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Refranero

lunes, 11 de marzo de 2013

Capítulo 63: Buenas noches


Capítulo 63: Buenas noches

Realmente necesitaba un respiro. Estaba muy cansada. Pero era incapaz de descansar sin encontrar una forma de decirle a Bryce lo de Aaron. Más que nada porque no podía dejar de pensar en otra cosa. Mi mente, como era irremediable, se puso a divagar sobre miles de estrategias ridículas cuando en sí sólo era necesario decir: Bryce, ayer Aaron se quedó a dormir en mi casa. Le explicaría que fui a buscarlo a su casa porque estaba preocupada por el y quería saber si alguien tenía noticias suyas. Que allí me encontré con Aaron, tuvimos una tonta discusión porque me encontraba muy nerviosa. Vino a mi casa para hablar y arreglarlo y como vio que me encontraba con los niños, quiso quedarse ayudándome. Podría decirle que lo de que se quedó a dormir era por respetar sus horas de sueño para llevarme al día siguiente a hablar con el profesor Sumter y que me dejara hacer el examen que me perdí por culpa de la trampa de las otras tres, pero en realidad era una excusa. Aaron se quedó porque quería quedarse, y porque yo quería también. Tan sencillo como eso. Tan difícil como que las cosas podrían volver a torcerse. Tan fácil como no haberlo hecho. Tan complicado como haberse resistido.

Estaba ya a punto de hacer la croqueta por todo lo ancho de la cama mientras me alborotaba el pelo e intenta chillar bajito para liberar toda mi tensión, cuando de pronto sonó mi móvil. Tenía un mensaje. Lentamente, en ese típico momento que alargamos antes de descubrir que algo va mal, fui estirando el brazo para sacarlo del bolso. Era de Bryce. ¿De Bryce? ¿Qué pasa ahora? Lo abrí, y los cinco segundos que tardó en abrirse, los pasé en vilo. Sí, mi móvil es muy lento. Pero por dios... Si sólo estoy abriendo un sms... ni que fueran los resultados de un diagnóstico médico. ¿Ves? Si mi móvil fuera más veloz, no pasaría tanto tiempo en tensión. Aunque no es él tampoco el que alarga el brazo lentamente para alargar el momento... Y esta es mi vida, llena de contradicciones. Si yo hago una cosa, bien, si otro hace exactamente la misma cosa, mal. Y por fin se abrió el mensaje: <Los batablanca se han ido ya. Estoy en mi cuarto.> Y respiré. Vaya, pensé que había habido un repentino cambio de planes que no fuera a gustarme. Aunque no voy a cantar victoria todavía.

Salí del cuarto no sin antes echarle un cuidado vistazo. El salón de mi casa es más pequeño que él... Tenía una cama de matrimonio con barras en cada esquina que sostenían cortinas recogidas a cada lado. Una banqueta blandita a los pies de la cama. Alfombras a juego con las cortinas y colcha a juego con el tapizado de los sillones. Una combinación extraña, pero quedaba bien. Suelo de blanquísimo mármol y paredes de impecable vainilla. Un ventanal gigante con balcón incluido en frente. Muebles de madera muy oscura. De estilo tradicional. Había dos puertas. Supuse que una para el cuarto de baño y otra para el armario, pues no veía ninguno por alrededor. Cerré la puerta con cuidado al salir. No sé a quién pretendo no molestar. Estoy completamente sola en este lugar de la casa... sola y sin idea de cómo llegar al cuarto de Bryce. Bravo. Ahora voy a quedar como una cotilla e entrometida si voy por la casa mirando sospechosamente a todos los lados con expresión de despistada. Pues nada, me dirigiré al hall y allí preguntaré. Normalmente suele haber gente allí. Creo.

Lo primero que tenía que hacer era encontrar las escaleras que llevan a él. ¿Se iba hacia a ellas por donde tiró Sarah con los niños o en sentido contrario? Como no me fío de mí, porque por mucha memoria o conclusiones lógicas y con sentido que haga, la suerte va a ir en mi contra, decidí tomar por el lado más bonito. El derecho. Había una maceta con helechos preciosos. De un verde clorofila súper intenso. Era una planta realmente bonita. Me dio pena dejar de observarla, pero es que tenía que encontrar a Bryce. Proseguí mi camino y pocos pasos después, vislumbré un gran espacio con la majestuosa escalera que lleva a la planta baja. Con su alfombra roja unida a los escalones. Súper glamurosa. Me alegré mucho de encontrarla, no porque sea genial y fantástico tardar un poco más o un poco menos en ello, sino porque de vez en cuando, está bien sentir que tomas buenas decisiones. Por una vez, la suerte estuvo de mi lado. Aunque nuevamente, volví a cantar victoria demasiado rápido. Había tomado el camino correcto, pero no tal vez no la mejor opción.

