Capítulo 53: Río con pirañas
Bryce me miró consternado. No se esperaba
que yo apareciera con los ojos llorosos al otro lado de la puerta mirándolo
fijamente. Puso una expresión que expresaba sentimientos contradictorias. Creía
adivinar que se conmocionó al verme de frente y tan cerca por primera vez en
mucho tiempo. O al menos pienso yo, porque era exactamente lo que yo estaba
viviendo en ese justo momento. Era una especie de shock, como lo que sientes
cuando estás ante una situación que no controlas y para la cual no te has
preparado con anterioridad. Pero por otro lado veía desagrado, tal vez por las
circunstancias del encuentro. Furia, ganas de empezar de nuevo, cansancio por
la situación de la cosas, querer olvidar, luchar por tener una nueva
oportunidad. Su rostro era un enigma que me mataba por descifrar. El cruce
repentino de nuestras miradas sólo duró unos segundos. Muy largos mientras los
vives, muy cortos cuando miras atrás y ves que ya han pasado.
-¿Qué está pasando aquí? –En el justo
momento en el que los dos regresamos a la realidad de la situación después de
crear un mundo imaginario en nuestras mentes al intercambiar miradas, yo le
dejé paso. Él cerró la puerta tras de sí, pero me dio tiempo a mirar afuera y
ver a Liam y Leo. Habrían escuchado mi llamada por altavoz y estarían esperando
afuera por mí. Me alegraba saber que me apoyaban. Por un momento, las lágrimas
casi vuelven a mis ojos. Pero sólo por poco, aprovecharon la entrada de Bryce
para entrar también los dos en la sala. Ambos se colocaron a mi lado. Liam a mi
derecha y Leo a mi izquierda. Eran como guardaespaldas. Que por cierto, ¿y los
guardaespaldas de Bryce? ¿Se le habría perdonado ya el castigo? Bryce anduvo en
dos pasos todo el trayecto al escritorio del decano, y no era un trayecto
corto.
-No creo que sea de su incumbencia, señor
Domioyi. –El decano permaneció muy serio e inflexible. Sólo para desvanecerse
en el mismo momento en el que Bryce terminó de responderle.
-Me parece a mí que son los inversores los
que deciden cuando un asunto les incumbe o no. Señor decano. –Y para quitarle
leña al fuego, a aquello que parecía una amenaza, se puso a jugar con un
bolígrafo del lapicero. Yo estaba atónita por lo que estaba viendo. Angela y
Stephanie también. ¿Se solucionaría esto por fin?
-Por ahora la inversión sigue a nombre de
su padre. Señor Domioyi. -El decano en ese momento mostró más planta y talante
que nunca. Para que de nuevo volviera a desvanecerse todo al ver el talante
serio e inquebrantable de Bryce. Aunque me estaba perdiendo algo. ¿Esta
Universidad funciona gracias a que la familia Domioyi invierte dinero en ella?
Empezaba a hacerme una idea del porqué de tanta influencia de este grupo en la
Uni. La tenían a su total merced, y no era para menos.
-No creo que le convenga que le demos una
mala crítica a nuestros padres de su parte, señor decano. –Leo se adelantó un
paso en dirección al escritorio. –Puede que algunos privilegios se vean
menguados hasta desaparecer. –No podía ver la cara de Leo, pero debía dar
auténtico pavor verlo sonreír amablemente mientras le daba la mayor amenaza de
su vida. -Tal vez no se acuerde, pero esta universidad tiene el prestigio que
tiene por ciertas inversiones que los padres de los alumnos hacen. –Sentí un
escalofrío. Su voz dulce hablando de cosa terroríficas me ponía la piel de
gallina.
-Sí, pero al igual que no solo de pan vive
el hombre. No sólo de dinero viven las universidades. No sabe hasta donde puede
llegar nuestra influencia para darle buena imagen al lugar. La opinión pública
de unos chicos como nosotros es muy importante, y de eso está usted muy
informado. –Liam en otros dos pasos se puso al lado de Leo y Bryce. Estaba
viendo al G3 actuando en todo su esplendor, y me estaba quedando flipada.
-¿Y bien? ¿Tiene algo más que objetar antes
de informarnos de lo que pasa? ¿Señor decano? ¿O le recuerdo que esta
universidad es lo que es gracias a nuestra presencia e inversiones? –Seguro que
Bryce estaba sonriendo victoriosamente, ahora se sentó en la silla donde yo había
estado sentado antes. Se recostó hacia atrás con la mayor naturalidad del
mundo. Ya no le quitaba leña al asunto, ahora le quitaba hierro macizo. Ojalá
pudiese ver su cara. Había estado demasiado tiempo subsistiendo sin ella y eso
me había causado estragos.
