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Refranero

sábado, 16 de junio de 2012

Capítulo 53: Río con pirañas

Capítulo 53: Río con pirañas
Bryce me miró consternado. No se esperaba que yo apareciera con los ojos llorosos al otro lado de la puerta mirándolo fijamente. Puso una expresión que expresaba sentimientos contradictorias. Creía adivinar que se conmocionó al verme de frente y tan cerca por primera vez en mucho tiempo. O al menos pienso yo, porque era exactamente lo que yo estaba viviendo en ese justo momento. Era una especie de shock, como lo que sientes cuando estás ante una situación que no controlas y para la cual no te has preparado con anterioridad. Pero por otro lado veía desagrado, tal vez por las circunstancias del encuentro. Furia, ganas de empezar de nuevo, cansancio por la situación de la cosas, querer olvidar, luchar por tener una nueva oportunidad. Su rostro era un enigma que me mataba por descifrar. El cruce repentino de nuestras miradas sólo duró unos segundos. Muy largos mientras los vives, muy cortos cuando miras atrás y ves que ya han pasado.

-¿Qué está pasando aquí? –En el justo momento en el que los dos regresamos a la realidad de la situación después de crear un mundo imaginario en nuestras mentes al intercambiar miradas, yo le dejé paso. Él cerró la puerta tras de sí, pero me dio tiempo a mirar afuera y ver a Liam y Leo. Habrían escuchado mi llamada por altavoz y estarían esperando afuera por mí. Me alegraba saber que me apoyaban. Por un momento, las lágrimas casi vuelven a mis ojos. Pero sólo por poco, aprovecharon la entrada de Bryce para entrar también los dos en la sala. Ambos se colocaron a mi lado. Liam a mi derecha y Leo a mi izquierda. Eran como guardaespaldas. Que por cierto, ¿y los guardaespaldas de Bryce? ¿Se le habría perdonado ya el castigo? Bryce anduvo en dos pasos todo el trayecto al escritorio del decano, y no era un trayecto corto.
-No creo que sea de su incumbencia, señor Domioyi. –El decano permaneció muy serio e inflexible. Sólo para desvanecerse en el mismo momento en el que Bryce terminó de responderle.
-Me parece a mí que son los inversores los que deciden cuando un asunto les incumbe o no. Señor decano. –Y para quitarle leña al fuego, a aquello que parecía una amenaza, se puso a jugar con un bolígrafo del lapicero. Yo estaba atónita por lo que estaba viendo. Angela y Stephanie también. ¿Se solucionaría esto por fin?
-Por ahora la inversión sigue a nombre de su padre. Señor Domioyi. -El decano en ese momento mostró más planta y talante que nunca. Para que de nuevo volviera a desvanecerse todo al ver el talante serio e inquebrantable de Bryce. Aunque me estaba perdiendo algo. ¿Esta Universidad funciona gracias a que la familia Domioyi invierte dinero en ella? Empezaba a hacerme una idea del porqué de tanta influencia de este grupo en la Uni. La tenían a su total merced, y no era para menos.
-No creo que le convenga que le demos una mala crítica a nuestros padres de su parte, señor decano. –Leo se adelantó un paso en dirección al escritorio. –Puede que algunos privilegios se vean menguados hasta desaparecer. –No podía ver la cara de Leo, pero debía dar auténtico pavor verlo sonreír amablemente mientras le daba la mayor amenaza de su vida. -Tal vez no se acuerde, pero esta universidad tiene el prestigio que tiene por ciertas inversiones que los padres de los alumnos hacen. –Sentí un escalofrío. Su voz dulce hablando de cosa terroríficas me ponía la piel de gallina.
-Sí, pero al igual que no solo de pan vive el hombre. No sólo de dinero viven las universidades. No sabe hasta donde puede llegar nuestra influencia para darle buena imagen al lugar. La opinión pública de unos chicos como nosotros es muy importante, y de eso está usted muy informado. –Liam en otros dos pasos se puso al lado de Leo y Bryce. Estaba viendo al G3 actuando en todo su esplendor, y me estaba quedando flipada.
-¿Y bien? ¿Tiene algo más que objetar antes de informarnos de lo que pasa? ¿Señor decano? ¿O le recuerdo que esta universidad es lo que es gracias a nuestra presencia e inversiones? –Seguro que Bryce estaba sonriendo victoriosamente, ahora se sentó en la silla donde yo había estado sentado antes. Se recostó hacia atrás con la mayor naturalidad del mundo. Ya no le quitaba leña al asunto, ahora le quitaba hierro macizo. Ojalá pudiese ver su cara. Había estado demasiado tiempo subsistiendo sin ella y eso me había causado estragos.
-Me ha quedado muy claro. –Dijo el decano cayendo rendido en su sillón. Bryce intercambió miradas de victoria entre Liam y Leo. Yo miré a las dos arpías. Tenían los ojos muy abiertos, no se imaginaban que ellos tres vendrían a ayudarme. Yo tampoco. O al menos no así. –Se ha encontrado la mochila de la señorita…-Tras un tiempo de concienciamiento en que había perdido y tenía que hablar, comenzó la historia para pararse a mirar entre unos papeles, posiblemente de mi expediente, mi apellido…Ni se acordaba, cuando justo acababa de verlo hace pocos minutos. Al parecer no soy una persona fácil de recordar. –Spinoza, en una taquilla de los vestuarios de la pista de Balonmano. En su interior se encontraban instrumentos robados del club de música. –A medida que hablaba, el decano comenzó a sonreír, como si ellos no pudieran hacer nada contra eso. Con cada milímetro que se elevaban las comisuras de sus labios, mi ánimo se hundía un metro más bajo tierra. –No tenemos más remedio que expulsarla por traición y robo a la Universidad. –Y dicho esto, se recostó apoyando la espalda sobre su asiento, cruzó las piernas y puso sus manos frente a él, uniendo la punta de sus dedos.
-Ella no ha sido. –Bryce se levantó de sopetón de su asiento, y dio un golpe con el puño cerrado contra la mesa. Todas las cosas sobre ella vibraron, algunas incluso se elevaron para caer después, y estaba segura de que se había contenido mucho la fuerza. Me emocionó ver su reacción espontánea. Apenas había dejado al decano terminar su frase cuando saltó.
-¡No tienes pruebas! –El decano, tan dispuesto a no mover un dedo para demostrar mi inocencia tanto como dispuesto estaba Bryce a conseguirlo, se levantó de su butacón y encaró a Bryce, colocando también los dos puños sobre la mesa con un golpe. Los dos dejaron sus caras muy cerca de la otra. Encarándose. Por un momento temí por lo que pudiera pasarle a Bryce. Acaba de salir de un castigo de semanas vigilado por guardaespaldas. No quería que se volviera a meter en problemas por mi culpa.
-No las necesito para saber que es inocente. –Bryce comenzó a hablar lenta y pausadamente, intentando tranquilizarse. Podía notar tensos los músculos de Leo y Liam. De las otras dos incluso me olvidé de que estaban allí. –La conozco suficiente como para saber que ella no es así. Que nunca lo haría. Además, ¿para qué lo querría? Ella tiene su trabajo y no necesita más dinero del que tiene.
-Tú no sabes las condiciones económicas que puede estar sufriendo. Además, tampoco se termina de conocer a una persona siempre. Nunca se sabe hasta dónde se puede llegar. –El decano volvió a sonreír victoriosamente. No veía la luz al final del túnel, pero al menos escuchaba la voz de Bryce protegiéndome, era todo lo que necesitaba en ese momento.
-Le doy la razón en todo lo que dice. Pero no es este el caso. Ella se buscaría otro trabajo más antes que robar. Pero como veo que no va a creer nada de lo que diga, se lo voy a demostrar. –Bryce no perdía la calma y esperanzas a pesar de que estaba en una posición de perder. Por un momento, los ojos se me humedecieron de nuevo. ¿Por qué lo hacía? Yo nada más que lo había dañado siempre… No me parecía justo que luchara por mí, ni se sacrificara tampoco. Pero es que era incapaz de reaccionar. Me sentía como una basura humana. –¿Cuándo decís que os desaparecieron las carteras? –Bryce se giró a hablar con Angela y Stephanie, la primera vez que demostró percatarse de su existencia desde que entró en el despacho. En sus ojos brillaba un atisbo de poder conseguir lo que se proponía.
-Eh… pues… esto… creo que… -Ninguna de las dos sabía qué responder. Se frotaban las manos sudorosas nerviosamente y no eran capaces de fijar la mirada en algún punto fijo. Parecían camaleones.
-Sabía yo que no ibais a colaborar… -Dijo para sí mismo. Aunque en un tono audible… -Bien, más fácil. Decano, reproduzca directamente el vídeo de la cámara de seguridad que enfoca a la puerta del club de música. -¿Hay cámaras de seguridad en la Uni? No me sorprendía por que las hubiera, sino porque nunca había visto ninguna. Realmente sabían esconderlas bien. O yo voy muy en mi mundo y no me he fijado… Creo que es más probable esto último.
-¡Esto es un abuso de poder! ¡Nadie en esta Universidad te lleva la contraria! ¡Eres como el rey! ¡Tienes privilegios por todas partes! ¡Haces lo que te da la gana y nadie te llama la atención! ¡Incluso tienes reservado una parte del jardín para ti y tu grupo! ¡Todo el mundo hace lo que le dices! Pero obligar también al decano es otra historia. –El pobre hombre no dijo la última frase muy convencido. Y Bryce lo olió. En otro momento, se habría puesto muy enfurecido, el grandioso Bryce Domioyi que yo conocí hace tres meses no toleraría bajo ninguna circunstancia que alguien se rebelase contra él y mucho menos lo cuestionase. Pero ahora era distinto. Realmente había cambiado. Creo que fue cuando de verdad comencé a creérmelo.
-Hágalo, por favor. No tiene nada qué perder, más que el tiempo si no consigo esclarecer nada. –Fue sincero en lo que dijo. No había tono amenazador oculto en sus amables palabras. Estaba alucinando. Y las otras también. Esperaba una respuesta por parte del decano, pero como no recibió ninguna, continuó hablando. –Si ella se va de esta universidad. Yo también. Y le conviene que no sea así. –No podía creer lo que esta oyendo. ¡¿Cómo iba a enfrentarse con sus padres y decirles que había dejado de lado su futuro en la empresa porque abandonaba la universidad por una plebeya acusada de ladrona?! No podía estar diciéndolo en serio. Debía ser una táctica para convencer al decano.

Bryce permanecía de pie, y el decano también. Tras unos eternos segundos de intercambio de miradas, el decano accedió. No dijo nada, sólo se sentó en su acolchado asiento y se puso a buscar en el ordenador el famoso vídeo. Bryce, Liam y Leo se congregaron alrededor del decano, observando la pantalla detenidamente, que seguramente estaría en modo de cámara rápida. Yo seguía pegada al marco de la puerta, sin saber adónde meterme. Mordiéndome las uñas. Creando el nuevo vicio que me había aparecido en ese justo momento por primera vez. ¿Qué pretendía? No iban a encontrar nada, yo no iba a aparecer robando… Claro, esa era la cuestión, no encontrar nada.
-¿Lo ve decano, ha visto que en todo el día no ha entrado Valeria en el aula de música? –Bryce, que estaba echado hacia delante para mirar el vídeo más detenidamente, se echó hacia atrás y se cruzó de brazos. -¿No queda así demostrada su inocencia? ¿Por qué iba a robar todos los instrumentos un día anterior y volver al día siguiente con ellos en la maleta? Use su lógica. -¿Ya está? ¿Eso era todo? No podía ser posible. No iba a salir de este entuerto tan fácilmente. No soy de las que tienen esa suerte. El decano mordiéndose el labio furioso por haber perdido, no dijo nada, siguió mirando la pantalla de su ordenador, con una mínima esperanza de demostrar que llevaba razón. Parecía que prefería no sentirse un tonto equivocado al que habían engañado dos tipejas, antes que reconocer su error como un hombre honesto y permitir a su brillante alumna permanecer en la facultad.
-Perdone… Señor decano… ¿Me permite que haga una sugerencia? –Angela habló, dio un paso adelante y disimuló una sonrisa. Valeria, tenías razón, no ibas a salir de esta tan rápido.
-Adelante. –El decano la miró esperanzado. Lo que me molestó. Todavía quería creer que era un hombre justo…
-Todo cuadra. Este vídeo demuestra que tenemos razón. La mochila que nosotros encontramos en las taquillas de la pista de balonmano estaba allí desde hace un día o más. La guardó en el sitio más oculto que se le ocurrió para luego ir a recogerla al final de las clases. Así no llamaría la atención por los pasillos todo lo abultada y pesada que estaba. Además, los instrumentos suenan, y si recibía algún golpe sería delatada. Pero perdió la llave de la taquilla, la que nosotras encontramos. Por eso no pudo recuperarla. –Mierda. Lo sabía. Sabía que se inventaría algo para salirse con la suya. Era muy buena en eso. Me quedé en shock. Totalmente impactada. –Y no creo equivocarme mucho en pensar que lo hizo ayer. Ya recordamos, y fue ayer cuando se nos perdieron las carteras. Revisad el vídeo de la cámara de seguridad que enfoca al aula de música de ayer. Veréis que llevo razón. Me he fijado, y lleva tres días seguidos yendo allí a “estudiar”. Seguro que estaba tramando el plan. –Y me miró con sonrisa victoriosa. Sentí como la acidez de estómago me volvió.

