Capítulo 36: Perro gruñón
No le di muchas vueltas y me fui a clases. Me enfadé conmigo misma al pensar esta mañana que ya le devolvería el favor de alguna manera. No me imaginaba que lo decidiría él. Ahora tendría que someterme a sus caprichos. Valientemente, lo había juzgado mal. Creía que había cambiado, pero seguía siendo el mismo Bryce egoísta de siempre.
El descanso lo pasé con Alan. Le estuve contando lo de la fiesta y lo que había allí en el barco. Se le veía bastante interesado en el tema. Incluso hicimos algunos chistes sobre volverme una celebritie. En fin. A última hora, mientras recogía las cosas para irme ya, me tocó aguantar los comentarios malos de Angela, Cindy y Stephanie.
-¡¿Habéis visto la portada de la revista InTouch de hoy?! De fondo aparece la campesina esa. –Era la voz de pito de Cindy, indiscutiblemente.
-Vaya, pobrecita, no sabe qué hacer para llamar la atención y acaparar todas las miradas. –Ahora hablaba Stephanie.
-Comprendedla. Una chusma como ella de tal nivel social, nunca podría aspirar a lo que nosotras estamos acostumbradas. Hombres con mucho dinero. Déjala que se conforme con salir como un bulto de relleno entre la muchedumbre de fondo de una revista. –Angela era la peor de todas. Si se mordiese la lengua, moriría envenenada con su propio veneno. Pero ocurrió algo inesperado. Antes de que saliese de la clase, apareció Bryce por la puerta. Iba andando muy decidido. Su cara era de total determinación, ni se paró a mirar a los lados.
-El jueves es el día de acción de gracias. ¿No? –Se paró justo en mi mesa, incluso puso una mano sobre ella para darle más énfasis al asunto. Estaba extraño. Aunque al menos me había recordado que era ese día. Se me había olvidado. Tenía que ir a casa para la celebración.
-Sí. ¿Por? –Por el rabillo del ojo vi como Angela y las demás me miraban con cara de indignación. Cuchicheaban por lo bajini.
-Ese día no hay clases, por lo que el martes por la tarde lo tienes libre. ¿Correcto? -¿A dónde quería llegar a parar?
-Correcto. Pero te equivocas en una cosa, el martes no lo tengo libre, tengo que trabajar.
-Pues muy bien. Quiero verte mañana en Times Square, junto a la estatua de Father Duffy. La hora te la diré luego. –Ahora el tono de los cuchicheos de las tres arpías, había aumentado. Estarían muertas de envidia por que Bryce estuviese dirigiéndose sólo a mí para pedirme lo que venía a ser una especie de cita. ¿Por qué lo hacía? ¿Era a cambio de dejarme el chaquetón? ¿Y qué beneficio sacaba él a eso? ¿Qué ganaba pasando el día conmigo? Iba a preguntárselo, pero su fue antes de que pudiera decir algo. Y yo detrás de él, antes de que las otras se pudieran decir algo también.
A la tarde. Cuando estaba en el trabajo a punto de cerrar. Llamó.
-¿Diga? –Salía un número en la pantalla que no tenía entre mis contactos.
-¿Valeria? –Dijo una voz.
-¿Bryce? –Lo había reconocido. Las voces de Aaron y Bryce eran iguales, pero es que nunca las había tomado como una sola, cada una era independiente y propia de su dueño. Las notas sonaban diferentes dependiendo de quién las dijera. Tal vez sería por el modo en que se pronuncian por que yo los había separado mucho a los dos.
-Sí. Soy yo.
-¿Cómo has conseguido mi número de teléfono? –Tenía curiosidad.
-E_o no _mp_rta ah_r_, lo _aqu_ d_ lo_ arch_v_s de la Un_ -No me enteré de nada de lo que me decía. No tenía cobertura ninguna.
-Bryce, espera un momento, voy a salir afuera a ver si cojo cobertura. Porque no me entero de nada de lo que me dices. –Aunque él no me oía, ni se extrañó por ello, no paró de hablar, no quería darme tregua a decir algo.
