ciertamente era
la voz de Bryce, pero físicamente era Aaron. Respiré y expulsé de golpe todo el
aire contenido en mis pulmones. -¿Por qué piensas que me escondo? –Por favor
que no me delatara la sonrisa nerviosa. Sus ojos eran más intensos de lo
habitual.
-No lo pienso, era una forma de decirte que
lo parece. Hace mucho que no te veo. Ya no vienes en los descansos a esta
facultad, ni vas al estanque, ni al comedor, ni estás en la biblioteca… -¿Creía
descubrir tristeza en su cara? ¿Por no verme? Jajaja. Me parece a mí que sólo
lo creía. Entre amigos no nos ponemos así por no vernos 6 días en época de
exámenes… Se me quedó mirando esperando una respuesta, una respuesta que no
obtuvo… -¿Por qué sales ahora por aquí? -¿Qué le decía? ¿Que para ver a Alan?
No iba a colar… Y no me gustaba mentir… tenía que buscar algo que fuera verdad
pero que no me delatara… -Porque a ver a Alan no… la boca del metro para ir a
tu trabajo te pilla más lejos si tiras por aquí… -Qué inteligente él… demasiado.
¡Ah! ¡Ya lo tenía! Fuego contra fuego.
-Tú tampoco respondiste mis preguntas la
otra vez que te pregunté por qué sabías que venía a esta facultad en los
descansos… -Como me respondiera sí que me quedaría totalmente en blanco…
Esperaba no haber puesto cara de desesperada buscando soluciones.
-Cierto… ¿Intentas hacerte la interesante?
–Dijo después de unos segundos cavilando. Creo que había desistido en su
interés. ¿Tan secreta era su respuesta?
-¿Intentabas tú entonces hacerte el
interesante? –Dije con una sonrisa doblada y mirada triunfante.
-Yo he preguntado primero. –Dijo sin más.
Sin darle ningún juego a la conversación.
-Y yo después. –Dije también sin más. Y
pensé en Bryce… Esta conversación con él habría sido tan distinta… Empezó a
andar, y yo a seguirlo al lado. Giró hacia la parada de metro, bastante lejana,
la verdad. Cómo me había pillado… -¿Por qué me has venido a buscar? –¡Oh! Caí
en la cuenta cuando pregunté… a lo mejor no venía a preguntarme, tal vez
estudiaba Biomedicina… Cada facultad tiene su propio comedor, pero tal vez se
reunían en el de Medicina porque alguno del grupo estudiaba allí… Ahora que
también caía… no sabía nada de ellos, del G4 digo. Ni si tenían hermanos,
hermanas, qué aficiones tenían, tipo de música que les gusta, sitios donde han
estado, alguna anécdota… qué carrera estudiaban…
-Quería preguntarte por cómo te estaban
yendo los exámenes. –Dijo sacándome de mis pensamientos. Lo miré sorprendida.
¿Convencionalismo social o simplemente lo quería? Aaron es muy simpático, pero
todavía me cuesta adaptarme a verlo intentando relacionarse. Me paré de repente
y lo miré fijamente.
-¿En serio? –Intenté contener mis ojos para
que no se abrieran mucho…
-Sí. Entre otras cosas. –Dijo extrañado por
mi sorpresa. -¿Por qué pones cara de no esperártelo? –Volvió a decir sin la
menor expresión.
-No por nada… -Cambié mi expresión y
respondí su primera pregunta. –Pues me han ido bastante bien. Creo que no
bajaré en ninguno del nueve. Espero mantener la media de España. Al menos para
que no me retiren la beca. Dicen que la controlan mucho. –Dije sonriendo.
-Eso está muy bien. Yo no me puedo quejar
con los míos. –Y no dijo nada más. ¿Eso era que le habían salido bien o
regular? Con la marcha remprendida hacia la boca del metro, le pregunté otra
cosa.
-Bueno, a todo esto, ¿y qué es lo que tú
estudias? - Ahora tenía curiosidad por saber más sobre él y los demás.