¿Me había estado espiando? Menudo plan más bien trazado. Seguro que llevaban desde que me vieron abrazada a Aaron planeándolo. Mis leves esperanzas por demostrar mi inocencia desaparecieron con mi última exhalación. Seguro que habían esperado hasta el último día clases para ejecutarlo para no dejarse nada atrás que pudiera fallar. El decano le hizo caso. Al momento escuché los clicks de su ratón buscando el vídeo. Y comprobó como tenían razón. En un momento vio que había entrado en el aula de música al inicio del descanso y había salido al final de éste, durante tres días. Lo supe por las caras de Liam, Leo y sobre todo Bryce, que fue la que más me dolió en el alma. Como un puñal que se te clava hasta lo más hondo.

-Muy conmovedor su discurso de antes para convencerme a ver los vídeos. Así ahora puedo darle con ellas en la cara y demostrarle que tenía razón. Señorito Domioyi. Por ahora la señorita… -Y volvió a olvidarse de mi nombre… -Spinoza, sigue expulsada. Ya hablaré con sus padres su intolerante comportamiento amenazante. –Y el decano se levantó de su algodonoso asiento, se puso de pie y encaró a Bryce. Le llegaría en altura aproximadamente por la barbilla, pero aun así le echaba más coraje que nadie. Bueno, no más que yo en su momento, que le llego por la mitad del pecho.
-¡Yo no he robado nada! ¡Soy inocente! ¡Que todo lo demostrado vaya en mi contra no significa que yo sea una ladrona! ¡Son pruebas circunstanciales! Sí, he pasado estos días en el aula de música, pero estaba estudiando para los exámenes, y escuchar música de fondo me ayuda a concentrarme. ¿Me ha visto alguien robando los instrumentos? ¡Sólo se cree las palabras de lo que dicen estas víboras venenosas porque le han comido la cabeza! ¡Es mi palabra contra la de ellas! Ah no… mierda… lo había olvidado… Aquí no se fijan en la persona, sino en los convencionalismos sociales. Es la palabra de una pobretona becaria contra la de dos adineradas señoritas. ¿Pues sabe qué? La riqueza no justifica las intenciones de una persona. Y ellas por tener más riqueza no van a ser mejores personas que nunca le tenderían una trampa a alguien para jugarle una mala pasada. –Tenía el pulso acelerado, la presión altísima, la respiración entrecortada y sentía un calor que me invadía. La cabeza me daba vueltas. Estaba jadeando y sudando. Cuando llegara a casa, intentaría relajarme como pudiera debajo de la ducha. Desde que decidí salir por la puerta me daba igual lo que pasara. Sólo había dicho esto para ver si en alguna forma ayudaba a Bryce, a justificar sus actos para protegerme, y que de alguna manera no fuera perjudicado. Pero ahora que lo pensaba, tampoco ocurriría.

Miré a Bryce. Mantuvimos la mirada un segundo. Pero fue un segundo muy intenso. En ese momento, sólo podía verlo a él. No existíamos más que él, yo, y mi profundo dolor. Ah sí, y el sonido de mi corazón escuchándose por todos lados. Siempre hay algo que molesta… En ese segundo, yo intenté decirle que lo sentía, que no cometiera más locuras por mí que lo perjudicasen. Que estaría bien. Y que se lo agradecía eternamente. No sé si lo entendió, pues por respuesta sólo recibí su furiosa mirada que no se daba por vencida. Entonces supe que no pararía hasta hacer que me quedara aquí o que la universidad quedara muy mal parada por eso. Pero la cuestión era demostrar mi inocencia, y ya no había modo alguno. Habríamos continuado mirándonos si no hubiera sido porque nos interrumpieron. La puerta se abrió de repente, pero de una forma muy suave y silenciosa. No habría mirado si no fuera por la voz que escuché. Era la de Aaron. Tal vez no estaba del todo perdido, o tal vez habría una persona más presenciando mi humillante situación.

-Tengo algo que podría interesaros. No os marchéis tan rápido. –Aaron no entró, se quedó apoyado en el marco de la puerta y cruzó los pies. ¿Qué estaba haciendo? Sonreía pícaramente, me estaba poniendo nerviosa, nunca le había visto esa expresión.
-Esto no tiene nada que ver con usted Aaron. No se entrometa donde no le llaman. –El decano habló como si fuera un juez dictando la sentencia. Pero no lo consiguió una vez más. Su palabra valía poco en el G4.
-Yo no estaría tan seguro. Todo el que intente dañar a Valeria tiene que ver conmigo. Parece que tengo complejo de ángel de la guarda con ella. –Me miró, me guiñó un ojo y me morí.

No era cupido el que no paraba de atacarme con flechas directas al corazón, era Aaron inconscientemente con toda su perfección. Me sonrió como si no hubiera un mañana. Como la vez que salí de la mansión Domioyi tras ser capturada en el Hummer y al verlo en la calle le pregunté que era lo que el dinero nunca podría comprar.  Brillaba por sí misma. Y sentí que nunca podría sentir por nadie lo que sentía por Aaron. Era único. Tanto el sentimiento como él.

-Pasa. –Aaron, que todavía permanecía en el marco de la puerta apoyado, miró hacia su derecha y le habló a alguien, invitándolo a entrar.

Tras un momento de vacilación por parte del invitado, Cindy apareció en la habitación. Era la que faltaba para completar al trío “Tra, tra, tra”. Y sí, acababa de inventarme el nombre ahora. Más que hacer el ganso para merecerse el nombre “La, la, la”, intentaban joder por activa y por pasiva. Me recordaban a las canciones de reggaetón. Te voy a dar “tra, tra, tra”. Sí, ese nombre les iba mejor. Cindy, sin saber donde mirar y dónde meterse, se colocó junto a las otras dos. No compartieron miradas, porque seguramente serían acusatorias por haber metido la pata. Volví a ver esperanza, y más si se trataba de mi salvador oficial. Aaron.

-¿Qué es todo esto? ¿A qué juega Aaron? –El decano estaba furioso.

Estuvo a pocos segundos de cerrar la puerta de su despacho, quedarse solo en él y celebrar la victoria por todo lo grande. Pero Aaron había llegado y le había roto los planes. Le temblaban los dedos, que los tenía colocados descansando sobre la mesa, en la cual estaba apoyado, pues permanecía de pie todavía. Fue al mirarlo a él cuando me di cuenta de que todavía estaban allí Bryce, Liam y Leo. Ni me acordaba de ellos. Todo mi mundo empezó a girar en torno a Aaron una vez que me sonrió de esa manera. Ellos estaban igual de sorprendidos que yo. Lo veía en sus caras. Todos en la habitación estábamos de pie.

-Ahora lo sabrá. Sólo tiene que responder a una pregunta. Es muy sencilla. Es sólo para demostrarle un pequeño detalle, que aunque parece tener muy poca importancia, no es tan insignificante… -Esperó un momento, miró a su alrededor y vio a todo el mundo expectante por oírlo,  y habló. -¿Dónde le han dicho que encontraron la mochila con los objetos robados?
-¿Pero qué..!-El decano quiso terminar la frase, pero no pudo, Aaron no lo dejó. Seguía sonriente, ya había cerrado la puerta tras de sí y estaba dentro, junto a mí. Podía sentir los latidos de mi corazón en el cuello.
-Sólo responda. Por favor, no me haga repetir la advertencia que seguramente ya le habrán dicho mis amigos. –Y miró con otra sonrisa diferente, esta vez era cómplice, demostrando la camaradería entre ellos, a Liam, Leo y Bryce. Sólo los dos primeros se la devolvieron, Bryce estaba metido en una especie de profundo letargo, observándolo todo silenciosamente.  
-De los vestuarios de la pista de balonmano. –Respondió a regañadientes mientras se sentaba en su mullido sillón. Dio la impresión de que la cosa iba para largo.
-¿Y dónde está la llave de la taquilla? Me gustaría verla. –Pensé que el decano volvería a quejarse, pero no lo hizo. Pilló el mensaje, no a la primera ni a la segunda ni a la sexta, pero sí con Aaron. Miró a Angela y ella no supo qué hacer. Lo pensó un momento. Casi podía imaginármela pensando una vía de escape rápida con la que acabar bien, pero al no conseguirlo, le dio la llave. Vaya, con llave y todo. Pues sí que estaba esto planeado al dedillo. Aaron cogió la llave de la palma de la mano abierta de Angela. Era la típica llave corta y de base de plástico cuadrada justo con el tamaño de la huella de un dedo pulgar.
-Lo que suponía. -Aaron la observó un momento y volvió a sonreír como el que consigue algo. ¿Pero cuántas sonrisas diferentes tiene este chico? Me estaba pegando un chute de endorfinas que no era normal, no sabía cómo escaparía mi sistema nervioso. -¿Sabía que las llaves de las taquillas tienen grabados las iniciales de la zona a la que pertenecen? –Era una pregunta retórica, no esperaba respuesta. Lo sabía porque jugaba con la llave entre sus dedos sin mirar a nadie. –Pues la pista de balonmano tiene una “B”, mientras que en esta llave aparece un “Ba”. ¿Sabe por qué es? –Y ahí sí esperaba una respuesta. No sé si lo hacía queriendo o no, pero nos tenía a todos en vilo. Sabía mantener la emoción hasta el límite hasta el último segundo.
-¿Quiere ir al grano? Aaron. –El decano tenía los nervios crispados. Daba golpecitos silenciosos con los dedos sobre la mesa. Y podía ver por debajo del escritorio como tenía un tic nervioso en una pierna.
-Esta llave es de una taquilla de la pista de Baloncesto. Lo que quiero decir es que ¿cómo Valeria ha guardado su mochila en un vestuario en el que no estaba duchándose y al cual no podía ir después porque estaba esperando a que Leo le trajese la ropa? Porque después se fue directa al examen al que llegaba tarde. ¿Puede decirme entonces por qué su mochila estaba ahí? –Oh vaya, eso sí que no me lo esperaba. Me lo podía imaginar, ellas con miedo a entrar en donde yo estaba por si las veía, y cogiendo otra llave que pudiera dar el cantazo…Un momento, eso era muy estúpido. Podían delatarlas con eso, y estas son muy cuidadosas. Me suena a error. Aquí había algo que no sabía.
-Pues porque llevará varios días ahí metida y estaría esperando al mejor momento para sacarla. Yo que sé… -El decano intentó salirse por la tangente. Pero no sabía que con Aaron eso no era posible.
-Claro. Y por eso yo he visto a Valeria con su maleta hoy por la mañana entrando a la Uni.
-Pues tendrá dos iguales para no levantar sospechas. ¡Deje de malgastar mi tiempo!
-¡Deje de malgastar usted mi tiempo! ¿Es que no se da cuenta? ¿Entonces por qué estas chicas le han dicho que encontraron la mochila en los vestuarios de balonmano cuando la llave es de los de baloncesto? –Aaron se había alterado, pero sólo por dos segundos. Al momento volvió a su estado de tranquilidad por tenerlo todo controlado. Ni siquiera miró a las “chicas” cuando las señaló al nombrarlas. Eso me gustó. Bien, así sentirían que no se merecen ni que las miren. El decano no respondió, no sabía qué responder. Ahí le había dado. O al menos eso pensé.
-¿Qué más da? ¿Baloncesto o balonmano? Da igual, lo importante es que esos objetos fueron encontrados dentro. –Decir indignación era quedarse corta. Sería la tercera vez que su mente vislumbró otra posibilidad de inocencia y la desechó. Como las otras. Sabía que si no era por ellos, estaba completamente sola en este infierno de maravillosa apariencia y comodidades. Por un momento me entristecí, pero después me sentí la persona más afortunada del mundo. Teniéndolos a ellos, no necesitaba más nada. De repente, me sentí con fuerzas para seguir luchando. Antes pensaba que me daba igual irme, ahora iba a quedarme sí o sí, y demostraría mi inocencia, sólo por ellos, para no desilusionarlos. ¿Le plantaba cara a los mayores acosadores de la Uni y no a un tipo prejuicioso? Esa no era yo.
-Veo que no quiere darse cuenta de nada o no quiere reconocer que se ha “equivocado”. Pero como veo que no lo puedo hacerlo ver por su cuenta, se lo diré yo mismo. –A Aaron se le agotó su bendita paciencia, y eso ya era decir. –Estaba todo pensado, estas tres chicas le han tendido una trampa a Valeria para que sea expulsada. Ella tenía que llegar hoy después del descanso al examen de prácticas. Imagino que mientras ella lo estuviera haciendo, pues va por turnos, la chica a la que he traído, tenía que coger su mochila y llevársela a sus amigas para que la llenasen con todas las cosas robadas. –Todo el mundo escuchaba atentamente a Aaron. El decano con el ceño fruncido, Leo y Liam sonrientes, Bryce silencioso y en las otras tres ni me fijé, suficiente que había conseguido apartar un momento mis ojos de Aaron. -Pero salió mal, Valeria no llegó al examen porque como bien dijo ella, estaba duchándose en los vestuarios de la pista de balonmano porque se había caído al estanque accidentalmente. Liam llegó al examen y habló con el profesor sobre sus circunstancias, por lo que la chica se enteró. Tenía que ser hoy, pues es el último día antes de las vacaciones, y la cuestión era estropeárselas también con la expulsión. ¿No? –Y ahí miró a las tres víboras. Casi pude leer en sus mentes un “Tierra, trágame”. La primera vez que Aaron se dirigía a ellas y era para acusarlas. No me daban pena. Ninguna. –Pero no había problema, la chica que traje salió con alguna excusa de clase, tal vez una vez finalizado el examen o no, ni lo sé ni me importa, y fue a los vestuarios. Pero con miedo de ser descubierta por Valeria o por Leo, que le llevaría el nuevo uniforme, optó por el plan B. Utilizar una mochila igual a la de Valeria. Que la habían comprado de antemano. –Y ahí paró de hablar un momento, para dar énfasis y tiempo de asimilación a lo que estaban escuchando nuestros oídos. Podría haber vuelto a mirar la cara de los demás, pero no merecía la pena si ello requería apartar la vista de Aaron. El cuál me miró con una cara de profunda paz. Estaba exprimiendo a mis glándulas hormonales segregando tantas para cada estado de ánimo que viví en esa habitación. –Pensó igual que usted. Baloncesto o balonmano. Qué más da, no se notará el cambio. Los dos empiezan por ba-. Fue lista pensando en ese detalle. –Sí, es lo que tienen las villanas, que son todas muy listas desgraciadamente. –Cogió una llave de allí para hacer el paripé y le contó a sus amigas el cambio de planes. Ahora sólo faltaba que cuando Valeria estuviera en medio del examen, no se diera cuenta de que su maleta desaparecía para borrar toda muestra de dos mochilas. –Y ahí caí. Ahí fue cuando vi la luz a todo mi oscuro túnel. Mi inocencia sería demostrada. Recordé en ese mismo y justo momento que había dejado la mochila olvidada en los vestuarios al salir con las prisas de allí. En ese mismo momento Aaron me miró, vio el brillo en mis ojos y yo en los suyos. –Pero nuevamente el plan salió mal por otro despiste torpe de Valeria. –Seguía hablando mientras me seguía mirando. Me sentí levitando en el aire. Parecía ahora tan lejano aquel tiempo en el que Aaron era un chico que pasaba de los problemas de los demás y sólo se preocupaba de sí mismo…Y ahí estaba, luchando por mí hasta el final. Me emocioné. Fue la primera vez que los ojos se me pusieron húmedos y brillantes por alegría. Era una mezcla de sentimientos en ese momento. –La mochila no estaba allí. Se la había dejado olvidada en el vestuario. Y puedo demostrárselo. Todavía debe seguir allí. El club de balonmano no entrena hoy, y no debe haber entrado más nadie después de ella y Leo.