-N_s v_mo_ a la_ _res do_ _e te d_je. –Y colgó. ¿Qué había dicho? ¿Nos vemos a las seis donde te dije? Pues iba a ir mi prima la del pueblo. ¿Qué se cree? ¿Qué puede darme órdenes así como así?
Yo todavía seguía con mi pregunta de por qué quería una cita a cambio. ¿Qué había pasado con el Bryce atento y dulce de estos días? ¿Había vuelto el caprichoso y egoísta que disfruta a mi costa? Sabía que todavía no me había olvidado de lo que me había hecho y que era reacia a él, por eso tal vez quería hacerme pasar un mal rato a su lado o tal vez hacerme otra jugada como la de su casa… Pues no iba a ir. Que sepa que en mí no manda nadie. Además, ¿qué pasaba conmigo? Yo tenía que ir a trabajar, no iba a perder el sueldo de un día por ir a algo que él sólo había planeado sin preguntarme si yo quería. Si me lo hubiera propuesto, tal vez hubiese aceptado, pero no iba a ir de esta forma en la que parecía una subordinada suya.
El martes, en la Uni, ni lo miré, aunque él tampoco hico por acercarse a mí. El descanso lo pasé con Shelby. Me invitó a comer en el comedor, cualquier invitación que me para eso, era bien recibida. Aunque nuestras conversaciones eran tan superficiales… Moda, dinero, famosos, chicos, fiestas… No me atraía ningún tema. Pero bueno, cualquier cosa por mantener una amistad. A la salida, Bryce pasó a mi lado a un paso más veloz que el mío.
-No llegues tarde, odio tener que esperar. –Me dijo sin ni siquiera mirarme a la cara. Estábamos en las mismas que la otra vez en su casa. Cuando me dijo que podría hablarle y salir con él en privado pero que en público haría como que no nos conocíamos. Fui una tonta al dejarme llevar por su dulzura en mis momentos de debilidad. A partir de ahora, barrera 100%. Así que me fui a trabajar, como tenía pensamiento de hacer desde el principio.
Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Llegó la hora de cerrar. Mi móvil no había sonado
en todo el día. Me lo esperaba. Seguro que Bryce había dicho eso para hacerme la jugarreta de tenerme allí esperando para nada y reírse una vez más de mí. Estaba enfadada.
-Valeria. ¿Qué te pasa? Te he visto rechinando los dientes todo el día. –Vaya, no me había dado cuenta. ¿Tan enfadada estaba? ¿Por qué me molestaba tanto que Bryce dejara de tomarme en serio otra vez?
-El dichoso de Bryce. Me dijo que tuviéramos hoy una cita. A la seis. Pero ni me consultó, ni preguntó si quería o me venía bien. Simplemente me dijo la hora, el lugar y se fue antes de que pudiera decir nada. –Estaba apretando el puño. -¿Ves? Ni siquiera me ha llamado en todo el día para preguntar por qué no llegaba.
-Valeria, son las 8 y cinco. Corre rápido al lugar donde te dijo. A lo mejor todavía no se ha ido. No creo que te lo dijese para vengarse por algo o jugarte una mala pasad. Y no ha sonado el teléfono porque sabes que aquí no hay cobertura. –Estaba muy seria. Se la veía totalmente convencida de lo que decía. Y eso me hizo darme cuenta de algo, yo también pensaba igual. Me había encerrado en la idea que siempre había tenido de Bryce y no me había dado cuenta de sus esfuerzos por cambiar. Karem me abrió los ojos. –Venga. Yo cierro la tienda sola hoy. Corre, no lo hagas esperar más.
-Salí a toda prisa de la tienda. Sólo cogí el chaquetón y empecé a correr camino de la boca de metro más cercana. Al momento empezaron a llegarme mensajes avisándome de que tenía llamadas perdidas de Bryce. Uno, dos, cinco, diez, catorce,…veinte llamadas perdidas. Oh no, ¿que había hecho? Él me estaba dando una oportunidad para que las cosas fueran de otra manera y yo lo había despreciado. ¿Y si todo lo que le había dicho durante todo este tiempo le había llegado y ahora quería cambiar y quería demostrármelo? Por Dios, ojalá que estuviese allí, o no me lo perdonaría.