-Física Cuántica. Por la mañana. –Iba
mirando el celeste. Los cuadros de su camisa de cuadros desaparecían en una
zona por el reflejo del sol… Un momento, ¿dijo por la mañana? ¿es que estudia
otras cosas por la tarde?
-Vaya, eso tiene pinta de ser muy… difícil.
–Dije sin más.
-Es abstracto. -La conversación de hoy
estaba muerta entre los dos. ¿Por qué estaba así? Se le veía desganado, pero no
físicamente, sino en el ánimo.
-Ajam… -Tenía que sacar algún tema, y ya lo
tenía. -Sé muy poco sobre vosotros… ¿Por qué no me cuentas algo del G4? –Inicié
la frase con el tono más alto de lo normal, para darle emoción.
-¿Algo como qué? –Se giró para mirarme. La
primera vez en mucho tiempo desde que salimos andando… Tenía cara de totalmente
perdido y totalmente ido. No sé cuál de las expresiones se notaba más… iban las
dos muy igualadas.
-No sé… qué hacéis en vuestro tiempo libre,
qué estudiáis, qué sitios habéis visitado, hermanos o hermanas… ¿sabes por
dónde voy? –Me estaba sintiendo muy tonta en ese momento. Y él seguía muy
pensativo… Ojalá pudiera leer la mente… tendría tan pocos problemas…
-En mi tiempo libre duermo, a no ser que
tenga algún otro plan, que normalmente proponen los demás. Estudio, a parte de
Física Cuántica, Administración y Dirección de Empresas por la tarde, para
cuando algún día herede la compañía junto con Bryce… Era algo impuesto por
nuestros padres, nos dijeron que siempre que estudiáramos eso, podías hacer
cuántas otras carreras quisiéramos después. -¿Y cuándo decía que dormía? Jajaja
¿Este chico es un fuera de serie o qué? -He estado en muchos sitios, pero creo
que te puede interesar saber que estuve estudiando en España dos años. –Oh,
pues sí que me interesaba eso… Cuánto me gustaría haber estado con él en su
mismo centro…-Tengo una hermana, como ya sabes, que se llama Rose, pero está
casada y ahora vive en California con su marido. Leo y Liam están apuntados a un club de deportes
variados, no están especializados en ninguno pero son buenos en todos. Han
ganado ya varias copas en todos, tenis, balonmano, fútbol, baloncesto,
waterpolo, rugbi, paintball… Eso cuando no están con alguna chica. -Hablaba sin
ganas, pero yo lo escuchaba con todas las que a él le faltaban. Era todo muy
interesante. –Leo estudia Robótica y Liam Aeroespacial. Ellos han estado en
muchos sitios pero creo que no en España. Leo es el menor de tres hermanos. Y
Liam tiene dos hermanas más pequeñas que él, de doce y catorce años. –Esperé
unos segundos más a ver si empezaba a hablar de Bryce, pero no lo hizo. ¿Le
preguntaba o no? Sí, no hacerlo conllevaría sospechas, debía decirlo como si
tal cosa, como si fuese lo más normal del mundo. –Bryce hace unos años solía
tocar el piano. Lo dejó cuando Rose se casó y se fue. Ahora por las tardes se
va con la moto o el coche por ahí. Nunca ha dicho donde y yo no le he
preguntado. Él estudia Medicina, aunque le gustaría especializarse después en
Odontología. Podría haberse metido en esa carrera desde primer momento, pero él
siempre ha aspirado muy alto. –Eso me llegó al alma. Me alegraba saber eso,
sobre todo de Bryce… Desde que sabía que no lo tenía, me interesaba por él como
nunca antes pude imaginar. No me lo imaginaba tocando el piano… Pagaría por
verlo… Y no pude evitar pensar cómo sería que me dedicara una canción en un
concierto sólo para mí… ¿Por qué pienso eso cuando fue yo la que lo deje?
Aunque ahora sentía curiosidad por saber adónde iba con la moto o el coche…
-Gracias. Tenía mucho interés en saber más
de vosotros. –Y lo miré sonriente.
