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Refranero

viernes, 27 de julio de 2012

Capítulo 56: Exclusiva en InTouch


Capítulo 56: Exclusiva en InTouch
En la consciencia de mi inconsciencia, escuchaba una voz que me llamaba. La podía oír con total calidad, como un sutil susurro en el oído. Sin embargo, no lo era. Nada más lejos de la realidad. Sonaba angustiada, mucho, como nunca antes la había escuchado. Cada sílaba que pronunciaba esperando sin éxito una respuesta por mi parte era una cruel tortura. Lo notaba a pesar de no poder despertar. Quería responder, quería decirle que no se preocupara, que estaba bien, que no había nada que temer. Lo deseaba con toda mi alma. Porque su sufrimiento era mi sufrimiento. Era como una escalofriante pesadilla. Saber que estás dormido, ser consciente de todo lo que pasa a tu alrededor, del dolor que causa tu estado a los demás, y no poder hacer nada por evitarlo. ¿Así se siente la gente en coma? No quería ni imaginármelo. Porque querer y no poder dar mucha impotencia

Empecé a llorar desconsoladamente… Irónico. No podía hablar pero si llorar. Una ansiedad fatal inundaba todo mi ser. ¿Por qué no podía despertar para calmar su dolor? Podía escuchar mi llantina a pesar de que sólo era capaz de ver una infinita nada. Me volvió a golpear una nueva ola de rabia. De pronto sentí que me incorporaban y me abrazaban con dulzura y delicadeza. Unos brazos me rodearon y unas manos empezaron a recorrerme la espalda nerviosamente mientras nos balanceábamos en un intento de aproximación. Seguía llorando sin parar, no podía evitarlo, pero mi alma ya estaba en paz. Su voz, sus palabras, él. Me decían que no me preocupara, que todo estaba bien, que no había nada que temer.

Poco a poco volví al estado consciente. Ya no lloraba, sólo se me escapaban algunas lágrimas sin motivo. Ya todo estaba bien, no tenía por qué preocuparme, no había nada que temer. Bryce, que me estaba abrazando fuertemente contra sí, me lo había dicho. Estábamos sentados e el suelo. Yo temblaba. Había recordado todo lo que había pasado hace unos instantes. TODO. Peto a pesar del sofocón, que seguía en mi cuerpo invadiendo todos mis actos involuntarios, no tenía miedo. Levanté mis brazos y rodeé con ellos la espalda de Bryce. Eran muchas veces en las que había sentido unas ganas irrefrenables por abrazarlo y tenía que ser así, en estas condiciones y por estos motivos. Por fin pude ver. Al principio estaba todo borroso, pero con apreciar medianamente su rostro, para mi era suficiente por ese momento. Verlo de nuevo me puso muy sensible.

-¡Oh Bryce! ¡No sabes cuánto temía que te pasara algo! –Dije ocultando mi cara en su pecho, era demasiado alto para apoyar mi barbilla en su hombro.
-¡me has dado un susto de muerte! ¡No vuelvas a hacerlo más! ¡Creía que te habías… -Y no terminó la frase. Lo que imaginaba que iba a decir a continuación debía causarle un dolor tal, que sólo de pensarlo, su sistema cerebral de no auto-provocarse daño entró en acción para olvidar aquella idea.

Fue ahí cuando me di cuenta de que Bryce en ningún momento había temido por él, sino por mí. Y también fue ahí cuando me di cuenta de que yo tampoco había temido en ningún momento por mí, sino por él. Sus manos cesaron su recorrido por mi espalda y me acercó más a él en un profundo abrazo. Me rodeaba por completo y aun así podía llegar a tocarse los codos con las manos. Supe entonces cuánto temía perderme.

-¿Qué ha pasado con aquél tipo? –Dije buscándolo con la mirada después de cinco minutos en los que no pude pensar. Habíamos estado todo ese tiempo abrazados sin decir nada, en el suelo, sin pensar, sólo sintiéndonos, él a mí, yo a él. Aquel momento era sencillamente perfecto. Nada sobraba, nada nos perturbaba. Ni el lugar ni lo que había pasado. Solos él y yo.
-Cuando te disparó, antes de reaccionar, mi cuerpo actuó solo. Me abalancé sobre él y le asesté el golpe del corazón. No podrá despertarse en varios días. –Entonces lo vi, estaba tendido e el suelo, bocabajo, inmóvil, al lado de la máquina de tickets. Me estremecí. No por el tipo, que también, sino porque cuando Bryce dijo que me disparó, fui consciente de las señales que mandaba mi cuerpo. Tenía la mejilla abrasada, quemada y palpitante. Me llevé de un sobresalto los dedos a la cara, pero Bryce me lo impidió. Fue más rápido que yo.
-No te toques o se infectará. –Dijo mirándome con ternura. En profunda calma y tranquilidad. Como si se hubiese quedado sin fuerzas al comprobar que me encontraba bien y estaba sana y salva. Los efectos que te produce la adrenalina cuando te abandona. –Ahora que sé que estás bien, amos a ir a que te curen la herida. Ha estado cerca. –Nos mirábamos directamente a los ojos.

Me recogió el pelo en la oreja del lado donde había tocado mi cara la bala. El izquierdo. Realmente estuvo muy cerca. Me acarició la mejilla por alrededor de la zona quemada. El mero contacto con su piel calmaba el dolor física sorprendentemente. Me estremecí otra vez. Lentamente iba dándome cuenta de cosas, y en ese momento fue de su olor.

-Menos mal que alargué la  vara de metal en un acto reflejo –comenzó a hablar mirándome entornando los ojos y recorriendo con ternura mi cara con sus dedos. Cerré los ojos. –Creo que eso desvió la bala el milímetro justo para no darte… Y pensar que fue cuestión de suerte… –Y abrí los ojos. Vi la vara en el suelo, a su lado, tenía una muesca limpia en la afilada cuchilla. Reluciente, recién hecha. Si la hoja hubiera sido más gruesa, incluso podría haberme visto reflejada en la muesca. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Bryce con su otra mano me cubrió toda la mejilla derecha y me dirigió la cabeza con cuidado para encontrarse con mi irada. Con las dos manos empezó a secarme las lágrimas, que todavía no se habían secado. –Te he recuperado hace demasiado poco tiempo como para perderte tan pronto. –Miraba sus labios moverse mientras pronunciaba eso. Quería besarlos. Necesitaba besarlos. Y una vez más recorrió con su pulgar el camino de mis lágrimas. Comenzó a aproximarse lentamente. Cerrando los ojos en el trayecto de la distancia que nos separaba, cada vez más pequeña. Yo cerré los míos también. Pronto comencé a notar su aliento cayendo sobre mi nariz. ¿Mi nariz? Me besó en los ojos con amor. Por un momento me desilusioné. Mis labios reclamaban los suyos. Pero también fui muy feliz. Aquello había sido sencillamente perfecto y único. –Había olvidado el sabor de las emociones. –Dijo levantándose del suelo sin soltarme de la mano y llevándose un dedo con al otra a los labios. Meditativo, había saboreado el gusto de mis saladas lágrimas.  Me ayudó a levantarme y lo hice.
-¿Cuándo fue la última vez que lloraste? –Sí, era una pregunta indiscreta y fuera de lugar, pero se me había ocurrido y quería hacérsela. Pero en el justo momento en que se giró a mirarme aparecieron los guardas de seguridad del parking. A buena hora.
-¡¿Qué han estado haciendo todo este tiempo? ¿Es que no prestan atención a las cámaras de seguridad? ¿O la oscuridad del sótano les impedía ver lo que estaba pasando a través de ellas? –Bryce hablaba elevando la voz. Estaba muy indignado, dolido, molesto y alterado. -¡Podría haber muerto! –Dijo señalándome a mí.

Los guardias se disculparon diciendo que no se dieron cuenta. Bryce les echó otra bronca y la cosa quedó en que ellos se encargarían del tipo. Que ya habían llamado a la policía y que venía en camino. Todo estaba grabado en las cámaras de seguridad, que sería usado como prueba incriminatoria para acusar al tipo. Pregunté si  por casualidad no tenían un botiquín en la oficina de los guardas. No, no tenían. Cosa que no me extrañó. Pero lo que sí lo hizo fue cuando Bryce dijo que él tenía uno en su coche. La respuesta cuando le pregunté que por qué tenía uno fue que se metía demasiado en líos como para no llevarlo. Me reí ligeramente, tenía razón. Fue él el que me curó la cara. Se empeñó en hacerlo él mismo. Yo no volví a discutírselo. Estaba encantada. Con especial habilidad me limpió con agua oxigenada la zona de la herida y me la vendó. Incluyendo la del cuello. Aquella aguda raja que me daba escalofríos mover. Sin embargo, Bryce lo hizo con un cuidado especial, que ni lo sentí apenas.

-Es una herida profunda. Se ha comido mucha carne. Espero que no te quede una cicatriz. –Dijo dejando caer los ojos totalmente desanimado y sintiéndose culpable. No podía permitir verlo así un segundo más.
-¡No pasa nada! ¡Así cada vez que me mire al espejo me acordaré de que, por muy chunga que sea la situación, siempre consigo salir victoriosa! –Dije poniendo los brazos en jarra y obligándome a mí misma a no desanimarme por eso. –Dentro de todo lo malo siempre hay algo bueno, la cuestión es encontrarlo. –Sonreí amigablemente. Bryce se me quedó mirando con los ojos muy abiertos. Alargó la mano y me revolvió el pelo cariñosamente para taparme la cara con unos mechones.
-No digas eso o sino será entonces cuando todas las desgracias posibles te sucedan. Ya te he dicho que no tientes a tu suerte. De esta te has escapado por pura chiripa. Una milésima de segundo más tarde o un milímetro más separado y estarías ahora dentro de una bolsa. –Dijo de camino al maletero para guardar el botiquín de urgencias. Ahora bromeaba. Sí, ahora todo parecía un chiste. Una anécdota más para la lista. Pero antes no podía ni imaginárselo. No podía evitar no ser así, y yo no podía evitar que me gustase.
-¡Nah! Como mucho con el rostro tapado por un pañuelo y tú llorando o vengando mi muerte. Porque hasta que no llegase la ambulancia, nada de bolsa. –Dije yo también bromeando sobre el tema. Es gracioso, pero se puede hacer un chiste prácticamente de todo.
-Jajaja. ¡Las cosas que tienes! Pues seguramente estaría agradeciendo haberme librado de mi trabajo de guardaespaldas a tiempo completo. ¡Siempre atrayendo problemas! No sé como lo haces. –Y se apoyó sobre el capó de su coche tras guardar el botiquín en el maletero. Yo estaba colocada frente a él. Me fijé en que los guardas de seguridad, que estaban intentando reanimar al atracador sin éxito, nos miraban raro. Como si bromear sobre mi situación al borde de la muerte nos convirtiera en locos de remates. Y en realidad no nos convertía, lo exteriorizaba. Me hizo gracia.
-Sí, sí, tú dirás eso. Pero primero, que te encanta sacarme de ellos, y segundo, que la mayoría son por tu culpa. ¡Guapo! –Y me crucé de brazos para expresar que no cambiaría de opinión. Bryce me miró consternado, exagerando sus gestos faciales para mostrar desacuerdo e indignación. –Seguro que mi vida sería más pacífica si por caprichos del destino no hubiera estado justo en el sitio y la hora del atropello aquel hombre en la carrera de coches. Así tú no te habrías fijado en mí ni yo en ti. –Y exageré el tono de voz para que supiera que bromeaba. Adoraba aquel momento en que nuestros caminos se cruzaron.
-Mira, guapa –empezó hablando con retintín. Imitando mi forma de hablar de antes. –Primero, tu vida no sería más pacífica, sería más aburrida. Segundo, yo no me habría fijado en ti, pero tú en mí sí. Es imposible no hacerlo. –Decía mientras hablaba escondiendo una sonrisa que se descubría en su mueca torcida hacia un lado. –Y tercero, nuestros destinos ya estaban unidos mucho antes de ese día. –Y torció una pícara sonrisa. Había hablado con la misma chulería de sobrado de siempre, pero ahora eso empezaba a gustarme, y mucho.