-Me ha quedado muy claro. –Dijo el decano
cayendo rendido en su sillón. Bryce intercambió miradas de victoria entre Liam
y Leo. Yo miré a las dos arpías. Tenían los ojos muy abiertos, no se imaginaban
que ellos tres vendrían a ayudarme. Yo tampoco. O al menos no así. –Se ha
encontrado la mochila de la señorita…-Tras un tiempo de concienciamiento en que
había perdido y tenía que hablar, comenzó la historia para pararse a mirar
entre unos papeles, posiblemente de mi expediente, mi apellido…Ni se acordaba,
cuando justo acababa de verlo hace pocos minutos. Al parecer no soy una persona
fácil de recordar. –Spinoza, en una taquilla de los vestuarios de la pista de
Balonmano. En su interior se encontraban instrumentos robados del club de
música. –A medida que hablaba, el decano comenzó a sonreír, como si ellos no
pudieran hacer nada contra eso. Con cada milímetro que se elevaban las
comisuras de sus labios, mi ánimo se hundía un metro más bajo tierra. –No
tenemos más remedio que expulsarla por traición y robo a la Universidad. –Y
dicho esto, se recostó apoyando la espalda sobre su asiento, cruzó las piernas
y puso sus manos frente a él, uniendo la punta de sus dedos.
-Ella no ha sido. –Bryce se levantó de
sopetón de su asiento, y dio un golpe con el puño cerrado contra la mesa. Todas
las cosas sobre ella vibraron, algunas incluso se elevaron para caer después, y
estaba segura de que se había contenido mucho la fuerza. Me emocionó ver su
reacción espontánea. Apenas había dejado al decano terminar su frase cuando
saltó.
-¡No tienes pruebas! –El decano, tan
dispuesto a no mover un dedo para demostrar mi inocencia tanto como dispuesto
estaba Bryce a conseguirlo, se levantó de su butacón y encaró a Bryce,
colocando también los dos puños sobre la mesa con un golpe. Los dos dejaron sus
caras muy cerca de la otra. Encarándose. Por un momento temí por lo que pudiera
pasarle a Bryce. Acaba de salir de un castigo de semanas vigilado por
guardaespaldas. No quería que se volviera a meter en problemas por mi culpa.
-No las necesito para saber que es
inocente. –Bryce comenzó a hablar lenta y pausadamente, intentando
tranquilizarse. Podía notar tensos los músculos de Leo y Liam. De las otras dos
incluso me olvidé de que estaban allí. –La conozco suficiente como para saber que
ella no es así. Que nunca lo haría. Además, ¿para qué lo querría? Ella tiene su
trabajo y no necesita más dinero del que tiene.
-Tú no sabes las condiciones económicas que
puede estar sufriendo. Además, tampoco se termina de conocer a una persona
siempre. Nunca se sabe hasta dónde se puede llegar. –El decano volvió a sonreír
victoriosamente. No veía la luz al final del túnel, pero al menos escuchaba la
voz de Bryce protegiéndome, era todo lo que necesitaba en ese momento.
-Le doy la razón en todo lo que dice. Pero
no es este el caso. Ella se buscaría otro trabajo más antes que robar. Pero
como veo que no va a creer nada de lo que diga, se lo voy a demostrar. –Bryce
no perdía la calma y esperanzas a pesar de que estaba en una posición de
perder. Por un momento, los ojos se me humedecieron de nuevo. ¿Por qué lo
hacía? Yo nada más que lo había dañado siempre… No me parecía justo que luchara
por mí, ni se sacrificara tampoco. Pero es que era incapaz de reaccionar. Me
sentía como una basura humana. –¿Cuándo decís que os desaparecieron las
carteras? –Bryce se giró a hablar con Angela y Stephanie, la primera vez que
demostró percatarse de su existencia desde que entró en el despacho. En sus
ojos brillaba un atisbo de poder conseguir lo que se proponía.
-Eh… pues… esto… creo que… -Ninguna de las
dos sabía qué responder. Se frotaban las manos sudorosas nerviosamente y no
eran capaces de fijar la mirada en algún punto fijo. Parecían camaleones.
-Sabía yo que no ibais a colaborar… -Dijo
para sí mismo. Aunque en un tono audible… -Bien, más fácil. Decano, reproduzca
directamente el vídeo de la cámara de seguridad que enfoca a la puerta del club
de música. -¿Hay cámaras de seguridad en la Uni? No me sorprendía por que las
hubiera, sino porque nunca había visto ninguna. Realmente sabían esconderlas
bien. O yo voy muy en mi mundo y no me he fijado… Creo que es más probable esto
último.
-¡Esto es un abuso de poder! ¡Nadie en esta
Universidad te lleva la contraria! ¡Eres como el rey! ¡Tienes privilegios por
todas partes! ¡Haces lo que te da la gana y nadie te llama la atención!
¡Incluso tienes reservado una parte del jardín para ti y tu grupo! ¡Todo el
mundo hace lo que le dices! Pero obligar también al decano es otra historia.
–El pobre hombre no dijo la última frase muy convencido. Y Bryce lo olió. En
otro momento, se habría puesto muy enfurecido, el grandioso Bryce Domioyi que
yo conocí hace tres meses no toleraría bajo ninguna circunstancia que alguien
se rebelase contra él y mucho menos lo cuestionase. Pero ahora era distinto.
Realmente había cambiado. Creo que fue cuando de verdad comencé a creérmelo.
