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Refranero

domingo, 15 de julio de 2012

Capítulo 55: Boom

Capítulo 55: Boom
El camino en el coche lo pasamos en silencio. Un silencio que no era incómodo. Nunca pensé que podría llegar a sentirme tan a gusto con él. Era impensable un mes atrás. Yo contaba los minutos que faltaban para despedirme de Bryce. Cada segundo que pasaba era una cuenta atrás para decir adiós a todo él.  Soy masoquista. La radio estaba puesta. Casualmente estaba sonando una canción que desconocía pero que decía <Tonight we are Young> Sí… pero no con él… De repente sentí la necesidad de averiguar algo.
-¿En qué piensas? –Era una doble pregunta porque además la hice en español para saber si él también lo hablaba. No lo miré al preguntarla, me quedé con la mirada fija en la carretera. Ya era de noche. Los coches tenían las luces encendidas, y los comercios también. Bryce respondió en un perfecto español, sin inmutarse por el cambio de registro. Parecía que era su primer idioma. No tenía acento ninguno.
-Pensaba en que este silencio no es incómodo. Que he esperado mucho tiempo un momento como este. Y tengo miedo de que algo vuelva a enfrentarnos. –No quitó el ojo de la carretera hasta que dijo la última palabra. Me entró un escalofrío. Siempre sorprendiéndome. Era exactamente lo que yo había pensando. -¿Y tú que piensas?
-Que 30 minutos más es muy poco tiempo. –Me encantaba darle a entender cosas sin decírselas directamente. Estaba diciendo a gritos que quería quedarme toda la noche con él. Me deslumbró con su sonrisa torcida y otra vez volví a quedar indefensa.
-Jajaja. –¡Su risa! *-* Flechazo directo al corazón. ¿En serio me he estado perdiendo esto todo este tiempo? Por cada cosa maravillosa que me enamoraba de Bryce, se me clavaba otra espinita más en el corazón por haber desaprovechado el tiempo con él. –No te preocupes. Si me dejas, puedo darte todo el tiempo del mundo. -Y arrugó las mejillas al levantarlas sonriendo. Tenía un efecto narcótico en mí. La sonrisa de Aaron me hacía sentir que el mundo era un lugar mejor, pero la de Bryce simplemente me dejaba exhausta. Semejante flujo de sentimientos corriendo a la vez por todas mis terminaciones nerviosas tenía un efecto indescriptible. –Imagino que pasarás las vacaciones de navidad con tu familia, ¿no? Si quieres que vaya a verte, sólo tienes que decírmelo. Sabes cuál es mi número. –Pero esta vez habló mirando hacia el frente. Tantos altibajos me estaban dejando sin fuerzas.
-Me gusta la idea. Ya lo has dicho. ¡Luego no te quejes si abuso! –La voz me temblaba al hablar. Me había puesto demasiado nerviosa ante sus inconscientes reacciones.
-¡Que más quisiera yo! -Lo dijo por lo bajini. A sí mismo. ¿Su intención es que lo oyera o que no? La cuestión es que no pudo gustarme más su respuesta. –Hemos llegado. Dijo mientras entrábamos en un parking muy mal iluminado. Antes de que la vaya nos permitiera el paso, tuvo que pulsar un botón para recibir el ticket que después tendría que pagar. Me lo dio a mí para no pararse a guardarlo y seguir conduciendo en busca de aparcamiento. Yo lo guardé en mi cartera.

Las luces colgaban del techo apagadas. Los fluorescentes estaban destrozados. Dichosa delincuencia… No se veía un pijo. Por un momento pensé en la perfecta excusa para agarrarme del brazo de Bryce. No veía. Pero preferí contenerme. ¿Cuándo me he vuelto tan impulsiva? Aparcó a la primera. Salimos del coche y me coloqué a su lado, muy próxima, aquel sitio me daba miedo. Íbamos andando buscando la salida de aquella tenebrosa cueva-parking. En serio, estaba demasiado oscura. Si acaso funcionaban tres luces. Sentía que en cualquier momento podría tragarme un agujero negro. Pero no debía temer nada. Él estaba a mi lado esperando algo que mereciera un agradecimiento mío. Y yo también.