Los guardias de seguridad se acercaron tras haberse rendido en el intento fallido de reanimación al atracador. Nos dijeron que no nos preocupáramos, que podíamos irnos y que podíamos poner la denuncia en otro momento. No teníamos que esperar a la ambulancia porque ya no la necesitábamos. Y así hicimos. Quedamos en ir mañana a la comisaría de policías, sin hora, cuando pudiéramos. Nos montamos en el coche dirección casa de Ashley y hasta que no me vi fuera de aquel siniestro lugar no me quedé tranquila.

-Valeria, esto está muy triste así. Parece que nos haya pasado algo muy grave. –Dijo Bryce tras un minuto escuchando una odiosa canción en la radio. Era insufrible. No la conocía y hubiera preferido seguir ignorando su existencia. No tenía estribillo, era una continua y aburrida monotonía. –Pon el volumen a tope con otra emisora. –Y me señaló dónde cambiar.

Casualmente encontré la canción “Ironic de Alanis Morisette” comenzando a sonar. Irónico… Estaba en remix. Miré a Bryce y con un asentimiento de cabeza le dio el visto bueno. Condujimos escuchando la radio a todo volumen. Aquello no era contaminación acústica, aquello era un arma contra la salud colateral. En poco tiempo estábamos pulsando el timbre de la mansión de Ashley para que nos abriera las rejas y pasar dentro con el coche. Llegamos demasiado pronto para mi gusto. Miré la hora. Las ocho y media… ¿Llegaba treinta minutos tarde y no llamaban para saber cómo estaba? Para qué dije nada, en ese momento comenzó a sonarme el móvil. Era mi madre… Estábamos entrando con el coche en el camino pavimentado del gigantesco jardín de la casa de Ashley me estaba perdiendo las vistas.

-¿Sí mamá? –Dije al descolgar. Intenté camuflar la voz para que no se me notara que llamaba en muy mal momento.
-Valeria, ¿por qué no llamas nunca? ¡Siempre soy yo la que lo hace! Has acabado los exámenes y no me has llamado siquiera para decirme cómo te han ido. Ay que ver que siempre tengo que ser yo la que esté pendiente. –Por eso mismo no tenía ganas de hablar, porque tendría que contarle toda la historia… Puse los ojos en blanco, Bryce me miró y se rio. Claro, él nunca ha pasado por eso. Debía ser nuevo para él.
-Porque no los he acabado hoy todos. Me queda el de las prácticas. No pude hacerlo por un problemilla que surgió. Es una larga historia, ya te contaré cuando nos veamos. –Dichoso trío… Como mi madre no se olvide de preguntar por eso, voy a tener que contárselo y aguantar su excesiva y asfixiante preocupación en meses.
-Bueno, ¿entonces cuando vas a venir a casa? Porque mañana no podrás, ¿no? –Preguntó desilusionada.
-No. Seguramente vaya el lunes, cuando acabe el examen. Espero que me lo haga ese día. –Y cambié de tema rápidamente tras ver un fugaz brillo en los ojos de Bryce ¿Qué había pensado? -¿Y papá, Alex y el abuelo? –Esperaba que no me quedara muy descarado, o al menos que funcionara.
-Ahí sentados los tres en el sofá. Hoy hay partido de béisbol. Ya sabes que no hay quien los mueva de ahí hasta el descanso.
-Bueno, ya te mando un mensaje para decirte lo que hago cuando lo sepa. Un beso mamá. Salúdalos de mi parte. –Y tras repetirme varias veces que no me olvidara de informarle, que no dejara pasar lo del examen, que es importante y demás cosas que ya sabía que tenía que hacer. Colgué. Cuando fui consciente de lo que había a mi alrededor, ya estábamos en la puerta de la casa. Bryce apagó el motor del coche y se me quedó mirando. La música seguía encendida, pero mas baja, había bajado el volumen cuando llegamos a la casa.
-¿No vas a despedirte de mí antes de entrar? –Dijo tras un tiempo de silencio en el que no sabíamos qué hacer. Ahora entendí por qué me miraba tanto… Me quedé sin saber qué hacer. Vacilé un momento y hablé.
-Claro, gracias por traerme. Ya hablaremos para lo de la denuncia. –Se lo solté con total frescura. Quería ver su reacción. En ningún momento pensé en despedirme así.
-¿Eso es lo que le dices al chico que te ha salvado la vida? –Se le veía divertido con la situación. Sabía que estaba bromeando. Levantó las cejas y me miró sonriente.
-Sacarme de apuros está ya sobrevalorado. Vas a tener que acostumbrarte si quieres pasar tiempo conmigo. –Lo desafié divertida. Incluso adquirí una posición “guay”. Para hacerme la interesante. Apoyé el brazo derecho en el salpicadero.
-Como suponía. Imagino que viene el pack completo. –Y en ese momento escuché unos cuchicheos. Miré hacia atrás y me vi arriba de las escaleras de la entrada a Karem y Ashley en pijamas murmurando sobre nosotros. Me corté de vergüenza.
-Nos están mirando. –Dije girándome lentamente y encogiéndome en el asiento.
-Y yo esperándote. –Respondió inflexible. No sabía qué hacer. Ashley me salvó. Llamó a la ventanilla del coche y Bryce se la bajó pulsando un botón.
-Habéis tardado mucho. Estábamos preocupadas por vosotros. ¿Os ha pasado algo? –Ashley hablaba con esa cautivadora voz suya de siempre. Ni las sirenas del viaje de Ulises atraían tanto. Bryce y yo nos miramos y empezamos a reírnos sarcásticamente. Sin parar. -¡Oh! ¿Qué te ha pasado en la cara y en el cuello Valeria? –Se horrorizó por un momento.
-Jajaja. ¡Nada fuera de lo normal! Casi me ahogo en el estanque del patio, tres chicas me tendieron una trampa y estuve a nada de ser expulsada de la universidad, Bryce me ha salvado la vida cuando estuve a punto de recibir un disparo y nada más… ¡Ah sí! ¡Hemos alquilado dos películas! –Dije por fin al calmarme un poco. Bryce seguía riéndose todavía contagiosamente. Como se dice en mi pueblo… se estaba descojonando.
-Creo que tenéis muchas cosas que contarme, -respondió Ashley divertida por la situación. Se le había contagiado la risa pegajosa de Bryce. Yo también me estaba riendo. Era lo más bello que había escuchado nunca. –Anda, quédate a cenar Bryce. Es una fiesta de pijamas pero creo que todas queremos que te quedes. –Dijo Ashley guiñándome un ojo. Me dio un vuelvo el corazón. ¿Se olería algo? Espera… ¿olerse el qué? Si no hay nada entre los dos…
-Vale, vale, voy a aparcando el coche. –Es que es tan distinto de Aaron… Seguro que él habría dicho que si molestaba o algo… Y él a la primera ya se apuntaba. Era un cara dura. Y me encantaba.

Cuando salimos del coche a Bryce le quedaba todavía un eco de risa. No dijimos nada desde entonces. Entramos en la gigantesca mansión blanca y llena de enormes ventanales que llegaban del suelo al techo y caminamos hasta el salón. No era como estos de los ricos que tienen el comedor aparte del salón. Era un salón comedor muy acogedor, eso sí, por todo lo alto. La decoración era exquisita, de muebles en un tono muy claro de madera. Objetos decorativos azules y rosas repartidos por toda la habitación en perfecto conjunto. Las sillas y el mantel eran blancos. El gigantesco sofá de infinitas rayas en colores pastel. Y no tenía tele… tenía pantalla de cine que aparecía y desaparecía con sólo pulsar un botón. Las cortinas eran blancas y sedosas. Los ventanales ocupaban toda la pared. Cuadros de paisajes. Suelo de mármol. Alfombra azul bajo la mesa baja del té... ¿Se puede enamorar una persona de una habitación? Era sencilla y espectacular.

-Imagino que querréis ducharos antes de comer. Voy a pedir que os lo preparen. –Nos ofreció Ashley saliendo por la puerta sin ni siquiera esperar nuestra respuesta. Yo dejé la mochila en el suelo al lado del sofá, tal vez no era el mejor sitio, pero estaba tan encandilada por el salón, que no podía ni pensar dónde era el adecuado.

Chica lista esta Ashley no preguntarme, yo por no abusar habría dicho que no importaba, ahora si me lo imponía no tenía otro remedio. Bryce se sentó tan pancho en el sofá en la esquina con reposa pies, Karem volvió a la mesa donde había frutos secos, que los habrían estado comiendo esperándonos y yo me quedé de pie observando anonada aquella maravillosa habitación. Era más grande que mi casa al completo. Mucho más. Me estuve fijando en cada minúsculo detalle. Estaba todo en tan perfecta armonía que no podía parar de admirarlo. Era una obra de arte.

