Capítulo 50: Oso blanco
Esa noche me sentí muy sola en la cama, más que ninguna otra vez antes. Al día siguiente, lunes 28 de noviembre, había clases y escasez de ganas de ir a ellas. Pero debía ir, era mi obligación con el Estado español, que me estaba pagando la beca de estudios. Aunque lo decía para tener argumentos a favor de ir, porque en verdad eso no me condicionaba… que malota soy jijijiji. Bromas sin gracia a parte. Me vestí, desayuné y me fui. Rápido, porque cada segundo que pasaba en mi casa me convencía más de que lo mejor era quedarme en ella.
Muy decidida pero sólo aferrada a ese estado de ánimo por un fino y delgado hilo, caminaba pisando fuerte por la calle. Poner todo mi oficio y trabajo en hacerme ver que todo estaba bien me mantenía bastante entretenida, para qué mentir… Aunque tal vez estaba exagerando un poco, parecía un militar desfilando con las zancadas largas, decididas, fuertes y la cara seria. Pero como la gente no me miraba… no se fijaba en mi… no repara en mi persona… soy invisible e incorpórea para ellos… y además no tenían nada que ver conmigo y tampoco iba a volver a verlos…. Me daba igual, yo seguía pisando fuerte, haciendo notar que yo estaba allí. Aunque mis ánimos sinceros, naturales y espontáneos no.
Llegué a la Uni, mi postura ser mantuvo firme, aunque flaqueara en ciertos momentos al acordarme de que podía encontrarme con él. En Inmunología me senté muy decidida junto a Shelby, que como de costumbre, muy pronto comenzó a hablarme de su fin de semana. Cada lunes la misma historia. A ver con qué me sorprendía hoy.
-Conocí a un extranjero monísimo en Wall Street. Era francés, rubio y con los ojos azules. –Esto era nuevo. Vale, no me gustan los franceses ni los rubios con los ojos azules, excepto Leo, pero porque él era algo fuera de serie. -Yo pasaba por allí de vuelta de las compras, y se acercó a mí para preguntarme dónde estaba no sé qué sitio. -¿No sabía por qué le preguntaba? Me la imagino toda emocionada ella viendo que se le acercaba y enclaustrándose en su burbuja ignorando todo lo exterior. Vaya, justo lo que me pasa a mí todo el rato. –Pero no importaba, tomé la oportunidad para ligar con él y me lo llevé por todos los alrededores de guía turística. ¡Muy caballerosamente se ofreció a llevarme las bolsas de la compra! –Guau, todo un caballero sí. Iba a exteriorizarlo en voz alta, pero no me dejaba hablar. –¡Dijo que le gustaba mucho, que era guapísima, y que quería volver a quedar conmigo antes de irse! Me ha dado su número y lo voy a llamar hoy al salir de clases. Ayer no pudo quedarse más tiempo porque iba a perderse un tour que tenía contratado para hacer en helicóptero. –Acabó con su historia desilusionadamente.
-Pues yo tuve una comida de rencuentro con antiguos compañeros del cole… -Pero ya no me escuchaba.
-La señorita del pelo naranja. Guarde silencio por favor. –El profesor me llamó la atención a mí… ¿Y qué era eso de “señorita del pelo naranja”? ¡Tengo un nombre! ¡Que somos treinta en la clase! ¡No es como para no recordarlo! Aunque tal vez no es un profesor preocupado en acordarse de los nombres de sus alumnos…
-Señorita Dawson, ¿podría decirme por qué ese tipo de bacterias…-Y ahí desconecté. Anda y que le dieran por el cu…aderno. Aquí todo el mundo recibía respeto menos yo. Pero yo no iba a hundirme. No. Y si Shelby volvía a ser la protagonista y una vez más me ignoraba cuando iba yo a hablar, daba igual, por lo menos hoy volvía a ser la misma, me dejó preocupada el viernes cuando la vi tan mal.