Justo fue apoyar la mano en la brillante y pulidísima barandilla de madera de buenísima calidad, y ver aparecer abajo a Aaron. Todavía estaba girando para entrar en la escalera y comenzar a subir. Todavía iba andando con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos. Todavía no me había visto. Pero todavía soy demasiado lenta en poner de acuerdo a las partes contradictorias que intentan coexistir en mí. Pero... ¿Y qué pensaba hacer? ¿Esconderme para que no me vea? Se supone que el problema lo tengo con Bryce, no con Aaron. Pues anda que si así enfrento a alguien con el que no ocurre nada malo, cómo pienso hacerlo con otro con el que sí... Puta cobarde... Me quedé inmóvil, en lo alto de la escalera, esperando a que nuestras miradas se encontraran. Y así ocurrió. Aaron siguió subiendo las escaleras con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos, no fue hasta una distancia de cinco escalones de mí cuando reparó en mi presencia. No hace falta decir que todo ese tiempo que tardó en verme, lo pasé a duras penas. Estoy sobresaturada de tantas emociones. Él se quedó mirándome, fijamente, como si estuviera analizando una mancha amorfa en un cuadro de arte abstracto e intentara identificarlo para saber qué es o qué representa. Yo me limitaba a hacer de cuadro, es decir, nada.

-Sorpresa. -Fue lo único más o menos “inteligente” que se me ocurrió decir en ese momento de colapso mental. Aunque el colapso mental se lo provoqué yo a él con ese comentario estúpido.
-Hola. -Dijo sin más. Sin mover un sólo músculo fácil para cambiar la expresión que llevaba antes de verme, Aaron siguió mirándome. No lo recordaba tan inexpresivo desde hacía mucho tiempo atrás.
-Esto... Siento no haber estado esta tarde en casa a las ocho pero...
-El que lo siente soy yo. No fui a tu casa. Se me olvidó. Quedé con Ashley antes y se me hizo tarde. -Dijo sin cambiar la expresión de su cara. Me había cortado al hablar. Me alegré. Comencé a hablar sin saber cómo terminar lo que iba a decir. Vamos, lo que ocurre cada vez que hablo, pero esta vez en un entorno más delicado. Aunque estaba decidida igualmente a decírselo. Ni un ocultismo más. Aaron es mi amigo, ¿por qué tengo que encubrir cosas con él?
-Apareció Bryce en mi casa. Estuvimos hablando y ahora estamos bien. -Dije sonriente, intentando darle vidilla al momento. Aaron levantó la mejilla izquierda para mostrar una leve sonrisa doblada. Fue tan forzado, que casi escucho rechinar engranajes en su interior. Se dispuso a seguir andando para terminar de subir las escaleras.
-Me alegro que estés tan contenta. -Dijo pasándome de largo sin mirarme a la cara. ¿Debo tomarme de alguna manera que haya remarcado el alegrarse de mi contento y no haber dicho un <me alegro> a secas indicando que es porque Bryce esté de vuelta? Encaminó el pasillo del que yo había salido. ¿No iba a decirme más nada? ¿No iba a preguntarme qué estaba haciendo en su casa? Tenía que reaccionar.
-Aaron. ¿Estás bien? Te encuentro raro. -Dije antes de que se alejara demasiado que tuviera que alzar la voz más de la cuenta. Él se quedó de pie, inmóvil, pensativo, con las manos en los bolsillos. Se giró lentamente para hablar con la misma inexpresividad de antes.
-¿Más raro de lo normal? Vaya, voy a empezar a preocuparme. -Y en ese momento, atisbé un poco del Aaron de siempre. Sólo que su sonrisa cálida parecía cansada y su expresión alegre, melancólica. -Sé que no me lo vas a preguntar aunque quieras saberlo, así que ya te lo digo yo. -Ojú. -No le he dicho a Bryce las cuatro cosas que tenía pensado decirle. Puedes respirar tranquila. -Me quedé callada. Procesando la información e analizando la situación. Eran las cuatro motivos por los que quería salir a buscarlo en mitad de la noche de ayer. Mi mente sólo reaccionó antes de que Aaron terminara de girarse para seguir andando después de su gesto de despedida.
-¿Pero has hablado con él? -Fue todo lo que alcancé a decir. El giro incompleto de Aaron se deshizo para volver a colocarse frente a mí.
-Sí. Pero no te preocupes. Ya está todo aclarado entre los dos. -Y tras una última cálida y cansada sonrisa, Aaron terminó su giro y desapareció por el pasillo con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos. No he había fijado hasta hoy, pero a pesar de que los dos andan exactamente en la misma postura, los dos lo hacen de una manera totalmente diferente.

¿Eso quería decir que le había dicho que habíamos dormido juntos y que no pasaba nada por ello? ¿Es eso? ¿EH? Antes de explotar de alegría por la aparente disipación de problemas que creía estar viviendo, decidí ver por mí misma la reacción de Bryce. Bajé las escaleras de prisa y corriendo y llegué al magnífico hall de la casa. Abajo estaba Kate... Qué alegría de verla...

-Señorita. El señorito Bryce la espera en su cuarto. Acompáñeme por favor. -Dijo con otra sonrisa que me parecía rechinar más que la de Aaron. Capaz y todo de haber sido enviada a buscarme y haberse quedado ahí. No me fío de ella desde que decidió no abrirme la puerta para hablar con Bryce ese día después de Acción de Gracias que él estaba con fiebre. Asentí y me coloqué detrás, siguiéndola. Fue justo entonces cuando recordé el camino por el que me llevó Aaron hasta el cuarto de Bryce esa misma vez que fui a verlo pero estaba dormido. No han cambiado tantas cosas desde entonces. Aunque una sí, ahora no iba a olvidar el camino. Kate se despidió con un cordial movimiento de cabeza y me dejó sola frente a la puerta. Respiré profundo, esperé a que se me calmaran las pulsaciones del corazón tras el encuentro con Aaron, y llamé sutilmente con los nudillos a la puerta gris de madera gris metálico.