-¿Qué te ha pasado en la cara y en el cuello Valeria? –Me preguntó Karem extrañada. A penas la escuché. Seguía inmersa en mi mundo.
-Es una historia larga. Ya te lo contaré durante la cena. –Dije sin dejar de observar ni un momento un detalle de la habitación. –No te preocupes, todo está bien.
-Ya están los baños listos. –Fueron las palabras amables de Ashley las que me sacaron del ensimismamiento. No sabía cuánto tiempo había pasado observando aquella habitación. Ella estaba apoyada en el marco de la puerta mirándome divertida. -¿Te gusta Valeria? –Y clavé los ojos en ellas.
-Sí, me encanta todo. Es preciosa. -Estábamos hablando de la habitación, ¿no? Que a lo mejor en mi desconexión había empezado un tema sobre otra cosa…
-¿A cuál de todos voy yo? –Dijo Bryce. Cuando me di cuenta, ya estaba pasando por mi lado dirección al pasillo. Estaba a sus anchas, vamos. Y me encantaba ver que después de tanto tiempo separados la relación siguiera igual de estrecha. Eso es la amistad, claro.
-El del ala norte. Quiero que Valeria pruebe el de hidromasaje. –Y Ashley me miró sonriente. Yo no supe como mirarla. Ya había probado los chorros de agua a propulsión del jacuzzi de Alan. Y me enamoré de ellos. Casi pongo cara de obsesa al pensar que iba a probarlos de nuevo.
-¡Espero no quedarme dormida con el poder relajante de los chorros de agua! –Empecé a reírme. Me imaginé muriendo ahogada escurriéndome dentro del agua en la bañera, dormida por el hidromasaje.
-Si necesitas que alguien esté allí contigo vigilando que no te pase eso… -Empezó hablando Bryce para dejar la frase en el aire. Ahora él también estaba apoyado en el marco de la puerta clavando los ojos en mí.
-No gracias Bryce, no necesito que estés allí. –La respuesta la di en plan borde. Acompañada también de una expresión cortante sonrisa falsa que se nota que es falsa.
-¿Quién ha dicho que fuera a estar yo? Más quisieras tú guapa. –Respondió en su típico tono de sobrado y creído. –Será ilusa… -Y echó a andar sin darme tiempo a responder. Me guiñó un ojo y me lanzó un beso al aire como para quitarle importancia al desplante que me había hecho. Teniendo en cuenta que yo le había hecho otro y que lo decía de broma, no me molestó. No sé cuando empezaron a encantarme estas peleas cariñosas con él.
-Bueno, ¿y dónde está mi baño? –Dije para evitar las miradas insinuantes de Karem y Ashley. Se olían que algo había entre los dos. Me puse nerviosa.
-Yo te acompaño. –Dijo Karem. Ya sabía yo para qué era… En cuanto nos alejamos unos metros de la puerta, me asaltó.
-¡Tienes que contármelo todo! ¿Ya habéis hecho las paces? ¿Volvéis a salir juntos o estáis como amigos mientras os dais un tiempo? –Hablaba muy rápido por la emoción. Se la veía encantada con esta nueva situación. Yo me quedé bloqueada.
-Pues hemos decidido empezar de cero. Como si nada malo hubiese ocurrido. Sin rencores. Y no sé exactamente definir que es lo que tenemos. Imagino que estamos en una relación en la que nos estamos conociendo. Por decirlo de algún modo. –Me paré a hablar. No me gusta hacerlo andando. Veía el brillo en los ojos de Karem. Que de pronto dio un gritito y me echó las manos al cuello para abrazarme.
-¡¡¡¡Aah!!!! ¡No sabes cuánto me alegro de que esté todo bien! –Se me colgó del cuello dando saltos de alegría. Pero en su euforia percibí una preocupación. Me soltó y me miró. –No te lo pregunté la otra vez en la tienda porque no era el caso… ¿Pero qué sientes por Aaron? –Buena pregunta. Muy buena.
-Aaron es un amor platónico. Un ser perfecto e inalcanzable. Un amigo al que quiero mucho. Sí, me gusta, pero él está enamorado de Ashley y… -Karem me cortó antes de continuar con algo que no sabía que decir.
-Para, para, para. –Se puso seria en un momento. -Espera, vamos a entrar en el cuarto de baño para tener más privacidad. Y seguimos andando en silencio y a toda prisa hasta llegar al baño. Si no hubiera sido porque me sentó en la taza del wáter y me obligó a mirarla a los ojos, habría estado observando hipnotizada el lugar. Era espectacular en lo poco que me dio tiempo de ver. -¿Tú no estarás saliendo con Bryce para olvidar a Aaron? ¿Verdad? –Hablaba bajito y preocupada. Estaba de pie, con los brazos cruzados frente a mí. Esa pregunta me molestó.
-Karem, estoy con Bryce porque me gusta estar con él. No le encuentro explicación pero él tiempo que estuve sin él sabiendo que estábamos mal, mi vida era una verdadera tortura. Sí, mis sentimientos por Aaron no han cambiado... Pero Bryce es mi debilidad. –Era irónico, pero empecé a aclarar el rebujo de sensaciones que había en mí en ese mismo momento. No había pensado antes sobre lo que sentía por cada uno. Realmente me ayudaban las charlas con Karem.
-Oh dios… Te gustan los dos… -Y se puso en cuclillas para echarse las manos en la cabeza. Yo la miraba sin saber qué decir.
-¡Eso es una locura! ¡No se puede estar enamorada de dos personas a la vez! ¡Es impensable! –Intentaba convencerme a mí misma también. No, tenía razón. No tenía lógica poder querer a dos chicos a la vez.
-No, no lo es. Valeria, sólo te digo que espero que esta segunda oportunidad que te estás dando con Bryce, salga bien. Tú lo quieres. Lo sé. Pude comprobarlo en las tres semanas que estuviste peleada con él. Estabas sin vida. Sin ganas de vivir. Eso no te pasó con Aaron cuando te enteraste que Ashley era el amor de su infancia. Yo lo dejo ahí. Pero intenta que sufra el menos número de gente posible. –Y otra vez no tenía ni idea de qué decir. Ella se agachó a abrazarme de nuevo. Y yo pasé mis brazos por sus hombros. Nos llevamos así un rato. Intentándonos transmitir fuerza mutuamente.
-Que disfrutes del baño. –Dijo Karem cuando se incorporó. Me guiñó un ojo y salió. –Y no te quedes dormida. –Entró de nuevo sólo para decirme eso. Me sacó la lengua y yo también a ella. Así ahora se quedaba dormida mi prima la del pueblo… Con el cacao mental que tenía en la cabeza por su charla…

Me puse la radio para desconectar, que por cierto, venía incluida en el gigantesco jacuzzi, el cuál era como una piscina interna, pues estaba incrustado en el suelo. El agua caliente me golpeaba delicadamente la espalda. La música surtió efecto, pues dejé la mente totalmente en blanco aquel tiempo que pasé en el paraíso acuático. Las losas de las paredes y el suelo eran color miel y marrón. Formando un dibujo muy relajante. Tenía el pelo recogido en un moño en lo alto de la cabeza, no podía perder tiempo lavándomelo. Prefería pasarlo relajándome en aquel sitio, aunque me moría de ganas por bucear. Sí, tenía espacio para hacerlo y todo. Me daba pena por el derroche de agua, pero por una vez no iba a pasar nada. Imagino que Ashley usa la ducha o la bañera, con lo ocupada que está siempre, no me la imagino llenando aquello para tardar poco tiempo.

Me dio pena salir de aquella especie de fuente termal y volví a entrar. Hasta ese momento no fui consciente. ¡Había acabado! Mi sufrimiento por no poder estar con Bryce. Ahora estábamos mejor que nunca. Las clases, ahora podría aprovechar las vacaciones a tope. Mis problemas… Me inundó una sensación de satisfacción. Empecé a quedarme dormida, y me di cuenta de ello. Así que salí a toda velocidad y empecé a secarme para que no me ganaran de nuevo las ganas de estar allí dentro con los chorros calientes de agua. El espejo de la pared parecía el de un gimnasio. Era inmenso. Me envolví en la toalla y empecé a buscar mi ropa. El uniforme estaba doblado sobre un mueble del baño y un pijama prestado también. ¿Había estado eso ahí desde el principio? Lo acababa de ver ahora. Me lo puse y salí en babuchas prestadas también.

Estaba totalmente perdida. No tenía ni idea de cómo volver al salón-comedor. De pronto me vi perdida en un laberinto de pasillos y puertas cerradas. Estaba a oscuras dando vueltas sin saber donde estaba nada. Sí, me parecía bien para ahorrar energía, pero eso no me ayudaba. Me puse a murmurar bajito el nombre de Ashley. Si ella no venía, por lo menos algún empleado de la casa o cualquiera persona que pudiera ayudarme. ¿Y si pensaban que estaba espiando? Empecé a ponerme nerviosa, y eso que era sólo porque no sabía llegar al salón… Metí el turbo y al girar en una esquina del pasillo me choqué con alguien. No necesitaba verlo para saber quién era. Sólo una persona podía oler así.

-Vaya, qué lanzada. Iba a buscarte pero no sabía que te me abalanzarías tan pronto. –Dijo con su sonrisa torcida de pícaro. Di un paso hacia atrás para ganar espacio personal.
-Y yo no tampoco sabía que podías vivir tan poco tiempo sin mí. –Y le levanté las cejas vacilona. Él puso los ojos en blanco.
-Me apuesto lo que sea a que estabas perdida. Si es que no te puedo dejar sola… -Y movió la cabeza de un lado a otro a modo de reproche.
-Sí, eso va a ser, que no sé que hacer para que vengas en mi busca. –Exageré el tono irónico. Y poniéndole una mano en el brazo y haciendo un poco de fuerza, lo giré y lo puse de espaldas a mí. –Anda, llévame ya al salón, que estoy oliendo a comida y tengo hambre. –Y le di dos palmaditas en la espalda. Empezó a reírse en silencio, lo notaba por el movimiento de su tronco.
-Nunca dejas de sorprenderme. –Fue lo último que dijo hasta que entramos. Otra vez las miraditas cómplices. ¡Me ponían de los nervios! Apostaba lo que sea a que fueron ellas las que le dijeron a Bryce que viniera en mi busca. Eso no podía haber salido de él.

Estuvimos comiendo muy animadamente. La conversación iba sobre el día de hoy. Ashley estaba totalmente indignada con la trampa que me había tendido el trío tra-tra-tra. Su cara lo mostraba y sus palabras lo demostraban. Karem no se sorprendió. Ya estaba al tanto de las andadas de esas tres. Pero sí le mosqueó mucho. Bryce estuvo todo el rato de la cena como ido. Se le veía cansado y con sueño. Llevaba puesto un pijama de un diseño muy fino. ¿Sería también prestado? Vaya gusto exquisito tiene esta chica. La conversación se tornó más divertida cuando empezamos a hablar del parquin.

-¡Debisteis haber visto la cara de horror de Valeria cuando el tipo la agarró por el cuello con el metal cortante! –Ahora sí se animó Bryce a participar. Tal vez le dolía recordar que había fallado en intentar ayudarme en el despacho del decano. Pero esta oportunidad de lucirse le gustaba. Él y yo éramos los protagonistas en la conversación. Karem y Ashley nos miraban muy interesadas.
-Sin embargo tú estabas muy serio. Inexpresivo. ¡A saber lo que estabas pensando en ese momento! ¿Lo ataco con mi patada mortal o le asesto un gancho en la cara? En ningún caso le habría dado tiempo a reaccionar antes de que le llegara el golpe. –Sí, éramos cuatro en la mesa. La tele estaba puesta y nadie le prestaba atención. Yo sólo podía mirar a Bryce.
-Pues sí, tienes razón. Ni se habría dado cuenta. Pero estaba en peligro algo muy importante. Y no podía jugármela. –Todas nos quedamos expectantes, esperando que aclarara a qué se refería. Pensaba que diría mi nombre, pero no fue así. –Mi reputación. -¡ZAS! Nunca puedo dar nada por hecho con este chico. Nunca se saber por donde va a escapar. -¡Jajaja! ¡No me pongas esa cara! –Dijo mirándome y riéndose escandalosamente. –¡Narcisista egocéntrica! –Y le dirigí una mirada asesina.
-No te lo tomes a mal Valeria, él es así. Le cuesta reconocer las cosas. –Y Ashley le dirigió una mirada condescendiente cual madre a su hijo. –Bueno, qué pasó a continuación. –Preguntó curiosa.
-Algo de lo que el tipo se arrepentirá toda su vida. El tipo intentó besar a Valeria y ella lo mordió. ¡Si vieras cómo le sangraba el labio! Por un momento pensé que ella solita se las bastaba. –Bryce continuó hablando como si nada. Y yo también. Ashley tenía razón. Además, yo era otra cabezona que no reconoce las cosas.
-¡Un tipo con una palito de metal iba a venirme a mí! ¡A mí! ¡Yo que me he enfrentado a toda la Uni! ¡Inocente! ¡Jajaja! –Exageré mi tono de voz.
-¡Cierto! –Dijo Bryce. Y todos empezamos a reírnos. Parecía mentira que ahora pudiéramos estar haciendo chistes sobre eso. En aquella época era simplemente impensable. Nunca podría haber imaginado, en ninguno de los universos paralelos, una situación como esta ahora. Él, Ashley, Karem y yo cenando plácidamente. –Al final a Bryce se le encendió la vena asesina, se le echó encima, lo obligó a disculparse y cuando lo liberó al creer que todo había acabado. Boom. En un visto y no visto yo estaba inconsciente en el suelo. –Le ponía incluso el tono adecuado para dar más suspense y emoción al asunto.
-Y tú estás estudiando medicina… si en las situaciones en las que hay que guardar la calma para tenerlo todo controlado te desmayas… -Ea, ya Bryce soltó la puya. Me miró desafiante.
-Habló, el que casi se echa a llorar al ver que no respondía a sus dolorosos lamentos. –Lo miré victoriosa. Se quedó cortado sin saber qué decir. Esta la había ganado yo.
-Bueno, bueno, chicos. –Dijo Ashley para empezar un nuevo tema de conversación. –Tengo que daros una noticia. Pensaba reuniros a todos el próximo viernes 23 para comunicaros una noticia. –Todos nos quedamos mirándola curiosos. ¿De qué se trataba para tener que reunirnos a todos? Ashley nos puede sorprender con cualquier cosa, desde que quiere adoptar a algún niño necesitado o que se va a de misionera. Karem intercambió una mirada que no pude determinar con Ashley. Como si ella debiera saberlo con prioridad sobre otros.
-¿No nos puedes dar un adelanto? –Adelantó Bryce. Karem y yo seguíamos mirándola sin saber qué decir.
-Bueno, es sobre una decisión que he tomado y me gustaría que supierais. –Lo sabía. Sabía que iba a ser algo de su futuro. -¿Puedo contar con vuestra presencia? –Acabó sonriente intentando evitar el tema  de sonsaque. En fin, no íbamos a sacarle nada, sólo tocaba esperar.
-Sí, conmigo sí. Estaré esta semana en Oakville con mi familia. Puedo venir el viernes.
-Oh, si no puedes no te preocupes, tampoco es tan importante, es sólo que me hace ilusión que seáis los primeros en saberlo. –Sentía que tuviera que desplazarme solo por ella. Para mí no era ningún problema.
-Tranquila, de verdad, si lo hago es porque no me es ningún inconveniente. En serio. –Muchas gracias. –Y Ashley sonrió amablemente. Se sintió aliviada. Karem seguía mirándola raro. Bryce habló.
-Bueno chicas, yo ya he cenado. Muy bueno todo Ashley, díselo a Mikaela. -¿Mikaela era la cocinera? ¿Y se sabía el nombre? –Me voy a mi cuarto y os dejo que comencéis la fiesta. No quiero que me despertéis. –Dijo levantándose y colocando la silla en su sitio. Nos miró a todas a modo de despedida y se quedó parado en mí. Él de pie y yo sentada, tenía que romperme el cuello para verle la cara. –No te vayas mañana sin mí. Que te conozco. –Dijo más serio de lo normal. No esperaba que dijera eso. ¿A qué venía?
-Pero tengo que levantarme temprano para trabajar. –No era una excusa para no irme con él. Es que me daba apuro que hiciera ese sacrificio por mí. Que sí, que era sólo levantarse temprano, pero no me gusta que la gente haga cosas por mí.
–No importa, me despiertas. –Respondió secante. Vaya, estaba en sus treces. Bueno, si tanto lo deseaba, no iba a negárselo.
-Bueno, bueno, como quieras. Hasta mañana. –Dije todavía sorprendida, con los ojos muy abiertos por el imprevisto. Ya empezaba a dolerme el cuello de mirar hacia arriba tanto.
-Buenas noches. –Dijo finalmente antes de darse la vuelta para irse. Seguía serio. Se puso raro desde que no respondió a mi comentario. ¿Le habría molestado? No lo hice con mala intención… Nos miramos las tres con cara de, ¿qué hacemos ahora? A mí el impulso que me salió fue el de recoger los platos. Me levanté y empecé a cogerlos.
-No, no, déjalo Valeria, mañana se encargarán las asistentas de recogerlos. ¿Vemos mejor la peli ya? –Y Ashley me invitó a parar colocándome cariñosamente sus manos en mi antebrazo. La miré.
-Ah, va. Pues voy a enseñaros las películas. La tengo en la mochila. -Y me dirigí al sofá para cogerla.

