Capítulo 63:
Buenas noches
Realmente
necesitaba un respiro. Estaba muy cansada. Pero era incapaz de descansar sin
encontrar una forma de decirle a Bryce lo de Aaron. Más que nada porque no
podía dejar de pensar en otra cosa. Mi mente, como era irremediable, se puso a
divagar sobre miles de estrategias ridículas cuando en sí sólo era necesario
decir: Bryce, ayer Aaron se quedó a dormir en mi casa. Le explicaría que fui a
buscarlo a su casa porque estaba preocupada por el y quería saber si alguien
tenía noticias suyas. Que allí me encontré con Aaron, tuvimos una tonta
discusión porque me encontraba muy nerviosa. Vino a mi casa para hablar y
arreglarlo y como vio que me encontraba con los niños, quiso quedarse ayudándome.
Podría decirle que lo de que se quedó a dormir era por respetar sus horas de
sueño para llevarme al día siguiente a hablar con el profesor Sumter y que me
dejara hacer el examen que me perdí por culpa de la trampa de las otras tres,
pero en realidad era una excusa. Aaron se quedó porque quería quedarse, y
porque yo quería también. Tan sencillo como eso. Tan difícil como que las cosas
podrían volver a torcerse. Tan fácil como no haberlo hecho. Tan complicado como
haberse resistido.
Estaba ya
a punto de hacer la croqueta por todo lo ancho de la cama mientras me alborotaba
el pelo e intenta chillar bajito para liberar toda mi tensión, cuando de pronto
sonó mi móvil. Tenía un mensaje. Lentamente, en ese típico momento que
alargamos antes de descubrir que algo va mal, fui estirando el brazo para
sacarlo del bolso. Era de Bryce. ¿De Bryce? ¿Qué pasa ahora? Lo abrí, y los
cinco segundos que tardó en abrirse, los pasé en vilo. Sí, mi móvil es muy
lento. Pero por dios... Si sólo estoy abriendo un sms... ni que fueran los
resultados de un diagnóstico médico. ¿Ves? Si mi móvil fuera más veloz, no
pasaría tanto tiempo en tensión. Aunque no es él tampoco el que alarga el brazo
lentamente para alargar el momento... Y esta es mi vida, llena de
contradicciones. Si yo hago una cosa, bien, si otro hace exactamente la misma
cosa, mal. Y por fin se abrió el mensaje: <Los batablanca se han ido ya.
Estoy en mi cuarto.> Y respiré. Vaya, pensé que había habido un repentino
cambio de planes que no fuera a gustarme. Aunque no voy a cantar victoria
todavía.
Salí del
cuarto no sin antes echarle un cuidado vistazo. El salón de mi casa es más
pequeño que él... Tenía una cama de matrimonio con barras en cada esquina que
sostenían cortinas recogidas a cada lado. Una banqueta blandita a los pies de
la cama. Alfombras a juego con las cortinas y colcha a juego con el tapizado de
los sillones. Una combinación extraña, pero quedaba bien. Suelo de blanquísimo
mármol y paredes de impecable vainilla. Un ventanal gigante con balcón incluido
en frente. Muebles de madera muy oscura. De estilo tradicional. Había dos
puertas. Supuse que una para el cuarto de baño y otra para el armario, pues no
veía ninguno por alrededor. Cerré la puerta con cuidado al salir. No sé a quién
pretendo no molestar. Estoy completamente sola en este lugar de la casa... sola
y sin idea de cómo llegar al cuarto de Bryce. Bravo. Ahora voy a quedar como
una cotilla e entrometida si voy por la casa mirando sospechosamente a todos
los lados con expresión de despistada. Pues nada, me dirigiré al hall y allí
preguntaré. Normalmente suele haber gente allí. Creo.
Lo
primero que tenía que hacer era encontrar las escaleras que llevan a él. ¿Se
iba hacia a ellas por donde tiró Sarah con los niños o en sentido contrario?
Como no me fío de mí, porque por mucha memoria o conclusiones lógicas y con
sentido que haga, la suerte va a ir en mi contra, decidí tomar por el lado más
bonito. El derecho. Había una maceta con helechos preciosos. De un verde
clorofila súper intenso. Era una planta realmente bonita. Me dio pena dejar de
observarla, pero es que tenía que encontrar a Bryce. Proseguí mi camino y pocos
pasos después, vislumbré un gran espacio con la majestuosa escalera que lleva a
la planta baja. Con su alfombra roja unida a los escalones. Súper glamurosa. Me
alegré mucho de encontrarla, no porque sea genial y fantástico tardar un poco
más o un poco menos en ello, sino porque de vez en cuando, está bien sentir que
tomas buenas decisiones. Por una vez, la suerte estuvo de mi lado. Aunque
nuevamente, volví a cantar victoria demasiado rápido. Había tomado el camino
correcto, pero no tal vez no la mejor opción.
