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Refranero

sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo 51: Sherlock Holmes


Capítulo 51: Sherlock Holmes
En la fuente junto a la palmera, Bryce, Liam y Leo estaban sentados en el suelo en círculo, en su parte reservada de siempre. Pero no estaban solos, dándole la espalda a cada uno, se encontraban de pie, vigilándolo todo, en guardia, en alerta, tres “guardaespaldas” que debían impedir que Bryce hablara con nadie más que no fuera el G4, una parte del castigo de la madre entre el que se encontraba también no salir de casa al volver de la universidad durante un tiempo indefinido. Los tipos tenían un tamaño proporcional a unos roperos empotrados. Si hubiesen sido algún vehículo de tierra, serían unos tanques blindados. Hubieran podido ser perfectamente los guardaespaldas del presidente de los Estados Unidos. La gente que los había visto antes durante aquellas dos semanas en la universidad, murmuraba el motivo de tal extravagante compañía. Todo el mundo pensaba en protección por algún peligro que pudiera sufrir el hijo de la poderosa familia, que podría ser perseguido por alguna fuerza de otra compañía enemiga. ¿Nadie pensó en por qué Aaron no llevaba “protección”? Seguro que era más fácil pensar que el problemático hijo de la familia es capaz de meterse más en problemas que el otro.

Todo muy peliculero, pero no se imaginaban ni de cerca que fuera un castigo o venganza y que lo vigilaran para que no se escapara o relacionara con nadie. Aunque eso también era un tanto peliculero. No querían estar en el comedor para no levantar tantos comentarios después de una semana era ya algo cansino. Y tener algo de privacidad ante tal vergonzosa situación, pero tampoco es que la conversación necesitara mucha privacidad. Porque era directamente casi inexistente y sin sustancia. Por lo menos hasta hace poco.

-Bryce… ¿Por qué no intentas hacer un poco de teatro por lo menos y cambias esa cara de mala hostia por otra un poco más llevadera para los que te ven? –Leo no se cortaba ni un pelo. Intentaba comer pero le ponía de mal humor su cara, y no estaba disfrutando de la comida. Bryce levantó las mejillas para mostrar los dientes, en un intento de sonrisa irónica. Pero no era una sonrisa.
-¿Le gusta así más al señor caprichoso? Porque a lo mejor no ha tenido en cuenta lo agobiante que es tener a los gigantes estos de más de dos metros a mi lado, vigilando en cada momento lo que haces, incluso cuando vas a cagar. –Respondió con todo el desprecio y asco posible. Bryce tampoco ser cortaba nada cuando se refería a sus “seguidores”. Sabía que no tenían derecho a hablar, sólo cuando le mandaran una orden para advertirle que iba a incumplir las normas puestas por su madre. Y se aprovechaba bien de eso.
-¡Y nosotros que culpa tenemos de eso! ¡No haberle pegado la paliza a ese asqueroso mendigo! ¡Encima de que estamos aquí contigo intentando hacértelo más llevadero…! –Leo elevó demasiado el tono de voz. Estaba reprochando, algo que Bryce odiaba a muerte, porque aunque agradeciera lo que hacían, si se lo echaban en cara, actuaría destruyendo aquello que le gustaba.
-¡Tranquilizaos de una vez!, no empecéis con los arrebatos de locura que luego os arrepentís los dos. –Liam siempre era el pacificador de los encontronazos agresivos entre Leo y Bryce. Algunas veces lo conseguía, aunque la mayoría era siempre inútilmente.
-¡Pues vete si no quieres estar aquí! ¡Yo no te he pedido que compartas conmigo las consecuencias de mis acciones! ¡Y no le pegué ninguna paliza al asqueroso mendigo! ¡Me defendí porque quería atacar a… -De siempre, las personalidades de Bryce y Leo, cuando se enfadaban, chocaban como rocas volcánicas contra el aire al salir del cráter. Alterando todo a su alrededor. Pero ahí se calló. No continuó con lo que iba a decir. Recordó.
Y Leo y Liam cayeron en la cuenta de lo que estaba pasando. No sabían nada, sólo la noticia del motivo del castigo y porque se lo había dicho Aaron. Pero sólo había una persona por la que Bryce podría llegar hasta ese extremo. Y ellos lo sabían, conocían desde prescolar a su amigo, y nunca había mostrado el mínimo empeño por alguien que no fuera él o sus amigos de la infancia. Sólo una persona. Sólo una persona había conseguido captar toda la atención, trabajo y esfuerzo de Bryce con tanta intensidad, hasta ahora nunca vista ni la décima parte. Y ellos sabían quién. Bryce había tenido a muchas mujeres a sus pies, había tonteado con todas las que había querido, las había conseguido a todas con sólo mover un dedo, pero sólo había una que se le había resistido y además declarado la guerra. Solo una chica había traído de cabeza a Bryce, llegando a ocupar todo su pensamiento, que hasta donde ellos conocían, había sido sólo para buscar cosas en su contra. Suficiente. Incluso más que eso. Liam y Leo no necesitaban más explicaciones. Bryce era un libro abierto, inocente en ese aspecto a pesar de toda su violenta y agresiva lista de cosas. Ellos sabían que sólo Bryce llegaría a meterse en problemas por salvar a alguien y luego quedar tan destrozado. ¿Su nombre? Ellos la llamaban Valerie.

-Tú no estás así  por el castigo. A ti el no poder llamar a nadie ni salir de tu casa nada más que para venir a la Uni no te importa. –Liam rompió el silencio. Le puso una mano en el hombro a su amigo, cabizbajo, que todavía no había probado la comida. Silencio. La poca paciencia de Liam lo rompió, porque no hubo ni un mero gesto por parte de Bryce. -¿En qué piensas? –Dijo arrastrando las palabras.
-No le importo lo más mínimo. –Bryce sabía que sus amigos lo sabían. Pero era más fácil hablar como si no lo supieran. Más fácil para él. En el fondo, Bryce sabía que había tenido prohibida las visitas, que Valeria no había tenido el móvil todo ese tiempo y que tampoco podría haberlo llamado a él por teléfono si hubiera podido. Sin embargo, no sabía si ella lo había intentado. Bryce sólo quería una prueba, por pequeña que fuera, sólo una que le abriera el camino a la luz, que demostrara que a pesar de todos esos obstáculos, su Valeria había hecho todo lo posible por encontrar una manera para saltarlos.
-Bryce… Te equivocas. –Leo sabía lo que su amigo quería oír. Y sabía que eso lo animaría más que cualquier otra cosa, como por ejemplo, dejar de estar castigado. –Ella si se ha preocupado por ti, y mucho. –Leo se acercó a Bryce y le puso una mano en la rodilla, estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Pero seguía sin dar respuesta. Cabizbajo y silencioso. –Ella fue a tu casa a buscarte pero le denegaron la entrada diciendo que no podías recibir visitas. Nos enteramos cuando fuimos a verla a su tienda Jajaja. –Leo no pronunció su nombre, sabía que era mejor. Pero empezó a reírse descaradamente. –Es muy graciosa. Nos lo quiso ocultar. Cuando le dijimos que fuimos a verte pero no nos dejaron entrar porque tenías prohibidas las visitas, puso cara de extrañada y sorprendida por la noticia. Jajaja.
-¡Cierto! –Liam se unió a la risa. -La pobre… no se da cuenta de lo mal que se le da disimular o mentir. Jajaja. Es tan adorable en ese aspecto…-Sólo ellos podían reírse en un momento así. Pero aunque podría parecer que eso pondría de peor humor a Bryce, lo calmó. Dejó de tensar los músculos y levantó la cabeza, pero sólo un poco. Empezaba a vislumbrar luz al final del túnel.
–Le dijimos que no sabíamos por qué. Y nos pidió desesperadamente el número de teléfono a los dos para llamarnos después por si teníamos noticias tuyas. –Leo comenzó a describir demasiado bien la realidad, tanto que parecía que exageraba, pero no era así. –Intentaba disimular su angustia, pero no lo consiguió. Pobrecica.
-Además, llamé a Sarah, ella tampoco sabía lo que estaba pasando. Pero nos dijo que todo empezó el sábado, que el viernes sí había entrado alguien en casa. Y adivina cómo me describió a la chica que entró en tu cuarto con Aaron mientras dormías… –Liam estaba enterado de todo. Algo que al sagaz Leo se le había escapado. Pero aunque fue muy astuto en llamar a Sarah para enterarse de eso, no lo fue al nombrar a Aaron. –Pelo naranja, largo, voluminoso, lleno de tirabuzones y caracoles, piel oscura, de estatura media, delgada. E iba con el uniforme de la Uni. –Y se sintió realizado al ser quien le alegrara el día a su amigo. Bryce, queriendo olvidar que había dicho Aaron y queriendo pensar que era evidente que si quería entrar a verlo tenía que ser acompañado de alguien que viviera en la casa, levantó la cabeza estrepitosamente, con los ojos brillantes. –Pero seguro que las has cagado pensando que no se había preocupado por ti lo más mínimos... Te conozco demasiado bien… -Que Liam fuera el pacificador entre Leo y Bryce no significara que de vez en cuando a él tampoco le gustara lanzar la puyita.
-¡Eh tío! ¡Liam! ¿Por qué no me lo habías dicho antes? –A Leo pareció mosquearle no haber sido él el que se llevara la gloria de decirlo. Ni siquiera echó cuenta a la reacción de Bryce ante tal noticia.
-¿Y qué más daba? ¡Seguía sin tener noticias de lo que pasaba! –Liam se reía silenciosamente, sabía que eso no calmaría a su amigo.
-¡Pero se avisa! ¡Hubiera sido interesante saber que ella había ido a verlo! ¡De esas cosas tienes que informarme! –Y los dos empezaron una discusión por el simple y mero hecho del placer de discutir, nada importante que pudiera llevar a un enfado.
-¿Me decís la verdad? ¿No lo hacéis por animarme? –Si a Leo y Liam les daba igual que los guardaespaldas se enteraran de la conversación, a Bryce mucho más. Los agarró a los dos fuertemente por el cuello de la camisa que llevaban, atrayéndolo hacia su cara. Cada uno estaba sentado a un lado de Bryce, pero dejaron de estar sentados pronto, tuvieron que levantarse por el tirón de la ropa. Ambos, como si se hubieran puesto de acuerdo mentalmente, asintieron con la cabeza, no se esperaban esa actuación por parte de Bryce.
-Entonces creo que tengo algo que hacer. –Y se levantó, no sin mirar antes de reojo y con mirada asesina al guardaespaldas cotilla que miraba atentamente y con descaro la conversación de los tres. Bryce no sabía que eso le traería problemas, los hombres también cobraban por trasvase de información a la jefa. Pero sobre todo, la mayor víctima sería Valeria.
Liam y Leo se quedaron mirándolo marchar, boquiabiertos. Casi se podía verle disimular pasos de baile mientras andaba. Estaba realmente ilusionado. Como nunca antes.