Las prácticas de por la mañana se me pasaron volando, para una vez que me parecen súper interesantísimas… Cuando me di cuenta ya era la hora de comer. Por mi, hubiera seguido con el cadáver liada. Me lavé las manos y salí fuera dirección hacia el campus de Biomedicina para buscar a Alan. Agradecí que en la Uni el campus fuera único, así todas las universidades están en el mismo recinto. La verdad es que el camino entre ellas era muy bonito. Arcos cuadrados, blancos, a modo de piezas de lego pero sin separación entre pieza y pieza, rodeados de enredaderas con multitud de flores con colores vivos y alegres. Daba gusto pasear entre universidad y universidad. El suelo era de cemento con chinos, a los lados había bancos de piedra con un respaldo en el que la parte de arriba es un macetero con flores que contrastaban con las del techo. A cada lado había pequeños jardines con fuentes y césped, bien delimitados por fragmentos de piedra blanca. Al parecer, esta parte no estaba reservada por el G4, había estudiantes con litronas y cachimbas. Como en España, sonreí al pensarlo.
-¿Por qué pasas de mí Valeria? -¿Valeria? ¿Pasar de quién? Me giré a mirar a un lado y a otro. No había nadie, sólo flores, maceteros y rayos de sol. ¿Me lo habría imaginado? Seguí andando. –Estoy aquí. –Volví a mirar a cada lado. Incluso hasta al cielo. Vale, me sentía como Alicia en el país de las maravillas cuando el Gato Risón, invisible, le hablaba. Lo gracioso es que me sonaba la voz. Y mucho. –Estoy detrás de ti. –Me giré. Aaron estaba sentado en un banco del sendero, con una pierna descansando sobre otra, un brazo encima del respaldo y una vista deslumbrante. Qué arrebatadora visión. Como siempre, mi cuerpo actuaba independientemente de mi voluntad cuando lo veía. Me acerqué a él, no demasiado deprisa ni demasiado lento.
-¿Qué haces aquí? –Pregunté extrañada. Aaron era un millón de veces mejor al Gato Risón.
-¿Eso es lo que me dices después de llevarme un rato llamándome porque has pasado de largo por mi lado? –Se estaría haciendo el indignado, pero con la mejilla levantada a modo de sonrisa ladeada sin mostrar dentadura le quedaba más bien conquistador.
-¿Lo he hecho? –Veo normal no haberme fijado en alguien cuando camino metida en mi mundo, pero ya no fijarme en Aaron era harina de otro costal, y más si sólo estaba pensando en lo bonita que era la vista… porque para vista bonita, él.
-¡Te diré que si lo has hecho! –Dios… no creía que lo mío fuera tan grave…
-Lo siento… Iba inmersa en mis pensamientos… Por un momento, cuando me paré a mirar a ver quién me llamaba y no vi a nadie, llegué a pensar incluso que eran imaginaciones mías. –Y me senté a su lado, suspirando a modo de harta de todo.
-Te estaba buscando. –Dijo sin más. Yo estaba mirando mis manos sobre mis rodillas, pero vi mucho más pertinente mirarlo a él. Y agradable también.
-¿A mí? –Dije inclinándome hacia adelante, apoyándome con los codos sobre mis rodillas, y descansando la cabeza sobre la barbilla. Me miró raro. Vaya, por mi expresión y cara, creo que he parecido más extrañada de lo normal…
-¿Por qué te sorprende tanto? –Dijo divertido al ver mis expresivas expresiones.
-Porque no se me ocurre ningún motivo por el cual tengas que buscarme viniendo expresamente aquí. Que por cierto, ¿cómo sabes que iba a pasar por aquí? ¡Ostras! ¡Ostras! ¡Si yo tengo que ir a ver a alguien! –Dije levantándome de sopetón. Por mucho que Aaron me atrajese de una forma gravitacional, Alan era lo principal para mí en ese momento.
-¡Jajaja! ¡Tranquila, no te alteres tanto! –Y comenzó a reírse disimuladamente con esa risa que es música para mis oídos. –Si ya lo sabía, pensaba acompañarte, si no te importa, claro. –Pestañeé un par de veces, incrédula, ¿eso era cierto? Me súper alegré. Me sentí afortunada e importante, y feliz de que fuera Aaron. Mi Aaron, el que nunca me había defraudado.
