Capítulo 57: Victoria
Descubrí después que Ashley también lo sabía,
pero pensaba que yo conocía la noticia y no me comentó nada para no ser
indiscreta. Empecé a hiperventilar. Bueno, ya la revista llevaba tres días publicada
y no había pasado nada demasiado malo… No creo que las consecuencias empeoraran
ahora… Que teniendo en cuenta que era mi vida, todo es posible, pero ya estaba
todo hecho, no podía evitar nada. Lo que tenga que ser será… ¿PERO AHORA QUÉ LE
DIGO A BRYCE? ¿Lo sabía él? ¿Por qué no me ha dicho nada? ¿No querría sacar el
tema? Me estaba haciendo un interrogatorio a mí misma en el cuál desconocía la
respuesta a todas las preguntas. Y lo peor es que no sólo era exclusiva e
InTouch… sino en cuatro más… Cuánta alegría y felicidad…
Decidieron ver al final la de miedo. En mi
estado de shock no vieron recomendable poner la comedia romántica. Y lo
agradecí. Aunque pasé toda la película en mi burbuja particular, ignorando todo
lo que provenía del exterior. Y era difícil, porque la pantalla con dimensiones
parecidas a las de un cine y el sonido estéreo Dolby Surround te sumergían en
la película por completo. Qué capacidad tengo… Ellas sabían que estaba ausente,
es fácil darse cuenta cuando una persona lo está. Por eso de vez en cuando
Ashley me apretaba la mano o me acariciaba el brazo, o Karem apoyaba su cabeza
en mi hombro o me daba un apretón cariñoso. Son un amor las dos. Al final tanto
pensar para nada, sólo conseguí comerme el coco inútilmente, como cada vez que
lo hago. Nunca podré solucionar mi vida extraña. Cuando volví a ser consciente
de la realidad, estaba en una esponjosa, acolchada y mullida cama que se
adaptaba a todas las partes de mi cuerpo. Rodeada de cojines y trazos de luz
entrando por la ventana a través de las cortinas.
¿Me había quedado dormida durante la
película? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Con los ojos medio cerrados todavía
por la luz, miré la hora en un despertador que había en la mesita de noche. Las
8.53. A las diez entraba a trabajar. Todavía tenía unos minutillos para
descansar y perder el tiempo en la cama. La habitación era enorme, la cama
tenía en cada esquina un pilar hacia arriba y una estructura de madera que unía
cada esquina y era el soporte para unas cortinas que estaban recogidas a cada
lado. Esas camas así sólo las había visto en películas. Estaba flipando. El
suelo tenía una gran alfombra con preciosas cenefas, la ventana daba al inmenso
jardín que no pude apreciar bien al estar hablando por teléfono con mi madre y
el dormitorio tenía cuarto de baño privado. No era excesivamente grande, podía
tener el tamaño de mi salón. Era muy acogedora, con sillones reclinables,
librerías, baúles, un tocador, cómodas, espejos, lámparas de pared a juego con
las cortinas. Era como la de una casita de hadas. Las sábanas blancas nunca me
habían gustado hasta que las vi conjuntadas en aquel lugar.
Cuando miré de nuevo la hora,
eran las nueve y ocho minutos. Me di una ducha ligera y a y cuarto estaba
lista. El uniforme también estaba como por arte de magia en un mueble del baño.
Pronto estaba bajando las escaleras hacia el gigantesco recibidor preparada
para desayunar guiada por una amable mujer de amable sonrisa que me indicó
dónde estaba el comedor. Casualmente me la encontré al abrir la puerta de mi
cuarto, venía a despertarme. Esta vez me llevó a una sala distinta a la de la
otra noche. Esta sí era como las de las películas, una alargada mesa en el
centro de una habitación, rodeada de sillas. Karem y Ashley ya estaba
desayunando… ¡Tortitas! ¡Hacía mil que no las probaba! Olían desde el pasillo.
El sirope de chocolate era mi perdición.
-Vaya, buenos días Bella
Durmiente. –Dijo Karem en cuanto me vio. Ashley estaba de espaldas a mí y se giró por su comentario.
-Buenos días. ¿Cómo has
dormido? –Ella tan atenta como siempre.
-Como nunca antes. Ten
cuidado no vaya a ser que me robe la cama sin que te des cuenta. –Dije bromeando
sentándome en la silla. Mi plato de tortitas calentitas estaba sobre la mesa.
Me serví un vaso de leche fría.
-¡Toda tuya! Y sírvete
todas las tortitas que quieres, hay de sobra. –Ella las estaba tomando con
sirope de fresa y Karem con nata. Desde luego a gusto de consumidor.
-Lo siento, ayer me quedé
dormida durante la película. ¿Os gustó? –Y dicho eso, probé el primer bocado.
Vi deshacerse el cielo en mi boca. Incluso cerré los ojos para centrar todos
mis sentidos en el gusto. Calentitas, tiernas, esponjosas, y con sirope de
chocolate negro. Era un orgasmo para la boca.
-¡Estuvo genial! Era de
terror psicológico. Aunque el final podría haber sido otro. ¿Quién la eligió?
–Karem hablaba muy entusiasmada. Ashley estaba masticando. Ahí me acordé de que
tenía que despertar a Bryce o sino se enfadaría conmigo.
-¡Ostras! ¡Hay que
despertar a Bryce! –Y me levanté corriendo para salir del comedor hasta que me
paré al ver que no sabía dónde estaba la habitación de Bryce.
-No está. –Se giró Ashley a
mirarme desde la silla. Su sitio está de espaldas a la puerta. –Salió esta
mañana muy temprano. Me lo dijo el guarda. Dice que le había surgido un
imprevisto. –Me quedé a cuadros. Tras unos segundos de bloqueó, reaccioné y
volví lentamente a mi sitio. A seguir comiendo tortitas. Sin comentarios.
-Pues nada. –Dije antes de
darle otro bocado a las tortitas.
Ellas no quisieron
preguntarme nada del tema. Seguimos hablando de la película, sobre qué iba y
tal. Ashley se comprometió a devolverlas en el videoclub, quería ver la comedia
romántica. Yo no le puse problemas. Confiaba en ella. A las nueve y media Karem
y yo salimos de allí para dirigirnos al trabajo. Le dimos las gracias a Ashley
tras ofrecerse a ponernos un chofer para llevarnos y negarnos. Cuando íbamos
caminando por el jardín para salir a la carretera, me acordé de una cosa.
-¿Al final que pasó con la
tarta de queso que íbamos a regalarle a Ashley? –Le pregunté a Karem. Ella
estaba ida adorando también el maravilloso jardín. Ya no era yo la única. Ella
permaneció callada unos segundos mientras seguía mirando a su alrededor, yo la
miraba expectante, al final se giró y respondió. Parecía que había usado ese
tiempo para prepararse para algo.
-Pues me llamó antes de ir
a comprarla. Quería que viniera antes a su casa. –Am. ¿Cuándo se habían echo
tan amigas? Yo me alegraba miles. Pero me pilló de sorpresa. –Y no me dio
tiempo de comprarla. -En ese momento llegamos a la puerta de entrada, que se
abrió automáticamente al aproximarnos a ella. Se veía tan pesada por las rejas
de hierro que parecía imposible que pudiese moverse con tanta facilidad.