-Hágalo, por favor. No tiene nada qué
perder, más que el tiempo si no consigo esclarecer nada. –Fue sincero en lo que
dijo. No había tono amenazador oculto en sus amables palabras. Estaba
alucinando. Y las otras también. Esperaba una respuesta por parte del decano,
pero como no recibió ninguna, continuó hablando. –Si ella se va de esta
universidad. Yo también. Y le conviene que no sea así. –No podía creer lo que
esta oyendo. ¡¿Cómo iba a enfrentarse con sus padres y decirles que había
dejado de lado su futuro en la empresa porque abandonaba la universidad por una
plebeya acusada de ladrona?! No podía estar diciéndolo en serio. Debía ser una
táctica para convencer al decano.
Bryce permanecía de pie, y el decano
también. Tras unos eternos segundos de intercambio de miradas, el decano
accedió. No dijo nada, sólo se sentó en su acolchado asiento y se puso a buscar
en el ordenador el famoso vídeo. Bryce, Liam y Leo se congregaron alrededor del
decano, observando la pantalla detenidamente, que seguramente estaría en modo
de cámara rápida. Yo seguía pegada al marco de la puerta, sin saber adónde
meterme. Mordiéndome las uñas. Creando el nuevo vicio que me había aparecido en
ese justo momento por primera vez. ¿Qué pretendía? No iban a encontrar nada, yo
no iba a aparecer robando… Claro, esa era la cuestión, no encontrar nada.
-¿Lo ve decano, ha visto que en todo el día
no ha entrado Valeria en el aula de música? –Bryce, que estaba echado hacia
delante para mirar el vídeo más detenidamente, se echó hacia atrás y se cruzó
de brazos. -¿No queda así demostrada su inocencia? ¿Por qué iba a robar todos
los instrumentos un día anterior y volver al día siguiente con ellos en la
maleta? Use su lógica. -¿Ya está? ¿Eso era todo? No podía ser posible. No iba a
salir de este entuerto tan fácilmente. No soy de las que tienen esa suerte. El
decano mordiéndose el labio furioso por haber perdido, no dijo nada, siguió
mirando la pantalla de su ordenador, con una mínima esperanza de demostrar que
llevaba razón. Parecía que prefería no sentirse un tonto equivocado al que
habían engañado dos tipejas, antes que reconocer su error como un hombre
honesto y permitir a su brillante alumna permanecer en la facultad.
-Perdone… Señor decano… ¿Me permite que
haga una sugerencia? –Angela habló, dio un paso adelante y disimuló una
sonrisa. Valeria, tenías razón, no ibas a salir de esta tan rápido.
-Adelante. –El decano la miró esperanzado.
Lo que me molestó. Todavía quería creer que era un hombre justo…
-Todo cuadra. Este vídeo demuestra que
tenemos razón. La mochila que nosotros encontramos en las taquillas de la pista
de balonmano estaba allí desde hace un día o más. La guardó en el sitio más
oculto que se le ocurrió para luego ir a recogerla al final de las clases. Así
no llamaría la atención por los pasillos todo lo abultada y pesada que estaba.
Además, los instrumentos suenan, y si recibía algún golpe sería delatada. Pero
perdió la llave de la taquilla, la que nosotras encontramos. Por eso no pudo
recuperarla. –Mierda. Lo sabía. Sabía que se inventaría algo para salirse con
la suya. Era muy buena en eso. Me quedé en shock. Totalmente impactada. –Y no
creo equivocarme mucho en pensar que lo hizo ayer. Ya recordamos, y fue ayer
cuando se nos perdieron las carteras. Revisad el vídeo de la cámara de
seguridad que enfoca al aula de música de ayer. Veréis que llevo razón. Me he
fijado, y lleva tres días seguidos yendo allí a “estudiar”. Seguro que estaba
tramando el plan. –Y me miró con sonrisa victoriosa. Sentí como la acidez de
estómago me volvió.
¿Me había estado espiando? Menudo plan más
bien trazado. Seguro que llevaban desde que me vieron abrazada a Aaron
planeándolo. Mis leves esperanzas por demostrar mi inocencia desaparecieron con
mi última exhalación. Seguro que habían esperado hasta el último día clases
para ejecutarlo para no dejarse nada atrás que pudiera fallar. El decano le
hizo caso. Al momento escuché los clicks de su ratón buscando el vídeo. Y
comprobó como tenían razón. En un momento vio que había entrado en el aula de
música al inicio del descanso y había salido al final de éste, durante tres
días. Lo supe por las caras de Liam, Leo y sobre todo Bryce, que fue la que más
me dolió en el alma. Como un puñal que se te clava hasta lo más hondo.
-Muy conmovedor su discurso de antes para
convencerme a ver los vídeos. Así ahora puedo darle con ellas en la cara y
demostrarle que tenía razón. Señorito Domioyi. Por ahora la señorita… -Y volvió
a olvidarse de mi nombre… -Spinoza, sigue expulsada. Ya hablaré con sus padres
su intolerante comportamiento amenazante. –Y el decano se levantó de su
algodonoso asiento, se puso de pie y encaró a Bryce. Le llegaría en altura
aproximadamente por la barbilla, pero aun así le echaba más coraje que nadie.