-Lo bonito es ir averiguando cosas sobre
las personas pasando tiempo con ellas, no preguntándoles, ni a ellas ni a
otros. –:O Esa frase me había llegado. Tenía mucha razón, y realmente estaba de
acuerdo en todo lo que había dicho. Aaron sigue sorprendiéndome después de
tanto tiempo. Es su magia especial. -Me he ganado una respuesta a mis preguntas
sin responder, ¿no? –Oh… No había contado con eso… ahora para que preguntara
por qué salía por la facultad de Biomedicina. Miré a lo lejos, estábamos muy
cerca de la boca del metro, pronto nos separaríamos.
-¿Por qué pusiste esa cara de excesiva
sorpresa cuando te dije que quería saber cómo te habían ido los exámenes?
–Vaya, había escogido bien. Al menos a mí me convenía.
-A ver como te lo digo… -Cogí aire, pensé
dos segundos y empecé a hablar. La parada se iba acercando. -Espero no
ofenderte, pero me resulta extraño verte a ti iniciando algún tipo de contacto
humano. Me he fijado, e incluso cuando estás con Liam, Leo o Bryce, siempre te
quedas callado mirando. No dices nada si no te preguntan. Normalmente. –Me
estaba empezando a arrepentir por decir eso. ¿Y si se daba cuenta de todo lo
que me fijaba en él?
-Bueno… Con Ashley no soy así… -Claro. Con
Ashley. Qué cosas tenía… Me paré sin darme cuenta, desilusionada, y bajé la
mirada. El suelo no es que fuera mucho más interesante, aparte de por… no, ni
siquiera por eso. -Y contigo tampoco. –Dejé de mirar el suelo para mirarlo a
él. Mucho mejor las vistas. El corazón me dio un vuelco. Tenía razón en eso,
siempre había venido a buscarme muchas veces… Más que yo a él. Me había estado
fijando en cómo era con los demás y no conmigo…
Empecé a sentir un gran estremecimiento en
mi estómago, que se expandía en todas direcciones. Acababa de darme cuenta de
algo que podría haber cambiado las cosas por completo… Con Bryce hacía lo mismo,
me fijaba más en cómo era con los demás que conmigo… Es cierto que es un
egoísta que sólo piensa él, que quiere ejercer su autoridad todo el tiempo sin
importarle lo que los demás quieran. Sí, no iba a negarlo, un agresivo
descontrolado... Aunque no era su violencia lo que me hizo dejarlo. Pero
conmigo, aunque sólo a veces, cambiaba. Y entonces se vuelve la persona más
perfecta del mundo. El chico que debe ser protegido de sí mismo. El día del
ascensor lo dejé con él porque siempre, lo único que he tenido en cuenta, ha
sido su parte mala. La pregunta no era si fue un error dejarlo, la pregunta
ahora era si hubiese podía vivir nuestra relación sólo de su lado bueno. Seguía
enfrentada a la misma realidad, sólo que con un nuevo punto de vista. Esta
noche pensaría el tema.
-¡Aaron! ¡Hoy me has servido de mucha
ayuda! –Dijo al pie de las escaleras de la boca de metro. –Me alegro de verte
después de tanto tiempo. ¡Dile a Leo y Liam que cuando acabe los exámenes nos
vemos en los descansos! ¡Que no me echen demasiado de menos e intenten
sobrevivir sin mí! –Dije de broma. Lo primero iba totalmente en serio, iba a
volver a pasar los descansos con ellos. No aguantaba más sin sus tonterías.
Aunque no tuviera valor para dirigirle la mirada a Bryce o siquiera mantenerle
la mirada o la presencia. En algún momento de mi vida debería volver a hacerlo,
y no pensaba retrasarlo más. -¡Nos vemos! –Y sin darle tiempo a responder,
porque llegaba ya tarde al trabajo, me di la vuelta para seguir caminando…sobre
plano… Había olvidado las escaleras… Y en plancha, como si fuese una tabla de
surf, fui clavándome los bordes de cada uno de los escalones en el tronco
mientras bajaba.
-¡Valeria! –Se escuchó gritar a Aaron.