-Si eres Valeria, llegas demasiado tarde. Si eres otra persona, un momento. -La voz de Bryce se escuchó al otro lado de la puerta. Sonaba como siempre. A ver cómo me encontraba a Bryce después de su charla con Aaron... Bajé el pomo, entré, miré, salí y cerré. Todo ello en silencio.
-Valeria, no te hagas... Te he visto por el espejo. -Volvió a escucharse la voz de Bryce al otro lado de la puerta. Sonaba escéptica.
-¿Pero cómo voy a entrar? ¡Te estás cambiando! -Al entrar en su cuarto, vi la espectacular espalda de Bryce... tan amplia y suave... con el irresistible surco que hace la columna en el centro, las esquinitas que forman sus marcados omoplatos a cada lado, los adorables hoyuelos en su zona lumbar... Prefería estar afuera muriéndome por dentro por no poder verlo, que estar dentro intentando contenerme y atacada sin saber dónde mirar. Porque sólo llevaba una toalla.
-¡Oh claro! ¡No vaya a ser que veas lo mismo que verías si estuviese en bañador! -Respondió indignado. Yo decidí esperar apoyada de espaldas a la pared al lado de su puerta. Sin decir nada. Me niego a tener una conversación a voces en un pasillo en el que se puede enterar cualquiera.
-¿Vas a entrar o tengo que ir a buscarte y traerte a la fuerza? No me tientes. Te aviso de que, aun con muletas, conservo toda mi vigorosidad. -Bryce volvió a hablar diez segundos después. ¿Ya se había vestido?
-Me fío de tu vigorosidad, pero no de tu rapidez. -No tenía claro si estaba vestido o no, pero si podía volver a recrearme la vista, pa' dentro. Ya pensaría después qué hacer. Abrí un poco la puerta y asomé la cabeza. Estaba sentado en su cama, la pierna derecha extendida, llevaba puesta una tobillera, las muletas descansaban en una banca acolchada y de madera a los pies de la cama. Me miraba escéptico. Yo no sé cómo lo miraba.
-Valeria, si me he quejado de que llegas demasiado tarde y de que si era otra persona quien llamaba, que esperase un momento... ¿No te da por pensar que tú deberías haber entrado hace mucho y que otra persona no puede hacerlo todavía? ¿No se te ocurre que tal vez no me importa que me veas en toalla? -Dijo desde la cama.
-¿Y a ti no te ha dado por pensar que no me lo esperaba y que mi primera reacción, como la de toda persona normal, es que si ve a alguien desnudo al entra a algún sitio, retroceda? -Dije desde la puerta.
-Sí, ciertamente lo pensé. Pero insistí en que entrases y no lo hiciste. De ahí deduje que tú sabiendo que puedes pasar, no querías hacerlo porque la que iba a pasar vergüenza eres tú y no yo. -Dijo desde la cama. Todavía escéptico.
-Que me des el permiso no implica que no te sientas obligado a hacerlo. Igual lo decías por compromiso, para que no pensara que al que le da realmente vergüenza es a ti. -Dije desde la puerta. Todavía sin saber cómo estaba yo mirando.
-Tú eres consciente de que lo que estás diciendo no te lo crees ni tú misma. ¿Verdad? Y que el que tiene razón soy yo. ¿Cierto? -Me llevó bastante tiempo asentir, cuesta aceptar que has estado intentando escaparte a reconocer algo y has fracasado. -Bien. ¿Entonces vas a venir aquí a mi lado o tengo que imaginármelo? -Volví a asentir. Esta vez me costó mucho menos trabajo. Estaba deseando en realidad. Sin decir nada, me senté a su lado, en el borde de la cama, con cuidado de no moverla mucho para no mover su pierna. Cuando me giré a mirarlo, él ya me estaba mirando a mí.
-¿Cuál es el pronóstico? -Dije señalando a su tobillo con mis ojos.
-Tengo que llevar muletas y tobillera hasta el lunes. Después volverán a ver cómo ha progresado. No es grave, tengo más dañado el hueso que la articulación. Según han dicho, tengo unos ligamentos que ya quisiera el puente de San Francisco. -Su cara de satisfacción era muy evidente. -¿Me vas a decir por qué has tardado tanto? -Al parecer no era sólo una queja la afirmación sobre mi tardanza, me estaba pidiendo explicaciones. Aunque eso ya me lo imaginaba yo.
-¿Se supone que debía saber llegar a tu cuarto? -Lo miré condescendiente. Me miró expectante, como si supiera que no había terminado de hablar y que tenía más cosas que decir. -Aunque también me encontré con Aaron en las escaleras. -Me quedé callada, esperando que dijese algo, pero seguía tan expectante como antes. -No me dijo nada más aparte de que estuvo hablando contigo. -Y ahí fui yo la que empezó a mirar como él antes. Bryce miró a otro lado, estiró los brazos hacia el techo y se dejó caer suavemente en la cama. Yo me cambié para quedar a su lado, sentada, apoyada sobre mi mano derecha, mirando hacia abajo para no perder el contacto visual. Seguía con los pies en el suelo, no iba a quitármelos para ponerlos en la cama.
-Cuando se fueron los médicos, entró Aaron en mi habitación. Fue una conversación extraña. Después de decirme un par de cosas bastante bien dichas, me hizo una advertencia.-Después de decir todo eso mirando hacia otro lado, acabó mirándome a mí.
-¿Y no estás preocupado? -Pregunté no mostrando excesivo interés. Bryce, con total tranquilidad y desasosiego, alzó una mano y me recogió el pelo detrás de la oreja con total delicadeza, sin dejar de mirarme. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Me acarició la mejilla dulcemente al terminar de colocarme el cabello. Un segundo escalofrió se hizo dueño de mí. Cerré los ojos, pero la mano de Bryce dejó de estar en contacto con mi cara. Volvió a mí antes de que pudiera reaccionar, pero no antes de que empezara a extrañarla.
-¿Por qué debería estarlo? No me fui porque me diera un arrebato de celos porque piense que todavía sigues enamorada de él. De hecho, nunca lo has estado. -Ahí tuve que abrir los ojos repentinamente. Fue un reflejo. -Jajajaja. Me encanta lo asustada que has abierto los ojos. -Se rio a mi costa. Bryce retiró la mano para que no se meneara en el aire al compás de su risa.
-¿Me lo explicas? -Dije incrédula. Con risa nerviosa.
-Mi teoría es que tú, la chica de pueblo, con su gran sentido de la justicia y los derechos de las personas, viniste enfrentando al malvado grupo de despiadados chicos que tienen aterrorizada a toda la Uni. El guapísimo líder le declaró la guerra, mientras que su hermano gemelo le brindaba todo su apoyo a costa de enfrentarse también con el grupo de los viles chicos, al que también pertenecía. Entonces la chica que nunca había visto a nadie hacer algo tan bonito por ella, quedó deslumbrada. Colocó en un altar al gemelo bueno para adorarlo y admirarlo mientras que se obligaba a detestar cada vez más al gemelo malo, pues, aunque en realidad le iba gustando más y más, odiaba que fuese tan cruel. Y la chica confundió sentimientos. Se aferró a la infinita gratitud que sentía por su salvador como si de amor se tratase, y escondió la atracción que sentía por su verdugo como si fuese la cosa más despreciable de la que pudiera deshacerse. -Bryce hizo una pausa. Me miró para intentar adivinar lo que estaba pensando. Pero yo estaba tan metida en mí intentando ver si llevaba razón y yo había vivido equivocada todo este tiempo, que todavía no podía pensar nada. -La chica no puede evitar dejar de sentir cosas por su oasis pero tampoco puede contener todo lo que siente por su huracán particular. -¿Me está dando Bryce la respuesta a la pregunta de Karem? ¿Lo sabe él y no yo?
-¿Y cómo continúa tu teoría? -Fue lo único que acerté a decir. Él sonrió y habló después de pensárselo unos segundos.
-Que estás totalmente enamorada de mí. -Lo dijo tan seguro, tan tranquilo, tan convencido... Que lo creí. Bryce se apoyó con los hombros en la cama y se fue incorporando lentamente. Acercándose cada vez más a mí.
-Creía que estábamos hablando de tu teoría. -¿Qué fue de la Valeria valiente que se enfrentaba a cualquier cosa? ¿O es que ella nunca lo fue para sus sentimientos? Bryce estaba ya tan cerca de mí que podía sentir el aire de su respiración en mi cuello.
-Creía que estábamos hablando todo el rato de ti. -Dijo Bryce ahora más cerca de mí que antes. Estaba a muy pocos centímetros de mí. Iba a besarme. Lo intuía. Lo visualizaba. Y también visualicé cómo yo le hice el movimiento de la cobra. Dejé de apoyarme sobre la mano derecha en la cama y me di la vuelta, giré por completo de forma que mi pecho miraba adónde miraban mis pies. Mi corazón palpitando a un ritmo vertiginoso, mi estómago deshaciendo nudos y yo deseando que el beso ocurriese... ¿Por qué hago estas cosas? Es como si una forma de vida no inteligente e independiente de mí, manejara mi cuerpo para tomar las peores decisiones. Bryce suspiró, y demasiado poco mostró su frustración. Volvió a dejarse caer en la cama.
-Es la segunda vez que me esquivas un beso hoy. ¿Debo empezar a preocuparme o espero a la tercera? -Intentaba quitarle hierro al asunto, pero yo me estaba corroyendo por dentro.
-Lo siento... Fue un acto reflejo... Me puse nerviosa... -¿La excusa más tonta de todas? Adjudicada. Para mí. No me atrevía a mirarlo a la cara. Él me tiró suavemente de un mechón de pelo para que me voltease. Lo miré preocupada.
-Pues me debes una recompensa. Te salvé del atracador del parking y del abusador del metro. -Me miró juguetón. Yo ya sabía por dónde iba. Iba a discutirle por el gusto de contradecirlo, pero le iba a dar lo que reclamaba.
-Pero eso es lo normal que se hace cuando tu chica está en peligro. Lo hiciste por ti principalmente. No por mí. -Le dije juguetona. Seguía corroyéndome por dentro, pero la vida sigue.
-Vaya. Con que hay requisitos que superar para obtenerla. Pues déjame pensar... -Y colocó la mano en la sien y perdió la mirada para hacerse el pensador concentrado. Yo sonreí. Me resultó monísimo en ese momento. Adoro su lado de niño pequeño.
-Por Dios Bryce. ¿Cómo lo haces para ser algunas veces una cosa totalmente enternecedora y otras tan terrorífica? -Me miró desorientado, haciéndose el pensador concentrado que ha sido sacado de sus profundos pensamientos.
-¿Me has llamado cosa? -Respondió indignado. Ahí sí. Ahí me llevé la palma de la mano a la frente. A la tercera va la vencida. Ya me había guardado dos veces las ganas en este día.
-Así de frustrado me haces sentir tú a mí continuamente cuando no se cumplen mis expectativas contigo. No te quejes, que peor fue tu respuesta de la ovulación. Qué mala suerte que no pueda olvidarla nunca... Esa ya se me ha quedado marcada. -Sí, tengo que reconocer que tiene toda la razón del mundo, pero no quita que siga siendo un momento que me ha matado. -Y déjame decirte una cosa. No puedo encontrar ningún momento en el que yo hiciera algo exclusivamente por ti y no también por mí, porque no existen. El ser humano es egoísta, y yo más. Al igual que tú no me plantaste ese beso en la mejilla ese día en el banco del jardín de la Uni porque me lo mereciera o pensaras que me lo debías. Me lo diste porque te apeteció. Y yo te salvé y te seguiré salvando porque yo no quiero que te pase nada, y si me pides que no lo haga, lo seguiré haciendo igualmente. -Lo decía muy en serio, pero no serio. -La acción más buena nunca hecha, no se habría realizado si no hubiera habido algún motivo egoísta de por medio, insignificante tal vez, pero existente. -Me quedé totalmente en blanco con sus palabras.