Bueno, no más que yo en su momento, que le llego por la mitad del pecho.
-¡Yo no he robado nada! ¡Soy inocente! ¡Que
todo lo demostrado vaya en mi contra no significa que yo sea una ladrona! ¡Son
pruebas circunstanciales! Sí, he pasado estos días en el aula de música, pero
estaba estudiando para los exámenes, y escuchar música de fondo me ayuda a
concentrarme. ¿Me ha visto alguien robando los instrumentos? ¡Sólo se cree las
palabras de lo que dicen estas víboras venenosas porque le han comido la
cabeza! ¡Es mi palabra contra la de ellas! Ah no… mierda… lo había olvidado…
Aquí no se fijan en la persona, sino en los convencionalismos sociales. Es la
palabra de una pobretona becaria contra la de dos adineradas señoritas. ¿Pues
sabe qué? La riqueza no justifica las intenciones de una persona. Y ellas por
tener más riqueza no van a ser mejores personas que nunca le tenderían una
trampa a alguien para jugarle una mala pasada. –Tenía el pulso acelerado, la
presión altísima, la respiración entrecortada y sentía un calor que me invadía.
La cabeza me daba vueltas. Estaba jadeando y sudando. Cuando llegara a casa,
intentaría relajarme como pudiera debajo de la ducha. Desde que decidí salir
por la puerta me daba igual lo que pasara. Sólo había dicho esto para ver si en
alguna forma ayudaba a Bryce, a justificar sus actos para protegerme, y que de
alguna manera no fuera perjudicado. Pero ahora que lo pensaba, tampoco
ocurriría.
Miré a Bryce. Mantuvimos la mirada un
segundo. Pero fue un segundo muy intenso. En ese momento, sólo podía verlo a
él. No existíamos más que él, yo, y mi profundo dolor. Ah sí, y el sonido de mi
corazón escuchándose por todos lados. Siempre hay algo que molesta… En ese
segundo, yo intenté decirle que lo sentía, que no cometiera más locuras por mí
que lo perjudicasen. Que estaría bien. Y que se lo agradecía eternamente. No sé
si lo entendió, pues por respuesta sólo recibí su furiosa mirada que no se daba
por vencida. Entonces supe que no pararía hasta hacer que me quedara aquí o que
la universidad quedara muy mal parada por eso. Pero la cuestión era demostrar
mi inocencia, y ya no había modo alguno. Habríamos continuado mirándonos si no
hubiera sido porque nos interrumpieron. La puerta se abrió de repente, pero de
una forma muy suave y silenciosa. No habría mirado si no fuera por la voz que
escuché. Era la de Aaron. Tal vez no estaba del todo perdido, o tal vez habría
una persona más presenciando mi humillante situación.
-Tengo algo que podría interesaros. No os
marchéis tan rápido. –Aaron no entró, se quedó apoyado en el marco de la puerta
y cruzó los pies. ¿Qué estaba haciendo? Sonreía pícaramente, me estaba poniendo
nerviosa, nunca le había visto esa expresión.
-Esto no tiene nada que ver con usted
Aaron. No se entrometa donde no le llaman. –El decano habló como si fuera un
juez dictando la sentencia. Pero no lo consiguió una vez más. Su palabra valía
poco en el G4.
-Yo no estaría tan seguro. Todo el que
intente dañar a Valeria tiene que ver conmigo. Parece que tengo complejo de
ángel de la guarda con ella. –Me miró, me guiñó un ojo y me morí.
No era cupido el que no paraba de atacarme
con flechas directas al corazón, era Aaron inconscientemente con toda su
perfección. Me sonrió como si no hubiera un mañana. Como la vez que salí de la
mansión Domioyi tras ser capturada en el Hummer y al verlo en la calle le
pregunté que era lo que el dinero nunca podría comprar. Brillaba por sí misma. Y sentí que nunca
podría sentir por nadie lo que sentía por Aaron. Era único. Tanto el
sentimiento como él.
-Pasa. –Aaron, que todavía permanecía en el
marco de la puerta apoyado, miró hacia su derecha y le habló a alguien,
invitándolo a entrar.
Tras un momento de vacilación por parte del
invitado, Cindy apareció en la habitación. Era la que faltaba para completar al
trío “Tra, tra, tra”. Y sí, acababa de inventarme el nombre ahora. Más que
hacer el ganso para merecerse el nombre “La, la, la”, intentaban joder por
activa y por pasiva. Me recordaban a las canciones de reggaetón. Te voy a dar “tra,
tra, tra”. Sí, ese nombre les iba mejor. Cindy, sin saber donde mirar y dónde
meterse, se colocó junto a las otras dos. No compartieron miradas, porque
seguramente serían acusatorias por haber metido la pata. Volví a ver esperanza,
y más si se trataba de mi salvador oficial. Aaron.
-¿Qué es todo esto? ¿A qué juega Aaron? –El
decano estaba furioso.
Estuvo a pocos segundos de cerrar la puerta
de su despacho, quedarse solo en él y celebrar la victoria por todo lo grande.