Aaron no dijo nada más. Se quedó mirando detenidamente los rostros de cada uno de los moradores de aquel gigantesco despacho. Yo los miré a todos también. Parecía que todos hacíamos lo mismo, de repente me vi intercambiando extrañas miradas con cada uno. Todos seguían con las mismas expresiones que cuando los miré hace un rato, menos Bryce, que tenía los ojos muy abiertos por la incredulidad y sorpresa. Esta vez miré al dichoso trío. Angela tenía los ojos tan abiertos y desorbitados, que parecía que se le saldrían de las cuencas de un momento a otro. Stephanie movía la cabeza de un lado a otro mientras miraba hacia abajo murmurando algo que no llegué a entender. Cindy simplemente sonreía nerviosamente mientras se secaba el sudor de la frente. No fue hasta ese momento hasta que no respiré tranquila. Como mi mochila no siguiera allí, me pegaría un tiro. Pasó un tiempo que se me hizo eterno hasta que alguien volvió a abrir la boca para hablar.

-¿Es cierto lo que dice Aaron? Díganme la verdad, porque como tenga que seguir perdiendo el tiempo en ir allí y comprobar que realmente la mochila de la señorita… -Y otra vez volvió a olvidar mi nombre. Esto parecía ya un chiste. –No sólo las castigaré durante un mes con trabajos forzados, sino que les prohibiré la fiesta de fin de curso. -¡Bien dicho! ¡Así se hace! ¿Qué es un mes de trabajos forzados comparado con una fiesta de fin de curso? Les había tocado el punto débil. Llega a decir que las expulsa y ya estaríamos camino de los vestuarios por si había posibilidad en que no siguiera allí mi mochila. Jajaja me reí internamente. Era gracioso pensarlo.
-Tiene razón… Ha dicho la verdad… -Angela habló por fin. Estaba destruida, y por un momento me dio pena, pero sólo por un momento…MUY CORTO. –No hay nada más que añadir, lo ha dicho todo. –Miraba al suelo para no enfrentar a ninguna mirada. Yo sí miré al decano, que no querría enfrentar la mía.
-Muy bien, los demás pueden retirarse, me gustaría hablar con las señoritas a solas. Tenemos unos asuntillos que tratar. –El decano dio su última sentencia. Incluso me lo imaginaba con un mazo de juez golpeando un tablero de madera. ¿Ya está? ¿Así iba a acabar? Me supo a poco tanto sufrimiento. Pero nadie se movió en la sala. Absolutamente nadie. Ni las cortinas de la ventana. El decano se quedó desorientado. -¿Qué pasa? –Todos mis amigos lo miraban fijamente, mucho, demasiado para resistirlo. Sólo Aaron habló. Era el que más se merecía el momento de gloria.
–Creo que le debe unas palabras a Valeria. –Y se cruzó de brazos para anunciar con su lenguaje corporal que no aceptaba una negativa por su parte. El decano lo pensó un momento, y tras ganar un poco de más tiempo al fingir toser, habló.
-Lo siento mucho señorita. –Ya decía señorita a secas, ¿para qué intentar acordarse de mi nombre? –No volverá a ocurrir. Le prometo que si hay una próxima vez, confiaré en su palabra e intentaré indagar más para demostrar su inocencia. Lo siento mucho. Hablaré con el señor Sumter para que pueda hacer el examen el lunes por la mañana antes de la evaluación. –Me lo dijo mirándome a la cara. Directamente a los ojos. Ni me lo esperaba, pensaba que lo diría mirando al suelo. Sería un prejuicioso sin escrúpulos, pero en ese momento entendí por qué era el decano. Sabía afrontar las cosas de cara, de frente. 

Yo no dije nada, asentí con la cabeza. No aceptaba sus disculpas, no era sólo una equivocación o error, había desconfiado de mi palabra, y peor aún, por mi condición económica. Tampoco me creía eso de que no volvería a ocurrir. Pero bueno, era suficiente por ahora que se tragara sus propias palabras y tuviera el valor de reconocerlo clavándome la mirada. Miré a los chicos y sin hacer ningún gesto, nada más que cruzando la mirada, entendieron que era momento de irnos. Salimos los cincos por la puerta y la cerramos. Una vez en el pasillo, sentí por primera vez felicidad por el triunfo.

-Muchas gracias Aaron. De verdad, no sé cómo agradecértelo. Me has salvado. –Dije nada más salir, parándome a un lado de la puerta para dejar paso a los demás. Mirándolo a los ojos, sus preciosos ojos verdes intenso. Su cara de imperturbable paz era tan serena… No tenía ni idea de lo que estaba pensando. Iba a responder algo, pero no lo dejaron, llegó el arrasador Leo.
-¡Toma allá Aaron! ¡Has estado genial! ¡Parecías todo un detective! –Leo explotó en chillidos de alegría. Todos andábamos por el pasillo camino de la salida. No hablamos sobre ir allí, sólo nos encontramos andando y supuse que sería ese el destino. Todos estaban muy contentos, menos Bryce, que seguía tan sombrío como antes. Por eso mi felicidad no fue plena.
-¿¡Cómo supiste todo eso!? ¡Estoy impresionado! –Liam también hablaba muy alto. Cuando uno está emocionado, no controla su tono de voz. Me fijé en que los pasillos de la Uni estaban solos. Debía haber tocado hace mucho, y yo no me había ni enterado del timbre del final de quinta hora y comienzo de sexta.
-¡Secreto profesional! Jajaja. –Este Aaron sabe cómo mantener el misterio. Aunque no lo necesita, a mi me tiene enganchada a él sin necesidad de hacerse el misterioso.
-¡Así se hace! ¡Chocad esos cinco chicos! –Leo estaba ido. Tan contento como si hubiera sido él el que se llevara el mérito de salvarme. Ahí caí en la cuenta de que estaban contentos no por ganar, sino por conseguir que mi inocencia quedara demostrada. Leo extendió su mano abierta y uno a uno fuimos chocándola. Menos Bryce.
-Creo que me he dejado algo por ahí. –Bryce sólo dijo eso, se dio la vuelta y se marchó. Estábamos afuera, en las escaleras de la entrada. Las bajó y lo miré irse por la derecha. Me entristecí. ¿Qué le ocurría? No podía verlo así. Se me rompía el alma. Su cara era de total desilusión. Nunca antes lo había visto así. Su cara siempre había sido o enfadada en distintos grados de ira, o seria.
-¿Qué le pasa a Bryce? –Preguntó Liam.
-Nah, seguro que estará molesto porque su plan para salvar a Valeria no fue suficiente. Ya se le pasará. –Respondió Leo. ¿Era eso? Se supone que debía estar contento porque me quedaba… ¿Por qué nunca puedo ser feliz por su culpa? Siempre hay una pega en mi alegría.
–Desde luego Valeria, que tienes una suerte increíble. Quien diría que tus múltiples descuidos que te meten siempre en lío, ahora iban a sacarte de uno muy muy gordo. –Liam siguió hablando. Estábamos los cuatro parados en la calle. Yo seguía mirando a Bryce alejándose en el sendero hacia el interior del jardín. Su espalda perfecta en esa ropa que le sentaba tan bien. Su andar masculino y varonil. Tan alto como los arcos que rodeaban el camino. Su aura de penumbra.
-Nunca desconfiamos ni un momento de inocencia. Es tonta, pero no tanto como para pensar robar en este sitio. –Escuchaba ahora la voz de Leo, pero lo oía como si yo estuviera debajo de agua. Me puso una mano en el hombro y me sacudió levemente. -¡Eh! ¿Qué te pasa? Estás como ida. Ya ni respondes a nuestras bromas. ¿Pasa algo? –Y perdí a Bryce de vista en ese momento. Miré a Leo con los ojos muy abiertos.  
-Tengo que ir a recoger mi mochila al vestuario. No quiero tentar más mi suerte con los despiste, no me vendrán siempre bien. –Y salí andando dirección adónde había ido Bryce. No sabía que decirle, pero sentía unas  ganas irrefrenables por ir por él. Lo de la mochila era cierto, pero era una excusa para ir tras él. Y era extraño, ¿por qué no estaba como loca por hablar con Aaron sobre lo ocurrido y que me contase como lo hizo? Él es todo lo que quiero, y lo estaba cambiando por Bryce. ¿Y si me equivocaba? ¿Y si hasta ahora todo lo que había sentido por Aaron era mera adoración y quien de verdad me gustaba era Bryce? Deseché esa idea al momento. Sé distinguir una cosa de la otra. Aaron no era sólo un ídolo al que adorar, y no podía estar enamorada de Bryce. Era impensable. -¡No me esperéis! ¡Y muchas gracias a todos por confiar en mí hasta el último momento! ¡Os debo una! –Y eché a correr, esta vez de cara, pero mirando hacia atrás. No era plan de repetir el mismo error de antes.
-Jajaja, ya hablaremos sobre esa que nos debes. –Y Leo puso cara de lascivo. Él como no. Pero me encantaba igualmente.
-¡Y ten cuidado! ¡No tientes más tu suerte corriendo sin mirar por dónde vas! Antes fue un estanque con carpas, ahora puede ser un río con pirañas. –Liam tan cuidadoso como siempre a su manera.