Había dicho exactamente lo que me había dicho Aaron anoche. Justo lo mismo. Antes lo de las manos metidas en los bolsillos y la cabeza agachada al caminar... Ahora esta forma de entender al ser humano... ¿Por qué cuando más quiero distinguirlos se me hacen más parecidos? ¿Por qué cuando más quiero diferenciar sentimientos, ellos hacen cosas que me crean los mismos? ¿Por qué es todo tan difícil? Me puse en modo automático e intenté anular a esa forma de vida no inteligente e independiente que me gobierna. Mi cuerpo actuó por inercia propia. Me fui acercando lentamente hacia él, ahora iba a besarlo, y yo misma no iba a impedirlo. Mi corazón ahora no palpitaba a ritmo frenético y no había nudos en mi estómago. Estaba tranquila. Comprendí que, como no tenga yo controlada la situación, huyo despavorida en acto reflejo. Cuando ya sus labios quedaron a una cuarta de los míos, su respiración se encontró con la mía y había mandado a mi cerebro la acción de cerrar los ojos, la puerta de madera pintada de gris metálico se abrió repentinamente antes de que se escuchasen unos golpes llamando al otro lado. Mis adorados vecinos entraron en la habitación corriendo y armando bulla y a mí sólo me dio tiempo a disimular mi intento de beso pasional, por uno en la comisura de los labios de Bryce. Genial, ahora pensaría que realmente quería dárselo en la cara y no en la boca... Cuando no lo fastidio yo, lo fastidian las circunstancias... Típico...