-Claro. –Dije todavía con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Él seguía riéndose silenciosamente. –Pues tú dirás. ¿Cómo sabías que pasaría por aquí?–Le insté a hablar una vez que nos pusimos en camino. Agradecí que el recinto fuera tan grande y los sitios estuvieran distanciados considerablemente, sólo por ese día, así podría estar más tiempo a sola con Aaron.
-Siento haberte dejado plantada ayer. -¿Ayer? ¿Plantada? ¡Oh! ¡Cierto! De verdad… se me va la olla más como nada… Por lo menos, tenía razón al obligarme a creer que no le había pasado nada. Aparentemente estaba sano y salvo. Lo miré para asegurarme… Si es que busco cualquier excusa para mirarlo de arriba abajo. Barrido de prueba realizado. Escáner de análisis realizado. Comprobación de que los resultados son correctos, realizado. Bien, estaba en perfecto estado de salud. Si es que me preocupo tanto por él… -Por lo que veo, estás sana y salva, el tipo del móvil no te hizo nada. -¿Me habría hecho él otro análisis visual de comprobación del estado físico? Dios… en qué estoy pensando… deja el lado desesperado para otro momento, Valeria…
-¡Y que se hubiera atrevido el estúpido ese! –Bien, había dejado el lado lujurioso por el guerrillero…
-¿Qué te hizo? No, mejor ¿qué te intentó hacer? Pobre chaval… no sabía con quien se metía… Si hubiera sabido tus andadas por la Uni… Que en paz descanse… -Cuando Aaron me chinchaba, no lo hacía de la forma en que Liam y Leo lo hacen, su forma es adorable. Las expresiones teatrales de su cara eran exquisitas.
-Ja-ja-ja. No le hice nada porque no le dejé, casi… pero cuando no metía cuello metía mano… -¡No! Al haber dicho eso ahora parecería una creída que se piensa que tiene a todos los tíos rendidos a sus pies… ¡Mierda! ¡Pero es que era cierto!
-Vaya, voy a tener que empezar a ponerme celoso. –Y cuando lo miré sorprendida por lo que estaba escuchando, creyendo más que era una ilusión de mis oídos que otra cosa, me guiñó un ojo. El sol le iluminaba la cara y le aclaraba los ojos, ahora parecían transparentes, sentí que podía nadar en ellos. ¿Se puede ser más irresistible? –Bueno, a lo que iba. –Y cambió de tema radicalmente. Con lo bien que estaba yo con el anterior… -Llamaste a Leo porque querías saber qué pasaba con mi hermano… -Oh no… Yo que quería olvidarlo todo y me venía el hermano del culpable, por el que todavía seguía sintiendo algo, más bien mucho, a contarme cosas del motivo de nuestra ruptura. -¿Sigues interesada en saberlo? –Y se paró a hacerme al hacerme esa pregunta, como si para meditar la respuesta necesitase de toda mi capacidad mental.
-Sí. –Hacía vientecillo, suficiente para ver su pelo negro ondeando al viento y al mío moverse ligeramente. Ahora estaba de espaldas al sol, por lo que se le creaba sombra, que le hacía aún más arrebatador.
-Nuestra madre lo ha castigado en una especie de arresto domiciliario. –Y remprendimos el camino al campus de Biomedicina. –No sé si lo sabes, pero el mendigo contra el que peleó aquel día que cogió fiebre, era Earl Cobain. –Me sonaba el nombre, lo había leído en algún sitio… Pero no sabía dónde. –Era el dueño de una empresa que quebró por culpa de la corporación de mis padres. -¡Ya sé quien era! Su empresa de telecomunicaciones quebró por no querer vendérsela al imperio Domioyi. Me estremecí al recordarlo.
