Capítulo 35: Cubito de hielo
No sé cuánto tiempo estuvimos así. El idiota de Bryce había conseguido que dejara de pensar durante un rato. Ninguno de los dos hizo por dejar al otro. No quería que ese momento acabase. Realmente hacía frío, evidentemente era de noche, en otoño, y en el mar, y yo iba con escote de palabra de honor. Pero no sentí frío junto a Bryce. Su calor llenaba mis espacios vacíos. Aunque claro, eso era mucho pedir. Llegaron las tipas que habían estado tonteando con Bryce antes. Las súper modelos de revistas.
-¡Bryce! ¿Dónde te habías escondido? –Dijo una.
-¡Sí! ¡Te hemos estado buscando! –Dijo otra.
-¿Por qué no te quedaste con nosotras? –Dijo otra más.
-Cierto. Desapareciste entre la multitud. –Dijo la cuarta. Sentí como Bryce contó hasta diez para sí mismo y después cogió aire antes de hablar.
-¿Es que no os dais cuenta de que no quiero saber nada de vosotras? –Dijo levantándose del suelo, aunque me mantenía una mano agarrada. No quería soltarme, y se lo agradecí, aunque ya estaba en el suelo, sentía que podía volver a desvanecerme en cualquier momento. –Dejadme en paz de una vez. –Dijo cortante.
-¡Pero Bryce! ¿Por qué nos hablas así? –Dijo la otra.
-¡Eso! Creía que te gustaba pasar tiempo con nosotras –Dijo la una.
-¿Pero qué bicho te ha picado? ¡Antes no estabas así de borde! –Dijo la cuarta. Bryce me apretaba con fuerza la mano, parecía querer disminuir su ira descargando su fuerza contra mis dedos. Empecé a sentir frío desde que dejó de abrazarme. Más que un hecho físico parecía también simbólico.
-¿Y qué haces con la zarrapastrosa esa? –Dijo la cuarta señalándome. -¡Nosotras somos mejores! –Ahí Bryce decidió soltarme la mano. Si no, me hubiera hecho mucho daño.
-¡Callaos de una maldita vez! ¡No quiero estar con vosotras por el simple hecho de que no valéis nada! ¡Estáis tan vacías por dentro que sólo llegáis a aspirar a casaros con un hombre rico que os solucione la vida! –Estaba gritando. Lo había visto muchas veces enfadado, pero esta vez lo estaba de otra manera, cómo si le hubiesen tocado algo intocable. -¡Nunca! ¡Escúchame bien! ¡Nunca vuelvas a decir nada sobre esta chica! ¡Ni la mires! ¡Ni siquiera te mereces posar tus ojos en ella! ¡En la vida podríais llegarle a la suela de los zapatos! –Hizo una pausa. Estaba hablando de mí. Me sentí muy bien, tranquila, protegida, con una sensación de paz demasiado buena, ojalá no despareciera, porque dolería su ausencia. Las otras chicas se me quedaron mirando con cara de horrorizadas. Bryce decía la verdad cuando contó que les había dado esquinazo antes, no había desconfiado de su palabra en ningún momento, pero era reconfortante verlo por mí misma. -¿A qué esperáis? Largo furcias. Y no me busquéis más. –Las chicas se fueron refunfuñando y murmurando insultos. Tal vez dirigidos hacia mí. Pero no me importaba. Ahora yo era intocable. No sabía por qué, pero en ese ratito que pasé con Bryce, me hice una persona aún más fuerte de lo que ya lo era. Ni las víboras de lengua venenosa, ni mi amor imposible, ni los puntos extraños que le daban a Bryce podían tocarme. –La limpieza ya está hecha. –Dijo Bryce mirando hacia mí desde arriba. Me ofreció una mano para levantarme y así lo hizo. –Oh vaya, no había notado lo fría que la tenías. –Su cara mostraba sorpresa. Con su mano me tocó la mejilla y los labios con mucha dulzura. La mantuvo un rato en mi cara, esta sintiendo mi contacto. Cuando quería, se ponía tan delicado. Incluso cerró los ojos unos instantes –Estás helada. Lo siento, te he tenido así mucho tiempo. Es culpa mía si te vuelves a enfermar. Toma. –Dijo quitándose el chaquetón y ofreciéndomelo. Había empezado a temblar desde que me dejó de abrazar.
