Capítulo 10: Asno
Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing. El timbre que anunciaba el final del recreo había sonado. Nos dispusimos a dirigirnos juntas, ahora oficialmente como amigas, a la clase de Bioestadística que le había estado explicando antes. Íbamos a encontrarnos con el G4. Lo sabía porque todas las chicas empezaron a murmurar en voz alta entre ellas y a hiperventilar. Ay que ver como unas caras guapas y unos cuántos músculos pueden poner a todo el sector femenino de un lugar a hiperventilar como perras en celo. Que vale, que tengo ojos en la cara, yo también pensaba que estaban todos buenísimos y eran todos guapísimos. Pero yo también me fijo en otras cosas aparte del físico. Que el físico atrae, pero la personalidad enamora. Y estos chicos, por lo menos tres de ellos, suspendían en eso.
Shelby sin embargo se puso seria. Estaba nerviosa, pero sin cara de boba como las demás. ¿Qué le pasaba? Y aparecieron en medio del pasillo los cuatro. Iban andando de una manera, que con lo altos que eran todos, parecía imposible que anduvieran con tal soltura. Además, si hicieran una película con ellas, no necesitarían efectos especiales para magnificar su planta. Parecía que los envolvía alrededor un aura especial, como de dioses griegos. Parecían no tener defectos a simple vista. La cara de Bryce y Aaron era absolutamente perfecta. No había nada que se pudiera eliminar en ella. Desde la forma y color de los labios hasta la el ángulo que formaban su mandíbula y barbilla o la curva de su nariz. Y la mirada ya entonces era un completo enigma. Eran tan diferentes las de Bryce y Aaron. Aunque la de éste último me cautivaba especialmente. Quería averiguar que guardaban esos ojos verdes esmeralda. Luego Leo y Liam tenían los dos un sex-appeal impresionante. Leo el rubio de ojos azules cañón y Liam el negro explosivo y exótico. Ambos en su línea pero, ¿qué se iba a esperar de unos playboys como ellos? Eran súper atractivos. Aunque me joda reconocerlo. Eran tan brillantes que hasta dolía la vista. Nunca me había fijado en ellos. Y sabía por qué. El día que los conocí no cabía en mi cabeza nada más que el shock de que alguien pudiera ser tan despreciable. Y los demás días había estado ayudando a Shelby. Curioso que nunca me hubiera encontrado con ellos. Aunque tampoco me había parado a pensar en eso.
Todo estaba en completo silencio ¿Era siempre lo que ocurría cada vez que ellos aparecían? Excepto por un chaval que se estaba riendo, estaba de espalda al G4 y no se había dado cuenta de su presencia. Y claro, su risa, que por cierto, era muy escandalosa y bastante fea, parecía un asno rebuznando, no le había dejado darse cuenta de que todo estaba en silencio. Aunque ni esa molesta risa podía romper el momento de solemnidad de aquellos cuatro dioses griegos. Creo que a partir de ahora iba a llamarles el 4GG <4 Greek gods>. No, mejor no, unos dioses no podían ser personas como esas.
Bryce cambió de expresión al escuchar al chico reírse-rebuznar. Se paró de repente y con la típica cara de irritación y de que harto estoy de toda esta mierda, que siempre le había visto, dijo:
-Oye tú chaval. Me estás molestando con tu risa tan escandalosa.
La cara del chaval cuando se giró y levantó la cabeza para mirar la cara de irritación de Bryce, era, como dicen en mi pueblo, un poema.
-Lo, lo siento Bryce. No volverá a ocurrir, de verdad. –Estaba realmente nervioso, se le notaba aunque hubiese estado debajo de una manta. Estaba temblando. Pero ¿para tanto era? –Perdóname por favor.
-Y ¿por qué debería hacerlo? No todo se arregla con una simple disculpa. –Y lo cogió por el cuello de la camisa y lo alzó dos cuartas del suelo. –No sabes lo irritante que puede ser levantarse de buen humor por la mañana y que te lo fastidie un imbécil como tú con risa de asno.
-Lo siento de verdad. En serio. Perdóname. No lo haré más, te lo prometo. –Parecía que estaba a punto de echarse a llorar.
-Muy bien. Te la voy a dejar pasar por ahora. Pero el lunes vas a darme un mansaje en los pies y en la espalda durante la hora del almuerzo. ¿Entendido? –Y sonrió con una sonrisa diabólica.
-Sí. Sí. Lo que tú quieras Bryce, pero déjame en el suelo por favor. –Y lo soltó de golpe. El pobre chaval aterrizó con mucha brusquedad.
-Pues ya lo sabes, la próxima que te oiga dar semejantes rebuznos, no seré tan compasivo.
-Muchas gracias por haberme perdonado. –No podía creer que encima estuviese pidiendo perdón.
Y se fueron los cuatro. Pasaron por mi lado de la misma manera en que había aparecido. Shelby tuvo que tirarme del brazo para que me echara a un lado del pasillo. No caí en que también tenía que quitarme del camino para dejarles paso.
Qué fuerte. Qué manera de humillar a la gente. Había oído por Shelby y por Karem la influencia y poder de estos tipos, pero de ahí a vivirlo en directo había un gran trecho. Era muy impactante. Por mi estado de shock y por miedo a meterme en problemas no intervine en defensa de aquel chico. No podía permitirme que quisieran echarme de la Uni por ponerme en contra de ellos. No podía dejar la beca que el Estado de España estaba pagando con tantos esfuerzos en estos tiempos de crisis y tampoco podía tirar por saco todo el dinero y esfuerzo que se habían gastado mis padres el volver la familia al completo a EEUU. Y encima ocurría otra cosa. Habíamos vuelto a coincidir en pensamiento. Primero con mi comparación con una piedra del suelo cuando me salvó de aquellos tipos, y ahora con lo de la risa similar al rebuzno de un aso. Estupendo. Tenía la misma mentalidad que un engreído degenerado que se cree superior a todos.
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