Justo fue
apoyar la mano en la brillante y pulidísima barandilla de madera de buenísima
calidad, y ver aparecer abajo a Aaron. Todavía estaba girando para entrar en la
escalera y comenzar a subir. Todavía iba andando con la cabeza agachada y las
manos en los bolsillos. Todavía no me había visto. Pero todavía soy demasiado
lenta en poner de acuerdo a las partes contradictorias que intentan coexistir
en mí. Pero... ¿Y qué pensaba hacer? ¿Esconderme para que no me vea? Se supone
que el problema lo tengo con Bryce, no con Aaron. Pues anda que si así enfrento
a alguien con el que no ocurre nada malo, cómo pienso hacerlo con otro con el
que sí... Puta cobarde... Me quedé inmóvil, en lo alto de la escalera,
esperando a que nuestras miradas se encontraran. Y así ocurrió. Aaron siguió
subiendo las escaleras con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos, no
fue hasta una distancia de cinco escalones de mí cuando reparó en mi presencia.
No hace falta decir que todo ese tiempo que tardó en verme, lo pasé a duras
penas. Estoy sobresaturada de tantas emociones. Él se quedó mirándome,
fijamente, como si estuviera analizando una mancha amorfa en un cuadro de arte
abstracto e intentara identificarlo para saber qué es o qué representa. Yo me
limitaba a hacer de cuadro, es decir, nada.
-Sorpresa.
-Fue lo único más o menos “inteligente” que se me ocurrió decir en ese momento
de colapso mental. Aunque el colapso mental se lo provoqué yo a él con ese
comentario estúpido.
-Hola.
-Dijo sin más. Sin mover un sólo músculo fácil para cambiar la expresión que
llevaba antes de verme, Aaron siguió mirándome. No lo recordaba tan inexpresivo
desde hacía mucho tiempo atrás.
-Esto...
Siento no haber estado esta tarde en casa a las ocho pero...
-El que lo
siente soy yo. No fui a tu casa. Se me olvidó. Quedé con Ashley antes y se me
hizo tarde. -Dijo sin cambiar la expresión de su cara. Me había cortado al
hablar. Me alegré. Comencé a hablar sin saber cómo terminar lo que iba a decir.
Vamos, lo que ocurre cada vez que hablo, pero esta vez en un entorno más
delicado. Aunque estaba decidida igualmente a decírselo. Ni un ocultismo más.
Aaron es mi amigo, ¿por qué tengo que encubrir cosas con él?
-Apareció
Bryce en mi casa. Estuvimos hablando y ahora estamos bien. -Dije sonriente,
intentando darle vidilla al momento. Aaron levantó la mejilla izquierda para
mostrar una leve sonrisa doblada. Fue tan forzado, que casi escucho rechinar
engranajes en su interior. Se dispuso a seguir andando para terminar de subir
las escaleras.
-Me
alegro que estés tan contenta. -Dijo pasándome de largo sin mirarme a la cara.
¿Debo tomarme de alguna manera que haya remarcado el alegrarse de mi contento y
no haber dicho un <me alegro> a secas indicando que es porque Bryce esté
de vuelta? Encaminó el pasillo del que yo había salido. ¿No iba a decirme más
nada? ¿No iba a preguntarme qué estaba haciendo en su casa? Tenía que
reaccionar.
-Aaron.
¿Estás bien? Te encuentro raro. -Dije antes de que se alejara demasiado que
tuviera que alzar la voz más de la cuenta. Él se quedó de pie, inmóvil,
pensativo, con las manos en los bolsillos. Se giró lentamente para hablar con
la misma inexpresividad de antes.
-¿Más
raro de lo normal? Vaya, voy a empezar a preocuparme. -Y en ese momento, atisbé
un poco del Aaron de siempre. Sólo que su sonrisa cálida parecía cansada y su
expresión alegre, melancólica. -Sé que no me lo vas a preguntar aunque quieras
saberlo, así que ya te lo digo yo. -Ojú. -No le he dicho a Bryce las cuatro
cosas que tenía pensado decirle. Puedes respirar tranquila. -Me quedé callada.
Procesando la información e analizando la situación. Eran las cuatro motivos
por los que quería salir a buscarlo en mitad de la noche de ayer. Mi mente sólo
reaccionó antes de que Aaron terminara de girarse para seguir andando después
de su gesto de despedida.
-¿Pero
has hablado con él? -Fue todo lo que alcancé a decir. El giro incompleto de
Aaron se deshizo para volver a colocarse frente a mí.
-Sí. Pero
no te preocupes. Ya está todo aclarado entre los dos. -Y tras una última cálida
y cansada sonrisa, Aaron terminó su giro y desapareció por el pasillo con la
cabeza agachada y las manos en los bolsillos. No he había fijado hasta hoy,
pero a pesar de que los dos andan exactamente en la misma postura, los dos lo
hacen de una manera totalmente diferente.
¿Eso
quería decir que le había dicho que habíamos dormido juntos y que no pasaba
nada por ello? ¿Es eso? ¿EH? Antes de explotar de alegría por la aparente
disipación de problemas que creía estar viviendo, decidí ver por mí misma la
reacción de Bryce. Bajé las escaleras de prisa y corriendo y llegué al
magnífico hall de la casa. Abajo estaba Kate... Qué alegría de verla...
-Señorita.
El señorito Bryce la espera en su cuarto. Acompáñeme por favor. -Dijo con otra
sonrisa que me parecía rechinar más que la de Aaron. Capaz y todo de haber sido
enviada a buscarme y haberse quedado ahí. No me fío de ella desde que decidió
no abrirme la puerta para hablar con Bryce ese día después de Acción de Gracias
que él estaba con fiebre. Asentí y me coloqué detrás, siguiéndola. Fue justo
entonces cuando recordé el camino por el que me llevó Aaron hasta el cuarto de
Bryce esa misma vez que fui a verlo pero estaba dormido. No han cambiado tantas
cosas desde entonces. Aunque una sí, ahora no iba a olvidar el camino. Kate se
despidió con un cordial movimiento de cabeza y me dejó sola frente a la puerta.