Miré a Aaron, sólo me guiñó un ojo, le sonreí y giré la cabeza al frente. Las cosas habían vuelto a la normalidad… bueno… no del todo… ahora tenía que hablar con Bryce. A medida que daba un paso acercándome cada vez más al chico que me roba todos y cada uno de mis pensamientos, me ponía más y más nerviosa. No sabía lo que pasaría, no sabía por qué había dejado a Aaron por Bryce, sólo sabía que hoy las cosas cambiarían, no sabía a qué, pero sí que serían distintas. Por un momento se me antojó más apetecible el río con pirañas.

jueves, 7 de junio de 2012

Encajar. Un grupo.

Lucharé hasta el fin
Encajar
Encajar forma parte de nuestra humanidad. Es algo innato. Una fuerza que nos impulsa desde lo oculto y que no podemos controlar. ¿Por qué? No es por el sentimiento de marginación que te inunda cuando no te quieren en algún sitio.Somos como somos, especiales y únicos como nosotros mismos, no podemos encajar siempre en todos lados. Y eso es algo para lo que estamos preparados. Una especie de ley de vida. Y no nos afecta ni una ínfima parte sentirnos marginados en algún sitio que sentir que no eres importante para nadie. Por eso quieres encajar. Estás programado para eso. Es humano. Las personas necesitan sentir que hay un lugar para ellas, el cual se queda incompleto si faltan. No es por evitar la profunda soledad que sientes cuando sobras, es por vivir sabiendo que eres necesario, que sin ti nada es lo mismo, que nada te sustituye, eres único, y eres una pequeña gran parte de un todo, que no sería todo sin ti. Una persona puede vivir marginada, se lleva bien, pero una persona no puede vivir sola, porque directamente es insufrible.
¿Por qué? Porque al fin y al cabo vivimos de las cosas que nos hacen felices. Ciertamente las cosas que nos entristecen tiene un poder mayor que las que nos alegran, pues consiguen que el lado negro con el puntito blanco de El Ying y el Yang, sea sólo negro y le falte el puntito. Pero siempre, siempre, siempre, el motor de nuestra vida, el combustible que nos da energía para seguir adelante, son las cosas que nos hacen felices. Por eso la felicidad de encajar es mayor que la tristeza de no encajar. No hay que compartir gustos ni ideales para pertenecer a un grupo. Un grupo es mucho más que eso. Es el todo del que formas parte, el que está incompleto si faltas. ¿Te has dado cuenta? Todas las piezas son distintas. Y mucho.
Sin embargo, un grupo no es cualquier cosa, no es una reunión de gente que se junta para pasar un buen rato. Un grupo es una unión, es un SENTIMIENTO de pertenencia, no es sólo un conjunto de personas físicas. En el grupo te aceptan y quieren cómo eres. Evidentemente discutes, y mucho. Nadie dijo que fuera fácil, y mucho menos cuando es tan heterogéneo. Pero la unión, el sentimiento, siempre supera todo. Y sabes distinguir una discusión de un momento por algún motivo, de una verdadera ruptura. ¿Porque como iba a una pieza separarse por una discusión? El todo dejaría de ser un todo para ser un incompleto. El sentimiento es mucho más fuerte que un enfado de un día.
No es lo mismo un grupo que una agrupación. Muchas personas no tienen la suerte de tener un grupo. Tienen una agrupación de conocidos o más allegados con los que se lo pasa bien saliendo porque comparte mismos gustos e ideales. Incluso pueden pensar que el grupo formado por miembros opuestos es una congregación de marginados que no tuvieron más remedio que unirse para no quedar solos. Es triste, pero cierto. 
Mi grupo es especial, como cada componente que lo forma. Y por suerte, siempre va creciendo. 
·        La borde: o la siesa, como quieras, ambos le vienen como anillo al dedo. Que es simpática cuando está sola y dulce cuando duerme (aunque eso todavía está por comprobar). Cuando le da la neura, empieza a bombardearte como una ametralladora y no para hasta quedarse tranquila. En el fondo te quiere, por eso en el fondo también hay que quererla tal y como es. Va a su bola y no tiene nada que ver con nadie, pero sabemos que no es porque nos aprecie menos. Se la echa de menos cuando no está. Con ella no uses palabrerías sentimentales, con que cada uno sepa lo que sentimos el uno por el otro, es suficiente. Es uno de los pilares, vigas o columnas del grupo. La que va recolectando nuevas piezas. Aunque pasar luego a formar parte del grupo depende de todos. Siempre te lo he dicho cuando me has dado una noticia que me gusta mucho, pero ahora es distinto. Tenemos peleas fuertes. Pero te quiero. Y es la primera vez que te lo digo sin más. 
·        La campera: ella siempre con su flamenquito, su Rocío, su campo con caballos, su religiosidad, sus pulseritas y cadenitas de hermandades, y su estilo. La fan número uno de la Puebla. O tiene hambre o necesita ir al baño urgentemente. La apodamos “Gorda” o “La tamagochi” cariñosamente. Nunca puede ir sola a ningún sitio, siempre tiene que ir acompañada o no va. Da mucho trabajo, pero cuando le pilla un momento tierno y te demuestra cuanto te quiere, piensas que de verdad merece la pena aguantarla, aunque haya veces que la chocarías contra la pared. Y sé que ella piensa lo mismo de mí. Gorda, no te lo digo, pero sabes que te quiero (y ahora tampoco lo estoy jajaja) 
·        La muda la llaman: otra con gustos camperos, pero un poco más acentuados, o por lo menos más publicados. Pues se puede llevar todo el día hablando de ellos sin parar. Te pone la cabeza loca en un momento, pensar que tiene que hablar con ella por teléfono y contar cuantas horas de estudio vas a perder porque se va a enrollar contándote algo. Pero la queremos igual. El grupo no sería lo mismo sin su felicidad, alegría, buen humor, exageraciones, anécdotas y demás cosas que le dan vida. Empezó como socia, ahora es parte importante del grupo.
·        La refugiada: sí, todo empezó una noche de frío que calaba hasta los huesos, o dormir con ella, o morir congelada. Desde entonces no se me separa ni un momento… Es más pegajosa que una lap… ¡¡Es broooooma!! ¡Sabes que me encanta hacerte rabiar! Realmente yo nunca pensé que podría ocupar un lugar tan importante en mi vida diaria. Pero sin darnos cuenta ya era otra más en el grupo. Nos analiza a todos en secreto y saca conclusiones que no revela. Pero a pesar de todas nuestras imperfecciones, ella siempre lucha por conseguir que los demás sean felices sin esperar a recibir nada a cambio. Aunque no os deis cuenta. El roce no hace el cariño, y ella me lo ha demostrado, en muy poco tiempo ha llegado a ocupar un lugar que mucha gente en muchos años no ha conseguido. No cree en la palabra "te quiero", pero las dos veces contadas que te lo he dicho, eran verdaderas. 
·        La sencilla: sí, así es ella. Una persona sencilla, fácilmente emocionable, y sobre todo con pequeñas cosas. Siempre de buen humor, sonriendo, alegre, a pesar de que es capaz de sacar problemas de las cosas más insignificantes. Y te los cuenta, todos y cada uno de ellos (aunque todos giran siempre en torno de lo mismo) pero eres incapaz de no escucharla (ella se encarga de eso). Te pone de buen humor con verla. Te obliga a estar feliz a su lado, no es porque te lo ordene, es que no tienes otra opción cuando estás con ella. Siempre dispuesta a todo. Con ella sientes que todo es más fácil, que no hay complicaciones.   
·        La feliz: ella tiene nombre de astro. Y brilla como si fuera uno. A mí antes siempre me decían que era muy feliz, ella me desbancó de ese puesto y me alegra que sea ella. Siempre riendo y siempre sonriendo. Incluso cuando te cuenta un problema, saca algo para reírse. No tenemos el placer de verla mucho, pero salir con ella es un privilegio.
·        La guapa: o eso dice ella… porque yo lo considero muy discutibl... ES MENTIIIIIIIIRA AMORE MIO!! ¡¿Qué sería de nosotros sin ella?! Con sus puñetazos cariñosos que te echan el brazo abajo (y lo que no es el brazo). La que organiza siempre todos los regalos. Yo diría que es la más normal en el grupo, y por eso desencaja entre tanto loco jajajaja. Adoro su cara cuando no nos entiende o quiere hacer como que no se ha enterado de alguna gilipollez que hemos hecho. Tiene una risa y un tono gritón que se te mete en el oído, y un ritmo tocando las palmas capaz de hacer que el cantante le dedique unas palabras. Pero nos quiero mucho a todos en el fondo! Su paciencia, aunque justa, es genial. Siempre dispuesta a animarte cuando te ve depre, le afecta mucho verte mal y hace todo lo posible por remediarlo. Te da vida, siempre con ganas de fiesta. ¡Te queremos!
·        El asentimental secuestrado: cuando veía a El Esmirriado en Sé lo que hicisteis, me acordaba de él. Siempre que sale a la luz del sol, está deseando encontrar una manera de volver a su cueva. ¡Aunque tuviera que simular un secuestro! En serio, no sabes cuánto cuánto te echamos de menos. Nunca nos dirás unas palabras bonitas, ni camufladas ni sin camuflar, y querrá demostrar siempre que no tiene sentimientos. Pero se le quiere tal y como es. Y mucho. Preferimos un millón de veces que estés con nosotros en la calle poniéndonos la cabeza loca de Madonna a sentir tu ausencia. Aunque no nos lo diga, de entender, o muestre, él nos quiere mucho. Lo sé. Españoles, españoles, Franco ha muerto. En estas fechas familiares, la infanta Cristina, la infanta Elena, fanta de naranja, fanta de limón, queremos desearos felices fiestas. ¡Vuelve! ¡Los momentos son únicos cuando estás con nosotros!  
·        La chica con nombre de telenovela: Sí. Ella. La que nos hace saltar como perros furiosos a quien se le ocurra decir algo malo de los inmigrantes. Es muy tímida, pero una maravillosa persona. Cuando se suelta, te dan ganas de no dejarla jamás. Otra que está siempre feliz y sonriendo, te alegra cuando la ves por los pasillos y te saluda moviendo la mano con una sonrisa de oreja a oreja. No sale mucho por Coria con nosotros, pero la queremos igual. Ya dije que un grupo no era sólo una reunión de amigos para pasarlo bien. Ella siempre está dispuesta a ayudarte en lo que haga falta, y eso vale más que otra cosa. Que nadie nunca te quite la ilusión, siempre nos animas a todos con tus efusivas respuestas cuando estás contenta. 
·        La londinense: enamorada de todo lo inglés. Ya puedes regalarle una chapa de botella que encontraste tirada en el suelo, que como sea de Gran Bretaña, es incluso capaz de ponerla en una vitrina para adorarla y admirarla. Su risa es contagiosa, y cuando está contenta, no puedes evitar ponerte de buen humor. Tiene un millón de paranoias y más. Pero cada una de ellas es adorable. Mi gran rival en la escritura de reflexiones y libros, y orgullosa de que sea ella y no otra. Unos gustos muy raros y extraños, especiales, como ella. No pilla bien las ironías. Adoro todas y cada una de sus expresiones, porque sí, es muy expresiva y me encanta. La dulzura personificada. No cambies nunca, y te lo digo de verdad, y mucho menos por gente que no merece la pena. Si lo haces, que sea inconscientemente, sin darte cuenta, por la gente que te quiere. Eres maravillosa. 
·        La hipster, pro, bohemia: Ella es una moderna auténtica. No sigue lo que la mayoría porque esté de moda, ella lo vive y lo siente. Doy fe de ello, lo vivo todos los días. A ella no la saques de sus guitarras, tocando melodías en una toalla en un campo rodeado de flores y margaritas a lo Crepúsculo. Es una enana pero da abrazos de gigante. Lo aseguro. (Sus puñetazos también). Y aunque sus emociones son montañas rusas (está pletórica o por los suelos), sólo te entran ganas de estar con ella siempre, en cualquier momento de su bipolaridad. La más inteligentiosa sin duda alguna. Eso es indiscutible. Sus abrazos espontáneos en arrebatos de locura son lo mejor que hay. Y son como una droga, una vez que empiezas, no puedes parar de querer abrazarla siempre. Te adoro, tú y yo desde principio a fin. 
·        La antisocial: es para mí todo un privilegio ocupar un lugar en el corazón-búnker amurallado, con corazas, cámaras de seguridad, geos, legión y la CIA y FBI rondando por ahí. No tienes que hacer nada para conseguir traspasarlo, ocurre solo, siendo tú misma. Y un día te das cuesta de que estás dentro, sin comerlo ni beberlo tienes un sitio con pase VIP. Es algo muy especial que deje de aislarse sola para aislarse contigo. No intentes comprenderla, ni ella misma lo consigue. No intentes estar de acuerdo con ella, si no coincidís desde primer momento, dalo por perdido. No intentes animarla cuando no lo está, sólo quédate a su lado, hazle ver que estás ahí por ella, es todo lo que necesita. La hiperactiva que nunca te cansa. Las palabras "te quiero" nunca transmitirán ni la diezmilésima parte de lo que te transmite con uno de sus abrazos, los cuales no puedo describir, te dejan sin palabras. Por eso nunca nos lo decimos. Es rara, pero sólo puedes quererla. Mi chica amarilla. Mi chica especial.