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Metro. Lunes 12 de diciembre. El 346º día del año. Y el número 15 en mi nefasta semana contradictoria, más poco llevadera que pasajera. Si escribiera un diario, llevaría exactamente 15 días en blanco. Un blanco muy frío y solitario. Tanto, que ni existe porque no tenía diario… Acababa de pensar una estupidez. Mi calidad está decayendo en todo desde que no le encuentro aliciente emocional a mi vida. Me había apoyado en los estudios, y ciertamente esta semana era la semana de exámenes, la definitiva, en la que me jugaría unas notas muy importantes… Pero los estudios no daban calor.
-Reconócelo Valeria. –Dijo el lado emocional de mi cerebro. –Quieres enamorarte. Y que sea correspondido.
-No necesito un hombre en mi vida. –Dijo el lado racional de mi cerebro.
-Necesito un psicólogo que me cure mi doble personalidad. –Respondí yo para callar a ambas partes. –Y sentirme querida también… -No podía ocultar una verdad tan evidente. Realmente estaba muy a gusto con Aaron. Era todo lo que yo buscaba. Era perfecto para mí. Hecho a mi medida. Pero era sólo un muy buen amigo.

Y no sólo eso, la cosa no queda ahí, había empezado una relación con su hermano gemelo, totalmente lo contrario a él, que había durado cuatro días y en los que lo había visto sólo dos. Una para empezar la relación y otra para romperla.

Además, sentía algo… No sabía si por él o por la experiencia. No sabía si me quedaba la atormentante duda de lo que podía ser y no fue, una mala sensación por cómo habían acabado las cosas o un sentimiento de equivocación que me decía que había cometido un error y que me había precipitado. Me aferraba a que cumplí mi palabra cuando dije que sólo le daría una oportunidad. Pero eso no me estaba haciendo feliz, y era consciente d ello. ¿Y por qué sentía que me había equivocado en mi decisión? ¿Por la situación actual o por él? ¿Porque quería sentirme querida o porque quería estar con él? El metro se paró y yo bajé de la estación dejando mis pensamientos en el vagón que se alejaba. Evitaba la respuesta de la pregunta, y lo sabía. Que lo evitaba digo…

1ª hora. Examen. Nada que contar. 2ª hora. Continuación del examen. Nada que contar. 3ª Nada que contar. Descanso. Nada que contar. Final del descanso, me encontraba en la biblioteca estudiando, llevaba ya media hora. Mi concentración era óptima, fiel a su costumbre de no pensar en nada que no quería pensar y centrarse en lo importante. Hasta el segundo después en que pensé eso… Esta era la semana de exámenes, había pasado ya dos preparándome, y lo que entró por la puerta me descolocó todo ese esfuerzo. Podía llevarlo bien si no lo veía, pero no si lo tenía cerca. Y mucho menos si hacía por captar mi atención. Es como la persona que está a dieta y se le presenta una chocolatina bailando y cantando “I’m sexy and you know it”. Aunque tal vez no era el mejor ejemplo. Bryce entró estrepitosamente, no como si estuviese enfadado, sino como si estuviera harto de buscar en todos lados y su última esperanza estuviera en la biblioteca.

La biblioteca tenía paredes de cristal, y estaba en la entreplanta, en el centro, bajo una cúpula también de cristales por donde entraba todo el Sol que la iluminaba por completo. Desde abajo se veía como una gran plataforma flotante rodeada de enredaderas. Yo estaba sentada en el centro, así que si venía buscándome a mí, no pudo verme desde fuera, a través del cristal no se me veía. En el momento en el que abrió las dos puertas, de cierre igual a las de las cocinas de los restaurantes, de par en par, sonó el timbre. Fin del descanso. Fin de mi llevadero día. Lo había visto. Iba acompañado de los tres famosos guardas de los que tanto había escuchado estos días. Su expresión mostraba irritación, hartura de algo. Lo notaba en que apretaba las cejas intentando juntarlas. Creí ver que relajó los músculos faciales al cruzar nuestras miradas. Creí que el corazón se me paraba de la sorpresa. En un acto reflejo, aparté la mirada. La milésima de segundo que estuve mirando en dirección a la puerta para ver quién había entrado así, y lo vi, fue la milésima de segundo más intensa de esas dos semanas. Triste pero cierto. Y nunca mejor dicho, salvada por la campana. O más bien, por la otra entrada que tenía la biblioteca. Salí inmediatamente por allí antes de que se le ocurriera acercarse. O más bien, antes de que se me ocurriera a mí, aunque más impulsivamente que mediante una decisión razonada.

Fue malísima idea haber ido a la biblioteca, ¿por qué no me escondí en el armario de las escobas? Iba a hacer un examen concentrada en esa dichosa milésima de segundo más que en todo el esfuerzo de estas dos semanas de reclusión estudiando. Él siempre tan oportuno. Nunca había ido a la biblioteca, al menos es lo que había visto desde que llegué a esta universidad. Y va y decide entrar cuando yo estoy estudiando para un examen tan importante como este… Estaba enfadada, no sabía si con el inoportuno destino o con las caprichosas casualidades, pero muy enfadada. ¿Ves? Ilusión, enfado, incertidumbre, sentimientos inclasificables… así no había quien hiciera un examen… Pero lo hice, aunque no creo que muy bien. Mi mente encontraba huecos para recordar sus ojos alterados.

A la salida decidí dirigirme al único sitio que por ahora pensaba que estaba a salvo de su presencia. La facultad de Biomedicina. Por el caminito de cuadrados y enredaderas de siempre fui hacia allí para salir por su puerta. Era una cobarde. ¿De qué huía? ¿De él? No… huía de mi reacción al verlo. Así una tarde más en la tienda y una noche más estudiando. Así un día más buscando un refugio nuevo. El escondite del martes fue la sala de música. Lo gracioso en esta universidad, es que cómo sólo van hijos de la clase adinerada, nadie necesita robarse nada, las puerta de todas las aulas están abiertas. Es más, con los clubs que forman los universitarios, sitios como el aula de música están siempre abiertos, incluso en una universidad de Medicina.

Allí pasé a salvo todo el descanso, estudiando, en una concentración plena. La música me relajaba y yo no llamaba la atención pues había unos asientos preparados para público que quisiera escuchar. Por si acaso, me puse en el asiento menos visible desde la puerta de entrada. La flauta, el violín, el piano, el violonchelo, la trompeta… eran los más tocados. Ciertamente había cabinas insonorizadas para practicar en sumo silencio, aquí por supuesto siempre todo a lo grande, pero también había una parte para las bandas y orquestas… y ahí era donde estaba yo. Era menos descarado estar en un sitio habilitado a una banda, que puede tener más seguidores, que a una sola persona que no conocía de nada.
Al menos, puedo decir que los exámenes me salieron redondos. Me sentí muy orgullosa de mí misma. Aunque sólo en ese aspecto, tristemente. Había pasado dos días en esa aula y los cuatro exámenes que hice en ese tiempo fueron genial. Ojalá apareciera la primera en la lista de las notas.