Respiré profundo, esperé a que se me calmaran las pulsaciones del corazón tras
el encuentro con Aaron, y llamé sutilmente con los nudillos a la puerta gris de
madera gris metálico.
-Si eres
Valeria, llegas demasiado tarde. Si eres otra persona, un momento. -La voz de
Bryce se escuchó al otro lado de la puerta. Sonaba como siempre. A ver cómo me
encontraba a Bryce después de su charla con Aaron... Bajé el pomo, entré, miré,
salí y cerré. Todo ello en silencio.
-Valeria,
no te hagas... Te he visto por el espejo. -Volvió a escucharse la voz de Bryce
al otro lado de la puerta. Sonaba escéptica.
-¿Pero
cómo voy a entrar? ¡Te estás cambiando! -Al entrar en su cuarto, vi la
espectacular espalda de Bryce... tan amplia y suave... con el irresistible
surco que hace la columna en el centro, las esquinitas que forman sus marcados omoplatos
a cada lado, los adorables hoyuelos en su zona lumbar... Prefería estar afuera
muriéndome por dentro por no poder verlo, que estar dentro intentando
contenerme y atacada sin saber dónde mirar. Porque sólo llevaba una toalla.
-¡Oh
claro! ¡No vaya a ser que veas lo mismo que verías si estuviese en bañador!
-Respondió indignado. Yo decidí esperar apoyada de espaldas a la pared al lado
de su puerta. Sin decir nada. Me niego a tener una conversación a voces en un
pasillo en el que se puede enterar cualquiera.
-¿Vas a
entrar o tengo que ir a buscarte y traerte a la fuerza? No me tientes. Te aviso
de que, aun con muletas, conservo toda mi vigorosidad. -Bryce volvió a hablar
diez segundos después. ¿Ya se había vestido?
-Me fío
de tu vigorosidad, pero no de tu rapidez. -No tenía claro si estaba vestido o
no, pero si podía volver a recrearme la vista, pa' dentro. Ya pensaría después
qué hacer. Abrí un poco la puerta y asomé la cabeza. Estaba sentado en su cama,
la pierna derecha extendida, llevaba puesta una tobillera, las muletas
descansaban en una banca acolchada y de madera a los pies de la cama. Me miraba
escéptico. Yo no sé cómo lo miraba.
-Valeria,
si me he quejado de que llegas demasiado tarde y de que si era otra persona
quien llamaba, que esperase un momento... ¿No te da por pensar que tú deberías
haber entrado hace mucho y que otra persona no puede hacerlo todavía? ¿No se te
ocurre que tal vez no me importa que me veas en toalla? -Dijo desde la cama.
-¿Y a ti
no te ha dado por pensar que no me lo esperaba y que mi primera reacción, como
la de toda persona normal, es que si ve a alguien desnudo al entra a algún
sitio, retroceda? -Dije desde la puerta.
-Sí,
ciertamente lo pensé. Pero insistí en que entrases y no lo hiciste. De ahí
deduje que tú sabiendo que puedes pasar, no querías hacerlo porque la que iba a
pasar vergüenza eres tú y no yo. -Dijo desde la cama. Todavía escéptico.
-Que me
des el permiso no implica que no te sientas obligado a hacerlo. Igual lo decías
por compromiso, para que no pensara que al que le da realmente vergüenza es a
ti. -Dije desde la puerta. Todavía sin saber cómo estaba yo mirando.
-Tú eres
consciente de que lo que estás diciendo no te lo crees ni tú misma. ¿Verdad? Y
que el que tiene razón soy yo. ¿Cierto? -Me llevó bastante tiempo asentir,
cuesta aceptar que has estado intentando escaparte a reconocer algo y has
fracasado. -Bien. ¿Entonces vas a venir aquí a mi lado o tengo que
imaginármelo? -Volví a asentir. Esta vez me costó mucho menos trabajo. Estaba
deseando en realidad. Sin decir nada, me senté a su lado, en el borde de la
cama, con cuidado de no moverla mucho para no mover su pierna. Cuando me giré a
mirarlo, él ya me estaba mirando a mí.
-¿Cuál es
el pronóstico? -Dije señalando a su tobillo con mis ojos.
-Tengo
que llevar muletas y tobillera hasta el lunes. Después volverán a ver cómo ha
progresado. No es grave, tengo más dañado el hueso que la articulación. Según
han dicho, tengo unos ligamentos que ya quisiera el puente de San Francisco.
-Su cara de satisfacción era muy evidente. -¿Me vas a decir por qué has tardado
tanto? -Al parecer no era sólo una queja la afirmación sobre mi tardanza, me estaba
pidiendo explicaciones. Aunque eso ya me lo imaginaba yo.
-¿Se
supone que debía saber llegar a tu cuarto? -Lo miré condescendiente. Me miró
expectante, como si supiera que no había terminado de hablar y que tenía más
cosas que decir. -Aunque también me encontré con Aaron en las escaleras. -Me
quedé callada, esperando que dijese algo, pero seguía tan expectante como
antes. -No me dijo nada más aparte de que estuvo hablando contigo. -Y ahí fui
yo la que empezó a mirar como él antes. Bryce miró a otro lado, estiró los
brazos hacia el techo y se dejó caer suavemente en la cama. Yo me cambié para
quedar a su lado, sentada, apoyada sobre mi mano derecha, mirando hacia abajo
para no perder el contacto visual. Seguía con los pies en el suelo, no iba a
quitármelos para ponerlos en la cama.