-Sé quien es. –Respondí todavía pensativa, intentando recordar más cosas de aquel artículo… Lo leí en una noticia del periódico en el metro de camino a la Uni el día que Bryce descubrió que tenía ojos de distinto color… Un momento, Me he sentido desilusionada… lo pensé desilusionada… oh no… estaba desilusionada por no ver a Bryce…me desilusioné aún más al comprobar que estaba desilusionada…
-Pues en venganza, no quiso aceptar el dinero que le ofrecieron los abogados de la compañía. Y hay ahora una disputa por si saca a la luz la “paliza” que le dio Bryce o recibe de nuevo todos los derechos de su antigua empresa a modo de indemnización. –Con que ese era el motivo por el que no podía recibir visitas… Nunca lo hubiera imaginado. Y yo que llegué a pensar incluso en un momento de desesperación total que era porque no quería verme… Empecé a sentirme culpable.
-Ciertamente había notado que había más guardias en casa, que estaba más vigilada, pero no se me pudo ocurrir que estaban manteniendo a mi hermano recluido. –Me parecía raro escuchar la palabra hermano. Yo es que los veía tan distintos, tan pero tan distintos… -Cuando fui a hablar con él, descubrí que no quería hablar conmigo. No me enteré hasta que salí de la ducha, listo para ir a buscarte a la una y media, y los guardias me impidieron el paso. –Me miró buscando algún comentario por mi parte. No hubo ninguno. Continuó al comprobar que seguía escuchándolo atentamente. –Comprendí al momento que el problema no era él, era que estaba vigilado y no le permitían salir. Sin saber todavía nada, vi conveniente hacerme pasar por él. Entré adentro, comprobé que mi ropa usada la había cogido él, llamé a mi madre y me lo confirmó todo. –Con que por eso olía diferente cuando me abrazó… Llevaba la ropa de Aaron… Me sentí confusa, ¿por qué a mi cuerpo le atraía más el olor de Bryce? Caprichos macabros del destino. –Fue a buscarte. –No era una pregunta, era una afirmación en todo regla. Yo seguía caminando sin decir nada. Pero me surgió una duda.
-¿Cómo lo sabes? – ¿Se supone que habían hablado del tema después cuando Bryce llegó? Poco probable. Aun así, al imaginármelo, me dio escalofríos. ¿Vislumbré en sus ojos que eso no debió haberlo dicho? Su respuesta ignoró por completo mi pregunta.
-Los guardias descubrieron el fraude. Intenté disimular mi sorpresa al descubrirlo y pacíficamente me volví adentro, cuantas más cosas hicieras, más posibilidades de delatarme. No caí en la cuenta de que Bryce no habría actuado nunca así. -¿Y sabiendo los guardias de seguridad que son gemelos que se pueden confundir… sólo les bastó verlo con la ropa que Aaron había llevado antes de entrar? –No soy tan buen actor como él. Yo tengo la costumbre de saludar a los guardias al salir y entrar. Él lo sabe, muchas veces me ha dicho que es innecesario e inútil. –Como no… Pero me hizo gracia ver que había respondido una pregunta que había decidido callar. -Sin necesidad de ningún tipo de comprobación, diciendo eso de la manera más natural y tres cosillas sin importancia, no levantaría la sospecha de los guardias. Y no me equivoco mucho en pensar que es por eso que descubrieron a mí… los saludé. –Pequeñas grandes cosas que determinan la victoria total o el fracaso absoluto. Aunque mi asombro al ver que tal frase había salido de mí, se fue al ver su cara de circunstancia y replanteamientos existenciales. Estaba muy gracioso. Jajaja.
-¿En qué piensas? –Dijo después de un largo silencio. Se paró, así nuevamente toda mi atención recaería en él. Me miraba expectante. Pero ciertamente no dije nada después de que terminara su explicación. ¿Qué quería escuchar? No iba a decirle que pensaba en qué hizo Bryce después de aquello.
-Me preguntaba por qué has ignorado las dos preguntas que te he hecho. –No fui sincera. Lo hubiera sido si hubiera preguntado <¿en que estabas pensando?> o <¿en que habías pensado?> pero no con <¿qué estás pensando?>
-¿Me has hecho dos preguntas? –Y puso cara de escéptico. Efectivamente, declaraba de forma fidedigna que era un pésimo actor. Su cara me decía descaradamente que se estaba haciendo el loco y que había escuchado perfectamente las preguntas.
