Capítulo 12: Zas
Arrastré conmigo a Shelby hasta fuera del instituto, ni siquiera me di cuenta de que había llegado hasta allí hasta que Shelby gritó mi nombre. Al parecer llevaba tiempo llamándome diciendo que adónde íbamos. Pero mi afán por escapar de aquel sitio me hizo perder la noción de todo.
-¡VALERIA! –lo dijo en tono de estar harta de llevarse un rato diciéndolo.
-Ups. Lo siento Shelby, lo siento. Quería salir cuanto antes de allí y me puse a caminar sin mirar adonde.
-Ok, ok. No te preocupes. Muchas muchísimas gracias de verdad Valeria. No sé cómo compensarte por todo lo que has hecho por mí. Te estoy realmente agradecida. No dudes en contar conmigo para cualquier cosa, de verdad. Si no hubiese sido por ti, ahora estaría metida en un buen lío.
-De nada mujer, para eso estamos las amigas. –Y le sonreí con toda la hipocresía y el descaro que pudo salirme en aquel momento. Realmente me alegraba de haber hecho “justicia”. Pero ahora la que estaba en un lío era yo.
-Bueno, ¿dónde quieres que vayamos en el descanso?
-Shelby, lo siento, pero creo que me voy a casa. Estoy realmente impresionada por lo que ha pasado hace un momento. Necesito un respiro mental y pensar en cómo voy a actuar cuando lo vea.
-Ok, no te preocupes, no pasa nada. Te entiendo. Y de nuevo muchas gracias. –Y sonrió con esa sonrisa de oreja a oreja característica.
Estaba bajando las escaleras de la puerta principal cuando caí en la cuenta de que, ¿qué iba a hacer en casa en verdad? Había tomado una decisión precipitada, aunque sinceramente necesitaba un respiro. Tenía que despejar mi mente para que fluyeran las ideas. Y en las cuatro paredes de mi apartamento de 20m2 no iban a tener espacio suficiente para fluir. Antes de preguntarme dónde podía ir, la respuesta ya vino a mi mente. El estanque de las ardillas. Allí no iba nunca nadie y era lo suficientemente relajante como para pensar con libertad. Aunque las estiradas ardillas me pusieran histéricas, el sonido del agua tenía un poder misteriosamente calmante en mí.
Llegué, me tumbé en un banco y cerré los ojos. Intenté relajarme con todas mis fuerzas, pero el banco era irritantemente incómodo. Los ricos estos, eran inteligentes además, evidentemente tenían que vacilar de jardín, pero ¿para qué deparar en gastos en poner bancos cómodos cuando sacaban más dinero si te destrozaban la espalda y hacía que la gente quisiera sentarse en los del comedor y gastar su dinero allí? No se podía subestimar el afán por exprimir al máximo las posibilidades de sacar aún más dinero, de los ricos estos.
Así que me levanté y me senté a la orilla del estanque a mirar a los peces fijamente. Cualquiera que me viese pensaría que estaría loca. Pero si me relajo viendo la vida simple y sin complicaciones de los peces es estar loca. Entonces lo mío era un caso grave. Las ardillas se acercaron hacia donde yo estaba. Decidí ignorarlas.
En ese rato, pasaron por mí varios estados de emoción. El primero era miedo. Miedo por lo que iba a pasar ahora conmigo. Arrepentimiento. Arrepentimiento por haberme metido en donde no me llamaban y buscarme problemas. Después orgullo. Orgullo de mí misma y mi valentía para hacer lo que mi conciencia me dicta sin preocuparme por las consecuencias. Y por último, pero no menos importante. Enfado. Enfado e irritación por el estúpido de Bryce. ¿Por qué tenía que haber gente como él, que hagan la vida de los demás más, complicada de lo que ya lo son? Me entró un arrebato de furia que me levanté de sopetón y comencé a coger piedras del suelo y tirarlas al estanque. Empecé a hablar en voz alta para exteriorizar todo lo que me oprimía.
Malditos niños ricos de papá. Una piedra. Son todos una basura. Dos piedras. No hacen más que divertirse a costa de los demás. Tres piedras. Estúpidos. Cuatro piedras. Me gustaría verlos trabajando para ganarse algo por sí mismos. Cinco piedras. Dichoso G4. Seis piedras. Pero, ¿qué se han creído que son? Y una voz que provenía desde mi espalda interrumpió mi séptima tirada.