-Pues ya pensaremos otro
detallito. Ashley es un amor, me da cosa no agradecérselo en condiciones. –Dije
moviendo la vista de la puerta a Karem y de Karem a la puerta. Ella seguía
inmersa en sus pensamientos. Al final habló. Se puso frente a mí mientras
esperábamos a que se abriera del todo y me cogió de las manos.
-Tengo algo que decirte.
Quiero que seas la primera en saberlo. –Se le pusieron los ojos brillantes y
disimulaba una sonrisa. La cara se le iluminó. Oh dios. –Ashley y yo…
-¡Señorita Valeria Spinoza!
La hemos estado esperando. -Dijo una voz a mi izquierda que interrumpió ese
momento. Me giré a mirar quién era. Un chofer de los típicos con uniforme negro
y gorrito estaba hablándome con expresión de preocupación. -El señorito Bryce
nos ha encargado que la llevemos a su trabajo en su ausencia. Dice que lo
disculpe que después se lo explicará. Suba al coche por favor. –Hablaba en tono
amable y servicial. Miré al coche. Era ese Lexus negro que había venido a
recoger a Bryce varias veces. Miré dentro, las ventanillas estaban tintadas y no
podía ver dentro, pero sí podía vislumbrar una sombra de una persona que me
observaba a través de la ventanilla. Miré a Karem y ella me miró a mí. Ninguna
sabía qué hacer. Me la llevé unos pasos más atrás para hablar a solas.
-Karem, ¿tú quieres ir en
coche? Yo voy a ir en metro. –Dije bajito cerca de su oído. Me miró extrañada.
-¿Por qué? ¿Qué problema
hay? ¿Rebeldía sin causa? –Ella veía tan evidente tener que montarnos…
-No, rebeldía con causa. No
quiero aprovecharme de él. No estoy a su lado para disfrutar de sus comodidades
y la infinidad de cosas que puede ofrecerme. Me siento mal si lo hago, no va
conmigo, me entra algo de cree que pueda pensar eso de mí. –Y era cierto. Es
como cuando alguien te invita, no es malo ni mucho menos, pero te queda la cosa
de que no debería hacerlo.
-Pero si la otra persona
quiere y le apetece, y se ofrece, ¿por qué hacerle el feo de rechazarlo? Que
sí, que a mi también me pasa esa sensación, pero me pongo en el lugar de la
otra persona y puede tomárselo como un desplante. –Y le daba totalmente la
razón a Karem, pero mi situación es diferente. Él es un multibillonario y yo
una chica de clase media-baja. Quiera o no, siempre existirá ese infranqueable
espacio entre los dos.
-Lo sé. Luego se lo
explicaré a Bryce y espero que lo entienda. Pero quiero que lo nuestro sea una
relación normal de chicos cotidianos.
-Como quieras, pero díselo
tú al hombre. –Y volvimos las dos a estar frente a la reja de entrada. Allí nos
esperaba impaciente el hombre.
-Señor, discúlpeme pero
hemos decidido que iremos andando. –Dije con mi más amable sonrisa y tono de
voz, como si así pudiera quitarle importancia al rechazo. El chofer me miró
desconcertado, ¿temía por él? ¿Y si le buscaba una bronca con Bryce por no
haber cumplido su misión? ¿Por qué me meto en estos líos?
-Pero señorita, la orden
directa del señorito era no dejarla ir sola bajo ninguna circunstancia. -¡Bien!
¡Ya lo tenía! Podía aferrarme a eso. Se me iluminó la bombilla.
-Y no voy a ir sola, voy a
ir con Karem. –Y la cogí del brazo y me la pegué al cuerpo. Ella saludó
nerviosa después de lanzarme una mirada asesina.
-Hola.
-Muchas gracias por todo.
Hasta luego. –Y salí andando tras despedirme con una sonrisa arrastrando a
Karem del brazo conmigo. Pero al parecer no era suficiente, tras unos pasos de
imaginada victoria, me habló.
-¿Y qué le digo al
señorito? –Esa palabra estaba empezando a chirriarme en los oídos. Me giré tras
unos segundos de duda.
-Que no se lo tome a mal. -Le
respondí mientras andaba de espaldas. Karem y yo metimos el turbo, íbamos a
llegar tarde a este ritmo. Yo volví a echar una última mirada a la sombra del
interior del coche. ¿Quién habría dentro? Bah, ya daba igual.
Llegamos a las diez en
punto. Deberíamos haber abierto la tienda hace cinco minutos o más. No creo que
eso tenga tampoco mucho delito. Espero. Empezaron a entrar clientes al momento.
Pronto la tienda estaba llena. Cómo se notaban las vacaciones de navidad. Y yo
sólo tenía el día libre en nochebuena, nochevieja y año nuevo. Al fin a las dos
y media quedó la cosa más tranquila. El relevo llegaría a las tres menos cinco.
Ya contaba los minutos.
De repente vi que una
guapísima rubia de metro ochenta entraba en la tienda con un cuerpazo de
infarto. Ojalá yo vamos… No podía apartar los ojos de aquella despampanante
criatura que acababa de entrar. Toda una señora distinguida y con clase. Con un
sombrero de ala ancha que le cubría el rostro y unas gafas de sol a lo mosca
que se lo cubría aún más. Su gusto por la ropa era exquisito. Un bolso de mano
que destilaba lujo por cada costura, eso sí, le faltaba el chihuahua dentro con
cara de mala leche. Parecía una ejecutiva sexy, y eso que no iba provocativa.
Yo llevo ese conjunto y estoy para que me metan en una bolsa de basura. La
chica alzó la vista para mirarme a través de las gafas y empezó a caminar hacia
mí tras esconder una sonrisita.
Sin embargo, no iba a estar
tan tranquila ese tiempo que me quedaba hasta el descanso. Ni admirar a ese
bellezón tranquila podía. Yo sabía que tenía una conversación pendiente, no
porque se hubiese aplazado, pero estaba segura de que Karem no se había quedado
conforme con mi explicación. Y así fue, efectivamente, a las dos y cinco me
asaltó.
-A ver, explícamelo. Porque
a mí antes no me quedó muy claro. –Empezó al acercarse a mí de golpe. Me
sobresalté, no la esperaba, todos mis sentidos estaban en ese momento en la
rubia potente. Y eso que no me gustan las tías… Llego a ser un tío y flipa. -Si
a Bryce se lo explicas entenderá que no lo haces para aprovecharte de él. No
veo el problema. –Dijo empezando la conversación como si hubiéramos estado todo
este tiempo hablando sobre ello. Como si tal cosa. Suspiré y comencé a hablar.
Noté que la atractiva mujer, que estaba rebuscando plácidamente entre la ropa,
paró por un segundo para volver a continuar.
-Quiero una relación normal
y corriente. No algo como las estrellas de Hollywood. –Comencé a hablar. -Capaz
y todo de que al día siguiente le de por regalarme carísimos vestidos, o me
pida cita en importantísimos salones de belleza. Y más, me compre lujosísimas
joyas o maquillaje de marca, o me invite a spas, importantísimos eventos
multitudinarios. –La chica rubia nos estaba escuchando. Se le notaba, pues
tardaba tiempo en reaccionar, pues tenía que estar pendiente de disimular y de
poner toda su atención. Moví a Karem por los hombros tres metros más lejos y
bajé el tono de voz. Ella comprendió que era para mantener más intimidad. -No
hace falta ir tan lejos, mira la revista y dime si piensas que eso me gusta.