Cuando llegué al suelo plano y alcé la mirada, él ya estaba allí. Había bajado
corriendo los escalones de tres en tres con sus largas pero seguras piernas.
-¿Estás bien? –Dijo ofreciéndome una mano y una expresión de preocupación muy
graciosa.
-¡Mejor que nunca! –Dije tomándosela y
haciendo fuerza para levantarme del suelo. Me sacudí la ropa rápidamente.
-Veo que todavía sigo sirviendo de ayuda. Y
que nos hemos visto muy pronto-¡Oh! Lo dijo por lo que dije antes. ¡Qué mono
haciendo esa alusión! ¡Su expresión de relajación al ver que estaba bien lo
hacía aún más mono!
-Jajaja. Tú siempre. –Le sonreí a modo de
agradecimiento y despedida. -¡Y nos vemos! ¡Pero espero que no tan instantáneamente!
¡No quiero caerme en las vías del tren! –Y me giré para seguir andando. Seguía
llegando tarde. Eso no había cambiado.
-¡Jajaja! ¡Intenta mantenerte con vida! –Y
sentí anhelo escuchar como el agradable sonido de su risa iba haciéndose más
leve a medida que me alejaba.
Suerte que llevaba leotardos por el frío de
diciembre y no me había visto las bragas… Me sentí aliviada. Menuda vergüenza
que las hubiera visto… ¿O me alegraba porque así el estampado de éstas seguiría
siendo un secreto entre Bryce y yo? Y una vez más, mi mente encontró una excusa
para acordarse de él. ¿Qué hubiera hecho en esta situación? ¿Me habría dicho en
broma con su voz de superioridad algo parecido a <te gusta morder el
polvo>? ¿Se habría reído de mí? ¿Se habría preocupado? ¿Habría bajado
corriendo para ver cómo estaba? No podía callar a mis pensamientos… De pie en
el vagón de metro, como no podía ser de otra manera, la gente era ignorante de
la batalla campal que se estaba librando dentro de mí. Toda la gente menos
Karem.
-¡A ver! ¡No puedo más! ¡O te lo digo o
reviento! ¡Y hoy estoy muy impaciente por todo! –Empezó agarrándome la cara con
las dos manos desde el otro lado del mostrador en el que yo estaba apoyada con
los codos sosteniéndome la cabeza por la barbilla. Como estaba metida en mi
mundo, típico en mí, me llevó unos segundos saber de qué estaba hablando.
–Llevo semanas… ¡semanas! –Repitió dándole énfasis. -Viéndote ausente. Te
pregunté, y me dijiste que era por los exámenes, que estás muy angustiada por
sacar buena nota y tal. ¡Pero es que esto ya es demasiado! –La miraba con los
ojos descolocados. ¿El qué era demasiado? Estaba un poco perdida… -Ni idea de
lo que te estoy hablando… ¿no? –Y giré la cabeza de izquierda a derecha como
podía, seguía rodeándome las mejillas con las manos para que le prestara toda
la atención. –Ains… -Suspiró. Y dejó de agarrarme. Se alejó y siguió recogiendo
ropa. Me fijé en que la tienda estaba vacía. Miré el reloj inconscientemente,
era la hora de cerrar. ¿Ya? Qué rápido se me había pasado el tiempo…
-¿El qué es demasiado? –Pregunté totalmente
desorientada del tema. Al menos mi mente respondía a mis movimientos. Me dirigí
a la puerta para ir cerrando el comercio.
-Te he preguntado TRES veces por a qué hora
quedamos mañana para comprarle a Ashley la tarta de queso. Le pregunté cuál era
su pastel favorito y me dijo que eso. Es un detalle por invitarnos a la fiesta
de pijamas en su casa. Te lo dije hace cuatro, tres, dos y un día. ¿O se te ha
olvidado? ¡Me estoy poniendo nerviosa! -¿Por qué estaba así? Sólo era una
fiesta de pijamas y un detalle sin importancia…
-Lo siento… Se me había olvidado. ¿Quedamos
a las 12 de la mañana? –Dije bajando la persiana de metal de la puerta de
entrada. Cuando ya lo había hecho, me giré a mirar a Karem, no había respondido
nada. Estaba con una blusa morada en las manos, echando el peso del cuerpo en
la pierna derecha mientras movía el pie izquierdo. ¿Qué había hecho ahora?