-Gracias. –Gracias por haberme salvado esta noche de caer en un pozo. Gracias por haberme abrazado y cuidado cuando más lo necesitaba, aunque sabías que sufría por otro hombre. Gracias por ser tan amable conmigo cuando sabes que tus sentimientos no son correspondidos. Gracias por haberme defendido de esas víboras. Gracias por todo. Gracias por ser como eres. Aunque claro, tal vez interpretó mi agradecimiento por dejarme el chaquetón.
Fuimos los dos juntos al lugar de la fiesta. Nada más llegar nos separamos, a mi me capturó Karem por un lado y Leo y Liam a Bryce por otro.
-¿Dónde te habías metido? Te he estado buscando. –Me dijo ella preocupada. Eso afianzó mi teoría de que Bryce me había seguido hasta allí. –Aunque ya veo que mejor así que no te haya encontrado. –Y puso cara de “qué bien te lo montas”, se había dado cuenta del gran chaquetón negro que llevaba puesto. -¿Me he perdido algo? –Ya había encendido el modo cotilla. Creo que ya era hora de contárselo.
-Karem, recuerdas que estos días me has visto un poco extraña y no has querido preguntarme nada, esperabas que fuera yo la que te lo dijese. Pues bien. –Dije llevándomela a un lugar más retirado. –Estoy enamorada de Aaron. Pero como pudiste comprobar hoy al verlos bailar, él está enamorado de Ashley. –Ella me miró con cara compasiva, y me abrazó. Ya lo sabía desde hace tiempo, se me tuvo que notar tela cuando vino a la tienda y compró el caballo alado.
-No te preocupes, eres fuerte, confío en ti. –Ella misma. La persona que había confiado en mí cuando incluso yo misma había perdido la esperanza, me estaba diciendo que fuera fuerte para superarlo. Ya daba igual, cuantos más imposibles se le sumaran, menor sería el trago que tendría que pasar.
El resto del tiempo que duró la fiesta lo pasé bailando. Ya no estaba Bryce conmigo para protegerme de mí misma. Así que suplí su falta con la música. Me deje llevar y me olvidé de todo. Tanto alegría como penas. En ese momento sólo existíamos la música y yo. El barco llegó al fin a puerto. La gente que quisiera irse podría hacerlo, y quienes quisieran quedarse, también. En ese momento, Aaron se me acercó por sorpresa. No me lo esperaba. Arrimó su cara a mi oreja y pronunció con suavidad.
-¿Cómo estás?
-Pues un poco cansada. Pensaba en irme ya. –Dije girándome para ver su cara.
-¿Te llevo?
-No, gracias. Iba a irme con Karem, pensábamos coger el metro. No te preocupes. –Aunque en el fondo estaba deseando estar con él. Pero no con otros motivos, si no por la confidencialidad que nos unía. Había renunciado a alcanzar su amor, no había renunciado a su compañía.
-¡Que va! ¡Molestia ninguna! –Dijo sonriendo. Esa sonrisa que me encantaba. –Si estaba pensando de irme ya mismo. Estoy muy cansado también. Te lo decía para que te vinieses conmigo. Venga, busca a Karem y os llevo en el coche.
No me opuse, sabía que lo que decía era de verdad. ¿Por qué iría a buscar una excusa para pasar tiempo conmigo a costa de perderlo con Ashley? Realmente estaba cansado y quería irse a casa. Así que aproveché para que dos chicas no vagaran solas por NY de noche. Fui a buscar a Karem, que había ido al servicio. Nos despedimos de Ashley y salimos del barco para montarnos en el coche. Aaron llevó a Karem primero a su casa, pillaba más cerca del puerto. Y después a mí. La última. Eso nos dejó tiempo para estar solos.