-Cuando
se fueron los médicos, entró Aaron en mi habitación. Fue una conversación
extraña. Después de decirme un par de cosas bastante bien dichas, me hizo una
advertencia.-Después de decir todo eso mirando hacia otro lado, acabó mirándome
a mí.
-¿Y no
estás preocupado? -Pregunté no mostrando excesivo interés. Bryce, con total
tranquilidad y desasosiego, alzó una mano y me recogió el pelo detrás de la
oreja con total delicadeza, sin dejar de mirarme. Un escalofrío me recorrió todo
el cuerpo. Me acarició la mejilla dulcemente al terminar de colocarme el
cabello. Un segundo escalofrió se hizo dueño de mí. Cerré los ojos, pero la
mano de Bryce dejó de estar en contacto con mi cara. Volvió a mí antes de que
pudiera reaccionar, pero no antes de que empezara a extrañarla.
-¿Por qué
debería estarlo? No me fui porque me diera un arrebato de celos porque piense
que todavía sigues enamorada de él. De hecho, nunca lo has estado. -Ahí tuve
que abrir los ojos repentinamente. Fue un reflejo. -Jajajaja. Me encanta lo
asustada que has abierto los ojos. -Se rio a mi costa. Bryce retiró la mano
para que no se meneara en el aire al compás de su risa.
-¿Me lo
explicas? -Dije incrédula. Con risa nerviosa.
-Mi
teoría es que tú, la chica de pueblo, con su gran sentido de la justicia y los
derechos de las personas, viniste enfrentando al malvado grupo de despiadados
chicos que tienen aterrorizada a toda la Uni. El guapísimo líder le declaró la
guerra, mientras que su hermano gemelo le brindaba todo su apoyo a costa de
enfrentarse también con el grupo de los viles chicos, al que también
pertenecía. Entonces la chica que nunca había visto a nadie hacer algo tan
bonito por ella, quedó deslumbrada. Colocó en un altar al gemelo bueno para
adorarlo y admirarlo mientras que se obligaba a detestar cada vez más al gemelo
malo, pues, aunque en realidad le iba gustando más y más, odiaba que fuese tan
cruel. Y la chica confundió sentimientos. Se aferró a la infinita gratitud que
sentía por su salvador como si de amor se tratase, y escondió la atracción que
sentía por su verdugo como si fuese la cosa más despreciable de la que pudiera
deshacerse. -Bryce hizo una pausa. Me miró para intentar adivinar lo que estaba
pensando. Pero yo estaba tan metida en mí intentando ver si llevaba razón y yo
había vivido equivocada todo este tiempo, que todavía no podía pensar nada. -La
chica no puede evitar dejar de sentir cosas por su oasis pero tampoco puede
contener todo lo que siente por su huracán particular. -¿Me está dando Bryce la
respuesta a la pregunta de Karem? ¿Lo sabe él y no yo?
-¿Y cómo
continúa tu teoría? -Fue lo único que acerté a decir. Él sonrió y habló después
de pensárselo unos segundos.
-Que
estás totalmente enamorada de mí. -Lo dijo tan seguro, tan tranquilo, tan convencido...
Que lo creí. Bryce se apoyó con los hombros en la cama y se fue incorporando
lentamente. Acercándose cada vez más a mí.
-Creía
que estábamos hablando de tu teoría. -¿Qué fue de la Valeria valiente que se
enfrentaba a cualquier cosa? ¿O es que ella nunca lo fue para sus sentimientos?
Bryce estaba ya tan cerca de mí que podía sentir el aire de su respiración en
mi cuello.
-Creía
que estábamos hablando todo el rato de ti. -Dijo Bryce ahora más cerca de mí
que antes. Estaba a muy pocos centímetros de mí. Iba a besarme. Lo intuía. Lo
visualizaba. Y también visualicé cómo yo le hice el movimiento de la cobra.
Dejé de apoyarme sobre la mano derecha en la cama y me di la vuelta, giré por
completo de forma que mi pecho miraba adónde miraban mis pies. Mi corazón
palpitando a un ritmo vertiginoso, mi estómago deshaciendo nudos y yo deseando
que el beso ocurriese... ¿Por qué hago estas cosas? Es como si una forma de
vida no inteligente e independiente de mí, manejara mi cuerpo para tomar las
peores decisiones. Bryce suspiró, y demasiado poco mostró su frustración.
Volvió a dejarse caer en la cama.
-Es la
segunda vez que me esquivas un beso hoy. ¿Debo empezar a preocuparme o espero a
la tercera? -Intentaba quitarle hierro al asunto, pero yo me estaba corroyendo
por dentro.
-Lo
siento... Fue un acto reflejo... Me puse nerviosa... -¿La excusa más tonta de
todas? Adjudicada. Para mí. No me atrevía a mirarlo a la cara. Él me tiró
suavemente de un mechón de pelo para que me voltease. Lo miré preocupada.