-Mis amigos. –Dijo una voz desganada.
-¡¿Tus amigos?! Tsss, pues vaya amigos que te has buscado. No valen ni un dólar... –Oh oh. Me había dejado ir por la situación y no me di cuenta de que alguien me estaba escuchando. Pero el “oh oh” no iba precisamente porque <alguien> me hubiese escuchado. El “oh oh” iba por, ese <alguien> era Aaron Domioyi.
Waaaaaaaa. Grité interiormente. No podía haber gritado también antes para dentro... y del susto me caí al suelo de culo, pero no interiormente precisamente.
-Jajajajajajajajaja –cogió aire para respirar. –Jajajajajajajajaja. -¿Qué tenía tanta gracia? ¿Mi caída? –Llevaba un rato observándote. Eres realmente graciosa. –Dijo mientras se secaba una lágrima. Me sentía ridícula. ¿Enserio se le habían saltado las lágrimas de la risa? Patético…
-¿Cuánto tiempo llevas ahí? –Es lo más inteligente que me salió en aquel momento. Muy bien Valeria, muy bien. Demostrando ahí que te merecías la beca por tu gran capacidad intelectual. Ni siquiera me había dado cuenta de que llevaba un violín consigo.
-Desde lo de “malditos niños ricos de papá”. –Ahora se encontraba serio. Toda expresión cómica había desparecido de su cara. Me fijé en su expresión. Era la misma que siempre le había visto. Inexpresividad. Pero una expresividad que además de ocultar mucho, también decía mucho. Y en su mirada. Ojos fríos como el mármol. Tal y como había dicho Shelby, era un tanto especial. Y lo notaba en el modo en el que me atraían sus grandes ojos verdes esmeralda.
-¿Vas a decirle algo a los demás? –Aunque parecía distinto a los otros, no dejaba de ser un miembro del G4, y nada menos que el hermano gemelo del líder. Por muy diferentes que pudieran ser los dos, los hermanos gemelos siempre tienen una conexión especial.
-¿Yo? –y clavó su mirada en la mía. Me sentía como hechizada. –No. –Dijo con desdén mientras volvía la cabeza hacia el estanque. Se había sentado también en la orilla para mirar a los peces… Vaya, otro loco como yo. –Yo no me meto en las andadas de ellos. Si tienes problemas con ellos, será porque te has metido tu solita.
-Mmmmm. –Me había dado un zas en toda la boca, pero realmente tenía razón. Pasemos al plan B. –Tú pareces distinto a los demás. ¿Qué tipo de personas son el resto? –Haber si colaba.
-Verás... Es inútil que intentes conseguir información a través de mí. Si te has metido en problemas con ellos, lo mejor que puedes hacer es cumplir sus órdenes o dejar la universidad si no lo haces. –Dijo mientras acariciaba a una de las ardillas. Zas. Me estaba empezando a molestar realmente. Pero lo veía tan sólo y falto de cariño y comprensión acariciando a la ardilla… Me entraron unas irremediables ganas de abrazarlo… ¡Para Valeria para! ¿Pero que estás pensando? Es uno de ellos. Es otro rico sin escrúpulos que mira por él mismo. Mira si no como te ha contestado.
-Si yo hiciera eso, no tendría problemas –dije en tono despótico. -Pero desgraciadamente, no he venido hasta aquí para desperdiciar todo el sacrificio de mi fami… -Me cortó antes de acabar la frase. Ni siquiera me había mirado a la cara mientras hablaba. Seguía con su mirada perdida en el estanque.
-Me da igual. No estoy interesado en los problemas de otras personas. –Zas. Era uno tras otro. Decidí que era el momento de irme de allí. No podía soportar un desprecio tras otro. Eran demasiados ese día ya.
-Pues muy bien. Me había equivocado al pensar que tú eras diferente a los otros. No eres más que otro niño rico que nada más se preocupa por sus problemas. Ahí te quedas con tus ardillas.
En verdad, me había molestado que las ardillas prefirieran al engreído ese antes que a mí. Incluso las ardillas me dedicaban los zas… Y me alejé de allí mientras escuchaba como había empezado a tocar el violín.
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