-¡Valeria! ¡Valeria! ¡Valeria! ¡Tienes que traernos aquí otra vez! ¡Sarah dice que puede ocuparse de nosotros! -Gritó Mario saltando por la habitación. Bryce se dio la vuelta para mirar a la pared.
-¡Tienen una piscina gigante! ¡Con trampolín y toboganes! ¡Una sala de juegos inmensa con futbolín, billar, dardos! ¡Mesa de ping-pong en el jardín! -Gritó Rafael correteando por el cuarto. Conté hasta diez lentamente e intenté contener mi rabia.
-¡¡¿Por qué leches no esperáis a que os respondan después de llamar a la puerta?!! -Lo siento, pero aunque cuente hasta tres millones, tenía que decirlo. Los niños se quedaron quietos por mi inesperada reacción. -¡¿Y para qué queréis una piscina en invierno o una sala con juegos a los que sois demasiado bajos para jugar?! -Me llevé la mano a la frente y agaché la cabeza. Tengo que calmarme. No puedo tratarlos así...
-Lo siento, disculpadme, se han entusiasmado demasiado con la casa y no he podido contenerlos. Si están ocupados nos vamos. -Sarah entró disculpándose en cuerpo y alma y se acercó a los niños para cogerlos de las manos y llevárselos. Flipé con lo rápido que se habían hecho la una a los otros. Los niños me miraron desilusionados. Realmente entraron así de la emoción, no con intención de molestar... Aunque se supone que es evidente... Son un poco plastas, pero no se van a portar mal a posta en casas ajenas a las que quieren ser invitados...
-Yo sí sé a qué podéis jugar. Tengo en la última planta un salón con una pantalla de que está conectada a la PlayStation, y toda una ludoteca de juegos. Os la dejo entera cuando vengáis otra vez. -Bryce se incorporó en la cama y quedó sentado en ella con la pierna estirada. No había un ápice de molestia en su cara. Tengo mucho que aprender de él... La ilusión de los niños volvió a su cara. Sus ojos comenzaron a brillar. Se miraron el uno al otro, incrédulos, y corrieron a saltar encima de Bryce.
-¡¿De verdad! ¡¿En serio?! ¡Muchas gracias! -Dijeron al compás. Yo los vi caer sobre él como una avalancha.