-Te vi bailando con Ashley el tango. –No sabía si debía sacar ese tema de conversación que tanto me había afectado antes. Pero si lo hacía sin sufrir, sería muestra de que lo había superado. –Estabais los dos espectaculares. Me emocionasteis incluso. –Y no sabían cuanto…
-Vaya. Conque nos vistes. Pues sí, se nos da bastante bien. Nos compenetramos estupendamente, con sólo mirarnos, Ashley ya sabe cual es el siguiente paso al que la voy a dirigir. –Hablaba como si tal cosa. Claro, él no sabía el daño que me causaba.
-¿Cómo aprendisteis? –Quería saber más. ¿Qué estaba haciendo? ¿Esperaba encontrar una respuesta que no demostrase mucha unión?
-La madre de Ashley es muy aficionada a los bailes de salón. La enseñó a ella desde muy pequeña. Y un día que estábamos aburridos, decidió que yo debía aprender para así bailar con ella. –Hablaba mientras miraba hacia delante, estaba conduciendo. –Jajaja. Todavía recuerdo los pisotones que nos dábamos. Nos reíamos mucho cada vez que practicábamos. –Era justo la respuesta que no quería escuchar. Pero yo me lo había buscado, por entrometida después de renunciar. –Hemos ganado muchos concursos de baile y nos lo hemos pasado realmente bien. Al principio me opuse, pensaba que era una chorrada, pero ahora me alegro de su paciencia e insistencia. -No dije nada, decidí no abrir mi boca más en todo el camino. Me quedé mirando las luces de la carretera tras responder con un simple “Ajam”.
-Si quieres puedo enseñarte. Podemos quedar unos días de las vacaciones de navidad. –Ahora se giró, apartó unos momentos su vista de la carretera para mirarme. Yo lo miré también. –No creo, pasaré las vacaciones con mi familia. –Debía racionalizar mis momentos con él, o nunca llegaría a olvidar lo que sentía con él. Aunque de verdad que quería aprender tango, no por otra cosa, si no por estar a su lado.
-Oh cierto, no había caído que venías de España. -¿Cómo lo sabía? Yo nunca se lo había dicho.
-¿Se me nota mucho el acento? Creía que no, mi madre es americana y siempre me ha hablado en inglés. Pero ellos están viviendo ahora en Connecticut, en la antigua casa de mi madre.
-Pues no se te nota nada de nada. Es sólo que usas expresiones típicas de allí que aquí se dicen de otra manera. –Dijo volviéndome a mirar. –Aunque por ahora te entiendo bastante bien. Pensando un poco se les encuentra la lógica. –Vaya, tenía razón, podía pronunciar el inglés con total acento americano, pero con mi madre solía usar bastante jerga callejera del dialecto andaluz.
El tiempo se me pasó volando, porque en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en mi casa. ¿Siempre estaban las calles abarrotadas de coche menos hoy? Vaya por Dios…
-Pues ya estamos aquí. –Dijo al parar el coche justo en frente del portón. –Espero que lo hayas pasado muy bien esta noche.
-Sí. Creo que la valoración es positiva. –Y lo era de verdad. Me había ayudado a darme cuenta de muchas cosas y seguir adelante por el camino correcto. –Muchas gracias por traerme. Siento las molestias. –Dije bajándome del coche, antes de cerrar la puerta del copiloto. Acompañé la frase con una sonrisa.
-Valeria. –Me encantaba como sonaba mi nombre pronunciado por él. –Pienso que ya hay confianza suficiente como para andarse con tantos formalismos. ¿No crees? –Dijo inclinando un poco la cabeza antes de que me diera tiempo de cerrar completamente la puerta.
-Supongo que sí. Pero también estarás de acuerdo que un gracias y un lo siento nunca están de más. –Le guiñé un ojo mientras ponía cara de interesante.
-Bueno, pero no te excedas. Los amigos están para eso, no soy un desconocido al que le debas nada, tú harías lo mismo por mí. –Dijo inclinándose hacia mi tanto como le permitió el cinturón de seguridad. Se apoyó con el hombro en el asiento del copiloto. Amigos. Había dicho amigos. Claro, ¿qué iba a decir? No éramos más que eso. Pero ya no me dolían esas palabras. Gracias a Bryce hoy me había hecho intocable. Por eso me di cuenta de que era una tontería renunciar a las clases de tango por pensar que no podría superar el dolor de tenerlo tan cerca de mí y a la vez tan lejos.