-Pues me
debes una recompensa. Te salvé del atracador del parking y del abusador del
metro. -Me miró juguetón. Yo ya sabía por dónde iba. Iba a discutirle por el
gusto de contradecirlo, pero le iba a dar lo que reclamaba.
-Pero eso
es lo normal que se hace cuando tu chica está en peligro. Lo hiciste por ti
principalmente. No por mí. -Le dije juguetona. Seguía corroyéndome por dentro,
pero la vida sigue.
-Vaya.
Con que hay requisitos que superar para obtenerla. Pues déjame pensar... -Y
colocó la mano en la sien y perdió la mirada para hacerse el pensador
concentrado. Yo sonreí. Me resultó monísimo en ese momento. Adoro su lado de
niño pequeño.
-Por Dios
Bryce. ¿Cómo lo haces para ser algunas veces una cosa totalmente enternecedora
y otras tan terrorífica? -Me miró desorientado, haciéndose el pensador
concentrado que ha sido sacado de sus profundos pensamientos.
-¿Me has
llamado cosa? -Respondió indignado. Ahí sí. Ahí me llevé la palma de la mano a
la frente. A la tercera va la vencida. Ya me había guardado dos veces las ganas
en este día.
-Así de
frustrado me haces sentir tú a mí continuamente cuando no se cumplen mis
expectativas contigo. No te quejes, que peor fue tu respuesta de la ovulación.
Qué mala suerte que no pueda olvidarla nunca... Esa ya se me ha quedado marcada.
-Sí, tengo que reconocer que tiene toda la razón del mundo, pero no quita que
siga siendo un momento que me ha matado. -Y déjame decirte una cosa. No puedo
encontrar ningún momento en el que yo hiciera algo exclusivamente por ti y no
también por mí, porque no existen. El ser humano es egoísta, y yo más. Al igual
que tú no me plantaste ese beso en la mejilla ese día en el banco del jardín de
la Uni porque me lo mereciera o pensaras que me lo debías. Me lo diste porque
te apeteció. Y yo te salvé y te seguiré salvando porque yo no quiero que te
pase nada, y si me pides que no lo haga, lo seguiré haciendo igualmente. -Lo
decía muy en serio, pero no serio. -La acción más buena nunca hecha, no se
habría realizado si no hubiera habido algún motivo egoísta de por medio,
insignificante tal vez, pero existente. -Me quedé totalmente en blanco con sus
palabras.
Había
dicho exactamente lo que me había dicho Aaron anoche. Justo lo mismo. Antes lo
de las manos metidas en los bolsillos y la cabeza agachada al caminar... Ahora
esta forma de entender al ser humano... ¿Por qué cuando más quiero
distinguirlos se me hacen más parecidos? ¿Por qué cuando más quiero diferenciar
sentimientos, ellos hacen cosas que me crean los mismos? ¿Por qué es todo tan
difícil? Me puse en modo automático e intenté anular a esa forma de vida no
inteligente e independiente que me gobierna. Mi cuerpo actuó por inercia
propia. Me fui acercando lentamente hacia él, ahora iba a besarlo, y yo misma
no iba a impedirlo. Mi corazón ahora no palpitaba a ritmo frenético y no había
nudos en mi estómago. Estaba tranquila. Comprendí que, como no tenga yo
controlada la situación, huyo despavorida en acto reflejo. Cuando ya sus labios
quedaron a una cuarta de los míos, su respiración se encontró con la mía y había
mandado a mi cerebro la acción de cerrar los ojos, la puerta de madera pintada
de gris metálico se abrió repentinamente antes de que se escuchasen unos golpes
llamando al otro lado. Mis adorados vecinos entraron en la habitación corriendo
y armando bulla y a mí sólo me dio tiempo a disimular mi intento de beso
pasional, por uno en la comisura de los labios de Bryce. Genial, ahora pensaría
que realmente quería dárselo en la cara y no en la boca... Cuando no lo
fastidio yo, lo fastidian las circunstancias... Típico...
-¡Valeria!
¡Valeria! ¡Valeria! ¡Tienes que traernos aquí otra vez! ¡Sarah dice que puede
ocuparse de nosotros! -Gritó Mario saltando por la habitación. Bryce se dio la
vuelta para mirar a la pared.
-¡Tienen
una piscina gigante! ¡Con trampolín y toboganes! ¡Una sala de juegos inmensa
con futbolín, billar, dardos! ¡Mesa de ping-pong en el jardín! -Gritó Rafael
correteando por el cuarto. Conté hasta diez lentamente e intenté contener mi
rabia.
-¡¡¿Por
qué leches no esperáis a que os respondan después de llamar a la puerta?!! -Lo
siento, pero aunque cuente hasta tres millones, tenía que decirlo. Los niños se
quedaron quietos por mi inesperada reacción. -¡¿Y para qué queréis una piscina
en invierno o una sala con juegos a los que sois demasiado bajos para jugar?!
-Me llevé la mano a la frente y agaché la cabeza. Tengo que calmarme. No puedo
tratarlos así...
-Lo
siento, disculpadme, se han entusiasmado demasiado con la casa y no he podido
contenerlos. Si están ocupados nos vamos. -Sarah entró disculpándose en cuerpo
y alma y se acercó a los niños para cogerlos de las manos y llevárselos. Flipé
con lo rápido que se habían hecho la una a los otros. Los niños me miraron
desilusionados. Realmente entraron así de la emoción, no con intención de
molestar... Aunque se supone que es evidente... Son un poco plastas, pero no se
van a portar mal a posta en casas ajenas a las que quieren ser invitados...
-Yo sí sé
a qué podéis jugar. Tengo en la última planta un salón con una pantalla de que
está conectada a la PlayStation, y toda una ludoteca de juegos. Os la dejo
entera cuando vengáis otra vez. -Bryce se incorporó en la cama y quedó sentado
en ella con la pierna estirada. No había un ápice de molestia en su cara. Tengo
mucho que aprender de él... La ilusión de los niños volvió a su cara. Sus ojos
comenzaron a brillar. Se miraron el uno al otro, incrédulos, y corrieron a
saltar encima de Bryce.
-¡¿De
verdad! ¡¿En serio?! ¡Muchas gracias! -Dijeron al compás. Yo los vi caer sobre
él como una avalancha.
Se
abrazaron los dos su cuello, con los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a
oreja. A veces olvido que son sólo niños. Bryce me miró con cara de <¿y
ahora qué hago? Me están abrazando> Yo me encogí de brazos y Bryce comenzó a
darles palmaditas en la espalda. JAJAJAJAJAJAJAJA. Bryce siendo abrazado por la
felicidad de unos niños y a él se le ocurre darles palmaditas en la espalda
como si estuviera intentando consolar su tristeza. Se evidenció la poca
experiencia que tiene Bryce en lo referente a la empatía por los demás. No
sabía cómo reaccionar ante un momento de afectividad. Me enterneció aún más, si
ya era posible. Su expresión de incomodidad física era visible, intentaba
disimularla con cara de desagrado para que los demás olvidasen que acababa de
hacer algo súper bonito por los críos, pero también podía ver la de
satisfacción que sentía. No estoy acostumbrada a ver el lado amable o tierno de
Bryce como no sea conmigo. Por muy peculiar persona que lo pueda tener, a veces
olvido que es sólo un chico normal y corriente.
-Bueno,
bueno, vale, ya. Que me estáis destrozando la pierna más de lo que ya lo está.
-El momento de tolerancia de afectividad de Bryce se agotó. Los niños se
deshicieron de su abrazo. -Podéis ir ahora si queréis. -Propuso cuando Rafael y
Mario quedaron estabilizados de pie en el suelo. -Sarah, las llaves están en el
primer cajón de esa cómoda. -Dijo señalando a una cómoda de madera gris metálica
que estaba junto a la puerta de lo que intuí era el cuarto de baño. Ahora
entendía yo todo... lo que quería Bryce era quitarse a los niños de en medio
para que nos quedásemos solos... A veces olvido las verdaderas intenciones
ocultas bajo las aparentemente buenas acciones de Bryce... Esa egoísta
intención que parecía amable al principio no hizo que la escena anterior
perdiera nada de encanto. Mientras Sarah se encaminaba a recogerlas, Rafael y
Mario se miraron extraño.
-Pero
nosotros queremos quedarnos con Valeria. ¿Vendrías? -Habló Mario. El más
pequeño, con la carita más angelical y al que más difícilmente se le puede
negar algo. Ahora entendía yo por dónde iban los tiros... ¡Estos niños son unos
manipuladores! Entre estar conmigo o con una pantalla de cine con cientos de
juegos de PlayStation... ¿¡Van a elegirme a mí!? ¡Estos son unos cotillas que
no quieren dejarme a solas con Bryce! ¡Al final sí que habían entrado así en la
habitación! ¡Para interrumpirnos! ¡QUÉ FUERTE! Si tenía alguna duda sobre mi vil
pesquisa, la sonrisa maliciosa de Rafael me resolvió toda posible duda... A
veces olvido que estos niños son más listos que el viejo y el demonio juntos.
Al final,
acabamos encargando pizzas y viendo una película en el dormitorio-salón de
Bryce. En un sofá súper gigante que tenía allí de esos con un extremo más largo
para estirar las piernas, a juego con el edredón de la cama, azul eléctrico, un
color tan fuerte como la personalidad de su usuario, en la televisión híper
enorme que ocupaba casi la extensión de una pizarra. ¿De dónde sacan estos
chismes? Ni en las tiendas de electrodomésticos los veo... ¿O es que yo voy a
las que son para gente de clase alta/media/baja y para la gente de clase
estratosférica se va a otro sitio? Capaz y todo... Pocas cosas me sorprenden ya
en este ámbito... Y así acabamos. Con Mario a mi izquierda y Rafael a mi
derecha, que estaba a la izquierda de Bryce. Los dos sin agarrarse a mí, yo sin
agarrarme a ellos, y sin poder agarrarme a Bryce tampoco... Esto a él le
irritaba, y se notaba en el tono de voz con el que le hablaba a los críos. De hecho
estábamos viendo una película de la hemeroteca particular de Bryce, <Los
Vengadores>, y él se encargaba de desvelarles que iba a pasar. Este no se ha
cortado nunca ni un pelo y no iba a hacerlo ni mucho menos con unos niños.
-¡Bien!
¡Por fin se lo han cargado! -Gritó Mario.
-Sí, pero
ahora aparecen más, eso era sólo la primera oleada. -Dijo Bryce con desgana.
-¿Y tú
por qué no te callas? -Saltó Rafael. Mirando mal a Bryce.