Se abrazaron los dos su cuello, con los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a oreja. A veces olvido que son sólo niños. Bryce me miró con cara de <¿y ahora qué hago? Me están abrazando> Yo me encogí de brazos y Bryce comenzó a darles palmaditas en la espalda. JAJAJAJAJAJAJAJA. Bryce siendo abrazado por la felicidad de unos niños y a él se le ocurre darles palmaditas en la espalda como si estuviera intentando consolar su tristeza. Se evidenció la poca experiencia que tiene Bryce en lo referente a la empatía por los demás. No sabía cómo reaccionar ante un momento de afectividad. Me enterneció aún más, si ya era posible. Su expresión de incomodidad física era visible, intentaba disimularla con cara de desagrado para que los demás olvidasen que acababa de hacer algo súper bonito por los críos, pero también podía ver la de satisfacción que sentía. No estoy acostumbrada a ver el lado amable o tierno de Bryce como no sea conmigo. Por muy peculiar persona que lo pueda tener, a veces olvido que es sólo un chico normal y corriente.

-Bueno, bueno, vale, ya. Que me estáis destrozando la pierna más de lo que ya lo está. -El momento de tolerancia de afectividad de Bryce se agotó. Los niños se deshicieron de su abrazo. -Podéis ir ahora si queréis. -Propuso cuando Rafael y Mario quedaron estabilizados de pie en el suelo. -Sarah, las llaves están en el primer cajón de esa cómoda. -Dijo señalando a una cómoda de madera gris metálica que estaba junto a la puerta de lo que intuí era el cuarto de baño. Ahora entendía yo todo... lo que quería Bryce era quitarse a los niños de en medio para que nos quedásemos solos... A veces olvido las verdaderas intenciones ocultas bajo las aparentemente buenas acciones de Bryce... Esa egoísta intención que parecía amable al principio no hizo que la escena anterior perdiera nada de encanto. Mientras Sarah se encaminaba a recogerlas, Rafael y Mario se miraron extraño.
-Pero nosotros queremos quedarnos con Valeria. ¿Vendrías? -Habló Mario. El más pequeño, con la carita más angelical y al que más difícilmente se le puede negar algo. Ahora entendía yo por dónde iban los tiros... ¡Estos niños son unos manipuladores! Entre estar conmigo o con una pantalla de cine con cientos de juegos de PlayStation... ¿¡Van a elegirme a mí!? ¡Estos son unos cotillas que no quieren dejarme a solas con Bryce! ¡Al final sí que habían entrado así en la habitación! ¡Para interrumpirnos! ¡QUÉ FUERTE! Si tenía alguna duda sobre mi vil pesquisa, la sonrisa maliciosa de Rafael me resolvió toda posible duda... A veces olvido que estos niños son más listos que el viejo y el demonio juntos.