-Sí. La de por qué sabías que iba a pasar por aquí y la de por qué sabías que Bryce fue a buscarme. –Y puse los brazos en jarras para intentar mostrar enfado.
-¿No es ese tu amigo? –Dijo apuntando con la barbilla hacia mí. Es decir, estaba a mi espalda. Me giré a mirar, correcto, era Alan. Miré alrededor, estábamos muy adentrados ya en su campus. Ni me había percatado con la charla y mi posterior introspección. Mira por dónde se iba a escapar de mi pregunta Aaron… Alan estaba sentado en un poyete de los típicos jardines sembrados en una especie de macetero gigante. Miraba hacia un lado, no me vio. Llevaba el collarín. Encogí la expresión al verlo.
-¿Quieres que te lo presente? –Le ofrecí amigablemente. Sabía lo introvertido y poco sociable que era Aaron. Y no me equivoco al pensar que conocía la respuesta.
-¿Te importa si te espero aquí? –Sonrió a modo de disculpa. Aunque podría haber puesto otra expresión, esa hacía que me costara más trabajo despegarme de él.
-No sé cuánto puedo tardar.
-Entonces me iré a buscar a los demás. –Me hizo un gesto con la mano, similar a un saludo militar pero sólo con dos dedos juntos, y se despidió. Lo miré irse, sin darme cuenta, cuando lo vi desaparecer, comprendí que me había quedado como una tonta babeante mirándolo andar… Me giré y fui adonde Alan. No me vio llegar, no me miró, estaba hablando con alguien que desde mi perspectiva no podía ver, lo tapaba un árbol. No fue hasta que estaba a un metro de Alan cuando la vi. Claire.
-Hola. –Fue un saludo demasiado cordial para lo que estaba acostumbrada.
-Hola. –Respondieron los dos a la vez. Vale, ¿qué hace ella aquí? No es que me moleste… pero quería estar a solas con Alan.
-Que sorpresa encontrarte aquí, Claire. ¿Vienes mucho por aquí? –La pregunta sonó demasiado falsa. Quería saber sólo para qué venía. Sabía de sobra que si hubiese venido antes, a ver a Alan, me habría enterado o visto.
-No, no mucho desde que lo dejamos. Pero él y yo seguimos manteniendo una buena relación y sentí que debía venir a ver cómo estaba. –Dijo como si fuera la cosa más natural del mundo. Me imaginé una situación hipotética en la que Bryce y yo fuéramos sólo amigos y tuviéramos una bonita relación de amistad. Cuanto más lo pensaba, más hipotético me parecía… Suspiré, le sonreí y me giré a mirar a Alan.
-¿Cómo has pasado la noche? ¿Qué tal estás hoy? –Aunque pareciera que preguntaba por respeto, no lo hacía así, de verdad me interesaba.
-Pues bastante incómodo, sólo he podido dormir bocarriba y me ha costado pegar ojo. Hoy estoy otra vez incómodo, siento mucha rigidez en el cuello. –Dijo mientras levantaba los hombros para estirar a lo largo el cuello. Se le notaban marcas en los ojos de haber dormido poco. Hice una mueca inconsciente de desagrado.
-¿Y queda tu universidad muy cerca de aquí? –Le pregunté a Claire para empezar una nueva conversación. Ciertamente la Uni con todas sus campus ocupaban bastantes hectáreas, pero yo no conocía los alrededores, tal vez había más universidades.