Perdí mucho tiempo esperando el metro, estaba de los nervios. Cualquiera que me viese pensaría que tenía que ir al baño urgentemente, me había entrado una rata por debajo de la falda o me había dado un ataque epiléptico. No podía parar de moverme, tenía que descargar mi nerviosismo por algún lado. Por eso cuando llegué por fin a la parada de Times Square, iba corriendo y caí al suelo. Estaba todo nevado. Nieve por todas partes. No me había dado cuenta hasta ese momento que me resbalé y me di con toda la nieve en la cara. Me había sollado manos y rodillas, pero no importaba, me levanté y seguí corriendo.
Llegué por fin a la plaza. Estaba abarrotada de gente por todos lados. No podía buscar bien, me puse a esquivar personas hasta llegar a la estatua de Father Duffy. Bryce no estaba. Oh no. Me detuve un momento a pensar qué debía hacer. Pero estaba en blanco. Y durante ese vacío mental, empecé a escuchar voces.
-Hey ese tío de ahí está fatal. Pasé por aquí a las dos y media y ya estaba ahí. –Dijo una voz de chulo.
-Sí, yo también lo vi cuando pasé a las siete. ¡Mira! Unas tías se le acercan. Calla a ver qué le dicen. –Ahora era una mujer la que hablaba.
-¡Hola guapo! ¿Qué haces tan solito un día como este? ¿Quieres tomar algo conmigo? –Dijo una voz sensual y acaparadora.
-¡Venga! ¡Vente con nosotras! No tienes paraguas, te dejaré ponerte debajo del mío. –Otra voz de mujer habló. ¿Se referían a Bryce todas esas personas? Le di la vuelta a la estatua para encontrarme con un hombre cubierto de nieve hasta los hombros, sentado en el frío suelo.
-¡Callaos! ¡¿Cómo os atrevéis a hablarme así?! ¡Perdeos por ahí zorras! ¡Conmigo no tenéis nada qué hacer! ¡Buscaos otro hombre fácil! -¡ERA BRYCE! ¡ERA BRYCE! ¡ERA BRYCE! Nunca me había puesto tan contenta de verlo. Las tipas se fueron a regañadientes. Maldiciendo a toda la casta Domioyi. Las estaba mirando irse, cuando volví la vista a Bryce, estaba mirándome muy enfadado. -¡¿Eres estúpida?! ¡¿Cuántas horas te crees que me has tenido aquí esperando como un tonto?! –Se levantó del suelo, le costó mucho, tenía las articulaciones rígidas del frío que había estado pasando. Eso sí, el fuego en sus ojos de la rabia que tenía, no lo había apagado el frío. Empezó a dirigirse hacia a mí muy cabreado.
-¡Lo siento! ¡Pero yo también estaba muy enfadad en que planearas esto sin consultarme! –Cada vez estaba más cerca de mí. Tenía un puño levantado, lo apretaba tanto que le temblaba todo el brazo. ¡Waaa! ¡¿Iba a pegarme?! -¡Espera un momento! –Y se echó sobre mí. Me cubría con todo su cuerpo. Me rodeaba por completo con sus brazos ¿Era un abrazo? No lo sabía, pero mi pronto, desde que vi que se me venía encima, fue empujarlo. -¡DÉJAME! -Y lo conseguí tirar de dos manotazos.
-¡Frí…………………oooooo! –Y cayó al suelo. Realmente le di con todas mis fuerzas. -¡¿Pero qué coño haces?! –Oh, oh. Había metido la pata, y hasta el fondo. No era mi intención hacerle eso, no sabía que venía hacia a mí porque estaba muerto de frío… Me había asustado y en defensa fue lo primero que se me ocurrió hacer…
-Es que…me habías asustado…te habías levantado tan bruscamente…y vendo hacia mi con esa mirada asesina…-Estaba mirando hacia abajo, buscando una buena excusa, pero no la encontré, lo que hice fue hundirme más en el lodo, -además, parecías un perro gruñón y rabioso con el rechinar de dientes que tenías… -Oops. Creo que no debí haber dicho eso. Eso no era una excusa que me salvase, sino todo lo contario.
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