Y yo no sé cómo definirme a mí misma. No tengo ni idea de qué apodo cariñoso ponerme. Pero esta humilde servidora, a pesar de que os ponga de los nervios, de mal humor o inicie cuarenta mil discusiones, os quiere con locura. Sé que soy una gritona, pesada, repetitiva, pegotera y que muchas veces no podéis aguantarme, que os da coraje incluso hasta a veces verme aparecer. Sin embargo, estoy llena de buenas intenciones, aunque algunas veces no me salgan bien y por orgullo no lo demuestre. Los actos no son el reflejo de los sentimientos. Pero soy así, y que me aceptéis como tal como soy me hace sentirme aún más feliz. Muchas veces he deseado irme de Coria (y lo sigo deseando), he dicho que me voy, no por lo que hay (pues hay mucha mierda) sino por lo que no hay. No me quiero ir por las cosas que tiene Coria y no soporto, pues con vosotras yo voy hasta el fin del mundo, es sólo que necesito conocer mundo. Que quiera irme no implica que os quiera menos, pues voy a pasarlo muy muy mal el futuro en que nos separemos. Es otro sentimiento de superación, como la crisálida que se abre para dejar libre a la mariposa que irá a volar. No se puede retener en un mismo sitio a un alma aventurera y rebelde. Y sé que muchas de vosotras me entiende y estará de acuerdo conmigo. Nunca pensé que encajaría, y ahora que lo hago, es mucho más de lo que nunca habría esperado. Por eso por nada del mundo me separaría de ellas si no fuera porque otra fuerza interna me dice que tengo que salir y conocer mundo. 


No somos unas piezas de Tetris que intenta acomodarse entre ellas lo mejor que pueden, dejando incluso espacios vacíos. Somos un gran puzzle, formado por piezas única e irrepetibles como ellas mismas. Pero tristemente, algún día esas piezas se separarán, tomaremos caminos diferentes, y la distancia nos alejará. Demasiado pronto, siempre nos parecerá que ha venido muy rápido el tiempo de decir adiós, cuando queremos algo con todo nuestro corazón, nunca todo el tiempo del mundo es suficiente para estar a su lado. Sin embargo, no es el fin del grupo. Las piezas encajarán siempre, no es el lugar, es la forma.  No es una despedida, y lo repito, NO ES UNA DESPEDIDA, es querer expresar un sentimiento que está ahí, y que tal vez nunca nos dio por investigar y por eso no sabemos lo que significa para nosotros. No se puede explicar un sentimiento, pero sí se puede intentar. Y con pocas palabras, para las personas que sienten igual, son suficientes para entenderlo. Individualmente añadiremos nuevas personas a nuestra vida. También muy importantes. El puzzle no estará vacío o incompleto si nos separamos o modificamos, estará desordenado y repartido por muchas partes, esperando  impaciente a volver a formarse de nuevo, algún día. Es una promesa. 

martes, 5 de junio de 2012

Capítulo 52: La lluvia de Londres

Capítulo 52: La lluvia de Londres
¡¡Por fin viernes!! ¡¡Por fin último día de exámenes finales!! ¡¡Por fin vería a Bryce!! Hoy me había propuesto buscarlo y hablar con él. Le diría que no me gusta como han acabado las cosas, que podemos darnos un tiempo o una prórroga para conocernos mejor. Bryce no me había hecho daño como para cortar la relación. Y aunque lo hubiera hecho, mis sentimientos superaban al orgullo, o por lo menos la vocecita acusatoria de mi cabeza que me decía lo que yo me encargaba de no pensar. Interesantes las voces de incierta procedencia que escuchamos en nuestra cabeza…

El examen de la mañana fue un éxito. Me había pasado toda la noche estudiando y no podía ser de otra manera… Aunque llevaba como siete noches durmiendo unas tres horas. Estaba reventada. Si aparecía después en la lista de los mejores resultados académicos, me daba por satisfecha. Si aparecía la primera, me daba por que se había equivocado el equipo directiv… Jajajaja. Vale, ya, no en serio, me alegraría muchísimo.  En el descanso, ni estudiar ni nada, el examen de por la tarde era práctico y no tenía nada que estudiarme que no estuviera ya en mi cabeza. Así que me fui a la zona más perdida del jardín reservado, que yo tenía permiso, y me tumbé en el incomodísimo banco a dormir. Ese mismo banco diseñado para que la gente, con tal de no partirse la espalda en ellos, se siente en los majestuosos sillones del comedor a gastar dinero por un tubo.

Y pensando en lo incómodo que era, me dormí. Instantáneamente. Cuando empecé a sentir un cierto contacto con el mundo exterior, tenía la sensación de haber pasado así horas… Pero no, fueron sólo pocos minutos. Decía lo de las horas por el dolor de huesos que tenía. Puto banco destroza espaldas. Al menos gracias a mi ligero sueño por mi pesada incomodidad, sentí que alguien jugaba con mis mechones de pelo. Me estremecí. La forma en que pasaba sus dedos por mi cuello era tan delicada… Un escalofrío. Si me iban a acariciar así la cabeza, ya podía romperme el espinazo con el banco deforma-espaldas. Pero cambié de opinión pronto, tanto que fue pensar eso y sentir como empezaban a tirarme del pelo. Un sonido chirriante llenaba el ambiente. ¿Quién diantres hacía eso? Me incorporé mosqueada de sopetón por no poder dormir ni bien ni tranquila.

-¿Pero quién coño está dando tanto por culo? ¡JODER! –Y con las manos estiradas me puse a alargarlas en todas partes mientras abría los ojos. No pillé nada. Pero vi a Liam y Leo de pie mirándome. Me impresionó. Con lo altos que eran y mi posición sentada, parecían auténticos posters de la luz. Se me cambió la expresión de la cara y no precisamente a una de la que me sintiera orgullosa mostrar.
-A veces no sé si estoy tratando con una chica o con un tío. ¿Pero cómo puedes ser tan basta? –Dijo Leo moviendo la cabeza de izquierda a derecha mientras hacía con la boca el típico sonido de “ti ti ti ti ti” como diciendo <no tienes remedio>.
-¡¡Pues no haberme despertado tirándome del pelo!! Estaba bien mientras sólo lo acariciabais. –Dijo sentándome mientras me frotaba los ojos. Sólo por ocultar mi cara, no tenía que aclarármelos, con suerte habría dormido 5 minutos.
-¿En serio crees que éramos nosotros los que te “acariciábamos” el pelo? –Dijo Liam sentándose a mi derecha y acomodándose como podía colocando los brazos en lo alto del respaldo. Y cambió la voz mientras hacía una mueca poniendo cara de cursi al pronunciar “acariciábamos”…
- ¡Yo que sé! ¡Tal vez era parte del plan para despertarme! ¡Pasar del mejor momento al peor! Primero la ilusionamos y después… ¡Zas! –Ni yo misma me lo creía. Pero con algo debía apostar por lo que había dicho…
-¡Jajaja! ¡Veo que conoces nuestros mecanismos! Pero esta vez te equivocas, era una ardilla. Nosotros simplemente nos quedamos observando como se hacía una madriguera en tu pelo. ¡Jajaja! –Y Leo, que se sentó a mi izquierda, chochó los cincos con Liam delante de mis narices. Ya estaban como siempre… Y me gustaba. ¡Los había echado tanto de menos! Soy estúpida por haber renunciado a ellos para evitar a Bryce… Espera un momento… ¿Había dicho ardilla? ¡¡Oh oh!! ¡¿Y si estaban planeando una emboscada para atacarme?! ¡Esos roedores me la tienen jurada!
-Ja-ja-ja. En verdad me estoy descojonando con vosotros, aunque no lo parezca… -Modo ironía ON. Los miré entrecerrando los ojos a modo de mirada asesina. No murieron… Conclusión, las miradas asesinas no matan. Y Madriguera dice… Como si mi pelo fuera estropajoso… con lo definido que son mis rizos… -¡Y ya podríais habérmela quitado!
-¡Qué dices! ¡Con lo guay que era ver tu cara de orgasmo pensando en que noséquién te estaba acariciando tiernamente! ¡Pagaría por saber en qué estabas soñando en ese momento! –Liam también lanzaba sus puyas cuando se inspiraba. Este tampoco se queda atrás. ¡Y tanto que se inspira! Volvieron a chocar los cinco. ¿Era algún tipo de competición por la broma más ingeniosa contra mí?
-¡Yo no tenía cara de orgasmo! ¡No soy como vosotros! ¡Yo no sueño esas cosas! ¡Mal pensados! –Y me crucé de brazos mientras hinchaba la cara enfadada.
-¡Venga ya! ¡No te enfades! ¡Que llevamos semanas sin vernos! –Liam me sacudió la cabeza con la palma de la mano abierta a modo de gesto cariñoso y efusivo. ¿Quería decir entonces que me habían echado de menos? ¡¡¡Ohh!!! ¡Me los como!
-¡Eso! ¿En qué agujero o cueva te escondías? Sé que no es muy llevadero tener que soportar tu cara pero creía que no te importaba que los demás lo pasaran mal viéndola. –Y el teatrero de Leo con su teatrera personalidad puso el tono de voz y los gestos más teatreros para darle credibilidad a lo que había dicho.
-¡Que va! ¡Me escondía en mi búnker privado! Con lo famosa que soy, pueden atentar contra mi vida o integridad física. ¡Pero si hasta salgo en las revistas! –Hombre, no iba a negar que me escondía, así con esta inmensa ironía reconocía indirectamente que me escondía, pero de una manera en la que yo quedara por todo lo alto. Los miré, no respondían nada. Me miraban, seguían sin decir nada. ¿Qué diantres había dicho que los había dejado tan callados? Ni una mueca, ni un gesto, ni un parpadeo, mirada intensa y penetrante. Estaba empezando a preocuparme. -¿Qué pasa? ¿Qué he dicho? ¿Por qué me miráis así? –Dije mientras movía la cabeza de derecha a izquierda para mirarlos a los dos. Habían dejado su postura de relajación para echarse hacia delante y apoyarse en las rodillas con los codos.
-¡Nada! ¡Qué va a pasar! ¡Que te echábamos mucho de menos y nos parece mentira verte de nuevo! –Cambio descarado de tema modo ON. Y Leo se me echó encima para abrazarme rodeándome con el cuerpo, como si cubriéndome con él y haciendo como que me apretuja se me fuera a olvidar ese extraño momento. Liam se unió diciendo lo mismo. ¿Pero qué diantres estaba pasando? ¿Pensaban que conseguirían cambiar de tema? ¡Pues la llevaban clara!
-¡Eh! ¡Qué os pasa! ¡Dejad de achucharme tanto y decidme que fue lo de antes! –Dije intentando separarlos pero no con mucho ímpetu, porque en verdad me encantaba que lo hicieran XD.
-¿Cómo te va con los exámenes? ¡Hoy ya será el último! ¿No? –Dijo finalmente Liam tras casi un minuto de forcejeos cariñosos.
-Buf, pues llevo unos días durmiendo poquísimo. Menos mal que me están saliendo bien. El último es ahora después del descanso. Es de prácticas. –Y cada uno volvió a sentarse a sus anchas en el banco. Yo tuve que levantarme, no quería quedarme engarrotada para el examen. -¡Esta tarde seré libre! ¡Tengo una fiesta de pijamas con Karem y Ashley! –Dije cogiéndome las manos, entrelazando los dedos y poniéndomelos sobre el pecho a la vez que cerraba los ojos de la ilusión. Y pensar que justo ayer a esa misma hora no tenía menos infinito de ganas de fiesta… ¡Cómo cambian las cosas de la noche a la mañana!
-¡Así te veíamos tan mala cara! ¡Cómo que llevas nada y menos horas de sueño! -¿Leo no da tregua? NO.
-¿Y eso? ¿Algún motivo especial? –Liam si da más descanso.
-¡Claro! ¡Echar el rato juntas! ¿Te parece poco especial? –Dije despreciando e ignorando a Leo. Eso le dolió. Lo sé por cómo intentó captar mi atención después.
-Cuando quieras, estoy disponible para una fiesta de pijama, solos tú y yo. –Y me guiñó un ojo mientras hablaba con voz de conquistador. Ahora entiendo por qué las chicas caen en masa rendidas ante él como moscas.
-Reconócelo. Me has echado mucho de menos estas semanas que no me has visto. –Dije con mi cara de seductora. La cuál la había improvisado hoy por primera vez en mi vida. Espero no haber quedado muy patética.
-Ni lo dudes. –Dijo sin cambiar la expresión de PlayBoy. Llego a ser otra con otra forma de ser y sentimientos, y me lanzo al cuello. Menos mal que no podía leer mi mente. Tendría un gran problema.
-¡Si en el fondo te queremos! –Y Liam me guiñó otro ojo pero en plan amigable. Y los dos se levantaron, me volvieron a despeinar con la palma de la mano y echaron a andar. Con lo alto que era Leo, apenas tenía que levantar el brazo para llegar a mi cabeza. Aunque no lo era tanto como Bryce.
-¿Un momento? ¿Por qué os vais? –Me quedé parada, enfrente del banco, mirándolos irse como una tonta. No entendía.
-Hace como dos minutos que ha tocado. Creía que te habías enterado pero querías seguir disfrutando de nuestra compañía. –Liam se giró mientras andaba para decírmelo. Su piel marrón hacía juego con su camiseta blanca. Se veía bárbaro.
-Oh. Ni me había dado cuenta. –Y seguí parada, enfrente del banco, mirándolos irse como una tonta. ¡Ostras! ¡El examen! ¡Que llego tarde! Y eché a correr, rápido, adelantándolos por el sendero y pasando por medio de los dos.
-¡Valerie! –Escuché al instante de pasar por su lado. Y empecé a correr de espaldas para escuchar lo que tenían que decirme y no atrasarme más.
-Suerte en el examen. –Liam era atento. Y eso me gustaba.
-¡Gracias! –Y antes de girarme, Leo empezó a hablar.
-¡Y nos apuntamos una! ¡Al final te hicimos cambiar de tema! –Y levantó las cejas a modo de vacile. ¡Cierto!¡Tanto insistir y pelear para que no lo consiguieran… y bah…¡Mi dignidad por los suelos...! –¡Cuidado! –Pero ya era demasiado tarde. Ya mi dignidad no estaba sola en el suelo, ahora yo también le haría compañí…ah no, que me había caído en el estanque de las carpas…