¿Acaso me había ya que a esa hora no podía y no me había enterado… otra vez?
-Valeria, ya no me creo que todo esto sea
por los exámenes. –Se iba acercando lentamente a mí. Con cuidado, como quien no
quiere asustar a un león. Tú media está muy por encima de la media. Vas
sobrada. Tú estás ausente por otros motivos. –Y puso una expresión tan triste…
No quería verla preocupada por mí.
-Ayúdame… no sé qué hacer con mi vida… -Y
apoyé mi frente en su hombro.
La tienda estaba cerrada, pero allí
estábamos nosotras dos solas, sin dueño que pudiera llamarnos la atención.
Aproveché para contarle todo. Mi carga era demasiado para llevarla yo sola. Le
expliqué que Bryce y yo empezamos a salir el día de Acción de Gracias, que no
lo había visto hasta el domingo después de haber estado haciendo lo imposible
por verlo, y que fue el día que lo dejamos. Le conté lo el por qué Aaron me
había abrazado públicamente en el patio,
me había quedado a dormir en casa de Alan, el desconocido que me tenía
que dar el móvil se me echó encima en mitad de la calle y que todo lo había visto
Bryce. Quería que supiera todo detalladamente, y de forma objetiva, que supiera
los motivos que había tenido Bryce para destrozarlo todo.
-Pero es comprensible… Sé que le diste una
oportunidad, pero es normal que se haya puesto así al verte con tres chicos
pensando que no te habías preocupado en verlo… -Ahí las dos estábamos de
acuerdo. Su expresión mostraba preocupación por mi situación, pero tranquilidad
por saber que no era algún tema grave de salud o familia.
-Sí… Pero no debió haberme espiado… ¿Cómo
si no iba a saber todo eso? Vi su coche siguiéndome y todo y no se dignó a
bajarse… ¿Si tan deseando estaba por verme por qué no se bajó? ¿Por qué se
quedó mirando a ver si hacía algo con ese chico que no debiera? ¿Por qué no me
envió ni un mísero mensaje ni me hizo ni una sola llamada todo este tiempo? Mi
móvil estaba vacío… -Y agaché la cabeza..
No me dolía su agresividad, la oportunidad
no la rompió con su violencia, la rompió con sus actos que no me demostraban
todo lo que había dicho que sentía. Creía que me había mentido, que el que yo
aceptara salir con él era un trofeo. Ganarse a la chica que lo había desafiado
y a la que se había enfrentado. Que todo lo de ese día fue un berrinche por
haberse dañado su orgullo al haberlo dejado yo a él en vez de él a mí. No había
tenido una muestra de amor en todo ese tiempo… Tanto que dijo que estaba
perdido e inevitablemente enamorado de mí… No lo había demostrado… ¡Oh! Yo
estaba dolida porque lo hubiéramos dejado, porque pensara que le había hecho
daño… yo estaba dolida porque en el fondo no me quería, porque todo había sido
una mentira y no estaba enamorado de mí… No me había estado escondiendo de él
porque no supiera como actuar al verlo… me estaba escondiendo de él porque así
tenía una excusa a la que aferrarme cuando pensara que no venía a buscarme para
solucionar las cosas… Darse de bruces con la realidad era muy duro. Me había
estado ocultando esta realidad estas tres semanas, pensando en otras cosas cada
vez que vislumbraba un hilo de pensamientos que desembocara aquí…
-Valeria… ¿no te has parado a pensar que el
tipo ese con acento extraño ha borrado todos los mensajes y llamadas? –En mi
rotunda desilusión, vi una luz al final del camino. Pero recordé cuando me
metió en el ascensor a la fuerza ignorando todas mis súplicas. Ejerciendo su voluntad
sobre todas las cosas, sin importarle una mierda lo que pensaran los demás… Era
así todo el tiempo, y yo no lo aguantaba. Dejé de ver la luz al final del
túnel. Mi momento de feliz fue tan efímero… -Sí, pero eso no quita que
estuviera espiándome… -Mucho encarcelamiento en su casa, sin poder salir, pero
para espiarme todo el tiempo del mundo…
-A ver, a ver, ¿no me has contado que no
podía salir de su casa? ¿Qué su madre lo tenía encerrado y rodeado de guardias
por lo de la paliza al mendigo? –Karem era muy determinada, si se proponía
algo, lo conseguía. Y ahora se había propuesto devolverme la ilusión.