-¿Y tú
por que no te vas a tomarte un chocolate caliente, te lavas los dientes y te
vas a la cama con un osito de peluche a dormir como un buen niño? -Respondió
Bryce. Mirando mal a Rafael. JUJUJUJUJU esto se pone interesante. Le ha dado
donde más le duele, en que lo tomen por un crío.
-Porque
si no, te saldrías con la tuya y te quedarías a solas con Valeria. -¡ZAS! ¡Dios
mío! ¡Sí que golpea fuerte! Bryce se quedó muy sorprendido, casi en blanco.
Pero él no se da por vencido todavía, sabía que se sacaría un as de la manga para
contraatacar.
-Entonces
vosotros tampoco os saldréis con la vuestra y no conoceréis la sala de los
videojuegos. -La expresión de dolor por la gran pérdida se vislumbró en la cara
de los dos niños por unos segundos. Serán muy listos y tendrán muchas malas
ideas, pero en el fondo son niños. Perderse la mayor sala de diversión tenía
que ser doloroso.
-¿Crees
que es una gran pérdida cuando hemos preferido estar aquí a estar allí?
-Respondió Mario. Parece que no, pero este también se las trae tanto como su hermano.
Para mi sorpresa, esta vez Bryce sí se quedó en blanco del todo. Le concedí
unos largos segundos de prórroga antes de confirmar su absoluta derrota. Él
sólo permaneció con los ojos muy abiertos en una expresión muy consternada.
FLIPO. ¿De dónde salen estos niños? Son los únicos que después de mí, han sido
capaces de dejar callado a Bryce. En ocasiones realmente me cuesta recordar que
sólo tienen 7 y 9 años... Los tres me miraron a mí para ver qué decía yo...
Cómo no, el marrón para mí. ¿Esperaba lo contrario? Ya era demasiado raro que
yo no acabara metida también en esta historia.
-A mí no
me miréis. Yo también quería seguir con la intriga en la película y estar a
solas con Bryce. Yo soy la doble perjudicada aquí, así que no me metáis en más
embrollos. -Me cruce de brazos y me deje caer en el sofá. Mario y Rafael
hicieron lo mismo y Bryce se puso a buscar sus muletas hasta que descubrió que
no estaban al alcance de su brazo. Resopló, refunfuñó y se cruzó también de
brazos. ¿Pero qué les pasa a todos? ¿Con qué tipo de gente me junto yo?
Aunque... ¿Qué tipo de gente se juntaría conmigo si no? Ains....
Continuamos
viendo la película. Bryce adelantando los acontecimientos y Rafael y Mario
acercándose cada vez más a mí. Por supuesto, yo siempre en medio de cualquier
problema. Cuanto más se picaban entre ellos, más ganas me daban a mí de
estamparlos contra la tele. No lo hice por respeto a las posesiones que no son
mías, porque los principios que me dicen que no he de hacer daño a niños y
lisiados estaban pasándose al lado oscuro de la fuerza. Así, acabamos la peli
con los dos abrazados a mí, agarros cada uno como koalas a mis brazos y con sus
cabezas apoyadas en mí y Bryce comentando cada cosa que se le pasaba por la
cabeza sobre las imágenes que desfilaban por la pantalla. Diría que soy la
única normal aquí, pero eso sería mentir. Al final, Mario y Rafael acabaron la
peli dormidos. Parecían tiernos y tod... bueno, no, tampoco tanto. Bryce me
miró suspirando y yo intenté encogerme de hombros. No lo conseguí, el peso de
los cuerpos de los niños sumado al de la gravedad superaban a mi capacidad para
querer ejercer más fuerza para vencer el peso. Pura flojera. Bryce sacó su
móvil, marcó unas palabras y al momento estaba Sarah llamando a la puerta del
cuarto. Qué modernos aquí... Y yo acostumbrada a ver en las pelis que llaman al
servicio por campanillas atadas a cuerdas...
-Sarah,
por favor, llévate a los niños al cuarto que tengan preparados. -Y en ese justo
momento, por arte de magia, los dos niños a la vez se despertaron. No me digas
que sólo se lo hacían... Inocente de mí... Así veía yo raro que se durmieran en
mitad de un combate a ver quién duraba más. Pensarían que por pena a no
despertarlos me quedaría agarrada a ellos... Inocentes ellos...
-¡¿Qué?!
¡No! ¡Pero si no estamos dormidos! -Mario se despegó de mí e intentó imitar voz
de recién despierto. No le salió bien.
-¡Sí! ¡Ya
nos hemos despertado! ¡No queremos dormir! -Rafael se despegó de mí e intentó
imitar cara de recién despierto. Tampoco tuvo éxito. Ahí fue cuando yo me puse
firme he hice notar mi presencia como a cargo suya que estaba y mi poder para
mandar sobre ellos.
-A la
cama... ya es suficiente por hoy. -Me puse de pie, coloqué los brazos en jarras
y fruncí el ceño. Los niños por una vez en la vida, tras pensarse si hacerme
caso o no, optaron por hacerle caso a la voz del lado bueno de su cerebro o la
voz del lado malo que tenía un plan que consistía en llevarlo a cabo fuera de
ese cuarto. Fuera lo que fuese, aceptaron. Y yo, sin saber los motivos, me sentí
orgullosa de mí misma. A saber cuándo volvería eso a repetirse.
-Vale...