-¿Por qué te escondes? –Iba yo saliendo a la calle por la facultad de Biomedicina, pensando en mis cosas cuando la voz de Bryce me sobresaltó. Me quedé parada sin respiración. Me había descubierto. Empecé a sentir frío. Estaba a mi espalda, lo sabía por la dirección de la voz y porque sin girar la mirada, no entraba en mi campo de visión, hasta justo ese momento en que lo pensé. No me atrevía a mirarlo, pero lo hice. Ciertamente era la voz de Bryce, pero físicamente era Aaron. Respiré y expulsé de golpe todo el aire contenido en mis pulmones. -¿Por qué piensas que me escondo? –Por favor que no me delatara la sonrisa nerviosa. Sus ojos eran más intensos de lo habitual.
-No lo pienso, era una forma de decirte que lo parece. Hace mucho que no te veo. Ya no vienes en los descansos a esta facultad, ni vas al estanque, ni al comedor, ni estás en la biblioteca… -¿Creía descubrir tristeza en su cara? ¿Por no verme? Jajaja. Me parece a mí que sólo lo creía. Entre amigos no nos ponemos así por no vernos 6 días en época de exámenes… Se me quedó mirando esperando una respuesta, una respuesta que no obtuvo… -¿Por qué sales ahora por aquí? -¿Qué le decía? ¿Que para ver a Alan? No iba a colar… Y no me gustaba mentir… tenía que buscar algo que fuera verdad pero que no me delatara… -Porque a ver a Alan no… la boca del metro para ir a tu trabajo te pilla más lejos si tiras por aquí… -Qué inteligente él… demasiado. ¡Ah! ¡Ya lo tenía! Fuego contra fuego.
-Tú tampoco respondiste mis preguntas la otra vez que te pregunté por qué sabías que venía a esta facultad en los descansos… -Como me respondiera sí que me quedaría totalmente en blanco… Esperaba no haber puesto cara de desesperada buscando soluciones.
-Cierto… ¿Intentas hacerte la interesante? –Dijo después de unos segundos cavilando. Creo que había desistido en su interés. ¿Tan secreta era su respuesta?
-¿Intentabas tú entonces hacerte el interesante? –Dije con una sonrisa doblada y mirada triunfante.
-Yo he preguntado primero. –Dijo sin más. Sin darle ningún juego a la conversación.
-Y yo después. –Dije también sin más. Y pensé en Bryce… Esta conversación con él habría sido tan distinta… Empezó a andar, y yo a seguirlo al lado. Giró hacia la parada de metro, bastante lejana, la verdad. Cómo me había pillado… -¿Por qué me has venido a buscar? –¡Oh! Caí en la cuenta cuando pregunté… a lo mejor no venía a preguntarme, tal vez estudiaba Biomedicina… Cada facultad tiene su propio comedor, pero tal vez se reunían en el de Medicina porque alguno del grupo estudiaba allí… Ahora que también caía… no sabía nada de ellos, del G4 digo. Ni si tenían hermanos, hermanas, qué aficiones tenían, tipo de música que les gusta, sitios donde han estado, alguna anécdota… qué carrera estudiaban…
-Quería preguntarte por cómo te estaban yendo los exámenes. –Dijo sacándome de mis pensamientos. Lo miré sorprendida. ¿Convencionalismo social o simplemente lo quería? Aaron es muy simpático, pero todavía me cuesta adaptarme a verlo intentando relacionarse. Me paré de repente y lo miré fijamente.
-¿En serio? –Intenté contener mis ojos para que no se abrieran mucho…
-Sí. Entre otras cosas. –Dijo extrañado por mi sorpresa. -¿Por qué pones cara de no esperártelo? –Volvió a decir sin la menor expresión.
-No por nada… -Cambié mi expresión y respondí su primera pregunta. –Pues me han ido bastante bien. Creo que no bajaré en ninguno del nueve. Espero mantener la media de España. Al menos para que no me retiren la beca. Dicen que la controlan mucho. –Dije sonriendo.
-Eso está muy bien. Yo no me puedo quejar con los míos. –Y no dijo nada más. ¿Eso era que le habían salido bien o regular? Con la marcha remprendida hacia la boca del metro, le pregunté otra cosa.
-Bueno, a todo esto, ¿y qué es lo que tú estudias? - Ahora tenía curiosidad por saber más sobre él y los demás.
-Física Cuántica. Por la mañana. –Iba mirando el celeste. Los cuadros de su camisa de cuadros desaparecían en una zona por el reflejo del sol… Un momento, ¿dijo por la mañana? ¿es que estudia otras cosas por la tarde?
-Vaya, eso tiene pinta de ser muy… difícil. –Dije sin más.
-Es abstracto. -La conversación de hoy estaba muerta entre los dos. ¿Por qué estaba así? Se le veía desganado, pero no físicamente, sino en el ánimo.
-Ajam… -Tenía que sacar algún tema, y ya lo tenía. -Sé muy poco sobre vosotros… ¿Por qué no me cuentas algo del G4? –Inicié la frase con el tono más alto de lo normal, para darle emoción.
-¿Algo como qué? –Se giró para mirarme. La primera vez en mucho tiempo desde que salimos andando… Tenía cara de totalmente perdido y totalmente ido. No sé cuál de las expresiones se notaba más… iban las dos muy igualadas.
-No sé… qué hacéis en vuestro tiempo libre, qué estudiáis, qué sitios habéis visitado, hermanos o hermanas… ¿sabes por dónde voy? –Me estaba sintiendo muy tonta en ese momento. Y él seguía muy pensativo… Ojalá pudiera leer la mente… tendría tan pocos problemas…
-En mi tiempo libre duermo, a no ser que tenga algún otro plan, que normalmente proponen los demás. Estudio, a parte de Física Cuántica, Administración y Dirección de Empresas por la tarde, para cuando algún día herede la compañía junto con Bryce… Era algo impuesto por nuestros padres, nos dijeron que siempre que estudiáramos eso, podías hacer cuántas otras carreras quisiéramos después. -¿Y cuándo decía que dormía? Jajaja ¿Este chico es un fuera de serie o qué? -He estado en muchos sitios, pero creo que te puede interesar saber que estuve estudiando en España dos años. –Oh, pues sí que me interesaba eso… Cuánto me gustaría haber estado con él en su mismo centro…-Tengo una hermana, como ya sabes, que se llama Rose, pero está casada y ahora vive en California con su marido.  Leo y Liam están apuntados a un club de deportes variados, no están especializados en ninguno pero son buenos en todos. Han ganado ya varias copas en todos, tenis, balonmano, fútbol, baloncesto, waterpolo, rugbi, paintball… Eso cuando no están con alguna chica. -Hablaba sin ganas, pero yo lo escuchaba con todas las que a él le faltaban. Era todo muy interesante. –Leo estudia Robótica y Liam Aeroespacial. Ellos han estado en muchos sitios pero creo que no en España. Leo es el menor de tres hermanos. Y Liam tiene dos hermanas más pequeñas que él, de doce y catorce años. –Esperé unos segundos más a ver si empezaba a hablar de Bryce, pero no lo hizo. ¿Le preguntaba o no? Sí, no hacerlo conllevaría sospechas, debía decirlo como si tal cosa, como si fuese lo más normal del mundo. –Bryce hace unos años solía tocar el piano. Lo dejó cuando Rose se casó y se fue. Ahora por las tardes se va con la moto o el coche por ahí. Nunca ha dicho donde y yo no le he preguntado. Él estudia Medicina, aunque le gustaría especializarse después en Odontología. Podría haberse metido en esa carrera desde primer momento, pero él siempre ha aspirado muy alto. –Eso me llegó al alma. Me alegraba saber eso, sobre todo de Bryce… Desde que sabía que no lo tenía, me interesaba por él como nunca antes pude imaginar. No me lo imaginaba tocando el piano… Pagaría por verlo… Y no pude evitar pensar cómo sería que me dedicara una canción en un concierto sólo para mí… ¿Por qué pienso eso cuando fue yo la que lo deje? Aunque ahora sentía curiosidad por saber adónde iba con la moto o el coche…
-Gracias. Tenía mucho interés en saber más de vosotros. –Y lo miré sonriente.
-Lo bonito es ir averiguando cosas sobre las personas pasando tiempo con ellas, no preguntándoles, ni a ellas ni a otros. –:O Esa frase me había llegado. Tenía mucha razón, y realmente estaba de acuerdo en todo lo que había dicho. Aaron sigue sorprendiéndome después de tanto tiempo. Es su magia especial. -Me he ganado una respuesta a mis preguntas sin responder, ¿no? –Oh… No había contado con eso… ahora para que preguntara por qué salía por la facultad de Biomedicina. Miré a lo lejos, estábamos muy cerca de la boca del metro, pronto nos separaríamos.
-¿Por qué pusiste esa cara de excesiva sorpresa cuando te dije que quería saber cómo te habían ido los exámenes? –Vaya, había escogido bien. Al menos a mí me convenía.
-A ver como te lo digo… -Cogí aire, pensé dos segundos y empecé a hablar. La parada se iba acercando. -Espero no ofenderte, pero me resulta extraño verte a ti iniciando algún tipo de contacto humano. Me he fijado, e incluso cuando estás con Liam, Leo o Bryce, siempre te quedas callado mirando. No dices nada si no te preguntan. Normalmente. –Me estaba empezando a arrepentir por decir eso. ¿Y si se daba cuenta de todo lo que me fijaba en él? 
-Bueno… Con Ashley no soy así… -Claro. Con Ashley. Qué cosas tenía… Me paré sin darme cuenta, desilusionada, y bajé la mirada. El suelo no es que fuera mucho más interesante, aparte de por… no, ni siquiera por eso. -Y contigo tampoco. –Dejé de mirar el suelo para mirarlo a él. Mucho mejor las vistas. El corazón me dio un vuelco. Tenía razón en eso, siempre había venido a buscarme muchas veces… Más que yo a él. Me había estado fijando en cómo era con los demás y no conmigo… 

Empecé a sentir un gran estremecimiento en mi estómago, que se expandía en todas direcciones. Acababa de darme cuenta de algo que podría haber cambiado las cosas por completo… Con Bryce hacía lo mismo, me fijaba más en cómo era con los demás que conmigo… Es cierto que es un egoísta que sólo piensa él, que quiere ejercer su autoridad todo el tiempo sin importarle lo que los demás quieran. Sí, no iba a negarlo, un agresivo descontrolado... Aunque no era su violencia lo que me hizo dejarlo. Pero conmigo, aunque sólo a veces, cambiaba. Y entonces se vuelve la persona más perfecta del mundo. El chico que debe ser protegido de sí mismo. El día del ascensor lo dejé con él porque siempre, lo único que he tenido en cuenta, ha sido su parte mala. La pregunta no era si fue un error dejarlo, la pregunta ahora era si hubiese podía vivir nuestra relación sólo de su lado bueno. Seguía enfrentada a la misma realidad, sólo que con un nuevo punto de vista. Esta noche pensaría el tema.

-¡Aaron! ¡Hoy me has servido de mucha ayuda! –Dijo al pie de las escaleras de la boca de metro. –Me alegro de verte después de tanto tiempo. ¡Dile a Leo y Liam que cuando acabe los exámenes nos vemos en los descansos! ¡Que no me echen demasiado de menos e intenten sobrevivir sin mí! –Dije de broma. Lo primero iba totalmente en serio, iba a volver a pasar los descansos con ellos. No aguantaba más sin sus tonterías. Aunque no tuviera valor para dirigirle la mirada a Bryce o siquiera mantenerle la mirada o la presencia. En algún momento de mi vida debería volver a hacerlo, y no pensaba retrasarlo más. -¡Nos vemos! –Y sin darle tiempo a responder, porque llegaba ya tarde al trabajo, me di la vuelta para seguir caminando…sobre plano… Había olvidado las escaleras… Y en plancha, como si fuese una tabla de surf, fui clavándome los bordes de cada uno de los escalones en el tronco mientras bajaba.
-¡Valeria! –Se escuchó gritar a Aaron. Cuando llegué al suelo plano y alcé la mirada, él ya estaba allí. Había bajado corriendo los escalones de tres en tres con sus largas pero seguras piernas. -¿Estás bien? –Dijo ofreciéndome una mano y una expresión de preocupación muy graciosa.
-¡Mejor que nunca! –Dije tomándosela y haciendo fuerza para levantarme del suelo. Me sacudí la ropa rápidamente.
-Veo que todavía sigo sirviendo de ayuda. Y que nos hemos visto muy pronto-¡Oh! Lo dijo por lo que dije antes. ¡Qué mono haciendo esa alusión! ¡Su expresión de relajación al ver que estaba bien lo hacía aún más mono!
-Jajaja. Tú siempre. –Le sonreí a modo de agradecimiento y despedida. -¡Y nos vemos! ¡Pero espero que no tan instantáneamente! ¡No quiero caerme en las vías del tren! –Y me giré para seguir andando. Seguía llegando tarde. Eso no había cambiado.
-¡Jajaja! ¡Intenta mantenerte con vida! –Y sentí anhelo escuchar como el agradable sonido de su risa iba haciéndose más leve a medida que me alejaba.

Suerte que llevaba leotardos por el frío de diciembre y no me había visto las bragas… Me sentí aliviada. Menuda vergüenza que las hubiera visto… ¿O me alegraba porque así el estampado de éstas seguiría siendo un secreto entre Bryce y yo? Y una vez más, mi mente encontró una excusa para acordarse de él. ¿Qué hubiera hecho en esta situación? ¿Me habría dicho en broma con su voz de superioridad algo parecido a <te gusta morder el polvo>? ¿Se habría reído de mí? ¿Se habría preocupado? ¿Habría bajado corriendo para ver cómo estaba? No podía callar a mis pensamientos… De pie en el vagón de metro, como no podía ser de otra manera, la gente era ignorante de la batalla campal que se estaba librando dentro de mí. Toda la gente menos Karem.

-¡A ver! ¡No puedo más! ¡O te lo digo o reviento! ¡Y hoy estoy muy impaciente por todo! –Empezó agarrándome la cara con las dos manos desde el otro lado del mostrador en el que yo estaba apoyada con los codos sosteniéndome la cabeza por la barbilla. Como estaba metida en mi mundo, típico en mí, me llevó unos segundos saber de qué estaba hablando. –Llevo semanas… ¡semanas! –Repitió dándole énfasis. -Viéndote ausente. Te pregunté, y me dijiste que era por los exámenes, que estás muy angustiada por sacar buena nota y tal. ¡Pero es que esto ya es demasiado! –La miraba con los ojos descolocados. ¿El qué era demasiado? Estaba un poco perdida… -Ni idea de lo que te estoy hablando… ¿no? –Y giré la cabeza de izquierda a derecha como podía, seguía rodeándome las mejillas con las manos para que le prestara toda la atención. –Ains… -Suspiró. Y dejó de agarrarme. Se alejó y siguió recogiendo ropa. Me fijé en que la tienda estaba vacía. Miré el reloj inconscientemente, era la hora de cerrar. ¿Ya? Qué rápido se me había pasado el tiempo…
-¿El qué es demasiado? –Pregunté totalmente desorientada del tema. Al menos mi mente respondía a mis movimientos. Me dirigí a la puerta para ir cerrando el comercio.
-Te he preguntado TRES veces por a qué hora quedamos mañana para comprarle a Ashley la tarta de queso. Le pregunté cuál era su pastel favorito y me dijo que eso. Es un detalle por invitarnos a la fiesta de pijamas en su casa. Te lo dije hace cuatro, tres, dos y un día. ¿O se te ha olvidado? ¡Me estoy poniendo nerviosa! -¿Por qué estaba así? Sólo era una fiesta de pijamas y un detalle sin importancia…
-Lo siento… Se me había olvidado. ¿Quedamos a las 12 de la mañana? –Dije bajando la persiana de metal de la puerta de entrada. Cuando ya lo había hecho, me giré a mirar a Karem, no había respondido nada. Estaba con una blusa morada en las manos, echando el peso del cuerpo en la pierna derecha mientras movía el pie izquierdo. ¿Qué había hecho ahora? ¿Acaso me había ya que a esa hora no podía y no me había enterado… otra vez?
-Valeria, ya no me creo que todo esto sea por los exámenes. –Se iba acercando lentamente a mí. Con cuidado, como quien no quiere asustar a un león. Tú media está muy por encima de la media. Vas sobrada. Tú estás ausente por otros motivos. –Y puso una expresión tan triste… No quería verla preocupada por mí.
-Ayúdame… no sé qué hacer con mi vida… -Y apoyé mi frente en su hombro.

La tienda estaba cerrada, pero allí estábamos nosotras dos solas, sin dueño que pudiera llamarnos la atención. Aproveché para contarle todo. Mi carga era demasiado para llevarla yo sola. Le expliqué que Bryce y yo empezamos a salir el día de Acción de Gracias, que no lo había visto hasta el domingo después de haber estado haciendo lo imposible por verlo, y que fue el día que lo dejamos. Le conté lo el por qué Aaron me había abrazado públicamente en el patio,  me había quedado a dormir en casa de Alan, el desconocido que me tenía que dar el móvil se me echó encima en mitad de la calle y que todo lo había visto Bryce. Quería que supiera todo detalladamente, y de forma objetiva, que supiera los motivos que había tenido Bryce para destrozarlo todo.
-Pero es comprensible… Sé que le diste una oportunidad, pero es normal que se haya puesto así al verte con tres chicos pensando que no te habías preocupado en verlo… -Ahí las dos estábamos de acuerdo. Su expresión mostraba preocupación por mi situación, pero tranquilidad por saber que no era algún tema grave de salud o familia.
-Sí… Pero no debió haberme espiado… ¿Cómo si no iba a saber todo eso? Vi su coche siguiéndome y todo y no se dignó a bajarse… ¿Si tan deseando estaba por verme por qué no se bajó? ¿Por qué se quedó mirando a ver si hacía algo con ese chico que no debiera? ¿Por qué no me envió ni un mísero mensaje ni me hizo ni una sola llamada todo este tiempo? Mi móvil estaba vacío… -Y agaché la cabeza.. 

No me dolía su agresividad, la oportunidad no la rompió con su violencia, la rompió con sus actos que no me demostraban todo lo que había dicho que sentía. Creía que me había mentido, que el que yo aceptara salir con él era un trofeo. Ganarse a la chica que lo había desafiado y a la que se había enfrentado. Que todo lo de ese día fue un berrinche por haberse dañado su orgullo al haberlo dejado yo a él en vez de él a mí. No había tenido una muestra de amor en todo ese tiempo… Tanto que dijo que estaba perdido e inevitablemente enamorado de mí… No lo había demostrado… ¡Oh! Yo estaba dolida porque lo hubiéramos dejado, porque pensara que le había hecho daño… yo estaba dolida porque en el fondo no me quería, porque todo había sido una mentira y no estaba enamorado de mí… No me había estado escondiendo de él porque no supiera como actuar al verlo… me estaba escondiendo de él porque así tenía una excusa a la que aferrarme cuando pensara que no venía a buscarme para solucionar las cosas… Darse de bruces con la realidad era muy duro. Me había estado ocultando esta realidad estas tres semanas, pensando en otras cosas cada vez que vislumbraba un hilo de pensamientos que desembocara aquí…

-Valeria… ¿no te has parado a pensar que el tipo ese con acento extraño ha borrado todos los mensajes y llamadas? –En mi rotunda desilusión, vi una luz al final del camino. Pero recordé cuando me metió en el ascensor a la fuerza ignorando todas mis súplicas. Ejerciendo su voluntad sobre todas las cosas, sin importarle una mierda lo que pensaran los demás… Era así todo el tiempo, y yo no lo aguantaba. Dejé de ver la luz al final del túnel. Mi momento de feliz fue tan efímero… -Sí, pero eso no quita que estuviera espiándome… -Mucho encarcelamiento en su casa, sin poder salir, pero para espiarme todo el tiempo del mundo…
-A ver, a ver, ¿no me has contado que no podía salir de su casa? ¿Qué su madre lo tenía encerrado y rodeado de guardias por lo de la paliza al mendigo? –Karem era muy determinada, si se proponía algo, lo conseguía. Y ahora se había propuesto devolverme la ilusión.
-Sí. –Debería haberme dado cuenta de lo que ella quería que viera al decir eso. Pero no veía las cosas con claridad.
-¿Y no me has dicho también que te has encontrado a ese chico en demasiadas coincidencias? –Veía brillo en sus ojos. Descubrí que sabía algo que a mí se me escapaba.
-Sí. –Estaba deseando que continuara.
-Pues bien. Si Bryce no podía salir de casa, no podía espiarte. Debió haberse enterado de todas tus andadas porque alguien lo ha tenido que estar informando. Como ya te contó Aaron, ese día se había escapado haciéndose pasar por él, los otros días no puede haber salido de su casa, los guardias lo habrían pillado usando el truco ese más de una vez. –Se paró para ver si decía algo. Le hice un gesto con la cara para que continuara. –Es poco probable, pero tal vez el chico ese te ha estado siguiendo a ti e informando a Bryce de todo.
-Karem… eso no arregla nada… Qué más si me espía él en persona como si manda a alguien para que lo haga…
-No me estás entendiendo… ¿Cómo iba a ser el espía el mismo chico que te abrazó delante de Bryce? Él mismo te echó eso en cara en el restaurante. Si hubiera sido un detective contratado con él, no pensaría quedas con chicos a sus espaldas. –Cierto… muy cierto… -Estoy diciendo que tal vez ese chico ha estado llamando por teléfono a Bryce, diciéndole mentiras, incluso mandándole fotos tuyas con Aaron y Alan para que él se lo crea. ¿No es mucha coincidencia que se te pierda el móvil el mismo día que empezáis la relación tú y él y te lo devuelva el día que la termináis? – ¿Pero por qué Bryce dijo que Aaron había pasado la noche en mi casa? Cuando lo dijo no le di mucha importancia, estaba alucinando por muchas otras cosas, pero ahora que me lo planteaba de nuevo, era extraño. ¿Aunque de dónde sacaba eso? Si Karem tenía razón, el tipo ese no podía haberle enseñado nada a Bryce porque Aaron no se había quedado a dormir en mi casa… Un momento, sí que lo había hecho… Pasó cuando estaba con gripe, incluso vimos una peli, la de “27 vestidos”… ¿Pero cómo el tipo ese iba a tener una foto mía de Aaron en mi casa de noche o despidiéndome de él en el portal? Hacía como dos meses de eso…
-Pero Karem, Bryce dijo que Aaron había pasado una noche en mi casa. De eso hace dos meses… Ese tipo no puede haberle mostrado ninguna prueba. Todo esto que te cuento pasó hace tres semanas.
-¿Y? Puede haber estado planeado desde entonces. Esperando el momento perfecto para soltar la bomba donde más daño hiciese. -Esto que me estaba contando Karem tenía mucha lógica, pero era muy increíble. ¿Por qué ese tipo iría a hacer eso? No me conocía de nada como para estar planeando destruir una relación que por aquel entonces era impensable.
-Continúa por favor. –Estaba ansiosa por saber más.
-Sé que todo esto que te digo es muy de guion de película. Y que es más probable que Bryce hubiese contratado a alguien para que te siguiera antes que un chico que no conoces absolutamente de nada lleve maquinando un plan para destruir tu relación con Bryce cuando ni siquiera estabais juntos. Pero todo encaja como piezas de puzzle. –No podía decir nada, estaba intentando asimilar como cierto lo que estaba diciendo. –Bryce nunca ha tenido novia. Habría salido en la portada de todas las revistas del corazón del país. Incluso cualquier acercamiento más de lo normal con alguna chica. Lo sé porque pasa continuamente con Liam y Leo. –Hizo una pausa, estaba analizando mis expresiones. –Yo creo que Bryce sí fue sincero cuando te dijo que estaba locamente enamorado de ti. No lo conozco, pero por ese hecho de que nunca se le ha visto interesando por ninguna chica, intuyo que sí. ¿Por qué iba a mentirte? ¿Qué gana con eso? Si no tienes ni un mensaje ni llamada de él en tu móvil, es porque el otro lo ha borrado. Eso es un hecho. No es posible que te contratara un detective para vigilarte sin haberse preocupado antes en enterarse por sí mismo de cómo estás. Porque en ese caso, hubiera estado buscando cosas en tu contra, motivos para romper. Y eso no puede ser puesto que te quiere. Que es otro hecho. -Estaba diciéndome de palabra lo que mi mente había estado negándose mucho tiempo. -¿Y por qué el otro querría eliminarte sus mensajes y llamadas? ¿Para no dejar huella de que estaban abiertos y ha cotilleado? Si no pensara verte más después de dártelo eso le debería importar bien poco. Ese tío tenía un plan. –Recordé los ojos del chico. Decían todo lo contrario de lo que hacía. Mentía, y eso lo sabía muy bien, pero nunca habría imaginado esta situación… Porque lo estaba escuchando de los propios labios de Karem, que si hubiera sacado toda esa deducción yo, habría pensado que estaba muy desesperada buscando motivos para no caer. -Cuando se ha eliminado lo imposible, lo que queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad. –Dijo como coletilla final.
-¿Entonces me quiere? –Dije mirando al infinito, absorta en un universo paralelo.
-¿Es eso con lo único que te has quedado de todo lo que he dicho? –Y se golpeó la frente con la palma de la mano.  Suspirando. Se calló para escuchar una respuesta por mi parte. Pero no la obtuvo. El punto del infinito que estaba mirando me tenía realmente absorbida. –Creo que sí. –Y la abracé emocionada tras unos segundos reprogramando mi mente para volver a la “normalidad”.
-¡Cuánto te quiero! ¿Cómo no me has pedido antes que te contara lo que me pasaba? –Dije mientras la estrujaba contra mi cuerpo.
-¡Porque quería que me lo dijeras tú! ¡Que saliera de ti! ¡No quería ponerte en el compromiso de contártelo si no te apetecía por algún motivo! Hoy ya es que no podía aguantar más. –Dijo mientras me apretaba también contra sí. Fuertemente agarrada por sus brazos rodeando mi espalda. Era el calor de la amistad.
-¡Y en el estado en el que estaba se me iba a ocurrir eso? Si ni siquiera era consciente de lo que pasaba a mi alrededor… -Y las dos nos echamos a reír. –Por cierto. Te has hecho la guay con la coletilla de antes. Pero tiene toda la pinta de ser de algún libro. ¡Confiesa que te he pillado! –Ahora que tenía esta nueva visión, había vuelto a ser yo para dejar de ser la chica ausente.
-¡Cómo te he echado de menos! ¡Dios! ¡Debí haberte asaltado mucho antes! –Ciertamente, porque en estas tres semanas, nuestra relación se había vuelto meramente laboral. Soy gilipollas. Cómo me he perdido cada día al lado de Karem por mi cobardía personal…
-Es de Sherlock Holmes. –Y me guiñó un ojo de una manera tan adorable, que no pude evitar darle otro achuchón.
-Pues te viene genial. –Y cerré los ojos durante ese momento.
-Elemental, mi querida Valeria -La magia de Karem. Sólo ella es capaz de encontrarme cuando ni yo misma soy capaz. 

viernes, 13 de abril de 2012

Reflexiones


Continuamente nos empeñamos en dejar nuestra huella. Una marca que, aunque no dure para siempre, por lo menos deje durante mucho tiempo, constancia de nuestro fugaz paso en el lugar donde una vez estuvimos. Sin embargo, nos preocupamos más en dejar nuestro perpetuo rastro en lugar de un maravilloso recuerdo que merezca la pena conservar. Con el paso del tiempo, los grandes hechos y acontecimientos sobreviven en la historia, para todos, se quiera o no. Con el paso del tiempo, son sólo a las grandes personas la que hacen que a la humanidad le preocupe, no  hacerlas sobrevivir, sino mantenerlas vivas en el sempiterno recuerdo. La cuestión no es perdurar, la cuestión son los motivos que te hacen merecedor de la inmortalidad.



La inmensidad del océano era evidente, mi constancia de ello, también. Estaba oscureciendo y pronto dejaría de ver el Sol, que en su fénix, brillaba sobre las máquinas construidas por el hombre. Sentí anhelo ante la agonizante imagen. No había un motivo, no había un porqué, ni siquiera una razón... Había un sentimiento. El Sol no sólo dejaba en penumbra el cielo, con cada rayo de menos que llegaba a mí, mi felicidad también se apagaba un poco más. Mañana volvería a ver a la inmensa bola roja, pero no sobre el inmenso mar. 


En las silenciosas calles de una sinuosa ciudad, unas luces susurraban  sigilosas sinfonías luminosas.  Árboles arqueados sobre un cielo ardiente, intentaban articular palabras armadas de armonía. Ligeros centellos de no muy cegadores parpadeos se cernían sobre la cementada imagen de un ceniciento atardecer, antes cenit. Mañana, las manchas que manaban del manto de masa arbolar, no amanecerían maquillando las calles de un manso punto sobre el marcado mapa. 

Como buques blindados de guerra, las plataformas se concentran en el territorio invadido posiblemente no necesario de las aguas. Las aguas estaban mansas, tal vez las había calmado alguna música especial, tal vez era el sonido de las olas chocando contra las armaduras de las naves. Todo tipo de organismos marinos proliferaban bajo la superficie acuosa, aferrados a las anchas y robustas cuerdas de las islas de maderas, que cuelgan hasta el fondo del mar. El método de capturas en las que las presas se unen voluntariamente a la trampa. La pesca que no pescaba, recogía a sus afiliados. Métodos que muestran las entrañas de sus creadores. Lo aparentemente bueno no es siempre lo bueno. 

Estar en medio de una multitud abarrotada de gente pero sentirte la persona más sola del mundo. Un vacío en el pecho que te recuerda continuamente que ahí había algo que ya no tienes. Inconscientemente, tu mente busca excusas para recordarte aquello que te entristece. Los hilos de pensamiento que sigues desembocan siempre en el desolador sentimiento. ¿Que la mente es sabia? La mía debió haber suspendido en la escuela. Si no, no se auto atormentaría continuamente con aquello que le causa dolor. ¿Por qué los pensamientos que más queremos evitar son los que más nos persiguen? Como ondas sísmicas, sacuden bruscamente nuestra estabilidad emocional. Será que a base de machacarnos, nos obliga a buscar una solución. O lo arreglas, o te amargo la existencia. Pero el mío todavía no se ha enterado de que la solución no depende de mí. Nietzshe se preguntaba si había alguien que escuchara su alma. Yo me pregunto mil porqués mientras me siento sola en medio de una multitud abarrotada. 
La pregunta de "¿qué te llevarías a una isla desierta?" es una pregunta muy fácil de responder. Lo típico es responder que te llevarías objetos para sobrevivir o aquellos que te encantan y no quisieras deshacerte de ellos. La respuesta a mi pregunta es un poco más difícil... Si le preguntaran a alguna de las personas con las que tengo una estrecha relación, qué amigo se llevarían a una isla desierta. Nunca pensaré en mí. Muchas veces he llegado a creer que sí... ILUSIONES, después me decepcionaba, y mucho. Me he dado cuenta de que no son los actos los que condicionan primordialmente como te estiman los demás, es cuan en gracia les caes. Y eso depende de algo que no se puede explicar, ni siquiera para el que lo siente. Es como un sentimiento que te invade por dentro y no puedes controlar. Uno mismo sabe que es irracional, pero es imposible cambiarlo. Puedes preferir mil veces a un amor platónico con el que tu relación se reduce ÚNICAMENTE en la adoración desde lo oculto, más que a la persona que se sacrifica por ti continuamente. Alguien respondió que me llevaría a mi a la isla desierta. Ese mismo alguien que después añadió como coletilla que conmigo sobreviviría mejor. 
 Los buenos momentos son los mejores. Cuanto más te involucras con alguien, más escalones subes en la escalera de la caída hacia lo más bajo o a la escalera de la llegada hacia lo más alto. Tristemente, yo llevo ya varias cicatrices imborrables de tantos golpes contra el suelo frío, duro y tan poco acogedor. ¿Pero por qué seguimos subiendo escalones? ¿Algún defecto genético en el ser humano que hace que repitamos nuestros mismos actos aún sabiendo que vamos a pasar por el mismo camino por el que ya nos caímos varias veces con la misma piedra? ¿Somos gilipollas? ¿Tenemos esperanzas utópicas? Somos seres sociales. Necesitamos de las relaciones para vivir. Por eso seguimos subiendo escalones. Por eso seguimos ascendiendo en la escalera que a parte de elevarnos a lo más alto nos aumenta la caída al suelo. Hasta que algún día, no haya suelo. Un día habrá un profundo y tenebroso mar que te enguya hacia los más hondo y del cuál no podrás salir. Pero por ahora, continuo con el camino... Un escalón, dos escalones, tres escalones....