-No. Queda bastante lejos. Tengo que saltarme una hora porque no me da tiempo en la hora de descanso. Pero por Alan cualquier cosa. –Y lo abrazó cuidadosamente, Alan se quedó con los brazos colgando a cada lado, mirando extrañado. Yo no comenté nada mentalmente, pasaba. Estuve con ellos sólo quince minutos, era lo que quedaba de recreo. No hablamos cosas muy significativas, sólo por el estado de salud de Alan y cosas de la universidad y las clases. Fue una conversación amena, pero yo no estaba de humor. Tenía la sensación de que ese día no vería a Bryce. Y así fue.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Y así pasaron dos semanas, tan largas y cortas como llevaderas o no. Tan contradictorias como lógicas. Unos días iba a ver a Alan y otros días me quedaba estudiando en la biblioteca. Los exámenes de fin de cuatrimestre estaban justo a la semana siguiente y no podía arriesgarme a bajar mi media, no podía defraudar a quienes habían invertido dinero en mí, pero sobre todo por mí, no estaba dispuesta a ser una más. Quería ser la mejor. Ya que mi vida amorosa es bonita sólo en mi cabeza, porque ni siquiera en mis sueños se puede decir que lo sea…ya que desgraciadamente no suplo mis carencias amorosas con ellos… y mi suerte en vez de inexistente es directamente mala…
Fueron dos semanas muy rutinarias y poco llevaderas. Lo único que le dio más vidilla fue la nota de mi trabajo de investigación. Un notable alto. No era la nota a la que estaba acostumbrada, pero sí la máxima para haber hecho el trabajo en una noche y una tarde. Tenía que sentirme realizada en algo, y sólo me quedaban los estudios, porque como amistad, sólo podía no fallar nunca, porque lo que era ayudar, tampoco estaba en mi mano. Karem a veces se veía eufórica y otras depresiva. No volvió a sacarme el tema de su amor difícil, y yo no quise sacárselo. La fiesta de pijamas en casa de Ashley se pospuso para el día en que yo acababa los exámenes. Clases por la mañana, trabajo por la tarde, estudio por la noche. Los parciales estaban a la vuelta de la esquina.
Alan se había recuperado muy pronto, pero por costumbre, Claire seguía yendo a verlo. A veces comíamos los tres, otras veces comía yo con Alan y sus amigos. Muy buena gente los de Biomedicina por cierto. Eso sí, casi me come la tierra cuando se enteraron de quién era… La Juana de Arco de la Uni… La mártir… En fin, por lo menos eran de buen rollo. Siempre podrían haberme puesto de mote “La tortita”… por la manía de tirarme harina, huevo y agua y eso… Lo cierto es que lo pasaba muy bien con ellos, me reía mucho. Gente sin complejos que dice las tonterías que se le vienen a la cabeza sin miedo al que dirán. Gente real de verdad, que sabe que está rodeada de personas reales. Aunque lo mejor de ir a su facultad, lo mejor de todo era encontrarme a Aaron por el camino. Cuando no me pasaba el recreo estudiando y decidía ir a ver a Alan, siempre me lo encontraba en el camino de los arcos con enredaderas y flores de colores.
Cada vez que lo veía, se me iluminaba todo. Sólo podía verlo a él, lo demás sobraba. Era el mejor momento del día, aunque sólo durara cinco minutos, el tiempo del camino. No sabía por qué estaba allí, si iba a buscarme a conciencia porque quería estar conmigo, no tenía nada mejor que hacer o no quería ver a Bryce, Liam o Leo por algún motivo… sólo sabía que aunque nunca aceptaba quedarse con Alan y yo, siempre estaba sentado en el mismo banco que una vez ignoré. Eso, y el momento de la salida y entrada en los que me cruzaba con Liam y Leo, era el único contacto que tenía con el G4. El único… Y trataba con tres de cuatro… Creo que ninguno de ellos era con el que verdaderamente quería… Y no supe seguir. Sentí un vacío dentro de mí. El que deja una oportunidad que no tuvo oportunidades.