¿Sabes lo que te quiero decir? Algo normal. –Esperaba que lo entendiera. Se
quedó callada imaginando ese tipo de vida. Incluso perdió la mirada en el techo
y dejó una camiseta en sus manos que antes estaba doblando. Yo aproveché para
volver a mirar a la rubia. Estaba escuchando nuestra conversación, se había
movido hacia una zona donde podía seguir oyéndonos. ¿Estaba intentando
escuchar? Le hice un gesto con la cara a Karem para movernos otra vez. Al fin
vio a la mujer, pero su cara expresaba comprensión, no asombro al ver semejante
pivón. Había pillado mi mensaje. No esperaba menos de ella.
-Me hace gracia que
cualquier chica estaría encantada con eso menos tú. Tal vez por eso Bryce se
enamoró de ti. –Y lo soltó como quién no quería la cosa con una sonrisa
condescendiente. Al menos habló bajito. ¿Enamorado? ¿Seguía enamorado después
de todo lo que le había hecho? Sin darme cuenta, de pronto me sentí de buen
humor. Hoy nada me haría cambiar eso.
-¿Cómo se te ocurre decir
eso? No lo sabes, sólo son sospechas tuyas. –Me había dado un vuelco el
estómago. La distinguida señorita dejó el montón de ropa con el que había
estado jugando antes y se cambió a uno pegado a nosotras. Por segunda vez. Dije
volviendo a moverla por tercera vez porque la otra no dejaba de arrimarse más y
más a nosotras, metiendo el oído disimuladamente.
-Por cómo te mira, cómo te
habla, cómo te trata, ¡cómo todo! Esas cosas se saben Valeria. Y te lo está
demostrando. Deja las inseguridades, ni que fuera imposible que alguien pudiera
enamorarse de ti. –A ver, nunca le he gustado a nadie, que me permita ser un
poco insegura o escéptica a aceptarlo ahora tan de repente. Esta vez ya me
estaba tocando las narices. La rubia se había vuelto a mover a nuestro lado. Y
encima haciéndose la que se prueba algo por encima y se mira al espejo. Cogí a
Karem por el brazo y me la llevé al otro lado del mostrador. Nos agachamos e
hicimos como la que estábamos cogiendo algo.
-Karem, tengo miedo. No sé
qué hacer. Vivo con el miedo de que vuelva a ocurrir algo y nos separemos. No
podría volver a soportar otra despedida de Bryce. –Y me abracé las rodillas
estando en cuclillas. Me caí hacia atrás y la vi. La misma mujer de antes
estaba apoyada en el mostrador haciendo como que miraba los perfumes. ¡Ya
habían sido cuatro veces! ¡Era demasiado! Me puse de mal humor. Sí, ella lo
había conseguido. Y sí, soy muy voluble.
-Disculpe, ¿desea que la
ayude? -Dije ya con la poca paciencia que me quedaba tras ponerme de pie. Lo
siento, me salió una sonrisa y un tono de voz muy falso. La chica se me quedó
mirando sorprendida, no podía verle los ojos debido a sus gigantescas gafas de
sol, pero se le notaba. Se quedó sin saber cómo reaccionar, normal, acababa de
decirle entre líneas mis intenciones por hacerle entender que no quería que se
enterara de lo que estaba hablando y por apartarla de la conversación.
-Eeeeh, sí. La falda roja
que lleva ese maniquí. -Y señaló con el dedo el sitio, me giré para mirar. ¿Una
sola prenda y llevaba en la tienda quince minutos mirando? <al menos había
sido astuta, la falda roja que me pidió no estaba en un sitio visible, le
hubiera quedado muy descarado que se encontrara fácil. Así hubiera demostrado
su falta de atención en la ropa por estar cotilleando. Eso sí, la falda era fea
con ganas. Era de tela, llegaba hasta la rodilla y era de tablas delgadas y
largas. -No la encuentro por ninguna parte. -¿Estaba improvisando o tenía
planeado decir eso para esta situación? Se le veían sus verdaderas intenciones
claramente, esta a mí no me engañaba. La policía no es tonta. Muchos meses
viviendo en un ambiente así en la Uni.
-Ahora mismo se la doy.
¿Qué talla quiere? -Pregunté cansada de la vida. Karem ya se dio por vencida y
se fue a ordenar ropa por ahí. -La 38. - Dijo sonriente. Fui a buscarla
rápidamente para volver a la conversación. En cuanto se la di se fue al
probador. Cuando Karem volvió a acercarse a mí con intenciones de asaltarme de
nuevo con el interrogatorio, escuché su aterciopelada voz.
-Valeria, perdona, ¿podría
traerme la 34, por favor? Esta me queda grande. –Dios mío. Le había dado tiempo
hasta de mirar mi nombre en la plaquita que colgaba de mi pecho. Esta tía era
ávida. Me giré a mirarla, Karem suspiró. Tenía la falda agarrada por dos dedos
sujetando todo lo que le sobraba. ¿Ya le había dado tiempo de quitarse su
falda, ponerse esa, mirársela, quitársela y volverse a poner la suya? ¡Pero si
nada más cerrar la puerta del probador fui disparada a por Karem y ni me había
dado tiempo de llegar?
-¿La 34 ha dicho? –Pregunté
para corroborarlo. ¿Cómo pasa de una 38 a una 34 así como así? Ahí no había
estado muy perspicaz. Lo había hecho a posta. Fijo que quiere algo y no es
especialmente ropa. Y así fue, en cuanto le entregué en mano la nueva falda,
actúo.
-No he podido evitar
escuchar la conversación de antes con tu amiga. -¿Que no ha podido evitarlo?
¡¡COMO EL QUE LO HA OÍDO POR ACCIDENTE!! Y llevaba todo el rato metiendo oído…
¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Si después de esquivar tantos intentos de hundirme en la
Uni, mi instinto para descubrir las intenciones ocultas de la gente es
impasible. Ahora me había preocupado. ¿Hasta dónde había escuchado? –Escuché
que hablabais de un Bryce y me he acordado del que sale ahora en las revistas.
No sé si lo conoces. –Sí, y demasiado bien. Siguió hablando sin esperar a que
respondiera. Esta iba al grano. No podía verle los ojos y eso me ponía
nerviosa. ¿Por qué no se quitaba las gafas? Estaba en un local sin sol. -¿Qué
piensas de la chica con la que dicen que está saliendo ahora él? ¿Cómo era de
apellido…? ¡Ah sí! Domioyi, Bryce Domioyi. –Ya sabía de quién hablaba… Miré de
refilón a Karem a ver si ella se daba cuenta de lo que estaba pasando. Nada, en
su mundo metida… Así no había quien me sacara del lío… ¿Iba ahora a hacerme
creer esta tía que no me había reconocido? ¡Si aparezco en todas las fotos! ¡Y
no es que tenga una apariencia muy común! Me salté por las ramas.
-Pues que deberían darle
más intimidad a esa pareja. Tiene que ser un verdadero agobio para los dos que
la gente se meta en su vida. Teniendo que escuchar preguntas comprometedoras,
comentarios fuera de lugar o… ¡ni siquiera eso! ¡Que la vida de cada uno es
privada! –Indirecta. Me crucé de brazos haciéndole ver que no iba a aceptar
otra cosa. Ella se paró a pensar un segundo y habló.
-Me refería a que si es una
chica interesada en él o en su fama y dinero. –Tampoco me sorprendía la
pregunta… La verdad…
Y me estaba preparando para
tener respuestas rápidas y cortantes. Iba a necesitarlas. Esto era otro
interrogatorio. ¿Sería alguna chica del pasado de Bryce que sigue enamorada de
él y está celosa de mí? Seguramente. Pero por mucho más maravillosa y más
perfecta que yo que fuera, no iba a achantarme. Si Bryce me había elegido a mí
entre todas, debía sentirme segura de ello. No creo que me mintiera al decir
que nunca se había acostado con ninguna chica ni que nunca tuvo novia. Se
pueden hacer muchas otras cosas en clubes nocturnos… ¿no? Bueno, ¿y que más me
da su vida pasada? Ahora parecía ser que sólo estaba por mí. Aunque tampoco sé
cómo ha sido con otras chicas, si se interesaba lo mismo o no… Pero todos me
decían que yo lo estaba cambiando, eso significaba algo, ¿no? ¡Dios! ¡No puedo
más!
-La veo una buena chica.
¿Sabe? No todo se mueve con dinero y hay gente muy poca, pero la hay, que
considera cosas más importantes que la riqueza. –Le respondí con tono seguro y
mirada convincente, aunque por dentro estuviera viviendo una completa batalla
campal.
En ese momento se quitó las
gafas lentamente, con énfasis, como colectando tiempo para pensar una respuesta
u otra pregunta. Sus ojos. Eran grises. Me quedé flipada ante su potente
mirada. Era guapísima, por un momento pensé que incluso más que Ashley, y eso
ya era decir, porque yo a Ashley la consideraba una diosa. Su rostro fino, su
piel suave y sin tacha, maquillada con gran exquisitez, no muy cargado.
Pestañas infinitas y labios carnosos. Dentadura perfecta. No me había fijado
antes debido a que sus odiosas gafas acaparaban toda mi atención. Incluso se le
formaba un hoyuelo adorable a cada lado de la comisura de los labios. Era
arrebatadoramente bella.
-No creo que sea nada
serio, seguro que cortan pronto. Esta gente no sabe encontrar una pareja
estable. Y se apoyó de espaldas contra la pared del probador, al igual que yo
cruzó los brazos, dando a entender que no aceptaba cambiar de opinión. Su
respuesta me había irritado mucho. Me había dejado traspuesta su carita de
muñeca, pero no podía bajar la guardia. Había dado en el clavo, éramos una
pareja inestable. Pero no sólo éramos eso.
-¿Y usted que sabe? Hay
parejas muy estables que acaban rompiendo y parejas muy inestables que nunca
podrían separarse. La personalidad de cada uno influye en la relación, por
supuesto, y traerá más o menos problemas, pero al final, lo que mueve a
continuar con la relación son las ganas de estar juntos que tienen. –Y era lo
que pensaba, no lo sabía hasta ese momento, nunca me lo había planteado. Pero
sí, eso era. La chica escondió una risa. Eso lo había dicho más alto de la
cuenta. Algunas personas se giraron a mirarme. Y ahí fue cuando Karem me vio.
¿Por qué no venía en mi ayuda? Tal vez se había quedado tan flipada en colores
como yo que no sabía reaccionar.
-Vaya, estás hablando del
amor. ¿No? ¿Eres de las que piensan que el amor lo puede todo? Pues porque no
siempre triunfa, desgraciadamente. –Esta conversación era muy extraña. Estaba
hablando con una completa desconocida sobre mi vida privada con Bryce como si
en verdad estuviéramos hablando en plan marujeo de la vida de dos famosos. –Hay
cosas que, por mucho que luches o lo intentes, no tienen solución ni arreglo.
Diferencias insalvables o caprichos del destino. Circunstancias exteriores que
te obligan sin querer. –Por un momento, vi un reflejo de desilusión en sus
ojos. ¿Había recordado su pasado? Ni siquiera sabía la respuesta a la pregunta.
¿Se referiría a su relación con Bryce? ¿Hablaba de amor no correspondido?
Porque yo hablaba de uno correspondido.
-Soy de las que creen que
se puede luchar hasta el final cuando se quiere algo y no rendirse nunca. Claro
que hay situaciones que te obligan a tomar decisiones que no quieres, por
supuesto, eso provoca una relación inestable, entre otras cosas. Pero puede
seguir unida si el sentimiento es fuerte. -¿Estaba describiendo mi propia
situación? Ella me miraba seria. No respondió en todo el rato que tuvimos de
contacto visual. Aproveché para hacer el jaque mate. -¿Y qué tanto interés
tiene? Ellos son sólo un chico y una chica que están intentando dejarse llevar
pos sus sentimientos. Si les va bien, mejor para ello, si no, ¿a quién le
importa sino más que a ellos? –Agregué para enfatizar que estábamos hablando de
dos famosos que no tenían nada que ver con nosotras. Ese fue mi punto y final.
La chica se puso de nuevo las gafas tras quedarse un momento sin expresión.
-Gracias, voy a probarme
esta. –Dijo tras sonreírme cálidamente.
Las últimas palabras que
pronunció las dijo sin mirarme a mí, sino a alguien que se encontraba mi
espalda. Pasé del tema. No iba a comerme el coco por esto. Miré el reloj un
poco traspuesta tras esta extraña conversación con una completa desconocida.
Había sido demasiado intensa para mí. Ni con Karem las tenía yo así. Eran las
tres en punto. Hora de irse. El relevo ya había llegado y ni me había dado
cuenta. Al levantar la visa del reloj lo vi. Con su típica cara de serio a la
que me tenía acostumbrada. Cuando lo vi justo estaba atravesando las puertas
automáticas de cristal, me buscó un segundo entre la gente y en cuanto me vio,
se dirigió convencido hacia mí sin mirar nada más. Con paso firme y seguro.
Karem había acertado. Se había pasado a recogerme del trabajo. Sentí miedo por
su reacción. No quería una discusión y no supe evaluar por su expresión cómo se
sentía.
-Te mandé al chofer para
que no fueras sola al trabajo y me ha dado la fantástica noticia de que no
montaste en el coche. –Por favor, que no volviera a ser el Bryce dominante y
mandón. Tragué saliva. Se me había acelerado el pulso.
-Estrictamente no me he
venido sola. Vine con Karem. –Y me salí por las ramas. O lo intenté. Él miró al
mostrador al seguir mi mirada que apuntaba hacia ella. Karem nos miraba con
sonrisa nerviosa a modo de saludo. Ah, también movió la mano. Bryce alzó la
suya cortésmente. Vaya, eso no me lo esperaba. Seguía acostumbrada a que todo
le diera igual menos sus intenciones.
-No sabía que era tu
compañera de trabajo, es más, no me lo dijiste porque ni siquiera me la
presentaste anoche. Lo hizo Ashley, y sólo mencionó que erais mejores amigas.
–Ahí tenía toda la razón del mundo. Fallo épico el mío. Si es que se me va la
olla en cantidades industriales. Me mordí el labio a modo de disculpa.
-Lo siento. No me di
cuenta. Ayer no estaba yo muy avispada precisamente. –Y le sonreí nerviosa. El
me miró condescendiente, suspiró y me rodeó con sus brazos. Eso sí que no me lo
esperaba. Me quedé a cuadros.
-No sabes lo que me entró
cuando me enteré de que no te montaste en el coche. Igualmente debiste haber
ido en él las dos juntas. Sigue siendo más seguro aunque no vayas sola por la
calle. –Me estrechó dulcemente con él. Yo acomodé la cara en su pecho. Nunca me
cansaré de decir lo bien que huele. –He venido de inmediato. Como siempre tu
móvil aquí no tiene cobertura. Y encima no sabía dónde trabajabas. ¿Por qué te
gusta ponerme las cosas tan difíciles? –Él escondió su cara en mi pelo. Podía
apoyar su barbilla en mi cabeza si se encorvaba un poco, pero prefirió hacerlo
más para esconder su cara entre mis bucles. Ahí fue cuando lo comprendí todo.
Lo había planeado para protegerme, no por mi comodidad. Me conmoví y me sentí
culpable por haber pensado así. Lo abracé fuerte y cerré los ojos.
-Lo siento, no sabía que te
preocuparías tanto. No pensé que lo hicieras por miedo a que me pasara algo.
–Ese era el motivo de su inquebrantable idea de llevarme él al trabajo cuando
me lo dijo anoche. Cuando los dos fuimos conscientes de que éramos el centro de
atención de todo ser vivo allí metido, que nos llevó bastante tiempo por
cierto, nos separamos nerviosos y disimulando.
-Bueno, ¿a qué hora
terminas aquí? Después de todo lo que me ha costado descubrir que trabajas
aquí, no tengo ganas de esperarte mucho. –Dijo mirando a otro lado metiéndose
las manos en los bolsillos. Karem me levantaba los pulgares a modo de “¡GENIAL
TÍA!” desde el mostrador. Esta chica siempre comprometiéndome.
-Ya he acabado. Ahora mismo
cada segundo de más que estoy pasando aquí debería contar como deshora. –Y opté
por dejar de mirar a mi alrededor. Me sentía como la pantalla de un cine. Todos
mirándome embobados. Pasaban sus miradas de Bryce a mí y de mí a Bryce. Él
reaccionó lento a mi respuesta. ¿Acostumbrado a ser el centro de atención en
todas partes y ahora se ponía nervioso porque lo veían en modo sentimental?
Incluso se ruborizó un momento. Me encantaba. ¡Tan tierno!
-¡Ah! Pues vámonos, tenemos
una visita pendiente a la comisaría. –Dijo sacándose las manos de los
bolsillos. -¿Quieres que te llevemos a casa, Karem? –Y se giró para ir a la
puerta de salida. Ella también reaccionó tarde ante la sorpresa de la
inesperada invitación.
-Eeeeh, no, he quedado
justo ahora después del trabajo. -¿Había quedado de verdad o lo hacía para no
molestar? Ella ya se había cambiado de ropa y se había quitado la de
dependienta de la tienda.
-Pues vamos Valeria, hoy
tenemos prisa. También hemos quedado después. -¿Este tío hacia planes sin
contar conmigo? Que no empezara así como antes a dejar de importarle mi
opinión. Bryce me agarró de la mano para tirar suavemente de mí hacia la
salida.
-Espera, espera, espera. No
me he cambiado de ropa. –Y para mi sorpresa se paró. Seguíamos recibiendo todas
las miradas de la tienda, y seguía incomodándome, pero qué podía hacer…
-Da igual. Si estás igual
de fea que siempre. No pienses que el uniforme te favorece mucho más que esto.
–Bromeó. Y me gustó. Siempre había soñado con una relación de pareja tan
cómplice.
-¡Pero tengo que dejar la
ropa aquí! ¡Son normas de la tienda! –Aquello era todo un espectáculo. Sobre
todo para las señoras mayores.
-Porque te la lleves un día
no va a pasar nada. –Seguía sin soltarme la mano. Ambos teníamos los brazos
estirados. Lo miré con cara de “Venga ya, si sabes que al final me vas a dejar,
no lo alargues más” Y pilló el mensaje. –Anda, venga, rápido. Ya estás
tardando. –Y se cruzó de brazos para mostrar aún más impaciencia.
Me cambié en un visto y no
visto. Cogí mi mochila y salí corriendo hacia Bryce. Karem estaba afuera en la
calle, esperando imagino que a la persona con la que había quedado. Bryce
volvió a cogerme de la mano y metimos aún más el turbo hacia el coche. Íbamos
tan rápido que dejamos la tienda atrás y ni me había dado cuenta. Cuando doblé
la cabeza para despedirme de Karem y de las chicas que venían a hacer el turno
de tarde con la mano, la vi. La despampanante rubia del interrogatorio justo
estaba saliendo del probador con la falda roja en la mano. ¿Se había probado en
medio segundo la primera falda y en siete minutos la segunda? Peor todavía, ¿me
había descubierto con Bryce? Bah, seguro que ya sabía de antes que yo era la
chica de la revista. No tiene otra explicación si no aquella conversación. Ya
daba igual. Nos montamos en el coche que estaba aparcado en segunda fila y
creando un atasco increíble. Él sí, él puede, otro no pero él sí. Y como si
nada emprendimos el camino. Ignorando los bocinazos y comentarios de la gente.
-¿Por qué tanta prisa? Se
supone que la comisaría de policía está abierta 24h. –Dije tras acomodarme en
el asiento y abrocharme el cinturón.
Íbamos en un flamante deportivo negro. Entonces lo recordé, era con el
que atropelló a aquel hombre el día en que digamos, nos conocimos. Se me
pusieron los vellos de punta.
-Te he dicho que hemos
quedado después. Quiero que conozcas a una persona. –A saber quién… Miedo me
daba… -Es el motivo por el que no he podido llevarte hoy yo al trabajo en
coche. Surgió el imprevisto y tuve que irme. Lo siento. –La carretera estaba
tan abarrotada de tráfico, que ponía todos sus sentidos en la conducción. Ni se
había dado cuenta de que seguía sin decirme a quién iba a presentarme…
-¿Pero a quién quieres que
conozca? –Ya estaba yo para recordárselo.
-Ya te lo diré cuando veas
quien es. Quiero que sea una sorpresa. –Y se giró un segundo para sonreírme.
Claro, como si eso fuera a arreglarlo.
-¿No me vas a decir quién
hasta que lo tenga en mis narices? ¡No me gusta tener intriga! –Lo odiaba.
-Pues es lo que hay. –Y
encima lo dijo riéndose. Disfrutaba viéndome así. Capuyo…
-Pues me declaro en huelga
de silencio hasta que me lo digas. –Y crucé los brazos para no volver a hablar
más hasta que lo dijera.
-Cómo quieras. Jajaja. –Y
encendió la radio para escuchar música. Lo peor es que se puso a cantarla y
todo el muy… Me reafirmo. CAPUYO.
Bah, pasé del tema y me
puse a mirar por la ventana para desviar la mirada de vez en cuando hacia él.
Hace un mes y medio me habría molestado mucho que volviera a hacerse otra vez
lo que su voluntad decía, ahora no me importaba. Ya no lo veía como un niño
rico caprichoso y mimado, que era lo que me jodía. Ahora lo veía más como cosas
que hacen los chicos en una relación cuya personalidad es dar juego yJODER, que
sarta de tonterías estoy diciendo, lo reconozco. Bryce se había convertido sin
darme cuenta en mi debilidad, me era incapaz enfadarme con él. Y me daba miedo,
no sabía hasta dónde podía llegar a permitirle todo, podría aprovecharse de
eso. Aunque en verdad no debía pensar eso. Se supone que en una relación uno no
tiene a su servicio al otro. Con Aaron no tengo tantas comeduras de cabeza,
todo es más natural. Sin darme cuenta, llegamos a la comisaría. Aparcamos en
los aparcamientos exteriores que tenía, todos los coches eran súper lujosos, el
sueldo de aquí tenía que ser generoso, pero reparé
-Ya estamos aquí. -Bryce me
habló pero yo no dije nada. Mantenía firmemente mi decisión. Me quedé observando
la comisaría. Seguía igual que la recordaba. Ese edificio blanco y antiguo que
por dentro está decorado muy modernamente. Era irónico, la segunda vez que
venía aquí y era junto al chico al que venía a denunciar la primera vez. -Irónico,
¿no? No me he dado cuenta hasta ahora. La chica que una vez vino aquí a ponerme
una denuncia por carreras ilegales, viene aquí ahora junto al chico al que
quería imputar en el mismo coche en el que iba aquella vez para poner una
denuncia a un tipo que ha intentado asesinarlos tras sus reconciliación. –Bryce
habló otra vez mirando hipnotizado el grandioso edificio. Me quedé de piedra.
-¡Justo lo que yo estaba
pensando! –Dije demasiado alto por la emoción. ¿Casualidad? No lo creo. Pienso
que tal vez no somos tan diferentes. Solemos coincidir en lo que pensamos.
-¡Por fin hablas! Vaya,
pensé que estabas en huelga de silencio. –Abría muchos ojos para hacerse el
sorprendido. Vaya, nunca consigo lo que me propongo. Me llevé las dos manos a
la boca para tapármela. Mierda… -Jajaja. ¡No seas tan dramática anda! –Y con un
brazo me acercó a él, me apretujó contra su costado derecho cariñosamente y
apoyándose en mis hombros echamos a andar. Si es que me dejaba sin defensas… Yo
no dije nada porque me quedé en blanco, sin saber qué decir.
Entramos donde fui yo
aquella vez y por primera vez en mi vida y sin que sirviera de precedentes, se
cumplió aquello que quería. El mismo tipo que me había intentando sobornar y
que casi hace que se me explotase la vena del cuello, era el mismo que estaba
atendiendo esta vez. Casi lloro de alegría. Esta se la devolvía. Qué razón
tiene ese dicho de: el tiempo pone a cada uno en su lugar… Bueno, bueno
Valeria, no te emociones, que siempre te pueden salir mal las cosas.
-Bryce, déjame hablar a mí.
Tengo un asuntillo de honor que arreglar. –Y se me quedó mirando sorprendido
para después pasar a una expresión de <todo tuyo>. ¡Ja! ¡Esta era la mía!
Lo cogí de la mano y lo conduje hacia los asientos, donde se sentó él, yo
decidí permanecer de pie. Quería taparlo con mi cuerpo para ganarme el respeto
y atención por ser una ciudadana neoyorquina que necesita ayuda, no por ir con
el hijo de su inversor. No le daba completamente la espalda pero si lo cubría
desde el campo de visión del hombre.
–Hola buenos días. –Dije
con un tono que hacía ver que ahí estaba yo. El mismo tipo gordo, de cara roja
y redonda, barba blanca y gafas antiguas con las que mira por encima.
-Buenos días. –Dijo sin
fijarse en mi acompañante. Estaba de pie mirando unos ficheros en unos cajones.
-¿La han avisado para sentarse? Debe esperar en la sala de espera, señorita.
-Puso cara de pocos amigos, parece ser que no le gusta que lo interrumpan
cuando está haciendo algo. Vaya, como a mí. Si a lo mejor somos almas gemelas y
todo… IRONÍA. Este hombre era una de las pocas personas que tienen la capacidad
de alterarme mucho y muy pronto.
-En la sala de espera no
había nadie. Y me he fijado en que tampoco hay que coger número para ser
atendido. -¿Qué le pasaba ahora? La otra vez entré y fui atendida de momento.
¿Se acordaría de mí? –Además, el escritorio no estaba ocupado. Pensé que no
pasaría nada por sentarnos.
-Pues va a tener que
esperar, señorita. Si es tan amable, tome asiento ahí mismo hasta que pueda ser
atendida. –La educación la tenía sólo en las palabras, porque en lo que
respectaba al tono de voz y los modales, dejaba mucho que desear.
Miré a Bryce, se le veía
intentando aguantar sus ganas de responder, se estaba conteniendo porque yo se
lo había pedido. Al igual que yo, este tipo lo ponía alterado. El comisario se
dio la vuelta para volver a su fichero en el cajón. Nos había hecho el vacío
más completo y absoluto. Bryce hizo el ademán de levantarse para imponer más
estando de pie, yo lo frené y le volví a decir que me lo dejara a mí. Aquel
hombre no se había fijado en él, y por eso no había reconocido al miembro de la
familia Domioyi. Pero no iba a usarlo para ganar respeto. Este me iba a
escuchar a mí. Por eso seguí de pie dándole la espalda a Bryce, quería cubrirlo
con mi cuerpo. Entonces por casualidad lo vi. Ahí tenía mi pase a la victoria.
-Pues no veo por qué
tenemos que esperar si está jugando una partida de sudoku en el ordenador. –Sí,
ahí le había dado. Vi sin querer la pantalla de su ordenador, que estaba
colocada de un modo que la persona que estuviese sentada al otro lado, no lo
viera, pero yo estaba de pie. El comisario se subió las gafas lentamente con un
dedo, dejó el fichero en el cajón y se sentó a atenderme. Entrelazó los dedos.
-No creo que eso sea de su
incumbencia. –Y ahí se dio cuenta. –Oh, es usted la señorita que quería cambiar
el mundo y que pensaba que el dinero no da la felicidad. Pues déjeme decirle
que el flamante Bentley que está aparcado en la puerta, es mío. Y soy muy feliz
con él. –Sonreía maliciosamente. Como no esperaba menos. Su forma de hablar tan
despótica me irritaba, y mucho. Y la risa que Bryce intentó disimular sin éxito
no es que me calmara. Ahora se habría imaginado aquella situación.
-Lo pensaba y lo sigo
pensando. Y no me propongo cambiar el mundo, sólo mejorar lo poco que puedo.
–Tenía las manos apoyadas en la mesa y estaba echada hacia adelante, para dar
fuerza a mis palabras. –Y muy bien por usted y por su Bentley. Pero ¿puede
atenderme ya? –Y engarroté los dedos de mis manos. Imaginé echándoselos al
cuello. Me miraba riéndose por algo que no comprendía, pero que seguramente era
de mí.
-Claro. Por favor, no
sobrecarguemos tanto a Spiderman y a Batman. –Vale, fue ahí cuando empecé a
sentir la sangre intentando pasar a borbotones por mi cuello. Si alguien me
hubiese mirado el cuello, habría estado segura de que podría haberla visto
incluso bailar. ¡Se estaba riendo de mí en mi propia cara! –Tome asiento por
favor. Le volveré a pasar la ficha que tiene que rellenar. –Me senté y él se
dio la vuelta a volver del mismo fichero encajonado de la otra vez, el papel.
Cuando volvió al escritorio, lo vio. Yo sonreí triunfante.
-¡El señor Bryce Domioyi!
–Su cara de asombro me sentó la mar de bien. No daba crédito a lo que veían sus
ojos. Sí, al mismo al que había venido a denunciar estaba conmigo ahora
poniendo una denuncia. Aunque seguía sin acostumbrarme a que lo trataran de
“señor” o “señorito”.
-Él mismo. –Y puso su cara
de interesante.
-Perdone usted, no lo había
visto. Ahora mismo lo atiendo, si esta señorita ya estaba acabando. Lo siento.
–Y hablando nervioso, atragantándose con las palabras y tartamudeando a veces,
se disculpó como si fuera a caerle algún castigo por no haberlo tratado
debidamente. –Vaya a rellenar la ficha al mostrador aquel. Cuando acabe déjelo
allí y ya lo recogerán. -¿Cómo? ¿Además de que me estaba echando me decía que
ya lo recogerían…? Flipaba. Iba a responderle, pero Bryce se me adelantó.
-No, ella viene conmigo.
Venimos los dos juntos. Y no me ha gustado nada el modo en el que la ha
tratado. –Y Bryce se apoyó con los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos.
No perdió el contacto visual con el comisario en ningún momento, que cada vez
estaba más rojo. A mí por un rato se me calmó el pulso.
-Disculpe, lo siento mucho,
no volverá a ocurrir. –Y agachó la cabeza nervioso a modo de perdón. Lo que
Bryce dijo a continuación me hizo querer besarle los pies. Nunca olvidaré ese
momento de gloria.
-No es a mí con el que
tiene que disculparse. Sino con ella. Ella es la ofendida. –Habló tranquila y
pausadamente, sin perder el control sobre la situación en ningún momento. De
pronto los dos estaban mirándome. El comisario por encima de las gafas me habló
tras unos segundos de autoconvencimiento por tal humillación. Muy bien, que se
bajara de las alturas en las que estaba subido.
-Perdone señorita. No era
mi intención. Acepte mis disculpas por favor. –El hecho de que no me dijera un
simple “lo siento” por orgullo y se arrastrara tanto por mera petición de
Bryce, me hizo pensar que era demasiado el poder de esa familia para causar
tanto pavor al mismísimo comisario de Nueva York.
-No hay de qué. Y ahora si
no le importa, ¿podría tomarnos los datos? –Dije olvidándome de todo lo
ocurrido. Ya me había salido con la mía y había saboreado ese placer. Sonreí a
Bryce a modo de agradecimiento. Él me devolvió la sonrisa. En ese momento me
sentí más conectada a él que nunca.
Pasamos exactamente treinta
minutos en la comisaría. Así se ponía una denuncia como Dios manda. Tras
relatar el transcurso de los hechos, nos confirmaron que en la comisaría fueron
anunciados de que tras salir del hospital en el que el supuesto realizador del
crimen estaba inconsciente, sería llevado a esta. Tendríamos que ir a juicio,
tanto para imputar al tipo por su delito, como para defender a Bryce, que
aunque no estaba federado, lo que había hecho podría tener consecuencias
penales. Me sorprendió la preocupación casi familiar con la que el comisario
nos explicó aquello. Se le veía en la expresión de la cara y la forma de hablar.
Me asusté por eso, y Bryce lo notó. Me puso una mano en la pierna, me miró y me
dijo que no temiera nada, que nada iba a pasarle. Yo lo creí.
-Comisario Icten, ¿ve la
venda que tiene ella en la cara? –Dijo tras calmarme a mí al ser informados de
esa posibilidad de salir penado. El comisario asintió tras mirarme. –Cubre la
quemadura que le ha hecho la bala que iba directamente a su cabeza y que por
milímetros o milésimas de segundo, casi se la atraviesa. –Me estremecí, no al
recordar aquel momento que tanta ansiedad me producía, sino por el tono que
tomaron las palabras de Bryce. Hablaba con total solemnidad. -¿Y ve la otra
venda del cuello? - El comisario asintió. –Si no llego a actuar deprisa, ahora
mismo ella podría no estar aquí. Así que no tengo nada que temer en el juicio. –Era
cierto.
Nos fuimos de aquel lugar
esperando para ser llamados y que nos confirmaran la fecha del juicio. Era la
primera vez que iba a ir a uno, había estado entusiasmada si no hubiera sido
porque tenía el cuerpo cortado. Volver a recordar aquella vez en la que pensé
que Bryce podría haber muerto, era demasiado para mí.
-Habría pagado para ver el
espectáculo que le montaste al comisario Icten explicándole tu honesta y
honrada filosofía de vida. –Dijo Bryce abriendo la puerta del coche. -¡El
dinero no da la felicidad! –Me imitó diciendo en una especie de tono afeminado
de voz que no le quedó muy bien. Yo lo miré con los ojos entrecerrados.
-No te rías de mí. –Me
crucé de brazos y me paré. Él al verme se quedó esperando fuera. –Sería muy
hipócrita por mi parte ir quejándome de cosas que después no me molesto en
cambiar.
-Eso espero. Te recordaré
estas palabras si en algún momento te dar por tirar la toalla conmigo. –Y ahí
si entró en el coche sin esperar mi respuesta. Me quedé en shock. Aparte de que
había reconocido que había cosas que debía cambiar, aquel momento había sido
sencillamente perfecto. Había reconocido nuestro mutuo esfuerzo por estar
juntos. Como una pareja. Empecé a sentir mariposas en el estómago. –Anda vamos,
que como nos pille atasco llegaremos tarde a nuestra cita. Hemos quedado para
comer. –Dijo abriéndome la puerta desde el asiento del conductor.
Tras un tiempo de silencio
no incómodo escuchando la radio en el coche, me atreví a abordarlo con aquello
que me mataba por dentro.
-Bryce, ¿tú sabes que los
dos aparecemos en la portada de las revistas como exclusiva de la nueva pareja
del momento? –Le lancé como quien no quiere la cosa. Él respondió con la mayor
tranquilidad existente y por existir.
-Claro. –Así de pancho. Sin
más. Como si fuera lo más normal del mundo. Que lo era, pero SÓLO para él. Ni
siquiera apartó la mirada de la carretera, claro, por supuesto, un tema tan
trivial no merece mayor atención…
-¿Y por qué no me lo
dijiste? ¿No te ofrecieron dinero las revistas para pagar más por evitar la
publicación de las fotos? ¿No hay ninguna manera de evitarlo? No me gusta
desvelar mi vida a nadie.
-No te lo dije porque
aunque eso pasó hace tres semanas, las fotos salieron hace tres días. He estado
lidiando con ellos para que no las publicaran, por eso se ha retrasado tanto la
salida, pero al final cuando conseguí llegar a un acuerdo, rechazaron mi oferta
y las publicaron. Imagino que el renombre y la fama de la revista es más
beneficioso que una cuantiosa suma de dinero puntual. -Y al acabar la frase me
miró. –Lo siento, hice lo que pude. A mí tampoco me gusta desvelar mi vida.
–Eso me dejó un poco mal. Entonces la teoría de Karem de que Bryce estuviese
enamorado sólo de mí porque nunca lo habían visto antes con chicas en las
revistas, estaba equivocada, pues él habría podido pagar para evitar que se
publicaran las fotos…Me desilusioné mucho… Él lo noto al ver que no respondí en
un rato y tenía la mirada perdida en un punto ciego de la calle.
-¿Qué pasa? ¿Tanto te
entristecen que sepan que estamos juntos? No sabía que te molestara tanto…
-Ahora el desilusionado era él. –No le has dicho nada a Ashley ni a Karem.
-¿Pensaba que quería ocultar nuestra relación por algún motivo oculto?
-Karem sí lo sabe. Ashley
no. Y no pienses que estoy desilusionada por que la gente lo sepa. Fue justo
ayer cuando decidimos empezar de cero para darnos un tiempo en el que
conocernos. –Oficialmente no éramos novios, pero oficialmente sí estábamos
juntos. Era algo difícil de definir. –Es sólo que como nunca antes habías
salido en una revista con ninguna chica, pensé que por ser yo la primera me
hacía especial. Pero ahora que has dicho que es porque no has podido evitar la
publicación, pensé que… Bah, da igual, déjalo. –Sí, me estaba cortando por
vergüenza a mostrar mis sentimientos. Sí, lo reconocía. Bryce habló tras unos
segundos de silencio en los que intentó comprender adónde quería llegar a
parar.
-¡Mira que me pones difícil
entenderte a veces! ¡Eeeh! –Y me miró con amor. Yo seguía desilusionada. –Sí,
es cierto. –Dijo volviendo la vista al volante y la efusividad a su cajón.
–También he aparecido en portadas a la salida de clubes nocturnos del brazo de
chicas. No quiero mentirte. Pero nunca llegué demasiado lejos. Ni las
habitaciones de hotel ni ellas me transmitían nada. No soy un romántico, pero
sí tengo sentimientos. –Y ahí volvió a mirarme, pero esta vez en una manera que
no supe describir. –No me siento orgulloso de lo que hacía pero tampoco me arrepiento.
Hay carencia de cosas que uno necesita suplir con otras, y hay otras que nunca
pueden ser suplidas. –Había muchos silencios a gritos en sus palabras.
Imaginé que el cariño
paternal lo intentaba llenar con el de chicas, pero se daba cuenta de que no
podía. No sentí pena, no era algo que él quisiese que yo sintiera por él, por
eso lo evité. Sentí unas terribles ganas de abrazarlo, y lo habría hecho, ya no
tenía barreras emocionales que me lo impidieran, pero estaba conduciendo. Si es
que o se quiere y no se puede, o se puede y no se quiere… Pero la cuestión es
que al final no se haga… De momento, le cogí su mano, pues conducía con una
sola. Él me la apretó dulcemente sin apartar la vista del exterior.
-Créeme. He podido ser un
hijo de puta, pero nunca un mentiroso. –Lo sabía. No hizo falta que lo
aclarara. Yo lo creía a ciegas. Yo le acaricié la palma de la mano con los
dedos y eso sirvió de asentimiento. Condujimos callados hasta el sitio.
Llegamos a las cuatro de la
tarde. Habían pasado tres horas de la hora normal de almuerzo aquí en EEUU.
Pero no pasaba nada. Yo seguía hambrienta. El problema era cómo iba a
pagármelo. El sitio parecía caro no, lo siguiente. Era un edificio alto y
bonito de los muchos que hay en NY así, no le vi nada extraordinario hasta que
entramos, lo cruzamos por completo y llegamos al jardín que había al otro lado.
El restaurante era al aire libre, en el interior sólo estaba la cocina y la
recepción. Había un estanque, caminito de piedras, reloj solar y maceteros con
flores por todos lados. En la zona de las mesas había arcos de madera creando
un camino laberíntico en el que el techo era una lona blanca como una patena.
Impoluta. A juego con el tapizado de las sillas y los manteles de las mesas.
Todo muy mEl lugar era muy iluminado. Si no fuera porque estábamos en el centro
de Nueva York, habría creído que había escuchado el sonido de pájaros cantar… ¡Ah
no! ¡Que los había en una gigantesca jaula que ocupaba el tamaño de mi casa!
Pues si que está tematizado este sitio. Había aves tropicales de todos los
colores.
-Este es un lugar de
privilegio aquí en la ciudad. Se necesita coger la reserva con semanas de
antelación o ser el hijo de la familia con más acciones de esta empresa. –Dijo Bryce
sacándome de mi asombro por aquel frondoso lugar perdido en una ciudad de
hormigón.
Aunque yo volví a meterme
otra vez. Bryce habló con el recepcionista que nos guio hacia la mesa que
teníamos reservada. Según escuche hablar a los dos, ya nos estaban esperando
desde hacía unos cinco minutos allí la otra u otras personas que Bryce quería
que conociese. Pero yo no estaba prestando atención, seguía anonadada con el
sitio. Cuánto más miraba, más cosas descubría. Había pensamientos en el césped
que creaban formas que no era capaz de averiguar. Música relajante y aromas
creados por el restaurante para tematizar aquello. Yo seguía al metre y a Bryce
el caminito de piedras admirando todo a mi alrededor.
-Es en esta mesa de aquí,
señor. –Habló el metre con gran cortesía y educación. Lo escuché a lo lejos, al
parecer me había quedado atrás al no querer perderme nada de ese lugar.
-Pero aquí no está ella.
Usted dijo que había llegado hace cinco minutos. –La voz de Bryce también
sonaba a lo lejos.
Me di prisa para llegar sin
quitar la vista a mi alrededor, debido a me caí al suelo al tropezarme con una
piedra del caminito. Yo en mi anterior vida tuve que ser una lombriz de tierra
o algo, porque no podía explicarme cómo es que me gusta tanto el suelo. Me paso
tres cuartos de mi vida cayéndome. Aterricé de costado, me hice daño en la
cadera. Estuve compadeciéndome unos segundos en el suelo intentando olvidar el
dolor. Escuché la voz de Bryce pronunciando mi nombre y corriendo hacia mí para
ayudarme. Fui a levantarme antes de que él llegara, cuando fui a poner las
manos en el suelo, aparte de darme cuenta de que las tenía heridas y me dolían mucho,
la vi. Era la despampanante rubia de la tienda que había estado metiendo las
narices en mi relación con Bryce como si preguntara inocentemente por unos
desconocidos. Llevaba puesta la falda roja que se había comprado hoy mismo hace
una hora. Con lo hortera que era la falda, nunca pensé que a ella podía
sentarle tan espectacularmente. Imagino que es la planta de la persona, que
hace que las prendas en ella se vean de una manera u otra. Esta chica era la
típica a la que todo lo que le pusieras, le sentaba como hecho único y
exclusivamente para ella. ¿Qué hacía allí? ¿Quién era? Esto no era una
coincidencia ni de lejos. Al menos consiguió que me olvidase del dolor del
golpe.
-Hola Valeria. Encantada de
conocerte. - Me estaba tendiendo la mano sonriente, ofreciéndome su ayuda. Me
guiñó un ojo. ¿Encantada de conocerme? Su rostro brillaba más que el sol. Pero
ahora sus ojos no eran grises, eran de un verde intenso y profundo. Como los de
Aaron y Bryce. Vacilé en darle la mano, pero al final lo hice. En el justo
momento en el que su suave piel tocó la mía, Bryce se presentó allí.
-¿Dónde te habías metido?
Te estaba buscando. -¿Me hablaba a mí o a la bellísima mujer que tenía frente a
mí? Era tan alta que tenía que agacharse bastante para llegar con su mano a
coger la mía. –Valeria, esta es mi hermana Victoria. –Dijo Bryce cuando aún
estaba todavía en el suelo agarrando su mano. Yo sencillamente no podía creérmelo.
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