-No te vayas a perder. –Dijo mientras buscaba mi mano. Tuve que levantarla para llegar a la suya. Siempre me sorprendo de lo tremendamente alto que es. Lo miré directamente a los ojos. Paramos de andar. -¿Qué pasa? ¿Te molesta? –Preguntó todavía en español. No lo dijo a la defensiva, lo dijo preocupado por la respuesta. ¿Molestarme? Estaba en el cielo. No sabía qué responderle para darle a entender que me encantaba pero sin decírselo. –Me has muy mal acostumbrado. Compréndelo.
-No. Está bien. –Dije con la voz temblorosa todavía. Estaba tranquila, calmada, pero no podía controlar los actos inconscientes de mi cuerpo, que sí estaba inquieto. –Y siento haberte acostumbrado a perderme… -Lo sentía mucho.
-¿El qué? ¿Qué sientes el qué? ¡Pero si acabamos de conocernos! Anda, sigue andando. –Y remprendió la marcha. ¿Cómo la bestia a la que más temía de toda la Uni se ha convertido en la cosa más adorable del mundo? Tal vez siempre lo fue, sólo que nunca lo supo. Me alegré en ser la primera en descubrirlo.

Hasta que no salimos a la calle por una estrecha y sucia escalera, no me relajé. Desde la acera pude vislumbrar el videoclub. Era enorme, de dos plantas. Y no quería ni imaginarme cómo sería por dentro. ¿Lo había hecho a propósito para tardar más tiempo en encontrar la peli perfecta y así estar más rato conmigo? A mi no me importaba oye… Cuando entré dentro, corroboré mis suposiciones. Era mucho más grande de lo que ya de por sí parecía desde fuera. Estaba organizado por discos DVD, Blue-ray y los antiguos VHS. Pero es que además cada uno estaba dividido en categorías… Documentales, terror, románticas, comedias, series… El paraíso de los amantes de las películas. Era más grande que la sección del FNAC y El Corte Inglés juntas. Calles y más calles interminables de carátulas de vídeos. Sólo para ver cuántas películas hay en cada una, se podría tardar una hora o más.

Cuando entramos por las puertas automáticas, todo el mundo se nos quedó mirando boquiabiertos y descaradamente. Fue ahí cuando me di cuenta de que seguíamos agarrados de la mano. Me sentía tan natural y cómoda que no me había percatado hasta entonces. Bryce siguió como si tal cosa, sin inmutarse lo más mínimo. Debía estar acostumbrado a eso ya y lo veía normal. Yo empecé a sentirme incómoda, nunca me ha gustado ser el centro de atención de la gente. Apreté fuertemente la mano de Bryce para que me mirara. Seguimos andando como si tal cosa. Esta vez le di un estrujón  repentino y se paró a mirarme.