jueves, 5 de abril de 2012

Capítulo 50: Oso blanco

Capítulo 50: Oso blanco

Esa noche me sentí muy sola en la cama, más que ninguna otra vez antes. Al día siguiente, lunes 28 de noviembre, había clases y escasez de ganas de ir a ellas. Pero debía ir, era mi obligación con el Estado español, que me estaba pagando la beca de estudios. Aunque lo decía para tener argumentos a favor de ir, porque en verdad eso no me condicionaba… que malota soy jijijiji. Bromas sin gracia a parte. Me vestí, desayuné y me fui. Rápido, porque cada segundo que pasaba en mi casa me convencía más de que lo mejor era quedarme en ella.

Muy decidida pero sólo aferrada a ese estado de ánimo por un fino y delgado hilo, caminaba pisando fuerte por la calle. Poner todo mi oficio y trabajo en hacerme ver que todo estaba bien me mantenía bastante entretenida, para qué mentir… Aunque tal vez estaba exagerando un poco, parecía un militar desfilando con las zancadas largas, decididas, fuertes y la cara seria. Pero como la gente no me miraba… no se fijaba en mi… no repara en mi persona… soy invisible e incorpórea para ellos… y además no tenían nada que ver conmigo y tampoco iba a volver a verlos…. Me daba igual, yo seguía pisando fuerte, haciendo notar que yo estaba allí. Aunque mis ánimos sinceros, naturales y espontáneos no.

Llegué a la Uni, mi postura ser mantuvo firme, aunque flaqueara en ciertos momentos al acordarme de que podía encontrarme con él. En Inmunología me senté muy decidida junto a Shelby, que como de costumbre, muy pronto comenzó a hablarme de su fin de semana. Cada lunes la misma historia. A ver con qué me sorprendía hoy.
-Conocí a un extranjero monísimo en Wall Street. Era francés, rubio y con los ojos azules. –Esto era nuevo. Vale, no me gustan los franceses ni los rubios con los ojos azules, excepto Leo, pero porque él era algo fuera de serie. -Yo pasaba por allí de vuelta de las compras, y se acercó a mí para preguntarme dónde estaba no sé qué sitio. -¿No sabía por qué le preguntaba? Me la imagino toda emocionada ella viendo que se le acercaba y enclaustrándose en su burbuja ignorando todo lo exterior. Vaya, justo lo que me pasa a mí todo el rato. –Pero no importaba, tomé la oportunidad para ligar con él y me lo llevé por todos los alrededores de guía turística. ¡Muy caballerosamente se ofreció a llevarme las bolsas de la compra! –Guau, todo un caballero sí. Iba a exteriorizarlo en voz alta, pero no me dejaba hablar. –¡Dijo que le gustaba mucho, que era guapísima, y que quería volver a quedar conmigo antes de irse! Me ha dado su número y lo voy a llamar hoy al salir de clases. Ayer no pudo quedarse más tiempo porque iba a perderse un tour que tenía contratado para hacer en helicóptero. –Acabó con su historia desilusionadamente.
-Pues yo tuve una comida de rencuentro con antiguos compañeros del cole… -Pero ya no me escuchaba.
-La señorita del pelo naranja. Guarde silencio por favor. –El profesor me llamó la atención a mí… ¿Y qué era eso de “señorita del pelo naranja”? ¡Tengo un nombre! ¡Que somos treinta en la clase! ¡No es como para no recordarlo! Aunque tal vez no es un profesor preocupado en acordarse de los nombres de sus alumnos…
-Señorita Dawson, ¿podría decirme por qué ese tipo de bacterias…-Y ahí desconecté. Anda y que le dieran por el cu…aderno. Aquí todo el mundo recibía respeto menos yo. Pero yo no iba a hundirme. No. Y si Shelby volvía a ser la protagonista y una vez más me ignoraba cuando iba yo a hablar, daba igual, por lo menos hoy volvía a ser la misma, me dejó preocupada el viernes cuando la vi tan mal.

Las prácticas de por la mañana se me pasaron volando, para una vez que me parecen súper interesantísimas… Cuando me di cuenta ya era la hora de comer. Por mi, hubiera seguido con el cadáver liada. Me lavé  las manos y salí fuera dirección hacia el campus de Biomedicina para buscar a Alan. Agradecí que en la Uni el campus fuera único, así todas las universidades están en el mismo recinto. La verdad es que el camino entre ellas era muy bonito. Arcos cuadrados, blancos, a modo de piezas de lego pero sin separación entre pieza y pieza, rodeados de enredaderas con multitud de flores con colores vivos y alegres. Daba gusto pasear entre universidad y universidad. El suelo era de cemento con chinos, a los lados había bancos de piedra con un respaldo en el que la parte de arriba es un macetero con flores que contrastaban con las del techo. A cada lado había pequeños jardines con fuentes y césped, bien delimitados por fragmentos de piedra blanca. Al parecer, esta parte no estaba reservada por el G4, había estudiantes con litronas y cachimbas. Como en España, sonreí al pensarlo.