Las pelis estaban dentro. Desvié la vista sin querer y vi entre un montón de revistas que estaban sobre la mesa algo que captó mi atención. Cogí la revista, pues tenía varias debajo y la saqué. La sostuve en mis manos y no pude decir nada más. No pude reaccionar. No pude pensar. Sólo podía observar y observar. Estaba bloqueada por completo. Eso no podía estar ocurriendo. No a mí. Empezó a temblarme el pulso. Empecé a temblar. Empezó a girar todo a mi alrededor. Me volví a repetir a mí misma que eso debía ser un error. Pero no, no lo era. Lo que estaba viendo con mis propios ojos era la pura verdad.

-¿Qué ocurre? - Karem tuvo que interrumpir mi bloqueo. ¿Cuánto tiempo me había llevado mirando esa portada sin reaccionar? El resto del mundo desapareció en el momento en el que vi aquello.
-Lo que están viendo mis ojos es una creación de mi mente… ¿verdad? -Seguía sin aceptarlo. Al menos comprobé que no había perdido por completo el habla. Karem se colocó de rodillas en el sofá a mi lado y miró hacia donde apuntaban mis pupilas.
-¿En serio lo ves ahora después de haberlo sacado hace tres semanas? Lleva colgada de una chincheta en la tienda de ropas desde entonces. Al principio pensaba que no querías comentarme nada, pero como veía que tus problemas eran por él y que no veía mejora por saber esa noticia, pensé que en verdad no la habías visto. Pues te habría alegrado. –Karem hablaba, pero la escuchaba como si estuviera lejos de mí. –Pues si que estabas gravemente preocupada… –Ella hablaba como si tal cosa, como si fuera lo más normal del mundo. Allí lo raro no era lo que decía la revista, no era que no me hubiera dado cuenta… Valientemente…

Debía estar alucinando… Algo tendrían que haberme echado en la comida de este mediodía… ¿Yeso? ¿Pintura? ¿Setas alucinógenas tal vez? Eso debía ser… ¿Qué es más lógico en mi vida? ¿Qué me vaya bien o mal? Evidentemente lo segundo, por tanto, la serie de sucesos hoy acontecidos en los que se acababan mis problemas era lo realmente inventado por mi mente por la acción de esas sustancias…

-Y no, no es imaginación tuya ni creación de tu mente, estás viendo una portada de una de las revistas más importantes del país en la que salís Bryce y tú como su PRIMERA posible pareja como exclusiva en InTouch. –Karem dio punto y final a mis dudas. Sí, lo que estaba viendo era real. Me costaba creerlo, pero era cierto. Comencé a leer, lentamente, analizando cada palabra.

“¿Bryce Domioyi enamorado?” Ese era el titular de la portada, las letras más grandes y visibles que más espacio ocupaban… Estupendo… Cuánto me alegro… Salían dos fotos. Una en Central Park, paseando conmigo el día en que él se pasó seis horas y medias esperándome bajo la nieva y por eso se acatarró. La otra era del día siguiente, cuando aparecemos los dos sentados en el portal de mi bloque de pisos esperando a que vinieran a recogerlo. Al parecer nos siguieron los paparazzi… Mierda. Aunque no pude evitar fijarme en lo guapo que salía Bryce. Sonreí al verlo como la boba más grande sobre la faz de la tierra. Se veía tan espectacular a mí lado. Él, que podría ser el modelo más cotizado del mundo o el Míster Universo más atractivo del mundo, conmigo, la chica más corriente del planeta. Mundo extraño. Era tan desproporcionada la diferencia… Me dejé de pamplinas y abrí la página donde trataban más a fondo la noticia. Había más fotos de los dos, las dos de los mismos dos días pero distintos momentos.

“El problemático hijo de la familia Domioyi, del cuál llevamos unos años sin saber nada acerca de su vida amorosa, alejado para siempre de los clubes nocturnos, ha sido visto por primera vez con una chica la cual creemos que se puede tratar de una compañera de universidad. Al parecer, el joven llevaba horas esperándola bajo la nieve, dieron por fin un paseo por Central Park y tras una discusión se separaron. Fueron después vistos por la mañana en el portal de un edificio de West 99th Street. Los característicos rasgos de la chica, tales como la rizada mata de pelo pelirroja más la dirección de su casa y uniforme han permitido su rápido reconocimiento. Se trata de Valeria Spinoza y es una estudiante becaria de origen español…” Ahí dejé de leer… No sé que me impactó más, si ver que Bryce antes era de clubs nocturnos, que todo EEUU junto con mi Uni incluida sepan de nuestra relación o que me hayan identificado con nombres y apellidos… ¿Y si Bryce es todavía virgen… ¿qué hacía en esos clubes nocturnos? Creo que quedaba claro que era lo que más me molestaba…

De cualquier modo, me entró un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Era un mal presagio. De pronto sentí que esa noticia en el periódico no iba a traerme nada nuevo… Ahora entendía por qué las tres esas me habían vuelto a tener otra trampa, estaban dolidas por lo de la revista. ¿Y cómo es que no me he enterado de nada en la Uni? ¿Ni rumores? ¿Ni cuchicheos? Bueno sí, había estado viviendo demasiado tiempo en mi cabeza aquellas tres semanas que pasé sin Bryce. No prestaba atención al mundo exterior y Karem me lo había corroborado… Pero ¿ni siquiera alguna descarada que viniera a preguntarme a mí directamente a la cara? Y me acordé de Leo y Liam. Hoy se quedaron muy callados y me cambiaron de tema rápidamente cuando dije la broma de esconderme en mi búnker porque era famosa y salía en las revistas… ¡¡ELLOS LO SABÍAN Y NO ME LO HABÍAN DICHO TAMPOCO!! ¡Ni Aaron! ¿Por qué no me había enterado?

Fuera lo que fuera, esta dichosa exclusiva en InTouch iba a traerme muchos problemas. 

domingo, 15 de julio de 2012

Capítulo 55: Boom

Capítulo 55: Boom
El camino en el coche lo pasamos en silencio. Un silencio que no era incómodo. Nunca pensé que podría llegar a sentirme tan a gusto con él. Era impensable un mes atrás. Yo contaba los minutos que faltaban para despedirme de Bryce. Cada segundo que pasaba era una cuenta atrás para decir adiós a todo él.  Soy masoquista. La radio estaba puesta. Casualmente estaba sonando una canción que desconocía pero que decía <Tonight we are Young> Sí… pero no con él… De repente sentí la necesidad de averiguar algo.
-¿En qué piensas? –Era una doble pregunta porque además la hice en español para saber si él también lo hablaba. No lo miré al preguntarla, me quedé con la mirada fija en la carretera. Ya era de noche. Los coches tenían las luces encendidas, y los comercios también. Bryce respondió en un perfecto español, sin inmutarse por el cambio de registro. Parecía que era su primer idioma. No tenía acento ninguno.
-Pensaba en que este silencio no es incómodo. Que he esperado mucho tiempo un momento como este. Y tengo miedo de que algo vuelva a enfrentarnos. –No quitó el ojo de la carretera hasta que dijo la última palabra. Me entró un escalofrío. Siempre sorprendiéndome. Era exactamente lo que yo había pensando. -¿Y tú que piensas?
-Que 30 minutos más es muy poco tiempo. –Me encantaba darle a entender cosas sin decírselas directamente. Estaba diciendo a gritos que quería quedarme toda la noche con él. Me deslumbró con su sonrisa torcida y otra vez volví a quedar indefensa.
-Jajaja. –¡Su risa! *-* Flechazo directo al corazón. ¿En serio me he estado perdiendo esto todo este tiempo? Por cada cosa maravillosa que me enamoraba de Bryce, se me clavaba otra espinita más en el corazón por haber desaprovechado el tiempo con él. –No te preocupes. Si me dejas, puedo darte todo el tiempo del mundo. -Y arrugó las mejillas al levantarlas sonriendo. Tenía un efecto narcótico en mí. La sonrisa de Aaron me hacía sentir que el mundo era un lugar mejor, pero la de Bryce simplemente me dejaba exhausta. Semejante flujo de sentimientos corriendo a la vez por todas mis terminaciones nerviosas tenía un efecto indescriptible. –Imagino que pasarás las vacaciones de navidad con tu familia, ¿no? Si quieres que vaya a verte, sólo tienes que decírmelo. Sabes cuál es mi número. –Pero esta vez habló mirando hacia el frente. Tantos altibajos me estaban dejando sin fuerzas.
-Me gusta la idea. Ya lo has dicho. ¡Luego no te quejes si abuso! –La voz me temblaba al hablar. Me había puesto demasiado nerviosa ante sus inconscientes reacciones.
-¡Que más quisiera yo! -Lo dijo por lo bajini. A sí mismo. ¿Su intención es que lo oyera o que no? La cuestión es que no pudo gustarme más su respuesta. –Hemos llegado. Dijo mientras entrábamos en un parking muy mal iluminado. Antes de que la vaya nos permitiera el paso, tuvo que pulsar un botón para recibir el ticket que después tendría que pagar. Me lo dio a mí para no pararse a guardarlo y seguir conduciendo en busca de aparcamiento. Yo lo guardé en mi cartera.