-Bryce… ¿No te has percatado de que todos aquí nos miran descaradamente? Tal vez deberíamos soltarnos de la mano. –Dije poniéndome de puntillas para poder hablarle bajito al oído, pero lo más que pude hacer fue susurrarle al cuello. Bryce no dijo nada, miró un momento nuestras manos, todavía unidas, y después me miró a mí.
-Eso es porque no están acostumbrados a ver a un tío tan guapo como yo. –Vale, había olvidado que seguía siendo Bryce y su incambiable personalidad de sobrado. Qué poco tiempo le dura la parte que me enternece… -Pero como quieras. Sólo te digo que tengas cuidado, si se me acerca una para pedirme salir porque me ve solo, no te vayas a enfadar después. –Dijo sin ninguna expresión que me dijera que estaba bromeando. ¿En serio lo decía en serio? Menos mal que me tomo estas cosas con calma…
-Si eso ocurre, estaré encantada de darle vía libre a la pobre inocente. Seguro que incluso pagaría para devolverte. –Y le levanté las cejas a modo de vacile. Para no darle tiempo a responder, cogí la primera película que halló mi mano entre las estanterías y se la saqué para preguntarle. -¿Qué te parece esta? –Lo que pasó a continuación fue muy gracioso. Estábamos en la sección de comedias, pero no románticas. La película que saqué se llamaba <¿Hacemos una porno?> Imaginaos mi cara de vergüenza.
-¿Es una indirecta? –Dijo Bryce tras unos segundos de análisis de la portada. Guardé de inmediato la película en su sitio. Sentía las flechas de la mirada de la gente que se había enterado de ese momento. –Porque no quiero ni imaginarme lo que vais a hacer tres chicas hoy en una cama por la noche… -Y me miro de reojo con expresión de estar mal pensando mucho.
-¡No seas mal pensando! –Dije empujándolo para sacarlo de aquella sección. Con las manos en su espalda hacía fuerza para obligarlo a andar. No estaba poniendo resistencia, sino que me estaba costando tanto porque mover su esbelto cuerpo es difícil.
-¡Pues no me des motivos para hacerlo! –Sentía como cada vez nos miraba más gente. Y no sólo a él. También a mí. ¿Qué diantres pasaba? Me estaban poniendo mala.
-Anda, venga, sin mirar, al azar, saca una. –Y le puse una mano en los ojos para que no mirara.

No fue hasta que entré en contacto con su cálida piel hasta que me di cuenta de mi acto. Lo estaba tocando por un impulso. Nunca se me había ocurrido tocar a ningún chico. Ni Alan, Leo, Liam, mi hermano Alex o incluso Aaron. A ninguno, siempre guardaba la distancia. No porque me molestara su contacto, si me encantaba, pero nunca salía de mí. Pensaba que si lo hacía, entraba dentro de lo que se conoce por “tonteo”. “Excusa para tocar al chico que me atrae y darle a entender que me gusta, y que tiene el camino libre para tocarme a mi también y así iniciar un jueguecito”. Y me había salido impulsivamente con Bryce... Bueno joder, ahora que lo pensaba, había pasado toda una noche abrazada a él. Esa idea podía borrarse ya, ¿no? Ahora volví a dejar de pensar para empezar a sentir. Me encantaba el contacto de nuestra piel, pero debía darme prisa, no ver los ojos de Bryce me disgustaba. Para llegar a ellos, tuve que volver a ponerme nuevamente de puntillas. ¿Por qué tenía que ser tan alto? Tampoco pido un pararrayos…