Pero Aaron había llegado y le había roto los planes. Le temblaban los dedos,
que los tenía colocados descansando sobre la mesa, en la cual estaba apoyado,
pues permanecía de pie todavía. Fue al mirarlo a él cuando me di cuenta de que
todavía estaban allí Bryce, Liam y Leo. Ni me acordaba de ellos. Todo mi mundo
empezó a girar en torno a Aaron una vez que me sonrió de esa manera. Ellos
estaban igual de sorprendidos que yo. Lo veía en sus caras. Todos en la
habitación estábamos de pie.
-Ahora lo sabrá. Sólo tiene que responder a
una pregunta. Es muy sencilla. Es sólo para demostrarle un pequeño detalle, que
aunque parece tener muy poca importancia, no es tan insignificante… -Esperó un
momento, miró a su alrededor y vio a todo el mundo expectante por oírlo, y habló. -¿Dónde le han dicho que encontraron
la mochila con los objetos robados?
-¿Pero qué..!-El decano quiso terminar la
frase, pero no pudo, Aaron no lo dejó. Seguía sonriente, ya había cerrado la
puerta tras de sí y estaba dentro, junto a mí. Podía sentir los latidos de mi
corazón en el cuello.
-Sólo responda. Por favor, no me haga repetir
la advertencia que seguramente ya le habrán dicho mis amigos. –Y miró con otra
sonrisa diferente, esta vez era cómplice, demostrando la camaradería entre ellos,
a Liam, Leo y Bryce. Sólo los dos primeros se la devolvieron, Bryce estaba
metido en una especie de profundo letargo, observándolo todo silenciosamente.
-De los vestuarios de la pista de
balonmano. –Respondió a regañadientes mientras se sentaba en su mullido sillón.
Dio la impresión de que la cosa iba para largo.
-¿Y dónde está la llave de la taquilla? Me gustaría
verla. –Pensé que el decano volvería a quejarse, pero no lo hizo. Pilló el
mensaje, no a la primera ni a la segunda ni a la sexta, pero sí con Aaron. Miró
a Angela y ella no supo qué hacer. Lo pensó un momento. Casi podía imaginármela
pensando una vía de escape rápida con la que acabar bien, pero al no
conseguirlo, le dio la llave. Vaya, con llave y todo. Pues sí que estaba esto
planeado al dedillo. Aaron cogió la llave de la palma de la mano abierta de
Angela. Era la típica llave corta y de base de plástico cuadrada justo con el
tamaño de la huella de un dedo pulgar.
-Lo que suponía. -Aaron la observó un
momento y volvió a sonreír como el que consigue algo. ¿Pero cuántas sonrisas
diferentes tiene este chico? Me estaba pegando un chute de endorfinas que no
era normal, no sabía cómo escaparía mi sistema nervioso. -¿Sabía que las llaves
de las taquillas tienen grabados las iniciales de la zona a la que pertenecen? –Era
una pregunta retórica, no esperaba respuesta. Lo sabía porque jugaba con la
llave entre sus dedos sin mirar a nadie. –Pues la pista de balonmano tiene una “B”,
mientras que en esta llave aparece un “Ba”. ¿Sabe por qué es? –Y ahí sí
esperaba una respuesta. No sé si lo hacía queriendo o no, pero nos tenía a
todos en vilo. Sabía mantener la emoción hasta el límite hasta el último
segundo.
-¿Quiere ir al grano? Aaron. –El decano
tenía los nervios crispados. Daba golpecitos silenciosos con los dedos sobre la
mesa. Y podía ver por debajo del escritorio como tenía un tic nervioso en una
pierna.
-Esta llave es de una taquilla de la pista
de Baloncesto. Lo que quiero decir es que ¿cómo Valeria ha guardado su mochila
en un vestuario en el que no estaba duchándose y al cual no podía ir después
porque estaba esperando a que Leo le trajese la ropa? Porque después se fue
directa al examen al que llegaba tarde. ¿Puede decirme entonces por qué su
mochila estaba ahí? –Oh vaya, eso sí que no me lo esperaba. Me lo podía
imaginar, ellas con miedo a entrar en donde yo estaba por si las veía, y cogiendo
otra llave que pudiera dar el cantazo…Un momento, eso era muy estúpido. Podían
delatarlas con eso, y estas son muy cuidadosas. Me suena a error. Aquí había
algo que no sabía.
-Pues porque llevará varios días ahí metida
y estaría esperando al mejor momento para sacarla. Yo que sé… -El decano
intentó salirse por la tangente. Pero no sabía que con Aaron eso no era
posible.
-Claro. Y por eso yo he visto a Valeria con
su maleta hoy por la mañana entrando a la Uni.
-Pues tendrá dos iguales para no levantar
sospechas. ¡Deje de malgastar mi tiempo!
-¡Deje de malgastar usted mi tiempo! ¿Es
que no se da cuenta? ¿Entonces por qué estas chicas le han dicho que
encontraron la mochila en los vestuarios de balonmano cuando la llave es de los
de baloncesto? –Aaron se había alterado, pero sólo por dos segundos. Al momento
volvió a su estado de tranquilidad por tenerlo todo controlado. Ni siquiera
miró a las “chicas” cuando las señaló al nombrarlas. Eso me gustó. Bien, así
sentirían que no se merecen ni que las miren. El decano no respondió, no sabía
qué responder. Ahí le había dado. O al menos eso pensé.