Al final, acabamos encargando pizzas y viendo una película en el dormitorio-salón de Bryce. En un sofá súper gigante que tenía allí de esos con un extremo más largo para estirar las piernas, a juego con el edredón de la cama, azul eléctrico, un color tan fuerte como la personalidad de su usuario, en la televisión híper enorme que ocupaba casi la extensión de una pizarra. ¿De dónde sacan estos chismes? Ni en las tiendas de electrodomésticos los veo... ¿O es que yo voy a las que son para gente de clase alta/media/baja y para la gente de clase estratosférica se va a otro sitio? Capaz y todo... Pocas cosas me sorprenden ya en este ámbito... Y así acabamos. Con Mario a mi izquierda y Rafael a mi derecha, que estaba a la izquierda de Bryce. Los dos sin agarrarse a mí, yo sin agarrarme a ellos, y sin poder agarrarme a Bryce tampoco... Esto a él le irritaba, y se notaba en el tono de voz con el que le hablaba a los críos. De hecho estábamos viendo una película de la hemeroteca particular de Bryce, <Los Vengadores>, y él se encargaba de desvelarles que iba a pasar. Este no se ha cortado nunca ni un pelo y no iba a hacerlo ni mucho menos con unos niños.
-¡Bien! ¡Por fin se lo han cargado! -Gritó Mario.
-Sí, pero ahora aparecen más, eso era sólo la primera oleada. -Dijo Bryce con desgana.
-¿Y tú por qué no te callas? -Saltó Rafael. Mirando mal a Bryce.
-¿Y tú por que no te vas a tomarte un chocolate caliente, te lavas los dientes y te vas a la cama con un osito de peluche a dormir como un buen niño? -Respondió Bryce. Mirando mal a Rafael. JUJUJUJUJU esto se pone interesante. Le ha dado donde más le duele, en que lo tomen por un crío.
-Porque si no, te saldrías con la tuya y te quedarías a solas con Valeria. -¡ZAS! ¡Dios mío! ¡Sí que golpea fuerte! Bryce se quedó muy sorprendido, casi en blanco. Pero él no se da por vencido todavía, sabía que se sacaría un as de la manga para contraatacar.
-Entonces vosotros tampoco os saldréis con la vuestra y no conoceréis la sala de los videojuegos. -La expresión de dolor por la gran pérdida se vislumbró en la cara de los dos niños por unos segundos. Serán muy listos y tendrán muchas malas ideas, pero en el fondo son niños. Perderse la mayor sala de diversión tenía que ser doloroso.
-¿Crees que es una gran pérdida cuando hemos preferido estar aquí a estar allí? -Respondió Mario. Parece que no, pero este también se las trae tanto como su hermano. Para mi sorpresa, esta vez Bryce sí se quedó en blanco del todo. Le concedí unos largos segundos de prórroga antes de confirmar su absoluta derrota. Él sólo permaneció con los ojos muy abiertos en una expresión muy consternada. FLIPO. ¿De dónde salen estos niños? Son los únicos que después de mí, han sido capaces de dejar callado a Bryce. En ocasiones realmente me cuesta recordar que sólo tienen 7 y 9 años... Los tres me miraron a mí para ver qué decía yo... Cómo no, el marrón para mí. ¿Esperaba lo contrario? Ya era demasiado raro que yo no acabara metida también en esta historia.
-A mí no me miréis. Yo también quería seguir con la intriga en la película y estar a solas con Bryce. Yo soy la doble perjudicada aquí, así que no me metáis en más embrollos. -Me cruce de brazos y me deje caer en el sofá. Mario y Rafael hicieron lo mismo y Bryce se puso a buscar sus muletas hasta que descubrió que no estaban al alcance de su brazo. Resopló, refunfuñó y se cruzó también de brazos. ¿Pero qué les pasa a todos? ¿Con qué tipo de gente me junto yo? Aunque... ¿Qué tipo de gente se juntaría conmigo si no? Ains....

Continuamos viendo la película. Bryce adelantando los acontecimientos y Rafael y Mario acercándose cada vez más a mí. Por supuesto, yo siempre en medio de cualquier problema. Cuanto más se picaban entre ellos, más ganas me daban a mí de estamparlos contra la tele. No lo hice por respeto a las posesiones que no son mías, porque los principios que me dicen que no he de hacer daño a niños y lisiados estaban pasándose al lado oscuro de la fuerza. Así, acabamos la peli con los dos abrazados a mí, agarros cada uno como koalas a mis brazos y con sus cabezas apoyadas en mí y Bryce comentando cada cosa que se le pasaba por la cabeza sobre las imágenes que desfilaban por la pantalla. Diría que soy la única normal aquí, pero eso sería mentir. Al final, Mario y Rafael acabaron la peli dormidos. Parecían tiernos y tod... bueno, no, tampoco tanto. Bryce me miró suspirando y yo intenté encogerme de hombros. No lo conseguí, el peso de los cuerpos de los niños sumado al de la gravedad superaban a mi capacidad para querer ejercer más fuerza para vencer el peso. Pura flojera. Bryce sacó su móvil, marcó unas palabras y al momento estaba Sarah llamando a la puerta del cuarto. Qué modernos aquí... Y yo acostumbrada a ver en las pelis que llaman al servicio por campanillas atadas a cuerdas...