-Si me pones la mano en la cara no puedo ver. –Dijo sin mover nada más que los músculos de la boca para hablar. Tan pancho como nada. ¿Era yo la única que estaba dándole tanta importancia a ese contacto? Me estaba agotando la paciencia.
-¡Esa es la cuestión! Que sea por azar. Venga, mete la mano. ¡Vamos!  ¡Vamos!  -Y lo hizo, metió la mano y sacó una película. Sin retirar la mano de sus ojos, leí el título. <El doctor Frankenstein> Mierda… Si lo leía, se acordaría de aquel día que lo dejé plantado y después solo tras llamarlo Frankenstein… ¿Por qué la suerte está en mi contra? Le di un golpe en la mano y la película cayó al suelo. Pero la que le devolví fue otra que me dio tiempo de remplazar. ¡Qué inteligente soy! -¡Uy! ¡Se ha caído! Anda, ya puedes mirar. ¿Qué te parece? -¿Me estaba quedando sobreactuado?
-¿Detrás de las paredes? –Dijo tras quitarle la mano de la cara y observar con detenimiento la portada. Estaba escondiendo una risa disimulada. ¿Me habría visto? Por lo menos me conformaba con que no sacara el tema… Si es que no puedo evitar ser una descarada… -Es una mierda de película. Un tostón. Aburrida. No os va a gustar. Y la guardó en el mismo sitio donde la cogí. ¿Para eso la formo yo tanto? –Deja de dejarlo todo a tu suerte. Y más sabiendo que no tienes ninguna. El azar es caprichoso y hay algunas casualidades que no deberían existir nunca. –Auch, eso me dolió. Pero tenía toda la razón.
-Oye… Que tampoco tengo tan mala suerte… -Quería autoconvencerme de que no, y de repente pensé en que me había tocado la beca para este lugar al cual no me había arrepentido de venir. Había conocido a Karem, Ashley y al G4. Eso era ser muy afortunada. Mi mala suerte es más al día a día, no en las grandes cosas.
-Cierto. Estás con el chico más codiciado de todo el país. ¡Qué más se puede pedir! –Y lo miré con cara de <vete a otro perro con ese hueso>.
-¡Por supuesto! La paz en el mundo está sobrevalorada –Y empezó a reírse nada más decir eso. Si había alguien en el videoclub que quedara sin mirarnos, ya estaba totalmente segura de que no.
-Jajaja. No puedo contigo. –Y siguió riéndose tan tranquilo mientras yo lo miraba con los brazos cruzados y moviendo el pie derecho a modo de impaciente. ¿Se estaba riendo de mí? Cuando paró, empezó a hablar con algunos ecos todavía de gracia. –Le he dicho esa misma frase a un montón de chicas, y a ninguna se le había ocurrido responder eso. - :O Eso sí que no me había gustado. Nada de nada. No pude evitar ocultar mi cara de indignación, sorpresa y consternación.
-¿Dices o haces las mismas cosas conmigo que con las demás para compararme con ellas? –Estaba muy indignada. Mucho. Eso me dolió en el alma. Hasta ese momento, yo creía que era la única. Karem me dijo que nunca lo había visto en una revista con ninguna chica. ¿Y qué más daba eso? Ahora que lo pensaba, podría haber pagado para que las fotos no fuesen publicadas. Que Leo y Liam si salieran en las portadas no me confirmaba nada. Me sentí muy tonta.
-Oh. –Vale, ahí noto que algo no iba bien. Le costó pero al final lo vio. La risa se le cortó de sopetón. –No quería decir eso. Y mucho menos te estoy comparando o haciendo pruebas. Tú estás por encima de todas sin lugar a dudas. –Se puso muy serio de repente. Por un momento vislumbré una expresión de inquietud y miedo. ¿A qué temía? ¿Que lo descubriera? Aunque qué esperaba también del chico más popular de todo el Estado… Sería de locos no aprovechar sus circunstancias.
-¿Eso es lo que le dices a todas? Conmigo no va a funcionarte. –Dije tan fría como una estalactita. Lo miré acusatoriamente. Seguro que era otro playboy como Liam y Leo. Que no me parece mal. Ellos lo hacen sin ningún compromiso con las tías, dejándoles todo claro sobre lo que quieren desde primer momento y así nadie sufre. Si pueden y quieren, ¿por qué debería ser malo disfrutar de eso? Yo me alegraba por ellos. No todos quieren y pueden. Pero pensar que Bryce también, me ponía enferma. Sólo con imaginarlo. La respiración se me aceleró, la presión me aumentó y empecé a marearme.
-Odio que desconfíes de mí. Yo nunca miento, por si no lo sabías. Además, ¿qué te importa a ti mi historial con las chicas? –Ahora estaba enfadado, irritado y molesto. Como siempre he estado acostumbrada a verlo.

Cierto, no me importaba nada. Lo pasado, pasado está. A mí debía importarme que ahora estaba ahí conmigo. Que me había estado esperando todo este tiempo y no me había dejado por alguna chica fácil. Sin embargo, otra vez volvieron a asaltarme las mismas dudas enfermizas. ¿Y si seguía intentándolo sólo porque le gustan los retos y los desafíos imposibles? ¿Y si no era por mí? ¿Y si era para sumarse una victoria personal? El problema radicaba, en que seguía sin poder creer que una persona tan extraordinaria como Bryce, que podía tener a cualquier chica comiendo de la palma de su mano con solo mover un dedo, pudiese estar colado por mí. La chica en la que nunca nadie se fijaba. La poca cosa de la fiesta. Nunca la guapa.