-Por supuesto. –Le sonreí. –Por cierto, quería preguntarte una cosa desde que me viniste a recoger esta tarde. –Iba a preguntárselo. Pero sólo con la intención de demostrarme a mí misma que lo había superado. -¿Por qué decidiste venir tú mismo a recogerme?
-¿No es evidente? –Ahora puso cara de interesante. No iba a permitirle dejarlo en el aire. Quería escucharlo de su boca.
-No, no lo es, así que empieza a hablar. –Yo también me apoyé sobre el techo del coche y puse mi cara de interesante.
-Pues porque me gusta mucho pasar tiempo contigo…Tonta… Eres muy graciosa. Me divierto como nada cuando estamos juntos. Me encantan tus puntos extraños. Chica rara. –Y se mordió el labio. Estaba bárbaro así. Era muy difícil ser fuerte y no caer al pozo de nuevo cuando se ponía tan irresistible.
-Jajaja. Me ha gustado esa repuesta, sí señor. –Me reí. No me esperaba que dijera eso. Chica rara. Nunca me lo habían dicho. Y me encantó que el primero hubiese sido él. Porque para ser sincera, no me esperaba nada, no me había detenido a pensar en lo que diría. Aunque claro, ya sabía lo que no iba a decir. Y era algo que implicase amor. –Bueno, tu respuesta me ha ablandado un poco el corazón. Tal vez te haga un favor y decida dejarte que me enseñes a bailar tango. –Dije con una sonrisa picarona. Él empezó a reírse.
-Vaya, un gran detalle por tu parte. Gracias por decidir dedicar su tiempo con este humilde servidor. –Dijo levantando las cejas. –Cuando quieras, dímelo y empezamos. Sólo te dije vacaciones de Navidad porque hay más tiempo libre.
-De acuerdo, me lo apunto. –Y le saqué la lengua en plan juguetón para despedirme. Cerré la puerta del coche.
-Por cierto, ¡bonito chaquetón! –Dijo desde dentro del coche. No pude responderle, se había ido antes de que me diese tiempo. Se dio cuenda de que era de Bryce, por eso lo dijo. Aunque no me importó que lo averiguase.
Cuando llegué arriba, me limpié la cara de maquillaje, me tomé un chocolate caliente y me fui a la cama del tirón. Estaba muy cansada, pero también muy contenta. Me sentía liberada. Mi relación con Aaron iba viento en popa y ahora ya no tenía el gran peso en mi espalda sobre mi amor imposible. Aunque sabía que estaba guardado en algún cajón del fondo de mi mente, pero por ahora estaba muy bien cerrado. Por fin podría actuar con él con total fluidez sin pensar en si lo que hiciese, le haría que yo le gustase o no.
Pero claro, para no variar, mi subconsciente entró en juego para hacerme daño de nuevo en el momento menos indicado. En una vida anterior debí haber sido una perfecta guionista de un fracaso en taquilla, no era normal que un sueño siguiera un mismo hilo en vez de varios distintos sin relación ni lógica alguna. Y claro, por supuesto no hubiera sido una éxito de película, ¿quién asistiría a ver cómo una chica después de correr y gritar, llamando la atención de todo el mundo, que la mira sin ir a ayudarla, y que la persona a la que busca no le echa la más mínima cuenta? Y sólo para acabar en que cuando por fin llego hasta donde está Aaron, me doy cuenta de que tristemente me había estado dejando la vida para para despedirme cuando en realidad no se iba. Pero que para rematar, él seguía con su expresión de soledad y yo le dije que se fuera con Ashley. Que luchara por ella. Que a su lado sería feliz. Que tenía todo lo que él necesitaba. Que no perdía nada en intentarlo… Y sonrió, me agradeció que le abriera los ojos y me dijo que me haría caso. Y la soledad pasó a invadirme con la rapidez con la que el agua se esparce por la mesa cuando un vaso se derrama. Pero eso era lo de menos, yo había hecho lo correcto, y me sentía bien conmigo misma. Aaron estaba feliz, y eso era lo que yo más quería. ¿No se supone que en eso consiste el amor? ¿En desear la felicidad al otro por encima de la nuestra? Pues el amor era una mierda, con perdón de la palabra.