Las luces colgaban del techo apagadas. Los fluorescentes estaban destrozados. Dichosa delincuencia… No se veía un pijo. Por un momento pensé en la perfecta excusa para agarrarme del brazo de Bryce. No veía. Pero preferí contenerme. ¿Cuándo me he vuelto tan impulsiva? Aparcó a la primera. Salimos del coche y me coloqué a su lado, muy próxima, aquel sitio me daba miedo. Íbamos andando buscando la salida de aquella tenebrosa cueva-parking. En serio, estaba demasiado oscura. Si acaso funcionaban tres luces. Sentía que en cualquier momento podría tragarme un agujero negro. Pero no debía temer nada. Él estaba a mi lado esperando algo que mereciera un agradecimiento mío. Y yo también.

-No te vayas a perder. –Dijo mientras buscaba mi mano. Tuve que levantarla para llegar a la suya. Siempre me sorprendo de lo tremendamente alto que es. Lo miré directamente a los ojos. Paramos de andar. -¿Qué pasa? ¿Te molesta? –Preguntó todavía en español. No lo dijo a la defensiva, lo dijo preocupado por la respuesta. ¿Molestarme? Estaba en el cielo. No sabía qué responderle para darle a entender que me encantaba pero sin decírselo. –Me has muy mal acostumbrado. Compréndelo.
-No. Está bien. –Dije con la voz temblorosa todavía. Estaba tranquila, calmada, pero no podía controlar los actos inconscientes de mi cuerpo, que sí estaba inquieto. –Y siento haberte acostumbrado a perderme… -Lo sentía mucho.
-¿El qué? ¿Qué sientes el qué? ¡Pero si acabamos de conocernos! Anda, sigue andando. –Y remprendió la marcha. ¿Cómo la bestia a la que más temía de toda la Uni se ha convertido en la cosa más adorable del mundo? Tal vez siempre lo fue, sólo que nunca lo supo. Me alegré en ser la primera en descubrirlo.

Hasta que no salimos a la calle por una estrecha y sucia escalera, no me relajé. Desde la acera pude vislumbrar el videoclub. Era enorme, de dos plantas. Y no quería ni imaginarme cómo sería por dentro. ¿Lo había hecho a propósito para tardar más tiempo en encontrar la peli perfecta y así estar más rato conmigo? A mi no me importaba oye… Cuando entré dentro, corroboré mis suposiciones. Era mucho más grande de lo que ya de por sí parecía desde fuera. Estaba organizado por discos DVD, Blue-ray y los antiguos VHS. Pero es que además cada uno estaba dividido en categorías… Documentales, terror, románticas, comedias, series… El paraíso de los amantes de las películas. Era más grande que la sección del FNAC y El Corte Inglés juntas. Calles y más calles interminables de carátulas de vídeos. Sólo para ver cuántas películas hay en cada una, se podría tardar una hora o más.

Cuando entramos por las puertas automáticas, todo el mundo se nos quedó mirando boquiabiertos y descaradamente. Fue ahí cuando me di cuenta de que seguíamos agarrados de la mano. Me sentía tan natural y cómoda que no me había percatado hasta entonces. Bryce siguió como si tal cosa, sin inmutarse lo más mínimo. Debía estar acostumbrado a eso ya y lo veía normal. Yo empecé a sentirme incómoda, nunca me ha gustado ser el centro de atención de la gente. Apreté fuertemente la mano de Bryce para que me mirara. Seguimos andando como si tal cosa. Esta vez le di un estrujón  repentino y se paró a mirarme.

-Bryce… ¿No te has percatado de que todos aquí nos miran descaradamente? Tal vez deberíamos soltarnos de la mano. –Dije poniéndome de puntillas para poder hablarle bajito al oído, pero lo más que pude hacer fue susurrarle al cuello. Bryce no dijo nada, miró un momento nuestras manos, todavía unidas, y después me miró a mí.
-Eso es porque no están acostumbrados a ver a un tío tan guapo como yo. –Vale, había olvidado que seguía siendo Bryce y su incambiable personalidad de sobrado. Qué poco tiempo le dura la parte que me enternece… -Pero como quieras. Sólo te digo que tengas cuidado, si se me acerca una para pedirme salir porque me ve solo, no te vayas a enfadar después. –Dijo sin ninguna expresión que me dijera que estaba bromeando. ¿En serio lo decía en serio? Menos mal que me tomo estas cosas con calma…
-Si eso ocurre, estaré encantada de darle vía libre a la pobre inocente. Seguro que incluso pagaría para devolverte. –Y le levanté las cejas a modo de vacile. Para no darle tiempo a responder, cogí la primera película que halló mi mano entre las estanterías y se la saqué para preguntarle. -¿Qué te parece esta? –Lo que pasó a continuación fue muy gracioso. Estábamos en la sección de comedias, pero no románticas. La película que saqué se llamaba <¿Hacemos una porno?> Imaginaos mi cara de vergüenza.
-¿Es una indirecta? –Dijo Bryce tras unos segundos de análisis de la portada. Guardé de inmediato la película en su sitio. Sentía las flechas de la mirada de la gente que se había enterado de ese momento. –Porque no quiero ni imaginarme lo que vais a hacer tres chicas hoy en una cama por la noche… -Y me miro de reojo con expresión de estar mal pensando mucho.
-¡No seas mal pensando! –Dije empujándolo para sacarlo de aquella sección. Con las manos en su espalda hacía fuerza para obligarlo a andar. No estaba poniendo resistencia, sino que me estaba costando tanto porque mover su esbelto cuerpo es difícil.
-¡Pues no me des motivos para hacerlo! –Sentía como cada vez nos miraba más gente. Y no sólo a él. También a mí. ¿Qué diantres pasaba? Me estaban poniendo mala.
-Anda, venga, sin mirar, al azar, saca una. –Y le puse una mano en los ojos para que no mirara.

No fue hasta que entré en contacto con su cálida piel hasta que me di cuenta de mi acto. Lo estaba tocando por un impulso. Nunca se me había ocurrido tocar a ningún chico. Ni Alan, Leo, Liam, mi hermano Alex o incluso Aaron. A ninguno, siempre guardaba la distancia. No porque me molestara su contacto, si me encantaba, pero nunca salía de mí. Pensaba que si lo hacía, entraba dentro de lo que se conoce por “tonteo”. “Excusa para tocar al chico que me atrae y darle a entender que me gusta, y que tiene el camino libre para tocarme a mi también y así iniciar un jueguecito”. Y me había salido impulsivamente con Bryce... Bueno joder, ahora que lo pensaba, había pasado toda una noche abrazada a él. Esa idea podía borrarse ya, ¿no? Ahora volví a dejar de pensar para empezar a sentir. Me encantaba el contacto de nuestra piel, pero debía darme prisa, no ver los ojos de Bryce me disgustaba. Para llegar a ellos, tuve que volver a ponerme nuevamente de puntillas. ¿Por qué tenía que ser tan alto? Tampoco pido un pararrayos…

-Si me pones la mano en la cara no puedo ver. –Dijo sin mover nada más que los músculos de la boca para hablar. Tan pancho como nada. ¿Era yo la única que estaba dándole tanta importancia a ese contacto? Me estaba agotando la paciencia.
-¡Esa es la cuestión! Que sea por azar. Venga, mete la mano. ¡Vamos!  ¡Vamos!  -Y lo hizo, metió la mano y sacó una película. Sin retirar la mano de sus ojos, leí el título. <El doctor Frankenstein> Mierda… Si lo leía, se acordaría de aquel día que lo dejé plantado y después solo tras llamarlo Frankenstein… ¿Por qué la suerte está en mi contra? Le di un golpe en la mano y la película cayó al suelo. Pero la que le devolví fue otra que me dio tiempo de remplazar. ¡Qué inteligente soy! -¡Uy! ¡Se ha caído! Anda, ya puedes mirar. ¿Qué te parece? -¿Me estaba quedando sobreactuado?
-¿Detrás de las paredes? –Dijo tras quitarle la mano de la cara y observar con detenimiento la portada. Estaba escondiendo una risa disimulada. ¿Me habría visto? Por lo menos me conformaba con que no sacara el tema… Si es que no puedo evitar ser una descarada… -Es una mierda de película. Un tostón. Aburrida. No os va a gustar. Y la guardó en el mismo sitio donde la cogí. ¿Para eso la formo yo tanto? –Deja de dejarlo todo a tu suerte. Y más sabiendo que no tienes ninguna. El azar es caprichoso y hay algunas casualidades que no deberían existir nunca. –Auch, eso me dolió. Pero tenía toda la razón.
-Oye… Que tampoco tengo tan mala suerte… -Quería autoconvencerme de que no, y de repente pensé en que me había tocado la beca para este lugar al cual no me había arrepentido de venir. Había conocido a Karem, Ashley y al G4. Eso era ser muy afortunada. Mi mala suerte es más al día a día, no en las grandes cosas.
-Cierto. Estás con el chico más codiciado de todo el país. ¡Qué más se puede pedir! –Y lo miré con cara de <vete a otro perro con ese hueso>.
-¡Por supuesto! La paz en el mundo está sobrevalorada –Y empezó a reírse nada más decir eso. Si había alguien en el videoclub que quedara sin mirarnos, ya estaba totalmente segura de que no.
-Jajaja. No puedo contigo. –Y siguió riéndose tan tranquilo mientras yo lo miraba con los brazos cruzados y moviendo el pie derecho a modo de impaciente. ¿Se estaba riendo de mí? Cuando paró, empezó a hablar con algunos ecos todavía de gracia. –Le he dicho esa misma frase a un montón de chicas, y a ninguna se le había ocurrido responder eso. - :O Eso sí que no me había gustado. Nada de nada. No pude evitar ocultar mi cara de indignación, sorpresa y consternación.
-¿Dices o haces las mismas cosas conmigo que con las demás para compararme con ellas? –Estaba muy indignada. Mucho. Eso me dolió en el alma. Hasta ese momento, yo creía que era la única. Karem me dijo que nunca lo había visto en una revista con ninguna chica. ¿Y qué más daba eso? Ahora que lo pensaba, podría haber pagado para que las fotos no fuesen publicadas. Que Leo y Liam si salieran en las portadas no me confirmaba nada. Me sentí muy tonta.
-Oh. –Vale, ahí noto que algo no iba bien. Le costó pero al final lo vio. La risa se le cortó de sopetón. –No quería decir eso. Y mucho menos te estoy comparando o haciendo pruebas. Tú estás por encima de todas sin lugar a dudas. –Se puso muy serio de repente. Por un momento vislumbré una expresión de inquietud y miedo. ¿A qué temía? ¿Que lo descubriera? Aunque qué esperaba también del chico más popular de todo el Estado… Sería de locos no aprovechar sus circunstancias.
-¿Eso es lo que le dices a todas? Conmigo no va a funcionarte. –Dije tan fría como una estalactita. Lo miré acusatoriamente. Seguro que era otro playboy como Liam y Leo. Que no me parece mal. Ellos lo hacen sin ningún compromiso con las tías, dejándoles todo claro sobre lo que quieren desde primer momento y así nadie sufre. Si pueden y quieren, ¿por qué debería ser malo disfrutar de eso? Yo me alegraba por ellos. No todos quieren y pueden. Pero pensar que Bryce también, me ponía enferma. Sólo con imaginarlo. La respiración se me aceleró, la presión me aumentó y empecé a marearme.
-Odio que desconfíes de mí. Yo nunca miento, por si no lo sabías. Además, ¿qué te importa a ti mi historial con las chicas? –Ahora estaba enfadado, irritado y molesto. Como siempre he estado acostumbrada a verlo.

Cierto, no me importaba nada. Lo pasado, pasado está. A mí debía importarme que ahora estaba ahí conmigo. Que me había estado esperando todo este tiempo y no me había dejado por alguna chica fácil. Sin embargo, otra vez volvieron a asaltarme las mismas dudas enfermizas. ¿Y si seguía intentándolo sólo porque le gustan los retos y los desafíos imposibles? ¿Y si no era por mí? ¿Y si era para sumarse una victoria personal? El problema radicaba, en que seguía sin poder creer que una persona tan extraordinaria como Bryce, que podía tener a cualquier chica comiendo de la palma de su mano con solo mover un dedo, pudiese estar colado por mí. La chica en la que nunca nadie se fijaba. La poca cosa de la fiesta. Nunca la guapa.

