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Refranero

viernes, 9 de diciembre de 2011

Capítulo 11: Bomba atómica

Capítulo 11: Bomba atómica
Fuimos a la clase siguiente sin decir nada. Pasé toda la hora atendiendo sin desconectar ni un momento. Impresionante, mi trauma había aumentado ahora que había presenciado tal escena. Por una vez me alegraba ser rara. Los traumas me afectaban a bien en vez de para mal. Shelby esta vez se sentó a mi lado. Qué bien. Parecía que nuestra relación de amistad había comenzado.

Era viernes, y los viernes teníamos clases por la tarde. Todo lo contrario a España. Que esos días tenía sólo dos horas de clase a primera hora de la mañana y acudía yo y tres personas más. El resto se las saltaban para empezar el fin de semana el viernes. El descanso del almuerzo era de 1.00 a 1.45 y el de la tarde de 4.30 a 5.00 y luego las clases terminaban a las 7.30. Menos mal que esto sólo ocurría los viernes. Por eso tenía que trabajar los sábados por la mañana, porque llegar al trabajo a las ocho no cundía para el negocio. Decidí que después de salir del trabajo, iría a visitar al señor del atropello y después a pasar el fin de semana con mis padres, antes de que empezara la época de exámenes y no tuviese tiempo.

Quedé con Shelby en las escaleras de tercera planta para salir juntas al descanso. Y allí estaba ella ya cuando salí de clases a las cuatro y treinta y cinco de la tarde.  Estaba sola, por dios, son sólo 5 minutos de retraso y ya se había ido todo el mundo al descanso. Pues sí que tenían ganas de irse sí. Y yo como siempre la rara que se queda la última. Para no variar.

-Buf, la última hora se me va a hacer larguísima. Estoy deseando que sean las siete y media para llegar a casa, ducharme y dormir.
-Sí, yo también. –Lo dijo desganada, imagino que sería por el cansancio. La pobre, había estado esperándome. A mí. Me había estado esperando a mí. Parecerá que nunca he tenido una amiga en toda mi vida, que las he tenido, pero es que aquí me parecía un sueño, después de la semana caótica que he pasado.
-Siento el retraso, gracias por esperarme.
-No hay de qué. –Puso una cara de desgana que sólo le faltaba bostezar para rematarla.

Bajando las escaleras ya del primer piso empezamos a oír unas voces. Una de ellas me resultaba familiar. Hablaban sobre que a uno se le habían desatado los cordones, que se los atara no fuera a ser que se cayera encima de ellos. Mira, ya no soy yo la única despistada aquí. De repente Shelby se puso muy animada. Empezó a caminar de espaldas contándome súper ilusionada lo que iba a hacer este fin de semana. Vaya cambio, quién lo diría con la cara de cansancio que tenía antes.

-Valeria, ¿¡a que no sabes a dónde voy este sábado!? ¡A una fiesta de disfraces de una prima mía! Voy a ir de cabaretera de los años 20. –Y mientras caminaba de espaldas, empezó a contarme cómo iba a ser el vestido y los complementos que iba a llevar mientras indicaba dónde iban a estar. –Va a tener una flor roja aquí al lado del hombro. En la cabeza alrededor de la frente, una cita con una pluma de pavo real… bla bla bla.

Dejé de escucharla en ese momento. No porque no me interesase, sino porque no había visto que iba a chocarse con el chico que estaba agachado en el suelo atándose los cordones. No podía verlo bien porque Shelby lo tapaba con su cuerpo, pero sabía que ahí había alguien. Tenía que avisarla o se harían daño los dos.

-Shelby, cuidado, hay un chico justo detrás de ti…

En ese momento se giró para ver quién era, se resbaló y cayó sobre el chico. Los dos rodaron escalera abajo. Oh oh. Y no digo oh oh precisamente por la caída. Lo digo porque cuando llegaron al suelo, el chico quedó mirando bocarriba. Lo reconocí al momento, y ya supe de qué me sonaba la voz que había escuchado antes. Era Bryce Domioyi. Al final de las escaleras, de pie, estaban Liam y Leo. Mis piernas empezaron a temblar.