Fui muy rápida adelantando los hechos. En el trayecto de mi caída creía que aterrizaría sobre suelo en vez de sobre agua… ¿Cuántos metros cuadrados de estanques y fuentes puede haber en todos los jardines de la Uni? ¿Un 20% de toda la extensión? ¿Un 10 tal vez? Aunque hubiese sido 0.01% mi maravillosa suerte se las habría arreglado para teletransportar un lago entero debajo de mí o crear uno en la milésima de segundo en la que tardaría en caer. Del impulso llegué hasta a tocar el fondo con el culo. O mejor dicho una enorme piedra que había en el fondo justo en el sitio donde aterricé. Qué raro que dentro de lo malo haya algo más malo para mí… No me lo creo… Ironía…

-¡Valeria! –Escuchaba desde el fondo del estanque. No debía ser muy hondo, tal vez medio metro, porque al momento pude incorporarme y salir. Me llegaba el agua por algo más arriba del ombligo. -¿Estás bien? –Preguntaron los dos a la vez al verme salir. Venían corriendo con la cara de preocupación y llegaron justo en el momento de yo emerger de las profundidades. ¿Se habrían tirado a rescatarme?
-¡Como voy a estar bien! ¡¿Qué voy a hacer ahora con el examen?! ¡No puedo presentarme así! –Y del enfade, empecé a pegar puñetazos sobre la superficie del agua como si de la superficie de una mesa se tratara. Como no podía golpearla para liberar mi rabia, me dediqué a dar más de un puñetazo a ver si se me pasaba a base de repetición.
-Bueno, bueno tranquila, no lo pagues con el estanque. Él no tiene culpa de que te le hayas lanzado. –Liam se tapaba con los brazos. Lo estaba salpicando a los dos. –Y nos está cayendo el agua.
-¡Él tiene la culpa de estar ahí!
-Pero no de que corras de espaldas sin mirar donde pisas. ¿Cómo se te ocurre? –Leo para mi sorpresa no lo estaba diciendo en el tono bromista para  chincharme.

Lo decía en un tono de hermano mayor condescendiente que busca mientras riñe una solución al problema. No fue hasta ese momento cuando me di cuenta de que no se habían reído por mi caída. Habían corrido hacia mí preocupados y cuando vieron que estaba bien, no empezaron a cachondearse. Es un pequeño gesto, pero me llegó muy dentro. Cualquier otra persona se estaría riendo a carcajadas, esa cualquier misma persona que tendría pinta de respetarme siempre. Ellos me molestaban continuamente con cariño, pero a la hora de la verdad demostraban ser más persona que cualquier individuo.

-Dame la mano, que te ayudo. –Dijo Liam cuando me vio que estaba intentando salir por mí misma. Estoy tan mal acostumbrada a que me la ofrezcan que ni había caído en la cuenta. Le di mi mano y me la cogió fuertemente pero con delicadeza. Salí al momento impulsada por su musculo brazo. No tiró bruscamente a modo de látigo, sostuvo todo el peso de mi cuerpo con la fuerza de su brazo y le elevó con suma delicadeza. Como si levitase. Estaba asombrada. Lo hizo con una suavidad extrema. Intenté disimular mi cara de tonta y miré a Leo después de decirle que gracias. Leo  seguía pensando una solución. Noté como el peso que tenía que aguantar era mayor. La ropa mojada pesaba y mucho. Empecé a tener mucho frío. Era diciembre y acababa de salir de un estanque de agua helada. Tiritar fue algo que no pude evitar. Chasquear los dientes, por ahora sí. Al menos me cubría con los brazos… inútilmente… pero ya me llegaba menos el gélido viento, que aunque llevara mangas largas, seguía calándome los huesos igualmente... –Toma. –Dijo Liam quitándose su espectacular chaqueta para dármela. Lo miré sorprendida. Se supone que es lo normal que se hace en esos casos, pero seguía asombrándome. Sigo estando muy poco acostumbrada a tantas buenas atenciones.
-Ooh, oooooh. No gracias. Estoy mojada con el agua del estanque. Se va a manchar. –Dije rechazando su ofrecimiento apartando cuidadosamente su mano sosteniendo la chaqueta.
-¡Venga ya! Si no es problema. Ya me la he puesto dos veces. Pensaba dejarla hoy. –Dijo sonriéndome. A mí se me cortó la sonrisa… ¿Gente necesitada pasando hambre y él gastando el dinero en no repetir chaqueta dos veces? Mi cara tuvo que ser todo un poema. Lo sé por su respuesta. -¡Es broma mujer es broma! No sabía que te pondrías así. Seguro que has estado pensando que qué derroche de dinero cuando hay gente pasando hambre. –Dijo con su sonrisa de oreja a oreja. Se divertía con mis extrañas expresiones. -¡He dado en el clavo! Jajaja eres tan previsible algunas veces. Jajaja. –Nuevamente, mi rostro desveló lo que pensaba. Así me pillan las mentiras tan rápidamente… -Que no mujer, no te preocupes, es sólo agua. Eso se lava y se seca y como nada. No te preocupes. Me voy a enfadar como de la desprecies. –Y me la echó a la cara bromeando.
-Dejaos de bromas. –Leo interrumpió nuestro momento. -A ver cómo lo hacemos… -Estaba muy metido en sus pensamientos. Nunca lo había visto tan inmerso en sí mismo. Miraba un punto lejano. –Valeria, ve a los vestuarios a lavarte. Yo iré a buscar un uniforme limpio para ti. Liam, avisa al profesor del examen que tiene que hacer ella y dile lo que ha ocurrido. –Dijo mientras seguía observando el famoso punto. Algún día me gustaría encontrarlo para saber si es tan enganchante como parece.
-¿Y si no se lo cree o no entra en razón? –Negatividad, aléjate de mí. Que eres más pegajosa que una lapa.
-Ja. –Leo disimuló una nota de risa con la boca cerrada. Sonó a un “mmmm”. –No te preocupes por eso. Parece mentira que todavía no sepas el poder que tenemos en este lugar. Si no entra en razón, ya nos encargaremos nosotros de hacerle entrar. –Y los dos se miraron confidencialmente.  Por un momento me asusté. Pero sólo por un momento. Su forma de actuar es meter miedo, si hay que entrar a la acción, aprietan pero no ahogan. Me quedé más tranquila por la integridad física del profesor de prácticas. Mr. Sumter. Era un buen tipo… Un momento, ¿por qué he pensado <era> en vez de <es>? Ya sabía la respuesta.
-Si le vais a romper las piernas…que parezca un accidente. –Dije como si fuera lo más normal del mundo mientras me escurría la falda de agua, haciéndolo aún con más tranquilidad de la necesaria. Oye… tener los huesos rotos de las piernas no afecta a la integridad física… sigue teniendo las piernas…¿no?
-Jajaja. ¡Eres la leche! –Los dos empezaron a reírse. Y me contagiaron la risa. ¡Viva el humor negro! –Déjanoslo a nosotros. Somos unos profesionales. –Y se miraron levantando las cejas a modo de vacile.
-¡Anda vamos! ¡No perdamos más tiempo! –Liam apremió. –Ve al vestuario de la pista de voleibol. Te llevaremos allí el uniforme. –Y cada uno salió andando rápidamente para su misión. Pero no llegaron, los paré antes.
-¡Un momento un momento! –Grité al darme cuenta de una cosa. -¡Vosotros vais a perder clases! –Y se pararon en seco para mirarme sorprendidos por mi grito inesperado.
-¿Crees de verdad que te vamos a dejar así? Anda, tira para adelante. –Dijo Liam dándose la vuelta para responder y volviendo a girarse para continuar con el camino. ¿Esperaba que me quedara tranquila diciendo eso?
-Pero no os sacrifiquéis por mí. Son vuestras notas. Yo puedo arreglármelas solas. De verdad. –Mi voz sonaba un poco desesperada, pero veía que se iban y que no podía hacer nada.
-Valeria. –Leo fue esta vez el que se paró, y se acercó a mí andando lentamente para ponerme las dos manos en mis hombros y mirarme fijamente. –Como no te va a valer que te digamos que lo hacemos por ti. Voy a decírtelo de otra manera, que no es el motivo, pero tú te lo vas a creer y todos vamos a estar bien. –Asentí con la cabeza. No podía hacer otra cosa teniendo su rostro tan cerca del mío–Nos saltamos todas las clases que queremos y más. Y lo sabes. No va a pasar nada porque no vayamos a esta tampoco. No hay nada importante. - Su mirada penetrante era muy convincente. Podría haberme pedido que me tirara de un puente, y haber aceptado. Sus manos firmemente agarradas a mis hombres. Me los sujetaba con fuerza, como si quisiera transmitirme por contacto el los motivos convincentes que me daba, pero me sujetaba también delicadamente. -¿Vale ya?
-Vale ya. –Y los dos sonreímos a la vez. No dijimos nada más. Miré a Liam para decirle adiós con la mirada y me di la vuelta camino de los vestuarios de la pista de voleibol.  Cada uno tiró por caminos diferentes.

Ahora me encontraba sola, indefensa, vulnerable en dicha situación a lo que quisieran hacerme algo… No. Ahora volví a pasarme lo mismo que antes. Al retomar la relación con Leo y Liam y sentir de nuevo su protección, volví a sentirme vulnerable. No. Ya no más. Fui pisando fuerte hacia el vestuario, aunque el sonido de mis zapatos mojados contra el suelo no mantuviera el aura de seguridad que me rodeaba. Si, estaba un poco patética pisando firme con la cara muy seria, con el entrecejo fruncido, dando pasos largos y moviendo los brazos para acompañarme a mi lado mientras sonaba un <clac clac clac> a de goma mojada. No pasaba nada. Mi reputación no podía cae… si que podía, por eso iba a dejar de tentar a mi suerte pensando que las cosas no podían ir a peor.

La zona estaba totalmente solitaria. Miré el reloj. Normal, llevaban ya 10 minutos de clases. Sentí un escalofrío de mal presentimiento. En otro caso pensaría que son imaginaciones mías y que no debo pensar que siempre va a pasarme algo. En este caso ya lo veía todo posible. Sabía que algo no iba a ir bien. Resignada, suspiré. Guardé la mochila en el interior de una taquilla, pero como no llevaba dinero para cerrarla con llave, sólo dejé la puerta todo lo encajada que pude. Ahora debía ir preparada, Angela, Stephanie y Cindy no habían hecho nada en todo este tiempo habiendo jurado que se vengarían de mí. Sabía que me atacarían cuando más daño hiciera. Ahora podían jugármela. Por eso dejé también la ropa junto a mí en una ducha contigua que no usaba. Estaba mojada, pero por si acaso. Al menos tenía toalla limpia. En esta universidad las toallas se pueden tomar prestadas en los baños, como en los hoteles. La chaqueta de Liam si la escondí mejor. Arriba de una taquilla.

Puse el agua caliente al máximo y decidí tomarme la ducha con tranquilidad. Total, iba a hacer el examen la última de la clase seguramente, tenía mucho tiempo todavía. Saber que estaba sola me tranquilizaba, así no tenía que lidiar con nadie, pero me ponía de los nervios, nadie podría ayudarme si lo necesitaba. Finalmente acabé de ducharme, me enrollé en la toalla y salí. Cuando miré por casualidad la mochila me di cuenta de que no le había echado ningún vistazo… Al menos seguía allí, no la habían robado. Y no creo que me hayan quitado nada, hubiera sido preferible llevársela entera antes que arriesgarse a ser descubierto sacando algo. Estoy paranoica… ¿Por qué alguna millonaria querría robarle algo a la pobretona de la Uni? Qué cosas tengo… La chaqueta de Liam seguía donde mismo. Estaba sentada esperando y escuché la voz de Leo. Me alegré mucho.

-¡¿Valerie?! –Escuché gritar desde la puerta. No quería entrar. O él había tardado mucho en llegar o yo muy rápido en salir de la ducha.
-¡Pasa! No hay chicas en la costa y yo llevo toalla. –Y también ropa interior, aunque era información innecesaria cuando lo imprescindible era decir que no había problema en que entrara. Por suerte, no se había mojado. Me levanté del banco y fui a su busca.
-Toma. Y vístete rápido. He tardado más porque me he encontrado con Liam por el camino. Al parecer tuvo problemas para convencer al profesor porque dos tías empezaron a meterse en la discusión para que no te lo repitiera. –Qué poco me sorprende… es como si me lo hubiese visto venir…sabía yo que iba a pasar algo parecido… Un momento... -¿Y sabes los nombres? –Me hacía una idea de quiénes podían ser.
-Pues creo que escuché que una se llama Angela. Se lo oí decir a una cuando salieron juntas de la clase de prácticas. –Dijo tras un segundo pensando. Me hacía gracia, porque levantaba la mirada al techo para pensar. ¡Tan mono Leo! -¿Por? ¿No te sorprendes? –El extrañado por lo ocurrido parecía ser solo él… Inocente… si supiera que eso me pasa por culpa de ellos… Espera… ¡entonces de inocente nada! Bah, se lo perdono, sé que no lo hacía con mala intención. Si es que soy un cacho de pan… En verdad no. En verdad es que soy incapaz de enfadarme con él. Bah, vaya hilo de pensamientos más extraño.
-Porque Angela y las otras dos siempre me están haciendo la vida imposible desde que a un cierto grupo de chicos les dio por ponerme una tarjeta roja en una taquilla… -Indirecta. –Ya es algo normal en mi vida que intenten algo contra mí. Me sorprendería si no hicieran nada. –Dije en plan pasotismo, como quien habla de lo más normal del mundo con la mayor naturalidad de la tierra. Incluso para darle más normalidad al asunto, entré en uno de las cabinas para cambiarse de ropa para seguir a mi rollo. Yo también soy una teatrera cuando quiero. Jajaja.
-Vaya… he sentido como una flecha señalándome a mí se me ha clavado directa en la frente. Jajaja. –Y miré antes de entrar en la especie de probador como se rascaba la frente. ¡Tan mono! –Pero no sé si te dijimos que todo eso fue plan de Bryce. Nosotros no teníamos nada en tu contra. –Y dicho esto escuché cómo el banco rechinó al soportar el peso del aproximadamente metro noventa de Leo. ¡Quien fuera ese banco! Digo… ¡Pobre banco!
-Ya lo sé tonto. Es sólo que de vez en cuando me gusta dejároslo caer como quien no quiere la cosa. –Y abrí la puerta para asomar sólo mi cara y sacarle la lengua cariñosamente.
-Anda, venga, vístete rápido que sólo tienes 20 minutos para hacerlo. – ¿Quince minutos? ¿Ya habían pasado 15 desde que entré en el vestuario? Como pasa el tiempo… -Y por cierto, ahora que me has dejado pensando. Eran sólo dos las chicas. –Me quedé bloqueada por un momento. Cayendo en la realidad de las palabras. Incluso dejé de moverme. Eso era malo. No creo que haya faltado ninguna a un día de exámenes finales que no se repiten. Sino que se recuperan en el siguiente cuatrimestre. Debían tener un plan. Y yo debía ser el objetivo. No… Me estaba volviendo paranoica. El plan ya era joderme el examen. Una estaría en el baño o se callaría la boca. No puedo vivir en esta esquizofrenia que me hace confundir la realidad con la ficción.
-No creo que pasa nada. Tú ya me has ayudado demasiado. Sé defenderme de las debiluchas esas. –Y salí en ese mismo momento de la cabina dirección bombo de toallas sucias para colocar la que había usado. Me giré para terminar mi respuesta. -Voy para el examen. Gracias por la ayuda. –Al volver a mirarlo tras girarme al deslizarme por el suelo de losa, confirmé la teoría. ¡Quien fuera esa banco! Su típica apariencia de pasota despreocupado era explosiva. Menos mal que sólo podía verlo con ojos de amistad. No me veía con cuatro amores imposibles en el G4.
-De nada mujer. Ya sabes que eres una más. –Y se levantó, se dirigió a mí y me golpeó cariñosamente en el hombro con el puño cerrado. En plan colega. Nunca hubiera imaginado que ser <una más> me gustase tanto. Porque no era simple más, era <una más> en el grupo.
-La chaqueta de Liam está arriba de las taquillas. Cógela tú ya que yo tengo tanta prisa en hacer el examen. –Y le guiñé el ojo mientras salía corriendo afuera. Si tenía prisa para irme, la tenía, eso es así. Jajaja.
-¡Como te aprovechas de lo que digo! –Y se rio conmigo. -¡Anda! ¡Suerte! –Y lo último que vi al salir por la puerta fue su sonrisa amable.

Era todo lo que necesitaba ahora. Nunca en la vida hubiera imaginado que Leo podía ser así el primer día y los siguientes que lo estuve viendo en la Uni. Siempre tan altivo, callado, serio y pasota. Como si el mundo le importase una mierda. Lo mismo que a Bryce, pero no tan exageradamente. Tal vez por eso también Bryce me había sorprendido aún más. Parece que el grado de mala imagen que infunde alguien es directamente proporcional a la belleza de la propia persona. Fui corriendo a la clase de las prácticas. Y sin tener que dar más explicaciones, el profesor me apremió a ponerme la bata y comenzar con el examen cuanto antes. Al parecer llegué justo a tiempo. Fue ponerme los guantes de látex y terminar los cuatro chavales que estaban haciendo el examen. Al parecer yo entraba en el último turno. ¡Justo a tiempo!

-Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Comenzad ya. El tiempo corre. -¿Cómo? Pues eso lo habría explicado al principio cuando yo no estaba. Porque no tenía ni pajolera idea de cuál de las diez mil prácticas que hemos hecho desde que empezaron las clases, era. Amedrentada por la cara seria e impasible de mi profesor, me acerqué para preguntarle. Dudé varias veces. Realmente daba miedo. Era el mismo que siempre me hacía el vacío y me echaba las culpas a mí cuando Shelby me habla. Nunca le he caído en gracia…
-Perdone Mr. Sumter…Eeeh…Esto…-No sabía donde meterme. No podía mirarlo ni a la cara. Jugaba nerviosa con los dedos de mis manos. Le tenía verdadero respeto a este hombre.  -¿Podría repetir si no es mucha molestia para usted, cuál práctica debemos hacer? Por favor… -Me temblaba la voz. Levanté la cabeza para mirar sus ojos a través de los gruesos cristales de sus antiguas gafas de pasta marrón. Su piel curtida y arrugada mostraba que adoraba la seriedad por encima de todo.
-Intente no darme muchos problemas señorita Spinoza. A mi edad ya no se tienen muchas ganas de bregar con críos que no saben donde están parados. –Joder… que sólo tenía que mover la lengua en compás con los labios, mientras recuerda de qué va la práctica y piensa en lo que tiene que decir para mandarle la orden a las cuerdas vocales y hacer un determinado sonido u otr… Vale sí, era mucho trabajo… ¡Pero eso es como andar! ¡Hablar se hace como inconscientemente!
-Señorita Valeria Spinoza, acuda ahora mismo al despacho del decano. –El megáfono empezó a sonar. Mr. Sumter y yo nos quedamos mirando atónitos el altavoz, como si pudiera responder a la pregunta de nuestras caras. Me llamaban a mí… ¿Por qué a mí? ¿Ahora qué? ¿Era la protectora de animales por haber tirado de un manotazo a la ardilla que me hurgaba en el pelo? Se había quedado con mi cara… lo sabía… No hay que fiarse de estos bichos…
-Vaya ahora mismo. –Dijo el profesor. No estaba segura de si en ese momento en vez de circularme sangre por las venas, circulaba impotencia. ¡¿Ahora que conseguía hacer el examen me tenían que llamar?!  Espera, debía haber una solución.
-¿Pero y qué pasa con el examen? ¿Lo puedo intentar después? –Dije incluso esperanzada… Inocente…
-Usted vaya ahora mismo. Después hablaremos. Al parecer no es sólo conmigo con el que tiene que dar una explicación. –Y casi vislumbré cómo una leve sonrisa se le escapaba por la comisura de sus secos y agrietados labios. Se me empezó a hinchar la vena del cuello que me entra cuando no puedo. No podía parar de apretar los puños que caían a cada lado de mi costado. Me di la vuelta tras unos segundos de reflexión y me paré.
-Ahora mismo. –No quería que viera mi cara de mala leche. Sería como una victoria para él. Además, me desilusionaría comprobar que mi mirada asesina seguía sin surtir efecto. Me dirigí a la percha, me quité la bata. Y guardé en el armario las gafas y los guantes. A ver qué querían ahora…

A medida que colocaba una pierna delante de mi cuerpo y dejaba otra atrás, sentía como también dejaba atrás mi buen humor. Ya me había jodido suficiente por hoy para que alguien ayudara a la causa. Aunque mejor dicho, no era alguien. Eran varias. Y tenían nombre y rostros. Angela, Stephanie y Cindy. Esperaban sonrientes, con expresión de suficiencia en la puerta del despacho del decano. Me entraba acidez de estómago cada vez que las veía. Eran las típicas personas que te ponen de mala leche con sólo ver sus caras. Y recordé lo que pensé en el vestuario. Casi prefería tener esquizofrenia que tener que aguantar putadas de estas. Les hice el vacío y entré dentro. Al menos tuvieron el detalle de no obstruirme el paso de la puerta como ya tenían costumbre de hacer. Así no tenía que aguantar sus caras mucho tiempo. Entré dentro, el decano me hizo un gesto con la mano y me senté en la silla justo enfrente de su cara, al otro lado del inmenso y carísimo escritorio.

La sala era gigantesca. Decorada a lo clásico. Con sillones de cuero marrón, suelo de parqué claro. Estanterías llenas de libros por todos lados del color del cuero. Pared cubierta con cenefas azul marino. Era como en las películas. Incluso la típica silla de escritorio negra que parece un sillón de masaje. No era la primera vez que veía al decano, ya tuve que arreglar unos papeles con él sobre mi beca en esta universidad. Estoy aquí gracias a que la Uni paga la otra parte de mi matrícula y cuota mensual junto con el Estado. Supuestamente lo hacen para tener a los mejores estudiantes entre sus alumnos. Sí, y ahora iban a putear a uno de ellos. Ahora comprendía por qué sale en las noticias alumnos que se lían a matar compañeros de clase con una metralleta a lo loco. Estaba sintiendo esa necesidad.