-Sarah, por favor, llévate a los niños al cuarto que tengan preparados. -Y en ese justo momento, por arte de magia, los dos niños a la vez se despertaron. No me digas que sólo se lo hacían... Inocente de mí... Así veía yo raro que se durmieran en mitad de un combate a ver quién duraba más. Pensarían que por pena a no despertarlos me quedaría agarrada a ellos... Inocentes ellos...
-¡¿Qué?! ¡No! ¡Pero si no estamos dormidos! -Mario se despegó de mí e intentó imitar voz de recién despierto. No le salió bien.
-¡Sí! ¡Ya nos hemos despertado! ¡No queremos dormir! -Rafael se despegó de mí e intentó imitar cara de recién despierto. Tampoco tuvo éxito. Ahí fue cuando yo me puse firme he hice notar mi presencia como a cargo suya que estaba y mi poder para mandar sobre ellos.
-A la cama... ya es suficiente por hoy. -Me puse de pie, coloqué los brazos en jarras y fruncí el ceño. Los niños por una vez en la vida, tras pensarse si hacerme caso o no, optaron por hacerle caso a la voz del lado bueno de su cerebro o la voz del lado malo que tenía un plan que consistía en llevarlo a cabo fuera de ese cuarto. Fuera lo que fuese, aceptaron. Y yo, sin saber los motivos, me sentí orgullosa de mí misma. A saber cuándo volvería eso a repetirse.
-Vale... -Dijeron al unísono. Los dos agacharon la cabeza y siguieron cabizbajos a Sarah, sonriente como siempre. Antes de salir por la puerta, se pararon y me miraron.
-¿No vienes con nosotros? -Dijo Mario. Tristón. Intentando dar pena... A mí... ¡Ja!
-Sí, ahora iré. Iros adelantando. -Y se quedaron conforme y todo con lo que dije. Miedo me da, esto no puede ser tan bueno. Algún plan estar tramando... Pero yo volvía a quedar victoriosa a los ojos de los demás. Una cosa compensa a la otra... Creo...
-No sé cómo aguantas a los mocosos esos... -Dijo Bryce escurriéndose en el sofá cuando la puerta se cerró. Irritado.
-Pues no sé quién es más mocoso de todos. Tú esta noche has estado espesito. -Dije sentándome a su lado. Apoyando mi cabeza en su hombro. Me miró raro, como si acabase de ocurrir un acontecimiento insólito. Vale... ya se que no soy muy cariñosa... pero tampoco es para mirar TAN raro...
-Pues que sepas que me he contenido todo lo que he podido. No voy a echarlos de casa cuando vengan por respeto a ti, pero no los vuelvas a traer más. -Vale, estaba más irritado de lo que ya de por sí parecía.
-¡Bryce! ¡Son sólo niños! ¡Para ellos era sólo un juego! ¿Por qué te lo tomas tan a pecho? -Me levanté de su pecho y lo miré indignada. Llevaba mucho tiempo desacostumbrada al Bryce impasible e impermisivo que no aguanta que nadie quede por encima de él. Y no me estaba gustando nada.
-¡Pues que sean sólo niños jugando a juegos que no se deban tomar a pecho lejos de mí! -Gritó aún más furioso que antes si ya era posible. Su cara era de total mosqueo. ¡Odio esto! ¡En serio!
-¡¿Por qué siempre tiene que salir tu genio para estropear todavía más la situación?! ¿Qué te crees? ¿Que a mí no me apetecía quedarme a solas contigo esta noche o que no quería ver la peli tranquilamente ya que lo primero no era posible? ¡Pues sí! ¡Sí me apetecía! ¡Pero no ha podido ser! ¡Y me aguanto! -Me levanté bruscamente del sofá para decirle todo eso desde la altura, él seguía sentado, así que al menos en el lenguaje corporal yo estaba por encima de él.
-No lo entiendes... Tú nunca entiendes nada...-Me miraba muy frustrado, frunciendo mucho el ceño, con la boca muy apretada.
-Claro, yo nunca entiendo nada. Valeria no comprende al incomprendido Bryce. Pues muy bien. La próxima vez no me invites a tu casa, no vaya a ser que haga algo que te moleste y puedas tomarte a pecho. -Y dicho esto, me di la vuelta para dirigirme a la puerta. Me giré para mirarlo antes de salir de su habitación. Él seguía mirando a la negra pantalla escurrido en el sofá.

¡AAAAAAH! Tenía ganas de chillar y liberar toda mi frustración reprimida. Patalear contra el colchón y dar puñetazos a cojines, ahogar un grito en la almohada y revolcarme por toda la cama. ¿Por qué diantres tienen que acabar las cosas así? Nos encontramos hoy después de varios días y acabamos peleando y discutiendo. ¡BUUUUUF! Odio la impotencia. Y me odio más a mí misma. Intenté relajarme todo lo que pude antes de llegar a mi cuarto, andando despacio y respirando lento. Intentando mantener la mente en blanco. No sirvió para nada. No vi mi cara, pero ya no tenía ni que ser de pocos amigos, llegaría ya incluso a muchos enemigos para que ni Mario ni Rafael que seguían despiertos, intercambiaran una palabra conmigo o entre ellos. Sus camas estaban en frente de las mías. Ya las habían acomodado en mi ausencia. Me fui al cuarto de baño privado de la habitación, me coloqué el pijama que me habían prestado, me lavé los dientes, me quité la lentilla  y me acosté. La parte pacífica de mi cerebro me dijo que era conveniente decir algo para relajar el ambiente y calmarme yo también. Le hice caso.

-Buenas noches. -Dije cortante y fría.
-Buenas noches. -Dijeron bajito y con miedo.

Estuve desvelada dando vueltas en la cama y pensando en mil motivos para arrepentirme por todo lo que le había dicho a Bryce hasta por la mañana. Muchas veces pensé incluso en pasarme por su cuarto a pedirle perdón. Pero soy demasiado cobarde para ello. Ni siquiera me he asegurado de que Aaron le haya contado la noche que pasamos juntos en la conversación que tuvieron. Sin embargo, no tengo las agallas de afrontar que posiblemente no haya sido así. Cuando la luz del sol empezó a entrar por el cuarto, decidí levantarme y ducharme para despejar la mente. Todo quedó en un intento fallido. Los niños y yo nos fuimos de allí sin desayunar ni despedirnos de nadie. Ellos no mediarion palabra ni yo tampoco. Mi cara de insomne sumada a la de mala leche debía ser una combinación aterradora. Si alguien me hubiese deseado buenos días al salir, me hubiera reído irónicamente en su cara. Ese día no iba a ser un buen día al igual que yo no tuve unas buenas noches.