-Me importa, porque así puedo imaginarme si has sido de relaciones largas y serias o cortas y de rollo. Y así también puedo imaginarme qué tipo de chico eres y qué puedo esperar de ti. –Toda la tienda nos miraba, pero yo no era consciente de ello. Bryce y yo nos mirábamos directamente a los ojos, 
-¡Claro! ¡Ya lo entiendo todo! ¡Estás camuflando bajo este extraño interés en saber mis anteriores ligues para supuestamente no hacerte ilusiones en vano…-Sus ojos brillaban, se le había encendido la bombilla que todavía no se me había encendido a mí. ¿Podría iluminarme con su luz? Incluso lo vi sonriendo ilusionado. -…cuando en verdad estás celosa! –Tenía los ojos muy abiertos y la expresión emocionada.

O_O Me quedé sin saber qué decir. ¿Estaba celosa? ¿Eso es lo que se siente en estos casos? ¿Y por qué nunca lo había sentido con Aaron y Ashley? ¿O es que aquello era desilusión? Los celos se tienen por alguien con el que se puede competir, no con algo imposible. Creía que Bryce iba a enfadarse mucho por no confiar en su palabra, o por pensar mal de él, que me dejaba guiar por las apariencias externas y no por la persona o cosas como esas. Pero no, creo que ni se le pasó por la cabeza, porque estaba segura de que si eso hubiese ocurrido, lo habría dicho. Lo cual me gustó, si no se le ocurrió, es que no lo pensaba en verdad.

-No tengo nada más que decir. Voy a buscar a la sección de románticas, no me gusta la de terror. –Y me di la vuelta para buscar las escaleras que llevaban al siguiente piso. No tenía ni idea de dónde estaban las películas románticas, tal vez abajo, pero es que no quería pasar más ni un segundo allí. No fue hasta ese momento cuando volví a ser consciente de la mirada de la gente en nosotros dos. Me puse más alterada incluso. Pero me lo volví a tragar todo una vez más. En ese momento no pensé en cómo podía sentirse Bryce. Sí, fui una egoísta y una niña pequeña, lo sé. Luego me arrepentiría, pero cada vez que me imaginaba a Bryce con alguna súper modelo, a solas en una actitud… No podía controlarme. Era superior a mí.

No me dio tiempo a dar tres pasos cuando sentí que Bryce me rodeaba con sus firmes brazos por debajo del pecho. Me tuve que parar de inmediato. Las piernas empezaron a temblarme. El corazón a galoparme. La respiración se me entrecortó. La cabeza se me quedó en blanco. El estómago me hacía cosquillas. La voz se me perdió y empecé a sentir mucho calor en la cara. Un escalofrío recorría toda mi piel. No estaba preparada para esto. Sabía que era él, no porque no podía ser nadie más, sino porque sólo con él mi cuerpo reacciona así. Y su olor… Soy muy pesada con eso, pero es que cuando eres adicta a algo, nunca todo el tiempo que lo disfrutas es suficiente. Me apartó con suma delicadeza el pelo de la oreja. Me inundó otro escalofrío. Y con cuidado, apoyó su cabeza en mi hombro derecho. Me estrechó contra su cuerpo tan dulcemente, que cerré los ojos para que todo fuera más perfecto. Desde el mismo momento en que me rodeó con sus brazos, el mundo había desaparecido para mí, y mi estado de enfado sin motivo también.

-¿Pero por qué lo haces todo tan difícil? ¿No te he dicho ya que para mí tú eres única? –El aire saliendo cálidamente de su boca y rozándome el oído me dejaba confusa. Indefensa. Podría pedirme cualquier cosa que la haría encantada. -¿Por qué eres tan dura? El problema no es que pienses que miento, es que te cuesta creer que lo que siento por ti sea de verdad. –Tenía razón. Tenía toda la razón y más. ¿Cómo podía él conocerme mejor que yo a mí misma? Empezó a acariciarme la parte de arriba de las manos con sus dedos juguetones. Yo seguía temblando, no estaba nerviosa, sólo que en esos momentos, toda mi fuerza estaba localizada en mi capacidad para no colapsar mis sentidos. -¿Qué tengo que hacer para que eso cambie? -¿Esperaba una respuesta? Porque yo no podía pronunciar palabra en ese momento. Suficiente que pensaba… -¿Recuerdas cuando viniste corriendo no sé todavía por qué a decirme que eras virgen? -¿A qué venía recordarlo ahora? Volví a sentirme tan patética y avergonzada como hasta entonces. –Pues este que está aquí todavía no se ha estrenado esperando a encontrar a la chica especial que lo ame por lo que es y no por lo que tiene o parece. –Y en ese momento fui feliz. Sí, sólo el tiempo que tardó en pronunciar toda la frase, pues justo después me soltó en contra de todos mis deseos para seguir como si nada hubiese pasado. En ese momento volví a la realidad del videoclub y de mis ansias de más. -¿Por dónde íbamos eligiendo películas? –Dijo mirándome como quien no quería la cosa y quería cambiar de tema. Eso no se hacía…
Tras ir a la sección de películas románticas, emocionarme al recordar Titanic y El diario de Noa, averiguar que Bryce nunca las había visto o ni siquiera conocía la historia, asombrarme por ello y prometer que algún día las veríamos juntos y después de yo prometer que tendría que dedicar la suma del tiempo que duran las dos películas a Bryce para hacer una actividad que el proponga, escogimos una comedia romántica y una película de terror. La primera la elegí yo y la última él. “Cómo perder a un chico en 10 días” y “Habitación 1408” Supuestamente íbamos a ver las dos esta noche y aún quedaría tiempo para el típico juego de chicas de atrevimiento o verdad. La noche realmente prometía, pero aun así iba a ser sin Bryce.

En la caja registradora, Bryce se empeñó en pagar él. Y yo me empeñé en pagar yo. Al final gané yo. Las mujeres somos más testaduras para eso. Pero con la condición de que él debía invitarme a otra cosa, por sorpresa, sin preguntarme para no recibir un <no> por respuesta. No tuve más remedio que aceptar. ¿Es que tenía otra opción? Si me compraba algo por su cuenta, no iba a hacerle el desprecio de rechazarlo. El cajero también nos miraba raro. Me sentía observada hasta por las cámaras de seguridad, como si no me grabasen por obligación o casualidad de estar en su campo de visión, sino porque querían guardar todos mis pasos. Me estaba volviendo paranoica. Salimos sin decir nada. Fue poner los dos pies fueras de aquel lugar y dejar de sentirme espiada. Ya no me sentía el centro de atención. No quería ni preguntarle a Bryce, capaz de responderme otra vez con alguna gracia y no con lo que de verdad pensaba. Miré la hora, en 10 minutos sería la hora de la quedada en casa de Ashley. No quería llegar tan pronto… Y el videoclub había resultado ser inofensivo… Yo quería un motivo para deberle un agradecimiento a Bryce… Ofú…

No me gustó la idea de volver a entrar en ese parking siniestro y tenebroso. La iluminación me parecía incluso peor que antes. Esta vez tuvimos que alumbrarnos con la luz del móvil de Bryce. El mío no daba para tanto. El pobre… demasiado que realiza llamadas y manda mensajes. No nos volvimos a agarrar de la mano, él lo olvidaría, no querría abusar o yo que sé. Yo no se lo pedí. No me atrevía. Simplemente andaba muy próxima a su lado. Llegamos a las máquinas que recogen el ticket y te piden el dinero que tienes que pagar por el tiempo que has tenido el coche aparcado. Un joven con muy malas pintas estaba sacando todo lo que encontraba debajo de las máquinas con una vara alargada y fina de metal. No me preocupé en exceso, Bryce estaba conmigo. Cuando llegamos y nos detuvimos enfrente, yo me quedé mirando a él y él mirándome a mí. Como dos tontos que se miran cuando no saben lo que tienen que hacer.

Fue ahí cuando recordé que el ticket estaba guardado en mi cartera. Vale, la tonta era yo, aunque no me planteé lo contrario en ningún momento. Y justo en el momento en el que saqué la cartera, sentí como bruscamente un brazo peludo y sucio me rodeaba por la garganta y me apretaba contra una barbilla que se hincaba en mi cabeza. Al instante comencé a notar como con un objeto cortante, tal vez la vara de metal ancha y delgada que estaba usando antes aquel tipo, se clavaba en mi cuello. Le temblaba el pulso y a mi todo el cuerpo. Me estaba haciendo daño de verdad. Sabía que Bryce me protegería pero no podía evitar tener miedo.

-¡Dame todo el dinero que tengas tú y el chaval! –Dijo apretando más la fila hoja de la vara contra mi cuello. Me estaba haciendo mucho daño. Miré a Bryce desesperadamente. Le pedía a gritos ayuda con la mirada. No me miró, estaba mirando al tipo que me estaba estrangulando.
-No. Suelta tú a mi chica. –Si no hubiera sido por lo nerviosa que estaba, me habría emocionado al escucharle decir <Mi chica>. El tipo empezó a tirarme del pelo y a olerlo como un obseso. Lo repugnaba hasta morir. Yo no podía respirar, con su mano me tapaba la boca.
-¿Y si no quiero qué? Creo que estás en situaciones de perder. A ver si te enteras de que aquí quien domina la situación soy yo. –Y el tipo le escupió, pero su saliva no llegó a Bryce. Él fue lo suficientemente veloz en sus reflejos, que esquivó el escupitajo con una exactitud milimétrica.
-No, estoy seguro de que no. Así que por tu bien suelta a mi chica, pídele perdón a ella, pídeme perdón a mí y te dejaré en paz. –Bryce seguía sin mirarme a mí. A pesar de la situación, se le veía muy relajado, pero pude ver cómo volvía a cerrar los puños en posición defensiva. Por un momento, temí más por mi atracador que por mí. Este tipo no sabía con quién se la estaba jugando.
-¡QUÉ ME DES EL PUTO DINERO YA OSTIAS! ¡O TE JURO QUE ESTA PERRA LO VA A PASAR MUY MAL! –Y en ese preciso momento en el que me quedé sorda del oído izquierdo, me giró el cuello bruscamente en contra de mi voluntad e intentó besarme por la fuerza.

Me tiraba del pelo con fuerza para doblegarme, y lo conseguía, no porque yo moviera la cabeza para evitar el dolor, es que la fuerza de su brazo era superior a la de mi cuello. No podía hacer nada por retirar la cara. Me raspé toda la mejilla izquierda con su puntiaguda barba. Noté como un líquido caliente y salado salía de mi cuello tras sentir un corte fino y rápido en mi cuello. Era sangre, el muy desgraciado me había cortado. Y lo que más repelús me da es cortarme con hojas afiladas. Ahora me había cabreado. En la milésima de segundo que ocurrió todo aquello, yo le mordí el labio con fuerza, le pisé el pie con todas mis ganas. Cuando el tipo me saltó para llevarse las manos a su sangrante labio, Bryce entró en acción. Fue muy rápido.

Se echó sobre el tío como un leopardo sobre un indefenso ñu. En un salto limpio y habilidoso. Con gran agilidad y maestría, colocó el brazo del tipo detrás de su espalda en el transcurso del tiempo hasta llegar al suelo. No lo vi, pero como al mirarlos en el suelo ya estaba inmovilizado, supuse que lo había hecho mientras caían. No me sorprendía, pues ya estaba acostumbrada a ello, pero sí me seguía pareciendo increíble. Bryce era una verdadera arma humana. Pero de pronto sentí miedo. Si se descontrolaba, podría pasarse demasiado y hacerle daño. No quería que volviera a meterse en problemas y menos otra vez por mi culpa. Mi vulnerabilidad lo perjudicaba. Cuando reaccioné para avisarlo, ya Bryce se había sentado sobre sus piernas. Estaba echado hacia delante agarrándole el brazo con fuerza en la espalda con una mano, y le sobraba, pues con la otra le estaba moviendo la cabeza para obligarlo a mirarme. Parecía que no tenía que esforzarse nada, que no costaba ningún tipo de trabajo hacer lo que él estaba haciendo. Es su capacidad.