-Me importa, porque así puedo imaginarme si has sido de relaciones largas y serias o cortas y de rollo. Y así también puedo imaginarme qué tipo de chico eres y qué puedo esperar de ti. –Toda la tienda nos miraba, pero yo no era consciente de ello. Bryce y yo nos mirábamos directamente a los ojos, 
-¡Claro! ¡Ya lo entiendo todo! ¡Estás camuflando bajo este extraño interés en saber mis anteriores ligues para supuestamente no hacerte ilusiones en vano…-Sus ojos brillaban, se le había encendido la bombilla que todavía no se me había encendido a mí. ¿Podría iluminarme con su luz? Incluso lo vi sonriendo ilusionado. -…cuando en verdad estás celosa! –Tenía los ojos muy abiertos y la expresión emocionada.

O_O Me quedé sin saber qué decir. ¿Estaba celosa? ¿Eso es lo que se siente en estos casos? ¿Y por qué nunca lo había sentido con Aaron y Ashley? ¿O es que aquello era desilusión? Los celos se tienen por alguien con el que se puede competir, no con algo imposible. Creía que Bryce iba a enfadarse mucho por no confiar en su palabra, o por pensar mal de él, que me dejaba guiar por las apariencias externas y no por la persona o cosas como esas. Pero no, creo que ni se le pasó por la cabeza, porque estaba segura de que si eso hubiese ocurrido, lo habría dicho. Lo cual me gustó, si no se le ocurrió, es que no lo pensaba en verdad.

-No tengo nada más que decir. Voy a buscar a la sección de románticas, no me gusta la de terror. –Y me di la vuelta para buscar las escaleras que llevaban al siguiente piso. No tenía ni idea de dónde estaban las películas románticas, tal vez abajo, pero es que no quería pasar más ni un segundo allí. No fue hasta ese momento cuando volví a ser consciente de la mirada de la gente en nosotros dos. Me puse más alterada incluso. Pero me lo volví a tragar todo una vez más. En ese momento no pensé en cómo podía sentirse Bryce. Sí, fui una egoísta y una niña pequeña, lo sé. Luego me arrepentiría, pero cada vez que me imaginaba a Bryce con alguna súper modelo, a solas en una actitud… No podía controlarme. Era superior a mí.

No me dio tiempo a dar tres pasos cuando sentí que Bryce me rodeaba con sus firmes brazos por debajo del pecho. Me tuve que parar de inmediato. Las piernas empezaron a temblarme. El corazón a galoparme. La respiración se me entrecortó. La cabeza se me quedó en blanco. El estómago me hacía cosquillas. La voz se me perdió y empecé a sentir mucho calor en la cara. Un escalofrío recorría toda mi piel. No estaba preparada para esto. Sabía que era él, no porque no podía ser nadie más, sino porque sólo con él mi cuerpo reacciona así. Y su olor… Soy muy pesada con eso, pero es que cuando eres adicta a algo, nunca todo el tiempo que lo disfrutas es suficiente. Me apartó con suma delicadeza el pelo de la oreja. Me inundó otro escalofrío. Y con cuidado, apoyó su cabeza en mi hombro derecho. Me estrechó contra su cuerpo tan dulcemente, que cerré los ojos para que todo fuera más perfecto. Desde el mismo momento en que me rodeó con sus brazos, el mundo había desaparecido para mí, y mi estado de enfado sin motivo también.