-¿Qué más da? ¿Baloncesto o balonmano? Da
igual, lo importante es que esos objetos fueron encontrados dentro. –Decir indignación
era quedarse corta. Sería la tercera vez que su mente vislumbró otra
posibilidad de inocencia y la desechó. Como las otras. Sabía que si no era por
ellos, estaba completamente sola en este infierno de maravillosa apariencia y
comodidades. Por un momento me entristecí, pero después me sentí la persona más
afortunada del mundo. Teniéndolos a ellos, no necesitaba más nada. De repente,
me sentí con fuerzas para seguir luchando. Antes pensaba que me daba igual
irme, ahora iba a quedarme sí o sí, y demostraría mi inocencia, sólo por ellos,
para no desilusionarlos. ¿Le plantaba cara a los mayores acosadores de la Uni y
no a un tipo prejuicioso? Esa no era yo.
-Veo que no quiere darse cuenta de nada o
no quiere reconocer que se ha “equivocado”. Pero como veo que no lo puedo
hacerlo ver por su cuenta, se lo diré yo mismo. –A Aaron se le agotó su bendita
paciencia, y eso ya era decir. –Estaba todo pensado, estas tres chicas le han
tendido una trampa a Valeria para que sea expulsada. Ella tenía que llegar hoy
después del descanso al examen de prácticas. Imagino que mientras ella lo
estuviera haciendo, pues va por turnos, la chica a la que he traído, tenía que
coger su mochila y llevársela a sus amigas para que la llenasen con todas las
cosas robadas. –Todo el mundo escuchaba atentamente a Aaron. El decano con el
ceño fruncido, Leo y Liam sonrientes, Bryce silencioso y en las otras tres ni
me fijé, suficiente que había conseguido apartar un momento mis ojos de Aaron.
-Pero salió mal, Valeria no llegó al examen porque como bien dijo ella, estaba
duchándose en los vestuarios de la pista de balonmano porque se había caído al
estanque accidentalmente. Liam llegó al examen y habló con el profesor sobre
sus circunstancias, por lo que la chica se enteró. Tenía que ser hoy, pues es
el último día antes de las vacaciones, y la cuestión era estropeárselas también
con la expulsión. ¿No? –Y ahí miró a las tres víboras. Casi pude leer en sus
mentes un “Tierra, trágame”. La primera vez que Aaron se dirigía a ellas y era
para acusarlas. No me daban pena. Ninguna. –Pero no había problema, la chica
que traje salió con alguna excusa de clase, tal vez una vez finalizado el
examen o no, ni lo sé ni me importa, y fue a los vestuarios. Pero con miedo de
ser descubierta por Valeria o por Leo, que le llevaría el nuevo uniforme, optó
por el plan B. Utilizar una mochila igual a la de Valeria. Que la habían
comprado de antemano. –Y ahí paró de hablar un momento, para dar énfasis y
tiempo de asimilación a lo que estaban escuchando nuestros oídos. Podría haber
vuelto a mirar la cara de los demás, pero no merecía la pena si ello requería
apartar la vista de Aaron. El cuál me miró con una cara de profunda paz. Estaba
exprimiendo a mis glándulas hormonales segregando tantas para cada estado de
ánimo que viví en esa habitación. –Pensó igual que usted. Baloncesto o
balonmano. Qué más da, no se notará el cambio. Los dos empiezan por ba-. Fue
lista pensando en ese detalle. –Sí, es lo que tienen las villanas, que son
todas muy listas desgraciadamente. –Cogió una llave de allí para hacer el
paripé y le contó a sus amigas el cambio de planes. Ahora sólo faltaba que
cuando Valeria estuviera en medio del examen, no se diera cuenta de que su
maleta desaparecía para borrar toda muestra de dos mochilas. –Y ahí caí. Ahí
fue cuando vi la luz a todo mi oscuro túnel. Mi inocencia sería demostrada.
Recordé en ese mismo y justo momento que había dejado la mochila olvidada en
los vestuarios al salir con las prisas de allí. En ese mismo momento Aaron me miró,
vio el brillo en mis ojos y yo en los suyos. –Pero nuevamente el plan salió mal
por otro despiste torpe de Valeria. –Seguía hablando mientras me seguía
mirando. Me sentí levitando en el aire. Parecía ahora tan lejano aquel tiempo
en el que Aaron era un chico que pasaba de los problemas de los demás y sólo se
preocupaba de sí mismo…Y ahí estaba, luchando por mí hasta el final. Me
emocioné. Fue la primera vez que los ojos se me pusieron húmedos y brillantes
por alegría. Era una mezcla de sentimientos en ese momento. –La mochila no
estaba allí. Se la había dejado olvidada en el vestuario. Y puedo
demostrárselo. Todavía debe seguir allí. El club de balonmano no entrena hoy, y
no debe haber entrado más nadie después de ella y Leo.
