Capítulo 33: El eclipse
En los probadores, antes de salir a fuera a hacer el pase de modelos, Karem no perdió oportunidad de preguntarme. Le expliqué que lo que pasó. Me dijo que no le diera muchas vueltas, que quién debería no saber qué cara poner al vernos, debía ser Bryce, no yo, porque yo no había hecho nada. Me aconsejó también que lo tratara como si tal cosa. Tal vez sería uno de sus arrebatos que se le pasaría pronto. ¿Por qué veía todo más fácil y mejor cuando Karem me lo decía? Decidí que le haría caso, siempre que se lo había hecho, había salido ganando.
Leo y Liam se empeñaron en acercarnos hasta casa a cada una. A mí me llevó Liam en su moto y a Karem la llevó Leo, en su moto también. Al parecer, se desplazan así por la gran ciudad, era más cómodo y rápido. Quedé en que vendría a recogerme alguno de los dos, al día siguiente, a las 8 a mi casa.
A la mañana siguiente, llamé a mi madre. Casi no se creía cuando le dije que iba a ir a una fiesta de Ashley Godmes, ella conocía su gigantesca corporación desde hacía mucho tiempo. Pero empezó a reírse, y yo con ella, imaginándome a mí entre la high-class de Nueva York. Aunque no iba muy convencida todavía, esperaba que no me fuera tan mal que cuando fui con Angela y las demás a la de temática de “Halloween”. Me pasé toda la tarde buscando un recogido elegante a mi pelo. Al final opté por un look despeinado, era todo el pelo recogido en una cola, y con dos mechones caídos a cada lado de mi cara. Intenté también imitar cómo me maquilló Francesco en la casa Domioyi, pero sólo conseguí una imitación barata. Al menos me sentaba bien. A las ocho en punto sonó el timbre de la puerta y yo estaba lista. Abrí, sería Leo o Liam… Pues no, era Aaron. O_O Eso sí que no me lo esperaba.
-Hola. –Me dijo tan pancho. Iba extremadamente guapo. El traje de chaqueta, por lo general, sienta genial a los hombres. Pero a Aaron le quedaba… no había escala para medirlo. Dejémoslo en… no, no soy capaz de buscarle un adjetivo suficientemente adecuado. Intentaré definirlo con un, me entristecí aún más que cuando lo vi con Ashley rodando por el césped del estanque cuando se rencontraron. La otra vez, aunque fuese una escena de amor con el chico que me quitaba la respiración, no veía con tanta claridad cómo de maravilloso era el objeto de mi pérdida. Ahora lo veía en todo su esplendor.
-Hola. –Dije tímidamente, me sonrojé. Vaya, nunca me había puesto así de tonta con un chico, pero es que estaba demasiado perfecto. Ni un millón de álbumes de fotos podrían mostrarlo en la manera en la que mis ojos lo veían.
-Te preguntarás por qué estoy aquí. –Dijo aún en la puerta. Con mi sorpresa, ni siquiera lo había invitado a entrar. Y con mi sorpresa, tampoco me había parado a pensar en por qué estaba allí. En eso se había equivocado. –Pero escuché por Liam que vendría a recogerte hoy a las ocho, y le dije que no se preocupara, que ya me encargaría yo. –Hizo una pausa. –Y aquí estoy. –No sabía qué decir, mi mente seguía bloqueada por exceso de felicidad. -¿No dices nada? –Preguntó agachando su cara hasta dejarla a la altura de la mía. En ese momento reaccioné. Pero todavía me costaba trabajo pensar.
-Estás increíble. –Intenté no parecer muy gilipollas al decirlo. Pero creo que no lo conseguí. Seguía teniendo la misma cara de boba que cuando lo vi aparecer tras el umbral. Si normalmente, el mundo se paraba cuando estaba con él, en ese momento se me había parado la respiración. Si no, no me explico por qué mi mente no rendía, tenía que ser por falta de oxígeno. O a lo mejor eran los síntomas de estar enamorada. Todo esto me pillaba muy desprevenida.
-Jajaja, gracias. Tú también lo estás. Ahora mismo estoy conteniendo mis ganas de pedirte matrimonio. –Dijo guiñándome un ojo. Pero no respondí. El colapso no se había disipado todavía de mi cabeza. Simplemente me quedé mirándolo con los ojos muy abiertos. –Jajaja, que es broma es broma. En serio, estás guapísima esta noche. –Mierda. Podría habérmelo pedido, no se habría llevado una negativa por mi parte. Pero al menos desperté de mi estado de shock.
-Bah. Anda, vámonos ya o llegaremos tarde. –Dije cerrando la puerta a mi espalda y tirando de su brazo camino hacia el ascensor. Tenía algo que preguntarle. Pero esperaría hasta el momento adecuado.