-¿Por qué pasas de mí Valeria? -¿Valeria? ¿Pasar de quién? Me giré a mirar a un lado y a otro. No había nadie, sólo flores, maceteros y rayos de sol. ¿Me lo habría imaginado? Seguí andando. –Estoy aquí. –Volví a mirar a cada lado. Incluso hasta al cielo. Vale, me sentía como Alicia en el país de las maravillas cuando el Gato Risón, invisible, le hablaba. Lo gracioso es que me sonaba la voz. Y mucho. –Estoy detrás de ti. –Me giré. Aaron estaba sentado en un banco del sendero, con una pierna descansando sobre otra, un brazo encima del respaldo y una vista deslumbrante. Qué arrebatadora visión. Como siempre, mi cuerpo actuaba independientemente de mi voluntad cuando lo veía. Me acerqué a él, no demasiado deprisa ni demasiado lento.
-¿Qué haces aquí? –Pregunté extrañada. Aaron era un millón de veces mejor al Gato Risón.
-¿Eso es lo que me dices después de llevarme un rato llamándome porque has pasado de largo por mi lado? –Se estaría haciendo el indignado, pero con la mejilla levantada a modo de sonrisa ladeada sin mostrar dentadura le quedaba más bien conquistador.
-¿Lo he hecho? –Veo normal no haberme fijado en alguien cuando camino metida en mi mundo, pero ya no fijarme en Aaron era harina de otro costal, y más si sólo estaba pensando en lo bonita que era la vista… porque para vista bonita, él.
-¡Te diré que si lo has hecho! –Dios… no creía que lo mío fuera tan grave…
-Lo siento… Iba inmersa en mis pensamientos… Por un momento, cuando me paré a mirar a ver quién me llamaba y no vi a nadie, llegué a pensar incluso que eran imaginaciones mías. –Y me senté a su lado, suspirando a modo de harta de todo.
-Te estaba buscando. –Dijo sin más. Yo estaba mirando mis manos sobre mis rodillas, pero vi mucho más pertinente mirarlo a él. Y agradable también.
-¿A mí? –Dije inclinándome hacia adelante, apoyándome con los codos sobre mis rodillas, y descansando la cabeza sobre la barbilla. Me miró raro. Vaya, por mi expresión y cara, creo que he parecido más extrañada de lo normal…
-¿Por qué te sorprende tanto? –Dijo divertido al ver mis expresivas expresiones.
-Porque no se me ocurre ningún motivo por el cual tengas que buscarme viniendo expresamente aquí. Que por cierto, ¿cómo sabes que iba a pasar por aquí? ¡Ostras! ¡Ostras! ¡Si yo tengo que ir a ver a alguien! –Dije levantándome de sopetón. Por mucho que Aaron me atrajese de una forma gravitacional, Alan era lo principal para mí en ese momento.
-¡Jajaja! ¡Tranquila, no te alteres tanto! –Y comenzó a reírse disimuladamente con esa risa que es música para mis oídos. –Si ya lo sabía, pensaba acompañarte, si no te importa, claro. –Pestañeé un par de veces, incrédula, ¿eso era cierto? Me súper alegré. Me sentí afortunada e importante, y feliz de que fuera Aaron. Mi Aaron, el que nunca me había defraudado.
-Claro. –Dije todavía con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Él seguía riéndose silenciosamente. –Pues tú dirás. ¿Cómo sabías que pasaría por aquí?–Le insté a hablar una vez que nos pusimos en camino. Agradecí que el recinto fuera tan grande y los sitios estuvieran distanciados considerablemente, sólo por ese día, así podría estar más tiempo a sola con Aaron.
-Siento haberte dejado plantada ayer. -¿Ayer? ¿Plantada? ¡Oh! ¡Cierto! De verdad… se me va la olla más como nada… Por lo menos, tenía razón al obligarme a creer que no le había pasado nada. Aparentemente estaba sano y salvo. Lo miré para asegurarme… Si es que busco cualquier excusa para mirarlo de arriba abajo. Barrido de prueba realizado. Escáner de análisis realizado. Comprobación de que los resultados son correctos, realizado. Bien, estaba en perfecto estado de salud. Si es que me preocupo tanto por él… -Por lo que veo, estás sana y salva, el tipo del móvil no te hizo nada. -¿Me habría hecho él otro análisis visual de comprobación del estado físico? Dios… en qué estoy pensando… deja el lado desesperado para otro momento, Valeria…
-¡Y que se hubiera atrevido el estúpido ese! –Bien, había dejado el lado lujurioso por el guerrillero…
-¿Qué te hizo? No, mejor ¿qué te intentó hacer? Pobre chaval… no sabía con quien se metía… Si hubiera sabido tus andadas por la Uni… Que en paz descanse… -Cuando Aaron me chinchaba, no lo hacía de la forma en que Liam y Leo lo hacen, su forma es adorable. Las expresiones teatrales de su cara eran exquisitas.
-Ja-ja-ja. No le hice nada porque no le dejé, casi… pero cuando no metía cuello metía mano… -¡No! Al haber dicho eso ahora parecería una creída que se piensa que tiene a todos los tíos rendidos a sus pies… ¡Mierda! ¡Pero es que era cierto!
-Vaya, voy a tener que empezar a ponerme celoso. –Y cuando lo miré sorprendida por lo que estaba escuchando, creyendo más que era una ilusión de mis oídos que otra cosa, me guiñó un ojo. El sol le iluminaba la cara y le aclaraba los ojos, ahora parecían transparentes, sentí que podía nadar en ellos. ¿Se puede ser más irresistible? –Bueno, a lo que iba. –Y cambió de tema radicalmente. Con lo bien que estaba yo con el anterior… -Llamaste a Leo porque querías saber qué pasaba con mi hermano… -Oh no… Yo que quería olvidarlo todo y me venía el hermano del culpable, por el que todavía seguía sintiendo algo, más bien mucho, a contarme cosas del motivo de nuestra ruptura. -¿Sigues interesada en saberlo? –Y se paró a hacerme al hacerme esa pregunta, como si para meditar la respuesta necesitase de toda mi capacidad mental.
-Sí. –Hacía vientecillo, suficiente para ver su pelo negro ondeando al viento y al mío moverse ligeramente. Ahora estaba de espaldas al sol, por lo que se le creaba sombra, que le hacía aún más arrebatador.
-Nuestra madre lo ha castigado en una especie de arresto domiciliario. –Y remprendimos el camino al campus de Biomedicina. –No sé si lo sabes, pero el mendigo contra el que peleó aquel día que cogió fiebre, era Earl Cobain. –Me sonaba el nombre, lo había leído en algún sitio… Pero no sabía dónde. –Era el dueño de una empresa que quebró por culpa de la corporación de mis padres. -¡Ya sé quien era! Su empresa de telecomunicaciones quebró por no querer vendérsela al imperio Domioyi. Me estremecí al recordarlo.
-Sé quien es. –Respondí todavía pensativa, intentando recordar más cosas de aquel artículo… Lo leí en una noticia del periódico en el metro de camino a la Uni el día que Bryce descubrió que tenía ojos de distinto color… Un momento, Me he sentido desilusionada… lo pensé desilusionada… oh no… estaba desilusionada por no ver a Bryce…me desilusioné aún más al comprobar que estaba desilusionada…
-Pues en venganza, no quiso aceptar el dinero que le ofrecieron los abogados de la compañía. Y hay ahora una disputa por si saca a la luz la “paliza” que le dio Bryce o recibe de nuevo todos los derechos de su antigua empresa a modo de indemnización. –Con que ese era el motivo por el que no podía recibir visitas… Nunca lo hubiera imaginado. Y yo que llegué a pensar incluso en un momento de desesperación total que era porque no quería verme… Empecé a sentirme culpable.
-Ciertamente había notado que había más guardias en casa, que estaba más vigilada, pero no se me pudo ocurrir que estaban manteniendo a mi hermano recluido. –Me parecía raro escuchar la palabra hermano. Yo es que los veía tan distintos, tan pero tan distintos… -Cuando fui a hablar con él, descubrí que no quería hablar conmigo. No me enteré hasta que salí de la ducha, listo para ir a buscarte a la una y media, y los guardias me impidieron el paso. –Me miró buscando algún comentario por mi parte. No hubo ninguno. Continuó al comprobar que seguía escuchándolo atentamente. –Comprendí al momento que el problema no era él, era que estaba vigilado y no le permitían salir. Sin saber todavía nada, vi conveniente hacerme pasar por él. Entré adentro, comprobé que mi ropa usada la había cogido él, llamé a mi madre y me lo confirmó todo. –Con que por eso olía diferente cuando me abrazó… Llevaba la ropa de Aaron… Me sentí confusa, ¿por qué a mi cuerpo le atraía más el olor de Bryce? Caprichos macabros del destino. –Fue a buscarte. –No era una pregunta, era una afirmación en todo regla. Yo seguía caminando sin decir nada. Pero me surgió una duda.
-¿Cómo lo sabes? – ¿Se supone que habían hablado del tema después cuando Bryce llegó? Poco probable. Aun así, al imaginármelo, me dio escalofríos. ¿Vislumbré en sus ojos que eso no debió haberlo dicho? Su respuesta ignoró por completo mi pregunta.
-Los guardias descubrieron el fraude. Intenté disimular mi sorpresa al descubrirlo y pacíficamente me volví adentro, cuantas más cosas hicieras, más posibilidades de delatarme. No caí en la cuenta de que Bryce no habría actuado nunca así. -¿Y sabiendo los guardias de seguridad que son gemelos que se pueden confundir… sólo les bastó verlo con la ropa que Aaron había llevado antes de entrar? –No soy tan buen actor como él. Yo tengo la costumbre de saludar a los guardias al salir y entrar. Él lo sabe, muchas veces me ha dicho que es innecesario e inútil. –Como no… Pero me hizo gracia ver que había respondido una pregunta que había decidido callar. -Sin necesidad de ningún tipo de comprobación, diciendo eso de la manera más natural y tres cosillas sin importancia, no levantaría la sospecha de los guardias. Y no me equivoco mucho en pensar que es por eso que descubrieron a mí… los saludé. –Pequeñas grandes cosas que determinan la victoria total o el fracaso absoluto. Aunque mi asombro al ver que tal frase había salido de mí, se fue al ver su cara de circunstancia y replanteamientos existenciales. Estaba muy gracioso. Jajaja.
-¿En qué piensas? –Dijo después de un largo silencio. Se paró, así nuevamente toda mi atención recaería en él. Me miraba expectante. Pero ciertamente no dije nada después de que terminara su explicación. ¿Qué quería escuchar? No iba a decirle que pensaba en qué hizo Bryce después de aquello.
-Me preguntaba por qué has ignorado las dos preguntas que te he hecho. –No fui sincera. Lo hubiera sido si hubiera preguntado <¿en que estabas pensando?> o <¿en que habías pensado?> pero no con <¿qué estás pensando?>
-¿Me has hecho dos preguntas? –Y puso cara de escéptico. Efectivamente, declaraba de forma fidedigna que era un pésimo actor. Su cara me decía descaradamente que se estaba haciendo el loco y que había escuchado perfectamente las preguntas.    
-Sí. La de por qué sabías que iba a pasar por aquí y la de por qué sabías que Bryce fue a buscarme. –Y puse los brazos en jarras para intentar mostrar enfado.
-¿No es ese tu amigo? –Dijo apuntando con la barbilla hacia mí. Es decir, estaba a mi espalda. Me giré a mirar, correcto, era Alan. Miré alrededor, estábamos muy adentrados ya en su campus. Ni me había percatado con la charla y mi posterior introspección. Mira por dónde se iba a escapar de mi pregunta Aaron… Alan estaba sentado en un poyete de los típicos jardines sembrados en una especie de macetero gigante. Miraba hacia un lado, no me vio. Llevaba el collarín. Encogí la expresión al verlo.
-¿Quieres que te lo presente? –Le ofrecí amigablemente. Sabía lo introvertido y poco sociable que era Aaron. Y no me equivoco al pensar que conocía la respuesta.
-¿Te importa si te espero aquí? –Sonrió a modo de disculpa. Aunque podría haber puesto otra expresión, esa hacía que me costara más trabajo despegarme de él.
-No sé cuánto puedo tardar.
-Entonces me iré a buscar a los demás. –Me hizo un gesto con la mano, similar a un saludo militar pero sólo con dos dedos juntos, y se despidió. Lo miré irse, sin darme cuenta, cuando lo vi desaparecer, comprendí que me había quedado como una tonta babeante mirándolo andar… Me giré y fui adonde Alan. No me vio llegar, no me miró, estaba hablando con alguien que desde mi perspectiva no podía ver, lo tapaba un árbol. No fue hasta que estaba a un metro de Alan cuando la vi. Claire.
-Hola. –Fue un saludo demasiado cordial para lo que estaba acostumbrada.
-Hola. –Respondieron los dos a la vez. Vale, ¿qué hace ella aquí? No es que me moleste… pero quería estar a solas con Alan.
-Que sorpresa encontrarte aquí, Claire. ¿Vienes mucho por aquí? –La pregunta sonó demasiado falsa. Quería saber sólo para qué venía. Sabía de sobra que si hubiese venido antes, a ver a Alan, me habría enterado o visto.
-No, no mucho desde que lo dejamos. Pero él y yo seguimos manteniendo una buena relación y sentí que debía venir a ver cómo estaba. –Dijo como si fuera la cosa más natural del mundo. Me imaginé una situación hipotética en la que Bryce y yo fuéramos sólo amigos y tuviéramos una bonita relación de amistad. Cuanto más lo pensaba, más hipotético me parecía… Suspiré, le sonreí y me giré a mirar a Alan.
-¿Cómo has pasado la noche? ¿Qué tal estás hoy? –Aunque pareciera que preguntaba por respeto, no lo hacía así, de verdad me interesaba.
-Pues bastante incómodo, sólo he podido dormir bocarriba y me ha costado pegar ojo. Hoy estoy otra vez incómodo, siento mucha rigidez en el cuello. –Dijo mientras levantaba los hombros para estirar a lo largo el cuello. Se le notaban marcas en los ojos de haber dormido poco. Hice una mueca inconsciente de desagrado.
-¿Y queda tu universidad muy cerca de aquí? –Le pregunté a Claire para empezar una nueva conversación. Ciertamente la Uni con todas sus campus ocupaban bastantes hectáreas, pero yo no conocía los alrededores, tal vez había más universidades.
-No. Queda bastante lejos. Tengo que saltarme una hora porque no me da tiempo en la hora de descanso. Pero por Alan cualquier cosa. –Y lo abrazó cuidadosamente, Alan se quedó con los brazos colgando a cada lado, mirando extrañado. Yo no comenté nada mentalmente, pasaba. Estuve con ellos sólo quince minutos, era lo que quedaba de recreo. No hablamos cosas muy significativas, sólo por el estado de salud de Alan y cosas de la universidad y las clases. Fue una conversación amena, pero yo no estaba de humor. Tenía la sensación de que ese día no vería a Bryce. Y así fue.