Aaron no dijo nada más. Se quedó mirando
detenidamente los rostros de cada uno de los moradores de aquel gigantesco
despacho. Yo los miré a todos también. Parecía que todos hacíamos lo mismo, de
repente me vi intercambiando extrañas miradas con cada uno. Todos seguían con
las mismas expresiones que cuando los miré hace un rato, menos Bryce, que tenía
los ojos muy abiertos por la incredulidad y sorpresa. Esta vez miré al dichoso
trío. Angela tenía los ojos tan abiertos y desorbitados, que parecía que se le
saldrían de las cuencas de un momento a otro. Stephanie movía la cabeza de un
lado a otro mientras miraba hacia abajo murmurando algo que no llegué a
entender. Cindy simplemente sonreía nerviosamente mientras se secaba el sudor
de la frente. No fue hasta ese momento hasta que no respiré tranquila. Como mi
mochila no siguiera allí, me pegaría un tiro. Pasó un tiempo que se me hizo
eterno hasta que alguien volvió a abrir la boca para hablar.
-¿Es cierto lo que dice Aaron? Díganme la
verdad, porque como tenga que seguir perdiendo el tiempo en ir allí y comprobar
que realmente la mochila de la señorita… -Y otra vez volvió a olvidar mi
nombre. Esto parecía ya un chiste. –No sólo las castigaré durante un mes con
trabajos forzados, sino que les prohibiré la fiesta de fin de curso. -¡Bien
dicho! ¡Así se hace! ¿Qué es un mes de trabajos forzados comparado con una
fiesta de fin de curso? Les había tocado el punto débil. Llega a decir que las
expulsa y ya estaríamos camino de los vestuarios por si había posibilidad en
que no siguiera allí mi mochila. Jajaja me reí internamente. Era gracioso
pensarlo.
-Tiene razón… Ha dicho la verdad… -Angela
habló por fin. Estaba destruida, y por un momento me dio pena, pero sólo por un
momento…MUY CORTO. –No hay nada más que añadir, lo ha dicho todo. –Miraba al
suelo para no enfrentar a ninguna mirada. Yo sí miré al decano, que no querría
enfrentar la mía.
-Muy bien, los demás pueden retirarse, me
gustaría hablar con las señoritas a solas. Tenemos unos asuntillos que tratar. –El
decano dio su última sentencia. Incluso me lo imaginaba con un mazo de juez
golpeando un tablero de madera. ¿Ya está? ¿Así iba a acabar? Me supo a poco
tanto sufrimiento. Pero nadie se movió en la sala. Absolutamente nadie. Ni las
cortinas de la ventana. El decano se quedó desorientado. -¿Qué pasa? –Todos mis
amigos lo miraban fijamente, mucho, demasiado para resistirlo. Sólo Aaron
habló. Era el que más se merecía el momento de gloria.
–Creo que le debe unas palabras a Valeria. –Y
se cruzó de brazos para anunciar con su lenguaje corporal que no aceptaba una
negativa por su parte. El decano lo pensó un momento, y tras ganar un poco de
más tiempo al fingir toser, habló.
-Lo siento mucho señorita. –Ya decía
señorita a secas, ¿para qué intentar acordarse de mi nombre? –No volverá a
ocurrir. Le prometo que si hay una próxima vez, confiaré en su palabra e
intentaré indagar más para demostrar su inocencia. Lo siento mucho. Hablaré con
el señor Sumter para que pueda hacer el examen el lunes por la mañana antes de
la evaluación. –Me lo dijo mirándome a la cara. Directamente a los ojos. Ni me
lo esperaba, pensaba que lo diría mirando al suelo. Sería un prejuicioso sin
escrúpulos, pero en ese momento entendí por qué era el decano. Sabía afrontar
las cosas de cara, de frente.
Yo no dije nada, asentí con la cabeza. No
aceptaba sus disculpas, no era sólo una equivocación o error, había desconfiado
de mi palabra, y peor aún, por mi condición económica. Tampoco me creía eso de
que no volvería a ocurrir. Pero bueno, era suficiente por ahora que se tragara
sus propias palabras y tuviera el valor de reconocerlo clavándome la mirada.
Miré a los chicos y sin hacer ningún gesto, nada más que cruzando la mirada,
entendieron que era momento de irnos. Salimos los cincos por la puerta y la cerramos.
Una vez en el pasillo, sentí por primera vez felicidad por el triunfo.
-Muchas gracias Aaron. De verdad, no sé
cómo agradecértelo. Me has salvado. –Dije nada más salir, parándome a un lado
de la puerta para dejar paso a los demás. Mirándolo a los ojos, sus preciosos
ojos verdes intenso. Su cara de imperturbable paz era tan serena… No tenía ni
idea de lo que estaba pensando. Iba a responder algo, pero no lo dejaron, llegó
el arrasador Leo.
-¡Toma allá Aaron! ¡Has estado genial!
¡Parecías todo un detective! –Leo explotó en chillidos de alegría. Todos
andábamos por el pasillo camino de la salida. No hablamos sobre ir allí, sólo
nos encontramos andando y supuse que sería ese el destino. Todos estaban muy
contentos, menos Bryce, que seguía tan sombrío como antes. Por eso mi felicidad
no fue plena.