A la mañana siguiente, era domingo. Recordaba todavía el sueño de aquella noche, y estaba en total desacuerdo con él. Él amor no era una mierda, el amor imposible lo es. Porque realmente, el tiempo que pasaba con él antes de saber que no era para mí, eran hasta ahora, los mejores momentos de mi vida. Y no me arrepentía de ello, no me arrepentía de nada, había decidido darle vía libre a los dos, y seguía pensando que era lo mejor. Y no lo decía para auto-convencerme, lo decía estando segura de ello. Subconsciente 0 – Consciente 1. Así que esperaba no volver a tener ni un sueño así o parecido con él o ella o los dos. Desde ese momento, el asunto quedaba zanjado. Ellos dos juntos y felices, yo con mi amor imposible superado y mi estabilidad emocional como una verdadera estabilidad y no sólo un intento fallido.
Llamé a mi madre y estuve hablando con ella. Le dije que la prensa había estado en la fiesta y que mirara por las revistas a ver si aparecía yo de fondo. Nah, estaba de cachondeo con ella, no tenía ni el más mínimo interés en aparecer. El día lo pasé limpiando la casa, haciendo las compras y estudiando. Nada fuera de lo habitual. Nada divertido. Aunque me sorprendí a mí misma de lo bien que llevaba mi renuncia. Guau. Y todo gracias a la ayuda de Bryce. Tenía que recompensarlo. Ya se me ocurriría algo. Por ahora, sólo se me ocurrió lavar su chaquetón, no estaba sucio ni manchado, pero tenía mi olor. El olor del perfume que me eché, y no se lo iba a devolver oliéndole a mujer. Aunque claro, antes se me ocurrió leer las instrucciones de lavado. No fuese que lo estropeara.
Al día siguiente. Me levanté tan animada como siempre. Salí de casa más temprano de lo normal, con el chaquetón en la mano, metido en una bolsa para prendas delicadas. Lo estuve esperando en la puerta principal a primera hora, no quería estar todas las clases hasta el descanso con eso. Por lo que pudiera pasar, no fuese que le volviera la vena asesina a la Uni y estropearan aquello que podría costar una millonada, dinero que yo no tenía.
Por fin lo vi aparecer, iba con Aaron, evidentemente, y ya lo sabía cuando planeé el modo de entrega. Pero no importaba que estuviese con él. Era sólo un amigo que vería como su amiga le devolvía un chaquetón prestado a su hermano. No era un reto que me estaba poniendo para ver si era capaz o no. Realmente ya pensaba así.
-Bryce, gracias por el chaquetón. Te lo he lavado y todo. –Dije estirando los brazos ofreciéndoselo. Él se me quedó mirando. Analizando la situación y qué era lo próximo que iba a decir.
-¿Y crees que unas simples gracias valen? -¿Pero qué leches? ¿No le valía? ¿Qué quería ahora? –Ya pensaré un modo para que me devuelvas el favor. –Dijo cogiendo el chaquetón y remprendiendo el camino hacia dentro. ¿Me pareció verle una sonrisita de satisfacción por haber encontrado el objeto de su análisis? Y pasó de mí como si tal cosa.
Miré hacia atrás perpleja. Sólo para encontrarme con que Aaron se había dado la vuelta para decirme con un levantamiento de brazos acompañado de la expresión de la cara, de que no tenía ni idea de lo que le pasaba. Interesante. Si el favor a cambio era que Bryce se aprovechara de mí y volviera a sus andadas de siempre para reírse de mí o jugarme una mala pasada, más me habría valido congelarme en el barco el sábado y haberme convertido en un cubito de hielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario