La vida pasa acelerada ante
nuestros ojos. Las preocupaciones ocupan nuestra mente a diario.
Cuando no es una cosa, es otra. Y así sucesivamente. No puedes
permitirte el lujo de ocupar tu mente en otros asuntos, porque cuando
no tienes la ocupada, te ocupas en dejarla descansar.
¿Pero cuándo pensamos en los
recuerdos? No nos olvidamos de ellos, siguen en algún lugar perdido
de nuestra ocupada mente. De lo que nos olvidamos, es de recordar.
Y sin previo aviso, en el momento
más inesperado, ¡PLAF! Ves una foto, un vídeo, un comentario, un
flash en tu mente, algo que te hace seguir un hilo de pensamientos
hasta llegar al...recuerdo. De repente te encuentras recordando. Sin
haberte preparado antes emocionalmente a la corriente de sensaciones
que ha empezado a invadirte.
No me refiero a recuerdos
dolorosos, hablo de cosas que pasaron una vez y que no volverán a
pasar otra. Y no estoy hablando de que no vuelva a ocurrir
exactamente lo mismo, tal cual, no, hablo de que se vuelva a dar ese
contexto en el que ocurrieron. Hablo de que se repitan todas las
condiciones que rodeaban el momento para que vuelva a ser igual de
especial. Que tal vez no fuera especial justo cuando estaba
ocurriendo, pero pasan los días, meses, años... y descubrirte
anhelándolo con todas tus ganas.
Los recuerdos son como objetos de
coleccionista, cuanto más tiempo pasa y más difíciles de conseguir
son, más valor adquieren. Con la triste diferencia de que el objeto
de coleccionista se puede conseguir, un recuerdo sólo se podrá
revivir en la progresivamente peor memoria de la persona.
También es un recuerdo el
rememorar cómo te sentías en cierta época de tu vida. Y también
puedes llegar a olvidar como han ido evolucionando los sentimientos
que sentías al recordar cierto momento. Recordar es todo un proceso,
pasa por distintas etapas depende de como te pille el día o el
contexto de tu vida diaria en ese momento. En un principio puedes
recordar con tristeza, después con anhelo, luego con alegría, y
finalmente otra vez con tristeza. Tristeza por no poder recuperarlo,
no volver a vivirlo, no poder ofrecerle a esa vivencia nada mejor que
el título de recuerdo y un hueco en tu abarrotada mente.
Y sí, hablo ahora de los buenos
recuerdos irrecuperables.
Pero... ¿y los malos qué? ¿qué
pasa con ellos? ¿no se merecen un rinconcito en tu memoria? Un día
te entristeces por darte cuenta de que no recuerdas lo suficiente,
que la vida se te escapa de las manos sin darte cuenta y que no
puedes hacer nada para impedirlo. Un día eres consciente de que el
pasado es cada vez más grande, el presente cada vez más pasajero y
el futuro cada vez más pequeño. Y ese día, con tal de recuperar
una pequeña parte de ti, de tu vida, de lo que fuiste, te alegras de
rememorar incluso los malos recuerdos. Porque... quedan ya tan
lejanos, que pasan de la categoría de <prohibido recordar> a
la de <buenas anécdotas> o <buen aprendizaje>. Todo el
mundo se ha encontrado a sí mismo sonriendo sin darse cuenta al
recordar cómo era en aquella oscura época o mal momento, y cómo
son las cosas ahora. Los recuerdos son tu línea del tiempo.
Hayan sido un error o no, son las
cosas que recuerdas las que te han hecho como eres ahora. Porque las
cosas que no recuerdas, esos días que pasaban lentos pero que al
mirar atrás te parecieron increíblemente veloces, esa rutina que te
mantenía la mente ocupada con preocupaciones, que si no era una
cosa, era otra... no te define. Eso, de justo eso, nos acordaremos,
pero no lo recordaremos. Porque no es lo mismo recordar que
acordarse. El primero lleva incluidos todos los subjetivos e
impredecibles sentimientos que un ser humano puede sentir, el segundo
es sólo la capacidad intelectual de traer algo a tu consciente.
Son los grandes y pequeños
momentos los que nos han ido puliendo, como las olas a la roca, y a
los que nos debemos por ser lo que somos ahora.
Por eso... qué más da que nos
avergoncemos por recordar algo o que nos ponga de mala leche. Qué
más da que nos pongamos melancólicos o de buen humor. Que nos
alegren el día o nos lo destrocen para lo que queda. Son recuerdos,
sin más, sin categorías, sin etiquetas. Ni buenos ni malos.
Son sólo recuerdos.
Los únicos que pueden ser tus
mejores amigos o tus peores enemigos. Los que tienen el poder de
darte la energía y la fuerza para luchar cada día y que además son
también los que pueden destruirte poco a poco, consumiéndote por
dentro, corroyéndote lentamente. Gente que se prohíbe recordar,
gente aterrada por el olvido, gente obligándose a olvidar...
Personas viviendo a base de recuerdos y personas viviendo a base de
no recordar.
Hagamos cosas que merezcan la
pena, que recordemos y de las que no nos tengamos que acordar.
Creemos muchos recuerdos. Una vida rica en recuerdos, es una vida
vivida y no un periodo de tiempo en el que nos encargamos de
mantenernos vivos.
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