-¿Pero por qué lo haces todo tan difícil? ¿No te he dicho ya que para mí tú eres única? –El aire saliendo cálidamente de su boca y rozándome el oído me dejaba confusa. Indefensa. Podría pedirme cualquier cosa que la haría encantada. -¿Por qué eres tan dura? El problema no es que pienses que miento, es que te cuesta creer que lo que siento por ti sea de verdad. –Tenía razón. Tenía toda la razón y más. ¿Cómo podía él conocerme mejor que yo a mí misma? Empezó a acariciarme la parte de arriba de las manos con sus dedos juguetones. Yo seguía temblando, no estaba nerviosa, sólo que en esos momentos, toda mi fuerza estaba localizada en mi capacidad para no colapsar mis sentidos. -¿Qué tengo que hacer para que eso cambie? -¿Esperaba una respuesta? Porque yo no podía pronunciar palabra en ese momento. Suficiente que pensaba… -¿Recuerdas cuando viniste corriendo no sé todavía por qué a decirme que eras virgen? -¿A qué venía recordarlo ahora? Volví a sentirme tan patética y avergonzada como hasta entonces. –Pues este que está aquí todavía no se ha estrenado esperando a encontrar a la chica especial que lo ame por lo que es y no por lo que tiene o parece. –Y en ese momento fui feliz. Sí, sólo el tiempo que tardó en pronunciar toda la frase, pues justo después me soltó en contra de todos mis deseos para seguir como si nada hubiese pasado. En ese momento volví a la realidad del videoclub y de mis ansias de más. -¿Por dónde íbamos eligiendo películas? –Dijo mirándome como quien no quería la cosa y quería cambiar de tema. Eso no se hacía…
Tras ir a la sección de películas románticas, emocionarme al recordar Titanic y El diario de Noa, averiguar que Bryce nunca las había visto o ni siquiera conocía la historia, asombrarme por ello y prometer que algún día las veríamos juntos y después de yo prometer que tendría que dedicar la suma del tiempo que duran las dos películas a Bryce para hacer una actividad que el proponga, escogimos una comedia romántica y una película de terror. La primera la elegí yo y la última él. “Cómo perder a un chico en 10 días” y “Habitación 1408” Supuestamente íbamos a ver las dos esta noche y aún quedaría tiempo para el típico juego de chicas de atrevimiento o verdad. La noche realmente prometía, pero aun así iba a ser sin Bryce.

En la caja registradora, Bryce se empeñó en pagar él. Y yo me empeñé en pagar yo. Al final gané yo. Las mujeres somos más testaduras para eso. Pero con la condición de que él debía invitarme a otra cosa, por sorpresa, sin preguntarme para no recibir un <no> por respuesta. No tuve más remedio que aceptar. ¿Es que tenía otra opción? Si me compraba algo por su cuenta, no iba a hacerle el desprecio de rechazarlo. El cajero también nos miraba raro. Me sentía observada hasta por las cámaras de seguridad, como si no me grabasen por obligación o casualidad de estar en su campo de visión, sino porque querían guardar todos mis pasos. Me estaba volviendo paranoica. Salimos sin decir nada. Fue poner los dos pies fueras de aquel lugar y dejar de sentirme espiada. Ya no me sentía el centro de atención. No quería ni preguntarle a Bryce, capaz de responderme otra vez con alguna gracia y no con lo que de verdad pensaba. Miré la hora, en 10 minutos sería la hora de la quedada en casa de Ashley. No quería llegar tan pronto… Y el videoclub había resultado ser inofensivo… Yo quería un motivo para deberle un agradecimiento a Bryce… Ofú…

No me gustó la idea de volver a entrar en ese parking siniestro y tenebroso. La iluminación me parecía incluso peor que antes. Esta vez tuvimos que alumbrarnos con la luz del móvil de Bryce. El mío no daba para tanto. El pobre… demasiado que realiza llamadas y manda mensajes. No nos volvimos a agarrar de la mano, él lo olvidaría, no querría abusar o yo que sé. Yo no se lo pedí. No me atrevía. Simplemente andaba muy próxima a su lado. Llegamos a las máquinas que recogen el ticket y te piden el dinero que tienes que pagar por el tiempo que has tenido el coche aparcado. Un joven con muy malas pintas estaba sacando todo lo que encontraba debajo de las máquinas con una vara alargada y fina de metal. No me preocupé en exceso, Bryce estaba conmigo. Cuando llegamos y nos detuvimos enfrente, yo me quedé mirando a él y él mirándome a mí. Como dos tontos que se miran cuando no saben lo que tienen que hacer.