-Por cierto, ¿qué ha pasado con tus preciosos ojos verdes? Ahora están marrones. –Se había fijado en que mis ojos ya no eran verdes. Llevaba puesta la lentilla que Bryce me regaló.
-Es que… me cambian de color de vez en cuando. Depende del tiempo y de mi estado de ánimo. –No quería contarle toda la historia. Aunque no me hubiese importado, sabía que con Aaron el secreto estaba a buen recaudo. Pero algo me decía que quería que eso fuese un pequeño secreto entre Bryce y yo. Algo que nos mantuviera unidos en algo especial. ¿Le estaba cogiendo cariño?
-¿Y cómo estás ahora? –Yo seguía tirando de él. Parecía que no quería salir a andar hasta fijarse detenidamente en mis ojos. Pero si lo hacía, notaría la lentilla.
-Muy contenta. –Dije parándome, dándome la vuelta y sonriendo. Él me devolvió la sonrisa y continuamos andando sin tirones. Mi plan había funcionado.
Abajo en la calle, nos montamos en su coche, era un Aston Martin DB9. Lo sabía porque lo ponía en su cubierta, por la parte del maletero. Era impresionante. Un deportivo con aspecto de coche de lujo elegante. No soy una aficionada de los coches, pero aquel me encantaba. Sobre todo su color gris metálico en tonos oscuros. Durante el camino estuvimos hablando de cómo Leo y Liam me convencieron para ir a la fiesta, y la pequeña broma que Karem le gastó. Se me pasó el tiempo volando, al momento ya estábamos en el puerto. ¿El puerto?
-¿La fiesta es en un barco? –Dije con cara de sorprendida.
-Sí. Es muy común por aquí. –Lo dijo como si tal cosa, estaría acostumbrado a eso.
Cuando me bajé del coche, me puse a admirar el barco. Era gigantesco, una especie de yate-crucero. Me dio por leer el nombre. Rose. Ese nombre me sonaba. Lo dije susurrándolo. Aaron me oyó.
-Es el nombre de mi hermana mayor. Fue un regalo de nuestra madre por su 18 cumpleaños. –Dijo Aaron mirando el cielo. Parecía melancólico.
-¿Cómo es ella? –Sabía el físico de la hermana, no su personalidad.
-Es una mujer maravillosa. Siempre ha cuidado mucho de Bryce y de mí. Era muy cariñosa conmigo y bastante severa con Bryce, no le dejaba pasar ni una. La echo mucho de menos desde que se casó y se fue a vivir con su marido. –Oh no, le había preguntado por algo que lo ponía triste.
-Bueno, basta de melancolías, ¡vamos a entrar y divertirnos! –Dije agarrándome de su brazo y tirando de él hacia dentro. Apretaba su brazo con fuerza, no sé por qué, pero tenía la sensación de que esa noche ocurriría algo que marcaría un inicio y un final en mi vida. Y en el final, me daba a mí que estaba Aaron.
Pasamos al metre que revisaba en la entrada la invitación de la gente. Y entramos dentro. Me sentí muy feliz por el simple y hecho de entrar al barco cogida del brazo de Aaron. Personas sencillas que se alegran por pequeñas cosas. ¿O era una conformista? No, yo no pensaba que era suficiente un poco de contacto con Aaron, yo en ese momento pensaba que estaba muy feliz por tenerlo a mi lado, y que decidiese por él mismo pasar el tiempo conmigo.
Al momento vimos a Karem. Le dije a Aaron que luego nos veríamos, no quería hacerlo sentir obligado acompañarme todo el tiempo. Y me fui con ella, que estaba sola, asomada a la barandilla, observando el cielo. El barco comenzó a navegar en ese mismo momento. Se movía de forma muy suave.
-Tsss. Tsss. Tú, la chica de dorado. ¿Quieres pasar un buen rato? –Dije poniéndole las manos sobre la cintura y cambiado mi tono de voz a uno masculino. Pero no coló. Ni siquiera se dio la vuelta para responderme y mirarme.
-Valeria, no cuela. –Y ahí sí se giró a mirarme con cara de “a mí me la ibas tú a dar…ya…” –Vaya, tienes los ojos marrones. –Creía que en la oscuridad de la noche no se daría cuenta.
-Vaya… qué inteligente tú… -Y me coloqué a su lado para observar el cielo junto a ella. –Me cambian de color con el tiempo y el estado de ánimo. ¿Quién te ha traído? –Dije sin dejar de mirar. A ver si colaba el cambio de tema.
-Los dos playboy. Como yo los llamo. No han dejado de tirarme la caña todo el camino. No se cansan… Por lo menos me río con ellos. Jajaja. –Bien. Coló. Ella me hablaba ahora mirando de nuevo el cielo.