-¡Bryce para! ¡Vas a meterte en problemas otra vez si le haces daño! –Y yo volví a pensar en él. Egoístamente, más en los problemas en los que podría meterse que en la integridad física de tipejo. Lo miraba horrorizada. No podía imaginar más días como los que habíamos pasado los dos.
-No te preocupes, tranquila, no le estoy pegando, lo estoy conteniendo. Es lo único que nos permiten a los deportistas federados. –Dijo sin mirarme a la cara, él no le quitaba los ojos de encima al tipo. Estaba llorando desconsolado, pidiendo liberación con lágrimas en los ojos. Me dio pena incluso. –Y ahora, bastardo, pídele perdón a mi chica. –Y vi cómo Bryce tensaba el brazo derecho para ejercer aún más presión sobre su cabeza para que me miraba. De repente me vi con los ojos clavados y suplicantes del tipo mirándome fijamente. Era terrorífico. -¡Venga! ¿A qué esperas? –Y le golpeó la cara contra el suelo para hacerlo reaccionar. -¡Pídele perdón! –Bryce no estaba disfrutando del momento. Recuerdo cuando luchó con los cinco tipos que intentaron violarme, ahí se sentía sobrado, en su salsa, deseoso de pagar sus problemas con los demás, sonreía de pura maldad. Ahora creía ver que estaba deseando que todo acabara cuanto antes. El tipo no podía hablar de puro pánico. Al final balbuceó. –Lo-lo si-si-ento… -No se entendió muy bien lo que dijo.

Seguramente en otro momento también, Bryce lo habría obligado a repetirlo hasta que se escuchara con total claridad. Ahora con eso le bastó. Realmente estaba cambiando, y creo que no se estaba dando cuenta, pues en ese momento no creo que prestara mucha atención a pensar en sus actos. Tras oír decir eso, ni siquiera insistió en que ahora le pidiera perdón a él mismo, lo liberó sin más. Era tal el pánico del hombre que incluso volvió a repetir que lo sentía cuando Bryce no le había dicho que lo hiciera. Antes de que Bryce se incorporara, se aseguró de coger firmemente la vara metálica, no quería más problemas, y yo tampoco. Se puso de pie y se colocó delante de mí, dándome la espalda en posición defensiva.

-Largo de aquí, y que no te vuelva a ver. –Fueron las últimas palabras que pronunció Bryce.

Todo lo que pasó a continuación fue muy precipitado, aunque en ese tiempo pude ser consciente de muchas cosas. Como si lo viese todo a cámara lenta. Lo último que recuerdo fueron los ojos inyectados en sangre de aquel desgraciado que se puso en pie, sacando la pistola de la nada y presionando el gatillo sin detenerse a apuntar. Su cara era diabólica. Venganza en toda regla por aquella humillación. No me dio tiempo a pensar, no me dio tiempo a respirar, no me dio tiempo para avisar a Bryce de que se apartara, no me dio tiempo a apartarle siendo eso lo que más deseaba en el mundo en ese momento. Cada célula de mi cuerpo se estremeció horrorizada. Lo sentí demasiado para bien para lo que hubiese querido. Sólo me dio tiempo de ver su protectora espalda apartándose lentamente, ahogar un grito agonizante en una exhalación que no pude terminar. No sabía si la bala había llegado a alcanzarlo a él o a mí, o ni siquiera si no nos había dado a ninguno de lo dos, tampoco tuve tiempo para eso, pero sabía que, le diese a quien le diese, íbamos a sufrirlo los dos. Lo último de lo que fui consciente antes de que todo desapareciera, fue el escuchar un estridente <BOOM>. 

lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 54: Videoclub

Capítulo 54: Videoclub
Lo buscaba sin saber dónde estaba. Lo ansiaba sin saber por qué. Corría de un lado a otro sin rumbo. Mirando a todas partes. Notaba que había menos luz. A las seis y media de la tarde en invierno ya empieza a oscurecer tristemente con el cambio de hora. Me senté en un banco, desesperanzada. Lo había estado buscando suficientemente tiempo como para rendirme. Y eso ya era decir. Me eché hacia delante con los brazos sobre las rodillas. Desesperanzada. Para conformarme conmigo misma, pensé que, ¿qué iba a decirle cuando lo viera? No se me ocurría nada. Así la sensación de fracaso sería menor. O eso intentaba. De pronto, sentí que alguien se sentaba a mi lado, pero sobre el respaldo del banco. Y por el rabillo del ojo vi como unas piernas se colocaban junto a mí. Levanté la cabeza. Era él. Tan arrebatadoramente bello como él mismo. Me miraba sin expresión. Si antes tuve alguna idea sobre qué decirle al verlo, ahora todas se esfumaron. No podía pensar, sólo lo admiraba boquiabierta. La luz rojiza del sol lo iluminaba de frente, dándole un tono diferente a su piel. Su pelo negro se movía ligeramente con el viento. Sus ojos verdes se clavaban en los míos. El banco se quedaba pequeño para él. Aunque en realidad, todo aquí se le quedaba insuficiente, incluso yo. Sin pensar, instintivamente, me levanté de mi sitio y me coloqué frente a él. Fue girando la cabeza a medida que me movía para seguirme con la mirada. Yo sencillamente no tenía otra opción más que mirarlo, mi cuerpo no atendía a órdenes, y sólo pedía una cosa: Bryce.

-Hola. –Dijo. Sólo eso. Yo me quedé mirándolo sin saber qué responder. Ni siquiera se me ocurrió que otro <Hola> hubiera bastado. Seguimos mirándonos directamente a los ojos. Aunque yo estudiaba los rasgos perfectos de su cara. Era inexpresiva pero para mí seguía transmitiendo mucho. Había estado tanto tiempo sin ella… La cara de Aaron no es comparable a la de Bryce. Sus expresiones son totalmente distintas. –He cogido tu mochila del vestuario. No fuera a perderse de nuevo. –Dijo tras un rato de silencio en el que tal vez esperaba una repuesta por mi parte a su saludo. Cada movimiento de sus labios al hablar me hechizaba. Tuve que reaccionar.
-Gracias. –Dije al fin. Sin apartar mis ojos de sus ojos. Aunque él si lo hizo. Se desperezó para quitarle hierro al asunto. Y se apoyó sobre sus piernas con los brazos mirando a otro lado.
–Ahí la tienes. –Y la colocó sobre el banco a su lado.
-No lo decía por la mochila. Que también. Sino por haber confiado en mí aunque todas las pruebas estaban en mi contra. Haber venido en mi ayuda al escuchar que estaba en problemas. Haberme protegido. Haber… -No sabía que más decir. Bueno sí. Haber dejado de lado nuestra dolorosa ruptura para venir a buscarme. Pero no quería recordarlo. Todavía dolía.
-No tienes que dármelas. Fallé otra vez. Como en todo lo que me propongo... -Y una parte de mi corazón se rompió al verlo tan infeliz. Y todavía no se había recompuesto tras nuestra charla en el ascensor. Estaba como sin vida. Suspiró y dejó un largo silencio. -Además, no lo hice por ti. Lo hice por mí. –Y se giró a mirarme por fin. Llevaba un rato anhelando sus ojos. ¿Por él? Si la beneficiada era yo… Por mi cara de no entender nada, habló. –Llevo varios días buscándote. Quería hablar contigo. Escuché tu nombre por los altavoces y decidí entrar en el despacho, no quería esperar más. –El corazón empezó a latirme intensamente. –No intervine para salvar tu futuro profesional o tu carrera universitaria...sino porque te quiero cerca. –Y se calló. La luz roja solar era más intensa que nunca, y el viento soplaba con más fuerza que antes. Su pelo le acariciaba la frente. –Aunque no me hables, aunque me ignores o no me mires, o no te vea. Pero saber que estás cerca me relaja. –Me estremecí. No por el viento, sino por sus palabras. Sentí unas ansias gigantescas por abrazarlo, estrecharlo contra mí. Pero no se puede hacer todo lo que se desea. No podía complicar más las cosas. Un momento muy intenso. -¿Ves? Sigo siendo un egoísta. No he podido cambiar eso a pesar de todos mis esfuerzos… Voy de fracaso en fracaso.  -Y agachó la cabeza para mirar al suelo derrumbado. Me hería verlo así. -Siento una impotencia... -Cada palabra me mataba por dentro. Me dañaba verlo así, autocastigándose, sufriendo y más si era mi culpa.
-¡No digas eso! La egoísta he sido yo. Lo siento. Te he estado evitando todo este tiempo. No sabía qué cara ponerte al verte de nuevo y por eso no me atrevía a encontrarte. No estaba preparada...–Y yo agaché también la cabeza para mirar mis manos. Las tenía cogidas y jugaba nerviosa con mis dedos. -La culpa también es mía. -De eso estaba totalmente segura. Me quedé callada esperando a que Bryce dijera algo. Lo miraba a escondidas. Sin que se diera cuenta. Y de pronto sentí como mi fracturado corazón empezó a recomponerse poco a poco. Lentamente.
-¿Por qué no me dijiste que viniste a mi casa a buscarme y me encontraste dormido? ¿Por qué no me dijiste que te denegaron el paso? ¿Por qué? Ahora todo podría ser tan distinto… -Hablaba sin fuerzas. Sin energía. Como si tuviera un gran peso sobre sí. Vi cómo tensaba los puños para contener la rabia. La impotencia. Sabía cómo se sentía. A mi tampoco me gustaba como estaban las cosas ahora. Nada de nada.
-¿Por qué no me preguntaste por lo que había pasado antes de actuar? ¿Sabes? Aquello podría haber sido sólo una discusión. Un mero acto desesperado. Estabas alterado, enfadado, y las cosas en caliente no se ven con claridad. Podría haberlo comprendido y haberlo olvidado. Pero no fue sólo un caldeamiento pasajero. –Y me senté a su lado. Su rodilla flexionada llegaba a la misma altura de mi cabeza. Él seguía sentado sobre el respaldo del banco.
-¿Qué falló? Quiero saberlo. –Sentí cómo me miró, pero yo estaba observando un punto perdido entre los árboles. Haciendo memoria. No quería hablar de la ruptura, pero sentía que debía hacerlo.
-Porque no te importaron mis sentimientos. Tú sólo querías salvar la relación a toda costa por cualquier motivo que sólo te convenía a ti. Pensé que si me querías de verdad, debiste haberte preocupado por ellos. –Hasta me estaba doliendo a mí lo que le estaba diciendo. Si es que soy autodestructiva. No me atrevía a mirarlo.
-Comprendo…-Y sin tener que mirarlo, supe que dejó de mirarme. Sentí anhelo. Mi piel notaba la ausencia de sus ojos. Se le notaba tan desilusionado… -Debí haberte preguntado primero por lo que significaban las fotos que me llegaron antes de iniciar la pelea. Haberme enterado antes de los problemas que tuviste esos días para buscarme y no haber pensado que te daba igual. No haberte obligado a acompañarme cuando querías estar con Alan… Tantas cosas… -Suspiró de una manera casi inaudible.
-Bryce, no toda la culpa es tuya ni mía. Yo también debí haber preguntado por qué sabías mis pasos antes de creer que me habías contratado un detective porque desconfiabas de mí. –Y antes de seguir hablando, me interrumpió.
-¿Un detective? ¿Yo? No. Nunca quise espiar tus pasos. –Y ahí nos miramos los dos a la vez. Él parecía consternado por la idea. –Lo sabía porque me llegaron unas fotos anónimas tuyas con otros chicos. Quería confiar en ti, y de hecho lo intentaba, pero no soporté verte en una fiesta cuando yo lo estaba pasando tan mal… Me llevaban los demonios creer que era yo el único que sufría mientras tu te divertías con otros. Pero en ningún momento pensé en una traición o infidelidad. 
-Lo pasé realmente mal Bryce. Muy mal. Y quiero decir que creo que alguien estaba intentado separarnos. ¿Por qué si no iban a enviarte fotos mías para que empezáramos una pelea? –Inquirí.
-Ya lo sabía… Pero créeme, una ruptura depende de la pareja, no de las personas de fuera que intentan separarlos. Le doy más importancias a los actos tuyos que a los de un extraño que intenta molestar. –Y se endureció la expresión de su cara. Tenía razón, y yo pensaba igual, pero ese no era el kid de la cuestión.
-Lo que intento decir es que te mandaron una foto de Aaron saliendo de mi casa. Te escuché decirlo. Y no fue así, en todo ese tiempo Aaron no pisó mi piso. A ver, la cuestión es que alguien no nos quiere juntos, y tenía esa foto guardada de cuando Aaron vino a visitarme cuando tenía fiebre para usarla en el momento que más daño hiciera. Lo único que digo es que tengamos cuidado en no creer en nada más que en nuestra explicación. –No estaba entiendo a dónde quería llegar. Lo notaba en su expresión. Iba a tener que decirlo directamente. Antes de verlo no sabía que decirle, pero ahora lo tenía muy claro. No quería volver a pasar más ni un día como los de estas últimas semanas. Ni uno más.
-¿Adónde quieres llegar a parar? –Preguntó antes de que me diera tiempo a decirlo yo.
-Quiero que empecemos de nuevo. Como dos personas que se conocen por primera vez. Sin malos recuerdos. Pero sé que volverá a pasar algo que nos querrá poner en contra, hay alguien que no nos quiere juntos. Y no quiero volver a sufrir. Por eso te decía que sólo creamos nuestras palabras, y no lo que parece… -Me puse de pie en el banco, era la primera vez que estaba más alta que Bryce. Él levantó la cabeza para seguir mirándome. No dijo nada. Le temblaban los puños, que los seguía apretando con fuerza. Su inexpresividad desapareció para dejar paso a la sorpresa. Abrió los ojos mucho y la boca un poco. Contuvo la respiración unos instantes y exhaló el aire con calma. Dejó de tensar los puños y abrió las manos. Tenía ganas de abrazarlo, incluso más ganas que antes, pero tenía que seguir cuidando mis actos. No debía ilusionarlo demasiado. Quería ir poco a poco. Conocerlo más antes de empezar de nuevo otra relación. No daba esa opción por perdida. Pero no quería que fuera algo precipitado. Por primera vez en mucho tiempo vi la luz del sol, aunque estuviera a punto de ocultarse.
-Hola. Me llamo Bryce. Encantado de conocerte. –Dijo finalmente tras una larga pausa de intensos intercambios de miradas.