-Señorita Spinoza. –Hablaba tranquila y pausadamente. Era un hombre joven, con pelo gris, abundante, ni una entrada. Muy atractivo. Como el hermano no tan guapo de George Clooney en versión mayor. –Las chicas han encontrado esta mochila en el vestuario de voleibol. Es su maleta. –No era una pregunta, era una afirmación. Miré como sacaba mi mochila de debajo de la mesa. Tuvo que hacer fuerza, parecía pesar mucho. No sabía por qué, hoy no iba muy cargada. No tenía que cargar con muchos libros, no los necesitaba para practicar para el examen que todavía no había hecho… ¿Qué diantres pasaba?- Se encontraron la llave perdida de la taquilla en el suelo. Cómo no sabían a quién devolvérsela, fueron a averiguar quien era el dueño de la llave. Así que cuando abrieran la taquilla para ver de quién eran las cosas allí guardadas, descubrieron para su sorpresa que estaba llena de instrumentos musicales y de sus tres carteras. -¡¿QUÉ?! ¡ESO SÍ QUE NO! ¡MENTIRA! –Y para mayor sorpresa, en los cuadernos vieron que su nombre estaba escrito. –Sacó de dentro varias flautas, castañuelas, panderetas, platillos, baquetas, xilófonos pequeños y cajas chinas… ¿Todo eso cabía ahí dentro? No tenía ni idea. -¿Tiene algo que alegar en su defensa? –Terminó cuando además colocó en la mesa junto a las demás cosas las carteras de las tres chicas. Sí, tenía algo que alegar. ¡Las hijas de puta esas me habían tendido una trampa!
-Sí. Yo no he robado esas cosas. –Si dijera todo lo que pienso… Me veía entonces en Guantánamo. Lo miré muy seriamente, a los ojos, con la mirada fija. Ojalá tuviera telepatía para hacerle ver la realidad de las cosas. Pero claro, no iba a tener esa suerte. Mi mirada no funcionó.
-¿Algo más firme y contundente en su favor? –Hablaba como por puro trámite. Como en los juicios un abogado que ve venir la sentencia final irremediable. Me levanté de la silla y empecé a andar de una pared a otra de la sala. Era bastante grande, no me aburría por el camino. Todos me miraban extrañados. Estaba pensando qué decir. La verdad, por muy absurda que fuera, era lo mejor que se me ocurría.
-Pues sí, pasé el descanso con Leo Bynes y Liam Cooley en la zona reservada para ellos junto al estanque de carpas. Como nos distrajimos hablando, cuando sonó el timbre de fin del descanso, no nos enteramos. Por eso, cuando supe la hora que era, salí corriendo, pero de espaldas, porque tenía que decirles algo importante, por eso no vi el camino y me caí accidentalmente al estanque. Como tenía que hacer un examen de prácticas con Mr. Sumter, decidieron ayudarme. –Cuanto más me escuchaba a mí misma. Más patética sonaba. –Liam fue a intentar convencerlo  para que me hiciera el examen más tarde y Leo fue en busca de un uniforme seco para mí. Me duché en el vestuario de la pista de voleibol. Y… -Un momento, recordé que al final no le había echado ningún vistazo a la mochila mientras me duchaba… Y ni siquiera la miré cuando salí. En ese momento ya debía estar guardada. ¿O tal vez no? No sé como lo hacen estas arpías, pero ahora no iban a salirse con la suya.
-Muy interesante su historia a parte de increíble. Pero eso no le quita culpa. –Dijo muy seriamente el decano. Miré la cara de sorpresa de las tres. No se creían que yo pasara los recreos con los hombres de sus sueños. Ja.
-Se lo digo, porque ellos son testigos directos. Puede preguntarles. Sí, he estado en el vestuario de la pista de Voleibol. Pero ellos han estado conmigo en el recreo y después. No he podido ser yo. Pregúnteles. –Y agobiada ya por decir la verdad, puse las dos manos en el escritorio y me eché hacia adelante para aproximarme. No quería aparentarlo, pero por dentro estaba atacada. Silencio. Por un momento pensé que hubiera posibilidad en demostrar mi inocencia. Pero sólo por un momento.
-Señor decano. Estaba todo preparado. Era su cuartada. Mientras Leo y Liam estaban afuera intentando ayudarla, ella salió a la sala de música para coger los instrumentos. Lo había planeado todo de antemano. No se estaba duchando en realidad. –Angela sonrió como si fuera una serpiente venenosa. Aunque apostaba el cuello a que seguro que prefería ver la cara de una serpiente. -¿O no ve muy poco probable que se caiga accidentalmente en el estanque de carpas porque iba corriendo de espaldas mientras le hablaba a dos de los chicos más importantes de la Uni? –Me miró para seguir escupiendo veneno por la boca. Su sonrisa de victoria y su ceja levantada me hacían aumentar el tamaño de mi vena. –No hay que fiarse de esta chica. Es una pobretona trepadora. Se metió en problemas a propósito con el G4 para luego a base de infundirles pena como la pobre chica becaria y extranjera, se ganara su confianza y utilizarlos para su beneficio. ¿Cómo si no iban ellos a juntarse con ella? –Ahora era Angela la que caminaba de un lado para otro de la sala. Stephanie y Cindy la miraban sonriendo con la misma cara que me ponía de mala leche. Yo tenía el cuello girado y la miraba, pues mis manos apoyadas en la mesa seguían apuntando al decano. Estaba apoyada como si fueran a chequearme. Miré al decano.
-No creerá lo que está diciendo… -Lo miré apretando mucho los puños. Como siguiese así, pronto mis uñas se abrirían paso hacia la luz a través de mis manos. El decano no dijo nada. Parecía esperar a darme la mala noticia. –Señorita Spinoza… -Se echó su abundante pelo gris hacia atrás, lentamente, dándole énfasis al momento de mi sentencia. –Comprenderá que sin pruebas no tengo más remedio que retirarle la beca y expulsarla por robo de materiales de la Universidad. –No podía ser… Me quedé callada. Con los ojos brillantes, como pestañeara, se me saldría una lágrima. Debía ser fuerte y aguantar. El labio me temblaba. Estaba descontrolada. Esto no podía estar pasando. No iba a irme de aquí por una trampa de esas tres. NO.
-¡Pero señor decano! ¡Eso son pruebas circunstanciales! ¡Ellas lo han ideado todo! Habrán sacado mi mochila sin yo darme cuenta mientras me estaba duchando y habrán metido dentro los instrumentos y sus carteras! ¿Cómo iba yo a cogerlas? Debe creerme. –Y en un movimiento rápido, me sequé las gotas que hacían que mis ojos brillaran. Me levanté de la mesa y me dirigí hacia ellas. -¡Ellas me han tendido una trampa! –Y las señalé con el dedo.

Me temblaba la mano. Me temblaba la voz. Me temblaban las piernas. Me temblaba todo. Lo dije suficientemente alto para sonar convincente y suficientemente bajo para no llamar mucho la atención. No debía mostrarles mi debilidad. Esto no dependía ya de la ayuda que me brindaran Liam, Leo o Aaron para hacer que me quede aquí a toda costa. Esto era cuestión de dignidad, y a mí no iban a tomarme como una ladrona, mentirosa, trepadora que se había ganado la confianza de las personas más influyentes de la Uni para tenerlas de su lado. Los miré a los cuatro. Nadie dijo nada. Se me quedaron mirando. Las tres brujas con su sonrisa de victoria al ver que el decano no me creía, y el decano con cara de, me da cosa decírselo de nuevo no vaya a ser que se ponga a gritar como una loca. La impotencia era un sentimiento mil veces preferible al que estaba sintiendo en esos momentos. El pulso lo tenía acelerado. Estaba descontrolada, ida, pero no podía demostrarlo, o perdería los pocos puntos que en algún momento pudieran ponerse a mi favor en una realidad paralela a esta.

-Ya comprendo… -Dije finalmente tras un largo e incómodo minuto esperando respuesta alguna. Agaché la cabeza, no querían que me vieran con el rostro descompuesto. No había nada que pudiera demostrar mi inocencia. Estaba sola. Los ojos se me volvieron a inundar de lágrimas. Si antes estaban brillantes, ahora debían ser incluso reflectantes. –Es más lógico pensar que tres señoritas de la élite rica del país hayan descubierto a la pobre estudiante becaria que vive en un piso de 20m2 y sólo tiene dos mudas de uniforme, robando. Por supuesto es más lógico que pensar que la misma pobre estudiante becaria sea víctima de una trampa que le han tendido las tres señoritas de la élite rica del país para expulsarla de la universidad. Es mil veces más lógica creer que la pobre estudiante becaria robe para ganar dinero de la venta de instrumentos carísimos de música, que pensar que se gana la vida honradamente trabajando todos los días para vivir dignamente. Y ya ni te cuento lo lógico que es pensar que es imposible que tres señoritas de la élite rica del país hayan podido fijarse en la insignificante y mosquita muerta de la estudiante pobre becaria, y mucho menos que decidieran emplear su preciado tiempo en tenderle una trampa para expulsarla de la universidad. ¿Porque qué iban a tener ellas en contra de una pobre chica a la que es mejor ignorar y hacer como que no existe? Por supuesto es más lógico que la pobre chica por envidia a las señoritas quiera robarles para intentar aparentar ser de su mismo nivel adquisitivo… ¿no? –Dije mientras seguía mirando fijamente el suelo. Con los puños apretados a cada lado de mi costado. Temblando de pies a cabeza. Con los ojos llorosos y la visión cegado por las lágrimas. Era la cruda realidad. La triste realidad. Mi realidad… En el fondo no culpaba al decano. Él sólo seguía un hilo de pensamientos lógico. Y tenía pruebas en mi contra… Sólo lo culpaba de no investigar más para demostrar mi absoluta inocencia…

Y no hubo respuesta en mucho tiempo.  Las otras, para seguir fingiendo ser niñas buenas no abrieron el pico durante mis acusaciones. Ya lo esperaba, no me pillaba de sorpresa. El decano sólo abrió la boca para decir que recogiera mis cosas y me fuera cuanto antes posible. Que pasarían mi traslado de matrícula a alguna pública. Que ya me avisarían… ¿Pero por qué? Todo iba perfecto hasta hace unos minutos… Mi relación con Aaron era más cercana y estrecha que nunca, Liam y Leo me demostraban continuamente cuánto me apreciaban, iba a hablar con Bryce para arreglar las cosas, los exámenes me habían salido perfectos… ¿Por qué esto ahora? Mi vida era como el tiempo en Londres. Llueve siempre, y escampa un corto periodo de tiempo para volver a la tenebrosa lluvia que todo lo cubre. No había nada que pudiera hacer… Era su palabra contra la mía. Y la mía no valía nada contra la de esas tres. Nunca pensé que pudieran salirse al final con la suya… Las subestimé, y ahora pagaba las consecuencias. 

-Muy bien. –Y parpadeé. Dos lágrimas mojaron la alfombra roja sobre el parqué del suelo. Brillantes como ellas mismas. Cargadas de sentimientos y emociones como ellas solas. Mientras seguía mirando el suelo me dispuse a salir de la sala, no quería pararme a coger la maleta vacía. Ya la recogería en otro momento. Ahora solo quería salir de allí cuanto antes mejor. ¿Qué más podía pasarme? El motivo por el que toda mi familia de había mudado a un país extranjero acababa de irse con la gota de agua que cayó a la alfombra. Todos mis sueños e ilusiones. ¿Qué iba a hacer ahora? Ya nada podía empeorar más la situación.

Puse la mano en el pomo para abrir la puerta. Escuché unas voces al otro lado de la pared. Perfecto… tengo público. Y además hablaban de mí. Oí como pronunciaron mi nombre. Y después alguien dijo <dejádmelo a mí> ¿Algo más para la función? No creo que pudiera entrar nadie más que empeorara el momento. De pronto, la puerta se abrió bruscamente, tuve que retirar la mano del pomo de repente, o me habría hecho daño en el brazo del tirón. Instintivamente, a pesar de que no quería que nadie me viera la cara llorosa de impotencia y rabia, levanté la vista para ver quien era. No podría haberme llevado una sorpresa mayor. La persona a la que había evitado durante tres semanas. La persona que había ocupado todos y cada uno de mis pensamientos en tres semanas. La persona con la que quería hablar a solas para pedirle perdón. Esa misma persona, apareció al otro lado del umbral de la puerta. Era Bryce.

Ahora sí que no sabía lo que podía pasar. Y más si después de tres semanas sin hablar, entraba en el momento de mi expulsión definitiva de la universidad tras verme llorar. Era consciente de que su presencia podía perjudicarme. ¿Venganza por lo ocurrido? No, Bryce puede alterarse mucho cuando se enfada y no pensar lo que hace, pero no haría nada que me hiciera daño. O al menos quería creer.  Mi corazón se paró tras un estrepitoso latido agónico. La respiración se me cortó tras una última exhalación acalorada. Mis ojos se secaron por completo. Ahora todas las partes de mi cuerpo se concentraban en Bryce. Pasase lo que pasase, todo mi cuerpo se preparaba para cualquier acontecimiento que pudiera pasar. Al menos tras recuperarse de la conmoción que le había provocado ver súbitamente todo aquello que había extrañado en tantas semanas. Parece ser que se acercaba un viento muy fuerte, no sabía si iba a llevarse las nubes que causaban mi lluvia o si se uniría a ellas para empeorar las condiciones. En Londres por ahora llueve con mucha fuerza.