-Sí. –Debería haberme dado cuenta de lo que
ella quería que viera al decir eso. Pero no veía las cosas con claridad.
-¿Y no me has dicho también que te has
encontrado a ese chico en demasiadas coincidencias? –Veía brillo en sus ojos.
Descubrí que sabía algo que a mí se me escapaba.
-Sí. –Estaba deseando que continuara.
-Pues bien. Si Bryce no podía salir de
casa, no podía espiarte. Debió haberse enterado de todas tus andadas porque
alguien lo ha tenido que estar informando. Como ya te contó Aaron, ese día se
había escapado haciéndose pasar por él, los otros días no puede haber salido de
su casa, los guardias lo habrían pillado usando el truco ese más de una vez.
–Se paró para ver si decía algo. Le hice un gesto con la cara para que
continuara. –Es poco probable, pero tal vez el chico ese te ha estado siguiendo
a ti e informando a Bryce de todo.
-Karem… eso no arregla nada… Qué más si me
espía él en persona como si manda a alguien para que lo haga…
-No me estás entendiendo… ¿Cómo iba a ser
el espía el mismo chico que te abrazó delante de Bryce? Él mismo te echó eso en
cara en el restaurante. Si hubiera sido un detective contratado con él, no
pensaría quedas con chicos a sus espaldas. –Cierto… muy cierto… -Estoy diciendo
que tal vez ese chico ha estado llamando por teléfono a Bryce, diciéndole
mentiras, incluso mandándole fotos tuyas con Aaron y Alan para que él se lo
crea. ¿No es mucha coincidencia que se te pierda el móvil el mismo día que
empezáis la relación tú y él y te lo devuelva el día que la termináis? – ¿Pero
por qué Bryce dijo que Aaron había pasado la noche en mi casa? Cuando lo dijo
no le di mucha importancia, estaba alucinando por muchas otras cosas, pero
ahora que me lo planteaba de nuevo, era extraño. ¿Aunque de dónde sacaba eso?
Si Karem tenía razón, el tipo ese no podía haberle enseñado nada a Bryce porque
Aaron no se había quedado a dormir en mi casa… Un momento, sí que lo había
hecho… Pasó cuando estaba con gripe, incluso vimos una peli, la de “27
vestidos”… ¿Pero cómo el tipo ese iba a tener una foto mía de Aaron en mi casa
de noche o despidiéndome de él en el portal? Hacía como dos meses de eso…
-Pero Karem, Bryce dijo que Aaron había pasado
una noche en mi casa. De eso hace dos meses… Ese tipo no puede haberle mostrado
ninguna prueba. Todo esto que te cuento pasó hace tres semanas.
-¿Y? Puede haber estado planeado desde
entonces. Esperando el momento perfecto para soltar la bomba donde más daño
hiciese. -Esto que me estaba contando Karem tenía mucha lógica, pero era muy
increíble. ¿Por qué ese tipo iría a hacer eso? No me conocía de nada como para
estar planeando destruir una relación que por aquel entonces era impensable.
-Continúa por favor. –Estaba ansiosa por
saber más.