-Aaaagg. Qué fastidio. ¡¡¡Quítate ahora mismo de encima!!! –Su cara era de irritación total. Esta vez se había enfado bien pero bien bien.
-¿Estás bien Bryce? –Dijo Leo en tono burlón. Encima con recochineo, que descaro. Y Liam se reía por lo bajini para rematar. Tsss pero ¿qué iba a esperar de ese grupo?
-¡¡No, no estoy bien!! –Y escupió la sangre que le salía del labio. Dentro del edificio…
-Yo-yo, lo siento mucho. No fue a propósito. –Shelby estaba temblando de auténtico pavor.
-Ja, pareces algo nerviosa. No tengo nada más que decir. Sabes lo que te va a pasar ahora, ¿no? –Y puso una cara que hubiera hecho llorar hasta a las ardillas del estanque. Para no exagerar. Shelby estaba llorando. No podía permitir que ese malnacido le hiciera nada a mi preciada nueva amiga. Ahora que por fin había conseguido lo que había estado esperando todo este tiempo en esta despreciable universidad en las que todos te miran por encima del hombro. Todo el mundo sabe quién es la “pobre” plebeya y la marginan por eso. Y por fin una persona amable se me acerca en riesgo de ponerse en contra de toda esa gente y este niñato iba a humillarla. No iba a salirse con la suya. Le prometí a Shelby que estaríamos juntas pasase lo que pasase y que la defendería de estos malvados. Y así iba a ser, ni siquiera me paré a pensar en las consecuencias de mis acciones. Tampoco lo hacía solo por ella. Llevaba mucho tiempo reprimiendo mis sentimientos y tenía que dejarlos salir de alguna manera en algún momento. Y ese momento era ahora. Ahora  o nunca. Sería muy ruin por mi parte si los enfrentaba en otro momento que no era para defender a mi AMIGA. Esto se había convertido ya en un tema de paz conmigo misma.
-¡TÚ! ¡ESPERA UN MOMENTO! Ella lo ha hecho sin querer y ya te ha perdido perdón. ¿Por qué no la perdonas y ya está? ¿O me vas a decir que las disculpas no son suficientes y que para eso está la policía? Pues que sepas que ni la policía se encarga de impartir justicia. Porque tú y tu dichosa familia la tenéis comprada. –Para ir a la comisaría de policía  tuve que poner mucho valor por mi parte. Y es porque había tenido tiempo por el camino de pensarlo muchas veces. Pero era tanta la rabia que tenía contenida que mis palabras salieron solas de mi boca. Ya no podía seguir callando. Era mi momento de ser libre y expresar lo que sentía sin miedo a nada.
-Oh, qué bonito. Estás intentado desviar mi atención de tú amiga para que la centre en ti y lo pague contigo. Con que esa es la amistad de la clase baja. Que enternecedor. –Había puesto una mirada de chulo que me estaba enfadando mucho.
-Me estás irritando. ¿Sabes? Me pone enferma la gente como tú. Si eres un infeliz que ya no encuentra nada atractivo porque lo tienes todo, no lo pagues con los demás. El resto de la gente no somos unos meros títeres que actúan a tu merced para entretenerte. Te crees con poderes sobre todo el mundo. Piensas que eres superior pero sólo te escondes bajo las riquezas e influencia de tu familia y tu apellido. ¡No vayas de chulo cuando nunca has ganado nada por ti mismo!
-¿PERO TÚ QUIÉN TE CREES QUE SOY… -No le di tiempo a que terminara la frase. Su cara no era un poema, era todo un romancero. Un perro rabioso que corre con espuma en la boca directamente hacia mi cuello me daría mucho menos miedo que esos ojos llenos de ira. Pero no podía parar de hablar, era como si una mano maligna me hubiera dado cuerda.
-Yo sé perfectamente quién eres tú. Pero ¿y tú? ¿Quién te crees que eres tú chaval? ¿El todopoderoso Bryce Domioyi? Pues que sepas que no eres nadie sin tu dinero y sin el apoyo del resto del G4. Necesitas pisotear a los demás para sentirte alguien en la vida. Actúas de esa forma para llamar la atención porque en el fondo sabes que nadie te quiere por ti mismo, te quieren por tu fortuna y poder. Me das pena Rey de las ardillas del estanque. –Oops, eso último se me había escapado. Qué vergüenza. Aunque en el fondo lo pensaba así. Era cómo el líder de aquellas ardillas altivas y despóticas.

Lo dije. Lo dije, no podía creerlo. Lo dije. Y me sentía mucho mejor. Muchísimo mejor. Ni punto de comparación vamos. Eso sí. Empecé a dejar de sentirme tan bien cuando vi su cara. Más que nada su mirada. Si el primer día que nos conocimos me hubiera dejado atravesada en el suelo por miles de dardos venenosos. Esta vez estaría chamuscada por la explosión de una bomba atómica. Pero no iba a dejar que su mirada me quitara mi momento de gloria. Y antes de que pudiera decir nada. Cogí la mano de Shelby y desparecí con ella por el pasillo. Una vez que me había apartado de sus ojos mortíferos para que no destruyesen mi momento de gloria, me di cuenta de que lo que había hecho al alejarme de allí, era ver la realidad de la situación. Cuando por fin estaba fuera de peligro y de su mirada, me di cuenta de que ahora más que nunca, estaba en serios problemas.

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