Extendió su mano derecha abierta para recibir la mía. Me sorprendí. No me esperaba esa respuesta. Estaba poniendo de su parte y eso me gustó. Sentí que lo nuestro no estaba tan perdido y por una vez en mucho tiempo, sentí paz en mi interior. Sin pensar, instintivamente, como un acto reflejo le cogí la mano y se la estreché dulcemente. El tacto de su piel con la mía. Lo había olvidado. Recordé aquella noche, los dos abrazados en mi cama. Su perfume, lo olí de nuevo al acercarme a él y no pude evitar realizar algo que llevaba queriendo hacer desde hace mucho tiempo. Me acerqué lentamente a su perfecto rostro sin perder el contacto visual y le di un beso en una mejilla y otro en la otra. Sin prisas, disfrutando la cercanía de nuestras caras. Sus labios se veían tan tentadores… Tuve que poner toda mi fuerza de voluntad en no rozarlos siquiera. Sentía su aliento en mi oreja y me puso los vellos de punta. Estaba aturdida, ida por su olor. Y todavía no los había besado… El beso robado tras la persecución al perder el control no lo conté como uno.

-Yo soy Valeria y así es como se saluda a la gente en España tras una presentación. –Y sonreí sin reparos tras alejarme de él. Estaba feliz. Mis problemas habían desaparecido. Y mis preocupaciones, por ahora, también. Él me miró extrañado, sorprendido, irritado y molesto. Esa expresión que siempre me había puesto de mala leche pero que me he dado cuenta de que he extrañado mucho.
-No sé cómo lo haces, pero siempre consigues irritarme. –Dijo resoplando mientras se sentaba por fin bien. Bueno… Retiro lo dicho, se sentó a lo pasota, con las piernas estiradas y encorvado sobre el respaldo.
-¡Y ahora qué! ¡Nunca te sienta nada bien! ¡Contigo no hay quien acierte! –Y me tiré del banco hasta llegar al suelo de un pequeño y ligero salto. Me puse junto a él. Tenía los ojos abiertos mirando el rojizo cielo, cada vez más oscuro.
-¡¿Cómo puedes ir saludando a los chicos así?! ¡Aquí no estamos acostumbrados a eso! –Y volvió a resoplar. Lo dijo sin desviar la mirada. Yo buscaba ansiosamente sus ojos. Me senté a su lado, lo suficiente para quedarme satisfecha con la proximidad pero tampoco ser muy descarada. Mi cuerpo echaba de menos su olor.
-No los voy saludando así. ¿Por qué me has tomado? –Y me callé, para pensar si debía decir lo que quería decir. Tras unos segundos de profunda discusión interna, me decidí por atreverme. –Es sólo que me apetecía darte un beso en la mejilla y no se me ocurrió otra excusa mejor. Tómalo como un agradecimiento. –Ops. Eso último lo improvisé. Me salió hablando pero no era verdad. Lo quería besar porque en ese momento me salió de lo más profundo de mi ser, y no por un gesto amable o cordial. ¿Por qué diantres lo dije? Ni yo sabía por qué.
-Pues si te metes en problemas, no dejes que te ayuden si no soy yo. No quiero que nadie más se lleve tus agradecimientos. –Y finalmente dejó de mirar el cielo, se colocó en una postura atenta y me miró a los ojos fijamente. Volví a sentirme completa con su mirada. –Ya me has hecho adicto a ellos. –Y me guiñó un ojo. Se levantó, cogió mi mochila, se la colgó de un brazo y echó a andar mientras yo me quedaba pasmada. Me sentí flotar. Ese guiño de ojos me dejó totalmente desarmada. Vulnerable. Sentí como en ese momento perdí inteligencia de la cara tan embobada que se me quedó.
-¿Adónde vas? –Pregunté todavía sentada en el banco. Reaccioné porque por cada paso que daba alejándose de mí, aumentaba mi desasosiego. Sino, hubiera seguido ensimismada pensando en su guiño. Y es que lo había tenido lejos demasiado tiempo como para tomarme a bien que se alejara lo más mínimo. ¿En qué momento empecé a necesitarlo tanto? Hasta aquella noche en mi cama yo pasaba totalmente de él.
-¡Mec! –Hizo un sonido de los que se escuchan en los concursos de la tele cuando la respuesta es incorrecta. –Pregunta errónea. La correcta es: ¿Adónde vamos? –Se paró para hablarme, se giró. El ocaso tras él le daba un aura especial. Realmente el rojo le sentaba de una manera que me dejaba sin aliento.
-¿Adónde vamos? –Me levanté de un respingo del asiento. Como diera un paso más, no podría evitar más quedarme en el mismo sitio.
-No lo sé. ¿Adónde irían dos chicos que acaban de conocerse? –Y sonrió para volver a cortarme la respiración. No era comparable a la sonrisa de Aaron. Ambas eran mundos opuestos. Ambos eran hermanos gemelos opuestos. Pero descubrí una nueva sensación nunca antes experimentada con Aaron. El poder de la sonrisa de Bryce. La primera vez que lo veía sonreír. Siempre lo había visto serio, irritado, enfadado o desilusionado. Pero nunca sonriente y alegre. Él había recuperado la ilusión y yo mis ganas de vivir.
-Dos chicos que se acaban de presentar no van solos a algún lugar. Esperan a que la relación cuaje. –Y no era una excusa para no ir con él. Lo deseaba más que otra cosa, sólo era la introducción a lo que iba a decir a continuación. –Pregunta mejor adónde van dos locos de remate sin planes. –En serio, no podía quitarle los ojos de encima. La imagen estaba hecha para el perfecto chico para el perfecto anuncio de perfumes de hombre. O mejor.
-Se me acaba de ocurrir uno. –Y sin dejar de sonreír, torció la sonrisa a hacia un lado. El corazón dejó de latirme por unos instantes. -¿Por qué no vamos a un sitio dónde puedas meterte en problemas? -¿Meterme en problemas? ¡Ah! ¡Vale! ¡Ya lo pillé!
-Me gusta ese plan. -Sonreí sin darme cuenta. Inconsciente. –Pero por favor, que no haya víctimas mortales. –Y le saqué la lengua un segundo. El tiempo que duró dar el primer paso para acercarme a él. Me encantaba mirarlo en esa puesta de sol, pero olerlo era algo que tampoco podía parar de desear.
-Pero sólo porque me lo pides tú. –Terminó cuando me coloqué por fin a su lado. Tenía que levantar mucho la cabeza para mirarlo a la cara. Había olvidado lo alto que era y el buen trecho que me sacaba. Me miró, lo miré, y no tuvimos que decir más nada. El momento era perfecto. Los dos empezando de nuevo, sin rencores, sin malas rollos, sin problemas. Esta vez no podía fallar nada.

Me monté con él a solas en su coche por primera vez. Íbamos a ir a algún sitio. O tal vez dar vueltas sin rumbo por la Gran Manzana. Me di cuenta de que había estado en la misma situación con Aaron antes, pero era todo tan distinto con Bryce. Con Aaron siempre estoy relajada. Con Bryce no puedo evitar estar nerviosa todo el tiempo. Inquieta. Ansiosa. Yo me senté en el asiento del copiloto. Yo misma me abrí la puerta. Él no era tan educado como Aaron. Me senté y me mareé con el aroma del interior. Parecía que Bryce había derramado su bote de perfume en él. Casi levitaba. Estaba ida. Y en ese oportuno momento me sonó el teléfono móvil. Me molestó esa interrupción. Apunto estuvo de arrancar el coche. Que por cierto, tenía marchas, no era automático como acostumbran en EEUU.

-¿Diga? –Ni siquiera miré la pantalla del teléfono para ver quién era. Sólo quería acabar rápido con la conversación para seguir en mi mundo.
-Valeria. Soy Karem. Ashley me ha recordado que te diga que alquiles una película para esta noche en la fiesta. La encargada era yo pero se me ha olvidado. –Escuchaba la risa disimulada de Ashley de fondo. ¿Ya estaban juntas? ¿Pero la fiesta de pijamas no empezaba a las 8? Miré el reloj. Las siete y cuarto. En 45 minutos empezaba. Hacía quince minutos que todo el mundo había abandonada la Uni y yo ni me había enterado. Parece ser que la vida sigue y el tiempo no se detiene cuando estoy con Bryce. –No te importa hacerlo tú, ¿no? Cualquiera basta, no te comas mucho el coco.
-De acuerdo, déjamelo a mí. Pero luego no quiero quejas. –Respondí condescendiente mientras miraba mi mano derecha jugando con las tablas de la falda del uniforme.
-¡Te debo una! ¡Muchas gracias! Y no te preocupes, a las personas que tenemos en un altar no se les dedican quejas. –Y se rio. Escuché como Ashley de fondo también.
-Anda, anda. Que pronto vas a tener que rezarme y todo. Ahora nos vemos. Hasta luego. –Y colgamos a la vez. Vacilé un segundo y miré a Bryce, que todavía no había arrancado el coche esperando un cambio de planes. Me miró expectante. Quería saber.
-¿Cuánto de peligroso puede ser un videoclub? –Dije sonriente. Él se extrañó un momento. Y sonrió otra vez de esa forma tan exquisita. Si un videoclub es inofensivo, estaba segura de que encontraría la manera de volverlo un arma de destrucción masiva. Y no podía gustarme más la idea.