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Y así pasaron dos semanas, tan largas y cortas como llevaderas o no. Tan contradictorias como lógicas. Unos días iba a ver a Alan y otros días me quedaba estudiando en la biblioteca. Los exámenes de fin de cuatrimestre estaban justo a la semana siguiente y no podía arriesgarme a bajar mi media, no podía defraudar a quienes habían invertido dinero en mí, pero sobre todo por mí, no estaba dispuesta a ser una más. Quería ser la mejor. Ya que mi vida amorosa es bonita sólo en mi cabeza, porque ni siquiera en mis sueños se puede decir que lo sea…ya que desgraciadamente no suplo mis carencias amorosas con ellos… y mi suerte en vez de inexistente es directamente mala…

Fueron dos semanas muy rutinarias y poco llevaderas. Lo único que le dio más vidilla fue la nota de mi trabajo de investigación. Un notable alto. No era la nota a la que estaba acostumbrada, pero sí la máxima para haber hecho el trabajo en una noche y una tarde. Tenía que sentirme realizada en algo, y sólo me quedaban los estudios, porque como amistad, sólo podía no fallar nunca, porque lo que era ayudar, tampoco estaba en mi mano. Karem a veces se veía eufórica y otras depresiva. No volvió a sacarme el tema de su amor difícil, y yo no quise sacárselo. La fiesta de pijamas en casa de Ashley se pospuso para el día en que yo acababa los exámenes. Clases por la mañana, trabajo por la tarde, estudio por la noche. Los parciales estaban a la vuelta de la esquina.

Alan se había recuperado muy pronto, pero por costumbre, Claire seguía yendo a verlo. A veces comíamos los tres, otras veces comía yo con Alan y sus amigos. Muy buena gente los de Biomedicina por cierto. Eso sí, casi me come la tierra cuando se enteraron de quién era… La Juana de Arco de la Uni… La mártir… En fin, por lo menos eran de buen rollo. Siempre podrían haberme puesto de mote “La tortita”… por la manía de tirarme harina, huevo y agua y eso… Lo cierto es que lo pasaba muy bien con ellos, me reía mucho. Gente sin complejos que dice las tonterías que se le vienen a la cabeza sin miedo al que dirán. Gente real de verdad, que sabe que está rodeada de personas reales. Aunque lo mejor de ir a su facultad, lo mejor de todo era encontrarme a Aaron por el camino. Cuando no me pasaba el recreo estudiando y decidía ir a ver a Alan, siempre me lo encontraba en el camino de los arcos con enredaderas y flores de colores.

Cada vez que lo veía, se me iluminaba todo. Sólo podía verlo a él, lo demás sobraba. Era el mejor momento del día, aunque sólo durara cinco minutos, el tiempo del camino. No sabía por qué estaba allí, si iba a buscarme a conciencia porque quería estar conmigo, no tenía nada mejor que hacer o no quería ver a Bryce, Liam o Leo por algún motivo… sólo sabía que aunque nunca aceptaba quedarse con Alan y yo, siempre estaba sentado en el mismo banco que una vez ignoré. Eso, y el momento de la salida y entrada en los que me cruzaba con Liam y Leo, era el único contacto que tenía con el G4. El único… Y trataba con tres de cuatro… Creo que ninguno de ellos era con el que verdaderamente quería… Y no supe seguir. Sentí un vacío dentro de mí. El que deja una oportunidad que no tuvo oportunidades.

La cosa estuvo muy calmada en la Uni esas dos semanas, la gente seguía sin hablarme y yo tampoco hacía por que eso cambiara. Shelby se acordaba de mí cuando le interesaba, y por fin para Angela, Stephanie y Cindy parecía ser invisible, al igual que para el resto de los mortales… ¡Vale!  ¡No sirvo para esto de no pensar en lo que no quiero pensar! Comparar un pensamiento mío sobre Bryce por uno en las tres arpías esas era como cambiar la conversación sobre una operación médica por qué color de sombra de ojos ponerse para salir. En contra de mi orgullo para no sentir que me había equivocado en mi decisión, no paraba de encontrar motivos que me hicieran pensar que Bryce de verdad había cambiado y que no debí dejarlo… ¿Era remordimiento de conciencia por el dolor que le había causado o parecía haberle causado? ¿O eran mis sentimientos gritándome una verdad a voces que n quería escuchar? Por ahora, seguía con la duda de si de verdad alguna vez me quiso y no fui algo pasajero sin mayor significancia…

Para no verlo, llegaba muy puntual, salía muy tarde, andaba siempre mirando al suelo y por sitios donde no era probable encontrármelo. ¿Cuánto me duraría este juego? ¿Por qué vuelvo otra vez a un tema que no afronta la realidad? Soy una cobarde conmigo misma además de todo… ¡¡SÍ!! ¡Me humilla a mí misma reconocer que evito a Bryce a toda costa pero que me intereso por todo lo relacionado con él! ¡Y por mucho que cambie de canal en la programación de mi mente, huyendo, al final siempre acabo viendo el mismo programa de siempre! Evito a Bryce pero pienso en él, lo ignoro pero lo busco, paso de él pero quiero saber todo lo que le rodea.

Sabía que Bryce se había disculpado con el restaurante que destrozó, pagó los desperfectos de su propio dinero e incluso dio más como gesto de disculpa. Aaron me lo contó un día que no pude más y tuve que preguntar por él. Más bien, un día que mi capacidad emocional venció a la racional. Noté que durante esas dos semanas, no se escucharon noticias sobre actos despóticos o altivos del G4. Al parecer, si el líder estaba calmado, todos estaban calmados. Incluso me había enterado de que andaba acompañado de tres gigantes a todas partes. La gente pensaba que era por protección. Yo sabía el verdadero motivo. Y por eso me sorprendió no recibir ninguna noticia sobre un mal comportamiento del grupo, parecía increíble que Bryce aceptara que lo persiguieran a todas partes esos hombres, sin rechistar. Aunque no tuviera fuerzas para verlo, hablar con él y volver a sentir cosas que creía haber guardado bajo llave, siempre andaba con el oído puesto en alguna conversación ajena de las seguidoras del G4. Era lo que más cerca me mantenía de él. En estas dos semanas no lo había nada más que a escondidas. Ni un intercambio de miradas siquiera. Y aunque me hacía infeliz, era decisión mía. Lo que no puede ser, no puede ser, y de eso estaba tardando ya demasiado en hacer entender a la parte estúpida y esperanzada de mi cerebro.

<-Quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en un oso blanco- dijo Tolstoi a su hermano.> Y su hermano no lo consiguió, por mucho que se esforzaba. Cuando se disponía a irse del rincón porque recordaba que no había pensado en un oso blanco, inmediatamente pensaba, y volvía al rincón. Una y otra vez. Continuamente, en un ciclo constante. Y yo sabía perfectamente lo que sentía el hermano… demasiado para mi gusto. <No vuelvas a ver a Bryce hasta que estés segura de que no estás afectada por cómo están las cosas –dijo la parte racional de mi mente.> Pero la parte emocional volvió a sentirse afectada, y Valeria no se sintió con fuerzas para enfrentar a Bryce, un día más, un mañana más, un segundo más. No sabía lo que podría volver a sentir, y le daba miedo descubrir que romper con él fue un error y que quería estar con él…Porque no estaba dispuesta a sufrir a cada momento por su acaparadora personalidad.

Tal vez el hermano de Tolstoi murió en el rincón. Tal vez yo nunca pueda volver a ver a Bryce por decisión propia. Aunque la gran diferencia, es que el hermano tenía la opción de rendirse… yo por más que me obliga a permanecer firme en mi postura de no atormentarme, no conseguía encontrar la opción de dejar el “juego” por ningún lado. Porque en el fondo, aunque luchaba por convencerme y engañarme de lo contrario, y lo conseguía a veces, yo deseaba que volviera a buscarme. En este tiempo, me había dado cuenta de que había cambiado, y las esperanzas volvieron a mí, aunque también pensara que volvería a tropezar con la misma piedra. Sentimientos contradictorios, mente confusa, enfrentamiento entre la mitad emocional del cerebro y la otra mitad racional, agotamiento mental y un “oso blanco” que no me dejaba ser feliz.