-¡Ahí! ¡Bien! ¡Tú mantente firme! ¡A ver si se van a creer estos dos que con poner ojitos y decir palabras bonitas, caemos todas rendidas a sus pies! –Dije con demasiada efusividad.
Lo supe porque me escucharon, cuando me di cuenta los tenía detrás. Tosiendo para hacer ver que estaban allí. Oops. Me giré y los vi, llevaban los dos una copa de champagne. Leo llevaba pajarita y Liam corbata. ¿Por qué tenía que sentarles tan bien el un traje de chaqueta? Leo iba de negro y Liam de blanco. Nunca pensé que un esmoquin blanco quedase bien. Lo veía vulgar y chabacano, pero por dios santo, a Liam le quedaba como si lo hubiesen inventado exclusivamente para él. ¿Había algo que le quedase mal? Tal vez ni siquiera la ropa interior femenina.
-¿Quién pone ojitos y dice palabras bonitas? –Dijo Leo con cara de molesto y cierto tono de retintín.
-Cotilla. No te metas en conversaciones de chicas. –Tenía que salir por algún sitio. -¿Dónde está Ashley? Queremos ir a saludarla.
-¿Ashley? Acabamos de estar con ella. La dejamos por ahí con los medios de comunicación. –Respondió Liam. Vaya, entonces creo que no era momento de ir a verla. Debió ver en mi cara mi cambio de planes, porque le preguntó a Bryce, que hasta ese momento, no me había dado cuenta de que estaba con ellos varios pasos más atrás. Parecía que no quería acercarse. Lo miré a la cara, y me mantuvo la mirada. –Pero de eso hace cinco minutos. Ashley despacha rápido a la prensa, no le gusta mucho ser el centro de los comentarios. Estará por ahí saludando a más gente. ¿No Bryce? –Y Liam miró hacia él.
-No lo sé. –Respondió volviendo la cabeza. Ahí perdimos contacto visual. ¿Qué leches era esa actitud? ¿Ahora iba de víctima? Estaba dispuesta a olvidarlo si me daba una disculpa o no, no me gustaba ese ambiente tenso, pero estaba siendo él quien lo tensaba aún más.
-Bueno, vamos a ir a echarnos ponche y ver si la vemos por ahí. –Dije. Y me fui con Karem camino a la mesa de bebidas y comidas.
-Espera un momento. –Dijo Liam. Muy observador por cierto. –Tú estás hoy diferente. Tienes los ojos de otro color. –Vaya, al parecer se iban a dar cuenta todos menos el que tenía que darse cuenta. Y con lo que acababa de ver, por su parte, esta noche tampoco lo percibiría. Pero me hice la loca y seguí andando hacia delante.
Al momento nuestra atención se centró en asombraros por la cantidad de gente famosa que estaba allí. No me había dado cuenta hasta entonces. Presentadores de las noticias, cantantes, actores, otros celebrities, famosos del corazón, deportistas de élite. Para la gente común como yo eso debía ser de ensueño. Pero no pasó a más de una mera sorpresa. Mi mente vagaba en esos momentos entre Ashley, Aaron y Bryce. Pero Karem no salía de su asombro. Todo ese tiempo que pasé metida en mis pensamientos, ella se lo llevó parloteando sin parar sobre cuánta gente de la tele había allí. Sentía mucho ignorarla, pero mi cabeza no daba par más. Pero volví en sí cuando dijo que había visto a Ashley.
-Valeria, sé que no has estado escuchando nada de lo que te he dicho. Pero vuelve en ti. Mira, detrás de esa gente está Ashley con Aaron. –Dijo señalando detrás de una multitud. Estaba deslumbrante, guapísima, increíble, pero lo más importante de todo, estaba con Aaron. Cuando le dije que me dejara sola para ir con Karem, no insistió en acompañarme, seguramente era porque estaba deseando estar con Ashley. Me entristecí, pero desde hace mucho tiempo sabía cómo eran las cosas.
-Ok, vamos a saludarla. –Con ponche en mano, nos fuimos las dos hacia aquel lugar. Pero en el camino no pude evitar escuchar cierta voz. Era la voz de Bryce, me giré para ver donde estaba… Cosa que no debí haber hecho, lo vi rodeado de súper modelos exuberantes, y eso me molestó
-¡Bryce! ¡Hace mucho tiempo que no te vemos! –Dijo una de ellas con una voz de pija tonta que me ponía de los nervios.
-Cierto. –Respondió el con desdén. Giró la cabeza y me vio de casualidad. Sonrió maliciosamente.
-¿Por qué no nos vamos a dar una vuelta por el barco y nos lo enseñas más detenidamente? Quiero volver a pasar esos buenos ratos que pasábamos juntos. –Dijo una de las chicas de portada de revistas de moda tirando de su brazo. Pronto empezaron todas a tirar de él, intentando llamar su atención.
-Tranquila chicas, hay Bryce para todas. –Y volvió a mirarme con cara victoriosa, sólo antes de irse con ellas y perderse entre la multitud. Maldito. ¿Estaba intentando darme celos? Pues la llevaba clara. Aunque lo único que consiguió fue dejarme sin ánimos de saludar a Ashley con Aaron a su lado. Lo que hice fue quedarme cerca de la mesa de las bebidas y beber una copa de ponche tras otra. Al momento empecé a sentirme mareada. Había bebido demasiado.
-Valeria, llevo un rato diciéndote que pares. –Karem ya se había mosqueado. E hizo aquello con lo que había estado amenazándome todo ese tiempo. Cogió mi copa y arrojó el contenido por la borda. Iba a responderle, pero en ese momento se apagaron todas las luches, menos un foco que iluminaba a Ashley, que estaba subida en el centro de un escenario. Parecía un verdadero ángel. Iba con un traje blanco muy sencillo, tal vez le dijeron que se pusiese algo formal, sin especificar tanto para que no descubriese la fiesta sorpresa. Pero es que cualquier cosa le quedaba genial.
-¡Buenas noches a todos! Bienvenidos a la fiesta de bienvenida sorpresa que me han celebrado mis mejores amigos. –Y saludó mirando hacia el público. Desde aquí no los veía, pero debía estar el G4. ¿Bryce también? Dios no. ¿Por qué había pensado en él? Bah, que le den. Como si está retozando en alguna habitación con todas las chicas modelos a la vez. –Quiero agradecerles a ellos especialmente, la amistad incondicional que me han brindado siempre, a pesar de ser ello cuatro chicos, ahora hombres, y yo una chica dos años mayor. –Hizo una pausa para dedicarles una radiante sonrisa. –Una amistad que no entiende de tiempo ni de distancia. Chicos. –Dijo ahora mirándolos directamente. –Os quiero mucho. Sois lo mejor, en serio. –E hizo otra pausa. Se estaba emocionando y no quería llorar.
Y es que es verdad, cosas así emocionan a una. Ashley era la chica más afortunada del mundo. Guapísima, inteligente, simpática, con amigos maravillosos, incluso tenía dinero. ¿Había algo que le faltase o no pudiese conseguir? Creo que nada. Porque, aunque tal y como dijo Aaron, los momentos no se pueden comprar, ella lo tenía a él exclusivamente para crear muchos más. Pero no la odiaba, su forma de ser impedía que pudiera crecer ese sentimiento en mí.
-Bueno, basta de sentimentalismos. Os agradezco mucho también a vosotros por vuestra asistencia, y a disfrutar la fiesta. Tendremos comida, bebida, y ¡música toda la noche! –Y en ese momento, empezó a sonar una canción. Y así una tras otra. Decidí aprovechar en la oscuridad, ir a saludarla, así no vería nada más desagradable por el camino que me impidiera llegar hasta ella. Aunque entre la falta de luminosidad y mi mareo, iba yo casi a tientas.
-¡Ashley! –Dije muy contenta al verla por fin. Simplemente, era una de esas personas que transmitían buen rollo.
-¡Valeria! –Respondió también muy efusivamente. Se acercó a darme un abrazo muy cálido. – ¡Vaya! ¿Por dónde has estado? ¿Cómo no has venido a saludarme antes? Pensé que al final no querrías venir. –Y al decir eso, pareció que la expresión se le entristecía.
-Por ti cualquier cosa. ¿Cómo iba yo a faltar a la fiesta de mi cuidadora oficial? –Dijo con una amplia sonrisa. –Sabes que has calado en mi corazón. -¿Por qué dije eso? Era verdad, pero no era una de esas verdades que se digan. Tal vez sería por mi exceso de alcohol en sangre.
-¡Oh! ¡Sabes que tú en el mío también! Si no, no me interesaría tanto por ti. –Y volvimos a abrazarnos. No me arrepentía de haberlo dicho. No, si la persona a la que se lo decía era Ashley. -¡Venga! ¡Vamos a bailar! –Y me arrastró con ella a la pista de baile. No había abrazado a mi rival, había abrazado a la Luna que me eclipsaba. Aunque no fuese una perfecta comparación. Porque yo nunca podría ser una estrella y ella un simple satélite planetario. Tampoco se podía decir que yo brillara y mucho menos que ella se iluminase por mi luz. Pero lo único que me definía en aquel momento, era un eclipse.
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