Fue ahí cuando recordé que el ticket estaba guardado en mi cartera. Vale, la tonta era yo, aunque no me planteé lo contrario en ningún momento. Y justo en el momento en el que saqué la cartera, sentí como bruscamente un brazo peludo y sucio me rodeaba por la garganta y me apretaba contra una barbilla que se hincaba en mi cabeza. Al instante comencé a notar como con un objeto cortante, tal vez la vara de metal ancha y delgada que estaba usando antes aquel tipo, se clavaba en mi cuello. Le temblaba el pulso y a mi todo el cuerpo. Me estaba haciendo daño de verdad. Sabía que Bryce me protegería pero no podía evitar tener miedo.

-¡Dame todo el dinero que tengas tú y el chaval! –Dijo apretando más la fila hoja de la vara contra mi cuello. Me estaba haciendo mucho daño. Miré a Bryce desesperadamente. Le pedía a gritos ayuda con la mirada. No me miró, estaba mirando al tipo que me estaba estrangulando.
-No. Suelta tú a mi chica. –Si no hubiera sido por lo nerviosa que estaba, me habría emocionado al escucharle decir <Mi chica>. El tipo empezó a tirarme del pelo y a olerlo como un obseso. Lo repugnaba hasta morir. Yo no podía respirar, con su mano me tapaba la boca.
-¿Y si no quiero qué? Creo que estás en situaciones de perder. A ver si te enteras de que aquí quien domina la situación soy yo. –Y el tipo le escupió, pero su saliva no llegó a Bryce. Él fue lo suficientemente veloz en sus reflejos, que esquivó el escupitajo con una exactitud milimétrica.
-No, estoy seguro de que no. Así que por tu bien suelta a mi chica, pídele perdón a ella, pídeme perdón a mí y te dejaré en paz. –Bryce seguía sin mirarme a mí. A pesar de la situación, se le veía muy relajado, pero pude ver cómo volvía a cerrar los puños en posición defensiva. Por un momento, temí más por mi atracador que por mí. Este tipo no sabía con quién se la estaba jugando.
-¡QUÉ ME DES EL PUTO DINERO YA OSTIAS! ¡O TE JURO QUE ESTA PERRA LO VA A PASAR MUY MAL! –Y en ese preciso momento en el que me quedé sorda del oído izquierdo, me giró el cuello bruscamente en contra de mi voluntad e intentó besarme por la fuerza.

Me tiraba del pelo con fuerza para doblegarme, y lo conseguía, no porque yo moviera la cabeza para evitar el dolor, es que la fuerza de su brazo era superior a la de mi cuello. No podía hacer nada por retirar la cara. Me raspé toda la mejilla izquierda con su puntiaguda barba. Noté como un líquido caliente y salado salía de mi cuello tras sentir un corte fino y rápido en mi cuello. Era sangre, el muy desgraciado me había cortado. Y lo que más repelús me da es cortarme con hojas afiladas. Ahora me había cabreado. En la milésima de segundo que ocurrió todo aquello, yo le mordí el labio con fuerza, le pisé el pie con todas mis ganas. Cuando el tipo me saltó para llevarse las manos a su sangrante labio, Bryce entró en acción. Fue muy rápido.

Se echó sobre el tío como un leopardo sobre un indefenso ñu. En un salto limpio y habilidoso. Con gran agilidad y maestría, colocó el brazo del tipo detrás de su espalda en el transcurso del tiempo hasta llegar al suelo. No lo vi, pero como al mirarlos en el suelo ya estaba inmovilizado, supuse que lo había hecho mientras caían. No me sorprendía, pues ya estaba acostumbrada a ello, pero sí me seguía pareciendo increíble. Bryce era una verdadera arma humana. Pero de pronto sentí miedo. Si se descontrolaba, podría pasarse demasiado y hacerle daño. No quería que volviera a meterse en problemas y menos otra vez por mi culpa. Mi vulnerabilidad lo perjudicaba. Cuando reaccioné para avisarlo, ya Bryce se había sentado sobre sus piernas. Estaba echado hacia delante agarrándole el brazo con fuerza en la espalda con una mano, y le sobraba, pues con la otra le estaba moviendo la cabeza para obligarlo a mirarme. Parecía que no tenía que esforzarse nada, que no costaba ningún tipo de trabajo hacer lo que él estaba haciendo. Es su capacidad.