-¿¡Cómo supiste todo eso!? ¡Estoy
impresionado! –Liam también hablaba muy alto. Cuando uno está emocionado, no controla
su tono de voz. Me fijé en que los pasillos de la Uni estaban solos. Debía
haber tocado hace mucho, y yo no me había ni enterado del timbre del final de
quinta hora y comienzo de sexta.
-¡Secreto profesional! Jajaja. –Este Aaron sabe
cómo mantener el misterio. Aunque no lo necesita, a mi me tiene enganchada a él
sin necesidad de hacerse el misterioso.
-¡Así se hace! ¡Chocad esos cinco chicos! –Leo
estaba ido. Tan contento como si hubiera sido él el que se llevara el mérito de
salvarme. Ahí caí en la cuenta de que estaban contentos no por ganar, sino por
conseguir que mi inocencia quedara demostrada. Leo extendió su mano abierta y
uno a uno fuimos chocándola. Menos Bryce.
-Creo que me he dejado algo por ahí. –Bryce
sólo dijo eso, se dio la vuelta y se marchó. Estábamos afuera, en las escaleras
de la entrada. Las bajó y lo miré irse por la derecha. Me entristecí. ¿Qué le
ocurría? No podía verlo así. Se me rompía el alma. Su cara era de total
desilusión. Nunca antes lo había visto así. Su cara siempre había sido o
enfadada en distintos grados de ira, o seria.
-¿Qué le pasa a Bryce? –Preguntó Liam.
-Nah, seguro que estará molesto porque su
plan para salvar a Valeria no fue suficiente. Ya se le pasará. –Respondió Leo. ¿Era
eso? Se supone que debía estar contento porque me quedaba… ¿Por qué nunca puedo
ser feliz por su culpa? Siempre hay una pega en mi alegría.
–Desde luego Valeria, que tienes una suerte
increíble. Quien diría que tus múltiples descuidos que te meten siempre en lío,
ahora iban a sacarte de uno muy muy gordo. –Liam siguió hablando. Estábamos los
cuatro parados en la calle. Yo seguía mirando a Bryce alejándose en el sendero
hacia el interior del jardín. Su espalda perfecta en esa ropa que le sentaba
tan bien. Su andar masculino y varonil. Tan alto como los arcos que rodeaban el
camino. Su aura de penumbra.
-Nunca desconfiamos ni un momento de
inocencia. Es tonta, pero no tanto como para pensar robar en este sitio. –Escuchaba
ahora la voz de Leo, pero lo oía como si yo estuviera debajo de agua. Me puso
una mano en el hombro y me sacudió levemente. -¡Eh! ¿Qué te pasa? Estás como
ida. Ya ni respondes a nuestras bromas. ¿Pasa algo? –Y perdí a Bryce de vista
en ese momento. Miré a Leo con los ojos muy abiertos.
-Tengo que ir a recoger mi mochila al
vestuario. No quiero tentar más mi suerte con los despiste, no me vendrán
siempre bien. –Y salí andando dirección adónde había ido Bryce. No sabía que
decirle, pero sentía unas ganas
irrefrenables por ir por él. Lo de la mochila era cierto, pero era una excusa
para ir tras él. Y era extraño, ¿por qué no estaba como loca por hablar con
Aaron sobre lo ocurrido y que me contase como lo hizo? Él es todo lo que
quiero, y lo estaba cambiando por Bryce. ¿Y si me equivocaba? ¿Y si hasta ahora
todo lo que había sentido por Aaron era mera adoración y quien de verdad me
gustaba era Bryce? Deseché esa idea al momento. Sé distinguir una cosa de la
otra. Aaron no era sólo un ídolo al que adorar, y no podía estar enamorada de
Bryce. Era impensable. -¡No me esperéis! ¡Y muchas gracias a todos por confiar
en mí hasta el último momento! ¡Os debo una! –Y eché a correr, esta vez de
cara, pero mirando hacia atrás. No era plan de repetir el mismo error de antes.
-Jajaja, ya hablaremos sobre esa que nos
debes. –Y Leo puso cara de lascivo. Él como no. Pero me encantaba igualmente.
-¡Y ten cuidado! ¡No tientes más tu suerte
corriendo sin mirar por dónde vas! Antes fue un estanque con carpas, ahora
puede ser un río con pirañas. –Liam tan cuidadoso como siempre a su manera.
Miré a Aaron, sólo me guiñó un ojo, le
sonreí y giré la cabeza al frente. Las cosas habían vuelto a la normalidad…
bueno… no del todo… ahora tenía que hablar con Bryce. A medida que daba un paso
acercándome cada vez más al chico que me roba todos y cada uno de mis
pensamientos, me ponía más y más nerviosa. No sabía lo que pasaría, no sabía
por qué había dejado a Aaron por Bryce, sólo sabía que hoy las cosas cambiarían,
no sabía a qué, pero sí que serían distintas. Por un momento se me antojó más apetecible el río con pirañas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario