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Refranero

domingo, 1 de enero de 2012

Capítulo 34: ¿Sencilla o conformista?

Capítulo 34: ¿Sencilla o conformista?
Las dos empezamos a bailar, Karem estaba con nosotros. Me lo estaba pasando realmente bien. Me alegraba mucho de haberme dejado convencer e ir a la fiesta. Por unos momentos se me olvidaron todas mis penas. De repente, la música cambió, y pusieron un tango. ¿Un tango en una fiesta?

-¡Bien! ¡Se acordaron de poner el disco mi canción favorita! –Dijo Ashley pensando en voz alta. En ese momento apareció Aaron, que no lo veía desde que iba a ir a saludar a Ashley por primera vez.
-¿Me permites este baile? –Dijo haciendo una reverencia y ofreciendo su mano.
-Por supuesto. –Dijo Ashley cogiéndola dulcemente. Y Aaron la sacó al centro de la pista de baile, donde ya se había abierto un hueco para aquellas parejas valientes que quisieran bailar delante de todos. 
Sober - P!nk
Empezaron a bailar. ¿Unos americanos bailando tango? Parecía absurdo, pero allí estaban. Eso me demostraba muchas cosas. Desde miles de momentos que han podido pasar juntos hasta llegar a bailar ese baile típico argentino, pasando por la gran compenetración que tenía, hasta lo ideales que se veían juntos. Parecía hechos el uno para el otro, sobre todo al ver los movimientos tan bien definidos, y sensuales con los que se desplazaban por la pista. Nadie quiso salir a competir. Es normal. Si por el baile si midiese el nivel de cuánto de perfecta era una pareja, ellos se saldrían de la escala. Una nota de música tras otra, un paso de baile tras otro, una mirada cómplice tras otra, una sonrisa de felicidad tras otra… Ni aunque juntaran al vencedor mundial con la vencedora mundial de tango, transmitirían la ínfima parte de lo que transmitían ellos dos bailando.
Y ahí fue cuando me di cuenta de que por mucho que continuara engañándome o por mucho que continuara evitando pensar que no tenía posibilidades con Aaron, todo era una mera ilusión que retrasaba el tiempo de darse de bruces con la cruda realidad. Ahí fue cuando me di cuenta de que nunca podría llegar a ser la décima parte de lo que era Ashley. Ahí fue cuando me di cuenta de que había estado interfiriendo en una relación en la que yo no pintaba nada. En ese momento se me aparecieron verdades que había estado ignorando desde hace mucho tiempo. Las tenía escondidas en un cajón, y ahora ese cajón se había abierto sin yo querer. Pero todo estaba bien si la chica elegida por Aaron, era Ashley.


Me había auto convencido en segundos de algo que pensaba que me llevaría meses. Al final, había hecho bien al esconderme a mí misma la verdad todo este tiempo hasta esperar el momento adecuado. Y ese momento era este. Había aceptado la realidad en muy poco tiempo y de una manera más llevadera de lo que había esperado. ¿Era porque ese momento era evidente? ¿Sería el alcohol? Bah, da igual, fuera una cosa u otra, sabía que cuando estuviese lejos de ellos, y no pudiera comprobar a través de mis ojos que hacía bien al renunciar a Aaron, volvería a sufrir. Porque cuando se está sola, la realidad se ve mucho más distorsionada, y en un intento desesperado de nuestro cerebro por encontrar un ápice de esperanza, volvemos a ver oportunidades donde no las hay, y todo por un intento de fuga de nuestro momento de emergencia emocional. Y esas oportunidades se desvanecen de nuevo al ver su imposibilidad. Al menos, si los veía así, no me creaba falsas esperanzas que después me herirían de nuevo. Con sólo mirarlos, mi cerebro se hacía a la idea. Porque el dolor de perder a Aaron, era el mismo viéndolo con Ashley o pensándolo yo sola. Sólo que si los veía tan perfectos en su unión, el tiempo de adaptación a la realidad era menor ante tal evidencia que impedía que me volviese a auto-engañar.

Decidí desaparecer de allí. Pero estaba en medio del mar. ¿Dónde podía ir? A cualquier sitio del barco que estuviese solo y muy lejos del jaleo. Y lo encontré, era en la proa. Toda la fiesta era en la popa, que tenía forma rectangular y era mucho más espaciosa. Por eso aquel sitio estaba vacío. Me tumbé en un banco y cerré los ojos. No quería pensar. Y me puse a cantar bajito. Sober. De repente una voz se me unió. No me di cuenta hasta pasado un tiempo. Me sentía tan en sintonía con esa voz que ni me había sorprendido que estuviese ahí. Era como si tuviésemos en común muchas cosas. Por ahora, sonaba triste también. Me levanté, y vi a Bryce sentado a mis pies en el mismo banco que yo.

-Hoy estás rara. –Me dijo dejando de cantar y girándose hacia mí. En aquel lugar sólo estábamos él y yo. Y todavía no había olvidado el susto de ayer. Aunque ahora no sentía miedo. Era el mismo Bryce de siempre, sólo que más apesadumbrado.
-¿Y a ti que te importa? ¿Qué haces perdiendo tu tiempo conmigo en vez de estar liándote con aquellas modelos guapísimas? En el fondo eres como el resto de los tíos. Un mujeriego. –Dije despechada. En el fondo creo que estaba celosa. ¿Por qué si no iba a romper un bonito momento a su lado por saltarle con eso?
-¡Estúpida! –Todo su pesar se transformó en rabia. Incluso se levantó del banco y se puso de pie justo enfrente mía. -¡Ese tipo de mujeres sólo me dan asco! ¡No puedo ni mirarlas a la cara! ¡Ellas sólo persiguen mi apellido, riqueza y poder, pero no a mí! ¡Jamás saldría con una de esas! –Estaba hablando muy alto. Mi comentario lo había ofendido. Pero eso no quitaba que yo lo hubiese visto irse con ellas. -¡No vuelvas a decirme algo así! –Pero lo hice.
-Ya claro, pero te fuiste con todas ellas y te perdiste por el barco bastante  tiempo. –Dije con la boca chica mirando hacia otro lado.
-¡Oh dios! –Su voz no sonaba a exclamativa, sonaba a sorpresa y alegría. -¡No me lo puedo creer! ¡Tú estás celosa! –No lo dijo en forma de pregunta, era una afirmación. No sabía qué decir. Su expresión de felicidad me aturdía. Pero es que era cierto, estaba celosa, pero no sabía por qué, yo al único que amaba era a Aaron. Tal vez es que no quería perder al chico que hasta ahora era el único que sentía algo más que aprecio por mí.
-¡Sí, y qué pasa! –No estaba yo como para pensar por donde dar esquinazo a su pregunta. Sólo se me ocurrió decir la verdad. -¡Tú lo has estado también por mi otras veces! –En ese momento, se me acercó. Yo ya estaba sentada el banco, y él se puso en cuclillas delante de mí. Teníamos las caras a la misma altura. Empezó a mirarme a los ojos.
-Te sientan genial los ojos marrones. –Eso era saltarse por las ramas y lo demás era tontería. –Pero no me gusta verlos así de tristes. –Su mirada era muy intensa, sentía que quería volver a besarme, lo vi por cómo se mordía el labio. Pero sabía que aunque yo no me opondría, ese no era el momento. Y él sabía por qué. Seguramente vio mi cara de tristeza absoluta mirando bailar a Aaron y Ashley, y decidió seguirme hasta la proa, si no, nunca me habría encontrado allí a conciencia o por casualidad, no en tan poco tiempo. –Puedes desahogarte conmigo, sé cómo te sientes. Eclipsada sería la palabra adecuada. –Y lo abracé. No pude resistirme. Era la palabra perfecta para mi estado emocional en aquel momento. Yo eclipsada por Ashley. Lo había pensado antes después de abrazarla, pero que lo hubiese dicho Bryce, me afectó aún más.
¿Pero por qué estaba haciendo eso por mí? ¿Por qué me abrazaba de ese modo? ¿Se sentiría él eclipsado por alguien? Estaba muy necesitada en ese momento de comprensión. Me sentía mal por ello, pero en los sentimientos no se mandan. Y sabía que me estaba aprovechando de las buenas intenciones de Bryce. Y que después podría mal interpretarme y volvería a hacerle daño… ¿pero qué podía hacer? Tenía el  corazón roto. Y él se había ofrecido a recoger los pedazos. Bryce no estaba enamorado de mí, sólo confundía el captar la atención de la única en este mundo que lo había despreciado, con otros sentimientos mayores. Por eso decidí responder su abrazo, eso no le haría daño, yo sabía lo que era un amor no correspondido, por eso nunca querría desearle ese dolor a nadie, y menos darle falsas esperanzas a esa persona. Porque por muy rota que estuviese por dentro, aún me quedaba algo de voluntad para no arrastrar conmigo a la gente hacia el fondo del pozo.

Y ahí nos quedamos los dos, yo sentada y él en cuclillas frente a mí. Abrazados en la fría noche de invierno de un barco en el mar. ¿Iba a ser él mi puerto seguro? ¿Debería enamorarme de él? Pero en ese momento mágico, en el que Bryce y yo teníamos un lazo de unión muy fuerte, incluso ahí, no podía parar de pensar en quien detenía mi respiración. Aaron.  

Todo está bien si la chica elegida por Aaron era Ashley. Volví a repetirme. A medida que había empezado a conocer más a Ashley, me había dado cuenta de que no debía apenarme porque ella fuese su elegida, sino todo lo contrario, en el fondo me alegraba de que Aaron hubiese elegido bien, Ashley era una persona maravillosa. Por eso no me conformaría con estar a su lado, era feliz por ello. Era feliz porque no era yo la que había decidido ocupar ese puesto para estar cerca de él y que me contentara con pasar tiempo a su lado. Era feliz porque quién había decidido que ocupara ese puesto, era Aaron. Él me había abierto sus puertas, había pasado de no preocuparse por mis problemas, a querer llevarlos conmigo. No, yo no era una conformista, era una chica con suerte, una chica que había llegado a ocupar un pequeño lugar en el complicado e inaccesible corazón de Aaron. Aunque estuviese por debajo de su hermana y de Ashley, hecho evidente, para mí era como el primer puesto.

-Si quieres, puedo quitarte una pequeña preocupación… -Dijo Bryce susurrando a mi oído. Me hizo un ademán de bajarme del banco y sentarme en el suelo junto a él. Lo hice. Al momento ya nos encontrábamos abrazados sobre cubierta. Sus brazos me rodeaban por completo toda la espalda. Su aroma aturdía mis sentidos. El latido de su corazón me hacía sentir que no había problemas. –Me fui con esas chicas a otro lado, para que en el camino pudiera deshacerme de ellas y perderme entre la muchedumbre. –El aire que salía de su boca al hablar, me hacía cosquillas en la oreja, de repente ya tenía todo los vellos erizados. –Tú eres la única que…-Y paró, no terminó la frase. Tal vez era porque había vuelto a darse cuenta de que no era el momento. Si quería obtener una afirmativa por mi parte, no debía hacerlo cuando tenía la guardia baja. Y alegré porque en el fondo pensara así. Se puede decir que concluyó la frase apretándome un poco más contra su cuerpo.

Y es que estaba ocurriendo algo por lo que suspiraría y pagaría cualquier mujer. Que un chico como Bryce las acurrucara de esa forma tan tierna. Pero yo seguía en mis pensamientos. Era una tonta. Estaba desaprovechando un momento mágico por un imposible. Sin embargo, no podía parar de repetirme la misma cosa, porque pensaba que si paraba, no sería verdad aquello que no dejaba de sonar en mi cabeza una y otra vez y que no me dejaba disfrutar del momento con Bryce. Esas palabras eran enviadas como las balas de una metralleta y se estampaban estrepitosamente contra mi mente, evitando que pudiera caber en ella cualquier otro sentimiento: No, yo no era una chica conformista, yo era una chica sencilla que se alegraba con la amistad de Aaron. Al cuál, había renunciado ese mismo día hacía diez minutos. 

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