-Dijeron al unísono. Los dos agacharon la cabeza y siguieron cabizbajos a
Sarah, sonriente como siempre. Antes de salir por la puerta, se pararon y me
miraron.
-¿No
vienes con nosotros? -Dijo Mario. Tristón. Intentando dar pena... A mí... ¡Ja!
-Sí,
ahora iré. Iros adelantando. -Y se quedaron conforme y todo con lo que dije.
Miedo me da, esto no puede ser tan bueno. Algún plan estar tramando... Pero yo
volvía a quedar victoriosa a los ojos de los demás. Una cosa compensa a la
otra... Creo...
-No sé
cómo aguantas a los mocosos esos... -Dijo Bryce escurriéndose en el sofá cuando
la puerta se cerró. Irritado.
-Pues no
sé quién es más mocoso de todos. Tú esta noche has estado espesito. -Dije
sentándome a su lado. Apoyando mi cabeza en su hombro. Me miró raro, como si
acabase de ocurrir un acontecimiento insólito. Vale... ya se que no soy muy
cariñosa... pero tampoco es para mirar TAN raro...
-Pues que
sepas que me he contenido todo lo que he podido. No voy a echarlos de casa
cuando vengan por respeto a ti, pero no los vuelvas a traer más. -Vale, estaba
más irritado de lo que ya de por sí parecía.
-¡Bryce!
¡Son sólo niños! ¡Para ellos era sólo un juego! ¿Por qué te lo tomas tan a
pecho? -Me levanté de su pecho y lo miré indignada. Llevaba mucho tiempo
desacostumbrada al Bryce impasible e impermisivo que no aguanta que nadie quede
por encima de él. Y no me estaba gustando nada.
-¡Pues
que sean sólo niños jugando a juegos que no se deban tomar a pecho lejos de mí!
-Gritó aún más furioso que antes si ya era posible. Su cara era de total
mosqueo. ¡Odio esto! ¡En serio!
-¡¿Por
qué siempre tiene que salir tu genio para estropear todavía más la situación?!
¿Qué te crees? ¿Que a mí no me apetecía quedarme a solas contigo esta noche o
que no quería ver la peli tranquilamente ya que lo primero no era posible?
¡Pues sí! ¡Sí me apetecía! ¡Pero no ha podido ser! ¡Y me aguanto! -Me levanté
bruscamente del sofá para decirle todo eso desde la altura, él seguía sentado,
así que al menos en el lenguaje corporal yo estaba por encima de él.
-No lo
entiendes... Tú nunca entiendes nada...-Me miraba muy frustrado, frunciendo
mucho el ceño, con la boca muy apretada.
-Claro,
yo nunca entiendo nada. Valeria no comprende al incomprendido Bryce. Pues muy
bien. La próxima vez no me invites a tu casa, no vaya a ser que haga algo que
te moleste y puedas tomarte a pecho. -Y dicho esto, me di la vuelta para
dirigirme a la puerta. Me giré para mirarlo antes de salir de su habitación. Él
seguía mirando a la negra pantalla escurrido en el sofá.
¡AAAAAAH!
Tenía ganas de chillar y liberar toda mi frustración reprimida. Patalear contra
el colchón y dar puñetazos a cojines, ahogar un grito en la almohada y
revolcarme por toda la cama. ¿Por qué diantres tienen que acabar las cosas así?
Nos encontramos hoy después de varios días y acabamos peleando y discutiendo.
¡BUUUUUF! Odio la impotencia. Y me odio más a mí misma. Intenté relajarme todo lo
que pude antes de llegar a mi cuarto, andando despacio y respirando lento.
Intentando mantener la mente en blanco. No sirvió para nada. No vi mi cara,
pero ya no tenía ni que ser de pocos amigos, llegaría ya incluso a muchos
enemigos para que ni Mario ni Rafael que seguían despiertos, intercambiaran una
palabra conmigo o entre ellos. Sus camas estaban en frente de las mías. Ya las
habían acomodado en mi ausencia. Me fui al cuarto de baño privado de la
habitación, me coloqué el pijama que me habían prestado, me lavé los dientes,
me quité la lentilla y me acosté. La
parte pacífica de mi cerebro me dijo que era conveniente decir algo para
relajar el ambiente y calmarme yo también. Le hice caso.
-Buenas
noches. -Dije cortante y fría.
-Buenas
noches. -Dijeron bajito y con miedo.
Estuve
desvelada dando vueltas en la cama y pensando en mil motivos para arrepentirme
por todo lo que le había dicho a Bryce hasta por la mañana. Muchas veces pensé
incluso en pasarme por su cuarto a pedirle perdón. Pero soy demasiado cobarde
para ello. Ni siquiera me he asegurado de que Aaron le haya contado la noche
que pasamos juntos en la conversación que tuvieron. Sin embargo, no tengo las
agallas de afrontar que posiblemente no haya sido así. Cuando la luz del sol
empezó a entrar por el cuarto, decidí levantarme y ducharme para despejar la
mente. Todo quedó en un intento fallido. Los niños y yo nos fuimos de allí sin
desayunar ni despedirnos de nadie. Ellos no mediarion palabra ni yo tampoco. Mi
cara de insomne sumada a la de mala leche debía ser una combinación aterradora.
Si alguien me hubiese deseado buenos días al salir, me hubiera reído
irónicamente en su cara. Ese día no iba a ser un buen día al igual que yo no
tuve unas buenas noches.
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