-Sé que todo esto que te digo es muy de
guion de película. Y que es más probable que Bryce hubiese contratado a alguien
para que te siguiera antes que un chico que no conoces absolutamente de nada
lleve maquinando un plan para destruir tu relación con Bryce cuando ni siquiera
estabais juntos. Pero todo encaja como piezas de puzzle. –No podía decir nada,
estaba intentando asimilar como cierto lo que estaba diciendo. –Bryce nunca ha
tenido novia. Habría salido en la portada de todas las revistas del corazón del
país. Incluso cualquier acercamiento más de lo normal con alguna chica. Lo sé
porque pasa continuamente con Liam y Leo. –Hizo una pausa, estaba analizando
mis expresiones. –Yo creo que Bryce sí fue sincero cuando te dijo que estaba
locamente enamorado de ti. No lo conozco, pero por ese hecho de que nunca se le
ha visto interesando por ninguna chica, intuyo que sí. ¿Por qué iba a mentirte?
¿Qué gana con eso? Si no tienes ni un mensaje ni llamada de él en tu móvil, es
porque el otro lo ha borrado. Eso es un hecho. No es posible que te contratara
un detective para vigilarte sin haberse preocupado antes en enterarse por sí
mismo de cómo estás. Porque en ese caso, hubiera estado buscando cosas en tu
contra, motivos para romper. Y eso no puede ser puesto que te quiere. Que es
otro hecho. -Estaba diciéndome de palabra lo que mi mente había estado
negándose mucho tiempo. -¿Y por qué el otro querría eliminarte sus mensajes y
llamadas? ¿Para no dejar huella de que estaban abiertos y ha cotilleado? Si no
pensara verte más después de dártelo eso le debería importar bien poco. Ese tío
tenía un plan. –Recordé los ojos del chico. Decían todo lo contrario de lo que
hacía. Mentía, y eso lo sabía muy bien, pero nunca habría imaginado esta
situación… Porque lo estaba escuchando de los propios labios de Karem, que si
hubiera sacado toda esa deducción yo, habría pensado que estaba muy desesperada
buscando motivos para no caer. -Cuando se ha eliminado lo imposible, lo que
queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad. –Dijo como
coletilla final.
-¿Entonces me quiere? –Dije mirando al
infinito, absorta en un universo paralelo.
-¿Es eso con lo único que te has quedado de
todo lo que he dicho? –Y se golpeó la frente con la palma de la mano. Suspirando. Se calló para escuchar una
respuesta por mi parte. Pero no la obtuvo. El punto del infinito que estaba
mirando me tenía realmente absorbida. –Creo que sí. –Y la abracé emocionada
tras unos segundos reprogramando mi mente para volver a la “normalidad”.
-¡Cuánto te quiero! ¿Cómo no me has pedido
antes que te contara lo que me pasaba? –Dije mientras la estrujaba contra mi
cuerpo.
-¡Porque quería que me lo dijeras tú! ¡Que
saliera de ti! ¡No quería ponerte en el compromiso de contártelo si no te
apetecía por algún motivo! Hoy ya es que no podía aguantar más. –Dijo mientras
me apretaba también contra sí. Fuertemente agarrada por sus brazos rodeando mi
espalda. Era el calor de la amistad.
-¡Y en el estado en el que estaba se me iba
a ocurrir eso? Si ni siquiera era consciente de lo que pasaba a mi alrededor…
-Y las dos nos echamos a reír. –Por cierto. Te has hecho la guay con la
coletilla de antes. Pero tiene toda la pinta de ser de algún libro. ¡Confiesa
que te he pillado! –Ahora que tenía esta nueva visión, había vuelto a ser yo
para dejar de ser la chica ausente.
-¡Cómo te he echado de menos! ¡Dios! ¡Debí
haberte asaltado mucho antes! –Ciertamente, porque en estas tres semanas,
nuestra relación se había vuelto meramente laboral. Soy gilipollas. Cómo me he
perdido cada día al lado de Karem por mi cobardía personal…
-Es de Sherlock Holmes. –Y me guiñó un ojo
de una manera tan adorable, que no pude evitar darle otro achuchón.
-Pues te viene genial. –Y cerré los ojos
durante ese momento.
-Elemental, mi querida Valeria -La magia de
Karem. Sólo ella es capaz de encontrarme cuando ni yo misma soy capaz.
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