-¡Bryce para! ¡Vas a meterte en problemas otra vez si le haces daño! –Y yo volví a pensar en él. Egoístamente, más en los problemas en los que podría meterse que en la integridad física de tipejo. Lo miraba horrorizada. No podía imaginar más días como los que habíamos pasado los dos.
-No te preocupes, tranquila, no le estoy pegando, lo estoy conteniendo. Es lo único que nos permiten a los deportistas federados. –Dijo sin mirarme a la cara, él no le quitaba los ojos de encima al tipo. Estaba llorando desconsolado, pidiendo liberación con lágrimas en los ojos. Me dio pena incluso. –Y ahora, bastardo, pídele perdón a mi chica. –Y vi cómo Bryce tensaba el brazo derecho para ejercer aún más presión sobre su cabeza para que me miraba. De repente me vi con los ojos clavados y suplicantes del tipo mirándome fijamente. Era terrorífico. -¡Venga! ¿A qué esperas? –Y le golpeó la cara contra el suelo para hacerlo reaccionar. -¡Pídele perdón! –Bryce no estaba disfrutando del momento. Recuerdo cuando luchó con los cinco tipos que intentaron violarme, ahí se sentía sobrado, en su salsa, deseoso de pagar sus problemas con los demás, sonreía de pura maldad. Ahora creía ver que estaba deseando que todo acabara cuanto antes. El tipo no podía hablar de puro pánico. Al final balbuceó. –Lo-lo si-si-ento… -No se entendió muy bien lo que dijo.

Seguramente en otro momento también, Bryce lo habría obligado a repetirlo hasta que se escuchara con total claridad. Ahora con eso le bastó. Realmente estaba cambiando, y creo que no se estaba dando cuenta, pues en ese momento no creo que prestara mucha atención a pensar en sus actos. Tras oír decir eso, ni siquiera insistió en que ahora le pidiera perdón a él mismo, lo liberó sin más. Era tal el pánico del hombre que incluso volvió a repetir que lo sentía cuando Bryce no le había dicho que lo hiciera. Antes de que Bryce se incorporara, se aseguró de coger firmemente la vara metálica, no quería más problemas, y yo tampoco. Se puso de pie y se colocó delante de mí, dándome la espalda en posición defensiva.

-Largo de aquí, y que no te vuelva a ver. –Fueron las últimas palabras que pronunció Bryce.

Todo lo que pasó a continuación fue muy precipitado, aunque en ese tiempo pude ser consciente de muchas cosas. Como si lo viese todo a cámara lenta. Lo último que recuerdo fueron los ojos inyectados en sangre de aquel desgraciado que se puso en pie, sacando la pistola de la nada y presionando el gatillo sin detenerse a apuntar. Su cara era diabólica. Venganza en toda regla por aquella humillación. No me dio tiempo a pensar, no me dio tiempo a respirar, no me dio tiempo para avisar a Bryce de que se apartara, no me dio tiempo a apartarle siendo eso lo que más deseaba en el mundo en ese momento. Cada célula de mi cuerpo se estremeció horrorizada. Lo sentí demasiado para bien para lo que hubiese querido. Sólo me dio tiempo de ver su protectora espalda apartándose lentamente, ahogar un grito agonizante en una exhalación que no pude terminar. No sabía si la bala había llegado a alcanzarlo a él o a mí, o ni siquiera si no nos había dado a ninguno de lo dos, tampoco tuve tiempo para eso, pero sabía que, le diese a quien le diese, íbamos a sufrirlo los dos. Lo último de lo que fui consciente antes de que todo desapareciera, fue el escuchar un estridente <BOOM>. 

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