La cosa estuvo muy calmada en la Uni esas dos semanas, la gente seguía sin hablarme y yo tampoco hacía por que eso cambiara. Shelby se acordaba de mí cuando le interesaba, y por fin para Angela, Stephanie y Cindy parecía ser invisible, al igual que para el resto de los mortales… ¡Vale! ¡No sirvo para esto de no pensar en lo que no quiero pensar! Comparar un pensamiento mío sobre Bryce por uno en las tres arpías esas era como cambiar la conversación sobre una operación médica por qué color de sombra de ojos ponerse para salir. En contra de mi orgullo para no sentir que me había equivocado en mi decisión, no paraba de encontrar motivos que me hicieran pensar que Bryce de verdad había cambiado y que no debí dejarlo… ¿Era remordimiento de conciencia por el dolor que le había causado o parecía haberle causado? ¿O eran mis sentimientos gritándome una verdad a voces que n quería escuchar? Por ahora, seguía con la duda de si de verdad alguna vez me quiso y no fui algo pasajero sin mayor significancia…
Para no verlo, llegaba muy puntual, salía muy tarde, andaba siempre mirando al suelo y por sitios donde no era probable encontrármelo. ¿Cuánto me duraría este juego? ¿Por qué vuelvo otra vez a un tema que no afronta la realidad? Soy una cobarde conmigo misma además de todo… ¡¡SÍ!! ¡Me humilla a mí misma reconocer que evito a Bryce a toda costa pero que me intereso por todo lo relacionado con él! ¡Y por mucho que cambie de canal en la programación de mi mente, huyendo, al final siempre acabo viendo el mismo programa de siempre! Evito a Bryce pero pienso en él, lo ignoro pero lo busco, paso de él pero quiero saber todo lo que le rodea.
Sabía que Bryce se había disculpado con el restaurante que destrozó, pagó los desperfectos de su propio dinero e incluso dio más como gesto de disculpa. Aaron me lo contó un día que no pude más y tuve que preguntar por él. Más bien, un día que mi capacidad emocional venció a la racional. Noté que durante esas dos semanas, no se escucharon noticias sobre actos despóticos o altivos del G4. Al parecer, si el líder estaba calmado, todos estaban calmados. Incluso me había enterado de que andaba acompañado de tres gigantes a todas partes. La gente pensaba que era por protección. Yo sabía el verdadero motivo. Y por eso me sorprendió no recibir ninguna noticia sobre un mal comportamiento del grupo, parecía increíble que Bryce aceptara que lo persiguieran a todas partes esos hombres, sin rechistar. Aunque no tuviera fuerzas para verlo, hablar con él y volver a sentir cosas que creía haber guardado bajo llave, siempre andaba con el oído puesto en alguna conversación ajena de las seguidoras del G4. Era lo que más cerca me mantenía de él. En estas dos semanas no lo había nada más que a escondidas. Ni un intercambio de miradas siquiera. Y aunque me hacía infeliz, era decisión mía. Lo que no puede ser, no puede ser, y de eso estaba tardando ya demasiado en hacer entender a la parte estúpida y esperanzada de mi cerebro.
<-Quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en un oso blanco- dijo Tolstoi a su hermano.> Y su hermano no lo consiguió, por mucho que se esforzaba. Cuando se disponía a irse del rincón porque recordaba que no había pensado en un oso blanco, inmediatamente pensaba, y volvía al rincón. Una y otra vez. Continuamente, en un ciclo constante. Y yo sabía perfectamente lo que sentía el hermano… demasiado para mi gusto. <No vuelvas a ver a Bryce hasta que estés segura de que no estás afectada por cómo están las cosas –dijo la parte racional de mi mente.> Pero la parte emocional volvió a sentirse afectada, y Valeria no se sintió con fuerzas para enfrentar a Bryce, un día más, un mañana más, un segundo más. No sabía lo que podría volver a sentir, y le daba miedo descubrir que romper con él fue un error y que quería estar con él…Porque no estaba dispuesta a sufrir a cada momento por su acaparadora personalidad.
Tal vez el hermano de Tolstoi murió en el rincón. Tal vez yo nunca pueda volver a ver a Bryce por decisión propia. Aunque la gran diferencia, es que el hermano tenía la opción de rendirse… yo por más que me obliga a permanecer firme en mi postura de no atormentarme, no conseguía encontrar la opción de dejar el “juego” por ningún lado. Porque en el fondo, aunque luchaba por convencerme y engañarme de lo contrario, y lo conseguía a veces, yo deseaba que volviera a buscarme. En este tiempo, me había dado cuenta de que había cambiado, y las esperanzas volvieron a mí, aunque también pensara que volvería a tropezar con la misma piedra. Sentimientos contradictorios, mente confusa, enfrentamiento entre la mitad emocional del cerebro y la otra mitad racional, agotamiento mental y un “oso blanco” que no me dejaba ser feliz.
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